Su toque •SuperCorp• au

By SuperCorp593

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Lena es un vampiro y necesita sangre para vivir. Una experiencia cercana a la muerte de una de sus víctimas d... More

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Epílogo
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IX

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By SuperCorp593

Dos semanas después, Kara siguió a Lena a su casa después de la reunión de AA a la que habían asistido juntas.

–¿Quieres una Coca-Cola?–, Preguntó Lena cuando entraron en su condominio.

–Sí, por favor–. Kara se quitó la chaqueta y se la dio a Lena. Entró en la sala de estar, que ya era territorio familiar, y se sentó en un extremo del sofá. –Mi garganta está bastante seca después de hablar tanto hoy.

Lena la siguió con dos latas de refresco y le entregó una. Se dejó caer en el otro extremo del sofá. –Estuviste genial–. Se inclinó hacia Kara y la empujó con una de las almohadas. –No puedo creer cuán abiertamente hablas de ti. Patrick nunca habría hablado sin que te abrieras primero.

Kara desvió la mirada cuando sintió que sus mejillas se calentaban. –El tuvo que hacerlo. Finalmente.

La lata siseó cuando Lena la abrió. –Él no hubiese podido–. Antes de que Kara pudiera responder, Lena agregó: –No lo haría.

Durante la reunión anterior, Kara había tenido dificultades para mantener su mirada fuera de Lena. Por mucho que intentara decirse a sí misma que era solo para asegurarse de que estaba bien, en el fondo, Kara lo sabía mejor. Al menos para sí misma, podía admitir que estaba enamorada de la enigmática autora. Ella se sacudió de su bruma. –Lo harás. Cuando estés lista.

Lena cambió su peso en el sofá. –Sé que dije que lo intentaría, pero no estoy segura de que compartir mi historia con el grupo sea lo correcto para mí. No tengo ningún problema en levantarme frente a cientos de personas para leer uno de mis libros, pero hablar de mí ...–  Ella sacudió la cabeza.

–Estás bien conmigo.

–Sí, pero eres ... especial.

El silencio se extendió entre ellas.

Finalmente, Kara respiró hondo y trató de mantener la voz firme mientras decía: –Estamos aquí para hablar sobre los doce pasos. Ellos te ayudarán. Una vez que haya completado el duodécimo paso, ya no tendrás problemas para contar su historia.

–Será mejor que obtenga una libreta de la oficina, para poder escribir todo–. Ella se levantó de un salto.

–¿Lena?

–¿Sí?

–¿Puedo ...?– A estas alturas, ella había estado en el condominio de Lena una docena de veces, pero aún no había visto su oficina. Ella dudó, no queriendo ser intrusiva.

Lena sonrió, pero Kara detectó una pizca de inseguridad. –¿Qué es?

–Puede sonar extraño, pero ... ¿Crees que sería posible para mí ver tu cueva de escritura?

Lena se quedó helado. –Uh, ¿te refieres a mi oficina?

Kara asintió con la cabeza.

–Bueno, ya sabes, no es nada especial.

–No espero el Taj Mahal, es solo que ... admito que tengo mucha curiosidad sobre el lugar donde escribes tus novelas–. Frotándose la barbilla, Lena pareció sopesar sus opciones. –Lo entendería si prefieres no hacerlo, solo pensé...

Lena cambió su peso de un pie al otro y fijó su mirada en la estantería contra una pared. Justo cuando Kara quería decirle que lo olvidara, Lena dijo: –Claro. Ven.

–Gracias–. Sonriendo, Kara saltó tras ella.

Lena abrió una puerta y barrió su brazo en un gesto que abarcó toda la habitación. –Como dije, nada especial. Solo una habitación con un escritorio y una computadora.

Kara la empujó suavemente, provocando la sensación de hormigueo familiar de nuevo. –Y aquí esperaba que las máquinas de escribir doradas y las cubiertas de tus libros se usaran como papel tapiz–. Se detuvo en la puerta y parpadeó un par de veces.

El escritorio en forma de L de Lena ocupaba dos paredes, recordándole a Kara un poco los centros de control de las naves espaciales que había visto en la televisión. La gran pizarra sobre un lado del escritorio llamó su atención. Se le pegaban post-it y hojas de papel. Kara hizo una doble toma cuando vio lo que estaba pegado al tablero debajo del plano de una casa: una copia impresa de su foto del sitio web del bufete de abogados colgaba junto a su tarjeta de presentación.

–¿Um, Lena?

Lena, que estaba hurgando en un cajón, hizo una pausa. –¿Sí?– Se dio media vuelta.

–¿Por qué tienes mi foto en tu pizarra?– ¿Debería sentirse halagada o asustada?

–Yo ... no es lo que piensas. Es ... basé un personaje en una de mis historias cortas en ti–. Kara extendió la mano y se rascó el cuello, sin saber qué sentir al respecto. –Espero que no te moleste. Tal vez debería haber preguntado, pero apenas nos conocíamos cuando escribí esa historia.

–Si escribiste la historia hace tanto tiempo, ¿por qué todavía tienes mi foto en la pizarra?–, Preguntó Kara.

–Uh, yo ... supongo que olvidé quitarla.

Kara finalmente se apartó de la pizarra. Vamos, no es gran cosa. –Está bien. Simplemente ... pensé que había dejado atrás esas historias de amor poco realistas, y ahora soy un personaje en una de ellas.

–No. Quiero decir ... Melissa, mi personaje, no eres tú. El editor me pidió que la hiciera policía. Ella dijo que los abogados de divorcios no son personajes sexys.

Kara le dirigió una sonrisa desafiante. –¿Oh si?

–Oye, no es como si estuviera de acuerdo con ella–. Lena se dio la vuelta y sacó un cuaderno y un bolígrafo del cajón. –Está bien, vamos al trabajo de los pasos antes de avergonzarme aún más.

****

Media hora después, Lena frunció el ceño al tercer paso del programa. –Lo siento, pero no creo en Dios.

Kara golpeó su dedo índice en el folleto que estaban leyendo. –Dice 'Dios como lo entendemos'. Dios puede ser cualquier cosa, ¿sabes?

Lena se pasó los dedos por el pelo. –¿Qué quieres decir?

–¿Crees que hay un poder superior?

–No.

Kara reprimió un suspiro. –Bien, ¿quién te creó?

–Um, ¿mis padres?

Kara se rio entre dientes. –Bueno, eso es todo.

Lena se acercó al sofá, pero no lo suficientemente cerca como para tocarla. –No creo en un ser superior que nos crea, como un autor que crea personajes en una novela.

Kara sonrió. –Eso es porque solo usas personas que conoces en la vida real.

Lena le dirigió una sonrisa radiante. –¿Nunca me viste usar mi camiseta de: careful or you’ll end up in my novel"?

–No lo hice, pero es bueno saber que vienes con una etiqueta de advertencia–. Kara le devolvió la sonrisa. Su contacto visual causó una sensación de hormigueo similar a la que sintió cuando se tocaron. Forzó su mirada hacia el folleto. –Admito que luché con ese paso también.

–¿Lo hiciste?

Kara asintió, lamentando haberle dicho a Lena. Es mejor evitar ese tema cuando estaba rodeada de humanos.

–¿Entonces tampoco crees en la existencia de un poder superior?

¿Qué podría decirle a eso? No se creía al respecto. Ella sabía que existían seres superiores. Demonios, ella había sido uno de esos seres superiores. No un dios, por supuesto. Su especie no lo sabía todo ni tenían poderes ilimitados. Aún así, su especie se acercó bastante a lo que los humanos pensarían como un poder superior. –En realidad, lo hago–, dijo después de un momento de vacilación. –Pero mis creencias son un poco poco convencionales y no se ajustan al entendimiento de Dios de la mayoría de las religiones.

Lena ladeó la cabeza. La curiosidad surgió en sus ojos. –¿Cómo es eso?

Kara miró a su alrededor, buscando una manera de salir de esta conversación. Pero si quería que Lena se abriera y trabajara en los doce pasos con ella, necesitaba dar un buen ejemplo y no callarse. –No creo en un dios que creó todo. Creo en el universo y en la energía que nunca muere. Solo se transforma.

Lena levantó una ceja. –¿Eso significa que crees en la vida después de la muerte?

Kara se encogió de hombros. –¿Tú no?

Una sombra apareció en la cara de Lena. –No. He visto morir a demasiadas personas para creer eso. Solo hay sangre y muerte y luego ... nada.

Había tanto arrepentimiento en los ojos de Lena que Kara extendió la mano y puso su mano sobre el brazo de Lena. En lugar de la chispa casi dolorosa que su toque había causado al principio, la energía que fluía entre ellas ahora se sentía curativa. Si eso era cierto, ciertamente esperaba que curara las heridas emocionales de Lena, tal como había curado el corte en su labio. Ella la estudió. ¿Por qué Lena había visto morir a la gente? ¿Había servido en el ejército o algo así?

Antes de que ella pudiera preguntar, Lena volvió a doblar el folleto de AA y se levantó.

****

Lena se acercó a la ventana panorámica y miró hacia Central Park. Presionó la Coca-Cola que había abierto solo por el bien de la apariencia en su frente. Por un momento, deseó que hubiera sangre flotando en la lata, pero luego apartó de su mente las imágenes oscuras, los recuerdos de las cacerías pasadas con otras Girah.

–¿Lena?

Ella sintió más que escuchó a Kara acercarse detrás de ella. Bajando la mano con la lata, se dio la vuelta. –Estoy bien. ¿Podemos omitir los pasos de mayor potencia por ahora?

Kara titubeó visiblemente. –No funciona así, Lena. Si deseas mantenerte sobria, no puede omitir ninguno de los pasos. Vamos, volvamos a sentarnos y abordemos esto de otra manera.

–¿De qué otra manera?–, Preguntó Lena, pero siguió a Kara de vuelta al sofá. –O crees en Dios o no.

–Hay agnósticos y ateos en AA, ¿sabes?

No, Lena no lo sabía. De lo contrario, podría haber asistido a un grupo así. Pero entonces no hubieras conocido a Kara. Mentalmente puso los ojos en blanco. Tonta sentimental.

–Creo que dan el tercer paso para decir que debes dejar de jugar a ser Dios y confiar tu vida a las personas que han lidiado con el mismo problema y han encontrado la manera de volverse sobrios–, dijo Kara.

Lena cruzó los brazos sobre su pecho. –¿Jugar a ser Dios? No estoy haciendo eso

–Oh, ¿no?– Kara esbozó una suave sonrisa. –Piensa en ello un segundo.

Lena no quería hacerlo. Ya había tenido suficiente trabajo de paso por el día. Pero la suplicante mirada de Kara la mantuvo en el sofá. Pensó en los acontecimientos de los últimos meses desde que conoció a Kara. ¿Cuándo había interpretado a Dios? Con una excepción, había dejado de morder a los humanos y jugar a la ruleta rusa con sus vidas, como si tuviera derecho a decidir quién vivía y quién moría. En comparación con otras Girah, tenía una actitud francamente humilde y no se veía a sí misma como un ser superior que pudiera jugar con los humanos a voluntad. ¿Oh si? Una imagen de su vecino, el Sr. Singh, haciendo saltos apareció en su mente. ¿Podría el uso del control mental para obligar a los humanos a hacer su voluntad, sería considerado jugar a ser Dios?

Por primera vez, se dio cuenta de que, aunque había tratado de abstenerse de morder a los humanos, nunca había considerado lo del control. Al menos nunca había cautivado a Kara. No por falta de intentos, su conciencia se lo recordó rápidamente. Maldición. Ella está en lo correcto. He estado jugando a ser Dios.

Cuando Lena permaneció en silencio, Kara dijo: –Recuerdo haber conocido a una mujer llamada Lena que no quería la ayuda de nadie porque pensaba que podía manejarlo ella misma.

Ah, eso es lo que ella quiere decir. Lena se relajó contra el respaldo del sofá. –Eso fue hace seis semanas.

Kara sonrió. –Eso no pasó hace mucho.

–Yo no diría eso. Pueden pasar muchas cosas en seis semanas.

Sus miradas se encontraron y se sostuvieron.

Kara apartó la vista primero y tomó un gran trago de su Coca-Cola. –¿Qué te pasó en esas seis semanas?

Luché con mi obsesión con O negativo y, en cambio, me obsesioné contigo. Pero, por supuesto, ella no dijo eso. –Admití que necesitaba ayuda, asistí a 31 reuniones de AA y conseguí una madrina maravillosa.

Una gran sonrisa se extendió por la cara de Kara. –Maravillosa, ¿hmm?

Lena tomó un trago de Coca-Cola y apenas se resistió a escupirlo. No había mejorado desde la última vez que lo había intentado. –Sí. Así que creo que podemos poner una marca de verificación junto al paso tres.

Kara sacó el folleto y un bolígrafo de la mesa de café e hizo exactamente eso. –Ahí.

Se sonrieron la una a la otra.

–Eso fue fácil–, dijo Lena.

–Si. Especialmente comparado con el tiempo que me llevó terminar ese paso–. Kara puso los ojos en blanco. –Prácticamente la eternidad.

–¿Entonces también estabas jugando a ser Dios?– Kara parecía confiar tanto en el proceso de AA que era difícil de imaginar.

Kara se rio. –Oh si. Me llevó meses dejar de pensar en mí misma como superior al resto de la humanidad, un mejor tipo de adicto que el resto.

Lena sabía exactamente a qué se refería. A veces, se sorprendió mirando a los otros miembros del grupo, incapaz de comprender cómo podían desear el alcohol cuando lo único que deseaba era sangre. Bueno, sangre y a Kara. –Pero ya no piensas así.

–No. Mi arrogancia me hizo recaer. Después de estar sobria durante algunas semanas, comencé a pensar que podía controlarlo. Tomar una copa después de un día estresante, luego detenerme. No habria problema, ¿verdad?– Lena sacudió la cabeza. Ella sintió lo que se avecinaba. –Lo siguiente que supe es que me estaba despertando en el piso de mi sala y en un charco de ginebra–. Kara le dirigió una sonrisa irónica. –Nada como tener que admitir ante todos tus amigos en AA lo estúpido que eras para curar cualquier pensamiento de omnipotencia y enseñarte un poco de humildad.

–Wow–. Lena no sabía qué decir, pero Kara parecía estar en paz con su camino hacia la sobriedad y los obstáculos que había encontrado. Lena se frotó las manos. –Bien, ¿qué sigue?– Con su éxito espoleándola, descubrió para su sorpresa que quería continuar. Ahora que había dominado los primeros tres pasos, tal vez los otros no serían tan malos.

Kara le mostró el siguiente paso en el folleto. –Tienes tarea que hacer. Da un vistazo honesto a tu vida y haz un inventario moral de quién es realmente, bueno y malo.

Un largo gemido escapó de Lena. –¿Es eso realmente necesario?

–Si. ¿Cómo superarás tu adicción si no te entiendes y qué te impulsa a beber?

Lena ya sabía lo que la llevó a beber, un imperativo biológico antiguo, pero no podía decirle eso a Kara, así que solo asintió en señal de derrota. –¿Y después de eso?– Casi tenía miedo de preguntar. –¿Cuál es el quinto paso?

Kara arrugó su lata vacía en su puño. –Ahí es cuando me cuentas todo sobre tu vida y las malas acciones en tu lista.

El pánico envió escalofríos calientes y fríos por la columna vertebral de Lena. Después de guardar secretos y esconder su verdadero yo toda su vida, no podía quitar todas las máscaras y fachadas y contarle todo a Kara. Si bien Kara podría sentirse como su única aliada en el mundo, todavía era una humana. –Yo ... Kara, no puedo.

–Sé que es duro.

Lena sacudió la cabeza. –No entiendes.

Kara soltó la lata arrugada y puso su mano sobre la de Lena. Su toque envió un hormigueo a través del cuerpo de Lena que calmó los bordes ásperos de su pánico. –¿Confías en mí?

–Sí–, dijo Lena antes de que pudiera pensar en ello.

–Entonces nos veremos la próxima semana–. Kara apretó la mano de Lena antes de soltarse y levantarse. Cuando llegó a la puerta, miró hacia atrás y dijo: –No te olvides de traer el inventario.

La puerta se cerró detrás de ella.

Maldiciendo, Lena arrojó la lata vacía de Kara al otro lado de la habitación.

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