Con las manos vacías por culp...

Por lacartaesferica

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La tripulación de Cafetería Salva tiene un claro objetivo: hacerse con el tesoro que el Cabo Mayor, Manolo, e... Más

Trampolines y Toboganes
Ya se ha perdido el niño
Encuentros casuales
Como conocimos a nuestro Alfred
El rescate
Allanando Moradas
Huidas y nuevas incorporaciones
¿Preparados?
Arrancamos
Retomando el viaje
Premoniciones
Casualidades
Gallos y Tritones
El dúo dinámico vuelve a las andadas
Descubriendo la verdad
Mantened a Amaia lejos de los frutos extraños
Punto Final
Epílogo

En Plena Acción

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Por lacartaesferica

-Nunca me había alegrado tanto de haber decidido trabajar de noche. Y eso que mi madre siempre me decía que lo mejor era trabajar por la mañana y descansar por la tarde.

Sí, Ricky había estado de buen humor todo el día porque, gracias a que se dedicaba a robar, su horario de trabajo era nocturno, lo que implicaba que podía dormir mucho, y especialmente que ese día, al tener que ser uno de los que iba a robar por obvias razones, había podido dormir incluso más para estar descansado. Habían sido órdenes del capitán y él no iba a cuestionarlas, solo a disfrutarlas.

-Te alegrarías aún más si no tuvieras que trabajar.

-Por supuesto, pero no confío en ninguno de los otros para hacer este trabajo –dijo él antes de pararse a reflexionar unos instantes- Bueno, quizá Miriam podría hacerlo, pero ya que tienen la suerte de contar con unos profesionales no vamos a hacer que tengan que robar ellos. Ya sé que normalmente no me importaría, pero me apetece mucho este robo.

La rubia asintió y volvió a centrarse en la casa que habían puesto como objetivo. Lo único que tenían que hacer era esperar a la distracción que Agoney iba a organizar para poder acercarse a la casa sin ningún peligro. A la tripulación le había parecido demasiado arriesgado que entraran en una casa y ya está, especialmente en una casa de ricachones que seguro iba a estar bastante protegida ("ya lo hemos hecho antes" "sí, mira que bien os salió la última vez" "gracias por tu aportación, Ana"), por lo que Alfred había sugerido... ¡PUM!

Efectivamente, ahí estaba el cañonazo que el muchacho había sugerido. Y detrás de ese vino otro. Cada uno se había colado en un barco diferente para disparar algún cañón y que así la confusión se extendiera rápidamente. Ricky dio un salto al suelo con una enorme sonrisa (y quitándose ramas del árbol en el que había estado esperando de encima). Cerca de él la gente empezaba a salir corriendo sin entender bien qué estaba pasando.

Miró hacia arriba esperando a que la rubia bajara junto a él, pero ella parecía bastante cómoda allí arriba.

-¿Vas a bajar?

-¿Tengo que hacerlo?

-Depende, también puedes volver y soportar a Raoul echando rayos por los ojos.

Tras soltar un quejido la rubia bajó y se plantó junto a Ricky, admirando la casa que tenían en frente. La casa era gigante, con columnas alrededor, y no encajaba para nada en la pequeña isla en la que estaba, pero los ricos tenían el pequeño problema de querer demostrar todo lo que tenían, y era precisamente lo que les ponía en peligro, como le acababa de pasar a esa familia a la que los dos ladrones estaban a punto de robar. Sinceramente cuanto más la miraban más parecía un castillo.

-Pero serán presuntuosos.

-Vamos Ricky, estoy segura de que si tu tuvieras su dinero habrías construido una casa parecida.

-No, yo habría construido una casa en la que la fachada pareciera mi cara.

Mimi soltó una carcajada al imaginárselo porque sabía que si amigo hablaba totalmente en serio.

-¿Cuál es el plan?

-¿Tenemos plan?

-No que yo sepa.

-Perfecto, entonces lo de siempre, entramos, hacemos mucho ruido para asustarles, nos llevamos un par de sacos lleno de billetes hasta arriba y salimos.

-Me parece bien –se encogió de hombros ella tras considerar el plan improvisado.

Ambos empezaron a caminar hacia el patio trasero y Ricky comenzó a fijarse en las ventanas que había y a pensar en cuál sería la manera más cómoda de alcanzarlas.

-Si te empujo hacia esa ventana puedes abrirla y después...

-O podemos entrar por la puerta de detrás que está abierta –dijo la rubia, quien acababa de abrir la puerta de la que hablaba y lo miraba apoyada en la pared con una enorme sonrisa.

-Sí, supongo que también podemos hacer eso –se encogió de hombros el chico.

Le quitaba un poco la emoción a su trabajo, pero suponía que podrían exagerar la historia al volver al barco, total nadie iba a saber si entraron por la puerta o por la ventana. Seguramente le dirían que no les interesaba, pero él iba a contar con pelos y señales lo bien que les había salido esa misión y lo sencillo que había sido para ellos, como buenos profesionales, entrar, hacerse con el dinero y salir de allí sin que nadie les detectara.

-Vamos Ricky, no tenemos toda la noche –insistió Mimi al ver que el chico no se movía hacia la puerta.

-Voy, voy.

Tras cerrar la puerta detrás de ellos, con muchísimo cuidado, pues no querían que por casualidad alguien que quedara por allí les escuchara, empezaron a avanzar por dentro de la mansión.

Ambos habían entrado en casas grandes, casas inmensas de las que se habían llevado un buen botín, pero esa casa era sin duda la más grande que habían visto nunca, además de la más recargada. Sin duda todo lo que tenían ahí era para presumir de riqueza en vez de porque realmente les gustara.

-Dios mío, que gusto más horrible.

-La maldición de los ricos es tener todo el dinero posible y el gusto en el culo –rodó los ojos Ricky al ver la lámpara en forma de cangrejo que tenían en una de las mesas del salón- por eso yo soy el que debería ser rico, tengo buen gusto, soy increíblemente atractivo y con ese dinero podría tener una casa preciosa, y vestirme increíblemente bien.

-Una pena que no hayas nacido en una de estas familias.

-Lo sé, créeme, lo lamento todos los días de mi vida. Venga –se acercó a las escaleras- vamos para arriba a ver si tienen efectivo por aquí y nos largamos.

-¿Cuánto crees que vamos a necesitar?

-No sé, yo cogería dos puñados y ya está.

-Una medida muy exacta, gracias por colaborar.

La rubia se encogió de hombros y siguió a su amigo escaleras arriba. No sabían cómo era posible pero la casa parecía incluso más grande (y más horrible) en la parte de arriba.

-Dormitorio, dormitorio, dormitorio, baño, dormitorio –iba contando Ricky mientras pasaba por delante de las habitaciones- pero que pasa, ¿no pueden tener una sola habitación?

-Igual son mormones y tienen muchos hijos.

-Gilipollas es lo que son, desde ya te lo digo.

Era bastante divertido ver a Ricky cabreado solo porque esa gente tenía más habitaciones que neuronas, pero ahora debían entrar en el despacho (por fin lo habían encontrado, les había costado lo suyo, la verdad) y llevarse todo lo que pudieran, así que Mimi no perdió ni un momento y sacó la bolsa que Mireya les había dado ("tened cuidado por favor, es una de las bolsas en las que guardo mis tacones") y se acercó a la caja que su amigo estaba revisando. Al ver la sonrisa de oreja a oreja que tenía el chico supo que habían encontrado lo que estaban buscando. Sin intercambiar ni una palabra empezaron a sacar todo lo que había ahí y a pasarlo al saco (sí, Mireya había dicho que era una bolsa, pero ahí cabía perfectamente una persona).

-Creo que con esto nos debería bastar, tenemos bastante dinero –dijo Mimi.

-Sí, ese sao tiene la altura de Raoul, ya estará bien así. Pues... vámonos, ya está todo hecho aquí.

Salieron del despacho y bajaron las escaleras tranquilamente, muy relajados porque les había salido todo a pedir de boca, por lo que no se pararon a revisar si podían salir sin problemas o si había alguien esperándolos y fue justo cuando cruzaron el escalón de la puerta que se encontraron seis rifles apuntándoles al pecho.

-Oh, vaya.

-Estáis detenidos –dijo uno de ellos en un tono de voz bastante bajo como para estar exigiendo.

-¿Qué os parece si nos dejáis ir y nos olvidamos de esto?

Los soldados no dijeron nada por lo que Ricky miró a Mimi como si ella tuviera la solución al problema en el que se habían metido.

-Y si... ¿lo hablamos como adultos?

-Hablaréis mañana con la horca.

-Ya decía yo que todo nos estaba saliendo muy bien -murmuró Mimi mientras negaba con la cabeza.

-Demasiado, no sé como hemos podido confiarnos, nunca nos salen las cosas bien, ¿por qué iba a ser diferente esta vez?

-Nos hacemos mayores y nos relajamos.

-Esto no podemos permitirlo más, no me gusta tener que visitar la prisión cada dos días.

-Callad y caminad -rugió el capitán dándoles un golpe con la culata de su rifle.

-Que gruñón.

-Una palabra más y os vuelo la cabeza.

Los dos amigos se miraron sin decir nada. Lo único que podían hacer era confiar en el resto de la tripulación y rezar. Una lástima que ninguno de ellos fuera creyente, quizá eso iba a dificultar que Dios los ayudara.


***


-¿No os parece que están tardando mucho?

-Un poco sí, pero ya sabes cómo son estos dos así que quizá les va a costar un poco más.

-En eso tienes razón.

Nerea estaba apoyada contra la pared esperando noticias de cualquiera de los otros, ya fueran Ricky y Mimi o Ana y Mireya, pero de momento nadie aparecía por allí. Las dos chicas habían bajado del barco para ir a recoger el dinero, ya que Mireya, siendo consciente de que cualquier cosa que hicieran que se saliera de lo normal iba a hacer que la misión se fuera a la mierda, había acordado con ellos que soltarían el saco por la ventana para que se quedara justo debajo del árbol sobre el que habían hecho la inspección de la casa. Todo el mundo esperaba que volvieran los cuatro y que aparecieran sonriendo como si nada, pero por desgracia sabían que era muy difícil que algo les saliera bien. Pero no pasaba nada, estaban acostumbrados.

Miró al capitán que paseaba nervioso por la cubierta sin saber muy bien si debía seguir esperando o salir a buscar al resto. ¿Era mucho pedir que volvieran al barco con lo que necesitaban y se fueran de allí sin ningún peligro? Al ver aparecer a Ana como una flecha y a Mireya detrás, con el saco en la mano, se dio cuenta de que sí era demasiado pedir.

-Tenemos dos noticias –dijo Mireya tranquilamente- la buena es que tenemos aquí el dinero y podríamos irnos ahora mismo. La mala es que si nos vamos van a ahorcar a Mimi y a Ricky sin tener ni un poco de compasión.

El rubio se quedó parado un momento y parpadeó un par de veces sin acabar de procesar la información.

-Un momento ¿qué?

-Estaba paseando por el pueblo mientras esperábamos y he oído a dos mujeres hablando sobre un ahorcamiento que iba a tener lugar mañana al atardecer, decían que eran dos nuevos prisioneros y que al pasar por delante del calabozo han escuchado que montaban un escándalo y que el capitán estaba a punto de matarles allí mismo. Dime –dijo Ana de carrerilla sin tomar aire siquiera- ¿quién crees que pueden ser esas dos personas tan pesadas?

-Oh, son nuestros pesados.

-Exacto.

-Bueno –suspiró Agoney, que se había acercado al oír llegar a las dos chicas- vamos a salvarles el culo.

-Una vez más –murmuró Nerea.

-Con esta creo que ya van tres –apareció Miriam- pero no llevo la cuenta exacta.

-Igual lo mejor sería dejarlos aquí, así evitaríamos futuras misiones de rescate.

-¡Raoul!

-Está bien –rodó los ojos el muchacho tras ver la mirada de Agoney- ¿Alguien tiene alguna sugerencia?

-Dadme un momento y tendré algo –dijo finalmente Mireya.

-No me digas que al final les has tomado cariño –bromeó Miriam.

La otra la ignoró al igual que ignoró las miradas de todos mientras se devanaba los sesos para poder planear algo decente y sacarlos de allí.

-Creo que... la única opción que tenemos es ir a la plaza y armar un alboroto, creo que si conseguimos distraer a los soldados ellos dos podrán apañarse.

-No tenemos nada mejor así que... vamos para allá.

El resto se miró y se encogió de hombros, una vez más iban a tener que montar un espectáculo. Por suerte era su punto fuerte.


****


Agoney se abrió paso entre la gente a empujones. Detrás de él iba Amaia, mirando hacia todos lados como si estuviera un poco perdida. Habían pensado que igual deberían darle una espada o una pistola, pero sabiendo cómo era la chica era mejor no arriesgarse, había más posibilidades de que se hiriera a ella misma que a cualquier otro.

La plaza estaba llena de gente y las tiendas de alrededor estaban abiertas con gente saliendo de ellas rápidamente. Todos miraban hacia el frente y había muchos gritos y ruido general. Claramente la gente estaba muy emocionada por esa ejecución.

-¿Qué está pasando? –susurró Amaia.

Agoney se subió a una caja que estaba por ahí suelta y echó un vistazo. Habían puesto dos taburetes de madera en el centro de la plaza y arrastraban a dos personas hacía allí por medio del gentío. Al ver quiénes eran el alma se le cayó a los pies.

-Son ellos.

Amaia soltó un gruñido y se subió junto a Agoney para ver como arrastraban a los dos hacia el estrado. Ricky iba gritando y maldiciendo intentando pegar a los guardias mientras que Mimi mantenía una calma que daba miedo.

La gente a su lado no dejaba de gritar y abuchear a los dos, como si fueran culpables de todos los males que les habían pasado en la vida.

-Creo que es el momento de hacer algo.


****


El verdugo golpeó a Ricky, haciendo que se arrodillara. A su lado Mimi también se dejó caer mientras soltaba alguna maldición.

-¡Silencio! –gritó el capitán de la guardia- ¡Silencio todo el mundo!

El gentío fue callando poco a poco hasta que lo único que se escuchaba era un pequeño murmuro. Ricky vio montones de rostros desconocidos que los miraban asombrados. Le sorprendió ver que muchos parecían estar molestos pero no parecía que con ellos. El capitán desenrolló un papel y comenzó a leer.

-Se acusa a estos dos delincuentes de asalto, intento de robo, allanamiento de morada...

-Espero que también me acusen por tener un maravilloso gusto con la ropa –se burló Ricky, ganándose un puñetazo por parte del verdugo- oye, no he dicho ninguna mentira.

-...conspiración, traición...

-No sabía que tenía tantos talentos –intervino Mimi- menos mal que nos han atrapado o nadie habría estado a salvo.

-...destrucción de obras públicas, posesión ilegal de armas...

-¿Podemos terminar antes de que se haga de noche? –preguntó Ricky indiferente- es que hace calor y me estoy aburriendo un poco.

-...piratería, robo de barcos... ah, da igual, mátalos ya.

-Por fin- suspiró Mimi.

-El castigo son cincuenta latigazos.

-¿Algo más?

-Y la muerte.

-Por supuesto, s eme había olvidado –dijo Mimi.

El capitán se giró hacia el verdugo.

-Sí, rápido –intervino Ricky- no puedo esperar de la emoción.

-Vaya, seguro que esto me deja cicatrices –protestó Mimi- ahora no podré dedicarme al modelaje.

El verdugo sacó una cadena con trozos de metal al final de esta.

-Supongo que es un buen momento para cagarnos de miedo.

-Espero que Miriam y Mireya los maten a todos cuando acaben.

-No te pongas dramático –rodó los ojos la chica.

El látigo bajó hasta sus espaldas y ambos sintieron como si sus espaldas fueran a partirse en ese mismo instante.

-Un poco más abajo, por favor, que tengo una herida justo donde has dado.

-Cinco más –dijo el verdugo en una voz bastante horrible, aunque sin duda le quedaba perfecta- y me estarás suplicando que pare.

-Que miedo.

El verdugo volvió a bajar el látigo pero nunca llegaron a notar el golpe en su espalda. Una mujer soltó un grito y la gente empezó a mirar a todos lados. Mimi giró la cabeza rápidamente y vio a Mireya de pie sobre un tejado, con sus tacones en la mano y una expresión furiosa en la cara.

Antes de que nadie pudiera hacer nada, Mireya lanzó otro tacón, esta vez directo al pecho del verdugo. El hombre cayó del estrado y la gente comenzó a gritar.

-¡Paradlos! –rugió el capitán- ¡Que alguien los pare!

Un grito más. Mimi vio más allá como Miriam y Nerea tiraban a un soldado al suelo y lo desarmaban. Comenzaron a correr hacia ellos, quitando a la gente de en medio a base de empujones. En ese instante tanto Ricky como ella reaccionaron y trataron de soltarse, pero era bastante difícil romper unas esposas de metal. En otra ocasión habría hecho alguna broma al respecto, pero su humor no iba a apreciarse en ese momento.

-Mierda –dijo Ricky mientras los soldados aparecían en el estrado.

El chico le dio una patada al primer guardia que se acercaba y se preparó para recibir al segundo. Entonces empezaron a subir más, hasta que había unos siete a su alrededor y de repente alguien apareció frente a ellos.

-¡Alfred!

El muchacho les arrojó una caja de madera a los soldados y estos cayeron hacia atrás como si fueran bolos. De repente Agoney apareció junto a ellos y les liberó de las esposas.

-¡Corred!

-¡No me digas!

Ricky cogió a Alfred en brazos y saltó del estrado con Mimi detrás de ellos. La plaza era un caos en ese momento, la gente gritaba y salía por todos lados.

-¡Mimi! –gritó Miriam mientras se encargaba de tres soldados sin mucha dificultad -¡Toma!

Las dos espadas cayeron en sus manos sin problemas.

-¡PARADLOS! –gritó una vez más el capitán y Miriam le dio un puñetazo que lo dejó inconsciente.

-¡Por fin! –dijo Ricky alzando la mirada al cielo.

-Muévete –le dijo la rubia.

Comenzaron a abrirse paso entre la multitud que corría despavorida cuando Mireya apareció frente a ellos.

-¿¡POR QUÉ SIEMPRE TENÉIS QUE ESTAR CERCA DE LA MUERTE!?

-No es momento, Mireya –Ricky le dio una patada a uno de los soldados que se acercaban- las broncas cuando salgamos de aquí.

-¡Detrás de ti! –gritó Alfred y Mireya simplemente se giró para darle un puñetazo al soldado.

-Vamos –salió corriendo hacia un carro que había preparado, en el que Amaia y Nerea les estaban esperando.

Tomó las riendas y esperó a que Miriam y Agoney saltaran al carro antes de arrancar. Los dientes de Alfred chocaban entre ellos mientras atravesaban las calles rápidamente. Miriam trataba de ponerse de pie una y otra vez pero cada vez que lo hacía, un giro de Mireya la mandaba otra vez al suelo.

-¡Mireya, ten cuidado! –gritó Ricky, que se sujetaba como podía a la pared.

-Oh, perdón. ¡LO HARÉ CUANDO NO ESTÉN PERSIGUIENDONOS!

Tras unos cuantos giros bruscos y más golpes debido a estos, llegaron al barco, donde Raoul estaba dirigiendo a Aitana y Ana, quien estaba al timón.

-¡Subid, rápido!

No hizo falta que insistiera mucho, todos saltaron del carruaje –bastante mareados, a decir verdad- y subieron al barco. Sabían que no tenían mucho tiempo y que debían salir de allí ya mismo, por lo que, como una máquina perfectamente engrasada, todos empezaron a trabajar, alzando el ancla, guardando la pasarela, y, por encima de todo, sin intercambiar reproches ni nada por el estilo.

En cuanto estuvieron lo suficientemente lejos de la costa, con Ana manejando el barco, algo que sorprendió a todos, quizá a la morena más que al resto, Raoul se acercó rápidamente a Agoney y empezó a mirarlo de arriba abajo, comprobando que estuviera perfectamente y que no se hubiera hecho ni un solo rasguño. La expresión que tenía en el rostro parecía decir que como le hubieran tocado un solo pelo era capaz de volver allí solo y masacrarlos a todos. No se quedó satisfecho ni siquiera cuando el propio Agoney le prometió que estaba bien, que no le había pasado nada de nada.

-A ver parejita, venid para aquí –dijo Mireya y se sorprendió al ver que ninguno de los dos protestaba ante su manera de llamarlos. A ver, no estaba ciega y había visto que últimamente algo había cambiado (por no hablar de lo que, desgraciadamente, había tenido que escuchar cuando se había acercado al camarote del capitán a preguntarle algo), pero aun así esperaba alguna queja que no llegó.

-Mireya –suspiró Ricky- quiero decir que ha sido increíble lo que has hecho en la plaza, que barbaridad, ojalá tener esa puntería.

-No intentes despistarme ahora y tú –miró a Mimi que parecía estar demasiado callada- qué os dije.

-Que entráramos y saliéramos con cuidado y revisando bien el lugar.

-¿Lo hicisteis?

-No.

-Pues que bien –resopló Mireya.

De repente Alfred, que había desaparecido en cuando el barco había partido, apareció en cubierta corriendo. Su cara reflejaba que había visto algo parecido a un fantasma.

-Chicos... creo que ya sé por qué nos han podido localizar tan fácilmente siempre.

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