Blood Moon (Segunda Temporada...

By azzzaa29

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Segunda temporada de "ENCONTRARTE CREPÚSCULO" Allison ha atravesado un camino lleno de dificultades que, al... More

Prólogo
Cerrando ciclos
Despedidas
Batallas perdidas
Presentimientos

Pretenciones

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By azzzaa29


 
—Han demorado en llegar.

La voz que los recibió era aguda e indiferente, proveniente de una figura más al filo de las escaleras de mármol blanco, era pequeña, más pequeña incluso que Alice, sus piernas eran cortas y su ropa, al igual que la de sus compañeros era negra y caía casi hasta el suelo.

Su cabello castaño, casi rubio brillaba y sus ojos rojo apagado eran astutos aunque de postura sobria. Felix y Demetri se relajaron de inmediato nada más verla, avanzando en su encuentro con una postura más segura pero no del todo amistosa.
Edward dejó caer los brazos, aunque no la mano que presionaba contra su espalda, enviándole punzadas donde todavía estaba impresa su fuerza.

—Jane —saludó al reconocerla.

—Seguidme —habló la que debía ser Jane con su voz monótona luego de darle una mirada de reconocimiento, les dio la espalda y subió por los escalones con sus zapatos siendo el único ruido en la casona.  
Felix les hizo un gesto para que  fueran primero, con una sonrisita  cada vez más extasiada. Edward le pasó el brazo por la cintura y la empujó para que fuera a su lado a pesar de que ella quería hacer exactamente todo lo contrario.
Allison se giró a mirarlo una milésima de segundo, limitándose a negar con la cabeza y apartarse de su tacto con naturalidad cuando doblaron por el pasillo de la segunda planta.
Cuando llegaron al segundo piso no se veía rastro de Jane, no hasta que la última puerta se abrió y la luz se escapó hacia fuera.

—Mmm —dijo Edward con voz vacilante. Su anterior tono despreocupado había desaparecido por completo.–¿Es más bonito aquí que en Volterra no?

— Más práctico– admitió Dimitri sobrepasandolos por fin, siguió por el camino que Jane y se metió en la habitación con confianza.

–Después de ustedes– ofreció Félix que había permanecido con ellos con una falsa y siniestra voz educada. Allison no los miró, sabía que si les daba el tiempo suficiente, como Dimitri se había encargado de hacer las cosas podrían escalar a un punto peligroso, nada conveniente para el lugar donde se encontraban.
Sus dedos rozaron la madera y abrió la puerta con falsa confianza, el aroma que antes había percibido aumentó mil veces.
Aunque el olor a libros, viejo, humedad y otro aroma, que ciertamente no podía identificar bailaban en el aire, brindándole un festín de olores nuevos que activaron sus sentidos.
Pero estaba vacía, era enorme y abismal, con libreros tan altos como el techo y escritorios vacíos pero pulidos a sus lados.

Siguió el aroma y la voz de Jane y Dimitri y caminó hasta la próxima puerta, más pequeña pero también mucho más ornamentada y bonita.
Escuchó las voces viniendo desde ahí y supo que era la última, ellos estaban esperándolos ahí.
Jane se detuvo frente a la puerta, esperándolos antes de abrirla, aunque no hizo falta, ésta se abrió en un segundo y la mirada antes gélida de Jane transfiguró en una sonrisa real.
Un joven de traje negro cuyo parecido con Jane era visiblemente arrollador se le acercó con la misma sonrisa débil en los labios.

—Jane...

—Alec —repuso ella mientras abrazaba al joven. Después de sus saludos, el chico se volvió a mirarlos con atención.

—Bienvenido, Edward —le saludó Alec.— Y no vienes solo. Es algo que todos estábamos esperando.

—Definitivamente — razonó Edward con voz monótona. Felix sonrió, sin apartarse del lado de Edward, provocándole aún.

–Es un placer– interrumpió Allison ganándose la atención de los cuatro, los ojos de Alec la recorrieron sin disimular su interés y la aparente fascinación que le provocó. Jane carraspeó y lo sobrepasó, deteniéndose al filo de la puerta.

—Aro se alegrará de conocerte.– murmuró Alec con voz seca pero profundamente interesada, como todos, le dirigió una educada inclinación y se colocó detrás de su hermana.

—No le hagamos esperar —sugirió Jane indiferente.

Finalmente la puerta se abrió y Jane y Alec entraron, luego les siguieron Allison y Edward, después Dimitri y finalmente Félix.
El aroma a encierro aumentó.
Estar ahí no le gustaba de ninguna manera y le gustó menos estar inmediatamente bajo el escrutinio de varios pares de ojos.
Quiso mirar a Edward y encontrar en sus ojos que todo estaría bien, decirle que pronto estarían en casa y que nada más sucedería pero, rodeados como estaban no podía, los otros podrían escucharlo todo, como oían cada una de sus pasos, así como ella escuchaba cada uno de sus movimientos.

La puerta se cerró de golpe a sus espaldas y luego el chasquido del un cerrojo como si hiciera alguna diferencia. Inevitablemente, se giró buscando a Edward que estaba dos o tres pasos a su espalda, contempló la mirada sombría con la que miraba a todos y se prometió que todo saldría bien.

Nadie se levantó, ni siquiera se movió, no hasta que la primera figura, situada en el centro de la habitación más reducida en comparación a la anterior se levantó de su asiento.
Parecía una pequeña librería, con mesas, sillas y sofás desperdigados cómodamente por las esquinas y el centro, dónde él estaba sentado.
Cuándo se levantó, deslizándose gracilmente por el suelo con su andar sereno y suave Allison tuvo el impulso de retroceder.

No parecía del tipo intimidante ni de cerca, sino frágil y a punto de quebrarse. No era como ningún vampiro que hubiese visto antes y eso que la lista era larga.
Todos parecían fuertes y enteros, de piedra, pero él no, era grácil, eclipsante.  

—¡Jane, querida, has vuelto! —gritó con alegría. Su voz era un soplo de aire que se esparcía con el aire, tan suave que, si hubiese sido humana le habría supuesto una dificultad escuchar.

Se deslizó junto a Jane y le tomó el rostro entre las manos, la besó suavemente en los labios y luego dió un paso atrás, admirando a todos los recién llegados.

—Sí, maestro —Jane sonrió.—Los hemos traído.

— ¡Cuánto me alegra! —él sonrió también y como si de repente fueran visibles a su vista los miró con sus ojos rojo nebuloso y una sonrisa chispeante y febril.

—¡Y también has traído al encantador Edward! —se regocijó y unió sus manos al dar una palmada—. ¡Qué agradable sorpresa! No creí que vendrías pero la invitación siempre será extendida para ti, ¿No has querido dejar a tu encantadora hermana, no es así? Sí, siempre hace falta un rostro conocido cuando se conoce a alguien nuevo, las presentaciones son tan importantes y esperemos que se pueda cambiar la confianza que surgirá entre nosotros.

Allison lo miró fijamente sin saber que pensar, no había nada malo en él en apariencia pero su entusiasmo en lugar de resultar contagioso la repelió.

Había algo, no sabía qué, pero luego de décadas y décadas relacionándose con tantas personas sabía leer perfectamente cuando sus intenciones no eran buenas, con Aro no pudo hacerlo, de momento, pero se prometió descubrirlo antes de que fuera tarde.

—Mis hermanos y yo no queríamos perdernos la posibilidad de conocerte, estando tan cerca de nosotros, con tanta facilidad una visita no habría resultado innecesaria en Volterra y habría sido aún más encantador que conocieras como es todo por allá, la cumbre de nuestra raza, querida Allison.

—Estoy segura que habría sido maravilloso, Aro.

Aro rió con fascinación al escucharla y, como había hecho con Jane sujetó sus manos entre las suyas para besarle el dorso y los nudillos con fervor sobre el cuero de sus guantes.

–Eres encantadora, más de lo que pude imaginar y créeme que lo hice ¡Siglos para vernos! Pero finalmente hoy estás aquí frente a mí, la magnífica Allison Cullen.— emitió una risita ahogada, soltandole las manos con pesar solo para volverse a Dimitri, todavía sin apartar sus ojos de ella—¿Lo ves, Dimitri? ¿Qué les dije yo? ¿No predije yo lo magnífico de su encuentro? La hija predilecta de nuestro viejo hermano, Carlisle acogió bajo su ala a la preciosa chica frente a nosotros, debí suponer que serías así, sus hijos siempre han demostrado ser seres talentosos y encantadores a los que me fascinaría conocer. Oh, no te menosprecies Edward, pero la primogénita siempre llevará los vítores ¿Verdad?

—Sí, después de todo somos una familia—admitió Edward dando un paso adelante.

—Me encantan los finales felices. Pero las historias, la trama ¿No es eso lo que verdaderamente importa? Lo que nos lleva al final, todas nuestras decisiones son lo único que cuenta en el desenlace y, para nuestra suerte, nosotros no contamos con uno y es lo más emocionante, eso es lo que forja a una persona y también a las familias. —Aro suspiró con la avaricia y orgullo latente en sus ojos al hablar de ellos, a Allison no le impresionó que fuera él quien rigiera a todos los otros vampiros, era visible que adoraba ser uno— Eso sí, quiero que me contéis toda la historia, ¿A dónde estuviste tanto tiempo dejándole el corazón roto a mi buen amigo Carlisle? ¿Cómo ha sucedido esto, Allison? Y lo más importante, que te llevó de vuelta a tus orígenes?—volvió hacia ella los ojos empañados y llenos de curiosidad— Tu hermano y tú juntos en Milán, y me pregunté, ¿Dónde está la grandiosa familia Cullen? ¿Los esperan en algún sitio?

–Tomaremos un vuelo por la mañana– explicó Allison permitiéndole a sus ojos recorrerla con vívido interés, pero no se mostraría preocupada, si él fingía que no era más que visitas ella se portaría como una.—Las vacaciones han resultado maravillosas y estamos deseando volver a verlos antes del año nuevo.

–¡Ah, la familia! Siempre unidos, es mejor así, sin duda. Por eso permenecemos juntos, pero para esta volátil y espontánea visita mis hermanos y yo hemos decidido venir solo nosotros, un descanso y el soplo del aire fresco nunca está de más. Ahora cuéntame, si es que tenemos el tiempo contado, si las maravillas que se dicen de ti son realmente ciertas, Allison. ¿Eres tan hermosa como talentosa?

—No, creo que esa es una catalogación que no me corresponde — le mostró una sonrisa deslumbrante que esperó fuera encantadora y levantó el mentón sin dejar que el cuerpo tenso de Edward significara una diferencia en su postura—No sé que pudieron haberte dicho, pero sé que como seguramente sabes, los dones son reducidos y dados a un grupo que aunque no selecto es especial.

–Sí, los dones nos dotan de maravillosas oportunidades y tú, mi querida niña gozas de uno muy poderoso. Eres demasiado modesta —la reprendió Aro riendo—He escuchado alguna de tus hazañas más sorprendentes y he de admitir que no había visto a nadie con un don como el tuyo. ¡Es esplendoroso!
Allison lanzó una breve mirada a Edward que no pasó desapercibida para Aro antes de asentir, con la sonrisa perdiendo fuerza pero no confianza. No sabía cómo, pero era claro que Aro era suspicaz y que sabía con quién hablaba.
Si estaba ahí, frente a ella como seguramente planeó era por una razón y aunque no sabía quién o como estaba enterado de su don, era inútil esconderlo.

—Lo siento. No nos han presentado como es debido, ¿verdad? Es sólo que siento como si ya te conociera y tiendo a precipitarme. Conocí a tu hermano algunos años atrás, más de los que puedo contar– bromeó jovialmente– Pero tú, querida, has sido un diamante en bruto guardado por demasiado tiempo. Verás, comparto un poco del talento de Edward, sólo que de forma más limitada que la suya.

Aro habló con tono envidioso mientras agitaba la cabeza recordándole a un niño perdiendo un juego.

—Pero exponencialmente es mucho más poderoso —agregó Edward con tono seco. Miró a Allison mientras le explicaba—: Aro necesita del contacto físico para «oír» tus pensamientos, pero llega mucho más lejos que yo. Como sabes, sólo soy capaz de conocer lo que pasa por la cabeza de alguien en un momento dado, pero Aro «oye» cualquier pensamiento que esa persona haya podido tener.
Allison enarcó una de sus cejas y Edward agachó la cabeza como si acogiera cada uno de sus pensamientos en la distancia que los separaba. Aro también se percató de ese gesto.

—Pero ser capaz de oír a lo lejos...—Aro suspiró al tiempo que hacía un gesto hacia ellos dos, haciendo referencia al intercambio de pensamientos que acababa de producirse—. ¡Eso sí que sería práctico!

Allison se tensó, sabiendo que probablemente sabía que ambos estaban comunicándose por lo que se apresuró a continuar.

–Mi don es también limitado, me temo– admitió ella encogiéndose de hombros– Puedo robar los dones, pero no hacerlos míos, simplemente puedo hacer que duerman y permanezcan así el tiempo que yo lo quiera siempre y cuando estemos en el mismo sitio. Los anulo sólo por un tiempo, nada más.

Los ojos de Aro brillaron avariciosamente.

— Estás omitiendo algo mi querida niña, el control, tú los controlas ¿Verdad? Como títeres cuyas cuerdas tienes tú. 

Aro se volvió y miró a sus espaldas, a las figuras todavía sentadas y casi inmóviles que observaban el intercambio en silencio.
Con su mirada, tres sillas se descorrieron hacia atrás y tres figuras se acercaron. 
Allison los reconoció, luego de años de pasar frente a ellos por su casa y admirar sus rostros altivos y aristócratas ahora frente a ella, tangibles y reales, aunque parecían ser idénticos a la pintura, sin ninguna diferencia más que el volúmen de sus cuerpos pareciendo haber atravesado la tela.

—¡Marcus, Cayo, vengan, cerca más cerca! —canturreó Aro— ¿No es maravilloso su don?
A juzgar por el aspecto de sus rostros, ninguno de los tres hubiera elegido como primera opción el adjetivo «maravilloso». El hombre de pelo negro parecía terriblemente aburrido, como si hubiera presenciado demasiadas veces el entusiasmo de Aro a lo largo de tantos milenios, mientras el otro mostraba una postura de alarma tatuada en sus ojos.

—Conozcamos la historia.

El antiguo vampiro de pelo negro caminó y se posó a su lado, mirándola atentamente. El otro se detuvo junto a Aro, casi a sus espaldas y le tendió la mano que sobresalió casi sobre su hombro.  Aro se limitó a tocarle la palma durante unos segundos y luego dejó caer la suya a un costado. Aro enarcó una de sus cejas, Edward resopló sin hacer ruido y Allison miró todo por primera vez con renovada curiosidad, nunca había presenciado un don tan simple como aquél.

—Gracias, Marcus —dijo Aro—Esto es muy interesante.

Un segundo después comprendió que Marcus le había permitido a Aro conocer sus pensamientos.
Marcus parecía interesado pero se deslizó lejos de Aro para unirse al que debía de ser Cayo, unos pasos más atrás. Aro siguió moviendo la cabeza al tiempo que decía:—Asombroso, realmente increíble.

Edward se volvió y de nuevo le facilitó una explicación rápida en voz baja: —Marcus ve las relaciones y ha quedado sorprendido por la intensidad de la nuestra.

Aro sonrió, el peso de sus palabras aplastó un poco de las esperanzas que tenía por qué ninguno de ellos, quién fuese conociera bien la razón de qué hacian ahí o cualquier información adicional.

—¡Qué práctico! —repitió para sí mismo. Luego, se dirigió a ellos—: Puedo aseguraros que cuesta bastante sorprender a Marcus.

Allison no tuvo ninguna duda cuando miró el rostro pulcro de Marcus mirándolos atentamente.

—Resulta difícil de comprender, eso es todo, incluso ahora —Aro caviló mientras miraba la distancia que separaba a Edward de ella, aunque fueran varios centímetros sus ojos se iluminaron al mirar de uno al otro, volvió a unir sus manos antes de tomarla del hombro y hacerla acercarse a Edward, luego dio un paso hacia atrás y los miro como si fueran dos juguetes a juego en una vitrina en exhibición—No lo ví antes, pero fue imposible hacerlo, ahora todo es más claro, más profundo y visible. Finalmente y luego de tantos años has encontrado a tu compañera Edward, las posibilidades para ti eran miles, créeme, pero su sola existencia a hecho una diferencia en la tuya. La has elegido y ella a ti y su lazo es poderoso, sublime, tan... esperanzador. Creí que era como con tus otros hermanos a los que, reitero, me fascinaría conocer si son tan poderosos. Pero lo de ustedes es diferente, ahora lo siento, el amor y la pasión fluyendo entre sus cuerpos. 

—Marcus a sido más específico de lo que realmente es—contestó Edward con calma aunque Allison pudo detectar la alarma en su voz.

—¡Es lo que es!— canturreó Aro mirándolos sin ocultar el deleite que le provocaba haber desnudado sus talentos y, básicamente todo lo que los unía.Edward se rió sin ganas otra vez.

—Yo lo veo más como un sentimiento básico, es primitivo, nada que cualquier relación no contemple.

Allison no pudo reprimir el impulso de apoyar sus palabras.

–Nada que nos separé de ser lo que somos, Aro. El que Edward y yo hayamos encontrado una pareja en el otro no cambia absolutamente nada, no es algo que creíamos debimos ocultar– secundó ganándose una sonrisa aún más grande de Aro.

—Un precio muy alto es lo que muchos pagarían por poseer el poder que ustedes tienen y por encontrar el amor que se profezan.

—Simple suerte— adivinó Allison sintiendo los dedos de Edward apenas rozando los suyos por la cercanía. Aro se echó a reír y los contempló, era como si todos los otros hubiera desaparecido de su campo de visión.

—Yo mismo nunca había sentido nada igual. Ahora que mi hermano gentilmente me ha abierto los ojos puedo sentirlo, puedo sentir lo puro del sentimiento y lo poderoso de su unión. Eso suele intensificar los dones, ¿Sabían? Una hipótesis por supuesto de la que me gustaría hacer una prueba, pero, si es demasiado pedir me deleitaría admirar con mis propios ojos lo poderoso de tu poder, querida.

–¿Una demostración?— interrumpió Edward.

–Sí– repitió Aro y lo dulce y chirriante de su voz disminuyó un apice.–¿Y bien?

–No creo que haga falta, ella te ha explicado muy bien cómo es que funciona– persistió Edward mientras Aro volvía a sonreír, estaba vez con la misma sonrisa de Félix, solo que camuflajeada bajo su aspecto alegre.

—¡Ay, cómo echo de menos a mi amigo Carlisle! Me recuerdas a él, excepto que él no se irritaba tanto, solo quiero comprobar si los talentos de tu joven, oh, lo siento, debería seguir llamadola tu hermana? 

Edward suspiró profundamente, un suspiro que pronto amenazó con convertirse en un gruñido, pero antes de que eso sucediera, Allison tomó su mano y apretó sus dedos con los suyos, cubriendo lo que podía con sus dedos y asegurandole que todo estaría bien, Edward la miró, leyendo sin problemas en su mente lo que pensaba y en su tranquilidad encontró un poco del consuelo que necesitaba, ambos se soltaron y para deleite de Aro, que observó el intercambio con éxtasis ella dio un paso en dirección poniéndose a su disposición.
—¿Con quién lo intentaré?

—La manera en que se entienden...— Aro suspiró todavía mirándolo, luego se volvió hacia ella, que contempló su admiración con gesto inexpresivo y tomándola de la mano la situó frente al comité que los había llevado ahí en primer lugar. Sí ella los atacaba, aún por órdenes de Aro las cosas podían salirse de control, ¿Y si se trataba de una trampa? Escoger nunca le había parecido tan difícil, pensó, sintiendo aún los dedos de Aro presionando en su brazo.

— Escogelo tú, querida. ¿Con cuál de ellos quieres mostrarme lo poderoso de tu don?

Allison se tensó, dándose un tiempo para mirarlo y tratar de adivinar si estaba hablando en serio.
–Anda, escogerlo es fácil y una sorpresa, no sabes cuáles son sus dones, debo suponer, así que será aún más gratificante descubrirlos y luego anularlos.

Los cuatro vampiros frente a ella mostraron muecas similares de sorpresa con la oferta que Aro estaba haciéndole, poniéndolos en bandeja de plata para ella, libre de experimentar con sus dones como si no fueran más que conejillos de indias.

—No te reprimas —le tranquilizó Aro— ¿No acaso es temporal? No tienes intenciones de hacerles daño, pero siento una enorme curiosidad por tener una demostración.

–No podría elegir a ninguno yo no...no los conozco como para hacerles algo como eso sin su permiso — argumentó Allison dando un paso hacia atrás, sabía que estaba comportándose como una niña, pero sentía que acceder sería un fácil motivo de provocación para que las cosas salieran de control. 

—¡Por supuesto, qué descortesía por mi parte! —exclamó Aro y, ahora dirigiéndose a los cuatro los miró sonriente—: ¿Todos ustedes están dispuestos a ayudar a nuestra querida Allison no es así? Es tan considerada que no se atreve a parecer descortés, podrían por favor, hacerle ver que esto resultaría en un honor para todos?

Aunque los cuatro asintieron sin demorarse ni medio minuto, pudo entrever en sus rostros que la idea no les gustaba, muy diferente a Cayus y Marcus, que se mostraron visiblemente interesados.
Poco a poco la idea de porque estaban ahí comenzó a hacerse un poco más clara, una demostración de su talento, una revisión para saber qué tan débiles o útiles resultarían, y aunque no quería hacerlo, al igual que al cuarteto frente a ella entendió que era una tarea imposible.

Ella se volvió hacia atrás, dónde Edward asintió para infundirle ánimos, pero seguía sin saber a quién escoger, o si eso no desembocaría en algo peor.

Sabía que para su tan ansiada demostración debía haber una provocación, algo que le permitiera, a ella y a quién fuese el elegido de anular sus poderes y manejarlo como eso, una marioneta.
Se volvió hacia Aro y negó con la cabeza lentamente, aclarándose antes de que pudiera entenderse como un desaire.

Él se deslizó para acercarse más, parecía haber entendido lo que le pedía, porque miró a sus cuatro fieles seguidores con expresión analítica y cada vez más emocionada.
Finalmente sus ojos centelleantes parecieron tomar una decisión, todos fueron consientes de ello, pues las facciones endurecidas de los cuatro se agravaron bajo su mirada, era claro que no se esperaban que escogiera entre uno de ellos.

—Jane —dijo mientras retrocedía y la señalaba con un suave cabeceo
Allison contempló a Edward, y aunque su rostro era neutral hubo cierto deje de alarma en sus ojos. Si había algo más en Jane o que debiera tomarse en cuenta, él no se lo demostró, como Aro, retrocedió pero manteniéndose en una postura tensa que solo adoptaban cuando estaban listos para cazar.

Aro continuó deslizándose hacia atrás con gesto extasiado. Permaneció quieto durante unos momentos cuándo se colocó al lado de sus hermanos y les sonrió a las dos. Jane ya había dado un paso en su dirección, mientras todos los otros parecían haberse quitado sin chistar de su camino.

—¿Jane, querida?

Jane le sonrió de vuelta y asintió aunque no parecía del todo feliz.

— Será solo una demostración rápida—gruñó Edward en el último segundo, Allison lo miró y le sonrió, aunque la mueca no duró demasiado y, si él había logrado inquietarse en su mente se registró la idea de peligro que podía significar la diminuta figura de Jane. Si Edward estaba confiando en que podría (después de todo nunca había visto a su don fallar) ella le demostraría que todo saldría bien.

—¿Podemos comenzar, maestro?
—Ya sabes lo que debes hacer y que sea rápido, no queremos ser malos anfitriones.

Jane sonrió, pero su mirada no se posó en ella, en una sola fracción de segundo Edward cayó de rodillas y un gruñido hueco brotó de su garganta mientras su cuerpo finalmente se rendía y caía al suelo.

Allison se paralizó, su primera reacción habría sido derribarla y eso estaba por hacer, corrió y atravesó los metros que las separaban todavía sin entender más que los horribles movimientos de Edward a su espalda.
Ahora Jane le sonreía sólo a él sin inmutarse en que ella se acercaba, y de pronto encajaron todas las piezas parecieron encajar.

—¡Detente! —gritó desesperada, está vez corriendo en dirección de Edward e hincándose a su lado, Jane hizo oídos sordos y cuándo su sonrisa se hizo más grande y el dolor de Edward aumentó no hubo vuelta atrás.
La joven alzó la vista enseguida apartandola del cuerpo ahora silencioso pero paralizado de Edward, Jane sonreía de placer. Allison se puso de pie y en el segundo siguiente Edward se quedó inmóvil en cuanto el cuerpo de Jane dejó de mirarle, dió una sacudida y cayó de rodillas justo como él había hecho, sosteniéndose con brazos y piernas.
Alec dio un paso en dirección a su hermana, pero la mirada penetrante de Aro no se lo permitió.
Lejos de ellos, Allison miró el ahora delicado cuerpo de la chica, todavía  desplomado y mirándola con ojos vacíos lista para obedecer como un esclavo, pero aunque el odio por haber hecho sufrir a Edward la invadió, fue demasiado como para procesarlo y responder con algo peor. Además, Edward se enderezó en ese momento, frotándole los hombros para hacerle saber que estaba bien.
Ella asintió y despegó su mirada de Jane, cuya confusión tardó unos segundos, más de los que Edward había tardado en recuperarse, cuando lo hizo se puso de pie y se alisó la ropa con gesto atónito y repleto de indignación. Aro soltó una risotada.
—Ja, ja, ja —rió entre dientes como si de alguna manera estúpida se estuviera quedando sin aire—Son tan amables los dos, lo has soportado bien Edward y tú mi querida niña la has manejado con mucha madurez, si te lo pidiera harías que todos nos hincaramos frente a ti?
Otra oleada de risas brotó de sus labios, hasta que finalmente, en el silencio de todos se detuvo y volvió a acercarse, ella ni siquiera quiso desmentirlo, si él creía que era tan poderosa como para doblegarlos a todos mejor que siguiera creyendo que era así.

—Supongo que no existe posibilidad alguna de que hayas cambiado de parecer, ¿verdad? —le preguntó Aro, menos radiante ahora a Edward—¿Recuerdas lo que te ofrecí hace tanto? Tu don sería una excelente adquisición para nuestro pequeño grupo.

Edward vaciló, mirando a todos en el proceso, antes de abrir los labios y contestar: —Preferiría... no... hacerlo.

Aro accedió, anticipándose ya a su respuesta pero cuando se volvió hacia ella la resignación dio paso a la codicia y la esperanza.
—¿Y tú, Allison? —inquirió Aro, ahora más expectante—¿Estarías tal vez interesada en unirte a nosotros? Tus dones son magníficos y nada nos complacería más, tendrías un lugar privilegiado aquí y mientras estés con nosotros, te aseguro, nada habría de faltarnos y por ello me refiero a todos.

Allison vio a Jane, Dimitri, Marco y Félix formar muecas con la proposición.
Todo se resumía a aquello, todo era para eso, pero aunque la voz de Aro sonaba dulce y educada, la cortesía en sus palabras la hizo pensar en cada una de las palabras que estaba por decir.
—No, gracias —dijo finalmente, aunque se apresuró para no alimentar el silencio que siguió a su respuesta.–Me han halagado de todas las maneras posibles, tomándose tantas molestias para conocer algo tan simple como un don al que nunca he encontrado un uso más fructífero que para mí y mi familia, que es dónde estoy segura, pertenezco. Pero la posibilidad de unirme a ustedes en algún momento de mi existencia, si hubiese sido en el pasado me habría resultado en una propuesta irresistible como para rechazar, pero ahora, me temo, soy devota allá donde esté mi familia.

Aro enarcó las cejas pero no la interrumpió hasta que terminó.
— Agradezco lo magnitud de su oferta y todo lo que ello convendría pero, por mucho que lo lamente, no puedo aceptar.
Fue Cayo, el vampiro de pelo blanco, quien rompió el silencio.

—¿Y que harán los dos? ¿Vivirán con los Cullen por el resto de la eternidad?—inquirió Cayo a nadie en específico.

—Cayo, tienes que advertir el potencial, sin duda —le censuró Aro con afecto luego de unos minutos en silencio, al parecer debatiéndose en que era lo que debía hacer a continuación—No he visto un talento tan preciado y tan prometedor desde que encontramos a Jane y Alec. ¿Imaginas las posibilidades si pudiera ser uno de los nuestros? Pero, lamentablemente, mi querida Allison es una mujer devota a su familia y los seres que ama– hubo algo en su voz que la bañó con un matiz que la hizo desconfiar– Esperemos que algún día seamos merecedores de que nuestra querida nos considere como tal y entonces, estoy seguro que no habrá ningún problema para que acceda a estar con nosotros. La eternidad es muy larga y para nuestra suerte, contamos con ella para esperar por ti, aunque deseo con todo mi ser que sea más pronto que tarde.

Cayo desvió la mirada con interés hacia su hermano y cobró atención a sus palabras de la misma manera que Edward y Allison se habían entendido momentos atrás, asintió dándole la razón, volvió a sentarse en su enorme silla tallada y permaneció en silencio.

—Una verdadera lástima... ¡Pero soy persistente!— se consoló Aro sin recuperarse, aunque se esforzó en su tono confiado. 

Unirse o morir.
Las palabras danzaron en su mente, mientras Edward, como ella esperaba pacientemente por lo que vendría a continuación.
Aro parecía ser un ser volátil, y sabía bien que el desplante, así como el solo rechazo de su oferta para los dos no estaba haciéndolo feliz en absoluto, pero como ellos, tenía cartas sobre la mesa que no había jugado.

–¿Podremos irnos sin rencores?

—Por supuesto que sí —Aro parpadeó atónito como si estuviera ofendiendolo por pensar algo tan ruin de él—Edward, esto no se trataba más que de una visita casual que nos ha resultado muy interesante, ¿No es así?

—Aro —bisbiseó Cayo—La propuesta ha sido rechazada, y el desplante evidente.

Edward miró fijamente a Cayo e inquirió: —¿Debo suponer que podemos irnos? 
Él ya debía de saber lo que Cayo tenía en mente, pero parecía decidido a hacerle hablar en voz alta. Cayo señaló a Aro con un cabeceo y volvió a quedarse inmóvil.
—Me gustaría que se quedaran– se lamentó Aro casi con un mohín de decepción mientras sus ojos seguían mirando a Allison con codicia–Pero me temo que, por ahora, es una batalla que se pospondrá, mis queridos. Agradecemos sus visitas y les repito lo encantado que estoy por haber conocido tan magníficos compañeros.

El rostro de Cayo se crispó con una nueva expresión de triunfo. ¿Se suponía que sonreía?
—Sí —admitió con una mano sobre la mesa—Su visita sido fructífera pero su respuesta..

—Esperamos que la respuesta no sea definitiva... —intervino Aro, que parecía todavía muy feliz a pesar de sus negativas— Espero que alberguen el propósito de concedernos parte de su inmortalidad, por ahora mis queridos niños, son libres de volver y disfrutar sus últimas horas en Italia, un lugar que siempre estará esperando por su vuelta.
Edward frunció los labios y vaciló durante unos instantes antes de enredar sus dedos con los de ella, dando pasos hacia atrás.
—Lo pensaremos. 
Aro sonrió, radiante de nuevo.

—Vaya, en ese caso eres libre de volver a casa y darle a mi amigo Carlisle recuerdos de mi parte —su expresión se volvió más dubitativa, acercándose los pasos que habían retrocedido, se inclinó hacia Edward, con la sonrisa todavía tatuada en sus finos labios y luego hacia Allison, que por mucho que deseara inclinarse hacia atrás lejos de su tacto se mantuvo inpasible y serena, cerró los ojos cuándo los labios helados de Aro se estamparon en su mejilla y mantuvo su sonrisa al hacerle una inclinación de despedida.
Aro parecía aún más encantado teniéndola cerca, palmeó sus manos todavía envueltas en las suyas y cuando Edward la rodeó con su brazo sobre su cintura la liberó.
— Díganle a Carlisle que tiene una familia encantadora a la que ansío conocer cada vez más.
—Aro —se quejó Cayo.
—¡Tranquilízate, querido Cayo! —Aro sonreía— Ellos no se van a unir a nosotros hoy, pero siempre existe la esperanza de que ocurra en el futuro. Imagina lo maravilloso que resultaría tenerlos, incluso si solo es uno de ellos, ¿No es acaso una esperanza consoladora?

Allison retrocedió, poniéndose tensa por primera vez desde que llegaran, no le gustaba lo que su voz implicaba, tener solo a uno de ellos...lo seguro que Aro estaba, tan feliz que parecía flotar, como si de alguna manera no fuera una batalla perdida.

— ¿Somos libres de irnos ahora? —preguntó Edward sin alterar la voz, enredó esta vez sus dedos con los de ella con tal firmeza que supo que no volvería a soltarla.
–Tenemos un vuelo largo que tomar– completó Allison con la postura elegante de quién no teme a nada. 
—Sí, sí —contestó Aro en tono agradable— pero, por favor, visitadnos de nuevo. ¡Ha sido absolutamente apasionante!

—Y quién sabe, nosotros también los podríamos visitar —prometió Cayo con voz solemne—Uno nunca sabe, las decisiones pueden cambiar. 
La mandíbula de Edward se tensó, pero asintió una sola vez, a ninguno de los dos le apeteció la idea de tener que pasar por lo mismo de nuevo, si ahora habían salido bien librados había sido por mera suerte, por ser la primera vez que se encontraban frente a frente, pero una segunda negativa...era demasiado.

— Quizá convendría que nos marcháramos cuanto antes.
—Sí —coincidió Aro—. Es una buena idea si quieren volver a tiempo. 
—Por supuesto —aceptó Allison intentando devolver la fascinación que Aro le transmitía nada más verla. 
— Esperen —agregó Aro, dirigiéndose a Felix con un dedo.–¿Podrías acompañar a nuestros amigos de vuelta a su hotel?
Éste avanzó de inmediato con gesto inconforme hasta la puerta, abriéndola para ellos. La visión de la libertad fue tentadora, pero ambos se obligaron a caminar de vuelta tomados de las manos en absoluta serenidad. Aro suspiró a sus espaldas.
— Ansío verlos nuevamente. Adiós, mis jóvenes amigos — finalizó Aro, a quien le bailaron los ojos cuando miró en la misma dirección, todavía ansioso por verlos marchar.

Cuando la puerta se cerró a sus espaldas, Allison casi se aferró a la mano de Edward mientras él hacía lo mismo con la suya, siguieron a un muy indiferente Félix por la misma habitación por la que habían llegado y atravesaron los pasillos en silencio, sintiéndose demasiado tensos como para volver la vista sin sentir que todos sus sentidos despertaban por la presión.
Edward la arrastró a su lado enseguida hasta que salieron a la calle, dónde tuve que soltarla de la mano para meterse al automóvil y esperar que Félix se tomará el tiempo de encenderlo.
Fueron los quince minutos más largos de su vida, y eso era decir mucho.
Las voz de Aro todavía taladraba su mente cuando el auto aparcó frente al hotel, cuya entrada ahora estaba casi vacía. Seguía obscuro, pero la tonalidad azul del cielo comenzaba a aclararse por el horizonte.
Félix los despidió con una señal breve, sus manos todavía sujetas el volante lo apretaron con fuerza y nada más las puertas se cerraron regresó por la calle por la que habían llegado.
Allison todavía se mantenía de pie en la acera, con sus pies y los tacones de sus zapatos balanceándose peligrosamente en el asfalto mojado, estaba estática y, para que negarlo, asustada.
No entendía bien que acababa de suceder, pero sabía que había estado mal.
Su cuerpo no reaccionó hasta que sintió los dedos de Edward cerrándose entorno a su brazo para hacerla moverse, solo entonces su cuerpo despertó y pudo volver a moverse, dio un paso y luego otro hasta que ambos atravesaron la puerta del vestíbulo.
La recepcionista, con gesto adormilado los miró con curiosidad mientras atravesaban el vestíbulo y subían por el elevador.
Toda la fuerza, toda la valentía y el valor se esfumaron, Aro ya no estaba frente a ella, pero sentía su aliento, su olor todavía impregnando sus sentifos. 
—No se detendrán– murmuró, con la espalda recargada contra una de las cuatro paredes del elevador, por primera vez en la noche no sintió miedo cuando sus ojos se encontraron con los de él, ambos lo sabian.

—No— respondió Edward de vuelta con la cabeza echada hacia atrás como si pudiera ver la manera en que subían hasta su piso.—Ellos te quieren a ti, siempre a sido así.

—¿Por qué yo? Si hubiera sido así pudieron encontrarme antes, ¿Por qué ahora?

—No lo sé— admitió él al momento que el elevador se abría en su piso, ambos salieron, encontrándose con un pasillo  igual de vacío que cuando lo habían dejado horas atrás.
—Pero sé que te quieren a ti, Carlisle lo sabía, fue tan estúpido venir aquí.

—No sabías que ellos seguían teniendo interés por mí, nadie lo sabia— lo consoló caminando detrás de él hasta que entraron a su habitación.
Entonces Edward comenzó a reunir sus últimas pertenecías, casi frenético por salir de ahí.

—Debí saberlo— se reprendió a sí mismo, arrojó la última maleta al piso frente a la puerta y se giró a mirarla—Lo sé ahora, pude escucharlo, la manera en que te desea cerca, lo mucho que codicia tu poder y lo que es peor, lo seguro que está de que lo conseguirá.

Allison evadió su mirada, arrojándose a sus brazos antes de apoyar su mejilla en su pecho, estaba asustada, no por ella, sino por los planes que tuvieran los Vulturi, unos que estaba segura, no cesarían hasta tenerla con ellos, lo de hoy no había sido más que una prueba, un reconocimiento de con quién trataban, y no se detendría hasta conseguirlo.

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