Leyla en Hogwarts: La piedra...

By MadameWeasley

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Historia destacada en Wattpad. Una nueva versión de Harry Potter y la piedra filosofal, llena de humor y desd... More

Sinopsis y notas
1. Lechuzas
2. La herencia de Bellatrix
3. Barbas de Merlín a la 9 3/4
4. Neville Longbottom
5. Compartimiento Compartido
6. Un castillo de lo más normal
7. Charlando con el Sombrero
8. Del Salón a la Torre
9. Una mañana más que cargada
10. ¡A sobrevivir las clases!
11. Mis profesores hacen cosillas en el tercer piso
12. Enfermería concurrida
13. Ventajas y desventajas de una mente confundida
14. Mejor que un agente secreto
15. Simbiosis
16. Clases de Vuelo
17. Amor, amor, amor - I
17. Amor, amor, amor - II - [Editado]
18. El corredor prohibido del tercer piso
19. Hasta una escoba nos trae problemas
20. ¡Un troll en las mazmorras!
21. Durante el entrenamiento
22. Y aquí es donde hago el ridículo, para variar
23. Una pista más
24. Leones vs. Serpientes (y un murciélago que interfiere)
25. Una ayuda gigantesca
26. El mes de Natalie
27. Cena de Navidad con Percy el prefecto perfecto, Gred y Forge
28. El mejor regalo
30. Exprimiéndome el cerebro
31. Perseguidora y perseguida
32. Reflexiones
33. Desastrosa clase de Pociones
34. Nicolas Flamel
35. La verdad
36. La otra cita
37. Entre jugadores
38. Gryffindor vs Hufflepuff
39. Hey, Norbert
40. ¡Castigados!
41. Snape, Snape, Severus Snape (¡Dumbledore!)
42. Hora de un buen plan
43. Sorteando obstáculos
44. Cambios inesperados
Epílogo
--Más agradecimientos y... ¡buenas noticias!--
Reparto

29. Actividad nocturna

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By MadameWeasley

¡Hola! Sí, como siempre yo. Dije que subiría el viernes, pero los quiero tanto que decidí adelantar la fecha a... ¡hoy! (Sí, supongo que ya lo habían adivinado). Además, el último capítulo fue bastante corto, y dura menos tiempo ;) Este se los hice más largo. Espero que lo disfruten y dejen sus votos y comentarios.

Un beso,

Madame Weasley.

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Capítulo veintinueve

Actividad nocturna

—Bueno, chicos, supongo que es hora de ir a dormir —digo—. Mañana hay trabajo para hacer.

Les lanzo una mirada significativa a Harry y a Ron, aunque no entienden lo que les quiero decir.

—Tenemos que investigar sobre Nicolas Flamel —susurro—, o Hermione nos matará por haber perdido el tiempo.

—Tienes razón —dice Ron—. En cuanto terminemos esta partida de Snap Explosivo nos metemos inmediatamente en la cama, ¿de acuerdo?

—Si quieres puedes venir a nuestra habitación, para que no estés sola en el cuarto de las chicas. Solamente somos nosotros, así que no habrá problemas.

—Oh, gracias, chicos —digo—. En realidad no tenía ganas de estar de nuevo sola en la habitación.

—¿Las chicas si pueden subir a nuestro cuarto? Maldita sea, ¿en serio que Godric Gryffindor era hombre, o acaso Helga Hufflepuff ayudó a diseñar la Torre?

Dejo a los chicos jugando en la sala común y subo al cuarto para desarmar mi cama, donde me encuentro a mi lagartija. Creo que Barbas notó que me iré, ya que está nerviosa.

—Es sólo por esta noche —le digo—. Mañana me verás aquí roncando de nuevo, no te preocupes.

Le acaricio la cabeza y cierra los ojos, demostrando que le gusta.

—Buena chica.

Saco las sábanas, el cubrecama y la almohada, y me voy cargada con todo bajo el brazo. Seguramente estoy barriendo el suelo, también. Cierro la puerta empujándola con el pie, y bajo la escalera caracol.

—Me siento como una mula —les digo a los chicos—. ¿Cuál es la que está libre?

Ron junta las cartas del Snap Explosivo y le indica a Harry que suba a mostrarme. A medio camino por la escalera de los chicos, George sale de la habitación de los chicos de tercero, y siento cómo se altera el ritmo de mi corazón. Ahora soy la Reina Suprema del club de los tomates, ya que el papel de "presidenta" me queda chico.

—¿A dónde van ustedes dos? —pregunta con picardía.

Miro hacia abajo, temiendo ponerme demasiado nerviosa si lo miro a los ojos, y espero a que Harry conteste algo.

—Va a pasar la noche con nosotros.

George debe estar alzando las cejas, porque se apura a explicar:

—Estaba sola en la habitación de las chicas, y mañana los tres debemos despertarnos a la misma hora.

—Está bien, vayan. Solamente déjenme pasar —dice, y comienza a bajar las escaleras. Cuando pasa a mi lado, instintivamente levanto la vista y me encuentro con su cálida mirada. Se detiene por un segundo, y luego sigue su camino hacia abajo, pero ese instante es suficiente para hacer que mi corazón salte en mil direcciones.

—Leyla, vamos.

Me quedé con la mirada perdida durante unos instantes, y debí alarmar a Harry, porque me mira preocupado con sus enormes ojos verdes.

—Lo siento, me perdí en mis pensamientos. Ve, yo te sigo.

Continúa su camino, dándose vuelta dos veces más antes de llegar al rellano donde se encuentran las puertas, cada una con un cartel que indica el año de los alumnos, y debajo del cual están escritos sus nombres. Harry abre la puerta que dice "Primer Año", y yo entro detrás de él. Debe ser una ilusión óptica o algo, pero me parece que la de los chicos es la habitación más grande. Ellos son cinco, y nosotras somos cuatro, pero pareciera que hay mucho más espacio aquí, aún con una cama de más. Gryffindor sí pensó en los chicos al construir la Torre.

—Ésta es la mía, y la de Ron es aquella. ¿Quieres la de Neville, que está al lado de la ventana?

—Perfecto.

Deposito mis cosas sobre el colchón y Harry se ofrece a ayudarme para armar la cama, pero no tenemos mucho éxito.

—Uf —digo, limpiándome el sudor del rostro—. Somos tontos, ¿no? ¡Podemos usar un hechizo! —propongo, y saco mi varita y apunto a las sábanas. Pero mi encantamiento no es el correcto, ya que las sábanas se enrollan alrededor de la almohada y comienzan a levitar a una altura considerable—. Ups. Ése no era.

Pruebo con varios hechizos más, hasta que finalmente logro... que las sábanas se queden quietas. Luego, Harry toma una punta de la tela, y yo la otra, y entre los dos terminamos armando la cama tal como íbamos a hacer en un comienzo.

Ron entra al cuarto y deja las cartas sobre la mesa de luz.

—¿Entonces mañana quieren ir a la biblioteca? —pregunta, sentándose sobre su cama.

—Sí. ¿Tienes la lista que nos dejó Hermione?

Él saca un papel del bolsillo y me lo muestra.

—Vaya, sí que son muchos tomos... Podríamos tratar con los diez primeros.

Le devuelvo la lista y me encierro en el baño para ponerme el pijama. Como ahora hay muy pocos chicos, está todo muy limpio, pero no quiero ni imaginarme lo que es esto cuando están todos los de Gryffindor. Cuando termino de ajustar la cinta del pantalón, me pongo las pantuflas y salgo del cubículo para encontrarme con...

—¡George!

Casi tiro la ropa por la sorpresa. Por suerte no se me cayó nada, hubiera sido realmente embarazoso.

—Dime que no te estás convirtiendo en chico.

—No, no, solamente... Bueno, Harry ya te dijo.

Es incómodo estar en pijama delante de él, pero no veo nada que pueda hacer.

—¿Quieres ir mañana a, no sé, pasear?

—¡Claro!

Demasiado entusiasta.

—Claro —repito con voz más normal—. ¿A dónde?

Sería tan romántico ir al Lago Negro, y sentarnos... sobre la nieve. Ugh. Y ver la superficie congelada del agua. Brrrr. No, no, pésima idea.

—Luego te muestro —dice con un toque de misterio.

Mi rostro, por milagro, parece serio. En cambio, mi interior es una especie de ardilla rabiosa y nerviosa, mutada con un chihuahua.

—Por supuesto.

Mi voz sale rara, como si la hubieran encantado con polvillo de hadas. Es suave, musical, y hasta soportable para oír.

—Bueno, debo volver con los chicos —le digo—, o vendrán ellos a buscarme. ¿Nos vemos mañana?

—Seguro.

A pesar de la invitación a pasear, nuestra conversación es un poco incómoda y levemente forzada.

Hum...

—Adiós —digo. Aferro mis cosas con fuerza y abro la puerta del baño con el pie. Cuando me estoy yendo, escucho que me dice:

—Duerme bien, Leyla.

Por suerte la puerta se cierra antes de que pierda el equilibrio por la emoción. Me apoyo contra la pared y respiro hondo antes de seguir hasta la habitación de los muchachos. Una vez allí, dejo la ropa en el piso, sin importarme nada, y me tiro en la cama, boca arriba, mirando el techo del adoselado sobre mí. Suspiro.

—Podrías haberme despertado —se queja Ron. Su voz suena apagada. Me despierto, dándome cuenta de que caí dormida antes de que los chicos volvieran del baño, y me siento sobre la cama.

—¿Harry? ¿Ron?

—Buenos días.

—¿Ronqué mucho?

—No sé, yo dormí como tronco. Y Harry ni siquiera estuvo aquí por la noche.

Me restrego los ojos para terminar de quitarme el sueño.

—¿Por qué? ¿Dónde estuviste?

—Usé la capa de mi padre para ir a la biblioteca, a la sección prohibida —cuenta él—, y terminé en un aula abandonada en la que hay un enorme espejo con una inscripción extraña.

—¿Te hipnotizó? —me alarmo.

—No. Ron me preguntó lo mismo.

—Es que los objetos mágicos pueden ser muy engañosos. Pero, adelante, sigue contándome.

—En el espejo vi a mi mamá. Y a mi papá, y a toda mi familia. Estaban allí.

Eso me deja con la boca abierta.

—¿Mostrará recuerdos...?

—No, no creo. No tengo recuerdos de ellos, yo era muy pequeño cuando...

—Claro —me apresuro a decir para no obligarlo a decir nada que no quiera, o que lo ponga incómodo—. No sé tú, Ron, pero yo quiero ir a ver eso.

—¡Es exactamente lo que le estaba diciendo!

—Bueno, esta noche los llevaré, creo que sé cómo volver.

En el Gran Salón, el desayuno aparece en nuestros platos. Huevos fritos con jugo. Le lleno el vaso a Harry mientras le digo:

—Oye, espero que no te moleste que diga esto, pero... tengo ganas de ver a tus padres.

—Yo también —dice Ron inmediatamente.

—A mí me gustaría ver a sus familias. Van a poder mostrarme a todos sus hermanos.

—Bah, no tienen nada de interesante —le aseguro.

—Y a los míos puedes verlos cuando quieras —dice Ron—. Ambos pueden venir a casa este verano y conocer a toda mi familia, si quieren. Igual, es posible que sólo muestre gente muerta. Oh, qué lástima que no encontraste a Flamel.

—Estás pálido —le digo a Harry—. ¿No quieres un poco de tocino? Vi que en la mesa de Hufflepuff tenían una fuente llena.

Él lo rechaza con la cabeza, y solamente toma su vaso de jugo, aunque ni siquiera parece tener sed.

Durante el resto del día me quedo en la sala común con los chicos. No iremos a la biblioteca, ya que Harry ya estuvo allí anoche, y no queremos que sospechen de nosotros si volvemos.

George me llama a un lado y, con las piernas flaqueando, me acerco. Me dice que podemos hacer la salida al "lugar secreto" el viernes, si me parece bien, y yo acepto. Hoy tengo que descansar, y recuperarme del beso de ayer. Fue en la mejilla, ya lo sé, pero igual fue un beso, y, sobre todo, fue especial.

Vuelvo con los chicos, y Ron me mira con el ceño fruncido.

—¿Qué traman ustedes dos?

—Nada —me apresuro a decir, delatándome. Sin embargo, como no digo nada más, Ron se limita a encogerse de hombros y a seguir en la partida de Snap Explosivo que abandonaron ayer.

Hoy también está nevando. Me acerco a una de las ventanas de la sala y miro a través del vidrio los copos caer. Extiendo una mano, pegándola al cristal, y muevo los dedos, concentrándome en que los copos sigan la dirección en la que mis uñas apuntan, como si fuera un director de orquesta. Pronto logro que la nieve se traslade, al menos una parte de ella, y sonrío. Estoy logrando controlar mis poderes. Qué extraño, aún no sé bien de qué se tratan pero ya tengo cierto dominio sobre ellos. Por otro lado, sé bien de qué se tratan mis piernas, y aún no logro dejar de tropezarme y caminar como un pato.

Como no tengo nada para hacer, y mi salida con George se pospuso para otro día, voy a la habitación de las chicas para revolver mi baúl, a ver si encuentro algo interesante. Barbas está allí, y se ve ofendida.

—¿Me extrañaste? —le pregunto—. Ah, vamos, al principio del año habías desaparecido con el sapo de Neville, y yo no te reprendí.

Le hago caricias en la cabeza mientras busco en mi baúl. Debajo de una túnica vieja encuentro un libro que Hermione me dio hace tiempo, Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos. Jamás lo toqué, y creo que es buen momento para leerlo, así puedo comentárselo a mi amiga para aliviar las tensiones cuando se entere de que no averiguamos nada sobre Flamel.

El libro no es pesado ni muy grande, muy distinto a los gordos libros que suele leer Hermione. De vuelta en la sala común, me recuesto sobre el sillón y comienzo a leerlo. La mayoría de las criaturas que se mencionan las he visto antes, y tenemos varias en casa, como hipogrifos, kelpies, cangrejos de fuego, etc. En casa, cada tanto Eona, el hipogrifo de Karen, entra a la cocina y destroza y roba un par de cosas antes de que alguien se dé cuenta y la saque de la casa. Estamos llenos de estos animales, ya que mi padre es el Jefe del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, y tiene que estar siempre al tanto del tema por su puesto importante. O ésa es la versión oficial, porque en realidad es porque es un loco amante de las bestias. Punto.

Cuando voy por la mitad del libro, siento un dolor agudo en el pie, como si me estuvieran clavando agujas en el talón. Grito como loca y pateo para dejar de sentirlo, aunque no parece irse.

—¿Qué sucede? —se alarma Harry.

—Oh, no, Scabbers... —dice Ron—. Leyla, quédate quieta... ¡Te digo que dejes de patear!

—¡AAAAAHHHH!

Soy ridícula, lo sé. Harry tiene que agarrarme las piernas para que me quede quieta, y recién ahí Ron puede hacer su trabajo.

—¿Tanto te costaba tranquilizarte?

—Sí...—jadeo, masajeándome el pie y mirando a Scabbers con odio—. ¿Qué... diablos... le pasa?

—No sé. Tal vez el olor a queso de tus pies lo atrajo —dice Ron. Muy a mi pesar, sonrío.

—Claro, ahora la culpa es mía por no usar medias en invierno —digo, calzándome y cerrando el libro de un golpe—. Hay que conseguirle una ratita a Scabbers para que se entretenga y me deje en paz.

El sol se pone rapidísimo, mucho antes de la cena. En el Gran Salón tuvieron que aumentar la cantidad de velas para poder ver, y todo está tan lúgubre que ni siquiera me da mucha hambre. Volvemos rápidamente a la Torre y, luego de despedirnos de todos, nos metemos en la habitación de los chicos. Harry saca su capa de invisibilidad y nos cubrimos con ella. Por suerte es amplia y podemos entrar los tres.

Salimos por el agujero del retrato. La dama gorda chilla, ya que no ve quién salió, pero nosotros seguimos nuestro camino. Pasamos por la biblioteca y recorremos todos los caminos posibles, pero Harry no parece reconocer ninguna parte del trayecto que hizo ayer. Luego de una hora de pasear por el castillo, Ron comienza a bufar.

—Estoy congelado. Olvidemos esto y volvamos.

Yo tampoco estoy muy entusiasmada con seguir rondando por aquí sin rumbo, tiritando por el frío de los pasillos, pero no quiero sacarle a Harry la oportunidad de mostrarnos a sus padres, ya que está muy ilusionado con el tema.

—Esperemos un poco —le digo—. Si en, no sé, quince minutos no lo encontramos, regresamos a la Torre.

—¿Y cómo sabremos cuando hayan pasado los quince minutos?

—Estás bromeando, ¿cierto? Siempre tienes tu maldito reloj puesto. Vamos, Harry, muéstranos cómo seguir.

—Gracias. Sé que está por aquí...

El fantasma de una bruja alta pasa a nuestro lado. Es la Dama Gris, el espíritu de Ravenclaw; mi madre siempre habla de cómo ella conversaba con la Dama Gris en sus años en Hogwarts. Sí, claro. Ese fantasma parece más antisocial que una piedra.

—Síganme.

Llegamos hasta una puerta entornada, y Harry termina de abrirla con un empujón. Entramos, cerrando detrás de nosotros, y Harry inmediatamente tira la capa al piso y corre al espejo. Lo oigo suspirar.

—¿Los ven?

—No puedo ver nada —dice Ron.

—Yo tampoco, creo que no da el reflejo.

—Miren, mírenlos a todos, son un montón...

—¿Pero qué dices?

—Harry, sólo puedo verte a ti.

—Vengan, colóquense donde estoy yo.

Ron me deja pasar primero, y casi grito cuando veo lo que muestra el espejo. Allí estoy yo, aunque ya adulta (y, afortunadamente, más alta), sonriéndome. Y a mi lado está George, también mayor, con un brazo pasando por detrás de mi espalda y el otro sosteniendo a un bebé de pelo negro. En el suelo, delante de mis piernas, están sentadas dos niñas pelirrojas, jugando entre sí. Mi madre está detrás de mí, con una mano en mi hombro, y me sonríe, asintiendo con la cabeza, aprobándome de una vez por todas...

De repente, consciente de que sigo parada delante del espejo, me pongo roja. Ron está parado detrás, y posiblemente está viéndome en el reflejo con su hermano.

—¿Ahora ya puedes ver algo? —le pregunto, sin apartar la vista de lo que me muestra el espejo; estoy hipnotizada por esa imagen.

—No —dice, para mi alivio. Yo me callo y me corro hacia un costado.

—Ven, prueba.

Mientras Ron se para frente al espejo, Harry se me acerca.

—¿Viste a tu familia?

—Eh... No exactamente —digo, con una sonrisa tonta—. Aunque sí en parte...

—¡Mírame! —dice Ron—. Ahí estoy.

—¿Estás con tus hermanos? ¿Están todos?

—No, no... estoy solo... y diferente. Mira, estoy más crecido, ¡y tengo el Premio Anual!

—¿Qué?

—Sí, sí, tengo una placa como la de Bill, y estoy levantando la Copa de las Casas y la de Quidditch... Rayos, ¡también soy capitán de Quidditch, como Charlie!

Ron mira a Harry con los ojos brillantes.

—¿Crees que este espejo muestra el futuro? —pregunta, como si me leyera la mente. Sería grandioso si así fuera.

—No, no puede ser —dice Harry—, si toda mi familia está muerta.

Auch. Eso suena espantoso, y lo dice con tanta naturalidad... Qué duro debe ser. Y yo tengo esta inmensa familia y no puedo disfrutarla.

—Déjame mirar de nuevo —pido.

—No, esperen, déjenme a mí —dice Harry—, quiero ver eso otra vez.

—¡Tú ya lo tuviste toda la noche!

—Bueno, Ron, entonces es mi turno —pido.

—¡Quiero ver a mis padres!

—¡Y yo quiero ver a mis hijos!

—Háganse a un lado...

—¿Qué tiene de interesante verte sosteniendo una copa? Y, Leyla, tú ya verás a tus hijos en tu momento, ¡yo no tengo otra opción!

Les indico que se callen, ya que oí un ruido afuera. Señalo hacia el pasillo para explicarles, y Ron se apresura a echarnos la capa encima.

—Somos idiotas, nuestra discusión se debe haber escuchado por todo el castillo —digo.

—¡Shh!

Justo cuando nos callamos por completo, aparecen los ojos de la señora Norris como dos faroles asomándose en la puerta. Mmm, ¿la capa funcionará también con gatos? Lo dudo, ya que parece estar viéndonos directamente. Tiemblo. Lo último que necesito es a Filch.

Luego de lo que parece una eternidad, la gata decide marcharse, y recién ahora puedo respirar tranquila.

—Listo —dice Harry.

—No, nada de listo, seguramente fue a avisar a Filch —digo—. Ese viejo siempre está detrás de mí.

—Sí, vamos —dice Ron, empujándonos a los dos fuera de la habitación.

Doy un último vistazo al espejo antes de cerrar la puerta, y veo el reflejo de mis dos hijas saludándome.

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Gracias por leer <3 No olviden dejar sus votos y comentarios.

Ahora, ya que siguen leyendo, les quiero recomendar "La hija de Voldemort", de @odiandomundis. A mí me encanta la historia, y la autora me cae súper bien. Pásense y lean el primer capítulo, y verán que no podrán dejar de leer.

Les mando un saludo, chicos :D

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