Ecos de sol.

By Angie_Eli_Carmona

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Ser un líder es difícil. Drena todo de tí, te lleva hasta el punto más crítico de la existencia. Zedric no q... More

INTRODUCCIÓN.
Prefacio.
Capítulo 1. «Nuevos encuentros»
Capítulo 2. «Recuerdos escondidos»
Capítulo 3. «Reconocimiento»
Capítulo 4. «Una era»
Capítulo 5. «Instintos salvajes»
Capítulo 6. «Doble cara»
Capítulo 7. «Peor enemigo»
Capítulo 8. «Visiones de oscuridad»
Capítulo 9. «Descubrimiento»
Capítulo 10. «Aliados»
Capítulo 11. «Tiene un punto»
Capítulo 12. «Escondidos a plena luz»
Capítulo 13. «Elfos»
Capítulo 14. «Ver más allá»
Capítulo 15. «Definición de felicidad»
Capítulo 16. «Orígenes desconocidos»
Capítulo 17. «La menos esperada»
Capítulo 18. «Ver más allá»
Capítulo 19. «Extraño orador»
Capítulo 20. «La poseída»
Capítulo 21. «Venganza»
Capítulo 22. «La que lo ve todo»
Capítulo 23. «Rojo sangre, la señal de la muerte»
Capítulo 24. «La muerte en persona»
Capítulo 25. «Debajo»
Capítulo 26. «Miedo a las sombras»
Capítulo 27. «Dolor imparable»
Capítulo 28. «La búsqueda se reanuda»
Capítulo 29. «Suzzet Evéil Brounnet»
Capítulo 30. «Sangre derramada»
Capítulo 31. «Escoge tú destino»
Capítulo 32. «Espíritus tenebrosos»
Capítulo 33. «Corona robada»
Capítulo 34. «Aceptación»
Capítulo 35. «La muerte en persona»
Capítulo 36. «Visiones de oscuridad»
Capítulo 38. «Nada es lo mismo»
Capítulo 39. «Lo qué ni la naturaleza sabe»
Capítulo 40. «Una recapitulación»
Capítulo 41. «Treta de prueba»
Capítulo 42. «Miedos fortuitos»
Capítulo 43. «Todo lo que hay por perder»
Capítulo 44. «Inframundo»
Capítulo 45. «Venganza y liberación»
Capítulo 46. «Visiones de un acuerdo»
Capítulo 47. «Sumergirse en un abismo infernal»
Capítulo 48. «En el momento menos esperado»
Capítulo 49. «Recapitulación de los hechos»
Capítulo 50. «Duro regresar»
Epílogo
Agradecimientos
Anuncio.
Nuevo libro.

Capítulo 37. «La vida de un elfo no es un lecho de rosas»

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By Angie_Eli_Carmona

—Despierta, dulce princesa, estamos por llegar.

Amaris abrió los ojos, saliendo del sueño profundo en el que estaba y sintiendo que todos aquellos días de malos descansos caían sobre ella.

Zedric la miraba fijamente a pies de sus aposentos, analizando cada uno de sus movimientos. La oscuridad no colindaba con él, que parecía brillar con luz propia.

—No confío mucho en esa princesa —fue lo primero que dijo ella, ahogando un bostezo—. Pero creo que nos irá bien allá. Si aquella isla es tan bella como la que proyectó...

Zedric se acercó más a ella. Olía a mar, una mala señal que quería decir que tampoco había dormido mucho. La abrazó, ambos se recargaron en la cómoda de los aposentos con lentitud, disfrutando lo que quedaba de tiempo libre.

—Nos irá bien, sí —dijo Zedric, su aliento cerca de la oreja de Amaris y cortando su respiración—. Tal vez sea un poco prepotente, engañosa y oportunista, pero sabe lo que quiere y eso está a nuestro favor.

—Y eso me relaja como no tienes idea —habló ella en tono divertido.

—Me gusta estar así contigo —murmuró Zedric con lentitud, para que sonara tranquilo y no demasiado abrumador para Amaris— Me haces olvidar todo lo que viene, iluminas mi vida.

Amaris tragó hondo. Aquello era lo único que no le gustaba de pasar el tiempo con Zedric por las noches. Se necesitaban el uno al otro, daban consuelo, hablaban hasta que uno de los dos quedaban dormidos, pero, cuando él se ponía sentimental, las cosas se volvían demasiado serias, tanto como para que ella se sintiera, más que nada, abrumada y culpable.

Pensaba en Ranik, volvía sus pensamientos a él en aquella noche, la forma apasionada en que...

Se detuvo de pensar en aquello. Ya de por sí la primera noche que él llegó a visitarla tuvo que lidiar con eso, explicarle a Zedric, y...

Los pensamientos la llevaron de vuelta ahí. Pronto, ella ya no controlaba su cuerpo, sino que su mente la dominó, como cada vez que por error volvía a vislumbrar el pasado.

🌙🌙🌙

Amaris despertó cuando escuchó dos toques en la puerta. Abrió y vió frente a ella a Zedric, que aunque parecía bien físicamente,  no parecía estarlo en realidad.

—Me siento solo —dijo—. Busqué a Nathan, pero él estaba...

—Con Piperina, me imagino —completó ella—. No se separan hasta altas horas de la noche desde que se reencontraron.

—Tú eres la siguiente persona en la que confío, por eso estoy aquí.

Amaris suspiró. Quería dormir, buscar a Ranik en sus sueños para convencerse de que las cosas no podían ir tan mal como lo imaginaba tratándose de él, que estaba seguro.

—No sé si yo pueda confiar en tí —dijo, lo primero que pudo formular. Sus sentidos estaban adormilados, no podía...

Algo en aquella visión era distinto. De repente notó una especie de consciencia más allá de ella, que estaba metida en el todo.

Pudo sentir a Zedric, y la forma en que su mente estaba expandida hasta un punto tan impresionante que cortaba la respiración.

Y pudo ver la necesidad que sentía por ella, al punto de leerla sólo con verla, de leer...

Lo supo desde el principio, lo de Ranik. Pudo ver lo que había pasado entre los dos, aquél beso en el que ella no dejaba de pensar.

Pero Zedric no reaccionó. Aquello no pareció sorprenderle, porque la entendía. En cambio, buscó su confianza, diciendo:

—Quiero que confíes en mí. Pregunta cualquier cosa, como... —se detuvo, buscando en su mente algo que ayudara— Pregúntame sobre mi madre. Siempre has tenido aquella incógnita contigo.

Amaris tragó hondo. Últimamente Zedric parecía saberlo todo, un poder más allá de su conocimiento.

Pero con aquella visión llegó a entenderlo. No sólo sabía, también entendía y, por lo mismo, tenía que lidiar con las emociones de los demás mientras también lidiaba con las suyas.

🌙🌙🌙

—Te fuiste por un momento —fue lo que Zedric le dijo al verla volver de la visión—. Creo que...

—Shh... —murmuró ella, asimilando lo que había visto— Siento que ahora te entiendo más, y está bien, es sólo que...

—Dilo, no dudes.

—Siento que al menos mereces una explicación. Ese día me dijiste que sabías lo que pasó entre Ranik y yo, pero que no querías saber nada. Que me entendías. Ahora soy yo la que necesito saber lo que tú piensas de eso.

—Pero en tú visión has...

—No es suficiente.

Zedric bajó la mirada.

—Siempre he tenido celos de él —confesó—  Él es cómo tú. De tú pueblo. Incluso muerto puede estar contigo y yo...

—Pero él siempre ha sido mi amigo. Un hermano mayor.

—Eso es lo que ambos querían creer y, honestamente, me convenía.

Amaris parpadeó varias veces, confundida. No sabía que responder a eso. Cómo única salida encontró el acercarse de nuevo a él, entrelazando sus manos en un silencio apreciativo.

—Te quiero —le dijo a Zedric—. Saquemos esto adelante y no pensemos en lo demás.

🌙🌙🌙

El viaje rumbo a la isla de los elfos no fue extramadamente tardado, lo que lo demoró más fueron las torrentes lluvias que apenas y dejaron avanzar al barco o lo arrastraron con tanta fuerza que adelantó todo el tiempo perdido.

Llegaron ese mismo amanecer, cómo Zedric le había dicho a Amaris. La vista era asombrosa, surreal desde cualquier perspectiva en que la vieras.

La isla en sí era impresionante. Mucho más grande de lo que Amaris hubiera imaginado, alta, llena de niveles y subniveles que parecían no tener fin. Aún así, también llamaban la atención sus fronteras, ya que había una especie de islotes que la rodeaban, cómo casetas de vigilancia desde la que los guardias resguardaban sus tierras.

Le recordó a casa. A la su isla que ahora estaba resguardada por un enorme y brillante muro de hielo. Incluso los guardias, (que no tardaron en preguntar por su origen), eran familiares.

Aquellos guardias reconocieron a Suzzet enseguida. Hablaron con ella en privado y, después de eso, la dejaron entrar a sus tierras.

El muelle estaba atestado de personas excéntricas. Amaris nunca había visto personas tan cómodas con sí mismas, ropa tan vistosa, joyas, e intenciones de impresionar a los demás.

Tal vez se hubiera sentido incómoda si aún llevara la vestimenta que solía usar para los viajes, (vestidos sencillos, sin color ni volumen), pero afortunadamente Suzzet les había advertido que debían vestirse con lo mejor que tuvieran para bajar a la isla.

Y así estaba vestida. No había elegido un gran vestido, sino una túnica más o menos pomposa de un azul brillante que hacía destacar a sus ojos del mismo color. Oscuros. Llevaba la brillante tiara que su madre le había legado para mostrar su poder, no temiendo a las personas que la miraban con curiosidad por el camino.

Habían bajado ocho personas siguiendo los deseos de la princesa. Todos iban en ilera por el muelle, caminando con lentitud y altanería. Así tenía que ser, aseguró Suzzet, si querían lograr algo.

—Ya me cansé de dar vueltas sin ningún motivo aparente. No me parece que esté funcionando su estrategia, princesa.

Suzzet, que iba guiando mientras llevaba a Zedric de su lado, (obviamente eligió al mejor candidato porque una chica de su rango siempre tenía que hacerse de lo mejor), giró levemente su rostro y dijo, llena de altanería:

—Desde ahora nos están observando, viendo que tan buenos somos. Pronto alguien vendrá a buscarnos y tendremos que mostrar nuestras dotes en lo artístico y mundano. Hay que ser amables, por eso te recomiendo que no hables hasta que pasemos a la siguiente evaluación.

Piperina comenzó a hervir de furia. Su piel sonrojada, sus labios apretados. Estaba a punto de contestar cuando, de improvisto, un hombre se acercó y la saludó con aires caballerosos y desprendidos.

—¡Bienvenidos, bellos circulantes, a la tierra de los elfos!

Amaris sintió que se le cortó la respiración cuando pudo verlo con claridad. El hombre vestía de morado y rojo, colores que nunca había visto a alguien en conjunto, (debido a que eran colores de dos reinos opuestos), tenía ojos verdes, un cabello negro revuelto, y piel olivácea brillante.

Era atractivo,  pero en absoluto no fue eso lo que llamó su atención. Se trató de su ascendencia, de sus rasgos que no tenían nada que ver con un llamado, con un dios o con alguna representación de la fuerza. Sólo era él y ya. 

—Hace mucho tiempo que no nos vemos, Friedrich —Suzzet se adelantó, estirando la mano hacia el hombre en una especie de saludo. Este sonrió, llevándose la mano hacia su espesa barba y excéntrico bigote— Sabes porque estamos aquí, ¿Nos dejarás pasar?

Friedrich no le aceptó el saludo. En cambio, y con un tono aún más altanero que el de ella, dijo:

—Sé porque están aquí y por eso quiero ver qué es lo que pueden ofrecerme. No te daré los privilegios que deseas.

—Friedrich... —Suzzet entrecerró los ojos—. Sabes quién soy. Suzzet, Evéil por ser hija de la mujer más poderosa de la era, Brounnet por el título que me dió mi padre, un inmortal. ¿Cómo te atreves a hablarme así? ¿Qué está pasando por tú mente para hacer semejante...?

—Tus títulos ya no existen. Tú no existes, ¿Sabes? Cuándo mueres, y así lo dice nuestra ley, pierdes cada uno de tus títulos y los delegas al heredero más cercano. Alguien más ya tiene lo que tú tenías.

—Ese alguien más no tiene mi autoridad,y si yo quisiera...

—Tú padre te dejó dormir todo este tiempo, así que no puedes hacer nada. Sólo acéptalo déjame probarte a ti y a tus aliados.

—Tú... —el rostro de la princesa seguía impasible, pero su voz, más gruesa, demostró su enojo— Está bien.

—Las cosas han cambiado desde tú partida —comenzó a relatar el hombre, sus ojos fijos en Piperina, que parecía haber llamado su atención antes que los demás—. Estamos aburridos, observando el mundo desde lejos, esperando algo que nos interese. Esperando al siguiente fin de nuestra era para ver a los grandes héroes alzarse. Ustedes están aquí para pedirnos ayuda para salvar a su civilización, pero, y es lo que nos preguntamos desde hace miles de años, ¿Vale la pena?

Amaris recordó algo que había leído hacía dos días en el diario de la madre de Suzzet. Era una profecía, hablaba de héroes también, una especie de costumbre que tenían los elfos era galardonar a estas personas excepcionales, nombrarlos y contar sus historias a través del tiempo.

Porque a los elfos el tiempo les sobraba, pero las personas excepcionales que llegaban a ver, aquellos héroes, eran pocos en sus registros. Así pues, habló antes de que alguien más lo hiciera, diciendo:

—Cuando una era termina, acabas de decir, los más grandes héroes se juntan con una sola misión. Déjanos probarle a tú pueblo que somos los mejores héroes que hayan visto, que valemos la pena el intento.

Los ojos de Friedrich se iluminaron. Se acercó a Amaris, mirándola fijamente a los ojos y llegando a tocar su barbilla. Connor, que estaba a su lado, se irguió en su lugar y permaneció firme, dándole consuelo y firmeza. Así ella pudo permanecer tranquila, serena ante sus ojos.

El hombre pasó la mano por su barbilla.

—Soy un simple cortesano, mortal, sin la vista o la percepción de los más grandes duques. Es por eso que a los de mi clase les han delegado la tarea de ser el primer filtro. ¡Qué así sea! —una risa vacía salió de sus labios, sus ojos parecieron adquirir oscuridad en cuanto dijo lo siguiente—: ¿Eres tan buena? ¿Una princesa? Muestra lo que tu pueblo puede hacer en cuánto al baile, la danza, las historias y los registros. Eso no es sólo magia, requiere de sentimiento y emociones, algo que ni los altos duques poseen por su inmortalidad vacía. Impresióname y así salva todos.

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