Capitulo 28

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-____-:
Su casa me pareció de repente más cálida de lo que recordaba. Las gotas espesas de lluvia gélida golpeaban los vidrios de las ventanas como si fueran a derrumbarse, estremeciéndome con sus leves truenos y con sus repentinas corrientes de aire helado. Y era de esperarse. Ambos estábamos empapados.
-¿Podrías acompañarme sin hacer un berrinche? –arqueó la ceja, extendiéndome su mano. Me ruboricé, qué malcriada había estado siendo, pero supongo que todo en la vida tiene un precio. Me acerqué sin vacilar y tomé su mano, la cual inmediatamente estrechó la mía, y aprisionó mis dedos entre los suyos, deslizándolos con suavidad.
Abrió la puerta de su habitación y la empujó con su hombro, apretujando mi mano con fuerza y haciendo que el corazón me latiera irracionalmente. Me acerqué a su cuerpo, rozando así nuestros brazos y apretujando su mano con más fuerza aún, aunque me parecía imposible. Quería iniciar un juego tonto para ver su bonita sonrisa de nuevo y olvidar todo lo ocurrido. Qué estúpida era.
Soltó mi mano y se paró frente a mí, mirándome a los ojos.
-Quítate la ropa –ordenó. En un segundo, palidecí hasta creer que la sangre se había evaporado de mi cuerpo, mis labios se secaron inmediatamente, y mi corazón se detuvo. Ante mi reacción, él soltó una risita.
-El miedo es para cobardes –se rió.
-Calla –rodé los ojos, nerviosa.
-Bueno, si quieres permanecer mojada y tener que explicarle a tu madre…
Esbocé una sonrisa de alivio, y me quité la chaqueta embadurnada en agua, y la tiré al suelo. Justin me dedicó una mirada de aprobación. Con vergüenza, me subí la camisa hasta la mitad del abdomen, pero no pude seguir, y tragué saliva, haciendo una mueca.
-Esto… no es bueno –ruborizada, desvié la mirada hacia la ventana, que reflejaba luz grisácea directamente hacia mis ojos. Él sacudió sus cabellos húmedos y se cruzó de brazos, con una sonrisa burlona dibujada en su rostro níveo. Y así, achinando sus ojos de la risa, y enseñando la hilera de perlas de su boca, me daba cuenta de que sí seguía siendo un ser humano, y no alguna especie de ángel. Lo miré con el rabillo del ojo, sintiendo, e incluso intuyendo, que mi sangre tenía alguna especie de complot contra mí, y que ahora mismo me estaba jugando otra mala pasada al alojarse justo en mis mejillas.
-Ya te he visto desnuda –rodó los ojos con picardía -. ¿Por qué habrías de tener vergüenza? –rió. Tragué saliva, luchando contra mi garganta obstruida y apretujando mis manos en dos fuertes puños gélidos y sin color.
-Una chica necesita privacidad –protesté -. Y, además, ¿qué esperas con observarme mientras me quito la ropa?
“¿Excitarte?” me reí en mi interior.
Se acercó a mí lentamente, paralizándome el corazón, y me ayudó a cerrar los ojos cuando deslizó sus dedos por mi mejilla, acariciándome. Suspiré violentamente mientras tomaba su muñeca con ambas manos, apretando los párpados. Él tenía ese… “poder” de hacerme caer en menos de cinco segundos.
-Sólo asegúrate de no ponerte la camisa al revés –soltó muy cerca de mi boca, para luego apartarse de sopetón, cerrando la puerta detrás de sí, mientras se reía. Maldito manipulador.
En mis manos estaba su camisa apretujada contra mi abdomen, y entonces comprendí que si relajaba mis manos, quizá pudiese ponérmela. El problema era, que no me había dejado nada más. Gruñí y lancé una mirada de odio hacia la puerta, mientras maldecía a Justin, enviándolo al infierno. Si quería verme desnuda, o por lo menos una gran parte de eso, pues bien, “voy a jugar contigo, Bieber”, sonreí malévolamente. Mi diosa interior estaba encantada.
Me despojé de mis prendas lentamente, haciendo un gran esfuerzo en deslizarlas por mis brazos húmedos y luego tirarlas al suelo con fuerza. Una vez quedé sólo en ropa interior, me deslicé la camisa seca y suave por mi cuerpo, cubriéndome hasta los muslos. Estornudé en mis manos y me miré en el espejo que estaba pegado a la pared. Fruncí el seño, evaluando mi apariencia de mi cabeza hasta los pies; me parecía a un Panda mojado… y medio muerto. Hice una mueca, arrugando la nariz.
-Justin-:
Subí al cuarto luego de haber calculado veintitrés minutos. Una mujer no se puede demorar más de una hora poniéndose una simple camisa… aunque, de hecho, tratándose de ___, el único inexperto aquí, sin duda, era yo.
Subí las escaleras con lentitud mientras las manos me sudaban, y abrí la puerta con lentitud, llevándome una oleada de extraños y violentos cosquilleos que me sacudieron las tripas.
“Mariposas”. Vaya metáfora de mierda. Más bien parecían abejas asesinas.
-Te ves… -me corté, arqueando las cejas, reprimiendo una sonrisa. Ella se ruborizó, y escondió sus piernas pálidas bajo una almohada. Era simple y jodidamente adorable.
-La lluvia no me ha ayudado mucho –sonrió, roja como tomate, denotando más las pecas marrones que poblaban sus mejillas y el puente de su nariz perfilada. Me acerqué con cautela, y me senté al pie de la cama, justo frente a ella. Apoyó su barbilla en sus rodillas.
-Cuéntame de tu vida –masculló, alargando sus labios rosados en una sonrisa inocente. Tragué saliva.
-Mi vida está llena de problemas; cosas que tú no querrías saber –sacudí la cabeza, y volví mi mirada hacia sus ojos claros -. Cuéntame de la tuya.
-Mi vida está llena de cosas aburridas –replicó, bajando la mirada hacia sus pies desnudos. Arqueé levemente los labios y suspiré, quedándonos ambos en silencio durante algunos instantes. Contorneó sus muslos con un dedo, sin mirarme, concentrándose en tocar su propia piel nívea y joven.
-Entonces, bueno –rompí el silencio, apretando los labios -. ¿Nada interesante que puedas contarme? –arqueé una ceja, y me eché a reír. Ella sonrió de oreja a oreja; había notado mi sarcasmo.
-Nada de persecuciones por ahora, muchas gracias –rió tímidamente, acomodándose un mechón de cabello detrás de su oreja perforada -. Pero, yo… Bueno, he estado teniendo algunas… pesadillas –admitió, en un tono espectral. Arqueé una ceja.
-Pesadillas –repetí. Ella asintió, subiendo la mirada.
-¿Qué sueñas? –tuve que preguntar.
-A veces… -meditó, escondiendo la mirada al posarla en su pierna, de nuevo -. Sueño que estoy en un callejón oscuro, o en un lugar húmedo, donde floto –explicó en voz baja. La observé a la expectativa, pero ella no dijo otra sola palabra.
-¿Eso te asusta?
Negó con la cabeza.
-No –suspiró, como si nada -. No es eso lo que me asusta.
Hizo una pausa, mientras se concentraba en hacer círculos sobre su pierna arqueada sobre la almohada.
-La mayoría de las veces te pierdo –susurró, posando su mirada en mí. Me acerqué a ella, tomando su mano pálida bajo la mía.
-No está bien que sueñes conmigo –mascullé, bajando la mirada hacia sus labios entreabiertos -. Debería ser eso lo que te asusta. Debería ser… todo esto.
-Tú mismo dices que el miedo es para cobardes –arqueó una ceja con picardía, y me miró directamente a los ojos -. Yo quiero ser como tú, Justin.
Arrugué el entrecejo. Vaya tontería.
-¿Por qué querrías parecerte a alguien como yo?
-Porque tú nunca tienes miedo –respondió con seguridad en sus palabras, a pesar de que eran irracionalmente absurdas -. Y yo siempre le temo a algo…
-Claro que tengo miedo –me reí en voz baja -. Qué idea tan descabellada y tonta, la tuya.
-Es cierto –protestó, apretando mi mano -. Una chica tiene derecho a soñar.
Me reí.
-No, ____. Tú no quieres ser como yo.
-Pero… puedo intentarlo –musitó, en un hilo de voz. Solté una risita melancólica, y me humedecí los labios con la lengua.
-Hablo enserio, no querrías nunca, jamás, ser como yo. No quiero que seas como yo –musité. Y, sin darme cuenta, nuestras narices ahora se rozaban, y mi mano estaba muy cerca de su cadera. Su mano izquierda sobre la mía, mientras peleábamos en voz baja. Bajó la mirada.
-Quisiera contarte todos mis secretos, pero ya te convertiste en uno de ellos –me mordí el labio con vergüenza; una emoción que no sentía desde hacía… bastante tiempo.
Frunciendo sus labios, acortó la poca distancia que nos quedaba, y apretó sus labios contra los míos, mientras aferraba mi pelo entre sus dedos y me sostenía la mano con la suya.

Lost | Adaptada | Justin Bieber y TúWhere stories live. Discover now