Recuerdos Pasados (Actualizac...

By Deby15om

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Avril Grimm se enfrenta a sus últimos años de Hogwarts junto a los Merodeadores y su mejor amiga Lily Evans q... More

1 Prólogo
2. Boda en un nido de serpientes. Parte I
3. Boda en un nido de serpientes. Parte II
4. Boda en un nido de serpientes. Parte III
5. El tiempo
6. Saber nadar
7. Empezar de cero
8. De frente
9. ¿Qué hay de nosotros?
10. Pájaro azul
11. El sueño más hermoso. Parte I
12. El sueño más hermoso. Parte II
13. Cuando una serpiente ataca
14. Un gallo
15. La carta
16. La muerte de Sirius
18. Una aventura en el Bosque Prohibido
19. Una amistad preciosa y única
20. Una noche especial

17. El diario

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By Deby15om

El diario

Sirius estaba casi convencido de que había visto a la abuela de Avril en alguna ocasión. Una fiesta de sociedad, un cruce en mitad de una calle. Pero no había forma de que la pudiera recordar.

Los Emith eran una de las familias sangre pura más misteriosas de todo el mundo mágico. Siempre se mantenían en hermético secreto, guardando para ellos el tema de su maldición. Casi nunca se los veía fuera de su territorio, siempre tratando de pasar discretos sin llamar mucho la atención. Se mantenían neutros respecto a cualquier disputa en el mundo mágico, como si la cosa nunca fuera con ellos y en contadas ocasiones permitían que el resto del mundo interviniera en sus asuntos. Tal era el caso actual, en el cual no se pronunciaban a favor de Voldemort pero tampoco hacían nada para mostrar que estaban en el bando contrario.

Eran una familia tremendamente conocida pero de la que pocos sabían algo real acerca de ellos.

Descubrir que Avril formaba parte de esa familia, resultó ser una gran sorpresa, aunque no tanto como el hecho de que fuera una viajera del tiempo (cosa que se justificaba perfectamente por ser una Emith).

En ese mismo instante, Sirius reconoció a la abuela de Avril porque destacaba por sobre todos los magos y brujas que había en la sala. Además, acababan de salir de una de las oficinas y varias personas se las quedaron mirando.

Moira era una mujer bajita, al igual que su nieta, pero que imponía una presencia imposible de ignorar. Caminaba derecha como una vela, con la cabeza alta y mirada seria que podía resultar amenazante. Sus ojos castaños miraban al resto del mundo como si estos no tuvieran nada que ver con ella. Llevaba el pelo castaño, algo canoso cerca de las sienes, recogido en un sofisticado moño y el sombrero de plumas azules permanecía en sus manos agarradas al frente, junto a un pequeño bolso de cuentas a juego. Las arrugas comenzaban a marcársele en el rostro y su expresión permanecía firme, con los labios cerrados sin dejar asomar un atisbo de sonrisa. Era seria en su trato con las personas, desconfiada de todos, siempre tensa y dura en sus enseñanzas.

A su lado caminaba una de sus hijas, Lizbeth Emith, la hermana mayor de Evangelyn y tía de Avril. Era algo más alta que su madre y su hermana, pero con el mismo color de cabello y ojos. Las tres mujeres eran muy parecidas en aspecto y tenían una silueta similar.

Avril sacaba cierto parecido de ellas, la misma altura que su madre y su abuela, la misma nariz chata y los labios carnosos. Mientras que Lizbeth tenía una expresión algo más seria al igual que Moira; Evangelyn y Avril eran más alegres en ese sentido, con más facilidad para sonreír.

Por otro lado, Avril había sacado mucho de su padre también, el color del pelo y su forma ondulada, los ojos de un azul profundo y ciertos rasgos y gestos que eran los que hacían que la gente la asociara con él.

Sirius dejó de mirar en el momento en que sintió el cuerpo de Avril temblar. Apenas era capaz de imaginar por lo que su pequeño pájaro estaba pasando y no sabía qué hacer exactamente.

Con un simple paso, Sirius interpuso su cuerpo entre Avril y la visión de su abuela y su tía Lisbeth, dando la espalda a estas. Pasó una mano por su cintura y con la otra sujetó la pequeña y fría mano de Avril, apretando ligeramente para llamar su atención.

La bruja finalmente alzó la vista hacia él. Estaba aterrada. Había perdido todo el color del rostro y se veía claramente que no sabía qué hacer con la mezcla de sentimientos dentro de ella.

Sirius recordaba ver una mirada similar en ella la primera vez que se vieron en el tren rumbo a Hogwarts, cuando iban a cursar su tercer año. Solo que en aquel momento, se veía más emocionada que asustada.

- Si-Sirius...

La voz le temblaba y lo dijo en un susurro tan bajo que no estuvo segura de si el chico la había escuchado. Su abuela, aquella mujer que había sido la mayor constante en su vida, su maestra, su cuidadora, la voz de su conciencia. Sus palabras siempre habían quedado grabadas a fuego en su memoria, hiciera o no caso de ellas posteriormente. Era la persona a la que siempre había tenido más miedo de decepcionar, a quien había querido y admirado siempre. Su abuela siempre había sido su abuela por encima de todo y a pesar de todo.

Ahora existía la posibilidad de tener que enfrentarse a ella y no sabía si podría soportarlo.

¿Cómo iba a enfrentarse a que la mirara sin saber quién era ella? ¿Sin ver esa luz de reconocimiento en su mirada? ¿Qué le diría? ¿Qué pasaría si la descubría?

Su abuela no podía saberlo. No podía saber todavía hasta que punto había metido la pata y echado por tierra todas sus enseñanzas. Le daría igual que lo estuviera intentando por un bien mayor, los sentimientos no tenían nada que ver en todo aquello, siempre se lo había dicho. Si su abuela se enteraba de que estaba reescribiendo la línea temporal, la mataría.

Quería huir, salir corriendo y esconderse bajo la capa de invisibilidad de James para el resto de su vida. Que su abuela no la viera, que no se enterara de que estaba allí, no todavía. No quería que la viera y no supiera quién era ella. No quería ver su rostro decepcionado o escuchar de ella todo lo que había hecho mal.

Y sin embargo, al mismo tiempo, estaba deseando acercársele. Suplicarle perdón, decirle quién era y cuánto la quería. Quería que esos ojos severos la miraran de arriba abajo y vieran en ella algo que le dijera que sí que eran familia, que podía volver a entrar a sus vidas aunque nada volviera a ser como antes. Quería a su familia de vuelta, a su abuela aleccionándola, a su tía Lisbeth y su primo Lysandro organizando las comidas familiares de los domingos, a su madre besándole la frente cada vez que le apetecía, a su padre llegando a casa con un par de pizzas bajo el brazo. Quería la seguridad que todo ello le proporcionaba, quería su amor.

¿Cómo podría tan siquiera enfrentarse a todo?

Sus ojos se desviaron de los grises de Sirius a la figura de su abuela y tía. Hubo un instante en que Moira miró hacia ellos y el cuerpo de Avril se tensó como las cuerdas de un arpa. Sin embargo, se dio cuenta, su mirada no se dirigió a ella, sino al muchacho que ahora mismo la sujetaba.

El mismo que de repente juntó sus labios con los de ella. Por un instante, Avril se preguntó qué diantres estaba haciendo Sirius. Correspondió por inercia, porque sus labios ya resultaban familiares sobre su boca, se sentían seguros y reconfortantes. Luego salió del estupor inicial y empujó fuertemente a Sirius por el pecho, separándolo de ella.

- ¿Qué haces? – preguntó con los inicios del enfado notándose en su voz.

- Distraerte – respondió simplemente -. Parecías una gárgola asustada. Pensé que si te besaba...

- ¿Acaso eres idiota? – su voz aumentó una octava -. ¿En un momento como este te pones a besarme? ¿Justo cuando estoy pasando por una duda existencial? ¿Cuándo tengo a dos palmos de mí a mi abuela? ¿Te das cuenta de lo estúpido que suena?

- Bueno, dicho en voz alta... en mi cabeza sonaba mejor – Sirius se llevó la mano a la nuca, rascándose nervioso. Luego su sonrisa perruna se instauró lentamente en su rostro y sus ojos grises la miraron con intensidad.

- ¿Qué?

- Nada, que después de todo sí que ha funcionado.

- ¿De qué hablas?

- De que ya no estás pálida y temerosa. Ahora estás hecha toda una fiera, así como siempre eres.

Avril se quedó muda del asombro por un momento. Sirius tenía razón, todavía tenía muchos sentimientos encontrados dentro de ella, pero ahora no parecían pesar tanto como unos minutos atrás.

- Aún así, esta no era la forma.

- ¿Ah no? ¿Se te ocurre algo mejor? – la sonrisa de Sirius se amplió logrando captar un par de miradas femeninas -. Porque yo creo, que con algo menos de público, podríamos hacer cosas muy interesantes.

- Basta, Sirius – cortó Avril con la voz como un témpano de hielo.

La sonrisa de Sirius desapareció, entendiendo finalmente que no era el mejor momento para jugar, pero aun así se sentía satisfecho. Al menos ya no tenía esa mirada en su rostro, esa que lo hacía pensar que ella desaparecería de su lado. Cuando ella recordaba cosas sobre su pasado, Sirius sentía un temor cada vez más grande, porque temía que su anhelo por lo que antes vivió hiciera que Avril se alejara, como si fuera capaz de volver el tiempo atrás (o avanzar en el futuro, con Avril nunca sabía bien qué termino temporal utilizar) y regresar a su antigua vida, una en la que él no estaba. Como si ella fuera capaz de encontrar la forma de volver.

Un carraspeo los hizo girar la cabeza a la vez. Ambos quedaron estáticos.

Moira estaba frente a ambos, con Lisbeth justo detrás de ella mirándolos con una ceja alzada. El corazón de Avril se saltó un latido para empezar a golpear tan fuerte que hasta lo sentía vibrando en sus oídos. En contra de lo esperado, la mujer se dirigió a Sirius.

- Eres Sirius Black, ¿me equivoco?

La voz de Moira la hizo estremecer, pero supo ocultarlo bien. Sirius y ella se miraron en silencio sin saber bien qué hacer y el chico contestó.

- Para nada, ¿en qué puedo ayudarla? – preguntó cortésmente, haciendo una ligera inclinación de cabeza hacia la mujer mostrando una vez más la educación sangre pura recibida.

Avril a menudo olvidaba eso de Sirius. Siempre era tan relajado al respecto, tan rebelde e irrespetuoso hacia las normas de cortesía o cualquier otra que cuando se comportaba como un verdadero aristócrata se sorprendía.

Moira no dijo nada, se lo quedó mirando con ojo crítico y ninguno de los chicos entendió nada.

- ¿La conozco de algo? – se aventuró a preguntar.

Su abuela cuadró su postura, saliendo de algún tipo de pensamiento que había estado rondando en su cabeza.

- En realidad lo dudo. Pero conozco a tu familia – ni siquiera se presentó a ella misma, daba por hecho que todo el mundo la conocía -. Conocía a tu tío Alphard.

El rostro de Sirius solo entrevió un ligero crispamiento de la comisura derecha antes de sonreír suavemente. Y en la mente de Avril se encendió una pequeña bombilla.

- Te pareces a él muchacho – apreció secamente, no como un cumplido solo como una observación.

A pesar de ello, los labios de Sirius se ampliaron enseñando los dientes, radiante como cada vez que sonreía. Se apreció un ligero brillo en los ojos de Moira antes de que la vieran estirar ligeramente los labios.

- Sí, definitivamente eres igual que él – y en ese momento sí que parecía un cumplido.

Sin darse cuenta, Avril imitó la misma sonrisa que su abuela tenía en su rostro, porque pocas personas extrañas a la familia lograban sacarle una sonrisa a esa mujer. De alguna forma, a Avril la emocionaba que Sirius fuera capaz de hacer eso. Pero rápidamente se puso seria al sentir los ojos escrutadores de su tía sobre ella.

- ¿Lo conocía? – preguntó Sirius todavía con la sonrisa implantada en él.

- Más de lo que me gusta admitir – dijo limpiando una mota de polvo invisible del sobrero entre sus manos -. Solo quería darte el pésame. Dárselo a alguien que de verdad lo apreciaba.

- Se lo agradezco – Moira asintió escueta y se despidió de ellos casi sin apenas poner una mirada sobre Avril -. ¿Cómo supo quién era yo?

Moira se giró y lo miró de arriba abajo.

- El hablaba mucho de ti y a los Black se os reconoce desde lejos.

- ¿Lo veía a menudo?

- No mucho. Un par de veces en los últimos años. Alguna vez se dignaba a aparecer por la puerta de mi casa sin invitación y tomábamos el té – explicó con cierto aire de irritabilidad, pero en realidad parecía divertirle el recuerdo. Luego añadió, como si estuviera admitiéndolo bajo tortura -. También me escribía a menudo, aunque yo le insistiera que cesara de hacerlo.

- Sí, definitivamente así era él – Moira asintió de acuerdo a las palabras de Sirius.

Antes de marcharse, los ojos de Moira y Avril se cruzaron. Avril retuvo el aire en sus pulmones y apretó con fuerza la mano de Sirius. La mujer frunció el ceño durante un instante, desde fuera podía verse como los engranajes de su cabeza giraban pero finalmente no pasó nada.

- Vámonos mamá – dijo Lisbeth a su lado -. Aún tenemos que pasar por la librería.

...

..

.

El verano pasó entre cartas y visitas. Conoció por primera vez a los padres de Remus, en un fin de semana que pasó en casa de este. Coincidía con la luna llena y James, Sirius y Peter habían cogido la costumbre de visitar a su amigo en esas noches para vagabundear con él en sus formas de animago. Avril pudo notar lo agradecidos que estaban los Lupin con los amigos de su hijo, con acompañarlo en aquellas noches en las que ellos solo podían esperar por él en casa o encerrarlo en el sótano con todo el dolor de su corazón.

Ese día en cuestión, los chicos se iban a eso de las ocho de la tarde, antes de que anocheciera del todo, alejándose un par de kilómetros de la casa como si se marcharan de acampada. Y entonces comenzaba la vigilia del resto.

Lyall y Hope Lupin no solían dormir tampoco la noche de luna llena. Se sentaban en los sofás del salón, leyendo algún libro, adelantando trabajo o simplemente hablando. Y consumiendo mucho, mucho café. Avril les acompañó con gusto y tanto ella como Hope se divirtieron como nunca viendo los álbumes de fotos que tenía de Remus.

Como Hope no era bruja, había alternado las fotos muggles con las mágicas y tenía todo un repertorio del chico en todas las etapas de su vida. Incluso había una copia de la foto que se hicieron en Hogwarts todos juntos.

- ¡¡Ohhhhh!! – exclamó Avril, enternecida por una foto mágica de Remus, que daba sus primeros pasitos hacia la cámara -. Es adorable, tan, pero tan, tan bonito.

- Y ha sido siempre muy buen niño – decía Hope con una gran sonrisa en la cara, pasando la página y logrando que Avril estallara en carcajadas.

- No puedo con esto, es demasiado para mi corazón – Remus aparecía en la siguiente foto en blanco y negro, medio-escondido tras una cortina. Tenía medio cuerpo fuera, sin ropa aparentemente, mirando al que hizo la foto con los ojos brillantes por las lágrimas y un puchero en los labios, apretando en sus puñitos la tela de la cortina.

- Ah, sí – dijo Hope riendo también con ella -. Aquí no quería darse su baño. Conseguí quitarle la ropa pero no me despisté más de un segundo cuando ya había desaparecido. Cuando ponía esa cara, parecía que no había roto un plato en su vida, siempre conseguía librarse de los castigos.

- No ha cambiado mucho entonces. En Hogwarts es el que menos castigos acumulados tiene de los cuatro – señaló refiriéndose a los Merodeadores.

- Siempre ha sido un niño muy inteligente – afirmó con una sonrisa, aunque esta decayó un poco -. Estoy tan contenta de que conociera a los chicos, les debemos mucho – miró a su marido, sentado en un sillón individual cerca del fuego con un libro entre las manos.

Él asintió con la cabeza conforme con su mujer. Parecía que no iba a añadir nada, cuando habló.

- Remus era muy vivaracho desde su nacimiento. Cuando ocurrió el ataque... bueno, las cosas fueron diferentes. Al crecer sabiendo que no era como el resto, él se recluyó bastante – abrió y cerró las manos, como tratando de contener ciertos sentimientos -. Sé que es incapaz de aceptarse a sí mismo, a pesar de todo lo que hemos hecho por intentar que sea como uno más y me siento culpable.

- No diga eso – pidió Avril entristecida.

- Es la verdad y es culpa mía. Incluso después del ataque, no hicimos las cosas bien del todo. Lo dejamos recluirse, incluso no pensamos en Hogwarts como una opción viable hasta que Dumbledore se presentó en casa.

Nadie dijo nada después de eso. Hope siguió pasando las páginas del álbum aunque no con la misma alegría que antes. Una foto de Remus de bebé se despegó y cayó en el regazo de Avril. Al mirarlo, la foto de Teddy se le vino a la memoria, se parecía muchísimo.

- Yo creo que lo han hecho muy bien – opinó Avril -. Remus es un muchacho tan bueno, tan talentoso. Habéis criado a un chico amable, inteligente y que se preocupa por sus amigos, eso hoy en día es toda una proeza. Creéis que le debéis mucho a los chicos pero ellos estarían absolutamente perdidos sin él.

Hope y Lyall eran encantadores y podía decir con gusto que su hijo era igual que ellos.

...

..

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Ayudó a Sirius a limpiar y redecorar la casa que le había dejado su tío Alphard como herencia. Sirius quería independizarse al acabar Hogwarts y si quería entrar a vivir nada más terminar, él decía que debía de arreglarla antes de que acabaran las vacaciones de verano.

También fue varias veces con Lily al Londres muggle. El mundo mágico estaba en un momento crítico, de modo que para ir las dos solas sin tener que preocuparse mucho de si serían víctimas de un ataque mortífago dejaron de frecuentar el callejón Diagon para sus quedadas.

A pesar de ello, Avril no se libró de sufrir nuevamente los horrores de los ataques mortífagos. Godricks Hollow se convirtió en un blanco para estos. Entraron de noche a un par de casas de magos poderosos que no se habían terminado de posicionar y trataron de obligarles a aliarse con ellos. Las negativas no fueron bien recibidas y las casas salieron ardiendo como mínimo. Mataron una familia al completo, Avril conocía a la niña de la familia porque era una Griffindor que había entrado el año anterior a primero, Mildred. De la otra familia solo dejaron vivo al marido y al hijo mayor.

Ese fue también el verano en el cual comenzó a escribir el diario para la Casa Emith. El diario que todo viajero del tiempo debía escribir para que la familia tuviera los acontecimientos fechados y pruebas fehacientes de como afectaban los cambios temporales.

Su encuentro con su abuela fue lo que la hizo decidirse al final.

En la primera página escribió su nombre real, de quien era hija, el día que nació, algo de contexto y comenzó a relatar su vida tal y como la recordaba: su infancia con sus padres, datos que estos le contaron sobre cómo se conocieron, el día que su madre hizo el viaje en el tiempo y el por qué y, aunque dudó si escribir lo que su primo Elijah descubrió sobre su muerte, terminó por hacerlo.

Relató su entrada en Hogwarts, sus amigos, el por qué estaban viviendo doce años de paz, el cómo se vio inmiscuida en aquella guerra por ser amiga del "Niño que Vivió" y cuanto amor sentía por ellos, por Hermione, por los Weasley. Habló de todos y cada uno de ellos, escribió los recuerdos más hermosos vividos y también cada uno de los más dolorosos que conoció.

Habló de James y Lily, los padres de Harry, aquellos que sacrificaron todo, aquellos que dieron la vida por él y con ello salvaron el Mundo Mágico.

Habló de Sirius, de la grandísima admiración que sentía por él, de cómo una chiquilla de quince podía estar completamente loca por un fugitivo de la justicia. Escribió las dos caras de la misma moneda: felicidad y dolor.

Habló de Remus, de lo alucinante que era como hombre, como profesor. Su proceso de superación y aceptación, sus miedos y cuanto quería a su familia.

Habló de la traición de Peter y de cuanto le dolía pensar en ese chico. Dolía tanto, pero tanto. Porque no sabía qué hacer con él, como hacer que no se fuera por el mal camino.

Escribió muchísimo aquel verano. Incluso le faltaron días para seguir escribiendo. Sentía que se quedaba sin páginas en el diario, que su vida no podría ser cobijada en tan solo ese pequeño diario porque se dio cuenta de que no estaba escribiendo solo su vida, sino la de todas las personas con las que se cruzó.

Se dijo a sí misma, que su abuela no comprendería por qué hacía lo hacía, si no conocía a aquellas personas. Aún así trató de escribir de todos: Arthur, Molly, Bill, Charlie, Percy, Fred y George, Ron, Ginny, Hermione, Neville, Frank y Alice, Dean, Seamus, Severus Snape, Régulus, Dumbledore, McGonagall, los Black... tenía tantas personas. Algunos ocupaban más espacio otros menos.

Y cuando se dijo que ya había escrito suficiente sobre su pasado, que había dejado todos sus miedos y angustias allí plasmados, que se había desahogado lo suficiente sobre cómo era todo y todo lo que sabía sobre el futuro ocurrido hasta el día de la Batalla de Hogwarts donde ella desapareció, fue que comenzó con a plasmar su decisión de no dejar que todo eso ocurriera.

Y escribió los cambios que había comenzado a producir, desde el mismísimo momento en el que decidió no ir a vivir con el resto de la familia a Francia, donde ni siquiera sabían de su existencia.

Sí, aquel fue un verano muy largo para Avril.

...

..

.

- Tómese este año con tranquilidad Avril – decía Dumbledore desenvolviendo un caramelo -. Las cosas marchan según lo esperado así que céntrese en disfrutar de su último año.

El pie de la chica no paraba de moverse con nerviosismo. No le quitaba ojo al anciano que con tanta tranquilidad la aconsejaba.

- En realidad, me sentiría mejor si hiciera algo. Tal vez encontrar la forma de robar el Horrocrux de casa de Malfoy o encontrar el paradero de la Copa. Incluso evitar que cree más.

- Insisto en que tranquilice. Ya tengo a la Orden trabajando en esos asuntos.

- La Orden ya tiene trabajo suficiente encargándose de ayudar a evitar los ataques como para además...

- Tengo a cargo a personas que les confiaría mi vida de ser necesario – el anciano sonrió al otro lado de la mesa -. Ahora, usted debe mantener su perfil anónimo solo un poco más. Termine Hogwarts con éxito, disfrute de un último año que no tuvo y no desaproveche la oportunidad de estar con sus amigos – Albus le lanzó un caramelo que Avril cogió al vuelo por poco -. ¿Cómo lleva el diario?

- B-bueno, todavía no terminé de escribirlo – incluso había tenido que añadirle páginas.

- En ese caso, si tan inquieta se siente por tener que ocuparse solo de aprobar con buena nota los ÉXTASIS cuando nunca antes los había presentado, puede tratar de sobrevivir a su familia cuando descubran que está aquí – el hombre parecía divertirse ante la posibilidad de ella enfrentándose a su abuela -. Tal vez le conviene encargarse de ese problema ahora que más adelante.

Jaque Mate. Ese anciano mago se las sabía todas. No ignoraba para nada la personalidad severa de su abuela. Avril temblaba de pies a cabeza solo de imaginar el enfrentarse a ella cara a cara. La quería mucho, muchísimo, pero también la temía.

Además, estaba el hecho de que ahora se enfrentaba a un curso nuevo que no había cursado con anterioridad. Lily estaba pletórica de saber que ahora se enfrentarían a ese nuevo año partiendo de la misma casilla. Cero.

- De acuerdo, me ocuparé de mis asuntos – concedió levantándose de la silla para marcharse de allí -. Pero aun quiero estar informada de todo lo que pase.

- Sabe que así será. Que pase una buena tarde.

Caminó por los pasillos pensando en irse a su Sala Común. Lily estaba con James enseñándole un poco las rutas de guardias ya que ahora ambos eran Premios Anuales. A Lily casi le da un espasmo cuando se enteró, ella pensó que sería Remus su compañero como Premio Anual pero por alguna razón fue James el escogido. McGonagall tampoco estuvo muy feliz al respecto.

Varios niños corrían por los pasillos formando alboroto, todos en la misma dirección. Miró extrañada la afluencia de gente que parecía dirigirse a uno de los patios traseros del castillo. Iba a detener a alguien para preguntar qué ocurría cuando una mano se posó en su espalda y la empujaba para que caminara en la misma dirección que todos.

- No te quedes ahí parada, aprieta el paso.

- ¿Remus? ¿Qué está pasando? – hizo lo que le dijo, ya que parecía bastante serio al respecto.

- Al parecer ese chico de Ravenclaw está dando problemas de nuevo – no tuvo que dar detalles para que Avril supiera de quién se trataba -. Estaba en la biblioteca cuando escuché a unos niños hablando de eso. Ha hecho explotar el muro trasero en la zona noreste del castillo.

- Joder, ¿el que está cerca del Sauce Boxeador? – a esas alturas Avril prácticamente estaba corriendo a la par de Remus.

El muchacho asintió con la cabeza. Se veía preocupado y no era para menos. Para empezar existía una mínima posibilidad de que alguno descubriera el pasaje secreto que llevaba hasta la Casa de los Gritos, donde él pasaba las noches de luna llena. Aunque eso era lo de menos y lo menos probable. Lo malo sería que cualquiera cerca del Sauce corría grandes oportunidades de morir.

- ¿Por qué no puede pasar un maldito año con tranquilidad? – se preguntó al ver a la enorme cantidad de personas obstaculizando el paso.

- ¡Por favor, dejen pasar! ¡Soy prefecto! ¡Abran paso! – la voz de Remus se hizo de oír y todos hicieron lo que pedía.

Muchos alumnos ya lo conocían como prefecto y le guardaban un gran respeto. Todo el que sus propios mejores amigos no le guardaban a decir verdad. Avril lo siguió adentrándose en el mar de gente. Ningún profesor había llegado todavía al parecer.

Los gritos que se oyeron hicieron que los ojos azules de Avril y los verdosos de Remus se cruzaran un instante antes de apresurarse más adelante.

Lo que vieron los dejó con la boca abierta. El muro trasero tenía un enorme agujero de varios metros que había dejado rocas regadas por todas partes. El polvo que había soltado manchaba el aire y como la zona estaba inclinada enormes rocas desprendidas habían rodado ladera abajo, muy cerca del Sauce.

- ¿Cómo han llegado aquellos alumnos hasta allá? – preguntó Remus.

- Tuvieron que correr para que las rocas no los aplastaran – dijo uno de los niños mirando emocionado cómo se desarrollaba todo.

El Sauce Boxeador estaba alterado moviendo sus ramas de un lado a otro sin parar. Sobre una de ellas había un niño colgado que gritaba siendo balanceado sin piedad. Avril y Remus comenzaron a correr para ver desde más cerca e intentar ayudar como fuera pero antes de avanzar más algo llamó la atención de Avril que la detuvo de seguir a Remus.

Abajo, donde lo más peligroso estaba aconteciendo, James corría esquivando ramas como buenamente podía. Llegó al lado de dos niñas encogidas en el suelo. Eran de primero y acababan de entrar en Ravenclaw hacía apenas un par de semanas cuando empezó el curso.

Ambas estaban encogidas en el suelo abrazándose una a la otra con los ojos cerrados. Tenían varios rasguños y una peor cara que la otra pues James había sido testigo de cómo el árbol la golpeaba con una de sus ramas lanzándola varios metros por el suelo. Estaba viva de milagro.

- ¿Qué tal chicas? – dijo James con la voz entrecortada por el esfuerzo -. ¿No os apetece salir de aquí?

Ambas abrieron los ojos cuando notaron su presencia. Estaban llorando. James les regaló una sonrisa deslumbrante llena de confianza que nada tenía que ver con la situación en la que estaban.

- Me tomaré eso como un s...

- ¡James cuidado! – el grito de Lily lo advirtió de una de las ramas siendo propulsada justo hacia ellos.

James cubrió el cuerpo de las niñas con el suyo propio esperando sentir un golpe que nunca llegó pero sí escuchó el sonido azotar. Al alzar la vista, una pequeña cúpula de luz los había protegido. Miró a Lily quien estaba apuntándoles con su varita.

La sonrisa de James no hizo más que crecer cuando vio a la fiera en quien se había convertido Lily. La cúpula desapareció y James solo pudo soltar una carcajada cuando escuchó a la pelirroja decir:

- ¡No te quedes ahí parado imbécil!

Lily continuó lanzando hechizos al árbol. Trataba de proteger a otro niño que estaba acurrucado sobre las raíces de este sollozando. Tampoco perdía vista al que volaba colgado de las ramas temiendo por el momento en que se cayera. Los hechizos apenas servían para mucho. Al mismo tiempo tenía que esquivar ella misma los latigazos que trataban de alcanzarla.

James se agachó una vez más esquivando una rama y se colgó a una de las niñas del hombro, la otra la sujetó bajo su brazo como un saco y se lanzó a correr hacia donde Lily se encontraba. La chica lanzaba hechizos sin descanso, deteniendo con escudos los golpes que podían alcanzar a James para abrirle paso.

- Te las encargo – dijo James soltando a las niñas un par de metros alejadas de Lily -. Voy a por el que está al pie del árbol.

- ¡Me preocupa más aquel! – Lily señaló al niño que seguía sobre las ramas.

Cuando se fijó en él, vio que estaba a punto de perder la consciencia.

- ¿No hay forma de detenerlo? – Lily le lanzó un petríficus pero el árbol apenas se inmutó.

James sabía que sí había una forma pero no podía revelarla con tantas personas alrededor. Si se difundía que el Sauce podía ser controlado, el secreto de Remus estaría en peligro. Se le ocurrió otra idea.

- Lily, prepárate para detener su caída – sacó su varita y apuntando con precisión cortó la rama que el niño sujetaba como podía -. ¡Diffindo!

Este se precipitó al suelo en un grito desesperado.

- ¡Aresto momentum!

- ¡Protego! – gritó James evitando que otras ramas impactaran sobre él.

- ¡Mobilicorpus!

Con el hechizo final de Lily, el cuerpo ya inconsciente del niño fue movido a toda velocidad hacia donde ellos estaban, apartándolo finalmente del peligro.

- Buen trabajo Lily – James miraba con una sonrisa el trabajo en equipo realizado -. Ya solo queda uno.

El niño pegado a las raíces sobresalientes del tronco apenas había sido tocado por el sauce ya que sus ramas no llegaban hasta ese ángulo. James comenzó a quitarse la túnica.

- Bien, otra vez como al principio.

- ¿Estás seguro? – inquirió Lily preparándose con la varita en alto.

- Porque es contigo con quien hago esto es que lo estoy.

James se lanzó a correr de frente hacia la base del árbol. No le dio tiempo a Lily de superar las palabras que le dijo pero tampoco que hiciera mucha falta. Ella lanzó escudos de protección a cada que veía cualquier posibilidad de que James fuera golpeado por el sauce.

Al igual que hizo antes con las niñas, se agachó al lado del muchacho para comprobar que estaba bien.

- ¿Puedes correr?

- S-sí, pero...

- Entonces a mi señal – lo sujetó bien fuerte de la muñeca para no perderlo en ningún momento del trayecto.

Solo necesitó intercambiar miradas con Lily para sonreír con seguridad y decirle al niño que corriera. A su lado había aparecido Remus. Pocos segundos más tarde, James se sujetaba de las rodillas y respiraba entrecortado.

- A buenas horas Lunático – le dijo cuando fue capaz de respirar un poco.

- He venido corriendo desde la biblioteca cuando me he enterado – dijo el muchacho comprobando que el chico inconsciente estuviera bien -. ¿Vosotros dos estáis bien?

James y Lily se miraron el uno al otro antes de responder con una sonrisa cómplice. Sí, sí que estaban bien.

- Deberíamos llevarlos a la enfermería – opinó Lily comprobando las heridas de los alumnos.

- Sí... y todavía queda un asunto que resolver.

Subieron la cuesta con los niños, observando todo el corrillo de alumnos que se despejaba. Algunos otros prefectos aparecieron y estaban llevándose a todos de allí cuando vieron que el asunto estaba solucionado.

- Que alguien se encargue de llevarlos a la enfermería – ordenó James a otros prefectos, aunque estos no fueran de su casa -. Y ahora, ¿dónde está Lockhart?

- Justo aquí.

Avril apareció junto a un muchacho joven con el escudo de Ravenclaw. Estaba en tercer curso y desde que entró, su vanidad había traído problemas tanto a profesores como a alumnos. Era un niño muy guapo de un cabello rubio ondulado y dientes brillantes, alzaba la barbilla con entereza como si él no tuviera nada que ver con lo que allí había ocurrido.

Lo vio intentando escapar entre el tumulto de gente, cuando todos estaban pendientes de el asombroso trabajo en equipo que habían realizado James y Lily para salvar a los otros alumnos, de modo que en vez de bajar a ayudar en algo que parecía controlado, se quedó para vigilar que no escapara.

- Tú, mocoso... - gruñó James con los brazos cruzados.

- No soy un mocoso – el niño puso sus manos en las caderas mostrándose fuerte -. Soy Gilderoy Lockhart, el alumno más sobresaliente de la casa de Ravenclaw y por qué no decirlo, de todo Hogwarts. Muestra un poco más de respeto.

- ¿Te das cuenta de lo que has provocado? – preguntó Lily frente a él con el ceño fruncido y señaló el muro tras ellos -. Has destruido una parte del castillo y a causa de ello terminaste hiriendo a tus compañeros de casa.

- ¡No lo hice con esa intención! – justo después añadió -. ¡Ni siquiera lo hice yo!

- ¿Ah no?

- No, fue otro alumno el que rompió el muro, señorita Evans – explicó con toda convicción -. Yo traté todo el tiempo de detenerlo.

- Sabes que tu nombre está todavía escrito entre todo el destrozo que has hecho ¿verdad? – tal y como James dijo, la pared tras el muro tenía el nombre de Gilderoy grabado a fuego.

- Esa persona está obsesionada conmigo, fue ella quien lo escribió.

- ¿Ella? ¿Es una chica? – James sonaba burlón e impresionado de que alguien estuviera obsesionada con ese crío -. No me cuentes mentiras Lockhart, sabemos que fuiste tú quien convocó a la mayoría de la gente.

Lily había estado mostrando a James la ruta de las rondas cuando pasaron cerca del lugar. Un grupo de niños se estaban reuniendo y al preguntarles el por qué, estos respondieron que Gilderoy iba a hacer una muestra del poder que tanto presumía. Apenas prestaron atención y siguieron con sus asuntos pero pocos minutos después una explosión les hizo recorrer el camino andado para encontrarse con el muro destruido, rocas gigantes rodando ladera abajo y niños despavoridos huyendo de ellas, lo que terminó con la situación en la que los encontraron Avril y Remus.

El pequeño mago prepotente había utilizado algún tipo de hechizo laser para grabar su nombre en el muro, que había atravesado la piedra atravesándola y quedando también grabada en la pared del castillo. Y el muro simplemente se había derrumbado.

- Tu castigo será menor si confiesas ahora. Te acabaremos descubriendo de igual modo en cuanto preguntemos a todos los que estuvieron aquí – dijo Lily.

Gilderoy frunció el ceño. Murmuró algo que nadie debería haber oído pero Avril que todavía estaba a su lado sí lo hizo. Algo como "si no lo recuerdan no pueden decirlo". Aunque al parecer no fue la única en oírlo.

- Dame la varita – ordenó James con el ceño fruncido.

- ¿Qué? ¡Ni hablar! – Gilderoy retrocedió un paso atrás -. ¡No puedes quitármela!

- Soy Premio Anual, claro que puedo.

- Si la quieres tendrás que quitármela a la fuerza – se puso en posición de ataque -. No sabes con quien te estás enfrent...

- Expeliarmus – la varita de Gilderoy salió propulsada de su mano y voló por los aires donde James la cazó.

- ¡Hiciste trampa, no estaba preparado! ¡Devuélvemela!

- Prior incantato – James logró así que la varita del Ravenclaw revelara el último hechizo realizado.

Y en efecto, coincidía con los destrozos que se habían realizado. Ante la vista de que el muchacho se había quedado sin palabras, James añadió.

- Bueno, está claro que ahora sí que tenemos pruebas. Para empezar, cincuenta puntos menos para Ravenclaw y me estoy quedando corto.

- ¡No es justo! ¡Solo fue una pequeña broma!

- ¿Una pequeña broma? – James soltó una carcajada sardónica -. Eso no era una broma. Una broma no implica que pongas en peligro al resto de tus compañeros. Unos cuantos podrían haber muerto allí abajo – y señaló hacia el sauce boxeador -. Ya puedes dar gracias a Lily, ha impedido más de la mitad de los posibles daños. La has liado buena, destrozar el muro, grabar tu nombre en la pared del castillo y casi asesinas a cuatro alumnos. Por tu culpa, el sauce ha sido dañado, ¿sabes de la importancia que tiene ese árbol? ¡Lleva ahí desde antes de que tu nacieras! – mentira -. ¡Y ahora tiene una rama menos y ha perdido follaje!

- No es como si no fuera a crecer más...

- ¡Cierra el pico! Eso es lo de menos – parecía enfadado y Gilderoy retrocedió un paso -. ¡Aquí lo que importa es que por tu irresponsabilidad y estupidez podría haber ocurrido una tragedia!

- James, no sé si tu de todos... - pero Remus cerró la boca antes de terminar de hablar cuando vio la mirada que su amigo le dio. Había entendido, no era el momento.

- Y al menos, si vas a hacer una "broma", hazte responsable de tus actos – se recolocó las gafas y continuó -. Varita confiscada hasta que los profesores decidan. Y vas a pasar una buena temporada ayudando a los elfos domésticos en las cocinas. Además, cuando esto llegue a oídos de los profesores, seguramente quedará marcado en tu expediente. Y conociendo cómo funciona el sistema de castigo, se avisará a tus padres por lechuza de esto – después de todo, él tenía mucha experiencia en ese aspecto.

A su lado, Lily, Avril y Remus observaban el desempeño de James con la boca abierta. Aquello era una sorpresa absoluta.

- ¡A mis padres no! – suplicó Gilderoy. Pensando que Lily sería menos dura, le dedicó a ella una mirada de cachorrito -. Por favor, señorita Evans.

- Me temo que estoy de acuerdo con él, Lockhart – Lily se cruzó de brazos y lo miró con fijeza, recuperando la compostura -. Este es un asunto muy grave.

- Además, no es como si fuera tu primera falta – recordó Remus -. No informar a tus padres sobre esto no es una opción – puso una mano sobre el hombro del chico y miró a James y Lily -. Si queréis yo me encargo a partir de aquí, vosotros deberíais ir a la enfermería.

Al menos, James sí que tenía un que otro raspón allá donde algunas ramas lo habían azotado. Avril decidió acompañar a Remus para asegurarse de que Gilderoy no la volvía a liar y ya de paso dejar a James y Lily solos.

- Tengo que reconocerlo, Potter – dijo Lily una vez estuvieron solos -. Eso me ha sorprendido.

- ¿Te refieres a lo bien que me veo esquivando las ramas del Sauce? – la sonrisa ladeada de James la hizo negar con la cabeza, exasperada.

- No tonto, me refería a lo sensato que has sonado antes – ya se estaba arrepintiendo de haber dicho nada -. No pensé que te fueras a tomar en serio esto. Cuando me enteré de que tú serías Premio Anual pensé que mi trabajo solo se había multiplicado por diez.

James detuvo la marcha para mirarla con seriedad. Llevaba las manos metidas en los bolsillos del pantalón y sacó una para recolocarse las gafas y con las mismas revolverse el pelo.

- No soy tan imbécil como para dejarte hacer todo sola – aclaró -. Ni tampoco tan ciego como para ver que eso que ha hecho ha sido peligroso.

Los ojos verdes de Lily lo miraron con cierto escepticismo. Le hacía gracia que él de entre todos estuviera diciendo aquello.

- Vale, sí. No he sido precisamente un alumno modelo todo este tiempo pero yo no haría algo que pusiera en peligro a alumnos inocentes.

- En realidad, tengo una lista de situaciones que se acercan bastante – y sin pensarlo mucho se puso a enumerar -. Cuando inundasteis el Gran Comedor hubo varios alumnos que casi se ahogan y ya no hablemos de lo que los de Slytherin han tenido que soportar. Recuerdo que fuisteis muy crueles con Severus...

- Vale, vale, no soy quien para hablar, lo pillo – James alzó las manos a modo de rendición -. Es solo que... bueno, esta situación me pareció...

- Lo entiendo – Lily tan solo sonrió.

Entendía que James había cambiado aunque fuera un poquito. O tal vez siempre fue así, solo que ella no supo verlo. Después de todo, él había salvado a Severus en quinto a pesar de ser enemigos acérrimos.

- Entonces... - la pelirroja volvió a prestarle atención -. ¿Quieres salir conmigo a Hogsmeade este fin de semana?

- No pierdes oportunidad, ¿eh? – Lily suspiró viendo a James encogerse de hombros y adelantarse a ella un par de pasos.

- Tenía que intentarlo. Tal vez la próxima.

- Está bien. Iré contigo.

Eso logró que James se detuviera de inmediato. Dio media vuelta y se la quedó mirando sin poder creer lo que estaba escuchando.

- ¿Qué has dicho? He tenido que escuchar mal y ahora mi corazón está latiendo a un ritmo imposible – Lily soltó el aire en una risa contenida, alzando la cabeza para mirar hacia arriba.

- He dicho que sí que iré contigo a Hogsmeade – repitió -. Te estoy dando una oportunidad.

Así al menos lograría que él dejara de preguntar una y otra vez y ella podría desengañarse de una vez por todas. Últimamente su mente no dejaba de pensar en él, en su encuentro a mediados de verano y que cada que lo veía solo quería tratar de peinar esa mata de pelo indomable.

- No – sentenció James.

- ¿No? – repitió ella. ¿Y ahora qué le pasaba? ¿Se estaba echando atrás después de todo lo que había insistido? ¿Había sido una broma todas aquellas veces que se lo pidió con anterioridad?

- No, esto no puede estar pasando – James se pasó nervioso la mano por el pelo, sin creérselo -. Tiene que ser una broma, tú nunca has dicho que sí.

- Lo estoy diciendo ahora Potter – dijo algo molesta por su asombro.

- Me has llamado por mi apellido, eso es que estás siendo seria – la miraba con sus ojos chocolates sin poder creérselo. ¿Lily estaba diciéndole que sí? -. ¿De verdad? ¿De verdad que vas a salir conmigo?

- ¿Pero a ti que te pasa ahora? Llevas pidiéndomelo desde tercero y ahora que te digo que sí...

- ¡Has dicho que sí! – gritó James emocionado -. ¡Lo has dicho otra vez!

Volviendo los pocos pasos andados, James se acercó a ella, lo que la sorprendió por lo rápido que lo hizo. Una sonrisa enorme donde enseñaba todos los dientes la tenía encandilada.

- B-bueno, no te hagas tantas ilusiones – se obligó a ella misma a poner los pies en tierra firme -. He aceptado ir contigo a Hogsmeade, tampoco es la gran cosa. No significa nada.

- ¡Lo significa todo! – James sujetó la mano de Lily sin que ella lo esperara y la colocó con la palma abierta sobre su pecho firme, donde su corazón latía desbocado a mil por hora -. ¿Sientes eso?

Lo sentía, cómo no sentirlo si era como un martillo golpeando con fuerza contra la palma de su mano. Lily sintió que el sonrojo le subía a las mejillas.

- Tú has provocado eso. Y solo con decir que vendrás conmigo a Hogsmeade – comenzó a reír con suavidad, negando con la cabeza y provocando que su desordenado pelo se balanceara -. Solo unas palabras tuyas y mira lo que provocas.

Como una enfermedad contagiosa, el corazón de Lily alcanzó el mismo ritmo que el de James. La estaba matando. Si él seguía sonriendo así la dejaría fuera de juego. Qué hipócrita era, cuanto había desestimado esa sonrisa con anterioridad y ahora caía presa de ella.

Solo pensaba en el contraste entre la seguridad que se veía en sus gestos y la vulnerabilidad que le mostraba a ella permitiendo que su mano siguiera sobre su corazón y que leyera en sus ojos chocolates lo mucho que significaba aquello para él.

- Eres preciosa cuando te sonrojas – Lily quiso retroceder un paso pero fue inútil ya que James lo caminó acercándolos aún más -. Así, tus ojos destacan más y tus pecas se oscurecen.

- D-deja de hacer eso – no aguantó más y tuvo que desviar la mirada. ¿Por qué tenía que ser tan intenso?

James pareció darse cuenta en ese instante y con mucha lentitud soltó su mano. Tuvo que contenerse para no gritar de la euforia o besarla en ese mismo instante. Tenía que ser paciente, solo un poco más. Había logrado que se fijara en él, se daba cuenta de que ya no era invisible para ella ni le provocaba algún tipo de rechazo. Se obligó a respirar hondo para calmarse pero no sirvió de mucho ya que le llegó el perfume de Lily.

No había forma de escapar de ella.

Agachó la cabeza a su altura y con tranquilidad posó un dulce beso en su mejilla. Lento, se separó esperando algún tipo de reacción negativa pero solo se encontró con los preciosos ojos de Lily, verdes, brillantes. Pensó que estos parecían pedirle que lo repitiera pero solo debía de tratarse de sus propias ansias por sentir una vez más su piel.

Se separó con lentitud. Estaba feliz, muy feliz por aquello.

- Entonces, nos vemos en Hogsmeade este fin de semana – tenía que asegurarse, necesitaba oírlo una vez más.

- Claro. Allí estaré.

...

..

.

Y hasta aquí el capitulo. 

1. No es que haya vuelto, es solo que conseguí terminarlo apenas esta tarde y como sé que llevo más de un año sin actualizar (debería darme vergüenza, lo sé) pensé que no había mejor momento para hacerlo que de inmediato.

2. Siento teneros en esta tesitura y haceros esperar tanto, pero es que realmente tengo otros asuntos que atender y ya no escribo tanto como hacía antes. Ya apenas recuerdo cómo tenía todo hilado para que los sucesos fueran ocurriendo. Pero bueno, haré lo que pueda por seguir.

3. No se cuando voy a actualizar de nuevo. Sorry

4. Sigo diciendo, no voy a dejar la historia sin terminar. Poco a poco, pero algún día lograré finalizar esto.

Un kiss.

Debyom.

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