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By LaFrutillaAgria

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𝚟𝚘𝚝𝚎𝚍 ''πšπš‘πšŽ πš–πš˜πšœπš πš•πš’πš”πšŽπš•πš’ 𝚝𝚘... πš›πšžπš— 𝚊𝚠𝚊𝚒 πš πš’πšπš‘ 𝚒𝚘𝚞''. Publicada: 8 de julio d... More

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πšƒ - πš„π™½π™Ύ - 𝙲 - πš„π™½π™Ύ
πšƒ - πš„π™½π™Ύ | 𝙲 - π™³π™Ύπš‚
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πšƒ - πš„π™½π™Ύ | 𝙲 - 𝙾𝙲𝙷𝙾

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By LaFrutillaAgria

𝚃𝚑𝚎 𝚄𝚙𝚜𝚒𝚍𝚎 𝙳𝚘𝚠𝚗

Las carcajadas de Érica retumbaban por toda la casa.

Sus tíos y prima estaban en casa justo al momento en el que James llegaba a casa, después de haber sacado a Kate de la comisaría. Los cuatro adultos la regañaban, quitándole importancia a lo que decía, a su defensa. Que era, básicamente, que ella solo intentó separarlos para que dejaran de pelear. Y que no había tenido nada que ver con el vandalismo en las paredes o la cartelera.

Sin embargo, no tardaron mucho en comenzar a burlarse de ella y hacer chistes sobre la juvi, tatuajes y ser una gangster. Eso fue después de que destaparan el primer vino; comerían juntos. Aunque Lucas no, porque, como siempre, estaba en casa de Mike Wheeler jugando a eso que ellos juegan sobre monstruos y dados.

Cuando sonó el timbre, Kate fue la única con ganas de pararse. Ni siquiera, pero alguien tenía que hacerlo.

— ¿Qué haces aquí?

Era Steve Harrington; nervioso, arrepentido. Se mordía la piel del labio, se la arrancaba, además de no dejar de apretar sus manos de manera inquieta.

— ¿Puedo pasar?

— No —respondió poniéndole ambas manos en el pecho, haciéndolo retroceder—. Está toda mi familia allí.

Él, adolorido, hizo una mueca, soltando aire. Haciéndole caso.

Kate cerró la puerta a sus espaldas, saliendo de la casa.

— ¿No sabes dónde está ella?

— ¿En serio?

— La cagué. La cagué. La cagué. Lo sé.

— Estará mejor si la dejas en paz de una vez por todas —él negaba; con su cara hinchada, llena de moretones y algo de sangre ya seca. Era un desastre.

— Me dejé llevar, ¿sí? —Kate viró los ojos— Celos. Me dio celos.

— ¿De Jonathan Byers?

Steve solo le lanzó una mirada.

— No tenías qué...

— Los vi. Juntos.

— ¿Y qué?

— En su habitación. Sobre su cama.

— ¿Y qué?

— Katherine...

— Sé que no hacían nada. Ella me lo contó todo, es sobre... un proyecto. Solo tenías que preguntar, y no ''la habrías cagado'' golpeando y matándote con Jonathan. Haciéndolo sentir tan mal con las porquerías que dijiste. Su hermano podrí... Su hermano murió... encontraron un cuerpo. ¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes esperar que Nancy perdone semejante cosa? Fuiste horrible.

— ¿No me perdonará? ¿Es lo que dices? —murmuró, cabizbajo.

Kate alzó los hombros.

— Yo no puedo hablar por ella.

— ¿Dónde está?

— ¿Quieres que te diga o me golpearas? —volvió a solo mirarla, cansado— En la casa de Jonathan.

— ¿Cuál es su dirección?

— No irás hoy —se rio, negando—. Mírate.

— Quiero disculparme.

— ¿Crees que hoy va a escucharte? ¿Después de todo eso? —Steve tomó aire, profundo, y lo soltó.

— Katherine...

— ¿Quién es? —preguntó James, asomándose por la puerta— ¿Steve?

— Hola, señor. ¿Cómo va?

— A mi bien, lamento que no puedas decir lo mismo... —intentó no reírse.

— ¿Y no lamentas que por su culpa tuviste que irme a buscar a la comisaría?

James dio una carcajada y volvió a la casa.

Kate negó, harta.

— Primero deberías disculparte con Jonathan.

— Está bien.

— Hoy no.

Luego de una sesión muy intensa de intercambio de palabras, Kate, iba sentada en el asiento de acompañante del BMW de Steve rumbo a la casa de los Byers.

Todo estaba muy oscuro, fuera, no había una sola luz, solo la luna, casi llena allí en su lugar en el cielo. Steve apagó el motor y bajó rápidamente, Kate, en cambio, se quedó en el coche, observándolo cruzada de brazos. Preguntándose cómo es que llegó a dónde estaba. Por qué no simplemente le dio la dirección. Lo que sí sabía, era por qué se quedó en el coche; fácil, para que Nancy no supiera que ella era cómplice de Steve. Lo vio golpear la puerta de la entrada reiteradas veces, y muy fuerte. Al cabo de unos minutos, abrieron dejando solo una rendija. Kate no oía nada, ni tampoco veía, pero estaba segura de que se trataba de Nancy.

Steve gritó. Nancy contestó igual de alto y él terminó empujando la puerta para entrar. Kate maldijo en su nombre y bajó dando un gran portazo, deseando romper algo.

Al entrar a la casa de Jonathan, se quedó helada; a pesar de nunca haber estado allí, estaba segura de que no era lo normal. Las luces de navidad estaban colgadas por toda la casa, y también debajo y sobre un abecedario escrito con pintura negra en la pared de la sala, además de estar lleno de trampas caseras y latas de gasolina derramadas por el suelo. Habían perdido la cabeza.

Y ella, de alguna manera, ayudó. Los animó, no denunció. NO DIJO NADA. Los dejó... Tragó grueso, perturbada.

— Nancy... ¿estás bien?

— Tienen que irse —dijo Jonathan con firmeza.

Kate se le rio en la cara.

— No sin Nancy. Vámonos.

Steve asintió, estirando su mano para que la tomara, pero, en cambio, Nancy les apuntó con un revolver. Los dos gritaron, intentando cubrirse con el otro.

— ¡Váyanse! —les ordenó, alterada.

— ¿ESTÁS LOCA? ¡QUÉ HACES!

— ¡Baja el arma, Nancy!

— ¡Tienen cinco segundos para irse! —amenazó.

Steve, con las manos en alto, miró a Kate, esperando alguna reacción como la que tuvo en el callejón, pero no. No estaba en su eje. Algo estaba mal. La respiración de Kate temblaba, y se había aferrado con mucha fuerza a su remera, hasta llegar a apretarlo como pinza por la espalda.

— ¿Es un chiste? Bájala. Mírala, la asustas. Es tu amiga, Nancy —dijo Steve, que intentaba razonar con ella, pero, ahora, tomado de la mano de Kate.

— Por eso mismo. Váyanse.

Las luces comenzaron a titilar.

Jonathan y Nancy se miraron, diciendo al unísono:

— Está aquí.

— ¿Qué cosa? —preguntó alterado Steve.

Kate exclamó, sorbió, parecía ahogada, con la cabeza apoyada en la espalda de Steve, con sus manos rodeándolo, intentando respirar, él no la soltaba tampoco.

Jonathan agarró un bate con tornillos y se lo puso al hombro, preparándose.

— ¿Dónde está?

— No sé, no lo veo. ¡Steve, salgan de aquí! ¡Váyanse! ¡Agárrala y llévatela de aquí, Steve!

— ¿Dónde está qué? —preguntó él aún más alterado que antes. Dándose cuenta de lo que estaba pasando en sus espaldas. Giró completamente y agarró los hombros de Kate— No me digas que estás teniendo un ataque de pánico ahora. NO AHORA.

Pero sí. Lo tenía.

Nancy disparaba al techo, el cual, de repente, tenía un gran agujero, del cual algo amenazaba por salir.

— ¡Steve!, ¡Katherine!, Corran —les gritó Jonathan, señalando el pasillo.

Steve maldijo, flexionándose para agarrarla como a un saco de papas y llevarla a la habitación.

— ¡Salten! —señaló la trampa de oso a la mitad del pasillo.

Los cuatro se encerraron en una habitación.

Intentaba que recobrara el sentido, pero ni él lo encontraba. Hablaba con Kate y gritaba con Nancy. Steve no tenía idea de lo que estaba pasando, aunque el resto sí, y no se lo decían.

— ¡Cállate! —ordenó Nancy, escuchando atrás de la puerta junto a Jonathan. Hubo un ruido, y después unos minutos de silencio.

El primero en salir fue Jonathan, armado con el bate de clavos, con mucha cautela. Lo siguió Nancy. No había nada. El monstruo ya no estaba, pero la casa estaba más destruida que antes.

— Esto es muy loco. Es una locura —decía Steve fuera de sí.

Nancy miró fijo a Kate, que derramaba lágrimas, pero había vuelto a su consciente, e iba detrás de ellos.

— ¿Ahora me crees? —le preguntó, la morena solo asintió sin pestañar— Tienen que irse. Va a regresar.

— ¿Qué? Están locos si creen que vamos a dejarlos —dijo Steve. Kate le lanzó una mirada rápida, pero terminó asintiendo, no muy convencida. Quizás... quizás ella sí los dejaría.

Las luces de la casa Byers comenzaron a parpadear de nuevo, y al parecer, esa era la señal de que el monstruo volvía. Jonathan y Nancy estaban parados espalda con espalda en el medio de la sala, ambos con sus armas preparadas. Kate y Steve se habían quedado paralizados, otra vez, en el pasillo. De pronto, las luces se apagaron completamente, y se escuchó un gruñido. Muchos más gritos, y a los pies de Steve cayó el bate de clavos. Lo levantó y empujó levemente a Kate, que se tapó los ojos con sus manos y no miraba nada de lo que pasaba, solo podía escuchar los disparos y gritos desesperados de Nancy: « ¡Jonathan!, ¡Jonathan! »

Steve golpeó a la criatura viscosa con el bate, pero lo único que logró fue llamarle la atención y que comenzara a seguirlo por la casa. Aunque, le resultó bien, porque la guio hasta la trampa de oso del pasillo.

— ¡Está atrapado! —advirtió.

— Jonathan, el fuego —gritó Nancy.

— ¡No lo tengo! Lo perdí...

Kate, con una luz encendida al fin, metió las manos en el bolsillo de su campera, encontrándose con el encendedor de Nathan.

— ¡Abajo! —gritó prendiéndolo y arrojándolo al pasillo empapado de gasolina. El pasillo se encendió en un segundo, y el monstruo parecía ceder ante el fuego.

Jonathan corrió, llevando hacia ellos un extinguidor, calmando el incendio. Kate apretaba la mano de Nancy con fuerza, la abrazó, le pidió perdón por creer que estaba chiflada. La casa de los Byers se llenó de humo, que no los dejó ver nada por unos cuantos minutos hasta que se disipó. No dejaban de toser y se ahogaban, pero lo bueno (tal vez) era que la criatura ya no estaba. Ni un rastro.

— ¿A dónde fue?

— No lo sé.

— Tiene que estar muerto... Tiene que estarlo.

— Me quiero ir a casa —llorisqueó Kate. Las luces parpadearon, aunque esta vez, era distinto—. Ay, por favor. De nuevo no, de nuevo no.

— ¿Mamá? ¿Eres tú? —preguntó Jonathan en un murmullo, ganándose unas miradas de los chicos.

Las luces marcaban una especie de camino, los cuatro lo siguieron, quedando fuera de la casa.

Para sorpresa de muchos, Joyce Byers si encontró a su hijo esa noche, y vivo. Todos se reunieron en el hospital, incluso los chicos, incluso Kate y Steve. Todos esperaban noticias de Will Byers, mientras se daban apoyo entre sí y los enfermeros atendían sus propias heridas; cada uno de ellos tenía golpes, cortes o quemaduras que curar. Kate no sabía cómo, pero Lucas y sus amigos también lucharon contra los monstruos esa noche, y ese sería un secreto que ambos deberían guardar. Que todos deberían guardar. 






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