20 de febrero, 2012.
Londres, 8:00 p.m
Punto de vista de Justin
Miré mi reloj, que marcaba las ocho en punto.
Faith no tardaría en llegar.
Después de tratarla por semanas... simplemente me tenía cautivado.
Quizás no podría pensar en otros ojos después de todo.
Ya no era esa persona temerosa de antes, que salió huyendo de su apartamento al ver una foto de ella con su hermano.
Sentía que le debía un poco de alegría, y al parecer estaba saldando esa deuda. Pero no sé que tan lejos llegue esto. Decidimos salir en una cita para lograr conocernos mejor.
La esperaba en un restaurante algo elegante, ubicado en uno de los vecindarios finos de Londres.
Pronto ella entró, donde un mesero le indicó donde ir.
No pude evitar sonreír al verla. Usaba un vestido blanco a la rodilla, lo cual la hacía lucir como un ángel. Su pelo caía en una cascada dorada sobre sus hombros.
En aquel momento sentí que no podía hacer de toda su vida una mentira, pues eso era todo lo que le contaba sobre mí. Pero ya era muy tarde como para pensar en ello.
La recibí con un abrazo, acto seguido nos sentamos en nuestra mesa.
“Esto es... diferente” Dijo ella con una gran sonrisa, mientras el mesero nos servía champán “Eres como mi mejor amigo aquí”
Me limité a sonreír. Sentía que ésta sería una gran noche. Pero el nerviosismo que empezaba a sentir en mi interior, me hacía dudar del sentido de la frase.
No, por favor, no.
El psiquiatra me explicó que habían posibilidades de que el Litio y los estabilizadores fallaran. En tal caso, haríamos terapia con pequeños choques eléctricos.
Y a decir verdad... creo que los efectos del Litio llegaron hasta aquí.
“Así que...” Ella alargó, acomodándose en su asiento, lista para iniciar una conversación, cuando dijo en tono coqueto “Luces hermoso esta noche, Jason”
“Tú también, Faith. Estás despampanante.”
Este definitivamente no era el típico nerviosismo que sentías en la primera cita con alguien, no. Conocía esta sensación que conocía como ninguna otra. Esto era un episodio maníaco.
“¿Estás bien?” Dijo, la preocupación impregnada en su expresión
“Sí” Me limité a decir. Mis palmas estaban sudadas y hacía un esfuerzo sobrehumano por no temblar.
Maldije mi vida en ese instante.
Pedí un vaso con agua al camarero, y tomé otra dosis de Litio.
“¿Qué es eso, McCann?” Cuestionó Faith al ver las pastillas que tomaba
“Sólo tengo un poco de dolor de cabeza, eso es todo” Expliqué. Pero desafortunadamente, una de las pastillas cayó de mi bolsillo, y rodó hasta sus pies
“Pero Jason, esto es Litio” Frunció sus cejas al tomar la pastilla del suelo, observándola “Esto sólo lo toman los... bipolares”
No supe que decirle, sólo la observé, sin ser capaz de articular una sola mentira más.
Dije que iría al baño, y una vez allí, lavé mi cara vigorosamente.
Al abrir los ojos... vi lo que me pareció era Will. Pero no había nadie ahí. Estaba solo y esa imagen fugaz que de seguro era producida por mi imaginación, había desaparecido.
Entonces esa bestia en la que mi enfermedad me convertía, re-apareció.
Golpeé con una enorme fuerza el espejo, rompiéndose e incrustando partes de vidrio en mi mano que no tardó en comenzar a sangrar. No me importó. Lo volví a hacer.
La gente en el restaurante oyó el impacto.
En el lavabo blanco que ya se había teñido de rojo, yacía un gran pedazo de vidrio. Lo tomé.
Y entonces, salí del baño... Próxima parada: el infierno.
Un señor se puso en mi camino. Corté su cuello, sin compasión.
El señor yacía en el piso, su mujer a su lado, gritando, llorando... sufriendo.
El horror en la cara de Faith sería algo que nunca olvidaré.
Causé heridas menores en otros clientes antes de que entre cinco personas, pudieran inmovilizarme.
Si alguien en ese lugar hubiese tenido una pistola... estuviese muerto. Pero no fue así. Yo no tengo tanta suerte.
Faith se puso en frente de mí a pesar de que le advirtieron que era demasiado peligroso. Oía las sirenas de policía que se acercaban mientras la ambulancia se llevaba las personas a las que yo había agredido.
El hombre que degollé murió.
“Jason...” Ella sollozó, cubriendo su boca con su mano derecha
“¡No soy Jason!” Grité, sabiendo que estaba condenado, y que no había modo de escapar al destino que yo escribí para mi mismo el día que maté al hermano de Faith “¡Soy Justin Bieber, maldita sea! ¡No estoy hecho para mentir toda mi vida! ¡Sí, yo maté a tu hermano! ¡Y nadie nunca comprenderá que este maldito enfermo no quiso hacerlo!”
Ella simplemente se desplomó en el piso. Esa expresión nunca la olvidaré. Yo había destruido muchas vidas, incluyendo la mía.
Ella sólo se quedo ahí. Y al siguiente momento se desmayó.
Los policías llegaron finalmente. Me esposaron y me llevaron dentro del coche.
Estaba muerto por dentro. Y no, ésta no era otra pesadilla. Me di cuenta de ello al despertar en el mismo sitio donde me dormí la noche anterior... tras las rejas.
Todos alrededor del mundo ya sabían que el criminal y caníbal Justin Bieber había sido capturado, yahora tenía otra muerte de la cual hacerse responsable.
John y Christopher no vinieron en la noche. No esperaba que lo hicieran. Ellos simplemente no podían hacer eso. No quería que arriesgaran su sana libertad por mí.
Un policía vino en la mañana, me esposo y me sacó de la celda. Era mi momento de declarar.
“Así que... ¿tú eres Justin Bieber, eh?” Cuestionó una vez entramos en la sala de declaraciones. Cámaras grabándolo todo. “No luces como Justin Bieber. Y en tu identificación, no dice su nombre.”
“Me hice una cirugía plástica y falsifiqué estos documentos” Dije, con la mirada perdida y el corazón también... pero quizás este último no lo recuperaría.
“Muy inteligente” Dijo en un tono frío, lejos de ser un cumplido, claro está. Entonces el oficial tomó mis manos y las volteó, develando mis dedos libres de huellas, obra del ácido. “Y muy mafioso” Dijo en referencia a mis dedos
“No soy un mafioso” Espeté
“No, eres un asesino en serie. Un caníbal. Una bestia.” Escupió “Yo también tengo hijos. Y comprendo el dolor por el que tuvieron y siguen pasando los padres de aquel chico inocente. Créeme, estaría muy feliz de que te pudrieras en la cárcel”
Pero las palabras de aquel oficial eran como cuchillos de papel tratando de clavarse en mi pecho. No me dolían. No sentía emoción alguna en ese momento.
“Cuéntame que sucedió la noche del asesinato”
Y eso hice. Hablaba como una máquina programada para ello, sin siquiera tener que pensar. No me lamentaba ni verbal ni mentalmente, sabía que eso era absurdo.
Le expliqué que era diagnosticado con bipolaridad tipo I, pero a aquel oficial le importó una mierda. El creía firmemente en que mi destino era la cárcel y no el manicomio.
Pasé la próximo mes tras las rejas. A la espera de juicio.
Nadie me visitó durante mi estadía, hasta el último día antes del juicio.
“Bieber, tienes visitas” Dijo un oficial, y pronto... ella apareció por ese lúgubre pasillo. Faith. Oh, Dios. Ni siquiera me atrevía a verla a los ojos.
Así que me mantuve ahí, cabizbajo, a la espera de su explicación de porque estaba ahí.
“Eres un maldito hijo de puta” Escupió con el mayor desprecio que alguien pudiera tenerme. Y son muchos los que me desprecian. “Ni siquiera mereces estar respirando ahora mismo. Solamente vine para decirte todo lo que sé que mañana no podré decirte. Porque estaré aquí, viéndote mientras dictan tu sentencia que espero sea la que te mereces: la muerte.” Ella respiró profundo, e hizo una pequeña pausa aunque sabía perfectamente lo que iba a decirme “Tus pequeños compañeros no podrán estar ahí para tí mañana. ¿Sabes por qué? Ellos ya se están pudriendo en la correccional. Faltas tú, bastado.”
El silencio fue mi única respuesta.
Ella estaba tratando de ser maliciosa, en realidad trató... pero no pudo. Ella no quería burlarse de mí y mi destino. Ella sólo quería odiarme.
“¿Qué te hizo mi hermano para que acabarás con su vida, eh? ¿¡Qué!?” Gritó, sacudiendo las rejas que nos separaban
“La gente no comprenderá nunca mi enfermedad, Faith” Me limité a decir. Ella negó con la cabeza.
“Ése es tú castigo por tus acciones, maldito” Escupió “Sáqueme de aquí oficial”
Entonces sus ojos esmeraldas, opacados por el odio y el desprecio, lanzaron dagas envenenadas en mi dirección por una última vez antes de que ella desapareciera por el pasillo.
[...]
El día había llegado. Temprano, un policía vino y de mala gana me esposó de pies y manos, y un auto policíaco me llevó hasta la corte.
Mi mente estuvo vacía todo el camino hasta mi destino.
Al llegar, docenas y más docenas de periodistas nos invadieron, haciendo preguntas que mis oídos no llegaban a oír claramente.
Solamente una, muy estúpida, que era algo como esto:
“Señor Bieber, si llega a quedar en libertad, ¿Qué piensa hacer?”
Bufé. Sí, claro.
Entrar ahí fue una de las cosas más difíciles de mi vida. Mis sentimientos se conectaron conmigo de nuevo, pero no por mucho tiempo.
Mis padres... Dios, no los había visto en medio año. Sus rostros sólo podían expresar decepción y tristeza. En aquel momento supe que aún les importaba.
Los padres de Will me lanzaban dagas con sus ojos desde sus asientos. Y Faith, Dios... tenía la mirada perdida, mientras se refugiaba en los brazos de un joven rubio.
En efecto, ni John, ni Jack, ni Christopher estaban en el lugar.
Aún no supe como los habían capturado.
“Se da inicio al juicio en contra del acusado, Justin Bieber” El juez regordete golpeó la pequeña tabla de madera con el martillo, indicando orden
Entonces mi camino hacia el infierno comenzó, lentamente.
Ni siquiera sabía porque tenía un abogado a mi lado. Yo estaba condenado y él lo sabía.
Empezaron a mostrar las evidencias. Las fotos de Will yaciendo en el piso de mi casa de St. Claire, las cuales hicieron que un hombre se retirara a vomitar.
Faith y sus padres comenzaron a llorar. El abogado de ellos, defendía su muy cierta teoría.
Entonces el mismo me llamó a declarar.
“¿Jura usted decir la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad?” Me preguntaron mientras ponían mi mano sobre la biblia, y la otra arriba en forma de promesa
“Lo juro” Dije
Entonces el abogado comenzó con sus preguntas, y cuestionó sin irse por las ramas.
“Señor Bieber, ¿Usted mató a William Riley y se comió partes de sus restos?”
“Sí” Me limité a decir, sin verlo a los ojos, oí a mi madre decir que aún tenía la esperanza de que fuese mentira.
Es curioso como a nadie le importaba el hombre que degollé hace un mes. Nadie lo mencionó en todo el juicio.
Faith declaró. Mis padres lo hicieron.
Entonces llegó el momento en el que el jurado debía deliberar.
Diría que fueron las dos horas más largas de mi vida... pero no fue así.
Mi mente seguía siendo esta especie de hoyo negro.
“Hemos llegado a un veredicto, su Señoría” Dijo uno de los miembros del jurado. El juez procedió a leer
“Después de las evidencias mostradas en este juicio, así como de los testimonios que los testigos han brindado, se le declara a Justin Bieber... culpable de los asesinatos de William Joseph Riley y Frank Smith” se hizo referencia al hombre que degollé “Lo condeno a pena de muerte por inyección letal, y se levanta la sesión”
Este era uno de esos momentos en donde todo parecía ir en cámara lenta... mi estómago cayó al piso. Vi a mi madre desplomarse, gritando y llorando, diciendo que no podían matarme. La familia Riley alzó su vista al cielo y pidió gracias a Dios. El abogado a mi lado se disculpo, pero yo ya no lo oía.
Dos policías vinieron a por mi, para llevarme al corredor de los que están a la espera de ejecución, en la principal correccional de Londres.
-Hay alguien ahí y te está pidiendo ayuda, ¿lo puedes oír?
-...No.
Fin.
No saben lo agradecida que estoy por que me hayan acompañado en esta experiencia, sus comentarios y votos me ayudaron a crecer como escritora y esforzarme por darles una buena historia.
Quisiera agradecerle a algunas lectoras en especial, por acompañarme y votar siempre:
itsKidrauhlAngel, ifirstdancer, inthedrugsx, danceaimer.
Estas son sólo algunas personas que quería mencionar, pero quiero que sepan que les estoy agradecida a todas y cada una de ustedes por igual y profundamente.
Esta historia, ¡no ha acabado! En menos de lo que imaginan estarán leyendo el segundo libro, que se llamará “Tragically”. Espero que le den el mismo apoyo que a este.
Los quiere, G.G.G