Lost | Adaptada | Justin Bieb...

Bởi kidrauhlshawtys

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Todo comenzó una noche, en aquella fiesta del chico popular No recuerdo el motivo.... Por el que fui exactam... Xem Thêm

Capitulo 1
Capitulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capitulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 36
Capítulo 37 "El Despertar"
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capitulo 48 "Gran Final"
Epílogo
Nota
Segunda Temporada

Capítulo 38

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Bởi kidrauhlshawtys

-Repítelo.

-Me voy de casa, mamá –sentí el corazón en la boca mientras ella soltaba lágrimas repentinas y se apoyaba sobre el mueble de caoba. Desvié la mirada y me acomodé el morral lleno de cosas sobre el hombro, sintiendo el brazo cálido de Justin rodear mis hombros.

-¿Con él? –ella entrecerró los ojos.

-Sí –sentí que las lágrimas se apoderaban de mis ojos. Pero no estaba segura de que fueran de dolor, sino, más bien, de alegría -. No lo conozco desde ayer.

-Este muchacho no es bueno para ti, ____ –dijo, poniéndose firme con dificultad -. Nunca voy a aceptar esta relación. ¡Míralo! Solamente ¡míralo!

-¿Qué intentas, mamá? –entrecerré los ojos. Ahora mismo me sentía en contra de mi propia madre. Ella sólo estaba tratando de… ¿minimizarlo? -. ¿Qué quieres decir, que no es suficiente para mí?

-¡Por supuesto que no lo es!

-Ah, claro, ¿y se supone que mi padre lo era para ti? –la reté. Abrió la boca para decir algo, pero la cerró de inmediato.

-Bien, bueno, me da igual –proseguí, fingiendo indiferencia -. ¿Por lo menos podrías esforzarte un poquito, e intentar ver las cosas con claridad?

-¡Pero mírate! –gritó, poniéndome los pelos de gallina. Justin apretó mi hombro -. ¡Eres una niña! Diecisiete años, ____. No te gusta siquiera tender tu propia cama, y ahora jugarás al concubinato con este… -lo evaluó con ojos despreciativos, y, cortando la frase, posó su mirada de nuevo en mí, y secó las lágrimas con la mano -. Quién sabe cuántas cosas tú habrás hecho con él –arqueó una ceja, cruzándose las manos sobre el pecho.

-Ése no es tu problema, Amanda –respondí.

-¡Soy tu madre! –gritó casi guturalmente, y se apartó los cabellos rubios del rostro -. ¡¿Qué crees que se siente saber que tu hija se ha estado acostando con un desconocido en secreto?!

-Mi vida íntima no te importa, Amanda –desvié la mirada -. ¿Qué coño estás tratándome de decir? –la reté de nuevo. Ella abrió los ojos como platos -. ¿Quieres decir que soy una zorra por amar a alguien?

-Eres una sinvergüenza –me acusó, con la crueldad goteando en cada una de sus palabras -. Mírate –me evaluó con la mirada -. Te estás yendo con un…

Su mirada se posó en Justin.

-¿No te da vergüenza? –lo interrogó -. ¿Hacer todo lo que haces con mi hija?

-¿Es acaso un pecado que yo la ame? –él arqueó una ceja.

-Tú no la amas, desgraciado –apretó los labios con fuerza, reprimiéndose las lágrimas -. ¡Ella es mía! ¡Te llevas a MI hija!

-¿Sabe qué sí es pecado? –él habló con ese tono que me daba escalofríos -. Creer que ____ es solamente suya, simplemente porque ella salió de usted. Usted no es nadie para cortarle su libertad.

-¿No tienes familia, muchachito? –arqueó una ceja, y la mandíbula de Justin se tensó.

-A usted no le incumbe lo que haya o no pasado con mi familia. No estamos hablando de mí –respondió -. Deje a ____ ser feliz; ella no necesita vivir en un lugar donde es reprimida. Viendo a su padre golpear a su madre, como el criminal que es.

-Ése no es tu problema –ella arqueó una ceja.

-Por supuesto que lo es –casi gritó, apretando mi hombro. Dirigí mi vista aterrorizada hacia él, haciéndolo rectificar de inmediato -. ____ está sufriendo aquí. ¿Por qué no lo entiende de una buena vez? –él achicó los ojos -. Déjela en paz.

-No puedes decirme que deje ir así a mi hija –levantó el dedo índice, negando frenéticamente con la cabeza, mientras sus ojos claros derramaban innumerables lágrimas que penetraban directo en mi estómago, dando vuelcos dolorosos. No es muy fácil decirle a tu madre que te vas a los diecisiete años con un asesino, de cuyo título ella no tiene idea. Tragué saliva, para ahogar el nudo en la garganta que de un momento a otro me haría explotar en llanto.

-No le pido que la deje –él respondió -. Ni siquiera se lo estoy pidiendo yo. Esto fue decisión de ____. Yo no la he obligado.

Ella palideció, y respiró hondo, volviendo su mirada hacia mí.

-____ –masculló -. Es él, o yo.

-Te amo, mamá –mascullé con voz neutra -. Pero es una decisión tomada.

Sus ojos parecían querer salirse de sus órbitas.

-Váyanse ambos –musitó -. Desde este preciso momento no tengo hija.

-Vale –asentí, pasando mi manga por mi mejilla, limpiando las lágrimas.

Eso dolió más que una patada en los ovarios. Con dificultad, asentí sorbiendo las lágrimas, y Justin le dio un último vistazo antes de salir por la puerta, la cual cerré de un portazo. Corrí hacia la camioneta sintiendo las lágrimas en mis ojos, y cerré la puerta del auto detrás de mí, recostándome en el asiento del copiloto. Escuché la cajuela del auto cerrarse luego de unos minutos, y a continuación, la calidez del abrazo de Justin rodearme por completo.Entré a la casa arrastrando los pies y mis maletas detrás de mí, arrastrando también la mochila de peso medio que colgaba precariamente entre mis dedos sin importarme si tenía algo de vidrio ahí. Lo dudaba, pues había dejado la mayoría de las cosas en mi vieja habitación que, desde ahora, no volvería a pisar por un largo tiempo. O quizá nunca.

Me daba cuenta de que había sentido como que quería correr. Sólo irme de repente. Sin notas ni advertencias. Sólo agarrando mi mierda, y marchándome. Así de simple.

Vacilé antes de subir las escaleras, y me desvié, llevando mis cortos y lúgubres pasos hacia uno de los muebles de cuero negro, con una telaraña mental cociéndose en mi cabeza. Me dejé caer sobre el sillón, acusándome de ser una llorona por no saber utilizar otro recurso que las lágrimas para resolver las situaciones. En mi mente, también, me preguntaba en dónde estaba Justin, que no ponía sus brazos alrededor de mí de una maldita vez y me sacaba de todo esto.

Pero, sin embargo, cuando tuve la calidez de su mano sobre la mía, que descansaba en el sillón mientras mi mirada se perdía en el vacío, lo ignoré, ahogando mis palabras en llanto.

-Vas a estar bien –masculló, apretando mi mano, alzándola y colocándola en su pierna.

-Define “bien”.

-Nena, yo también tuve que dejar a mi madre –farfulló, con voz mesurada -. Supongo que entiendo cómo te sientes.

Tragué saliva, intentando que las lágrimas también cruzaran mi garganta y desaparecieran.

-No quiero sentirme culpable por esto. Tú… podrías volver con ella…

-Voy a estar bien –lo interrumpí, con voz demasiado firme que la que me esperaba -. Sólo no lo estaré hoy.

-Ven aquí.

Me acunó en sus brazos, besando mi cabeza varias veces, y recostándonos a ambos en el sillón. Yo encima de él, mirando al techo, con lágrimas silenciosas que salían de mis ojos y empapaban sus brazos. Suspiré, cerrando los ojos, y pensando todo lo que se vendría sobre mí desde este momento. Y aún así me sentía egoísta; debería estar feliz. Esto es lo que yo siempre había querido. Todo… lo que siempre deseé estando en mi habitación.

Diablos. Mi habitación. Ya nunca estaría ahí, porque ya ni siquiera era mi casa. Ni mi madre. Ni mi padre. Ni mi vida. Ni nada. De mí no quedaba nada.

Todos se habían enterado de esto. Sabía que las notas no dejarían de llegar. Ahora yo sufría de asma. Me había ido de casa, dejando a mi madre sola en pleno proceso de divorcio y sintiéndome como la peor hija del mundo. No veía a Matt desde que supe que él también se había enterado de todo. Smith seguía vivo; y buscándonos. Cyrus probablemente estuviera pensando las mil maneras pudientes para matar a Justin… Todo se había vuelto un lío, y yo sabía que todavía no estaba segura del todo. Y Justin, mucho menos.

Me froté los ojos torpemente.

-Acabo de dejar a mi mamá –solté un suspiro de impresión, que se ahogó en mis lágrimas. Acarició mis manos con sutileza -. Todo se ha vuelto un jodido problema.

-Tú no lo afrontarás sola –musitó dulcemente en mi oído -. Yo te voy a proteger de todo. Y de todos.

-No puedes hacer eso –repliqué.

-Nena, te lo prometo –ronroneó, y vacilando unos instantes, detuvo su mano, estatizando la mía también al imponer su fuerza sobre mi debilidad -. Te amo.

-Júramelo –pedí, apretando su mano débilmente.

-Ya es un hecho, nena. Soy tuyo.

-Eres mío –repetí, sintiendo un alivio enfriar mi estómago, y respirando profundamente, sentí su mano acariciar mi vientre por debajo de mi camiseta -. Y yo soy tuya.

-Toda mía –respondió, con su voz rasposa y grave, plantando un beso sobre mi cabeza, que se prolongó el tiempo necesario para hacerme cerrar los ojos e irme a la deriva.Wow, wow, ¡wow!

Me sentía viva. Justin y yo casi habíamos tenido sexo… pero entonces, exactamente al mismo momento, habíamos acordado que debíamos esperar. Había sido demasiado el ajetreo del día y demasiadas las lágrimas derramadas para pensar en gastar el tiempo teniendo sexo salvaje, aunque fuera sobre el sofá. Así que nos habíamos acurrucado uno al lado del otro, desnudos, y habíamos empezado a hablar. Justin habló de una vez cuando tenía seis años y tuvo que usar el sostén de su madre en un acto de simulación en la escuela; la chica que había obtenido el papel no había asistido y él tuvo la suerte de interpretar a Julieta, cual obra fue un completo desastre. Cómo solía emborracharse por las noches después de que su padre los dejó. Sobre la vez que él tuvo que irse de casa para que no sufriera su madre y cuando se enfrentó con su padre a golpes. Le conté sobre cómo de pequeña, guardaba una rana de hule llamada Twist como mascota y lloré cuando mi madre quiso echar a Twist a la basura. Sobre mi costumbre furiosa de arañar mis brazos y prometí no dejar mi sangre chorreando por ahí.

Era fácil hablar con Justin –tan fácil que podía imaginar repitiendo esto siempre, escapar juntos a un lugar lejano y escribirnos notas en las piernas por toda la vida…

Mi teléfono vibró cerca de mi mano. Ugh. Probablemente era Meg, preguntando cómo había resultado todo. Gruñí y lo miré fruncir el seño y sentí su mano acariciar mi abdomen desnudo.

Entonces el móvil vibró de nuevo. Y de nuevo y de nuevo.

-Jesús –gemí, extendiendo mi mano y sacando el teléfono de mi bolso. Tres mensajes de texto. Y la vibración aún se mantenía.

Abrí la bandeja de entrada, fruncí el ceño. Todos los mensajes tenían el mismo título: ¡NOCHE DE CONFESIONES! Mi estómago se revolvió y abrí el primero.

“____,

¡Esto es como un bono extra! Él se ha acostado contigo sin necesidad de usar condón.

Te quiere, tu amigo.

PD: Me pregunto qué pensaría tu mamá si averiguara sobre la pequeña conferencia que mantienen ustedes dos”.

Leí el siguiente mensaje y el siguiente y el siguiente. Todos decían lo mismo. Dejé caer mi iPhone sobre la cama, y lo aparté de un codazo. Tenía que sentarme. Crucé mis piernas sobre la cama suave y me froté las sienes. Justin se levantó con facilidad.

-¿El amigo consejero?

-Uhuh…

-Lo supuse –farfulló con ironía, levantándose de la cama, inclinando su cuerpo desnudo hacia delante.

-¿A dónde vas? –fruncí el seño.

-No me voy a quedar sentado aquí –respondió, recogiendo sus bóxers de uno de los extremos y deslizándoselo por las piernas -. ¿Crees que voy a perdonarle la vida a quien te está viendo desnuda?

-Oye, un posible asesino nos envía mensajes extraños, y tú te preocupas ¿porque alguien me vea desnuda?

-Nadie toca lo que me pertenece –respondió, con una sonrisita burlona.

-Te fascina jugar, ¿o no?

Frunció el seño sonriendo, fingiendo estar repentinamente extrañado.

-Básicamente quieres que yo te detenga –musité, inclinándome hacia delante, colocando mis brazos sobre mis piernas. Él caminó lentamente hacia mí, arqueando una ceja con diversión y una sonrisa. Y, santa madre de Dios, esa dulce sonrisa…

-De ninguna manera –continuó sonriendo, pero la lujuria no brillaba en sus ojos. “Mmm. Vainilla esta noche”.

-¿Ah, no? –arqueé una ceja, permitiendo que mis cabellos cubrieran mi busto desnudo -. Qué terco resultaste ser –solté una risita pretensiosa, y sacudí mi cabeza traviesamente, intentando imitar a las chicas de los comerciales de L’Oreal.

-¿Estás tratando de evadir el hecho de que alguien posiblemente te esté observando? –se rió. Me ruboricé. -¿Te gusta que la gente te esté mirando desnuda?

-Hay persianas –respondí.

-Lástima, –Justin dijo en voz baja. –Parecías tan hermosa en el cuarto de baño, y ahora… Esperaba que consiguiera verte… así… de nuevo.

¿Qué acababa de decir? ¿Prácticamente me había insinuado que le agradaba mucho más mirarme desnuda?

Justin avanzó tranquilamente hacia mí, hasta estar realmente cerca. Podía ver con la ligera luz el destellar de sus ojos férvidos. La ____ precavida lo habría eludido, pensando en la situación desagradable por la que había tenido que pasar hoy. Pero él seguía mirándome con sus enormes, magníficos ojos mieles. La ____, que estaba aquí ahora se frotó sus labios juntos, temerosa de hablar, pero muriéndose por hacer… algo.

Se inclinó sobre mí, y tuve que apoyar mis manos sobre el colchón para sostenerme. Mi corazón latía a mil por segundo; miré sus labios respirando entrecortadamente, hasta que se unieron a los míos intensivamente, sin comenzar por un beso lento. Yo no sabía acoplarme a su ritmo, él era demasiado rápido. Le devolví el beso, y luego me aferré a la parte de atrás de su cuello y lo besé más duro. Su boca era suave, y sabía ligeramente a licor.

Nos echamos sobre el suave edredón enredado. Justin rodó encima de mí, gimiendo levemente, recorriendo con su mano mis piernas arriba y abajo. Nos dimos la vuelta y ahora yo estaba encima de él. Lo que sea que fuera eso, era tan intenso que no se me ocurrió sentirme culpable. Me separé levemente de sus labios, apretando los puños, y le seguí el beso, sintiendo sus finos dedos recorrer la piel de mi trasero, y ascender por mi espalda, apartando mis cabellos alborotados. Volví a separarme de él, volviendo mis apartes más frecuentes y rítmicos, hasta que mi respiración comenzó a hacerse superficial, y que mis labios ya no pudieron moverse como antes.

Justin reaccionó dándome la vuelta bruscamente, provocando que mi cabeza golpeara contra el colchón, mientras urgía por aire dentro de mis pulmones. Alargó su mano hacia la mesa de noche y me ayudó a introducir un aparato extraño en mi boca, que intenté saborear mientras oprimía un botón repetidas veces, hasta que mi pecho subió y bajó normalmente, luego de unos momentos. Lo saqué fuera de mi boca, y lo eché a un lado, respirando hondamente.

-Perdón –mascullé entre hondos suspiros.

-Hoy no, nena –apretó los labios, sonriendo con timidez, y acostándose a mi lado.

-¿Esto será siempre? –tuve que preguntar, con enojo.

-No. Mientras más tengamos relaciones más fácil será –respondió. –Sólo no quiero lastimarte, nena.

-Ambas oraciones no quedan juntas…

-Conserva tu aire, ____ –me cortó, espectralmente, estremeciéndome. Había sonado así como una repentina amenaza de muerte, o era cierto que la falta de aire me había afectado las neuronas. Desvié la mirada hacia la ventana abierta, y tragué saliva, intentando cerrar los ojos. Pero la imagen prevaleciente de mi madre se me vino de golpe a la mente, haciéndome abrir los ojos y frotarme las sienes.

Respirando con dificultad, ladeé la cabeza para mirar a Justin, quien yacía todavía a mi lado con su mirada apuntando al techo, el cual miraba sin parpadear. Seguramente que estuviera pensando en algo.

-Justin –lo llamé, en un hilo de voz. Arrugó su nariz brevemente, en señal de respuesta.

-¿Dónde está tu madre? –me atreví a preguntar, con inseguridades flotando en mi cabeza.

-No lo sé –respondió con voz neutra. ¿Se habría molestado?

-¿Tu hermana?

-No lo sé –repitió.

-¿Piensas en ellas? –le pregunté, ladeando mi cuerpo hacia él. Meditó por unos momentos, y por fin desvió el curso de sus ojos hacia otra parte.

-No lo sé –admitió, suspirando hondamente.

Vale. Yo me volvía pesada con el tema de las preguntas, ¡y vaya que mi imprudencia era enorme! Pero, bueno, se suponía que ya nos teníamos confianza, ¿no? Él, con mucha facilidad, ya podría saberse toda mi vida de memoria, aún si me quedaran partes sin contar, él las sabría.

-¿Por qué dijiste que si te ibas de tu casa, tu madre sería más feliz? –inquirí, subiendo la sábana por mi cuerpo con disimulo, atacada por la vergüenza. Meditó otra vez, y por un segundo creí que no iba a responderme la pregunta.

-Yo le daba muchos problemas. Ninguna madre quiere que un alcohólico viva bajo su techo; aún si es su hijo.

-Tu padre también lo era –supuse.

-Sí… -masculló, pensativo -. No sé cómo esté ella ahora. Aunque puedo apostar a que mejor sin mí.

-Deberías buscarla –dije sin vacilar, aunque me tomé a mí misma como una escandalosa.

-No. Ni siquiera sé dónde está.

-Por eso dije “buscar” –enfaticé, haciéndolo reír. Aunque ésa no había sido mi intención -. Yo apuesto a que tú quieres saberlo.

-Eso no importa –tragó saliva -. Porque de todos modos no hay posibilidades de que yo vuelva a verla.

-Tampoco habían posibilidades de que mi papá fuera un asesino, enemigo de mi novio y con una identidad falsa. Pero así son las cosas.

Suspiró.

-Mira, ahora lo importante eres tú, ¿vale? Regresarás a la escuela, yo iré por ti y veremos qué pasa, ¿bien?

-Justin –insistí.

-Shush –se acercó a mí, ladeando su cuerpo también para mirarme de frente y colocar una de sus manos en mi cadera -. Duerme.

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