Kiha

Por SaylaTrack

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Libro #6 de Bestias Inicio: 13/05/2019 Más

Inicio
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Epílogo

Capítulo 23

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Por SaylaTrack

Suspiró cansada. Le dolía la espalda, tenía los pies y tobillos hinchados, su panza estaba muy grande a sus ochos meses. Ya no faltaba nada para que naciera su hija.

Había perdido el interés por salir a dar paseos, como meses anteriores solían hacer con Boit. Lo único que quería, era que la niña naciera, ya no soportaba su panza.

—Ensalada de frutas —sonrió el castaño entrando a la habitación.

—Gracias —le dijo tomando el tazón.

Boit la ayudó a sentarse, acomodando los almohadones detrás de su espalda, para que estuviera más cómoda.

Se sentó en los pies de la cama, y tomó sus piernas, colocándolas sobre sus muslos para masajear sus pies.

—Luces tan cansada.

—No puedo dormir bien, la niña ya está muy grande, y a veces no puedo respirar.

—Ya falta menos —sonrió suavemente—. Ya pronto la bebé estaré con nosotros, y podrás sentirte libre de nuevo.

—Sí, ya quiero que nazca —le dijo cerrando los ojos.

—Ey.

Abrió los ojos, y observó la tierna sonrisa en el rostro de Boit.

—Yo... Yo sólo quiero agradecerte por esto, Kiha. Tú estás haciendo un gran trabajo para traer a nuestra hija, y es un regalo maravilloso.

—Tú eres él que está haciendo todo —pronunció bajo.

—Como tú cuando me encontraste —rio bajo—. Era un pobre diablo en medio del desierto. Si no me hubieras ayudado, hoy no tendría la dicha de esperar a mi hija.

Ella sonrió levemente, y miró hacia abajo.

—Ojalá Umie nazca como tú, con tu olfato sensible, y esa super vista que ustedes tienen. Recuerdo cuando Sula vino a la tribu de mujeres, me contó que ustedes pueden saber de quién es una cría por su olor.

—Sí —murmuró, apretando sus dedos en las sábanas.

—Sería genial poder hacer eso. De ese modo, nunca perdería de vista a la bebé —rio—. ¿Cómo es que huele? ¿Huele a nosotros dos?

—Es... Una mezcla —pronunció bajo—. Luego de nacer, a medida que pase el tiempo, adquiere su propio aroma, es difícil de explicar.

—Entonces, mientras esté en tu panza, y hasta que sea más grande luego de nacer, olerá como ambos.

—Sí Boit.

—Wou, que fascinante es poder sentir eso. Ustedes son increíbles... ¿Has pensando cómo podría ser ella? Dicen que la mayoría de los bebés nacen con los ojos azules, y tal vez ella también. Cómo yo tengo los ojos azules, por ahí a ella les queden.

—Boit... ¿Te molesta si duermo un poco? Me siento muy cansada.

—Claro que no —sonrió, ayudándola a acostarse—. Descansa, cuando menos lo pienses, la bebé estará aquí con nosotros.

El castaño salió de la habitación, y Kiha no pudo evitar llorar en silencio. ¿Qué iba a hacer si la niña se parecía a Giel?

***

Kiha se encontraba cursando las treinta y ocho semanas se embarazo, aún le faltaba casi un mes para la fecha de parto, cuando comenzó a sentir un dolor punzante en la parte baja de su espalda.

Se quejó, e intentó acomodarse mejor en la cama, para tener una posición más cómoda. Pero al cabo de varios minutos, el dolor persistía, y al aparecer, se estaba haciendo más fuerte.

—Boit.

Esperó a que el muchacho viniera, pero al no hacerlo, ya que estaba afuera cocinando, decidió ir ella a buscarlo. Con dificultad se bajó de la cama, y al pararse y dar el primer paso, un líquido tibio se escurrió entre sus piernas, mojando el suelo.

Miró aturdida el gran charco bajo sus pies, como si se hubiese orinado, y antes de poder reaccionar, un dolor agudo la hizo sentarse.

—¡Boit!

El castaño entró corriendo a la casa, y se encontró con Kiha en la cama, sollozando. Se acercó a ella, y notó entonces el suelo mojado, mirándola asustado.

—¿Qué pasa? ¿Qué tienes? ¿Es la bebé?

—S-Sí, creo que ya viene —sollozó—. Tengo miedo, t-tengo miedo Boit.

—Tranquila, todo estará bien, intenta tranquilizarte, pediré una ambulancia —le dijo buscando su celular—. Respira como te explicó la doctora.

Kiha se aferró del borde de la cama, y apretó sus dientes, al comenzar a sentir las contracciones, escuchando como Boit hablaba por teléfono.

Cuando terminó la llamada, con cuidado la ayudó a acostarse. Pero Kiha prefirió quedarse sentada.

—B-Boit.

—Ya están viniendo —le dijo tomándola de la mano—. Respira conmigo, tranquila.

La castaña negó con la cabeza, y apretó su mano con fuerza, intentando no gritar.

—N-No voy... A p-poder.

—¿Qué? —preguntó asustado.

Kiha gritó, recordando aquellos dolores que ya había sufrido antes, cuando había perdido a los bebés, y lloró angustiada, respirando con rapidez.

—Debes tranquilizarte, ellos ya están viniendo, respira conmigo, vamos.

Negó con la cabeza, echándose hacia atrás en la cama.

—N-No, quiere n-nacer ahora, ya.

—Pero-

La joven madre volvió a gritar, y Boit observó aturdido como su vientre se movía... ¿En verdad su hija nacería en ese momento? Él no tenía idea de que hacer.

Kiha apretó su mano con fuerza, y comenzó a pujar, alertando al muchacho.

—Espera, ya regreso —le dijo soltándola.

Fue hasta la cómoda de la bebé, y buscó una toalla, para volver hasta la cama, y arrodillarse en los pies de la misma, para recibir a la niña.

Le levantó la falda a Kiha, y observó que ella había comenzando a sangrar, palideciéndo.

—Y-Yo... Respira Kiha, creo que-

Pujó con más fuerza, gritando en el acto, tomándose del colchón.

—Oh, creo que... Es su cabeza Kiha —pronunció tembloroso—. Lo estás haciendo bien, ella ya casi está aquí. Tú puedes, respira, tranquila, ya casi.

Kiha tomó varias respiraciones seguidas, sintiendo que ya no le quedaba fuerzas, después de las que había hecho. Sintiendo que si su hija no nacía en ese momento, cedería ante el dolor.

No estaba respirando correctamente, y aquello le estaba quitando fuerzas. Ya comenzaba a sentirse muy mareada y débil.

—Vamos, sólo un poco más, sólo un poco más —le dijo inclinándose hacia ella, tomándola de la mano.

Y la joven la apretó con fuerza, antes de pujar con su último aliento, sintiendo como Boit soltaba su mano en ese momento.

—Oh Dios —jadeó tomando a esa pequeña criatura roja con la toalla, escuchando su llanto fuerte y agudo—. Kiha...

La envolvió con cuidado en la toalla, y limpió su carita, mirando con los ojos aguados como la bebé lloraba, apretando sus puñitos.

—Ya mi amor, ya no llores —sollozó emocionado Boit—. Tranquila... Mírala Kiha, ella es muy bonita —le dijo girándose—. ¿Kiha?

La observó, y ella estaba tendida en la cama, con los ojos cerrados.

—Kiha, Kiha —la llamó, dejando a la bebé junto a ella, que no dejaba de llorar.

Y con horror, observó que ella no estaba respirando, y estaba muy pálida.

—No, no, no me hagas esto —pronunció desesperado, bajándose de la cama.

Le cubrió la nariz con dos de sus dedos, y sopló en su boca, antes de comenzar a hacerle compresiones en el pecho.

—No me hagas esto, Kiha... La niña te necesita, yo te necesito —le dijo desesperado, llorando.

¿Dónde diablos estaba la maldita ambulancia?

...

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