-¿Estás segura de esto?
Miro de nuevo a los ojos a mi padre. Creo que le respondí a esa pregunta cien veces, y aún no parece haberle quedado claro.
-Sí, lo estoy. Estoy cansada de tener que esconderme.
-¿Prometes controlarte?-mi padre me mira, como advirtiéndome que no haga estupideces.
-Te lo prometo, papá.
-Bien.-la mirada serie y exigente de mi padre no se aparta de mí. Detesto cuando hace esto.-Es decisión tuya si quieres que tus compañeros sepan que eres mi hija.
-No me importa que lo sepan. Habrá gente más importante que yo que vaya a la academia.
-Tampoco te creas.-escone un poco la cabeza entre las cintas de su cuello.-Ser la hija de un profesor tiene sus consecuencias.
-Puedo afrontarlas.-afirmo, convencida.
-Vale.-me mira de arriba a bajo una última vez.-Se hace extraño verte con falda y chaqueta formales, ¿sabes?
-Lo sé.-sonrío tímidamente.
Papá rompe unos instantes su faceta de padre exigente y me besa la mejilla.
-Confío en ti, ____, no uses mal tu singularidad.
-No lo haré.
Ser diferente es algo que para mí se convirtió en costumbre. Quince años sin tener un solo amigo, únicamente mi padre, quien también fue mi maestro. Según él, era mejor ocultar mi singularidad, ocultarme a mí. Hasta que maduré, no entendí por qué. Está claro que alguien como yo tiene que tener controladas sus emociones para poder hacer un buen uso del poder qe me ha tocado.
Maldigo continuamente el no tener un quirk normal, como fuego, gravedad, o incluso el de mi padre. Pero no, me tocó sufrir con una singularidad que todos temen, y debo pagar un precio.
La manipulación es un poder que yo no elegí. Nunca habría escogido algo así. En cuanto comencé a razonar las cosas, entendí por qué era mejor ocultar la verdad sobre mí, y es por el miedo. La gente puede hacer cosas terribles si sabe que puedo manipular a las personas, manipular su forma de pensar, de sentir, de actuar...absolutamente todo relacionado con ellos. Es algo que, o se sabe controlar, o mueres en el intento.
He de admitir que papá me ha enseñado bien, pero eso no significa que no hubiese prejuicios. Maldigo el día que se me otorgó esta singularidad.
La U.A. es realmente enorme. Es un edificio admirable, y pensar que voy a estudiar en él, solo hace que tenga más ganas de entrar aquí.
Cientos de alumnos atraviesan la enorme puerta principal para entrar al primer día de clase en un nuevo curso. Estoy muy nerviosa, no conozco a nadie y no me hace gracia tener que presentarme como la hija de Aizawa. Sé que le dije que está bien, pero no estoy segura de que eso sea muy cierto. Detesto los murmullos.
Clase 1-A, ese es mi destino. Cuando llego, veo a una docena de chavales hablando entre ellos, pero al contrario que a mí, se los ve cómodos. Es como si se conociesen, aunque sé que no se da el caso. O bueno, eso creía. Me muerdo el labio inferior y entro en el cuarto. Gracias al cielo, ninguno de ellos se fija mucho en mi presencia. No es de extrañar. Me siento en una de las mesas del fondo, esperando a que mi padre llegue, y el resto de los alumnos.
Veo como un muchacho de pelo verde entra atemorizado por la puerta. Me recuerda un poco a mí hace nada, la única diferencia es que yo no mostré mi nerviosismo.
Todavía medio temblando, camina para sentarse algo más a delante de mí, lo que en parte me decepciona. Quiero hacer amigos, conocer a gente. No pido demasiado.
-¡Hola!-una voz suena a mi derecha, alertándome. Me giro rápidamente a ver quién me ha hablado, y me relajo al ver a una chica de pelo castaño y ojos del mismo color sonriente.-Mi nombre es Ochako Uraraka. No te he visto en las pruebas generales.
Le devuelvo ma sonrisa, agradecida de que al fin alguien se haya dado cuenta de mi presencia.
-Posiblemente sea porque no me presenté. Podría decirse que tuve algo de enchufe, no les hizo falta comprobar que mi singularidad es válida.
Aún contándole esto, parece seguir de igual humor conmigo. De hecho, parece más contenta.
-¡Debe de ser genial tu quirk! Por cierto, ¿cómo te llamas?
-____ Aizawa, encantada.
Le tiendo la mano y me la estrecha amablemente. Me gusta el aura de esta chica.
-¡Lo mismo digo! Espero que seamos amigas. Lo cierto, es que aquí solo conozco a Izuku...-mira un poco apenada pero aún con una sonrisa al peli verde que está varias filas delante de nosotras.-Ni siquiera somos muy cercanos. Pero nos ayudamos mutuamente en la prueba general.
-Ya veo...¿dices que se llama Izuku?-Ochako asiente.
-Izuku Midoriya.
Me levanto entonces de mi sitio y, con mi mejor sonrisa, camino hacia el chico que todavía parece al borde del ataque cardíaco.
Me coloco delante de su mesa y peto en ésta con un poco de fuerza para hacerle saber que estoy ahí.
-¡Hola! Eres Izuku Midoriya, ¿verdad?-le pregunto, sonriente.
Asustado, me mira. Asiente unas siete veces seguidas, haciendo que ría un poco.
-Encantada de conocerte, Izuku. Yo soy ____ Aizawa.
Sus ojos se abren como platos, y un brillo especial aparece en ellos, haciendo que me desconcierte y hasta me entre un poco de miedo...
-¿¡Eres tú la hija de Shouta Aizawa!?-dice, lo suficientemente alto y entusiasmado como para que lo oigan Ochako y algún otro más cercano a nosotros.
-Baja la voz, ¿quieres? No quiero que todos de repente se enteren de eso...
Dándose cuenta de lo que acaba de hacer, las mejillas de Izuku se tornan de un color carmín intenso y aparta la mirada, escondiendo su emoción.
-Lo siento.-se disculpa, arrepentido. Me río ante su timidez.
-No te disculpes. Sí, soy la hija de Aizawa. Pero no me trates diferente por eso.
-¡No lo haré!-contesta, emocionado.
Ochako se nos une a la conversación entonces, animada, y entre los tres hablamos de las ganas que tenemos de comenzar nuestro curso de héroes.
De repente, mi mirada se desvía a la puerta, y lo que me encuentro hace que mi corazón se detenga unos instantes.
Sus ojos me desconciertan, dejándome en una especie de paraíso que no quiero abandonar. Es atractivo y desprende un aura increíble.
-¿Quién es él?-pregunto, en un susurro, siguiendo con la mirada al bicolor que justamente va y se sienta en el pupitre de al lado.
-¿Te refieres a Shoto Todoroki?-contestó Izuku, siguiendo mi mirada.
-S-supongo...
-Dicen que tiene una singularidad increíble. ¡Estoy deseando presenciarla!-exclama, entusiasmado.
No puedo apartar mi vista de él, es realmente hermoso. Es como algo irreal, algo que solo ocurre en las novelas y las series americanas. Siento el corazón latirme extremadamente rápido. ¿Cómo puede causar tal efecto en mí alguien como él?
-¡Eh! ¡Que viene el profesor!-grita de repente un rubio con una extraña mecha negra, y todos corren a sentarse en sus asientos. Ochako y yo hacemos lo mismo.
El pulso se me acelera aún más al estar a escaso medio metro del chico. Lo miro de reojo, intentando que no se note la pequeña obsesión que acabo de adquirir.
-Oye, ¿esto es tuyo?-pregunta de repente, haciendo que salte en mi sitio de la sorpresa.
Me giro hacia él, encontrándome con sus hermosos ojos bicolores. Me miran fijamente, sin expresión alguna. Me fijo en lo que tiene cogido en las manos: mi teléfono. ¿Cuándo se me ha caído?
-S-sí...gracias...
Cuando ambos entendemos las manos, a mí me tiembla el pulso. Y mucho peor cuando nuestras pieles se rozan. Su mano es fría y suave al mismo tiempo, me encantaría recorrer cada centímetro de su piel si no se considerase acoso.
Entonces, se me vino algo a la cabeza.
"-Mamá, ¿por qué siempre tengo las manos frías? ¡No es justo!
-____, cariño, no es nada malo. Mamá también las tiene frías continuamente. Lo heredaste de mí.
-¿Her...hered...here qué?
Mamá se ríe ante mi falta de pronunciación.
-Heredar. Tu piel es fría como la mía, y siempre lo será.
-¡Joooo!
-Oh, no, vida mía, no te sientas triste por eso. ¿Sabes una cosa?
Las personas que tienen las manos frías, tienden a ser las de mejor corazón. "