Quiero contarte un secreto. Quiero que lo guardes por siempre. Atesoralo, ahora es parte de ti.
...
-Llevemos a Potya a dar un paseo.
Yuri le mira con incredulidad, Potya no es un perro como para andarlo con correa. Aún así, entiende por dónde es que va la cosa y asiente.
Se abrigan tanto que parecen dos bombones y se ríen nada más de verse a las caras. Potya también lleva un abrigo rechoncho que hace juego con su magnífico pelaje, no parece muy contento pero aún así permanece manso en los brazos de Yuri.
Cuando la puerta se abre hay un frío que les golpea el rostro con suavidad, pero que no les detiene, al contrario, los envuelve como si entendiera que por el día de hoy todo debe hacerse con cierto cuidado.
Yuri lleva la bufanda de Jean alrededor del cuello y cubriendole boca y nariz, Jean lleva el gorro azul de Yuri. La bufanda es demasiado grande, el gorro es demasiado pequeño, pero eso es parte de ellos, de ser ridículos de vez en cuando. De que el mundo importe un bledo cuando están juntos.
El largo viaje termina a mitad del patio del edificio departamental, donde Jean no extiende una manta en el piso sino una gruesa cobija y luego otra encima de ella; saca algo de comida de una mochila que han hecho a prisa y dos termos de chocolate caliente que humea satisfactoriamente.
Se sientan bajo el viejo gran árbol que les dio la bienvenida a ese sitio.
La pasan bien. Jean suelta una tontería, Yuri se ríe o se la recrimina con un idiota. Coquetean el uno con el otro, se molestan entre sí, se besan de vez en cuando y hablan de cosas que no pasarán mañana pero quizá si cuando la primavera llegue.
Porque cuando la primavera llegue, la pesadilla se habrá acabado. Todo quedará en el olvido como un mal sueño.
Solo eso.
Solo un mal sueño.