Su toque •SuperCorp• au

By SuperCorp593

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Lena es un vampiro y necesita sangre para vivir. Una experiencia cercana a la muerte de una de sus víctimas d... More

I
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IV
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VI
VII
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XIII
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XV
Epílogo
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XVI

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By SuperCorp593

Lena apagó el motor pero no salió del auto. Todavía agarrando el volante, miró la extensa casa colonial al otro lado de la calle. ¿Qué pasa conmigo y mirar los edificios? –Realmente tengo que dejar de hacer esto.

–¿Hacer qué?–, ​​Preguntó Kara desde el asiento del pasajero.

–Oh–. Lena no se había dado cuenta de que lo había dicho en voz alta. –Nada.

Kara extendió la mano y frotó el muslo de Lena, provocando un hormigueo que hizo que Lena olvidara su nerviosismo durante unos segundos. –¿Segura que quieres hacer esto?

No. A decir verdad, Lena no quería hacer esto en absoluto, pero al menos de esta manera, sería su decisión. –Sí. Tengo que entrar. Les dije que tendría una respuesta alrededor de las cinco y ahora son las cinco y media porque alguien que no quiero nombrar no me dejaba salir de la cama.

–¿Yo? Tú eras la que seguía diciendo 'una vez más'.

Las mejillas de Lena se calentaron. Eso era cierto. Había sido insaciable de una manera completamente nueva, por lo que ella y Kara habían pasado la mayor parte del fin de semana en la cama. Ahora deseaba estar de vuelta allí. Suspirando, volvió la cabeza y volvió a mirar la casa.

–Estás murmurando–, dijo Kara.

–Oh, lo siento–. Lena se dio cuenta de que había estado contando ventanas para calmarse. No estaba funcionando –Solo estaba ...– Nunca lo había admitido a nadie, pero ahora respiró hondo y dijo: –Estaba contando. Es un hábito estúpido cuando me pongo nerviosa.

Kara se inclinó sobre la consola central y besó su mejilla. –Es lindo–. Volvió a frotar la pierna de Lena. –Escucha, sé que esto es difícil. No tienes que hacer esto ahora si no estás lista.

Lena suspiró. –No creo que alguna vez esté lista. Pero el ultimátum que me dieron se está agotando, y si no voy a ellos, aparecerán en mi puerta, probablemente con Sam a cuestas, y creo que estarás de acuerdo en que hay cosas mejores cosas que esa visita–. Se desabrochó el cinturón de seguridad. –Será mejor que termine de una vez. ¿Estás segura de que no prefieres esperar en casa? Puedo tomar un taxi de regreso.

–Estoy segura–, dijo Kara. La expresión de su rostro no dejaba dudas de que no se movería ni una pulgada antes de que Lena volviera.

–Bueno. Pero por favor quédate en el auto y cierra las puertas después de que me haya ido. ¿Estás segura de que Imra te escuchará si llamas para pedir ayuda?

Kara miró un teléfono inteligente rosa en el tablero del auto. –Está a solo una llamada de distancia.

Por un momento, Lena se preguntó  por qué Kara llamaría a un djinn en su teléfono celular, pero luego se encogió de hombros y alcanzó la palanca de la puerta.

–¡Espera!– Con una ceja levantada, Lena se dio la vuelta. –Estaré aquí, esperando, ¿de acuerdo? No estás sola en esto.

Lena forzó una sonrisa. –Gracias. Te lo agradezco–. Después de un beso fortificante más, salió del coche y cerró la puerta. Sus miradas se encontraron a través de la ventana lateral y se asintieron la una a la otra. Cuadrando los hombros, Lena marchó hacia la casa de sus padres, más allá de un césped bien cuidado y una serie de ciervos de plástico y conejitos que sus padres pensaron que los ayudarían a encajar con sus vecinos suburbanos.

Su madre abrió la puerta antes de que Lena pudiera tocar el timbre. –¡Finalmente! Entra. Todos están esperando.

¿Todos? Las cejas de Lena se fruncieron cuando ella entró en la casa.

–Bueno, bueno, bueno, mira quién está en casa–. Sam salió de la cocina con una bandeja.

Lena se movió tan rápido que incluso los rápidos reflejos de su madre no pudieron detenerla. Una tetera de porcelana retumbó cuando empujó a Sam contra la pared. La bandeja se estrelló contra el suelo.

–¡Lena!– Su madre tiró del brazo de Lena. –¿Qué estás haciendo? ¡Sam es una invitada en nuestra casa y es tu amiga!

–¡Buena amiga! Ella atacó mi… –Lena se mordió el labio, sin estar segura de cómo llamar a Kara frente a su madre.

–¿Tu pequeño juguete humano?– Sam suministró, sonriendo. Tan bajo que solo Lena podía escuchar, agregó, –si es que ella realmente es humana.

Así que no quiere que los otros Girah supieran lo que había sucedido en el departamento de Kara. Lena presionó su antebrazo contra la garganta de Sam. –Si alguna vez vuelves a ponerle un dedo encima, te juro que ...

–Déjala ir–, dijo el padre de Lena mientras salía al pasillo.

Lena dudó, aún mirando a los ojos de Sam. Se inclinó hacia delante y le susurró al oído: –Aléjate de nosotras, o dejaré que todos en el clan sepan cómo una humana te pateó el trasero.

–¡Ahora!–, Gritó su padre.

Lentamente, Lena la soltó y se alejó de Sam.

–Limpia ese desastre, por favor–, le dijo su padre a Sam, señalando la bandeja y la tetera rota en el suelo.

–Sí, señor–. Con una última mirada a Lena, Sam desapareció en la cocina.

Su disposición a seguir sus órdenes hizo pensar a Lena. Ella entrecerró los ojos hacia él. –Fuiste tú, ¿no?

Su padre la miró con una mirada tranquila. –No tengo idea de lo que estás hablando.

–Le ordenaste que atacara a Kara–. El pensamiento la hizo sentir mareada.

Él resopló. –Si quisiera que esa humana estuviera muerta, ella no estaría sentada afuera en el auto, todavía viva.

El miedo se apoderó de Lena. No debería haberla dejado sola en el auto. Su primer impulso fue darse la vuelta y correr hacia la puerta, pero se contuvo. Kara ya había demostrado que podía defenderse con la ayuda de su naturaleza, y tenía una amiga poderosa que la vigilaba. No necesitaba que Lena fuera a rescatarla.

–Lo que sea que hizo Sam, te aseguro que no tuvimos nada que ver con eso–, dijo su madre. Prometo que no dañaremos a tu... esa humana. Pero tienes que escuchar lo que tenemos que decir–. Su madre la miró con una expresión suplicante.

Incluso su padre la miró a los ojos como si no tuviera nada que ocultar. ¿Realmente no fueron responsables del ataque de Sam? Bueno, incluso si no hubieran enviado a Sam, tampoco parecían demasiado divididos al respecto.

–Está bien, escucharé, si prometes mantenerte alejado de Kara–. Incluso con la energia que la protegía, Lena no quería que Kara tuviera que mirar por encima del hombro por el resto de su vida, siempre en busca de los Girah intentando atacarla.

–Tu madre ya lo prometió–, se quejó su padre.

–Pero tú no lo hiciste.

Él rodó los ojos. –Bien. No la dañaré.

Eso todavía no descartaba enviar a otros a dañar a Kara. Lena abrió la boca para exigir otra promesa, pero su padre la interrumpió con un gesto impaciente de su mano.

–Suficiente. Ven–. La llevó al comedor formal.

Tres ancianos se sentaron alrededor de la gran mesa, bebiendo sangre de delicadas tazas de porcelana.

Lena se detuvo en la puerta y le envió a su madre una mirada de reproche.
–¿Llamaste a los ancianos?– Ella suspiró. Por supuesto que sí. Ella debería haberlo esperado; después de todo, habían sido los ancianos quienes habían hecho el ultimátum.

–Ellos son los ancianos del clan–, retumbó su padre. –Muestra algo de respeto.

–Lo siento–, dijo Lena, sabiendo que se esperaba de ella. Ella les dio un gesto respetuoso. –Saludos, ancianos. Espero que estés bien.

Inclinaron la cabeza en un reconocimiento mínimo y siguieron bebiendo sus tragos. Finalmente, uno de ellos dejó la taza y la miró con ojos tan oscuros que parecían negros. Algo en su mirada reveló cuánto había visto en su larga vida. –Lena Luthor–, dijo, haciendo que su nombre sonara como un reproche. –Esta rebelión infantil debe detenerse. Aquí y ahora.

–Anciano, yo..

–Si continúa con este comportamiento antinatural, nos convertirá en el hazmerreír de todas las demás especies. ¿Es eso lo que está tratando de hacer?

Lena tragó saliva. –No, por supuesto que no, pero

–Entonces, ¿tal vez está intentando avergonzar a tus padres?– La mirada del anciano y sus palabras se cortaron como una espada. –La gente habla de ellos en las reuniones de clanes. ¿Es eso lo que quiere?

Lena se obligó a quedarse quieta y no inquietarse bajo su intensa mirada. –No estoy tratando de avergonzar a nadie. Tomé una decisión por mí misma, la opción de no cazar humanos y beber su sangre nunca más, pero eso no tiene nada que ver ustedes ni con mis padres.

La tatara-tatara-tatara abuela de Lena levantó la vista de su copa de sangre y sacudió la cabeza. –Jóvenes hoy en día. No sé de dónde sacan estas ideas exóticas.

–Es esa humana con la que sale–, dijo su madre con una expresión triste.

–No tiene nada que ver con…– Lena se detuvo antes de que pudiera decir el nombre de Kara, en caso de que los ancianos no lo supieran. –Decidí no beber sangre fresca mucho antes de conocerla.

–¡Eso es inaceptable!–, Dijo su padre, su voz cada vez más fuerte hasta que gritaba la última. –Ninguna hija mía vivirá de esa manera. ¡No lo permitiré!

–No es tu decisión, papá–, dijo Lena con la mayor calma posible. –Después de casi matar a una mujer, una madre de dos hijos, en la víspera de Año Nuevo, decidí no volver a tomar sangre que no se da voluntariamente, y me apego a esa decisión.

–Son humanos, niña–, gritó su padre. –¡Humanos!

Lena suspiró. Podía discutir hasta que tuviera la cara azul; No cambiaría nada. A los Girah se les enseñó que se encontraban en la parte superior de la cadena alimentaria, por lo que tenían derecho a tomar lo que necesitaran. –Sé que no entiendes. Solo esperaba que al menos pudieras aceptarlo... aceptarme.

Su madre dio un paso hacia ella. –No es que no te aceptemos, Lena, pero ...

–No, mamá–. Lena se apartó antes de que su madre pudiera tocarla. –O lo haces o no lo haces. No hay peros.

El mayor de los ancianos, el único que aún no había dicho nada, se levantó y lentamente rodeó la mesa. Lena pensó que podía escuchar sus huesos crujir mientras caminaba hacia ella y se detenía a solo unos centímetros de distancia. Nadie sabía cuántos años tenía, pero se rumoreaba que había sido uno de los hombres que había promovido la carrera del joven George Washington.

Todos los demás guardaron silencio, incluso el padre de Lena.

–Tienes razón–, dijo el anciano, su voz era tan tranquila que era como si simplemente estuviera leyendo una historia de los periódicos en voz alta en lugar de hablar sobre la vida de Lena. –No hay peros. Claramente, eres demasiado joven para ver tus errores y demasiado estúpida para escuchar lo que las personas mayores y más sabias tienen que decir. Te estoy dando una última opción. O sigues nuestras antiguas tradiciones y comienzas a cazar de nuevo, o ...

Se formó un nudo en la garganta de Lena y se negó a irse, sin importar cuántas veces tragara.

La mirada del anciano la atravesó. –O cortaremos los lazos de tu clan para siempre.

Siempre. La palabra hizo eco en la mente de Lena hasta que pensó que su cráneo iba a estallar. Su visión se volvió borrosa, pero se obligó a mirar directamente al anciano a los ojos. –No quiero pasar mi vida sin mi clan–, miró a sus padres, que estaban parados en medio del comedor, congelados, –pero tampoco quiero pasarla sin la mujer que amo. No quiero beber su sangre, ni la de otros humanos. Si no pueden aceptar eso ... –Ella vaciló por un momento pero luego se obligó a continuar. –Si creen que esa es razón suficiente para cortar los lazos de mi clan, que así sea.

Se dirigió hacia la puerta, esperando que alguien la llamara.

Nadie lo hizo.

La puerta se cerró detrás de ella con un fuerte clic que hizo eco a través de ella hasta el auto.

****

Kara frunció el ceño cuando la puerta de la casa se abrió después de menos de diez minutos. Eso no podría ser una buena señal.

Con los hombros caídos, Lena caminó penosamente hacia el auto. Ella desvió la mirada como si estuviera avergonzada. O profundamente triste. Todavía sin mirar a Kara, abrió la puerta del lado del conductor y entró. El portazo reverberó en el silencio entre ellas. En lugar de decir algo, Lena se miró las manos.

Incluso sin una explicación, era obvio que la conversación con sus padres no había ido bien.

El corazón de Kara le dolía por ella. Se inclinó hacia ella, haciendo caso omiso de la consola central presionando contra su costado, y la envolvió en un tierno abrazo. –Todo estará bien. Seré tu clan ahora.

Lena la sostuvo y apoyó la cabeza contra la de Kara. –Te amo.

Retrocediendo un poco, Kara miró profundamente a los ojos de Lena. –Yo también te amo. Vamos a salir de aquí.

Asintiendo, Lena encendió el auto.

Por el rabillo del ojo, Kara vio a una mujer parada en la ventana, abrazándose, medio escondida detrás de las cortinas. ¿Era la madre de Lena, mirándolas, tal vez incluso deseando que Lena se diera la vuelta y regresara? Tal vez, pensó Kara, tal vez todavía había esperanza. El tiempo lo diría.

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