Mi Señor de los Dragones

By AlmaVieja-en-WP

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Los Señores de los Dragones, como Bakugou, son seres longevos que amaestran dragones y dedican sus días a luc... More

Canción
Presentación
I: 500 años
II: Hacia Mangaio
III: Es una palabra antigua
IV: Sanguia en las mejilias
V: La Misión del Caballero
VI: Posada llena
VII: Loco do merda
VIII: Mapas
IX: Vida familiar
X: ¿Qué significa eso?
XI: Historias del pasado
XII: Diferencias
XIII: ¿Qué hay en el cielo, Deku?
XIV: No lo digas
XV: Los dragones no son malos
XVI: Chizochan
XVII: Bakuro
XVIII: ¿Por qué eres un guerrero?
XIX: Perdóname
XX: Volcán
XXI: Qué terrible es la destrucción
XXII: Morir
XXIII: Rasaquan
XXIV: Festival de los Diez Días
(Extra 1) A menos que quieras seguir
(Extra 2) Deadvlei, Leitrim y Anathema
XXV: Esposa
XXVI: Momochan
XXVII: El Señor de los Dragones del Centro
(Extra 3) Mashinna
XXVIII: Hermanos
XXIX: La bonita, o la otra
XXX: Viento negro
XXXI: Llámame, y yo vendré
XXXII: Serendipia
XXXIII: Sangre Vieja
XXXIV: Señores poderosos
XXXV: Mensajes
XXXVI: Maestra
XXXVII: Guardián de los Secretos
XXXVIII: Tatuaje
XXXIX: Criaturas similares
XL: Los secretos de las Sombras
XLI: Tiempos menos simples
XLIII: Le están derrotando
XLIV: Ocaso
XLV: El Señor de los Dragones de Farinha
XLVI: Seichan
XLVII: La Vida del Bosque
XLVIII: El Monte de los Dragones
XLIX: Lágrimas
L: Los que quedan
LI: El guerrero y el protector
LII: Salvadores del Reino
LIII: Decisiones y decepciones
LIV: Serenidad y furia
LV: Una oportunidad
LVI: Búsqueda
LVII: Una trampa
LVIII: Malas Nuevas
LIX: No viene a luchar
LX: Por todas mis sombras
LXI: Caballero y guerrero
LXII: Enemigo del Reino
LXIV: Adamat

XLII: Destinados a luchar

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Extracto de cuaderno de notas anónimo
Página 40, párrafo 23
"De aquí en adelante, se harán pruebas con distintos Señores para determinar la veracidad de mi teoría. Los Chisaki probarán primeramente con uno de los suyos y nosotros probaremos con dos. El primero de ellos será Dolca, que llegará a esta mayoría de edad en cien años, y el segundo será Bakugou, que ha nacido recientemente y alcanzará la mayoría de edad en quinientos años. A ambos se les permitirá salir antes de tiempo y recorrer el mundo libremente para hallar a sus esposas, para que podamos ver lo que ocurre. El resto seguirá siendo tratado de la misma forma".


———


La risa estridente asustó a más de un ave de las que habían optado por descansar en los árboles cercanos esa tarde. La luz del sol estaba color bronce, cayendo dulcemente sobre cabellos dorados y pieles claras.

Un par de pasitos. Un par de pasitos había sido todo lo que se había necesitado para tener a Hizashi dando alaridos como un loco. Tsunagu había girado los ojos. Katsuki miraba a su tío con curiosidad.

—¡Mira al enano! —exclamó entonces el bulloso hombre—. ¡Por fin ha dejado de arrastrarse por el suelo como una lagartija!

—Si volvei a comparer a'n de mes filei conna lagartija —advirtió el Bakugou padre con su profunda voz, pero el tono divertido aun discernible en ella—, te voi quitar alles tes dragonei.

—¡Lo sabía! —exclamó entonces Hizashi, señalando a Bakugou de forma dramática y con expresión de fingido horror—. ¡Desde siempre, todo lo que él ha querido es quedarse con mis dragones!

Tsunagu había procedido entonces a tomar a su hermano de la cabeza y doblegarlo hacia el frente, en un intento por acallarlo. Después de eso, los dos comenzaron a pelearse, darse de manotazos y discutir.

Esa fue la última vez que Bakugou vio a Hizashi reír de esa forma.

Katsuki tenía 52 años.


———


—Ustedes tienen suerte.

—¿Suerte?

Katsuki se despierta con un gruñido. Abre los ojos y percibe una luz clara en la habitación que, sin duda, indica que el sol ya tiene un rato de haber salido.

Han pasado un par de días desde que llegara a ese lugar infernal.

—Sí, suerte —responde la voz de Taishiro—. No sirven a los Chisaki. Las Sombras tienen formas terroríficas de metérsete a la cabeza. Te dejan un poco mal.

Cuando Katsuki se sienta sobre la cama y lanza una mirada a la salita, ve a Taishiro y a Hizashi sentados ahí. Los dos mayores voltean a verle.

—¿Por eso te desmayaste ese día que vino Shinso? —pregunta Hizashi, devolviendo la vista a su interlocutor, como si no se hubiese percatado del despertar de su sobrino. Katsuki frunce el ceño.

Su cuerpo sigue hecho una masa de heridas y dolor. Le dejan tomar analgésicos una vez al día. Se los trae una pelirroja que le hace tomarlos mientras le lanza sonrisitas extrañas a Tsunagu, mismas a las que el otro siempre responde desviando la mirada con un rubor en las mejillas.

Los analgésicos le entumecen un poco, pero no lo suficiente como para evitar que cada segundo despierto siga siendo un martirio. Por lo menos hacen a sus dolores de cabeza algo más tolerables, así que es en esos momentos que Katsuki aprovecha para ir al cuartito de junto a hacer sus necesidades y es también cuando tiene mayor lucidez para escuchar con atención todo lo que dicen los otros tres.

Porque Katsuki necesita información. Si ha de salir de aquí y si ha de proteger a Deku, necesita saber cuáles son las intenciones de los Todoroki y cómo puede librarse finalmente de ellos. Haga lo que haga, no puede llevar a esos bastardos hacia Deku. Desgraciadamente, sabe que, hasta que no sepa cómo hacer que ellos le dejen en paz, el Gente del Bosque estará más seguro lejos de él, que cerca.

Esa idea le irrita. Y, si no fuera porque el dolor logra mantener a su mente lo suficientemente distraída la mayor parte del tiempo, es probable que ya estuviera llenándose la piel de arañazos para intentar deshacerse de la ansiedad que le provoca estar lejos de Izuku.

El recuerdo del Gente del Bosque, con su voz gentil, sus manos pequeñas y su risita mágica, es su tortura por las noches cuando batalla por conciliar el sueño.

El sonido de pasos interrumpe sus cavilaciones. La puerta se abre y Tsunagu aparece tras ella. Tiene una expresión extraña.

Parece preocupado.

—¿Qué pasa? —pregunta Hizashi al verle. Taishiro, encorvado sobre su asiento, le da la espalda a los ventanales y tiene la cara de un perrito asustado.

—Quieren que vayamos a Marcelle.

—¿A Marcelle? ¿Qué vamos a hacer ahí?

Él está ahí.

—¿De quién hablas, Tsunagu? —cuestiona Taishiro. Tsunagu le mira. Luego echa un vistazo rápido a Katsuki. Los ojos de granate se topan en el aire de la habitación, sus miradas espolvoreadas por una luz perezosa y por el calor de una mañana silente.

La mirada del mayor se retira. Observa al más alto de la habitación.

—Se trata del más antiguo de la línea principal. Quieren que lo enfrentemos.

—¿Qué mier...? —inicia Hizashi—. ¡Pero si ese tipo es un monstruo!

—Dicen que debe estar débil, porque se enfrentó al chico del norte. Así que debería ser fácil. Seremos tres contra uno.

—¿Tres? —a Taishiro le tiembla la voz—. ¿Pero no es eso injusto? No quiero ir a masacrar a un hombre herido.

Cuando dice eso, tanto Tsunagu como Hizashi le miran.

Como si le dijeran, en esta vida, no importa lo que quieras o no quieras hacer.

Hizashi devuelve los ojos a Tsunagu.

—Tal vez este es el fin. Tal vez, si logramos esto, por fin nos dejen ser libres. Por otro lado, tal vez nos muramos en el proceso.

—¿Por qué nos moriríamos si luchamos tres contra uno?

—Porque él es muy fuerte —reitera Tsunagu—. Hay líneas que son más fuertes que otras. ¿No crees que el hecho de que lo hayan debilitado primero, y que aún así nos manden a los tres por él es suficiente muestra de lo poderoso que es?

Después, Tsunagu voltea a ver otra vez a Katsuki. Suspira, manteniéndole la mirada.

—Esta no es la primera vez que nos envían a Hizashi y a mí a encargarnos juntos de una sola persona. Nosotros somos débiles —mira a Taishiro—. Igual que tú. Me gusta creer que el motivo es que la intención nunca fue que nosotros lucháramos. Hay algunos que están destinados a luchar, y hay otros que no.

Taishiro hace una mueca tristona, pero, antes de que cualquiera diga algo más, Katsuki les interrumpe.

—Tsunagu —dice, observando a su tío do merda—. Hambre —finaliza.

Tsunagu parpadea. Hizashi bufa y después suelta una risita.

—¡Parece que te has convertido en el sirviente del enano! —se burla, pero, para probable sorpresa de los tres, a Tsunagu prácticamente se le ilumina el rostro. Como si le alegrara que Katsuki contara con él.

El hombre se da la vuelta y vuelve a salir.

Hizashi echa una mirada lenta y silenciosa a Katsuki antes de volver a hablar.

—Hablando de sirvientes —dice—. Yo también tuve uno, hace mucho tiempo.

Katsuki eleva una ceja. Se le ocurre que no le interesa, pero igual le deja continuar.

—Era una Sombra de las Montañas. Me gustaba molestarle. Pero un día desapareció —su sonrisa previa se esfuma—. Tu padre nunca tuvo ninguno, ¿sabes? Siempre me pregunté por qué.

—Yo tengo uno —dice Taishiro—, pero nunca hace lo que le digo y la verdad es que me trata muy mal.

Hizashi vuelve a bufar.

—¡Tú eres verdaderamente patético, gigantón!

Taishiro suspira, desanimado.

—Lo sé —reconoce. Hizashi le mira. Tanto él como Katsuki pueden prácticamente oler su tristeza.

Katsuki desvía el rostro. No está seguro de si Hizashi quiso llegar a algo con aquello. Quiere seguir escuchando sobre su padre, pero lo que no quiere es tener que escuchar a ese tipo en particular.

Hizashi vuelve a verle.

—Le pedí a una Sombra que los localizara —revela en voz baja. Katsuki eleva otra vez el rostro, contemplándole con el ojo bueno. Frunce el ceño—. Al Deku y a la Momochan. Me dijeron que están vivos. Si te portas bien, te diré en donde están.

Katsuki se queda un momento quieto y callado.

Están vivos.

Están vivos.

Él ya lo sabía, de cierta forma. O, por lo menos, más que saberlo, se había negado tajantemente a creer lo contrario.

Pero escuchar una confirmación es esperanzador.

Aunque no es como que eso vaya a hacer que su ira hacia Hizashi desparezca en lo más mínimo.

Nada de esto estaría pasando si no fuera por él.

—No necesito de ti para truvarlos —espeta ácidamente.

Encontrarlos.

—Como sea, no te necesito.

—Justo ahora es mejor que ellos estén lejos de ti, créeme.

Antes de que Katsuki pueda preguntarle de qué está hablando, la puerta se vuelve a abrir. Es Tsunagu. Él les ojea un momento antes de dirigirse hacia su puesto usual junto a la cama. Deja la comida a un lado de Katsuki y el chico la toma en silencio.

Este no es un ritual que se dé por primera vez. Desde que Katsuki se despertara en ese infierno, Tsunagu ha sido el más gentil con él. Siempre paciente, siempre pendiente de él, siempre soportando no sólo sus propios arranques de ira, sino también los de locura y agresividad de Hizashi, e incluso es él quien intenta calmar a Taishiro cada vez que el tal Shinso se aparece por ahí.

Todo eso le ha hecho ser el más tolerable.

Katsuki no sabe lo que es tener una familia. No tiene idea de cómo se supone que sus tíos deban tratarle. ¿Deberían ser como Hizashi o como Tsunagu?

Lo que sí sabe, es que Tsunagu no está tan mal.

Por ende...

—¿Quién es el tipo de Marcelle?

Tsunagu, que había empezado a leer un libro. eleva los ojos.

—Su nombre es Toshinori —contesta—. Es el Señor de los Dragones más poderoso. Es líder también de las Fuerzas Reales de Drom.

—¿Van enfrentarlo?

—Sí.

—¿Por qué?

—Porque los Todoroki lo ordenan.

—¿Pero por qué?

—No lo sé.

Katsuki se calla un momento.

—¿Es peligroso?

—Un poco.

—¡¿Un poco?! —vocifera Hizashi de pronto y entonces suelta una risotada—. ¡Dile la verdad, quizá no regresemos! Aunque tal vez eso ponga feliz al maldito enano.

Tsunagu y Katsuki miran al tercero. Luego, Tsunagu vuelve a voltearse hacia su sobrino.

—No te preocupes, Katsuki, aunque no volviéramos, de todas formas todo estará bien para ti. Tan sólo recuerda obedecerles. Obedece y eventualmente serás libre... —Tsunagu pone una expresión desalentada tras decir eso, como si él mismo no lo creyera, y baja el rostro. Entonces vuelve a pretender que lee, como si ya no quisiera proseguir con esa conversación.

Katsuki deja de hacer preguntas, pero su mente es un torbellino. Por un lado, si los tres adultos se van, entonces él puede llamar a sus dragones para salir de ahí. Es cierto que todavía tendría que lidiar con los Todoroki y que su cuerpo sigue siendo un hervidero de dolor, pero tiene que intentar algo. 

Por el otro lado, se le queda ese pensamiento de que Tsunagu, Hizashi y Taishiro podrían no volver pululando en la cabeza. ¿Eso le causa alguna clase de inconveniente? ¿Alguna clase de sentimiento?

Cuando acaba de comer, ha pasado ya casi una hora. Hizashi se ha tirado sobre un mueble a dormir y ronca sonoramente. Taishiro acaba de terminar de hacer ejercicio y está refrescándose para ir a darse un baño. Tsunagu sigue leyendo junto a la cama.

Después de que Taishiro por fin desaparece tras la puerta, Katsuki vuelve a mirar a Tsunagu.

—Tsunagu do merda —le dice. Su tío eleva la mirada. Hay una sonrisa divertida reflejada en sus ojos.

—¿Sí?

—¿Por qué no nos vamos?

Los ojos del adulto se abren con impresión y entonces el hombre lanza unas miradas nerviosas hacia los rincones, como si temiera que hubiese alguien ahí parado escuchándoles. Después, devuelve los ojos a Katsuki.

—No digas cosas así, Kasuro.

—¿Kasuro?

Tsunagu parpadea, como si no hubiese sido consciente de lo que acababa de decir. Después, parece recordar algo.

—Ah, esa es la forma en que tu madre y su hermano te llamaban.

Katsuki traga saliva, mirando a Tsunagu directamente a los ojos. Siente un aire frío dándole vueltas en el pecho y subiéndole después por la garganta. Frío, gélido y congelante, diferente de sus venas y piel calientes.

—¿Mi madre?

Tsunagu le estudia, como percatándose del efecto que la mención de la mujer había tenido en él. Sonríe y baja la mirada.

—Era una muchacha hermosa, inteligente y aguerrida. Eneida. Era una Gente del Bosque del sur.

—Eneida —las sílabas resbalan por su lengua y parece que son más que sílabas, más que sonidos, como si estuviesen cargadas de recuerdos y sensaciones.

Katsuki frunce el ceño.

Katsukiii.

Rememora una voz canturreando en su cabeza. Escucha risas que nadie está emitiendo. Ve una luz dorada de sol que no está ahí y siente la calidez de unos brazos que le sostienen, aunque sabe que no hay nadie haciendo tal cosa.

Katsukiii, ¿no vas a saludar a tus tíos?

Katsuki se lleva de golpe una mano a los collares que cuelgan de su cuello. Tsunagu nota el gesto. Mira a las joyas, vuelve a sonreír y eleva la mirada.

—¿Lo recuerdas? —baja la vista otra vez—. Los collares son el primer regalo que Hizashi y yo les hicimos a ti y a tus hermanos —su expresión se entristece—. También el último —desvía los ojos y calla un momento antes de volver a hablar—. Lo siento. Si fuésemos más fuertes, quizá las cosas podrían haber sido diferentes. Pero, ¿sabes? Tu padre tuvo un privilegio muy grande. Hubo un tiempo en el que tuvo hijos, hermanos, un cuñado y una esposa. Tuvo una familia. Y era muy feliz. 

Suavemente eleva de nuevo la mirada.

—Lo prometí dos veces. A tu padre y a tu madre. A los dos les prometí que cuidaría de ti. Y no he hecho un gran trabajo, pero, quizá ahora pueda resarcir algunos de mis errores.

—Vámonos de aquí.

Tsunagu vuelve a sonreír y niega con la cabeza.

—Tenemos que hacer lo que ellos dicen, de lo contrario...

—¡Nei! ¡Si juntamos a nostros dragones, podemos derrotarlos, anque sean miles!

—No es posible, Kasuro.

—¡No seas un cobarde!

Tsunagu se estremece con la última acusación. Mira a Katsuki, luciendo tremendamente apenado.

—Lo siento mucho, pero yo siempre lo he sido. Siempre he sido un cobarde —dirige la mirada hacia la figura dormida de Hizashi—. Mi cobardía ya le ha hecho demasiado daño a la gente que quiero, Kasuro, pero esta vez voy a demostrarles algo diferente. Lucharé contra ese hombre, para que tú no tengas que hacerlo. Lucharé y lo derrotaré aunque se me vaya la vida en ello.

Katsuki gruñe. Quiere tomar a Tsunagu del cuello y sacudirlo hasta que la razón entre en él, pero algo le detiene.

El adulto luce tan triste. Tan avergonzado.

Katsuki vivió 499 años en una montaña.

Hizashi y Tsunagu, en cambio, por todo lo que ha escuchado, tienen ambos más de 900 y sus vidas fueron muy diferentes.

Katsuki no sabe qué es lo que ellos han vivido bajo el yugo de los Todoroki, pero lo que le queda claro en ese instante es que ellos tienen un poder demasiado grande sobre los Señores. Han creado un hechizo sin magia que Tsunagu sencillamente no es capaz de romper.

Es como dijera Taishiro...

Tienen formas terroríficas de metérsete a la cabeza. Te dejan un poco mal.

—¿Me padre también era un cobarde? —cuestiona tras un momento, pero con la voz tranquila y repentinamente cautelosa, como si temiera que el filo de sus palabras pudiera cortar la piel de Tsunagu.

El adulto parece pensárselo un momento. Pero, después, sonríe ligeramente y niega con la cabeza.

—No, Kasuro, no. Tu padre es el hombre más valiente que he conocido en mi vida entera. Igual que tu madre —cierra los ojos—. Ellos lo dieron todo para que tú pudieses tener un futuro.

Por algún motivo, tras oír eso, Katsuki piensa en las palabras de aquella mujer de Rasaquan.

Cuando la seguridad y el bienestar de una persona a veces hacen que dejes al tuyo de lado, tiene que ser amor, ¿no lo crees?


———


Esa misma tarde, tras irse por un rato, Tsunagu regresa a la habitación trayendo consigo dos cofres de apariencia bastante pesada, uno sostenido en cada brazo. Detrás de él, dos sirvientes cargan un cofre más.

—¿Cuál es el mío? —inquiere Hizashi apenas la puerta se cierra tras los sirvientes. Tsunagu señala uno de los tres cofres y Hizashi se dirige rápidamente hacia él, agachándose después y procediendo a abrirlo. Tsunagu hace lo mismo con otro y Taishiro se aproxima al tercero. Katsuki se estira un poco para intentar ver lo que hay dentro de ellos. Alcanza a distinguir unos cuantos destellos, por lo que adivina que tiene que haber algo metálico en su interior. Es entonces que Hizashi extrae una malla de su propio cofre. La contempla unos instantes y después una sonrisa burlona aparece en su cara—. ¿Así que ellos piensan que esto va a ayudarnos a protegernos de él? —dice y suelta una risita cargada de ironía. Deja la malla a un lado y empieza a sacar más cosas. Tsunagu le mira, pero no le responde.

Tras un momento, los tres adultos empiezan a vestirse con lo que encuentran dentro. Pesadas mallas metálicas son cubiertas por gabardinas negras. Se ponen botas en los pies y guantes de cuero sin dedos en las manos. Una vez que terminan, hay un instante de silencio y quietud en el que ninguno parece seguro de qué hacer a continuación. Tras un momento, Tsunagu y Hizashi voltean a ver a Katsuki, quien no les había quitado los ojos de encima en todo el rato. Tsunagu es el primero en hablar.

—Katsu... —sin embargo, es interrumpido por la puerta abriéndose de pronto. Un muchacho al que Katsuki no había visto en su vida se asoma. Tiene el cabello blanco y corto, con unos cuantos mechones carmines sumergidos entre la pelambrera. Es delgado y, si Katsuki tuviese que calificarlo, diría que luce extremadamente cansado. Hay unas ojeras profundas y oscuras debajo de sus ojos y sus labios lucen resecos. El chico mira a los tres Señores de los Dragones mayores y les habla con un tono que no es en absoluto amigable.

—Ya es hora, ¿están listos? —pregunta escuetamente. Los Señores le miran un momento antes de asentir. El chico responde asintiendo también— Bien, entonces, ¿qué están esperando? Vámonos.

El muchacho sale de la habitación sin siquiera echar medio vistazo a Katsuki. Sin embargo, deja la puerta abierta y no se va, Katsuki lo adivina porque ni escucha sus pasos ni siente a su aroma alejándose. Evidentemente, está esperando a los otros tres.

Tsunagu dirige otra vez los ojos hacia Katsuki.

—Lo siento, Katsuki, nos tenemos que ir —se disculpa. Katsuki frunce el ceño.

—Espera.

Pero Tsunagu niega sencillamente con la cabeza.

—Lo siento, pequeño, no hay tiempo.

Inmediatamente después, se da la vuelta y se va de ahí, seguido de Hizashi y Taishiro. Cuando Hizashi jala la puerta para cerrarla, por un instante parece dudarlo, pero entonces lo hace. La puerta se cierra y se escucha el ruido de los pasos que se alejan.

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