La oscuridad era algo que reinaba en cada rincón de aquella iglesia, las imágenes que estaban perfectamente bien acomodadas en los alrededores solo provocaban que su inquietud aumentará cada vez más.
Un pequeño escalofrío bajó por su espina dorsal cuando una voz grave retumbó en aquel lugar tan silencioso.
De entre la oscuridad, un hombre de atuendo negro y rostro cubierto por una fina capa de maquillaje camino a paso lento hasta llegar al lugar donde se encontraban.
Los ojos de aquel hombre demostraban completa frialdad, era como si estuviera viendo los ojos de un maniquí, no había ningún tipo de emoción en ellos.
—Tu debes ser Park JiMin. -el mencionado asintió con suavidad mientras seguía mirando los ojos de aquel hombre tan misterioso. —Un gusto, yo soy el cura de esta iglesia.