Malas noticias: mamá no me quiere comprar una cámara ni una filmadora. Dice que son demasiado costosas.
Tampoco me quiere prestar su teléfono por más de cinco minutos. Dice que lo necesita y que lo voy a romper.
Me he pasado la tarde entera pensando en posibilidades. Quizá la tía Lucía tenga todavía la vieja filmadora que usaba en Navidad y en fiestas de cumpleaños.
Lucía ya debería estar recuperada del ataque; los golpes de los monstruos, en general, no duran más de diez días.
¡La llamaré mañana!