Miércoles, noviembre 2.
Mark se encontraba tirado en su cama luego de que esa tarde no pudiera asistir a la plaza donde sabía Donghyuck estaría.
Le habría encantado ir a verlo pero ese era su día obligatorio de no salir de la casa. Era como una regla personal que se tenia para no ser descubierto, en realidad, él tenía mucha suerte que el moreno no lo hubiese notado para ese punto.
Pero tampoco lo culpaba, él era en exceso sigiloso. Siempre estaba a dos o tres metros lejos; en los partidos de básquetbol usaba lentes y su chaqueta oscura con capucha, ademas de, sentarse en las últimas gradas. Y los días miércoles como esos en la plaza era normal que muchos adolescentes de su instituto transitaran por ahí así que no era extraño en lo absoluto que él también estuviese. Se encargaba de ser un profesional en su papel de espía.
No obstante, conocía sus límites, entonces en días como esos intentaba no buscarlo, aunque se muriese por hacerlo, porque sabía que sino sí sería muy evidente.
Echado en su cama, posó su mirada al escritorio de su habitación encontrando su libro de matemáticas. ¿No sería genial si pudiese pedirle clases privada a Donghyuck? Una lástima que él era un año mayor.
Como si una ola de recuerdos lo inundara, salió de su habitación.
—¡Jisung! ¡Park Jisung! ¿Dónde estas, mocoso?
Saliendo del baño a su lado, el rubio fruncio su ceño con su cepillo de dientes en la boca.
—¿Qué quieres, fastidioso?—preguntó, casi incomprensible.
—El domingo.
Aún más confundido, se encogió de hombros.
—¿Qué pasó el domingo?
—Eso quiero saber. Donghyuck, él vino ese día ¿no es cierto?—el chico asintió sin entender aún a qué se refería su medio hermano—¿Qué te dijo? ¿Te dará las tutorías?
Las demandantes preguntas no hacían más que confundir al rubio. ¿Por qué si acaso le preguntaba?
—No te incumbe—dijo molesto por la pérdida de tiempo que Mark le estaba haciendo pasar.
Y sin decir nada más, cerró la puerta del baño, obstinado.
Perplejo, Mark se devolvió a su cuarto, sabía que Jisung no le contaría.