Mi pequeña diva-Albalia

By AlbaYNat235

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Esta historia no es mia Adaptacion a la historia camren de @AngyePlata More

No eres bienvenida
¿Quien es Natalia Lacunza?
La mía es Natalia
Soy tu fan
Nueva York
Fiebre
Desayuno
Películas y comida China
Feliz cumpleaños, pequeña diva
Siempre, Albi
Noches Mágicas
Días Grises
No dejes que haya una segunda vez
Crudos, burdos y versátiles celos
¿Cobardes? Cobardes
Feliz Cumpleaños Nata Bebe
Friends shouldn't kiss me like you do
Am I Asleep?
Noche de Kabuki
Princesa Rosa
Ella es maravillosa
Ese es el plan
Hay demasiada vida en ella
Epílogo
Nota 2

Una cálida noche

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By AlbaYNat235

Había pasado más de un mes desde aquella foto en nuestro desayuno con Alba, había habido algunas más después, luego de que ella viajara a Nueva York y estuviese una vez más en casa, entrando al club, saliendo del club, yo entrando a su casa, yo saliendo de su casa. Los rumores no cesaban. Habían tenido a mis papas preguntándome al respecto, a unos cuantos conocidos y amigos, a la mayoría les decía que no era su asunto, porque es la verdad, a mis papas les dije que la pequeña diva era solo mi amiga, cosa que también es verdad. Ellos me creyeron, principalmente porque saben que no tengo ninguna razón para mentirles, por el contrario, se preocuparon por las consecuencias que los rumores podían llevar a Alba pero, por lo que habíamos estado hablando por mensajes y después personalmente, lo estaban manejando bastante bien, había conocido a su representante, Dave, el tipo era agradable aunque estaba segura que se mantenía tranquilo a mi alrededor porque sabía que era solo amiga de Alba.

Ahora Alba se encontraba en Elche y las cosas se estaban calmando por aquí, me refiero a que cada vez habían menos paparazzis afuera del club y, de cierto modo, tenía la esperanza de que se calmara con el tema.

No había mentido, no me molestaba, en un principio lo hacía, porque yo no tenía razones para tener esas cosas a mi alrededor, pero desde que había notado y decidido que la chica me importaba y quería tenerla a mi alrededor, me di cuenta que no iba a importarme aquella cosa que venía con ella.

Las únicas en mi vida que me molestaban con el tema constantemente eran Elena y Marta, se habían unido o algo, y me molestaban constantemente, mostrando las fotos que andaban por ahí donde aparecíamos Alba y yo, cosas que hacían los fans de ella con fotos nuestras, era una locura que constantemente me hacía reír si ellas me lo mostraban, aunque sus intenciones nunca eran hacerme reír, sino hacerme entender que o estaba perdidamente enamorada de la pequeña diva, o algo así, están locas.

Esta última semana había estado finiquitando los documentos de propiedad de mi nuevo apartamento, si, finalmente había conseguido hacerme con uno en Malasaña, no excesivamente alejado del club, amplio, en un buen lugar y con buena vista. Mis papas me entendieron a la perfección en cuanto les dije que quería mi propio sitio, no tenía nada en contra de vivir con ellos, pero de cierta manera, necesitaba empezar a vivir mi propia vida más por mi propia cuenta. Y ahora que lo tengo les encanta.

Aún no me he mudado, Marta dijo que no era posible simplemente mudarme sin hacer una gran fiesta de bienvenida, reduje su gran a una sencilla recepción con algunos amigos y familia. Si no fuese porque era como la inauguración de mi apartamento, ella habría intentado persuadirme de armar un gran evento en el club, ella y Elena se han estado encargando de comprar las cosas que necesitaban para la inauguración que será el próximo domingo, lo querían para el sábado, pero yo no iba a dejar el club en sábado. A mí solo me dejaron encargarme de los invitados, eso porque no deje de insistir, ellas habrían llenado cada pequeño espacio de mi apartamento con una persona si se los hubiese permitido.

Mis papas me habían regalado muebles, la línea blanca de la cocina la había adquirido la semana pasada, mis ganancias del club nunca habían sido destinadas a nada, así que tenía suficiente dinero para amueblar el apartamento perfectamente. Había dejado las cosas en la habitación de la casa de mis padres tal y como estaban, sin traer la cama o el televisor, se sentía como dejar un sitio seguro donde volver en caso de emergencia.

Aquí estaba, en domingo, mirando las paredes blancas, algunas plantas y los muebles de la sala. Tenía que comprar más objetos de decoración y yo definitivamente quería ir a alguna galería de arte porque el sitio necesitaba vida a través de cuadros, aunque más bien estaba pensando en un mural, pero supongo que tendría que decidirme luego. Ahora tenía que bañarme y estar lista para cuando empezaran a llegar las personas, Marta y Elena se habían ido hace apenas unos minutos para cambiarse, así que era mi turno.

Tuve media hora para arreglarme, diez minutos para comprobar las bebidas y comida, cuando el timbre empezó a sonar y llegaron mis papas junto a Elena, luego Marta y de ahí en adelante ella se encargaron de recibir a las demás personas.

Ellas se habían encargado hasta de la música, nada estridente, algo como para ambientar el sitio. Estaba conversando con un grupo de amigos en común con Marta, Alvaro, Lucy, Laura y Pablo. Me excuse para ir a la cocina por otra bebida para mí, no estaba mal y habían traído regalos, todos para mi apartamento, después de todo la idea de Marta no fue tan mala.

Me serví la bebida y salí de nuevo a la sala, para mi sorpresa me tope de frente con María, quien sonreía caminando en mi dirección, ¿Qué hacía María aquí?

—No pongas esa cara, Lacunza, pareciera que no te alegra verme—dice, sonriendo y dándome una caja.

—¿Qué? Lo siento, solo estoy sorprendida de verte aquí—dije, sintiendo mis mejillas calentarse un poco porque yo no la había invitado. —Gracias por esto—digo, sosteniendo la caja.

—Sí, tu hermana me invitó, no te preocupes—dice riendo y creo que su risa es por algo que no sé. Un grito a mi espalda y unas manos en mis hombros me hacen girar sobresaltada, por poco suelto la caja que me dio María pero no lo hago, sin embargo mi bebida, parte del contenido de la copa ha ido a parar al suelo.

—Lo siento—me quedó perpleja y algo atolondrada con la enorme sonrisa que tiene Alba Reche frente a mí. —Bu—dice, con esos típicos gestos de niña. Aún no he dicho nada, sigo muda viéndola. —¿Te asuste?—pregunta.

—¿Qué haces?—pregunté.

—Asustarte—ella tiene aún esa gran sonrisa.

—Idiota—susurré, dándole una verdadera sonrisa por fin. Ella simplemente se acercó y me abrazó, arrugué mi nariz en contacto con su cabello pero inhale un poco de su olor, sintiendo algo dentro de mi acomodarse. —Pensé que no ibas a venir, pensé que estabas aun en Elche—dije cuando se separó.

—Bueno, era una sorpresa—dijo. —Ven, suelta el regalo de María, mis regalos son más geniales—ella tomó la caja de María y la dejo encima de una de las mesas de la sala, entonces sujeto mi mano libre y me arrastro hacía la cocina.

—¿Por qué en la cocina?—pregunté frunciendo el ceño, mirando hacia atrás al darme cuenta que me había olvidado de todos. Solo estábamos ella y yo ahí aunque lo que nos separaba era un pasillo insignificante.

—Porque cuando llegue me dijeron que estabas aquí, entonces te vi hablando con María y tuve la genial idea de asustarte, Nat—dijo, le respondí con una sonrisa, ella era demasiado adorables y justamente ahora estaba sonriendo como si su idea realmente fue la mejor del mundo, eso, conjugado con la camisa rosa de manga larga que traía y el moño en su cabeza, la hacía demasiado adorable a mis ojos como una pequeña niña, sin embargo cuando me fije en su corta falda, en sus torneadas piernas y los zapatos que traía, bueno, era adorable pero no una niña.

—Bien...—sonreí.

—Te traje dos regalos, ya sabes, porque había uno que dije, Alba debes darle esto a Nat—dijo haciéndome reír.

—Vamos, Albi, unos días con tus papas, unas semanas lejos de mí y los avances que hemos hecho en tu idiotez retroceden—digo.

—¿Albi uh?—dijo.

—Bueno, cada vez que hablábamos por teléfono y yo pensaba en que iba a escribir, mi mente me jugaba bromas por estar llamándote Alba en mis pensamientos, así que lo mejoramos, Albi—expliqué.

—Me gusta—dijo, mirándome.

—Si no te gustaba, no iba a importarme, ya lo sabes—me apoye en la encimera.

—Bueno, basta de charla. Primero—tomo una bolsa y me la dio. —Este—ella estaba muy entusiasmada, sonreí negando y recibiendo la bolsa. Abrí y mire el interior, fruncí un poco el ceño porque no parecía un regalo para el apartamento a menos que fuese un trapo para la cocina, entonces saque el contenido y no pude evitar empezar a reír fuerte, mientras extendía la prenda frente a mí.

—Estas... loca—dije riendo, teniendo en mis manos una camiseta exactamente igual a la que  ella había utilizado aquella primera vez en el club, ¿La diferencia? En lugar de mi nombre, decía Alba Reche. —Oh por Dios, Albi, estás loca—repetí sin parar de reír.

—Sabía que te iba a gustar—ella tenía ese tipo de sonrisa traviesa y tonta, me encantaba.

—Gracias—no sabía si iba a usarla, pero tenía que agradecerle por hacerme reír de esa manera.

—Bien, ahora—se movió hacía detrás de la barra y la vi inclinarse, cuando levanto con sus manos me quede perpleja y con la boca abierta, por segunda vez en esta noche, gracias a ella, tenía entre sus pequeñas manos un precioso cuadro sobre un atardecer. Era... deslumbrante.

—Oh, Dios mío, Albi—dije muy emocionada. No podía dejar de mirar el cuadro y sonreír.

—¿Te gusta?—deje de mirar el cuadro para mirar su rostro expectante.

—Me encanta—dije casi sin aliento y yendo a su lado. —Muchas gracias por esto, me ha encantado demasiado—me acerqué y la abrace, dejando un beso en su mejilla. —Sabes que antes de que llegaran todas las personas, estaba pensando en que si algo faltaba, eran cuadros—suspiré alejándome.

—Genial, me alegra que te haya gustado, ¿Dónde podemos dejarlo mientras podemos colocarlo más tarde o mañana?—asentí.

—Ven, vamos a dejarlo en mi habitación, ahí estará a salvo—le tendí mi mano, por alguna razón, se sentía bien para mí de esa manera, para ir a mi habitación debimos salir de nuevo a la sala, y completamente emocionada, no pude evitar enseñarle el cuadro a mis padres tras una breve presentación de la pequeña diva, haciendo a Alba sonrojar por darle el evidente crédito a ella, por darle a mi apartamento el mejor regalo. Una vez seguro en mi habitación, nos unimos a la reunión.

África también estaba ahí, no sabía si había llegado con Alba, pero ella se encontraban juntas, hablando con Marta y alguien más. Yo pasaba hablando con unas personas y otras, fui por otra bebida y al volver me acerque a donde estaba Alba, pasando un brazo alrededor de su cintura mientras ella se recostaba contra mí y me unía a su conversación.

—¿Cuándo llegaste?—susurré solo para ella en algún momento. Giro un poco y la mire, para asegurarle que estaba hablando con ella.

—Esta mañana—dijo. Asentí.

—Estas cansada—no pregunté, afirme porque vi las pequeñas y oscuras marcas debajo de sus ojos.

—Solo por los horarios y el vuelo, pero estoy bien—dijo regalándome una de esas sonrisas, una de sus manos encontró la mía puesta en su cintura y nuestros dedos empezaron a jugar mientras respondía algo que María decía, mirándonos.

—Si te sientes muy cansada, puedes acostarte en mi habitación—sugerí.

—Lo tendré en cuenta—ella bostezo, era evidente que estaba agotada.

—Vamos Albi, no te hagas la fuerte, ¿Te llevo para que te acuestes?—pregunté.

Sus ojos, usualmente vivaces, de ese profundo tono avellana, me miraron, muy cansados, algo apagados por la falta de sueño.

Luego de unos minutos ella finalmente accedió, la lleve a mi habitación y le deje saber dónde podía conseguir algo cómodo para que se acostara, le señale las cosas del baño mientras ella asentía.

Al salir sola algunos me miraron y solo a mis papa y a María, África, Marta ¡Ah! y por supuesto a Elena, les dije que ella estaba muy cansada y le ofrecí dormir en mi habitación, nadie dijo nada más pero era fácil percibir las miradas y sonrisas idiotas de mi hermana y mi amiga, eran un par de idiotas.

...

Todos se habían ido, tanto Elena como Marta se habían encargado de dejar el apartamento limpio, pese a que les dije que yo podría hacerlo mañana. Ambas negaron y sonriendo, hicieron la limpieza bastante rápido. Y ahora estaba disfrutando de una última copa de vino antes de irme a dormir. Lave la copa y fui directo a mi habitación, no más entrar sonreí mirando hacía mi cama, ella era una pequeña figura envuelta en la tela suave de la sabana, su rostro completamente relajado, su respiración suave, se veía preciosa y pacifica dormida. Por alguna razón, mientras me quede ahí viéndola dormir, mi corazón latió de manera especial, sintiendo un calor agradable crecer y extenderse.

Yo no había pasado aun una noche en esa cama, esta era mi primera noche fuera de la casa de mis papas y por alguna cosa del destino, mi cama no era solo mía, ahí estaba Alba Reche y no me incomodaba ir a dormir a su lado, es decir, ella es mi amiga y las amigas hacen eso ¿No?

Sacudí mis pensamientos y busque un cambio de ropa para ir al baño y alistarme para dormir.

Hice mi camino tan silencioso como me fue posible, me recosté suavemente en la cama y toma una sábana diferente para cubrirme.

Escuchando un suspiro me maldije pensando que tal vez la había despertado, ella de verdad se veía cansada. Pero al comprobarlo me di cuenta que no, ella seguía profundamente dormida, siendo endemoniadamente agradable. Me moví un poco y entonces si me maldije de verdad cuando ella se movió y vi su boca moverse.

—Nat—me mantuve mirándola, sus ojos cerrados, mi corazón latiendo fuerte y entonces, finalmente, entendí el efecto que ella causaba en mí. Ella me robaba el aliento.

Lo ha estado haciendo todo este tiempo. Lo había hecho la primera vez que la vi, no en televisión, sino en aquel panel de fans. Lo hizo cuando entro a mi club vistiendo una camiseta con mi nombre. Lo hizo con la mejillas encendidas por las fiebre. Lo hizo mientras sonreía tirando migas de pan a las palomas. Alba Reche tenía un talento único más allá de la actuación, robarme el aliento. Lo estaba haciendo ahora, totalmente dormida en mi cama.

—Si, Albi—conteste con mi voz demasiado baja y demasiado dulce, porque no sabía si ella de verdad estaba despierta. Pero era ella, yo no había estado pensando en esto como aceptarlo, se trataba de que yo quería hablarle suave y cuidarla, porque yo la quería.

—¿Puedes abrazarme, Nat?—suspire perdida en la suavidad aparente de su mejilla y la sedosidad del cabello que enmarcaba su rostro. Suspire para acercarme y suspire al sentir el calor de su cuerpo. Sentí el calor y la calidez en mi pecho al estrecharla más cerca, pasando mi brazo sobre ella pero sintiéndolo incómodo. Hasta que es ella quien se mueve y recuesta su cabeza en mi pecho. Su acción vuelve a robarme el aliento y esta vez mis brazos la cubren adecuadamente, beso el tope de su cabeza mientras mi nariz inhala el olor de su dulce perfume.

No aparte mis brazos y ella no dijo nada más, supe entonces que se había dormido de nuevo.

No dormí en lo que quedaba de noche, no porque fuese difícil, estaba relajada, demasiado, sentía en todo momento la facilidad con la que podía cerrar los ojos y dejarme ir. Pero se trataba de ella en mis brazos, de mover mi nariz contra los mechones de cabello que alcanzaba, de besar el tope de su cabeza, de mover mis dedos sutilmente contra su espalda. Se trataba de ella apretando su agarre en mí, se trataba de todo sobre esa noche, de aceptar que me gustaba, me importaba y quería a la pequeña diva, y que la manera en que estábamos, era demasiado buena para irme a dormir.

No dormí en absoluto, tararee canciones, pensé en otras tantas.

La noche más cálida de mi vida.

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