Metamorfosis

By April_Lupin_Snape

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Cada parte de su cuerpo ardía, aún en la inconsciencia podía sentirlo, y a la mente de Harry solo podía venir... More

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Oeuf

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By April_Lupin_Snape

Acto IV: Oeuf

Parte 2: De contradicciones, aceptación y sacrificios.

-¿Sabes cuál es la gran tragedia de este mundo, Will?- comenzó Harry.

Estaban sentados en una de las esas mesas pegadas al vidrio de la ventana, se había preparado lanzando varios hechizos de silencio; miró a William con sus ahora tristes ojos celestes.

-No es la guerra, el hambre, la pobreza o cualquiera de las historias que uno puede ver en las noticias- murmuró, dio un sorbo al café con leche que había pedido-. La tragedia más grande es alguien que niega sus deseos más grandes, sus sueños más grandes- La respiración de Will pareció detenerse-. Alguien que se está torturando a sí mismo todos los días, tratando de encajar en un molde que nunca tuvo la intención de contenerlos- vio bajo una nueva luz a Harry.

Él lo sabía, por supuesto que lo sabía, su empatía iba mucho más allá que la suya, él sabía lo que era Hannibal.

-¿Y qué hay que hacer cuando se han liberado de ése molde, sólo para encontrarse con el aborrecible resto de la sociedad? ¿No es mejor quedarse en el molde? -preguntó Will.

Harry le regaló una sonrisa y no era aquella tierna que lo conmovía con sus tiernos afectos, no. Era una cosa perversa y malvada; y ello, junto con sus ojos granates no hacían sino hacerlo más parecido a su padre.

-Es por eso que debes encontrar a alguien que comparta tus deseos, Will. Hace soportable el tedio de la sociedad cuando hay alguien que te entiende.

La mirada del agente vagó por el paisaje fuera de la ventana.

-No soy un asesino- fue su respuesta, la más segura que había dado en muchos años y Harry sabía que era verdad porque lo veía en sus ojos, y porque había echado algo de veritaserum en la bebida de Will cuando se había ofrecido a buscarlo.

-Nunca te pediríamos más de lo que eres capaz en un momento dado- Harry lo miraba impasible y Will comenzó a irritarse.

-Eso suena a que quisieran que los acompañe.

El menor se vio ligeramente avergonzado y eso consoló de una forma retorcida al castaño, al menos no todo era desapego y una irónica falta de empatía.

-Mi padre te acepta, Will. Cada parte de ti, incluso las partes que suprimes- la mano de Harry tomó la del agente y dejó un pequeño apretón antes de soltarlo- ¿Cómo se sintió, Will? ¿Cómo te sentiste al dispararle diez veces a Garret Jacob Hobbs? Bañado de sangre, dominándolo, salvando a Abigail.

William cerró los ojos.

Vio la sangre salpicada en las encimeras de la cocina de los Hobbs, los temblores del hombre, la luz que poco a poco se desvanecía de sus ojos. Sintió el pulso cada vez más lento de Abigail bajo sus manos, sintió las de Hannibal cubriendo las suyas, ayudándolo a salvar una vida. Sintió la intensa mirada de Hannibal y sus ojos haciendo contacto, la transición de la lujuria al miedo cuando por fin recuperó los sentidos y vio lo que había hecho. Las manos de manchadas del psiquiatra que tomaron con delicadeza sus muñecas, guiándolo lejos del cuello de Abigail. Lo sostuvo, lo contuvo, lo amenazó. Sus ojos oscuros reflejaron la amenaza de todo lo que desencadenaría su unión tan íntima en ese entonces.

Will se estremeció.

-Se sentía...- luchó con las palabras que querían salir.

-Dime Will- el menor se oía y se veía tan comprensivo. Se mordió la lengua-. Dilo- susurró Harry.

-Fue hermoso- se rindió ante la honestidad.

-Y para papá también lo fuiste- respondió a su vez el adolescente.

No pudo mantener sus miradas unidas y con un suave rubor la desvió.

-La voluntad es carne hecha de acerco, de polvora, de resistencia a la tracción irrompible. Tú ya eres agudo, y te harás aún más agudo, Will... o al menos es lo que me había dicho mi padre cuando le pregunté por ti en la casa de mis tíos- continuó Harry, más que dispuesto a hacer por lo menos dudar al agente.

-Arranca el traje humano que usas para revelar quién eres- murmuró Will mirando su taza casi vacía.

-Quiero saber qué es lo que realmente sientes, Will. Porque todo lo que te mostramos de nosotros mismos, al menos en sentimiento, fue verdad.

El pecho de Will dolió. De repente se sintió tan cansado, sólo quería dormir, llorar y esconderse en un lugar oscuro y solitario con sus perros.

-No sé, Harry- dijo casi sollozando-. Hay momentos en los que siento que debo llamar a Jack y mandarlo todo a la mierda- no se disculpó por las groserías y a Harry no parecía importarle tanto como a Hannibal sus modales-. Y aun así hay una parte de mí que siente que ésta podría ser una manera fácil de salir de la sofocante cordura de este mundo, y de la oscuridad que no es mía- resopló con la nariz seca, bebió lo último de su café y miró a Harry.

-¿Tienes miedo de ser como él? ¿De que tu verdadero ser se parezca demasiado a mi padre? -preguntó.

Will bajó sus ojos a sus manos entrelazadas sobre la mesa.

-Yo soy como él, ¿Recuerdas? Sólo se tiene un compañero-repitió las palabras de Lexie.

La compresión llegó al adolecente, pero se abstuvo de cualquier demostración de felicidad. Sin embargo, tomó aliento antes de girarse a la ventana y evitar su mirada.

-Tienes miedo de perderte en tus deseos- concluyó, volviendo al mismo tema, una y otra vez.

-No- dijo Will apretando los labios-. Tengo miedo de encontrarme con ellos- un tenso silencio se levantó alrededor de ambos.

Transición imposible; se dijo mentalmente el castaño, recordando todos los momentos al lado del hombre que ahora era su perdición.

Will Graham nunca había sabido realmente qué era exactamente lo que debería haber salido de los momentos fugaces y débiles de mirar al otro; esos momentos donde parecía que no se ocultaban nada, donde no sabía de qué tener cuidado, qué temer y proteger. Tuvo que pagar un precio muy alto por eso. Dolor inminente. Dolor insoportable de carecer aún queriendo.

¿Era éso algo para llamarse comprensión recíproca? ¿O fue simplemente un chantaje escalado al nivel de sentimientos nobles?

-Hay una oscuridad en ti, Will. Todo lo que estamos haciendo es abrir la puerta- murmuró Harry. No había maldad alguna en su voz, no había manipulación, sólo el deseo de felicidad para Will. Y él puede sentirlo a través de su empatía-. Ésta es la piscina de la que sacarás tu furia. Cada uno de nosotros tiene un miedo dentro de nuestra alma que nos impulsa. Éste es el pozo del infierno del cual brotarás y te levantarás- el rostro del castaño permaneció impasible, mantenía sus dedos quietos muy a pesar se sí mismo y su ansiedad.

-¿Hablando por experiencia? -preguntó. Harry volvió a sonreír de manera malvada.

-¿Me tienes miedo, Will? -contestó con una pregunta.

El agente frunció el ceño: -No -fue su respuesta.

-¿Lo harías si supieras que fui yo quien mató a mis tíos? -

William no supo que responder ante eso, porque no pensó que todos en esa familia fueran asesinos, maldita sea.

-Sólo déjame mostrarte Will -el menor extendió la mano y a pesar de no haber dado una respuesta vocal dejo que las yemas de sus dedos hicieran contacto con las de Harry.

Los ojos del menor se volvieron rojos y antes de que Will supiera qué pasaba, los recuerdos de la noche en que fallecieron los tíos del chico llegaron a su mente.

Todo fue intoxicante. Desde el odio de Harry hacia su tío hasta la compasión que sintió por su tía y primo. El poder que llegó a él a través de ése horrible hombre, la necesidad de cariño para con Hannibal, la necesidad de complacerlo y el deseo de aprender, un deseo que no lo había abandonado.

-La sed de sangre es algo con lo que uno nace, Will. Es parte de nosotros y cuando llama no podemos ignorarla mucho tiempo. Mi padre no pudo, yo no pude y tú tampoco lo harás- entonces sus ojos se vieron tristes nuevamente y evitó a toda costa su mirada-. Comprendo lo que sientes, Will; más de lo que te imaginas, ¿piensas acaso que nunca pasó por mi mente la posibilidad de matar yo solo a mis tíos? Sin la ayuda de papá, ¿Que no pensé en el suicidio? Simplemente para descansar de todo, para dejar de luchar, para dejar todos esos pensamientos bañados en sangre- un tenso silencio se levantó y Harry apretó los puños sobre la mesa-. El que nos hayas abandonado no es lo que más duele; dolió como la mierda, sí; pero, por qué dudas de nuestro amor hacía ti -las lágrimas que Harry contenía cayeron.

El pecho de Will dolió como si hubiera sido apuñalado.

-Debería ser yo quien dude; digo, fui el último en aparecer. Cuando conocí a papá él ya quería a Abigail, ya te quería a ti; ya formaban una familia juntos, yo sólo era un extraño que apareció de la nada. Yo solo quería una familia, te elegí a ti para formar parte de ella y fue lo más malditamente honesto que hice.

Will se levantó de golpe de la silla, no dudó en rodear la mesa y sentarse al lado del adolecente.

-Lo siento, Harry- susurró rodeando su cuerpo en un abrazo-. Sé que duele; pero a mí me duele incluso más. Yo creía haber querido a tu padre, y él me traicionó, tú me traicionaste y probablemente Abigail también lo hizo- un sollozo mucho más fuerte vino de Harry, el agente lo apretó con más fuerza a su costado-. Necesito tiempo, pensar en qué haré. Soy un agente de la ley, ustedes son... asesinos, ¿entiendes lo absurdo de todo esto?

-Nuestros sentimientos por ti no son absurdos, Will.

-Sabes que no es eso a lo que me refiero- Harry se dejó abrazar y durante unos minutos permanecieron así.

-¿Nos odias, Will? ¿Odias a papá? -preguntó el mago.

El mayor realmente detestaba escuchar esa fragilidad en la voz del chico.

-Yo... odio no tenerlo cerca y me odio por no llamarlo. Pero sobre todo, odio no poder odiarlo; porque no lo odio, ni siquiera un poco, en lo absoluto- susurraba abrazando al menor-. Pero eso no significa que no duela. Unos meses atrás ni siquiera me habría importado, llamaría a Jack, le diría mis sospechas y todo listo, tu padre estaría bajo vigilancia y yo con mis perros- sintió a Harry tensarse, pero no pudo hacer nada para tranquilizarlo-. Ahora es diferente, cada cosa mala que tu padre me hizo duele, y yo no manejo muy bien el dolor, Harry. Soy grosero cuando me enojo y estoy triste- una pequeña risita rota salió del chico, los sollozos se detuvieron, pero las lágrimas continuaban cayendo por sus mejillas.

-Papá había dicho algo de eso. Él no sabe que estoy aquí, nosotros hacemos todo lo posible para distraerlo. Pero siempre piensa en ti y se entristece- el corazón de Will comenzó a bombear más fuerte, una pequeña esperanza comenzando a crecer en su interior.

-Él lo supo, sabes, sólo tuvo que cruzar miradas ésa noche para darse cuenta que tú ya sabías. Se suponía que no iba a ser así, se suponía que iba a decírtelo más adelante.

Se lo iba a decir, se repitió mentalmente Will. Realmente el hombre le iba a confesar su secreto.

-Pero a pesar de todo estaba tan feliz, por fin podrías verlo sin ningún velo sobre sus sentimientos. Sólo él, Hannibal, el hombre, el padre, el amante, el asesino.

-Los psicópatas no pueden amar, Harry- repitió la misma oración que se había estado diciendo una y otra vez desde que se enteró.

-¿Entonces cómo amas a mi padre?

Will sopesó las palabras de Harry. ¿Entonces cómo amaba a Hannibal, realmente?

-No lo sé- murmuró, sabiendo que no tenía cómo responder.

-Debo irme, se me hace tarde y Abigail y Dobby no podrán cubrirme mucho tiempo- comenzó a levantarse y pero se detuvo por un momento-. Yo... me gustaría que utilices esto. Me avisará si estás en peligro, también avisará a ti si papá o yo lo estamos, es sólo para mi bienestar mental, ¿podrías? -William observó el bonito brazalete de oro con una diminuta joya roja colgando, era mágico, con sólo mirarlo podría decirlo.

Indeciso pensó en los pros y contras de llevarlo. Su mente le decía que estaría mal aceptarlo.

-De acuerdo- su corazón había ganado.

Dejó que el menor le pusiera el brazalete y observó con dolor cómo se marchaba. ¿Había sentido éste dolor Hannibal cuando él se fue? ¿Cuando lo abandonó? Will no lo creía, pero algo en su mente le decía que en realidad el dolor del hombre era mucho mayor.








Bedelia era una mujer inteligente, una de las pocas que podía ver a través de la máscara de Hannibal, aunque fuera un poco. Sin embargo, su instinto de supervivencia parecía desaparecer en su compañía. Ella lo miraba con una ceja arqueada y una pequeña contracción en la esquina de los labios formando una mueca burlona. Como si ella en verdad pudiera burlarse de él.

-Estás obsesionado con Will Graham- la expresión del hombre continuaba en blanco, mirando en silencio a la rubia.

Para Bedelia, había algo patético en Hannibal Lecter. Aún con todos los rincones impecables y agudos de su mente, agarraba a Will Graham con la torpeza oculta de un niño celoso, codiciando su juguete favorito.

-Creo que la forma correcta de decirlo es, de hecho, que estoy enamorado de Will- Hannibal disfrutó de la breve contracción en el rostro de la mujer, la mandíbula apretada, la mirada traicionada, él lo había notado todo.

-¿Realmente puedes estarlo? -atacó ella y el hombre sólo le regaló una sonrisa burlona.

-Puedo, sí; porque él es el indicado para mí.

Durante mucho tiempo ninguno volvió a hablar.









Mientras Hannibal estaba en terapia, Will permaneció en silencio en la morgue.

Los agentes Katz y Price estudiaban el cadáver del trombonista mientras a su mente únicamente venían las palabras de Harry. Observó al hombre en la fría mesa de metal e hizo una mueca despectiva con la boca.

-¿Algo que aportar, Will? -preguntó una sonriente Bervely.

El castaño la miró y rápidamente desvió sus ojos. Maldijo en silencio cuando Jack giró hacia él en busca de respuestas.

-Esto es arrogante, busca llamar la atención, pero también humillar- murmuró, se acercó al cuerpo y con delicadeza palpó las cuerdas vocales de la víctima-. Estamos ante un músico experto. Vean el cuidado con que ha tratado las cuerdas del hombre- Bervely levantó una de sus cejas curiosa y contrariada-. No ha matado así antes- murmuró lo último en voz grave, las miradas de todos se dirigieron a él.

-¿A qué te refieres? -preguntó Jack, todo lo paranoico que podía estar ante una nueva víctima del Destripador.

Pobre, pensó Will. Si solo supiera.

-Esto requiere una mano firme, una confianza. Ha matado antes, pero no de ésta manera. Este es un músico experto que está probando un nuevo instrumento- el silencio pesado se instaló en la morgue y más de una mirada sospechosa cayó sobre él-. No es así como mata. Normalmente, no mata para una audiencia- continuó, recordando la forma en la que fue expuesta el cuerpo.

-Dime que no es lo que creo- Jack dio una exhalación fuerte por la nariz y el castaño de ojos azules giró a verlo, inclinando la cabeza.

-Creo que quiere mostrarle a alguien lo bien que juega- un escalofrío lo recorrió.

No, no, no, no. Se repetía mentalmente, eso no podía estar sucediendo.

-¿Te encuentras bien, Will? -el hombre de color se veía visiblemente preocupado, pero el émpata no sabría decir si la preocupación era realmente por él o por su tacita de té que podría romperse.

-No- respondió y los demás del equipo dieron un pequeño pasó hacia atrás, algo salvaje comenzaba a verse en sus ojos-. Me voy a casa Jack- avisó y salió con prisa del lugar.

¡Una serenata! UNA JODIDA SERENATA.

Hannibal era suyo, maldita sea.

Su asesino, su Destripador, su compañero, ¡su familia!

No iba a dejar que éste asesino, quien sea que fuera, se lo arrebatara -como si pudiera-. Ni siquiera dejaría que lo cortejara de esta manera tan vulgar y poco artística, de ninguna manera.

El hombre era suyo.

Mataría a ese intento de asesino serial, claro que lo haría; y llevaría su corazón en bandeja de oro al psiquiatra para suplicar su perdón por haberlo abandonarlo, por ser un cobarde.

Dio un profundo suspiro antes de marchar a casa.

En el camino intentó contactar con Abigail; sin embargo, las llamadas eran desviadas. Le dolió que la chica ni siquiera se molestara en contestar sus llamadas. Volvió a suspirar, mientras su mirada no se apartaba del camino y sus manos apretaban con fuerza el volante.

'Te sientes amenazado' oyó la vocecita de Lexie a través de su vínculo, Will apretó los dientes.

-Cualquiera lo estaría si tratan de robarle a su compañero- gruñó, apretando fuertemente la mandíbula.

'Tu asesino parece saber lo mucho que el Wendigo aprecia el arte' Will tuvo que frenar de golpe, en medio de la carretera, no había ni una sola alma a su alrededor.

-Maldito músico de pacotilla- dio un suspiro y de pronto se calmó, ya no oía su respiración acelerada, su corazón estaba calmo y sus ojos parecían más fríos que antes, tomó su celular y llamó ésta vez a Harry, quien al tercer tono respondió.

''-Agente Graham-'' fue su saludo. Cortés y sin embargo frío como nunca lo había oído.

-Tobías Budge dejó el cadáver del trombonista para tu padre- fue todo lo que dijo, se obligó a sí mismo a no demostrar el dolor que sentía.

''-¿Qué te hace pensar que es para él? -'' fue la respuesta tras un momento de silencio, Will quiso arrancarse los cabellos.

-¿Conoces a otro asesino serial en área? Es una serenata- escupió lo último con desdén.

''-De acuerdo, nos mantendremos en alerta-'' dijo Harry y Will se mordió la lengua para no preguntar por su padre.

-Sólo cuídense- pidió en un susurro.

William quiso llorar cuando segundos después la llamada se cortó.

Llegó a casa en silencio sepulcral y ni siquiera la compañía de su paquete o de Lexie logró animarlo, solo quedó allí, en silencio frente a su escritorio construyendo un nuevo cebo para pescar. A su mente venían cada uno de los recuerdos con su psiquiatra, su pecho comenzó a doler de nuevo y aún así no llegaba a acostumbrarse, sentía que nunca lo haría.






















Will era, para Hannibal, todo lo que él creía que no era. Era la fuerza, la resistencia, la belleza, la inteligencia; todo envuelto en el cuerpo de alguien de voluntad fuerte guiado por sus temores. La forma en la que gravitaba hacia Hannibal era hermosa en sí misma, y hacía que el psiquiatra quisiera envolverlo en sus brazos y esconderlo en las profundidades de su hogar para siempre, para protegerlo del mundo que buscaba hacerle daño y verlo destrozado.

Durante semanas el hombre mayor se preguntó si podría alguna vez atenderlo con amor, darle todo lo que necesitase. Se preguntó si Will se permitiría ése lujo alguna vez.

A su lado, el agente vivía en un estado de energía nerviosa, que se desplazaba, se retorcía y parecía no poder estar cómodo.

Nada ilumina a los defensores. Les gusta crear una solución que cambie la vida de las personas.

William era su defensor, su protector, su mangosta.

Había estado interesado en él incluso antes de conocerlo: estaba intrigado por las habilidades únicas del hombre que hacía posible que experimentara una escena del crimen desde adentro. Viendo al asesino y su diseño original, estando en su mente, siendo ellos, enteramente, aunque sólo fuera por un poco tiempo, en pensamientos, sentimientos, deseos y ambición.

Entonces había conocido a Will Graham en persona. Hannibal realmente estaba acostumbrado a no tener ninguna expectativa sobre la humanidad, un grupo de personas en su mayoría aburridas y demasiado predecibles, pero sintió una inesperada y repentina fascinación por el hombre. Un grupo de neurosis y sensibilidades excesivas, una mente increíblemente perceptiva; todo envuelto en un exterior desaliñado y rudo, que no hizo más que realzar, a los ojos del psiquiatra, lo precioso y diferente que era Will de cualquier otra persona que había conocido antes.

Que similar a él, tal vez. Para nada parecido a la pequeña basura parada frente a él, que sonreía arrogantemente.

Habló cortésmente con el hombre frente a él pidiendo un arreglo de las cuerdas de su clave observando con curiosidad cada uno de los instrumentos que ponía en exhibición en la pequeña tienda.

-¿Todos sus instrumentos tienen cuerdas de tripa de gato? -preguntó. El hombre sonrió de forma oscura.

-La mayoría, brindan un tono más dulce al sonido- Hannibal asintió, dio su dirección para la visita del hombre y lo invitó a cenar.

Haberlo dejado vivo cuando asesinó a Andrew Cadwell con ayuda de Harry había sido un error. Se sentía curioso, sí; pero el cuadro que dejó para él lo decepcionó, no merecía su atención. Se marchó del lugar llamando a su hijo, tenían cosas que planear.

























Cuando Alana llegó a casa de Will, preocupada, lo encontró frente a la chimenea, con un vaso de Whisky en la mano e intentó acercarse; sin embargo, los perros comenzaron a gruñir hacia ella.

-Ummh, ¿Will? -llamó la mujer.

El castaño se giró a verla y ésta retrocedió al conectar sus ojos. Había algo oscuro en ellos, pero igualmente atrayente. Se veían malvados.

-¿Qué haces aquí, Dr. Bloom? -preguntó confundido, frunció el ceño y dio un bajo silbido y el paquete retrocedió, aunque permanecieron alertas a cualquier movimiento de la visitante.

-Estaba preocupada. Jack me dijo que no estabas bien- alzó una ceja en su dirección, poco impresionado.

-¿Fue por eso que tuviste que conducir más de dos horas hasta aquí? ¿No confías en que conteste el celular? ¿O no confías en que diga la verdad? -la mujer apretó los labios, incluso sus perfectas manos con manicura se hicieron puños.

-No hay que ser groseros, Will. Sólo estaba preocupada.

El émpata se levantó del sofá, su vaso medio vacío fue colocado en una pequeña mesita frente al sofá y avanzó hacia la mujer, que instintivamente retrocedió un par de pasos.

-¿Preocupada por mí? ¿O por mi mente? -Alana apretó aún más los labios, su bonito rostro ahora traía el ceño fruncido.

-Will...- comenzó la mujer.

-Realmente odio la incapacidad que tienes para separar tu interés profesional de nuestra supuesta amistad

-¿Supuesta amistad? -Alana se vio herida y Will estuvo muy tentado a rodar los ojos.

-Dra. Bloom, no quiero ser más rudo, pero en serio necesito estar solo-

La mujer se cruzó de brazos, reticente a hacer lo que le pidieron.

El agente gruñó por lo bajo.

-Will, no te ves nada bien, ¿qué pasó? Sabes que puedo ayudarte. Si me lo pides lo haré- el castaño dio un sonoro suspiro y avanzó un paso hacia ella.

-Lo que me pasó fue culpa mía y sólo yo puedo arreglarlo- la mujer no se veía nada convencida y el castaño no se detuvo para evitar rodar los ojos-. Es mi negocio con Hannibal, no tienes nada que ver- ahora Alana se veía confundida y curiosa. Visiblemente interesada de lo que sea que tenían.

-Las últimas semanas los he visto muy unidos, ¿Fue alguna pelea por culpa de Abigail? Sé que te encariñaste mucho con ella.

Will comenzó a negar la cabeza, ¿Acaso no entendía que quería que se fuera?

-Hannibal y yo tomamos el papel de padres para con ella, peleamos porque no confié en él- su voz se hizo un susurro y su mirada bajó al suelo-. Yo lo traicioné- una mano subió a su rostro y se asustó al sentir una lágrima caer por su mejilla.

Alana lo veía sorprendida. Sus enormes ojos azules lo veían conmocionados y su boca se hallaba ligeramente abierta, tuvo que parpadear un par de veces antes de que la realización llegara a ella.

-¿Tú... tienes sentimientos por Hannibal? -preguntó visiblemente herida, una pizca de traición brillando en sus ojos.

Will ni siquiera se molestó en mirarla.

-Yo lo amo.

Desde la perspectiva de Alana; Will se veía solo como una sombra del hombre que era, como una mangosta simulando ser un ratón, ya no era el mismo.

Y a William la realización de sus palabras le fracturó el alma. El cristal perforó su mente, su consuelo, al darse cuenta de que nada se había sentido así, que todo se ampliaba en un mayor grado. El dolor y el sufrimiento, sí, pero también la alegría y su potencial.

Amor. Se dijo a sí mismo.

¿Qué otra emoción había para describir éste sentimiento? El amor parecía demasiado pequeño y, sin embargo, la única palabra adecuada para ello. ¿De qué otra manera era posible odiar tanto a alguien, si no lo amabas en igual medida? Will miró a Alana a los ojos y se deleitó en su dolor.

''Yo nací para él'' se dijo a sí mismo.

Debió haberse congelado, ponerse ligeramente rígido, ya que la mujer se acercó y colocó sus manos en sus mejillas.

-Will- llamó.

Él se alejó del contacto como si quemara. No se sentía correcto.

-Tengo cosas que hacer, Alana. Si me disculpas- murmuró alejándose de ella.

Alana Bloom se veía trastocada, herida, indignada. Y aun así hizo lo que Will le pidió, se marchó y lo dejó en la solitaria casa llena de perros.

'Eso fue un gran avance' la vocecita de Lexie se escuchó en la sala y las colitas de los perros comenzaron a moverse con alegría. La figura resplandeciente del hada comenzó a levitar al rededor del castaño quien volvió a sentarse en el sofá con desgana, sus codos sobre las rodillas y sus manos ocultando parcialmente su rostro.

-No puedo creer que hasta ahora me diera cuenta- murmuró.

La pequeña hadita decidió sentarse al borde de la mesita frente al sofá, mirando al hombre miserable sentado sin hacer nada.

'Sí, bueno. Eres medio estúpido y eso no se puede cambiar' la criatura comenzó a balancear las piernas aburrida. 'El punto de este tema es... ¿Harás algo al respecto?' La mirada de la criatura era curiosa.

William se había levantado de repente de su autocompadecimiento y la miró con determinación. Ninguna palabra fue dicha, pero una decisión había sido tomada.



















Harry se hallaba en la mesa, Abigail estaba a su lado y frente a él se sentaba Tobías Budge con una sonrisa muy pagada de sí misma que quería destruir a base de golpes -bastante bárbaro de su parte, pero era su instinto, no podía luchar contra él-, su padre se encontraba en la cocina, preparando los platos a servir.

-¿Vino? -preguntó el menor, levantándose de su asiento y tomando el decantador, el hombre de color asintió en silencio y con un grácil movimiento sirvió una copa a Tobías y otra media copa para Abigail.

El dueño de la tienda de instrumentos había aparecido ésa tarde con la excusa pobre de cambiar las cuerdas del clavicordio de su padre. Una vez terminado se dejó encantar por una pieza especialmente oscura interpretada de manera excepcional. El hombre tenía talento, sí, pero no para matar; y su talento en la música no era lo suficiente como para no eliminarlo.

Hannibal invitó al hombre a cenar luego de que Harry pasara una mano desnuda por las teclas del instrumento y le haya confirmado lo obvio. El menor de los Lecter evitó fruncir el ceño ante lo satisfecho que se veía el hombre con la propuesta de permanecer más tiempo en su hogar. Tan vulgar.

Ahora lo observaba en silencio, mientras su padre servía una de sus muy espectaculares cenas.

-Perdóneme por ser tan franco, Tobías, pero, ¿Fue usted quien mató al trombonista? -la voz de Harry se alzó en el tenso silencio que se había formado tras servirse el plato principal.

-¿Es realmente necesario preguntar? -fue su vaga respuesta, el menor paró de comer antes de sonreír.

-No, solo buscaba iniciar conversación.

Una risita se escuchó por parte de Abigail y el psiquiatra tuvo que suspirar.

-Me disculpo por mis hijos, me temo que no pueden controlar su curiosidad- la voz aburrida del rubio se escuchó.

Los ojos del músico se centraron únicamente en él, ignorando por completo a ambos adolescentes bastante encabronados y con escalpelos escondidos entre sus ropas. Aquello no era una buena idea.

-Franklyn le dio mi mensaje- el hombre se veía visiblemente feliz.

-El F.B.I investiga el asesinato- respondió con obviedad Abigail.

Los ojos de Hannibal brillaron con cierto orgullo. El invitado arrugó la nariz, indignado por ser interrumpido.

-Van a encontrarlo- dijo el psiquiatra.

-Que lo hagan- contestó a su vez el otro hombre.

Harry y Abigail sólo comieron en silencio, como si no hubiese un asesino desconocido frente a ellos.

-¿Desea ser atrapado? -preguntó curioso Harry.

El invitado lo mira con una pequeña chispa de diversión brillando en sus ojos.

-Deseo que lo intenten- comenzó a hablar -Me investigarán por mi tienda de cuerdas. Enviarán oficiales a investigar y los mataré- dijo con tranquilidad y simpleza.

Las alarmas sonaron en las mentes de cada uno de los miembros de la familia Lecter.

Lo más probable era que el idiota de Jack mandara a Will a interrogar al sospechoso, un hombre bastante capacitado -de una forma nefasta, cabe aclarar- en el arte de matar.

Un sudor frío envolvió al psiquiatra; quería proteger a su mangosta, con todo lo que podía, pero si moría a manos de un asesino tan vulgar como Tobias Budge, entonces no sería digno de ser el compañero del Wendigo. Debían esperar, y eso era lo que más odiaban los Lecter.

-Y mataré a Franklyn y luego desapareceré- sonrió el hombre de color.

-No mate a Franklyn- Hannibal deseaba tanto deshacerse del hombrecito por su propia mano -Me muero por hacerlo- terminó con el inicio de una sonrisa divertida.

-De hecho, deseaba matarlo a usted.

Con disimulo, Abigail comenzó a sacar parte del escalpelo escondido en la manga de su ropa. Sólo un movimiento brusco o algo que la alertara y el objeto filoso sería clavado en la yugular del músico.

Hannibal por otro lado, se veía aún más divertido y curioso.

-Por supuesto- dijo - Soy delgado, los animales delgados tienen las tripas más fuertes. ¿Qué le hizo desistir de matarme? -el rubio cortó un pedazo de carne -¿O no ha desistido? -llevó la carne a su boca y la saboreó.

Harry permaneció tranquilo y atento, era una posibilidad, incluso ahora estaban corriendo mucho peligro, pero pudo controlarse. Eran magos, al menos ambos varones, no podrían morir tan fácilmente.

-Desistí después de seguirlos una noche a un depósito abandonado de autobuses- comentó casual, su mirada ahora fija en Harry -Es un niño muy talentoso su hijo- dijo sin temor alguno.

-¡Cuánta imprudencia! -respondió el psiquiatra escandalizado, sin dejarse intimidar.

Tobías lo vio porque él quiso que así fuera. Si lo deseara, estaría muerto sobre su mesa en ese mismo instante; pero, ¿qué habría de divertido en ello?

-No diré nada de lo que vi- aseguró bastante complacido por el giro inesperado de los acontecimientos y por la aparente sorpresa en los rostros de los anfitriones -No le concierne mi imprudencia, después de todo- estaba más que claro que ninguno de los Lecter le creyó.

-Por supuesto que nos concierne- habló Abigail.

-Llamará atención innecesaria, no solo hacia usted- continuó Harry.

El patriarca de los Lecter bajó sus cubiertos y miró al invitado sin ninguna emoción filtrándose en su rostro.

-Necesito un amigo, alguien que me entienda, que vea al mundo y a las personas de la forma en que yo los veo- Habló el hombre de color, un intento de sonrisa conciliadora en su rostro.

- Sé cómo se siente- la mirada de Hannibal sostuvo la de su invitado -Pero no quiero ser su amigo.

La máscara de amabilidad cayó del rostro de Tobías y sólo quedó una expresión fría y vacía.

-¿Y entonces para qué me ha invitado a cenar? -preguntó, su voz se escuchó arrastrada, como si intentará controlar su enojo.

-Íbamos a matarlo, por supuesto- fue la respuesta de Abigail y pudieron ver cómo la realización llegaba a los ojos del hombre antes de que bajara la mirada al plato.

Ésta familia era de cuidado.

-No lo envenené. No le haría éso a la comida- Hannibal habló, indignado porque siquiera pensara que haría eso.

-Aunque es interesante que actué de esa manera- comentó burlón Harry a su padre. Su mirada divertida no se despegaba del hombre de color-. Digo, la noche que nos siguió parecía tan encantado y emocionado por vernos asesinar a Andrew Caldwell- comenzó, y se llevó un pequeño pedazo de carne a la boca, saboreando la exquisita comida. -Y ahora que lo está comiendo, incluso piensa que está envenenado.

La risita de Abigail ya no se oía encantadora, es más, era tétrica en medio del silencio del comedor. Los ojos de la familia brillaron con diversión insana y miró con horror el plato frente a él.

-¿... Ése hombre? -ni siquiera pudo terminar la pregunta, el asentimiento de la chica respondió lo que necesitaba saber. Luego frunció el ceño-. ¿Ustedes sabían que estaba allí?

Los ojos de Hannibal brillaron como locos y entonces lo supo.

Todo éste tiempo había sido manipulado por ésa familia, ellos se habían dejado seguir, ellos habían dejado que viviera sólo para su disfrute y diversión. Se sintió humillado y en verdadero peligro.

No se despidió de la familia a pesar de lo corteses que habían sido durante toda la velada.

Nadie notó el par de ojos azules que los observaban desde la oscuridad a unos metros de distancia.

Will lo vio todo. Vio salir a Tobías Budge de la casa de los Lecter con un rostro de miedo; vio como nada más al éste darse vuelta, Harry sacó su escalpelo e intentó atacarlo, siendo detenido por un muy tranquilo Hannibal, quien solo negó con una sonrisa; vio el puchero de Harry al no poder atacar y luego la sonrisa macabra que ambos regalaron a Tobías una vez éste se volvió hacía ellos.

Ésa era su familia.















Nuevamente, en medicina forense, todos aportaban ideas sobre sospechosos para el caso.

Jack se veía con su frustración usual, Will se hallaba sentado en una esquina oscura pensativo e ignorando los acercamientos amistosos de la agente Katz.

-¿Quién provee cuerdas a la Filarmónica de Baltimore? -preguntó el agente Price, nadie respondió y Jack comenzó a gruñir.

-Empiecen por ahí- dijo comenzando a marchar fuera de la habitación.

-Tobías Budge- medio gritó el castaño.

El caminar de Jack se detuvo y apenas se giró a mirar a Will, aún medio escondido en la esquina de la oficina.

-¿Y ése quién es? ¿Un sospechoso? -Jack frunció el ceño.

-No, es el asesino- un tenso silencio se formó en la sala.

-¿Qué quieres decir exactamente con eso? -la voz de Brian Zeller se oía incrédula.

-Lo conocí en la ópera, había algo mal en él- más de uno levantó la ceja con sorpresa y curiosidad.

-¿Desde cuándo vas a la ópera? -preguntó Jack.

El castaño de ojos azules no dudó en rodar los ojos, molestando aún más a su jefe.

-Presta atención Jack. El hombre tiene una tienda de música y de cuerdas en Baltimore- eso pareció alertar a los demás.

-Quiero ir, Jack- pidió.

El hombre de color lo miró fijamente.

-¿Estás seguro? La última vez que fuiste a interrogar a un sospechoso, diez balas impactaron en él- Will apretó los labios enojado, más no hizo ninguna otra expresión, únicamente continuó mirando a su jefe.

-Está bien, pero ve con dos oficiales- dijo tras un breve suspiro. Aceptó demasiado ocupado tratando de encontrar a Miriam Lass, aún su favorita.

Will ni siquiera la conocía, pero ya la odiaba. Él llegó para llenar su espacio vacío con su desequilibrada presencia, ella llegó a encontrar a Hannibal, su Hannibal. Odiaba la sensación de ser el segundo en todo y, más aún, en ser el segundo que llamó la atención del psiquiatra, debía ser el único.

El castaño asintió y se dispuso a salir de Quantico en dirección a la estúpida tienda de ese maldito, con dos oficiales y un arma. Ignoró deliberadamente las miradas de cautela y desdén que esos cerdos vestidos de policías le enviaban.

Ingresó a la tienda y la campana sonó, observó al hombre despidiendo a un alumno y lo miró con seriedad.

-Agente Especial Will Graham- se presentó, miró con seriedad al hombre- ¿Es usted el dueño del establecimiento? -preguntó.

El maldito se veía sumamente tranquilo. Un gruñido comenzó a formarse, pero tuvo que evitarlo, aún no era tiempo.

-Sí, Tobías Budge, ¿Me permiten despedir a mi alumno? -pidió.

Will asintió.

Un niño apenas uno o dos años menor que Harry miró con temor a todos en el lugar y se marchó con rapidez.

-¿En qué puedo ayudarlos? -preguntó con tranquilidad.

-Investigamos la muerte de Douglas Wilson- inclinó levemente su cabeza, sus ojos azules parecieron perforar su alma.

-El trombonista- asintió.

-¿Lo conocía? -preguntó con sospecha.

-Oí hablar de él- se veía demasiado tranquilo, demasiado sospechoso -Baltimore es pequeño, la comunidad artística lo es aún más- explicó.

-Por eso estamos aquí- recalcó Will.

-Oí que cortaron su garganta, intentaron tocarlo con un arco- Will ignoró los rostros asqueados de los policías y dio una profunda mirada al hombre frente a él antes de sonreírle con maldad.

-¿Por qué dice que lo intentaron?

-Las cuerdas deben ser tratadas- dijo Tobías como si fuera lo más obvio -No puedes abrir a alguien y tratar que sus entrañas produzcan algún sonido- lo explicó como si fuera algo lógico.

-Sus cuerdas vocales fueron tratadas químicamente- comentó Will, comenzando a observar los instrumentos del lugar. No quería verlo, tan vulgar, tan poco interesante tratando de llamar la atención de SU compañero.

-De la misma manera en la que lo hacen con las cuerdas de tripas de gato- continuó Will.

-¿Busca a alguien que sepa tratar las cuerdas de tripa? -lo oficiales se veían en alerta, sus ojos no dejaban de observar todo a su alrededor, el agente los ignoró.

-¿Conoce a alguien? -preguntó.

-Las mías son importadas de Italia, las mejores tripas de gato- mostró un estante lleno de cuerdas -La Orquesta de Baltimore se niega a usar otras.

-Son más auténticas- recordó la conversación entre Price y Katz.

-Dan un sonido más rico y oscuro. Permiten que la música exprese lo que las palabras no pueden- decía todo observando las cuerdas.

Will lo miró con un sentimiento oscuro brillando en sus ojos y se dijo a sí mismo que era hora.

-Mis disculpas, olvidé un archivo en el auto, ¿Podrían continuar con las preguntas? -pidió a los oficiales intentando mostrarse nervioso. Estos le vieron bastante enojados, pero asintieron secamente.

Will los dejó con el asesino a solas, y caminó hasta su automóvil, donde en la guantera había un arma sin rastro. En el transcurso de los días decidió que Tobías Budge no merecía morir por sus propias manos. Lo haría de la forma más impersonal que pudiera.

'Entonces... ¿Por qué tienes un cuchillo escondido en la bota?' La voz de Lexie resonó a través de su vínculo.

-Silencio- habló Will. Algunas personas a su alrededor lo miraron con cautela y el castaño resopló-. Lo tengo sólo por si el plan se desvía de curso- murmuró por lo bajo.

'Sí, claro. Eres como un animal salvaje cuando se trata de tu compañero. Por qué no admites que quieres matarlo con eso y volver a bañarte en sangre para ser nuevamente digno del Wendigo' Will no dijo nada.

Cuando volvió de nuevo a la tienda vio a un oficial en el suelo, muerto y con herida de objeto punzante. Se encogió de hombros y sacó su arma reglamentaria de la funda, debía pedir refuerzos, pero eso le daba un margen de al menos dos a cinco minutos para actuar, gruñendo se agachó para tomar la radio del oficial que estaba entre sus ropas, debía mantener las sospechas lejos suyo.

-Solicito apoyo en Cuerdas Cordophone; oficial caído, repito, oficial caído- su voz se oía positivamente desesperada y con enojo dio una patada al cadáver del hombre-. Mierda- maldijo por lo bajo, siguiendo el camino de manchas que Tobías había dejado hasta lo que suponía era el sótano de la tienda.

El lugar era utilizado como un taller, bastante oscuro. Había numerosos estantes con frascos llenos de tripas.

Continuó observando el lugar, notó en una esquina una cortina. Con el arma en alto, apartó la tela con fuerza, vio el cadáver del segundo oficial, estrangulado e inclinado sobre más cuerdas de tripa en lo que probablemente se usaba para tratarlas químicamente.

-Qué muerte más asquerosa- murmuró.

Unas cuerdas aparecieron de la nada, apretándose con fuerza en su cuello con la intención de estrangularlo también.

Una muerte muy espantosa para su criterio, más siendo ése miserable quien lo haría, intentando eliminarlo de la misma manera que a ese patético oficial.

Un disparo resonó en el sótano y Tobías se llevó la mano a la oreja que sangraba. Maldiciendo por lo bajo, decidió darse a la fuga. Los intentos de Will por volver a dispararlo fueron en vano, el sonido tan cercano lo había confundido y había fallado, por lo que sin esperar más que sólo unos minutos hasta que el mareo se le pasase, salió de la tienda hacia su auto y arrancó en dirección al consultorio de Hannibal.

















En su oficina, Hannibal se encontraba sentado frente a Franklyn, le había explicado que era hora de ver a un nuevo psiquiatra y el pequeño hombrecito no dudó en expresar su disgusto; ¡Es el noveno psiquiatra que lo deriva a otro!; sin embargo, el rubio explicó a su paciente que ponía demasiado énfasis en su médico y no lo suficiente en su propia salud mental.

No pasó mucho antes de que Tobías interrumpiera la consulta y despidiera a Franklyn.

Desde luego, el hombrecito paranoico no se fue; por el contrario, intentó convencer a su amigo para que se entregara, argumentando que no estaría solo y que aún puede obtener ayuda. Tobías sólo le sonríe diciendo que él lo sabe.

Un sonoro ¡crack! Se escuchó en la habitación. Hannibal se había acercado con sigilo tras su paciente sólo para romperle el cuello de forma limpia.

Dejó caer el cuerpo sin mucho miramiento.

-Yo quería hacer eso- Tobías se veía casi decepcionado por no haber matado al hombrecito.

Hannibal levantó una ceja.

-Te ahorré el trabajo.

Hannibal se sintió sumamente disgustado al ver que Tobías utilizaba un arma hecha de cuerdas para estrangular o incluso cortar. Una gran decepción, ¿qué clase de depredador era si no podía utilizar sus propias manos como arma? Era un ser débil y le asqueó aún más tener que dejarse golpear por ese pseudo asesino serial para que no pareciera un homicidio premeditado y más defensa propia.

La vida a veces no era buena; pensó Hannibal. O al menos eso fue hasta que la puerta del consultorio se abrió salvajemente y Will ingresó, con un torbellino impresionante de oscuridad.

Ninguno se atrevió a moverse, el psiquiatra por la impresión de la maravillosa criatura en la que se había convertido William; el otro porque una chispa de preocupación se instaló en su pecho.

La respiración del agente era irregular y enseñaba los dientes como un animal salvaje. Observó con cuidado el consultorio, la pelea entre ambos asesinos ya había comenzado y una mesa e incluso la escalera que daba al entrepiso se veían rotas; pero no fue eso lo que había encendido su interruptor de la ira, no. Fue ver al psiquiatra golpeado y con sangre en la boca. Eso era más de lo que Will podía soportar en ése estado desequilibrado.

''Will. Will. Hermoso y preocioso Will, siempre sorprendiéndome'' pensó Hannibal, observando cómo el castaño había avanzado con cautela hacía ellos antes de blandir un cuchillo de caza dirección a Tobías haciéndole perder el equilibrio. Apenas había sido suficiente un empujón para hacerle perder el equilibrio y que cayera sobre su trasero.

Will sonrió para sí, el entrenamiento de la policía aún seguía en él. Golpeó el rostro de Tobías, sosteniéndolo de la nuca y llevando con fuerza su cara a su rodilla.

El psiquiatra sonrió ante el sonido de la nariz rompiéndose y la sangre que chorreaba del rostro de su enemigo caído.

Will volvió a levantar de los cabellos a Tobías, muy dispuesto a tomar su cuchillo y abrirle la garganta. Sentía la adrenalina en su sistema, la excitación de ser observado por su compañero, el deseo de sentirse poderoso; aunque todo eso se detuvo cuando sintió la cálida mano del rubio sobre la suya.

Will quiso llorar, hacía tanto tiempo que no tenía contacto físico de ésa manera, hacía tanto que extrañaba el tacto del psiquiatra.

-Así no, mylimasis (amado)- murmuró sobre su oreja y el castaño se estremeció en respuesta.

Dejó caer el cuchillo y observó cómo el Destripador tomaba esa bonita y pesada estatuilla de ciervo que tanto le gustaba. Will bebió el miedo de los ojos de Tobías hasta que ya no hubo vida en ellos.

Hannibal tiró la estatuilla en el piso junto con el pequeño estante que la sostenía, la perfecta estampa de un homicidio accidental.

Las manos del agente aún temblaban debido a la adrenalina y gimió bajo al observar como el médico se apuñalaba a sí mismo en el muslo con un abrecartas, para luego dejar las huellas de un muerto Tobías en él.

Se giró a mirar al castaño, la misma frialdad de un comienzo y su corazón volvió a doler, el frío se extendió por su cuerpo y miró con sus grandes ojos azules a Hannibal.

-Levántese- la distancia que puso en esa simple palabra era aún más doloroso que una puñalada.

El corazón de Will latió con fuerza, pero se levantó obedientemente; realmente no sabía cómo llegó a ponerse de rodillas frente al cuerpo de Tobías.

Miró a su compañero cansado, realmente cansado. ¿No había sido todo eso suficiente? El regalo de su oscuridad había sido aceptado, le costó, pero el casi matar a Tobías Budge era la prueba más grande de la aceptación de Will a su propia oscuridad ¿No era suficiente su sacrificio? Era un agente de la ley, y aún así anteponía sus sentimientos a una justicia que hacía mucho lo había abandonado y aún así insistía en aferrarse a ella.

Pero por Hannibal había dejado todo éso de lado, sacrificó a dos oficiales por el bien de un plan hecho a la medida para demostrarle a su compañero de lo que era capaz, de lo que estaba dispuesto a dejar atrás por él, por la familia que habían hecho.

Y la respuesta le llegó tan naturalmente como la pregunta: el sacrificio demostraba únicamente su devoción hacia Hannibal; no probaba que fuera digno, que fuera un igual.

Y pensó entonces, que había recorrido caminos con Hannibal en su forma más salvaje. Había visto la evidencia, el resplandor de su magnificencia, incluso su propia hambre. Lo vio hace solo minutos usando todo ese poder de una manera absolutamente controlada y calculada. Pero no lo había visto en acción, en realidad no lo había hecho.

Lo encontró un poco preocupante y un poco excitante a la vez, porque el psiquiatra claramente lo quería; pero Will no sabía cuánto importaba éso cuando su seguridad y la de sus hijos estaba en juego.

Will Graham había pasado la mayor parte de su vida enjaulado. Siempre se había sentido constreñido, siempre sintió que no era deseado, acurrucado en la inestabilidad de su mente. Cuando conoció a Hannibal Lecter esa jaula fue intercambiado sin su permiso, y había sido empujado a una jaula dorada con más espacio y más posibilidades de expresión y cuando Hannibal lo consideró listo, abrió esa jaula.

Pero...

A diferencia de cualquiera que se encuentra en una prisión de manipulación; que volaría de inmediato o que golpearía las rejas hasta la muerte, Will no hizo lo mismo, al menos no por un tiempo. Porque no estaba buscando expresamente una forma de salir de la vida de Hannibal o del reino de su influencia. Le gustaba el hombre como persona a pesar de sus muchas quejas.

Por eso había permanecido en su jaula dorada, prefiriéndolo más de lo que enfrentaría si llegara a salir, porque abandonar ése santuario significaba aceptar su verdadera naturaleza, y una vez que se hubiera ido, ese enjaulado se marchitaría y ya no podría volver.

Pero Hannibal no podría siempre decidir por los dos, claro que no; por éso había salido de la jaula, por éso estaba aquí ahora, mirándolo a los ojos con intensidad.

-¿De qué color es la sangre bajo la luz de la luna? -preguntó en un susurro.

Inclinó su cabeza hacia un lado y observó una pequeña chispa de emoción en la mirada fría del hombre frente a él.

Hannibal no pudo responder, las patrullas ya habían llegado al lugar y con ellos Jack, quien los encontró a ambos sentados en el borde del escritorio del buen doctor; bastante golpeados, pero vivos.
























Harry sonreía de manera inconsciente observando la carta que el clan de los Centauros le había enviado.

Frente a él, Severus lo veía curioso, era la segunda vez que se encontraban y los nervios ya habían pasado.

El menor de los Lecter se deleitaba ante la buena predisposición por parte de los Centauros de mantenerse lejos de Albus Dumbledore y éso lo hizo pedir un par de aperitivos a Dobby para celebrar.

-Hay algo que he querido saber desde la primera vez que nos encontramos, Harry- habló Severus, tomando una de las tartas saladas que su padre había hecho para el encuentro de su hijo con su pretendiente.

-Dime- pidió dando un sorbo a su té, y nuevamente Harry observó cómo su antiguo maestro de Pociones miraba con sospecha la comida.

-¿Por qué la comida que me has servido huele a sangre humana? -los ojos del menor cambiaron, pareciendo exactamente del mismo color que su padre.

-¿Qué te hace creer que es sangre humana? -preguntó con tranquilidad Harry.

Observó al mayor ponerse algo incómodo; desvió la mirada al piso antes de suspirar.

-Cuando era joven... -empezó, pero rápidamente es interrumpido por el menor.

-Sigues siendo joven, Severus- el de ojos oscuros parpadea confundido, un suave rosa se instala en sus mejillas y asiente.

-Cuando era más joven, en mis inicios como un Caballero de tu tío, fui enviado a unas tierras lejanas en busca de un vampiro- comenzó, Harry lo miraba con curiosidad-. La sangre humana en mi dieta no me es desconocida- aportó, el menor sonreía con una pequeña chispa de locura mientras se levantaba de su asiento para acercarse más al hombre de negro.

-Verás Severus, la dieta de mi familia es un poco diferente a la de los demás- Harry observó el cuadro de Cassiopeia, quien le sonreía asintiendo levemente con la cabeza-. Mi hermana adoptiva, Abigail, a quien amo más que a mí mismo, fue criada por el Alcaudón de Minnesota, un asesino serial que secuestraba jóvenes igual que ella para matarlas y devorar hasta la última parte de ellas y así no asesinar a Abigail- el rostro de Severus se ponía cada vez más pálido-. Mi padre por otro lado, es conocido como el Destripador de Chesapeake aquí, aunque en Italia también le decían Il Mostro de Firenze- Harry observó como Severus tragaba con fuerza y daba un largo suspiro.

-Bueno, como he dicho, la sangre humana no es desconocida para mí, la carne por otro lado, no es algo que haya probado antes... hasta ahora, no tengo quejas- alzó solo una ceja hacia el menor quien volvió a sonreír de manera perversa.

-Sabía que no me equivocaba al elegirte, Severus- se acercó, dejo una caricia en la mejilla del hombre con sus fríos dedos, quien no pudo evitar estremecerse y cerrar los ojos con terror al sentir algo frío y con filo en su garganta.

-Harry- susurró el pocionista temblando. Aunque el hombre de negro no sabía si era de miedo o placer, pues la magia del menor de los Lecter acariciaba la suya de forma contradictoria a lo que hacía el mago con su cuerpo.

Harry decidió que era tiempo de sentarse a horcajadas sobre el pocionista. De cubrir su cuerpo con el suyo, sin posibilidad de escapatoria.

-Quiero hacerte tantas cosas malas, Severus- susurró contra su oído y el escalpelo que presionaba contra la garganta del hombre se hundió aún más, dejando un hilillo de sangre salir-. Pero más de lo que quiero matarte, quiero que sostengas mi mano.

La lengua caliente del menor fue al cuello de Severus, bebiendo la sangre derramada como el más delicioso de los manjares. Chupó con fuerza el corte intentando extraer aún más sangre y hubo otro estremecimiento por parte del mayor.

-Tranquilo- murmuró, dejando caricias suaves con su nariz en el lugar maltratado.

Aspiró con fuerza, el aroma de Severus era una cosa embriagante; algo de hierba limón, con ingredientes de pociones, siempre refrescante, mezclado con el sabor a hierro de la sangre, era una droga para el adolescente.

-Si estás conmigo nada te pasará- las palabras de Harry parecían grabarse a fuego en su mente; su cuerpo se relajó sin su consentimiento y dejó que el chico hiciera suaves masajes en su nuca mientras susurraba como un mantra que él estaría bien, siempre y cuando permaneciera a su lado.












La semana siguiente, cuando Hannibal recibió la llamada de un furioso Jack Crawford, jamás pensó que se encontraría con la escena que había sido montada frente a él. Los policías iban y venían fuera de la escena del crimen, intentando alejar ojos curiosos, el equipo de Jack recolectaba evidencia, o al menos lo intentaba, sus ceños fruncidos declaraban otra cosa.

Y Will. Will se veía como una figura imponente frente al par de cadáveres. Como un Dios viendo su creación. Ataviado en un traje hecho a la medida que nunca le había visto usar, usando brillantes y lustrosos zapatos, sus rizos siempre rebeldes habían sido recortados y ahora llevaba un peinado más moderno, su rostro libre de vello se veía más joven y atractivo, con una mano metida en el bolsillo del pantalón veía sin mucho interés la puesta.

-Doctor Lecter, gracias por venir. Will ya vio la escena, sólo dijo algo sobre un admirador y una obra de Boticelli- frunció los labios el hombre, para nada encantado con que un asesinato fuera considerado una obra de arte.

-De hecho, me recuerda mucho a la oda a la primavera de Boticelli, más específicamente Céfiro y Cloris- murmuró observando los dos cadáveres.

Ni Will ni Hannibal compartieron miradas a pesar de lo ansiosos que estaban de conectarse, tampoco hablaron entre ellos, pero ambos permanecieron uno al lado del otro frente a la escena.

-¿Podría decirnos la historia detrás? -preguntó Jack ansioso.

Hannibal se giró a verlo.

-Bueno, a la derecha del cuadro aparecía Céfiro, el dios del viento del oeste en el momento en que rapta a la Ninfa Cloris, vestida en una túnica transparente; sin embargo, en el momento del rapto, Céfiro se enamora de la Ninfa y la convierte en su esposa, instante en que se convierte en Flora, la diosa de las flores y los jardines- terminó por explicar el psiquiatra.

Will permaneció en todo momento en silencio, observando ambos cadáveres, uno estaba en un estado de descomposición mayor, ése era Céfiro, quien ya era un dios; la carne podrida estaba envuelta en túnicas azules de color oscuro y el cadáver del hombre fue colocado dentro de la gran iglesia suspendido con hilos de pesca que más que sostener el cuerpo parecía hundirse más y más en la carne, como si apenas el cuerpo pudiera sostener su propio peso.

La mujer, por otro lado, representaba a Cloris a mitad de su transformación. Su pecho estaba abierto y su corazón había sido puesto en una bandeja de oro; el interior se su cuerpo había sido rellenado de flores venenosas, el cuerpo yacía arrodillado y con tierra a su alrededor, una mano suya que se extendía hacia Céfiro estaba casi mutilada por ramas que parecían emerger de su propio brazo, sus ojos azules sin vida miraban con adoración al cuerpo pútrido que parecía volar y tenía astas sobre la cabeza.

-Parece un cortejo- murmuró Hannibal, el sentimiento de felicidad inundando su ser.

-Esa pintura es una oda a la primavera- comenzó a hablar Will hacia nadie en concreto -Una pintura tan llena de belleza y, sobre todo, entusiasmo por la vida, con una creencia en la posibilidad de renovación- se acercó al cuerpo de la mujer y con una mano enguantada acarició la mejilla llena de pequeñas ramitas y flores incrustadas en la piel abierta.

-Sin embargo, el cuadro aquí representa más la transformación de Cloris a Flora, se centra en ello, por lo que da la idea de que nuestro asesino está cambiando, y quiere que alguien lo sepa- Will se volvió hacia ellos. Su mirada distante recorrió tanto a Jack como a Hannibal, quien no dudó en conectar sus miradas-. El asesino se está transformando, como Cloris. Y también tiene un Céfiro, que sabe de su potencial y que se está encargando de cambiarlo, de llevarlo a su plena valía- dio una última mirada a Hannibal antes de volver hacia Jack.

-Eso es todo lo que puedo darte, Jack.

El hombre de color asintió y fue hacía Price que lo llamaba, entonces quedaron a solas, y ninguno desvió la mirada del otro, hasta que Will volvió la vista a los cuerpos.

-Que ego en ese Céfiro por creer que sólo él sabía del potencial en Cloris. Fue insultante... y familiar- William no dijo más, sólo se alejó de vuelta a su automóvil dejando que el psiquiatra disfrutara del cuadro que había pintado para él, que disfrutara del monstruo en que se había convertido

En la imagen: Céfiro raptando a Cloris y su posterior transformación en Flora (parte media derecha de la pintura de Boticelli)

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