Todos mis amigos cercanos iban a mi casa para saludarme por el día de mi cumpleaños. Ellos sabían que no me gustaban las fiestas, por eso siempre trataban de hacerme sentir cómodo sin presiones con respecto a salidas escandalosas. Para variar, mis amigos tenían la costumbre de traer películas, pistas de karaoke para cantar y también juegos de mesa. Ellos se divertían mucho.
Me encantaba la compañía de todos mis amigos, ya que sus sonrisas a mí alrededor me generaban tranquilidad. Ellos comentaban y hacían bromas mientras mirábamos una película que mi amigo Fabián había comprado.
—Esta parte es buena, ya verán, es sobre... — decía Cristal a cada momento. Ella era mi enamorada.
—Cállate —todos le reclamaban.
—Y al final...
Todos le tiraron los cojines de los muebles para evitar que Cristal contara el final, pero fue en vano, porque ella lo dijo escondiéndose detrás de Clara, su mejor amiga.
—Cristal, lo echaste a perder. Yo quería mirar el final, pero ahora, por tu culpa, ya sé cuál es —le reclamó Clara.
—Es que esa película ya lo miré, por eso me estaba aburriendo, además, deberíamos ver una que nadie miró.
—Yo tengo varios en mi casa que puedo traer —ofreció Noche, la enamorada de Fabián.
—Pero si vamos nos demoraremos porque vives lejos —le dijo Fabián.
De repente mi mamá dijo que nos fuéramos a lavar las manos porque iba a servir la cena. Cristal fue a la cocina para ayudarla, mientras mis otros amigos se pusieron a buscar una película en el cable, lo cual fue desalentador porque no había ninguna que llamara la atención de todos.
Mi mejor amigo Max me siguió con la mirada cuando se dio cuenta que me estaba alejando de la sala hacia las escaleras. Tenía varias películas en mi cuarto, así que pensé que quizá podríamos ver una de ellas. Subí a mi habitación.
La mirada de mi mejor amigo y su sonrisa me tranquilizó un poco, ya que no se había mostrado cercano a mí desde que llegó a mi casa. En un principio me había sentido ignorado por él a pesar de su efusivo "Feliz cumpleaños" después de cruzar la puerta de mi casa. Su indiferencia me había dolió mucho
Respiré tratando de despejar pensamientos tan confusos de mi mente. No tenía que pasar nada extraño, Max no tenía que estar siempre pendiente de mí, pero sus demostraciones por hacerme entender que yo era su centro de atención, me tenían mal acostumbrado.
Ya en mi cuarto, por tanto pensar en Max, olvidé por qué había subido, además, la caja forrada con un bonito papel de regalo de color azul claro y adornado con un hermoso listón blanco, me quitó el interés de recordar.
Me quedé mirando la caja y más aún la tarjeta plateada que estaba sobre el regalo. Traté de entender qué hacía esa caja en mi cama. Luego, después de la impresión, intenté recapacitar. Ese regalo no tenía nada que hacer en mi casa porque lo único que hizo fue confundirme. Me estaba mareando con mis pensamientos torpes, por eso decidí regresar a la sala, ya que seguramente, pensé, la mesa debía estar lista.
Mi mejor amigo Max cruzó el marco de la puerta cuando me di la vuelta para regresar. Él se veía fresco como siempre.
—Es mi regalo para ti —dijo. Siempre pensé que lo había comprado para alguien más—. Qué quieres que haga —me preguntó.
— ¿Hacer?
—Sí, porque cuando te digo que te quiero lo único que haces es ignorarme como si fueran bromas.
Puse mi atención en el piso porque su mirada me empezó a quemar. Max se acercó a mí y posó sus manos en mis mejillas para levantar mi mirada. De inmediato caminé hacia la puerta.
—La cena debe estar en la mesa. Deberíamos bajar, porque si nos demoramos...
—No —me interrumpió.
—La película —dije recordando—. Tengo varias. Debe haber alguna que nadie ha mirado, aunque yo sí, pero no importa. Todas son buenas, por eso será divertido volver a mirar una.
Me acerqué al mueble alto donde solía poner mis películas preferidas. Mis manos se sentían torpes, casi temblaban mientras las agarraba, por eso no puede hacer mucho para evitar que se cayeran. De inmediato me agaché para recogerlas y él se acercó para ayudarme, pero sus manos se posaron en las mías, así que rápidamente me puse de pie con una película.
—Esta es muy buena, la he mirado varias veces, seguro a todos les encantará. Es de mis favoritas... —continué hablando, mirando el estuche de la película, esforzándome por descubrir alguna nueva información en la portada. Quería distraerme para evitar mirar a Max.
En ese momento todo fue en vano porque mi mejor amigo Max nubló mi vista con un abrazo sorpresivo. Él siempre solía abrazarme, se separaba de mí y luego se reía; pero ese abrazo me trasmitió mucho temor. Me asustó.
—Max...
—Me gustas, Caramel, te quiero, estoy enamorado de ti.
Traté de protegerme, de hacerme el sordo, porque sus palabras eran imposibles. "Es una broma", pensé como siempre.
—Max, la Cena...Max —dije torpemente.
Algo dentro de mí me dijo que no iba a poder escapar...
Estaba muy asustado...
Su mirada me afligió, me dolió mucho. Traté de pronunciar algo más, pero no pude hacerlo porque mi voz empezó a temblar ridículamente, además, no quise escucharme decir incoherencias.
—Max...
— ¿Quieres ir a cenar? —Me interrumpió—, entonces, vamos a cenar —dijo caminando hacia la puerta.
Actué mal. No pensé en nada más que en tratar de esquivar sus palabras, fingir que nada pasaba cuando él me dijo sus sentimientos. No era posible algo como aquello, y aunque fuera verdad, no quería creerle, por eso mis sentidos siempre se desconectaban tratando de protegerme.
Estaba asustado, no sabía qué hacer, no quise aceptarlo, porque no estaba bien. Mi interior me quemó tanto, ver su espalda me dolió mucho, por eso, sin estar consciente de mis movimientos, detuve de improviso los pasos de Max sujetando su polera. Él se volteó, me miró, luego sonrió tan bonito que calmó mi corazón. Al percatarme que aún seguía sujetando su polera, lo solté avergonzado.
—Entonces vamos —respondí a su pregunta. Mis mejillas me quemaban mucho.
Él no se movió, se mantuvo quieto obstaculizando mi salida, ya que se había parado bajo el marco de la puerta.
—Ellos no empezarán sin el cumpleañero —dijo sonriéndome.
—Seguro, pero no quiero que sigan esperando...
—Te quiero, Caramel.
Sus palabras me volvieron a poner nervioso, pero no desvié la mirada de inmediato. A pesar de aquello, aunque intenté mantenerme firme frente a sus intensos ojos azules, no pude.
—Lo siento —dije cubriéndome el rostro con las manos—, es que no sé qué hacer. No quiero que me odies, Max. Te quiero, eres mi mejor amigo, y ahora, lo que me dices...
—Tranquilo —dijo revoloteando mis cabellos—, no te voy a odiar.
—Pero, somos amigos. Qué quieres que haga... No quiero que me odies...
Max apartó mis manos de mi rostro cariñosamente y las besó.
— ¿También me quieres, Caramel?
Su pregunta me heló, pero no había escape, no quería lastimarlo con mi silencio.
—Sí —respondí—, te quiero mucho. Eres mi mejor amigo, siempre me preocupo por ti, me gusta tu compañía, me gusta salir contigo, te quiero, por eso no quiero que me odies...
Max sonrió.
—Ves —dijo con su acostumbrado semblante—, también estás enamorado de mí.
No podía aceptarlo. Nosotros éramos dos hombres, por eso nuestra conversación sobre gustar no tenía sentido. Yo quería mucho a mi mejor amigo Max, y de seguro, pensé, él también debía quererme mucho, por eso confundía sus sentimientos. Agarré sus manos, para gran sorpresa suya y mía, porque él sabía que el contacto me ponía nervioso.
—Me gusta ser tu amigo —le dije.
—A mí también, pero me va a gustar más que seas mío —Sus palabras me sonrojaron mucho—. Terminarás con Cristal, nos iremos a donde podamos casarnos, nos compraremos una casa y viviremos felices hasta hacernos muy viejitos.
—Somos hombres —dije.
Era algo que no quería olvidar...
—Y qué —respondió saliendo del cuarto porque empezamos a escuchar unos pasos.
"Qué debo hacer", me preguntaba mientras bajaba las escaleras junto a Max.
Todo significado cambió. Su mirada tan atenta sobre mí, durante la cena y cuando iniciamos el juego de ludo, me decían mucho. Nada iba a ser igual, nuestra amistad moriría y eso era lo que más temía porque me gustaba ser su amigo y aún más...
...Tenía miedo perder a Max si tomaba alguna mala decisión.