La Marca del Zorro.

By Hahasia

451 28 2

Un joven noble en la antigua California española de comienzos del siglo XIX, se encuentra con que el gobierno... More

A C L A R A C I Ó N
2. El furor de la tormenta.
3. El Zorro hace una visita.
4. Las espadas chocan y Pedro da explicaciones.
5. Un paseo por la mañana
6. Don Diego busca...
7. Un hombre distinto
8. Don Carlos hace una mala jugada.

1. Pedro, el presumido.

104 8 0
By Hahasia


La lluvia caía a raudales sobre el tejado, el viento aullaba como alma en pena y el humo de la chimenea salía con tal fuerza que las chispas saltaban hasta el suelo.

—¡Que noche más endemoniada para cometer fechorías!—rugió el sargento Pedro González estirando sus enormes pies hacia la hoguera y tomando la empuñadura de su espada en una mano y el tarro del vino en la otra—. ¡Tal parece que el diablo aúlla en el viento y los demonios bailan en las gotas de agua! ¡Qué noche más tétrica!, ¿verdad, señor?

—¡Así es!—asintió el posadero, un hombre gordo, apresurándose al mismo tiempo a llenar el tarro de vino, pues el sargento González tenía un genio horrible cuando lo provocaban, lo que siempre sucedía cuando no le servían el vino rápidamente.

—Una noche de todos los diablos—repitió el sargento, que era un hombre de gran estatura, apurando el contenido de su tarro sin tomar aliento, hazaña que siempre había llamado la atención y que le había dado al sargento alguna fama por todo el camino real, como llamaba al camino que comunicaba las misiones en una larga cadena.

González se tendió muy cerca del fuego, sin tomar en cuenta que así impedía que llegara a todos un poco de calor. El sargento Pedro González con frecuencia opinaba que cada quien debería de preocuparse por su propia comodidad antes que la de los demás, y como se trataba de un hombre muy alto y fornido, muy diestro con la espada, se topaba con pocos que tuvieran el valor de contradecirle.

Afuera, el viento rugía y la lluvia azotaba contra el suelo como una cortina solida. En el sur de California, esta era una tormenta típica de febrero. En las misiones, los frailes ya habían encerrado a sus animales y se disponían a recostarse habiendo cerrado todas sus puertas. En las haciendas ardían enormes hogueras. Los indígenas se habían encerrado en sus casitas de adobe, felices de encontrarse bajo techo.

Y aquí, en el pequeño pueblo de Reina de los Ángeles, que al cabo de los años se convertiría en una gran ciudad, la taberna se encontraba a un lado de la plaza que daba albergue en esos tiempos a hombres que buscaban el calor de la hoguera hasta el amanecer, por no enfrentarse con la lluvia.

El sargento Pedro González, atenido a su rango y a su estatura, se había apoderado de la chimenea, un cabo y tres soldados del presidio estaban sentados frente a una mesa, un poco atrás del sargento, bebiendo y jugando a los naipes. Un criado indio estaba en cuclillas en un rincón. No se trataba de un neófito que hubiera aceptado la religión de frailes, sino de un pagano y renegado.

Todo esto sucedía en los días de la decadencia de las misiones; no había mucha paz entre los franciscanos que seguían los pasos de fray Junípero Serra, fundador de la primera misión de San Diego de Alcalá (que ya había sido canonizado y había hecho posible un imperio). Quienes seguían a los políticos obtenían grados muy altos en el ejercito. Los hombres que se encontraban bebiendo en la taberna de Reina de los Ángeles no querían un espía cerca de ellos.

En este momento se había acabado la conversación, lo cual le resultaba molesto al posadero y al mismo tiempo lo atemorizaba, ya que el sargento Pedro González era pacifico mientras hubiera una discusión; pero a menos que estuviera hablando, el soldado podría sentirse impulsado a provocar un altercado.

Ya dos veces lo había hecho González, causando muchos daños en los muebles y en las caras de los parroquianos de la taberna; el posadero había acudido al comandante del presidio, el capitán Ramón, solo para que este ultimo de informara que él ya tenia bastantes problemas encima y que la administración de una posada no era de su incumbencia.

De manera que el posadero observaba cautelosamente a González, acercándose hacia la orilla de la mesa grande y tratando de empezar una conversación general con el fin de evitar dificultades.

­­­—Se rumora en el pueblo—dijo—, que el Zorro anda suelto otra vez.

Sus palabras tuvieron un efecto al mismo tiempo inesperado y terrible. El sargento Pedro González se enderezo súbitamente en la banca, arrojo al suelo su tarro, que todavía tenia algo de vino, y asestando un terrible golpe sobre la mesa con su puño, hizo que los tarros, las barajas y las monedas se desparramaran por todos lados.

El cabo y los tres soldados retrocedieron presas del pánico, y el posadero palideció; el indio que estaba sentado en el rincón se acerco a la puerta, pensando que seria mejor salir a enfrentarse con la tormenta que quedarse a arrostras la furia del sargento.

—Con que el Zorro, ¿eh?—grito González con voz estruendosa—. ¿Estoy condenado a oír por doquier ese nombre? <<El Zorro>>, ¿eh?... ¡Mr. Fox, en otras palabras! Se imagina, digo yo, que es más astuto que los demás. ¡Por todos los santos, apesta como un zorrillo!

González dio un trago, se volvió para verlos a todos de frente, y continuo con su perorata:

—¡Corre por todo el camino real como una cabra montesa! ¡Una máscara, y luce una hermosa espada, según me han dicho, y con la punta graba a su odiosa letra Z en la mejilla de su enemigo! ¡Bah! ¡La llaman la marca del Zorro! ¡Tiene una espada muy bella, en verdad!, aunque yo no podría jurarlo, pues nunca la he visto. No quiere concederme el honor de verla, ¡las pillerías del Zorro nunca ocurren por donde anda el sargento Pedro Gonzáles! Tal vez el Zorro pueda decirnos por qué, ¡bah!

Echándoles una mirada fulminante a todos, frunció el labio superior y las puntas de sus bigotazos negro se encresparon.

—Ahora lo llaman la maldición de Capistrano—dijo el posadero gordo, agachándose a recoger el tarro de vino y las barajas con la esperanza de adueñarse de paso de alguna moneda.

—¡Maldición de todo el camino y de toda la cadena de misiones!—rugió el sargento González—. ¡Un asesino, eso es, un ladrón! ¡Bah! Un tipo cualquiera tratando de ganarse la reputación de valiente porque roba una que otra hacienda y se dedica a asustar a las mujeres y a los indios. El Zorro, ¿eh? ¡He aquí un zorro que me dará gusto cazar! <<Maldición de Capistrano>> ¿eh? Yo sé que no he sido un santo, pero solo le pido una cosa al cielo: ¡Que me perdone mis pecados y me conceda la gracia de enfrentarme cara a cara con este gentil salteador!

—Hay una recompensa...—empezó el posadero.

—¡Me quitaste la palabra de la boca!—protestó el sargento González—. Hay una buena recompensa que ofrece su excelencia el gobernador. ¿Y cuál es la buena suerte que le ha tocado a mi espada? Si estoy de servicio en San Juan Capistrano, el tipo hace de las suyas en Santa Bárbara. Si estoy en Reina de los Ángeles, se roba una buena cantidad de dinero en San Luis Rey. Ceno en San Gabriel , digamos, y roba en San Diego de Alcalá. Un fastidio, eso es. Una vez me lo encontré...

El sargento González se ahogó, tan furioso estaba, y tomó su tarro de vino, el que había vuelto a llenar el posadero, apurando todo el contenido.

—Bueno, afortunadamente, nunca ha venido por aquí— dijo el posadero, dando un suspiro de alivio.

—Y con razón, gordo, con mucha razón. Tenemos aquí un presidio y bastantes soldados. Este guapo Zorro se cuida mucho de acercarse a cualquier presidio. Es como un fugaz rayo de sol, lo reconozco, e igual de valiente.

El sargento González descanso nuevamente en la banca, y el posadero le dirigió una mirada de tranquilidad, con la esperanza de que esa noche de lluvia no se romperían tarros, muebles, ni caras.

—Sin embargo, el Zorro tiene que descansar de vez en cuando, debe comer y dormir—dijo el posadero—. Con seguridad tiene algún escondite para reponer sus fuerzas; algún día los soldados lo perseguirán hasta su guarida.

—¡Bah!—replicó González—. Claro que el hombre tiene que comer y que dormir. ¿Y qué es lo que alega ahora? Dice que él no es un verdadero ladrón, ¡por todos los santos! Que solo se dedica a castigar a los que maltratan a los hombres de las misiones; ¡amigo de oprimidos!, ¿eh? hace poco dejo un letrero en Santa Bárbara diciendo esto, ¿no es verdad? ¡Bah! ¿Y cual puede ser la respuesta? Los frailes de las misiones lo están amparando; lo esconden, le dan de comer y beber. Estoy seguro de que si sacuden la túnica de un fraile, encontraran alguna pista de este salteador, o dejo de ser militar.

—No dudo que diga usted la verdad—contesto el posadero—. No me extrañaría que los frailes hicieran tal cosa. Pero ojala que el Zorro nunca venga por aquí.

—¿Y por qué no, gordo?—grito el sargento González con voz de trueno—. ¿Acaso no estoy yo aquí? ¿Acaso no tengo la espada a mi lado? ¿Eres una lechuza, o es tan débil la luz del día que no puedes ver más allá de tus narices? Por todos los santos...

—Quiero decir—se apresuró a afirmar el posadero bastante alarmado—, que no quiero que me roben.

—¿Qué te roben qué, gordo? ¿Un tarro de vino y una comida? ¿Acaso tienes riquezas, estúpido? ¡Bah! Deja que venga ese individuo. Solo deja que ese atrevido y astuto Zorro entre por esa puerta y se pare frente a nosotros. ¡Que nos haga una caravana, como dicen que lo hace, y que brillen sus ojos a través de la mascara! Permíteme enfrentarme con el por un instante, y pediré la generosa recompensa que ofrece su excelencia.

—Tal vez tenga miedo de aventurarse a llegar tan cerca del presidio—dijo el posadero.

—¡Más vino!—rugió González—. Más vino, gordo, y cárgalo a mi cuenta. Cuando haya cobrado la recompensa, te pagare todo. Te doy mi palabra de honor. ¡Ja! Si entrara ahorita ese astuto y valiente señor Zorro, esa maldición del Capistrano...

Repentinamente se abrió la puerta.





¡Hola!

Si te gusto la historia, hasta ahora, regala una estrellita y continúa leyendo. Cualquier dudita, no se detengan y comenten. ¡Hasta luego!

Continue Reading

You'll Also Like

55K 7.4K 57
𝐌𝐄𝐓// Matar para sobrevivir. Eran las reglas en el nuevo lugar donde conociste a aquellos chicos que se volvieron la familia que ninguno tuvo... B...
60.8K 3K 22
Shuuko Komi y Shouko Komi comienzan a obsesionarse de HitoHito Tadano por ser muy amable, respetuoso y compresivo con ellas, pero esa obsesión llevar...
14.9K 2.4K 31
᯾☼︎♧︎︎︎☼︎᯾ La universidad " Pésima opción", quien diría que ahí encontraría la persona que cambiaría su forma de pensar, y el cambio drástico que ten...
314K 10.6K 8
dipper pines se sintió devastado cuando su familia entera lo traicionó en el raromagedon Pero un rubio de ojos amarillos lo ánimo y apoyo asi es Bil...