Mi pequeña diva-Albalia

By AlbaYNat235

65.2K 2.8K 59

Esta historia no es mia Adaptacion a la historia camren de @AngyePlata More

No eres bienvenida
¿Quien es Natalia Lacunza?
La mía es Natalia
Soy tu fan
Nueva York
Fiebre
Desayuno
Películas y comida China
Una cálida noche
Feliz cumpleaños, pequeña diva
Siempre, Albi
Noches Mágicas
Días Grises
No dejes que haya una segunda vez
Crudos, burdos y versátiles celos
¿Cobardes? Cobardes
Feliz Cumpleaños Nata Bebe
Friends shouldn't kiss me like you do
Am I Asleep?
Noche de Kabuki
Princesa Rosa
Ese es el plan
Hay demasiada vida en ella
Epílogo
Nota 2

Ella es maravillosa

2.8K 107 0
By AlbaYNat235

A veces, te das cuenta que no habías comprendido realmente algo, hasta que eso es empujado a través de tus ojos, tu cerebro, tu alma. A veces, no entiendes la magnificencia de algo, hasta que lo tienes al frente, y golpea tus emociones. Eso estaba pasando a través de toda esta noche. Y era una locura. Una locura hermosa, sí, pero una locura.

En ese momento, en que ella esta arriba del teatro y nadie para de aplaudir, ni yo, nadie puede. Que no es solo ella, que es todo el elenco, pero... arriesgándome a ser muy imparcial, es ella quien llena de vida la película y todo a su alrededor. Es ella, siempre ella.

—Hey, ¿Estas bien?—pegué un brinco cuando la mano de María tocó mi hombro, giré mi cabeza un poco en su dirección, pero nunca quité la mirada de la chica que tenía mi aliento atrapado.

—Creo—dije.

—Ella es increíble ¿No?—ella hablaba con orgullo, incluso cuando no podía ver la expresión en su rostro, su voz denotaba orgullo.

—Tanto que tengo miedo—dije, demasiado bajo, pero dándole a entender que no quería hablar más.

Porque es cierto, miedo y maravilla es todo lo que he sentido a lo largo de la noche. Desde el primer instante, todo había sido locura y desenfreno, no en la manera en que el mundo conoce el desenfreno, pero para mí, que vivía otra clase de vida, tenía una bruma de caos en mi cabeza mientras pasaba cada minuto.

Todo había empezado por la mañana, después de un día pesado en el que no había podido verla y apenas hablarle.

Yo tenía mi vestido para el día, cortesía de la ayuda de Marta, porque yo realmente no sabía que tan formal o informal debía ir.

El resto del día había sido un borrón, el cuadro no estuvo listo, por lo que eso fue la primera cosa que hice por la mañana, ir a buscarlo. Logré llevarlo a mi casa después de decirle unas veinte veces a las personas del lugar, que no podía reproducir el cuadro, por alguna razón les había gustado, es decir, yo entendía que yo lo amara, pero no pensé que ellos lo querrían de manera tan insistente, sin embargo, pesé a todo sus ofrecimientos de dinero, les dije que no. El cuadro era único, así como ella.

Finalmente pude llevarlo a casa y pagar para que lo colocaran exactamente donde quería, donde lo vería cada mañana al despertar y cada noche antes de cerrar los ojos.

Tuve una llamada de María para saber dónde nos veríamos para ir hacía el teatro donde se llevaría a cabo el estreno, nosotras quedamos que no encontraríamos a las siete, la proyección era a las ocho. Acepté, mi día se hizo rápido, principalmente porque estaba algo ansiosa, hice mi paseo por el club pero no presté atención a muchas cosas, llamé a Santi, mi hermano, para que por favor se hiciera cargo de cualquier eventualidad, aunque para eso también estaba Marta.

Estuve en casa a las cinco y a las seis treinta estaba lista. Y lista quiere decir con el corazón martillando mis oídos mientras me miraba al espejo y esperaba lucir bien, no mal y suficiente para esta noche. Aunque en ese momento, no sabía nada, seguía tan ignorante de la real maravilla que ella era, que en realidad estaba algo despreocupada.

Hice mi caminó en auto a donde María me dijo, aparentemente su casa. Ellas no habían estado con Alba, solo un rato temprano, ella tenía todo un equipo de estilistas, diseñador y demás para su prueba de vestuario, maquillaje y cabello.

Aun cuando estaba viendo lo hermosas que estaban las chicas, yo no asumía lo que estaba por venir. Acepte sus elogios sobre mí, las elogie por lo propio de sus atuendos.

Ni siquiera lo asumí cuando llegamos al sitio y, antes de decidir entrar, nos quedamos a un lado, fue entonces cuando la primera pequeña cosa paso, una de esas pequeñas cosas que, esa noche, hizo crecer mi miedo y maravilla, por esa pequeña chica. Esa primera cosa fue la llegada de sus padres, ellos bajaron juntos y se acercaron donde estábamos, supongo que para saludar a las chicas. En ese momento, yo no tenía ningún tipo de emoción ansiosa, junto a ellos caminaba una pequeña chica de unos seis años, vistiendo un hermoso vestido rosa, ella era como otra pequeña princesa en ese vestido.

—Chicas, que gusto verlas—saludó el hombre, abrazando a María y luego a África.

—Lo mismo digo, mira que guapas están—siguió la señora, yo sabía que conocía sus nombres. Pero ya estaba un poquito más nerviosa que cuando simplemente los había visto venir.

—Hola, Rafi, Miguel—saludaron ambas chicas, sonrientes. —¡Hola Marina!—María se agachó un poco para saludar a la pequeña

Ella devolvió el gesto, pareciendo un poco tímida. Entonces, todos los ojos se colocaron sobre mí, y cuando digo todos los ojos me refiero a todos los ojos, eso quiere decir los de las chicas también ¿Por qué me miraban? Afortunadamente estábamos estacionados lejos de la prensa, eso había dicho María, para no llamar la atención, sobre todo yo ya que ellos conocían mi rostro. No habíamos discutido sobre lo que mi presencia aquí haría a la prensa, pero creo que no discutirlo significaba que no nos importaba.

—Familia Reche—dijo María. —Ella es Natalia, Natalia Lacunza—sonreí con nervios mirando hacia ellos.

—¡Oh!—la primera en dar un paso adelante fue la señora. —La famosa Natalia—dijo ella, lentamente sonrió. Vale, yo estaba muy nerviosa en ese momento.

—¿Famosa? La famosa es la pequeña diva, que digo, Alba—me expliqué, las chicas se burlaron.

—Realmente eres famosa, ¿No es así, Miguel? ¿Cuántas veces escuchamos sobre ella cuando hablamos con Alba?—mi sonrisa se habría hecho más grande si estuviese hablando con cualquier otra persona, no con sus padres.

—Un montón, un placer conocerte Natalia—se adelantó el señor Martínez ofreciéndome su mano. Levanté la mía, algo temblorosa y se la di.

—Es un gusto, señor Martínez—dije.

—Oh por favor, llámame Miguel, si estás aquí esta noche, es porque eres de la familia para Alba, y si eres de la familia para Alba, eres de la familia para nosotros—mi sonrisa falló un poco, no por lo que ellos estaban diciendo, sino porque no sabía que tanto sabían ellos, si estaban tan desinformados de mi relación con Alba como mis padres, entonces ¿Cuántas probabilidades tendría de que ellos me tratasen de la misma forma cuando se enteraran de ese pequeño detalle?

—Como él dijo, cariño. No tienes que ser formal con nosotros. Puedes llamarme Rafi, y ella es Marina—la señora colocó una mano sobre mi hombro, asentí y saludé a la niña pequeña, ella me observaba diferente, con curiosidad.

El momento incomodo de las presentaciones pasó y decidimos ponernos en marcha. Pero marcha significó congelarme. Yo había escuchado antes sobre esos momentos, momentos en los que todo parece tan perfecto que se congela lo demás a tu alrededor, yo había vivido un momento así, varios quizá, a lo largo de este último mes. Pero aquello fue una clase diferente de momento. Fue la clase de momento que te hace saber que estas intentando abrazar algo demasiado grande.

Yo la vi, tan preciosa, deslumbrante y brillante. Ella bajó del auto, ayudada por Miki y a su lado Dave, ella iba de blanco, como un precioso ángel en la tierra. Su cabello brillaba en ondas perfectas, su piel deslumbraba y su sonrisa... eso era lo más hermoso, su sonrisa hacía que cada persona en ese jodido sitio se sintiera afortunado de estarla viendo.

Los flashes empezaron a ir tras ella. Los gritos de los fans a quienes yo había estado ignorando se hicieron presentes Y ese fue el primer síntoma de que ella es demasiado grande, demasiado maravillosa. La vi acercarse a sus fans, sonreír, sacarse fotos,abrazar, la vi ir por la alfombra, reunirse con otras personas, tomarse más fotos. Caminé cuando me dijeron que tenía que hacerlo, escuché que decían mi nombre pero yo difícilmente podía concentrarme en otra cosa que no fuese Alba o mis pasos, porque iba a terminar en el piso si seguía de esa manera.

Tuve que finalmente quitar mis ojos de ella, justo cuando se estaba reuniendo con Joan para las fotos. Porque ya era tarde y nosotros debíamos entrar. Pero mis retinas estaban llenas de ella.

—Se te nota en la cara—susurró María para mí, tenía muchas formas de reaccionar para sus palabras, pero yo solo pude empezar a reír. —Pareces anonadada, atónita, sorprendida—empezó a enumerar para mí.

—Tal vez estoy un poco de cada cosa que has dicho—digo, siguiendo el camino para entrar al teatro. —¿Nos sentaremos muy lejos?—pregunté. Era como una sala de cine, solo que un poco más grande.

—No tanto, tres filas atrás, estamos privilegiados por Miguel y Rafi—dijo, asentí en silenció siguiéndolos a ellos en todo momento.

Nos ubicamos y nos sentamos, habíamos ignorado a un par de reporteros que se habían acercado a nuestro pequeño grupo, pero inclusive sus padres se negaron a dar declaraciones de cualquier cosa, inclusive su película. En el momento en que todos se pusieron de pie los imite, y cuando empezó a entrar el elenco, una persona tras otra, ella era como la quinta persona, los aplausos empezaron a llegar y su sonrisa se hizo presente.

La cosa fue un poco rápida y catártica para mí. Mis emociones estaban tan al borde y ni siquiera era mi momento, era el suyo, pero yo me sentía en una marea, siendo golpeada por cada cosa nueva, mientras veía la película. Mi piel se erizaba y un nudo se formaba en mi garganta. Yo realmente nunca me había detenido a ver demasiado una película hecha por ella, nunca había pagado por ir al cine para ver una película hecha por ella, por eso, en este momento, conociéndola y ahora viéndola interpretar. Yo estaba más allá de abrumada.

La escuché agradecer y decir palabras más grandes que ella, pero eran palabras de su mente, yo podía ver la sinceridad mientras las decía brillando en sus ojos avellanas. No supe si ella me miró, porque mi mente estaba obstruida y colapsada. Mis ojos brumosos, mi mundo siendo un poco sobrepasado por lo que ella era. Creo que me di cuenta de la grandeza de su nombre. Creo que estaba superada.

Y así, tan aterrada como me sentía en ese momento. Llegamos a la fiesta. Nosotros por nuestro lado, ella con el elenco. Había un protocolo que seguir y yo no sabía si quería tenerla a mi lado. Contrario a lo que eso pueda significar, yo solo podía pensar en que no sabría que decirle o siquiera si tenía derecho a tocarla. Porque ¡Dios santo! Yo me sentía muy pequeña a su lado y mi apodo, mis palabras, mi cariño, se sentía poco para ella y flaqueé.

Sonreí cuando tenía que hacerlo, había un brindis inicial. Ahora mis ojos no podían estar sobre ella, y sabía que estaba siendo estúpida, que estaba olvidando algo importante, pero en ese momento crucial para mi mente, yo había dejado de pensar, de ser racional, la persona que yo acostumbraba ser había dejado de existir para quedar solo una persona que se sentía pequeña y no merecedora de lo que estaba manteniendo para sí.

—Natalia ¿Estás bien?—me concentré para ver a África, sentada a mi lado mirándome con preocupación. Asentí. —No te ves bien, no has probado la comida, ¿Te sientes mal?—volvió a preguntar.

—Estoy bien, Áfri—todo el mundo debería de saber siempre, que bien es la mentira más dicha.

—¿Me dirías si algo va mal?—preguntó, ella estaba preocupada de una bonita manera, pero yo estaba angustiada en un nivel crítico que no quería compartir, así que asentí, mintiendo de nuevo.

Ellos hablaban de la película, ellos hablaban de lo orgullosos que estaban de la chica. Ellos eran su familia y sus amigos, la conocían desde hacer tanto, habían crecido con ella ¿Por qué merecía yo estar ahí?

A juzgar por lo que decía todo el mundo, el protocolo había llegado a su fin y eso solo significaba una cosa.

—¡Albaa!—primero fueron sus padres, abrazándola, diciéndole lo bien que había estado, felicitándola. Luego fue su pequeña hermana, en sus brazos. Yo veía todo de reojo. Luego fue María, haciéndole bromas sobre su interpretación, luego fue África, diciéndole lo bendecida que era, lo bien que lo había hecho, diciéndole todas esas palabras dulces y luego, se suponía que era mi turno, pero yo estaba jodidamente congelada.

—Hola—escuché su voz y mis ojos la buscaron. Ahí estaba ella, hermosa, como una aparición divina.

—Hola—mi voz estaba rota ¿Cómo no iba a demostrarle lo preocupada que estaba?

—¿Qué pasa?—yo estaba de pie a su lado ¿En qué momento me puse de pie? —¿Qué pasa, Nat?—preguntó de nuevo.

—¿Podemos hablar en algún lugar, tu y yo?—pregunté.

Me miró interrogante por un minuto, quizá menos que eso, pero para mí cada segundo agónico en que mi mente no conseguía salir a flote, era eterno.

—Sígueme—dijo, dándose la vuelta para caminar, ignoré las miradas de todos, inclusive de aquellos que no tenía idea de quienes eran, pero volteaban a mirarnos cuando pasábamos, encontramos unas escaleras o tal vez ella conocía bien el sitio donde estábamos, ¿Yo que sabía? Nada. Caminamos un poco más, hasta que ella consiguió una puerta y pasamos, parecía una habitación, aunque sin cama. —Aquí es donde me dijeron que podría venir a cambiarme si quería usar otra cosa, mas cómoda, para estar aquí—asentí mientras ella me explicaba, había un sillón y una ventana, fui hacia esta última, intentando tomar un poco de aire, pero estaba cerrada. —¿Qué pasa, Nat? Me estas asustando—me giré para verla, la verdad, ella no merecía esto, así que sonreí y abrí mis brazos para que ella viniera, así lo hizo.

—Primero déjame decirte algo—dije expulsando aire. —Estas hermosa—puntualicé, mirando directo a sus ojos. —Yo nunca había sido deslumbrada, hasta esta noche, en el momento exacto en que te vi bajar del auto, Alba—dije.

—Gracias, pero ¿Alba?—preguntó, levantando su mano para tocar mi rostro. —Tú te ves muy hermosa hoy, Nat—sonreí, yo quería besar la palma de su mano y luego a ella pero ¿Con que derecho? Ugh. —Dime que va mal, por favor, dime si alguien o un periodista te dijo algo—siguió.

—Perdóname por preocuparte cuando esta es tú noche, yo... voy a decirte esto porque siempre he sido muy honesta contigo y nunca quiero dejar de serlo—intenté explicarme, pero creo que la estaba preocupando más. —Dios, Albi. Yo... tú eres increíble—dije. —Y nada de mis bromas anteriores tiene sentido, porque es como si yo en realidad nunca había asumido lo grande que eres, ¿Y esta noche? Es como si todo eso me golpeara, haces tanto, significas tanto, lo que haces es tan asombroso. Que siento que mis brazos no significan nada para sostenerte, que no tengo derecho a siquiera estar aquí. Y perdóname si con esto estoy arruinando algo sobre tu noche, de verdad que no es mi intención, pero tengo todo atorado en mi garganta, estoy tan maravillada por ti y a la vez tan aterrada—dije, casi gimiendo por el nudo en mi garganta y mis palabras ahogadas.

—¿Qué estás diciendo? ¡Por favor! Natalia, no—dijo, si podía ser posible, sus brazos me pusieron más cerca, su rostro muy cerca. —No digas algo tan absurdo como eso, soy yo, soy la misma chica a la que llevas conociendo por meses, con la que has pasado noches viendo películas y riendo de estupideces, quien ha ido a tu club luciendo una estúpida camisa solo porque quiere molestarte, con quien has ido al lago a solo hablar e ido a comer pancakes y al parque de diversiones. Este es mi trabajo, sí, pero eso no cambia nada, no soy una persona diferente a la que has conocido por todo este tiempo—dijo. Lleve mis manos a su rostro para acariciar sus facciones delicadas ahora crispadas.

—No es que seas diferente, Albi. Es que eres muy grande y yo... no creo ser suficiente—dije, de nuevo siendo sincera con ella.

—Es muy estúpido lo que estás diciendo, ¿Sabes que amo completamente de ti?—preguntó. —Amo que nunca me has tratado como a una estrella, siempre me dices lo que piensas, sin importar si vas a lastimar mi ego o no, porque no piensas en mí como la actriz sino en mí como la persona. No cambies eso ahora, Nat. Mírame, ¿Qué ves? ¿Ves algo diferente?—antes de que yo pudiera responder, sus labios atacaron los míos, besándome con premura pero alejándose muy pronto. —¿Sentiste que besabas a alguien diferente?—negué. Inclinándome para besarla de nuevo, pero ella se alejó. —No, no hasta que admitas que estas siendo estúpida e irracional—

—Tal vez tengo un poco de miedo, Albi. Estoy muy asustada de no ser suficiente, eres tan grande y el mundo es tan tuyo que cualquiera puede ser mejor que yo, y...—ella no me dejo terminar, porque ella estaba besándome de nuevo, y era esa clase de besos que nunca quieres terminar, ni siquiera llevarlo a algo más que un beso, porque como un simple beso era perfecto. No sé cuánto tiempo duramos besándonos o si abusamos de la capacidad de nuestros pulmones, pero parecía que mi necesidad de oxigeno quedaba disminuida frente a mi necesidad de ella.

—No tienes que tener miedo—dijo, sin alejarse. Haciendo eso que era tan nuestro de mantener el contacto mientras hablamos y nuestros labios se rozan. —Realmente, Nat. Tú no tienes idea de lo que significas para mí, de lo que ha sido para mí saber que estabas ahí, de voltear a mirarte cada vez que podía, de mirarte desde arriba del teatro y sentirme reconfortada porque estabas ahí entre el público. Es muy pronto, pero yo te he dicho que te quiero desde hace mucho, te dije y te he dicho que te amo desde hace no tanto y no mentía, no lo hago ahora. Y tú no eres pequeña, ¡Por favor! ¿Cómo crees que me sentí cuando te escuche cantar la primera vez? Yo no me valgo por mi carrera sino por mi como persona, y verte cantar me hacía sentir insignificante, ver que era insignificante para ti aquel primer día, me hacía lucir insignificante. Así que, no puedes sentirte así ¿De acuerdo?—

—Yo...—empecé.

—No, mañana... o esta misma noche, cuando salgamos de aquí, seguiré siendo la misma Alba con la que hace dos días estabas acostada en un sofá, simplemente hablando. No cambia nada, Nat. Mírame, mírame y dime que no ves lo mismo que has visto durante todo esto días a través de estos meses—realmente miré sus ojos, viendo cada pequeña raya y punto en sus orbes avellanas, respirando en su rostro y absorbiendo su aliento.

—Te amo—dije. Era lo único que tenía que decir, esperando que fuese suficiente. —Mucho—aclaré. Ella sonrió en mis labios, era adicta a esa sensación.

—Y yo a ti, Nat. Ahora abrázame—lo hice, envolví mis brazos a su alrededor y la deje estar ahí, meciéndonos un poco.

—Y tu película estuve increíble, voy a decir esto sin temer a incrementar tu ego, porque creo que voy a tener mi ego muy elevado ahora por saber que te tengo entre mis brazos, me has hacho erizar, reír y si no fuese una chica grande, habría llorado. Yo realmente nunca me había dedicado a ver una película tuya Albi, y sé que esto que te estoy diciendo no es porque seas tú, yo realmente sentí cada cosa, aspecto de la película, transmites las emociones, te metes en el papel de una manera que se puede sentir la pasión de que amas hacer esto—expresé, sintiéndola moverse e mis brazos, entonces afloje el agarre para que ella se soltara, vi sus ojos brillantes y una lagrima salir. —¿Por qué en el mundo, estas llorando?—pregunté, pasando mi pulgar para robar ese pequeño pedazo de vida.

—Porque tú has dicho que te sentiste pequeña o poco merecedora de mi por lo que me has visto hacer, pero ¿Yo? Nat, yo me siento asombrada y hasta me cuesta creer que tengas esos sentimientos por mí, la forma en que me hablas, las cosas que me dices—suspiró. Besé su mejilla.

—Vale, yo te merezco y tú me mereces ¿Eso es mejor?—dije, porque yo no quería que ella volviera a decir algo así.

—Vale—ella sonrió. Y eso era todo lo que merecía la pena, que ella sonriera.

Me di cuenta entonces lo mucho que yo misma había cambiado, no en el sentido de que hacia cosas diferentes a las que hacía antes. Sino en el sentido de que, teniéndola a ella, yo había dejado de ser despreocupada y desinteresada, porque todo en lo que concentraba mis esfuerzos, sin siquiera proponérmelo, era ella.

—Bien, ahora creo que deberíamos volver porque tus papas y las demás personas, ellos podrían pensar mal y creo que tenemos mucho tiempo aquí. ¡Oh Por Dios! Ellos van a pensar mal, Albi—dije empezando a mortificarme.

—No te preocupes—ahora ella besó mi mejilla.

Salimos de ese lugar yendo con su familia y amigas. Si, recibimos algunas miradas, pero ella era una campeona en ignorar esto y yo podía fácilmente seguirle el juego, después de todo, estas personas y yo no teníamos nada que ver. Nos sentamos en la mesa.

...

—He de suponerme que ya conocieron a Natalia—dijo ella, estaba sentada a mi lado y yo no tenía problemas con eso, pero por una mirada de su papá asumí que ella debió sentarse junto a ellos, eso o yo seguía un poquito paranoica.

—Sí, aunque no ha querido hablarnos demasiado—me sonrojé, y a mí eso nunca me pasaba.

—Lo siento—dije,y ante eso todos se empezaron a reír haciendo que me sonrojara más.

—Eres absolutamente adorable sonrojada, Natalia, no te había visto así nunca ni siquiera cuanto te encontré con...—fue un rápido movimiento el que hice para que María dejara de hablar, si antes estaba sonrojada estoy segura que ahora estaba diez veces peor. Quería dejar sin mejor amiga a mi pequeña diva cuya risa se escuchaba por todo el lugar ¿Esto le hacía tanta gracia?

—Sinceramente, María. Deberías mejorar tu filtro verbal—regañó África, a quien yo quería hacerle un altar en este momento.

—Realmente te lo agradezco, Áfri—dije, porque ella terminó golpeando el brazo de María, y aunque eso era poco para lo que yo quería hacerle, merecía mi agradecimiento. Para mi vergüenza o, empeorar esta, los papas de Alba no paraban de reír.

—Oh por favor, tienen que dejar de reír—dije mortificada. Tal vez si ellos supieran con quien me había encontrado aunque decir encontrado sonaba a una situación más comprometedora, pero si ellos supieran quizá no estarían riendo de esa manera.

—De acuerdo, está bien, dejen de burlarse de Nat—dijo Alba sínicamente.

—Sobre todo tú, Reche—dije desafiante.

—Vale, lo siento—dijo haciendo un puchero. ¿Tenía que hacer uno en este momento que no me sentía capaz de hacer nada? ¿Ni siquiera abrazarla? Pero ella seguía mirándome y haciendo ese jodido puchero, su jodido labio inferior sobresalido, como esperando a que yo hiciera algo. Ella no podía jugar de esa manera, así que levante mi mano y toque su nariz. Mierda era ridículo, pero intenté decirle con mis ojos que se comportara un poco.

—¿Siempre son así?—parecía que yo no iba a parar de mortificarme, eso fue dicho por el padre de Alba y yo me sentía avestruz, capaz de enterrar mi cabeza en el piso. ¡No había hecho nada!

—Ellas realmente no están haciendo nada, pero te haces una idea—dijo María.

—Estoy aquí, saben. Estamos aquí—¿Qué? Mire a Alba. —¿Qué? ¿Tú no estás aquí?—preguntó riéndose.

—Vale, ¿Dónde está la cámara escondida?—todos se echaron a reír. —África ¿Tú también?—pregunté casi pidiendo misericordia. No entendía ¿Por qué a Alba no se le daban nada estos comentarios?

—Ya, está bien, Nat. Tal vez... ellos están un poquito informados de algunas cosas, sobre todo desde que le cuento a mi mamá y ella se lo cuenta a mi papá—era definitivo, yo iba a sufrir un ataque, porque nosotras ni siquiera le teníamos nombre a lo que sea que era nuestra relación, pero sus papas sabían sobre nosotras ¿No? ¿Eso es lo que ella quiso decir?

—Necesito ir al baño—dije poniéndome de pie sin mirar a ninguno pero escuchando como todos se reía. —Es la peor jodida primera impresión—murmuré entre dientes mientras marchaba, pero estaba segura que me habían escuchado, ellos estaban riendo más fuerte.

Llegué finalmente al baño y quería encerrarme ahí hasta no escuchar ruidos afuera y eso significara que todos se había ido. Pero antes de que pasara un minuto de mi encierro autoimpuesto la puerta se abrió dejando entrar a una sonriente Alba.

—¿Estas bien, Nat?—preguntó.

La miré, incrédula.

—¿Bien?—pregunté mortificada. —No sé qué entiendes por bien pero yo no lo estoy—dije cruzando mis brazos. —¿Ellos saben? ¿Sobre tu y yo me refiero?—pregunté.

Ella se acercó a mí sin responder.

—Tienen una idea grande de ello, pero no. Yo no he dicho nada, a mi mamá le he hablando sobre ti pero no le he dicho exactamente en que estamos tú y yo, Nat ¿No habíamos quedado en eso? Solo que María ayer tuvo la oportunidad de hablar largo y tendido con ellos, y con eso me refiero a que ella realmente no tiene filtro y te mencionó mucho, en situación conmigo, lo que hace que ellos tengan una idea, y sé que sospechan, pero yo no he hablando—dijo.

—Pero tú no te avergüenzas, yo si sufro—seguí.

—¿Por qué sufres? No me avergüenzo porque no hay nada de qué avergonzarme—dijo con simpleza, sentía que me estaba acorralando contra la pared.

—Deja de acorralarme—me quejé.

—No—ella era una niña.

—En este momento olvida lo que te he dicho, no te quiero ni un poquito—dije, intentando imitar uno de sus pucheros, pero yo era un fracaso y su ataque de risa era una muestra de ello.

Llegó junto a mí, dejándome contra la pared y beso mi mejilla.

—Yo si te quiero, Nat y mucho. No te sientas avergonzada por la presencia de mis papas, no te dejes intimidar por las bromar de María, porque ella las hará peor. Solo se tu misma, y los vas a encantar tal y como hiciste conmigo—me derretí.

—Tal vez si te quiero un poquito—dije.

—¿Un poquito?—

Suspiré.

—Lo que dije—sonreí y su puchero no me hizo reír, sino el efecto contrario.

Volvimos a la mesa, hice todo lo posible por olvidar que eran sus padres quienes estaban ahí y que tenía que importarme como me relacionaba con Alba, además de por eso, porque estábamos rodeados de las personas en el medio de su trabajo. Pero mis manos nunca fueron tranquilas a su alrededor, y esta noche no era diferente. Si ella se sentaba a mi lado para mí era muy fácil estirar la mano y tocar su mejilla su decía algo sobre ella o jugar con los dedos de su mano sobre la mesa cuando eran los demás quienes hablaban. Eran pequeñas cosas naturales que, como ella dijo, me hacía ser quien era, es decir, estaba siendo yo misma.

—¿Y tú que haces, Natalia? ¿Estudias?—preguntó la señora Rafi después de un rato, ellos me habían pedido que los llamara por su nombre pero en mi mente era inevitable no seguir formalidades.

—No, salí de la universidad hace un año—dije hacía ellos. —Me gradué en empresariales, esencialmente porque eso me iba a permitir saber manejar perfectamente el club que mi papá ya había puesto bajo mi responsabilidad—expliqué.

—¿Manejas un club? ¿Qué edad tienes?—preguntó el señor Miguel, él parecía sorprendido.

—Tengo veintitrés—especifiqué.

—Los acaba de cumplir—acotó María.

—Pero ella manejaba el club desde los diecinueve—remató Alba. Haciéndome sonreír al ver que recuerda lo que le conté.

—¿Diecinueve? ¡Vaya! Eso es increíble, manejar un club es una gran responsabilidad para una adolescente—dijo el señor Miguel.

—Así es, pero mi papá lo tenía todo muy bien organizado. Aunque él utilizaba personal para que se ocupara de cada aspecto contable, compra y recepción de mercancía. Yo estudie para ocuparme de esas cosas y así reducir la cantidad de personal que, a mi parecer, sabiendo llevar las riendas era innecesario. Tengo personal de seguridad de confianza, que me ayuda a mantener todo en orden y creo que funciona bastante bien—dije con simpleza.

—¿Bien? ¡Es maravilloso! El club es moderno, tiene música genial y nunca ves desorden de ningún tipo ni excesos—sonreí en agradecimiento a África por sus palabras.

—Sin discriminar, intentamos no dejar pasar a cualquiera ni cualquier cosa. El sitio está orientado a ser un lugar para pasar un buen rato, ya sea que solo quieras disfrutar de beber, hablar o bailar, escuchar buena música, tenemos secciones separadas para esto, para que todos se adapten donde mejor les plazca pasar el rato—expliqué, toda la atención sobre mi pero no me sentía abrumada, más bien orgullosa.

—Es increíble, papá. Quizá podamos ir el sábado y así ven a Nat cantar—me reí un poco.

—Ella es la presidenta de mi club de fans, para que lo sepan—me burlé de la pequeña diva.

—¿Cantas? ¡Vaya! No paras de asombrarnos—dijo la señora Rafi. —Es increíble lo que haces—siguió.

—Gracias. Y si, canto los sábados en el club, me gusta—aclaré.

—Bueno, definitivamente iremos el sábado—asentí.

—Será un placer tenerlos en el club—dije hacia todos. —Oye—aproveché que las chicas empezaron a hablar para llama la atención de Alba. Sus ojos rápidamente me miraron. —Tú vas a venir conmigo cuando salgamos de aquí ¿No?—yo en realidad había empezado a dudar sobre eso, teniendo a su familia aquí era lógico que se fuese con ellos. Y yo bien podría mostrarle el cuadro otro día, no era gran cosa. Sin embargo mi pregunta sonó a que estaba pidiéndole que viniera conmigo.

—Sí, Nat. Eso no ha cambiado—me sonrió inclinado la cabeza hacía un lado. Dios, ella es dulce.

—¿Y tus papas?—pregunté. Creo que ella sabía que estaba tocándola con mis ojos, ya que lo que quería hacer en realidad, no podía.

—Ellos se irán con María a mi casa—asentí. —No importa lo que van a pensar—aclaró.

—De acuerdo—asentí.

...

Y de verdad no importo, aunque eso no evito las miradas incomodas. Porque, en serio, ella estaba loca y aunque constantemente estuve riéndome. no sé si por los nervios o porque de verdad me daba risa. La situación era... sus amigas yéndose con sus papas y ella yéndose conmigo, ¿Por qué? Bueno porque si supongo, eso es prácticamente lo que había sido, sin excusas, sin nada que decir, simplemente ella se iba conmigo.

—Estás loca—dije cuando estuvimos en el auto y la risa me sacudía.

—Eso ya me lo has dicho—dijo.

—Bueno, parece que nunca voy a dejar de decírtelo, Albi. Menos si haces cosas como las de esta noche—dije encendiendo el auto.

—¿Cómo qué?—preguntó, ella parecía ajena.

—¿En serio? Es decir, te vienes conmigo solo porque si, dejando a tus papas atrás, sin ninguna explicación—dije.

—Bueno, eso fue lo que hice—sonrió de medio lado agachando su cabeza.

—A eso me refiero, estás loca, y eres hermosa. Así que no me importa—arranqué escuchando el sonido de su risa.

Hay cosas a las que ya debería estar acostumbrada. Pero era codicioso para mis emociones, cuando ella encendía la radio y empezaba a cantar, ella reía, gritaba en las partes que más le gustaban, volvía a reír, sus ojos brillaban, saltaba en lo que el cinturón le permitía.

—Oh por favor amo está canción—dijo cuándo empezó una nueva.

—¿Quién?—pregunté.

—Ed Sheeran—dijo emocionada.

—Por supuesto—

—Cállate, escucha—ella empezó a cantar y era una parte rapeada así que era gracioso lo que ella hacía, los movimientos. Yo tenía que concentrarme en la carretera, pero me era difícil teniéndola a ella cantando.

Sonreí escuchándola.

Me jalo cuando empezó la parte de Ed Sheeran, sonreí, ella podía cantar. Entonces me señaló y mi corazón se aceleró como el de una adolescente y reí escuchándola, pero no era una risa de burla o de nervios, era más esa risa que te da cuando estas teniendo uno de esos momentos, un momento feliz.

—No te saques el cinturón—irrumpí en mitad de su canción porque vi lo que estaba haciendo, pero ella no me hizo caso, se sacó el cinturón y se acercó más cerca cantando, yo no podía dejar de reír pero estaba prestándole más atención a la carretera, sería imperdonable descuidarme trayéndola a ella.

Ella cantó para mí y besó mi mejilla varias veces. Hasta que la canción terminó y finalmente llegamos a casa.

—Finalmente—sonreí. —No sueltes tu cinturón, Albi—dije en cuanto apagué el auto. Ella sonreía como una niña, era incorregible.

—Confío en ti—dijo.

—Sí, pero, los accidentes los provocan también otras personas, no solo un descuido mío—regañé. —Pero está bien, vamos—me bajé del auto y ella me alcanzó al frente para subir a mi apartamento.

Llegamos a la puerta pero antes deque pudiese introducir la llave para abrir ella me interceptó, sus ojos escrutaban mi rostro por todas partes.

—¿Tengo algo?—pregunté.

—Está todo bien ¿Verdad? Me refiero a que, después de lo de esta noche ¿Está todo bien?—su preocupación achico los engranajes de mi funcionamiento.

—Está todo bien, Albi—levanté la mano para acariciar su mejilla. —Reaccione exageradamente y no me voy a cansar de pedirte disculpas por eso, es tu noche, estuviste brillante y merecías solo momentos agradables—dije sin dejar de tocar su rostro.

—No, en parte me alegro de haberme dado cuenta, de que seas honesta conmigo, Nat. Porque, como te dije, eres importante para mí, y si en algún momento tienes alguna duda de algo, prefiero que me la digas, no importa el momento—ella dijo. Asentí y me incliné rápido para dejar un beso en sus labios, muy rápido. Teníamos que entrar. —Espera—sonreí abriendo la puerta y girándome.

—En serio, tienes que dejarme entrar a mi apartamento—ella rió pero negó sosteniendo mi mano hacía atrás para que volviera hacía ella.

—Lo que dije, ¿La última canción que estaba cantando?—asentí. —Lo que dice es cierto, Nat—la jale dentro y cerré la puerta dejándonos por fin dentro. —En todo este mes, hemos pasado muchas cosas, y a veces me agobio de tanto pensar en ti, porque—sonríe y yo la sigo. —Es como que mi mente no quiere colaborar, no quiere dejar un momento para mí, siempre está contigo, pero entonces... también me encanta que sea así, me encanta pensar en ti—tengo que tocarla así que vuelvo a acariciar su mejilla. —Realmente me has dañado—dijo. —En el buen sentido, creo que me has jodido para el resto de la humanidad—

La empuje un poco contra la puerta, pero cuando me incline solo deje que mis labios tocaran su mejilla e hicieran un camino hasta su oreja.

—Tal vez es bueno, porque tal vez yo también estoy muy jodida para el resto de la humanidad, tú pequeña diva, eres todo lo que quiero justo ahora. Así que entra, sigue y ponte cómoda, porque no pienso dejarte salir en un buen rato, y no solo te estoy hablando de mi apartamento, te estoy hablando de mi vida—aclaré volviendo a besar su mejilla y dándome la vuelta para terminar de hacer mi camino hacia el interior, aunque técnicamente ya estábamos ahí.

—Te quiero, Lacunza—grito, aunque no era necesario, empecé a reír caminando hacía la cocina.

—¿Quieres vino?—pegunté desde la puerta de la cocina. Sus ojos me seguían y cuando me di la vuelta ella estaba mordiendo su labio.

—¿Celebramos?—inclinó la cabeza hacía la derecha como estaba haciendo últimamente.

—Un nuevo día contigo, es un día para celebrar, Albi—le dije.

—Eres ridículamente hermosa, sabes. Y siempre dices las cosas ridículamente más hermosas—lancé un beso. —Y si quiero—asentí y fui a servir dos copas.

Cuando salí de la cocina ella no estaba en la sala, hice un giro sobre mi propio eje y no la vi en ninguna parte, pero si estaba la puerta de mi habitación abierta. Mi corazón empezó a latir fuerte.

Me detuve en la puerta cuando mis ojos percibieron donde estaba ella. De pie... justo frente al cuadro, una mano en su boca y la expresión... no la podía juzgar, ella estaba de lado hacía mí. Podía... ¿Ella estaba llorando? Si, escuché un sollozo, ella estaba llorando. Entre sin importar que ella se diera cuenta de mi presencia, deje las copas sobre una de las mesas junto a la cama y fui a su lado.

—Albi—llamé. Me acerque más para ver lágrimas rodando por su rostro y sus ojos brillantes y llenos de ellas. —¿Qué pasa?—pregunté con el corazón a mil. —Lo siento—no sabía que más decir.

—Dios, Natalia—sus ojos seguían dejando caer lágrimas, pero sus brazos me envolvieron golpeándome completamente, porque la abrace y no entendía porque exactamente estaba así. Sentí el movimiento de su cuerpo sollozar contra mí.

—Dime que paso, Albi, porque realmente me estoy preocupando aquí—dije acariciando su cabello.

Ella no me respondió, se alejó un poco de mí y tiró de mi hasta darme la vuelta frente al cuadro.

—Hiciste eso—simplemente dijo.

—Técnicamente no lo hice yo—intenté bromear.

—De cualquier manera, hiciste eso y... yo no puedo decir suficiente, no hay nada que pueda decir que sea suficiente para explicarte como me siento viéndolo. Decirte que es hermoso es inútil ¿Sabes? Porque soy yo y se siente mal decir que es hermoso—dijo aun dejando caer lágrimas, entendiendo finalmente un poco de lo que hablaba, la abrace por la espalda besando su mejilla.

—Puedes decir que es hermoso, porque es hermoso, eres hermosa, esa mañana... yo te había visto antes, pero nunca te había visto como aquella mañana, Albi. Yo te lo dije, yo sentía que podía volar, desde entonces siento que lo tengo todo, que no me hace falta nada. Que te quiero, y ¿Recuerdas que me preguntaste por lo que estaba escribiendo en mi libreta?—ella asintió. —Era lo que alcanzas a leer—expliqué. Su sonrisa se hizo presente, aún sin dejar de llorar. —Me gustaría que dejaras de llorar—pedí.

—Debo verme horrible—dijo.

—No, tus lagrimas son vida, Alba. Y te ves tan hermosa incluso llorando, pero estoy acostumbrada a asociar lagrimas con tristeza y me confundo si sigo viéndote sollozar—pedí.

—No—se giró hacía mí. —Ven—me jalo hasta que nos sentamos en la orilla de la cama, una al lado de la otra. —Sabes que estoy llorando porque no puedo creer lo afortunada que soy de tenerte. ¿Puedes cantar eso para mí? Por favor—hizo ese pequeño puchero, y con su nariz que se estaba empezando a poner roja, el rastro de lágrimas y esos ojos cristalizados, tuve que inclinarme y robar el aliento de su vida a través de un beso, porque era insoportable verla así y no besarla.

—Lo que sea—dije al separarme, yendo por mi guitarra que había dejado afuera en la habitación que no usaba.

Volví ahí, ella se había descalzado y ahora sus piernas más denudas que nada, estaban cruzadas encima de la cama, el vestido se había subido, pero cubría lo suficiente para hacerme sonreír y no ir a algo más. Ella seguía mirando al cuadro, completamente hipnotizada, fui a la mesita donde guardaba mis cosas y saque la cadena que ella me dio en mi cumpleaños.

—Quería usar esto esta noche, pero Marta me lo quito de cualquier manera—dije yendo a su lado, apenas me miró, sus ojos seguían fijos en el cuadro, me senté a su lado y me coloqué el collar antes de apoyar la guitarra sobre mis piernas. —Tanto el cuadro como este collar, representan dos momentos cruciales en mi vida, Albi. Aquella noche en el lago, fue especial de una manera en que no te imaginas, incluso si yo estaba dispuesta a que nuestra... amistad se mantuviera de esa manera, porque solía pensar que solo yo me sentía así y que si podía tener momentos como aquellos, entonces estaba bien. Porque estaba siendo conformista y cobarde—finalmente ella me estaba mirando. —Sé que tan solo llevamos un mes juntas de una manera diferente o asumiéndolo de una manera diferente, pero como dijimos entonces, tú y yo nunca nos hemos tratado o hemos estado en el camino a convertirnos en las mejores amigas, o no en las mejores amigas que se quedan son los demás beneficios—me reí de mis propias palabras y su sonrisa no fue menos. —Te puedo asegurar que lo que dice esa canción es cien por ciento lo que estaba sintiendo esa mañana, cada letra, cada parte, todo. Yo estaba insegura en muchos aspectos y...—

—Por favor, necesito escucharte cantarla—dijo en medio de mi frase.

—Está bien—asentí y acomodé mis dedos en la guitarra. —Bien—

Empecé a tocar los primeros acordes.

Sus ojos se desviaban del cuadro a mí, no me importa que ella no estuviese mirándome todo el tiempo, yo sabía que estaba aún un poco aturdida pero ella iba a escucharme.

(Acá deben escuchar y leer "Truly, Madly, Deeply" de One Direction, esa es la canción que escribió Natalia)

Continue Reading

You'll Also Like

101K 6K 18
LIBRO TRES DE LA SAGA ÁMAME. Summer ha estado enamorada de Nikolai desde que tiene memoria, ella siempre ha estado consciente de que nunca pasaría a...
86.1K 4.4K 53
Eva, una talentosa fotógrafa en ascenso, y Jase, un apuesto modelo, se cruzan en una fiesta caótica donde Jase, tras beber en exceso, cuenta con la i...
67K 2K 50
"me gustaría ser más cercana los chicos del club, pero supongo que todo seguirá siendo igual, no?"
96.1K 6.6K 17
Natalia Lacunza tiene siete años cuando conce a Alba Reche por primera vez. Alba tiene quince años cuando conoce por primera vez al amor de su vida...