De Hombres y Bestias

By LilScorpion67

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Vampiros y humanos han hecho grandes esfuerzos desde siglos atrás para poder convivir en armonía, para crear... More

Primera parte: Lo que la muerte puede unir.
I: Una Ciudad de Lágrimas
II: La Compañía del Cráneo
III: Pólvora y Sangre
IV: Oráculo
V: Sangre de mi sangre
VI: El Lado Oscuro de la Luna
VII: La madre terrible
VIII: Remembranzas
IX: Diosa Oscura
X:Pesadilla
Segunda Parte: Hay una brillante oscuridad sobre nosotros.
XI: Fragilidad Humana
XIII:"Al este de la luna"
XIV:"El cuerpo que habito"

XII: Secretos

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By LilScorpion67


Una semana después y habiendo prometido que no volverían por un rato a la mansión, Illya Gimondi le indicó al chofer que le dejara a unas cuantas cuadras de la vieja mansión de Wadim, intentando no pensar mucho en la promesa que estaba rompiendo y en lo molesta que Odile se pondría si se enteraba que había regresado a ese lugar.

Illya no estaba listo como para alejarse de su búsqueda y mucho menos Luca, que al parecer había pasado la noche en la mansión y le había llamado en cuanto había salido el sol, urgiéndole a dirigirse al lugar y ayudarle hasta que encontrasen algo útil.

Cuando se encontró con su hermano, se sorprendió al ver su estado. ¿Hace cuánto tiempo que no había bebido ni una sola gota de sangre? Por la piel rojiza alrededor de sus ojos y las prominentes venas oscuras en su cuello, calculaba que quizá unos dos días.

—Te ves como la mierda —comentó Illya, haciendo que Luca frunciera el ceño y bufara; no quería sonar así de grosero, pues en realidad estaba bastante preocupado por su hermano mayor, pero a veces ser cortante con él simplemente era algo natural entre ambos. — ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

—Volví unas horas después de que te dejé con las humanas. — o sea que su hermano no había pasado una sola noche en el lugar, sino había vivido allí por toda una maldita semana.

Illya resopló y caminó por la habitación de Wadim, observando con disgusto la forma en la que Luca —sin cuidado alguno— había dispersado los libros y pergaminos por todo el suelo; su hermano mayor se encontraba sentado en el piso rodeado de los libros del fallecido vampiro mientras sostenía entre sus manos temblorosas un libro rojizo con letras doradas. Illya ladeó la cabeza para intentar leer lo que decía y frunció el ceño, para luego sonreír burlonamente.

— ¿"Las flores y sus enseñanzas"? — se burló— ¿en serio estás buscando respuestas ahí?

Luca hizo un esfuerzo titánico por ignorar las burlas de su hermano, pero le fue difícil cuando miró por el rabillo del ojo su estúpida sonrisa socarrona que siempre le había irritado muchísimo. El mayor de los Gimondi lanzó el libro con fuerza a su lado, llamando de inmediato la atención de su hermano; Luca se quedó ahí sentado, cruzó los brazos sobre su pecho y miró a Illya con furia, haciendo que éste de inmediato borrara esa sonrisa.

— ¿Ya has encontrado algo, genio? —le cuestionó, usando su típico tono mandatorio que usualmente le funcionaba para mangonear a otros. — No has hecho absolutamente nada desde la primera vez que vinimos a investigar, te has mantenido alrededor de esas mujeres como si fueses un perro. — cuando Illya abrió la boca para defenderse, Luca continuó, no queriendo escuchar nada salir de la boca de su hermano menor. — Es claro que esto no te importa, siempre estás a la expectativa de que los demás resuelvan los asuntos complicados mientras tú buscas meterte en los pantalones de alguna pobre chica como Odile que piensa que te importa un comino, cuando la realidad es que sólo te preocupas por ti mismo. Desde que volviste a casa sólo estás tú, tú y luego tú. Estoy cansado, Illya; realmente cansado.

Illya simplemente no esperaba aquella reacción, por lo que en un principio no supo cómo responder, provocando que la habitación se hundiera en un silencio sepulcral durante varios segundos.

—Podría darte decenas de razones por las cuales estás equivocado, hermano. —comenzó Illya, su voz no denotaba enojo ni tristeza, de hecho, Luca no sabía muy bien qué pensar de la expresión en su rostro. —El tiempo que he pasado contigo me ha demostrado que no importa cuántos argumentos alguien te dé para demostrarte tu error, tú nunca escucharás razones. — Illya caminó hacia su hermano mayor, se detuvo frente a él y le siseó lo siguiente: — Pero voy a romperte la cara si hablas así de ella otra vez ¿entiendes? Sabes muy bien que puedo hacerlo, Luca.

El mayor de los Gimondi rechistó y negó con la cabeza mientras una sonrisita se formaba en sus finos labios; Illya, por su salud mental, decidió ignorar aquello, tenían que enfocarse en la tarea frente a ellos, no les serviría de nada pelear en esos momentos...tendrían el tiempo suficiente para arrancarse la cara si hacían esto bien.

Illya tomó al azar un libro de la enorme estantería detrás de ellos.

— ¿Cómo para qué me llamaste si crees que sólo pienso en mí? —preguntó sin poder evitarlo después de un par de horas de hojear documentos antiguos sobre la familia de Wadim.

Illya escuchó cómo su hermano cerraba un libro con fuerza, pero no alzó la mirada sino hasta unos minutos después de notar que Luca no respondía a su pregunta. Su hermano mayor le miraba desde el otro lado de la habitación, no sabía descifrar qué clase de mirada le estaba dando, pero sin duda le extrañó demasiado; Illya no preguntó nada, simplemente le sostuvo la mirada hasta que Luca se decidió a hablar.

—Tú eras su favorito, Ill —en cuanto Luca dijo aquello, incluso empleando ese apodo que su madre usaba cuando Illya era muy pequeño, el vampiro se sintió bastante incómodo y sintió la necesidad de salir de allí pitando; no era algo normal en Luca llamarle de esa forma, es más, desde hacía décadas nadie usaba ese apodo y aunque Octavia había intentado hacerlo un par de veces, Illya no se lo había permitido. — Si alguien sabe lo que pasaba por la cabeza de ese viejo decrépito eres tú.

—No, eso no... no es cierto, yo...—comenzó Illya, sin pensar en lo que salía de su boca, casi balbuceando. — Debiste llamar a Octavia.

—No mientas —espetó Luca, dejando el libro que había estado leyendo en el piso y levantándose para luego darle la espalda a su hermano menor. — Todos en la familia saben que para Wadim eras como un hijo. —Illya sabía que Luca estaba llegando a un tema que él realmente no quería tocar, pero le parecía que ya era algo inevitable. — Papá solía decirlo todo el tiempo ¿sabes? En un principio lo decía como una broma, parecía que incluso le agradaba que Wadim fuese tan unido a ti... Supongo que después ya no le pareció tan bien ¿no crees? Sobre todo luego de que mamá muriese y decidieras dejarnos atrás para vivir aquí con Wadim como si de verdad fuese tu padre.

Illya intentaba, todos los días, olvidarse de lo que había hecho; intentaba olvidar el rostro de su padre cuando le dijo lo que haría y lo mucho que Marco Gimondi le había rogado para que no lo hiciera. Incluso Luca —que siempre había sido un sujeto frío— le había pedido repetidas veces que se quedara. Illya había abandonado a su familia cuando más lo necesitaban y jamás pidió perdón por ello.

Aun así, su padre le recibió con los brazos abiertos cuando se retiró de la marina e Illya era sólo un fantasma de lo que solía ser.

Illya no le respondió, no podía con el nudo en la garganta que se le había formado. Luca, al parecer, tampoco esperaba respuesta alguna, se levantó, se sacudió el polvo de la ropa y dijo:

—Es tu turno, necesito salir de aquí.

Su hermano menor se limitó a asentir y agachar la mirada

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Illya sentía como si su cabeza fuese a explotar; no había creído que busca pistas —o lo que fuera— en todos esos libros sería algo tan cansado para alguien con la fuerza sobrenatural que él poseía. Ya habían pasado cerca de catorce horas desde que Luca se fue y desde ese entonces Illya no había parado, pero en esos momentos sus ojos ya necesitaban un descanso.

Sin pensárselo mucho, dejó la habitación y se paseó durante un rato por la mansión sin buscar nada en particular. Divagó por habitaciones que tenía mucho tiempo sin visitar y todas estaban en el mismo estado de ruinas y vejez; en una de estas habitaciones se encontró con más libros regados por el suelo del lugar, Illya se paró en medio de la habitación y soltó un suspiro mientras miraba a su alrededor antes de hincarse para recoger algunos libros.

Mientras los colocaba sobre su regazo escuchó unos leves pasos detrás de él, se levantó y giró lo más rápido que pudo y, sin realmente fijarse de quién se trataba, sostuvo a la persona por el cuello, acorralándola entre la pared y él; las garras —que poca veces usaba— amenazando con enterrarse en el cuello de ésta persona.

La soltó de inmediato cuando se dio cuenta de quién se trataba; Odile le miraba con miedo y dolor en sus ojos. Illya se sintió avergonzado y retrocedió unos cuantos pasos.

—Lo siento, yo... —murmuró, observando como la chica se sobaba el cuello y tosía un poco. Illya frunció el ceño; estaba consternado por lo que había hecho, pero había algo más a lo que no encontraba una explicación. ¿Cómo fue que sólo notó su presencia cuando entró a la habitación? Normalmente, el olor de la muchacha hubiese llegado a él desde, incluso, su llegada a la mansión. Odile niega enérgicamente con la cabeza y sorprende al vampiro cuando la bella chica le ofrece una sonrisa.

—Hey, fue mi culpa ¿ok? Debí avisar que vendría —comienza ella, pero sus palabras no le resultan reconfortantes puesto que puede ver la marca de su mano sobre el delgado cuello de ella.

— ¿Qué haces aquí? —pregunta Illya genuinamente extrañado por su presencia.

— Debería hacerte la misma pregunta —responde Odile, su ceño frunciéndose levemente y esta es la primera vez que el vampiro la nota irritada, eso honestamente le hace sentir más culpable que antes. — Prometiste no regresarías...

—Odile...

—Al menos pudiste llamarme ¿sabes? — Las duras facciones de la muchacha se ablandaron, abriendo camino al rostro apacible que caracterizaba a Odile — Les dije que quiero ayudar.

—No creí que quisieras volver a este lugar después de lo que ocurrió.

—En un principio no quería —murmuró—, pero todos debemos enfrentar nuestros miedos en algún momento ¿no es cierto? —Su voz era ahora jovial; Odile alzó su brazo izquierdo y le mostró a Illya una bolsa sujeta a su muñeca — Traje algo para beber, supuse que lo necesitarías ¿quieres? Podemos continuar buscando mientras bebemos.

A Illya le sorprendía un poco lo calmada que se encontraba; pensaba que el estar en el mismo lugar donde esa criatura atacó no le haría sentir cómoda. No obstante, todo el tiempo que estuvieron charlando―o simplemente haciéndole compañía el otro sin decir palabra alguna―, Odile se mostró tranquila e inclusive casi jovial.

Si bien el vampiro realmente no conocía a la mujer junto a él, las pocas veces que había pasado tiempo con ella eran momentos agradables. Ahora mismo, se sentía con los nervios de punta y alerta como nunca; no era algo que le sucediera ya mucho.

Durante su estancia en la mansión después de la llegada de la muchacha se convenció a sí mismo de que ese sentimiento se debía a lo que les había ocurrido la última vez que estuvieron allí juntos y terminó por empujar su paranoia a un segundo plano.

Ahora Odile se encontraba colocando los dedos de su mano derecha sobre unos polvorientos libros aún bien colocados en la estantería de la habitación de Wadim; paseó la punta de sus dedos de principio a fin por aquella hilera de conocimientos olvidados mientras tarareaba una canción.

―No quiero presionarte, pero... ―comenzó la chica, aun jugueteando delicadamente con la estantería frente a ella. Illya se encontraba justo detrás de ella, mirando cada libro en la estantería desde su lugar para tratar de elegir uno al azar.― Quizá deberíamos irnos, se hace tarde. ―mientras decía aquello, comenzó a sacar uno de los libros más delgados, miró a Illya por sobre su hombro y detuvo sus acciones al ver que éste negaba con la cabeza sin siquiera posar sus ojos sobre ella.

―No puedo ―sentenció. ―Puedo acompañarte fuera, pero debo quedarme.

―Illya, no creo que eso sea ―Odile detuvo sus palabras cuando, por intentar sacar aquél libro otros cayeron al suelo estruendosamente, levantando polvo. ―Mierda.

Justo cuando el vampiro se agachaba para recoger los libros, algo captó su atención. El pequeño libro que Odile Moreau sostenía entre sus manos le resultó inquietantemente familiar y en esos momentos algo hizo click en su cabeza; la paranoia volvió y de pronto sintió la urgencia de tomar el libro de sus manos y hacer que se fuera, otra vez sin poder comprender por qué demonios se sentía de aquella manera. Carraspeó y se enderezó.

¿Qué? ―espetó Odile la notar su intensa mirada sobre lo que tenía en las manos.

Antes de responder Illya pudo sentir su presencia antes de si quiera verle; maldijo en voz baja, alarmando aún más a Odile y luego miró por sobre su hombro. Tenía que sacar a la mujer de ahí antes de que Octavia subiese por las escaleras y los encontrara ahí a ambos.

― ¿Puedes entregarme el libro, por favor? ―pidió el vampiro, intentando lucir calmado, ofreciéndole una sonrisa amable.

―Está bien... ―Odile sonaba completamente extrañada, pero aun así le entregó el libro y se alejó de él, caminando hasta la cama de Wadim donde había dejado su bolso. Lo tomó y caminó rápidamente hacia él. ―Mira, sé que estás estresado por todo lo que ocurre y yo ya tengo que irme pero... ¿quizá después podríamos ir a, no sé, tomar un poco de café o algo?

La pregunta le tomó completamente desprevenido. Alzó su mirada del libro que la chica le había entregado y la fijó en ella, estupefacto; se sintió como un adolescente frente a un amor platónico y tartamudeó antes de volver en sí.

―Claro ―respondió, aún sin poder apartar la vista de ella. La muchacha le sonrió radiantemente y asintió enérgicamente.

―Genial ―murmuró― te llamaré ¿está bien? Como sea, tengo que irme antes de que Odette comience a preocuparse por mí. Nos vemos luego, Gimondi.

Illya sólo asintió y esperó a escuchar sus pasos hasta que por fin salió de la mansión. Octavia, luego de unos minutos, se colocó frente a la habitación con los brazos frente a su pecho y una mirada que provocó en el vampiro un escalofrío. Sabía que estaba en problemas, pero no estaba seguro del por qué.

¿Qué mierda estás haciendo aquí?

―Podría preguntarte lo mismo, amiga mía. ―Illya dejó atrás la incertidumbre y nerviosismo que Odile había plantado en él y retomó la postura confiada que le caracterizaba frente a su hermano y Octavia. ― ¿Luca te llamó?

―Responde mi pregunta ―la morena siseó. El veneno en su voz le indicó a Illya de inmediato que algo estaba mal. Illya suspiró y luego ocultó sus manos detrás de su espalda, intentando ocultar el libro en sus manos.

—He estado buscando lo que Volkov nos pidió.

La actitud de Octavia cambia por completo, su dura expresión se suaviza y se le nota exhausta pero esperanzada, parece que se le han añadido años al rostro.

— ¿Y bien? —preguntó la morena, su voz casi en un susurro, luciendo como si estuviera conteniendo la respiración.

Illya sintió un nudo en la garganta; no le gustaba mentirle a la mujer, le apreciaba demasiado como para no contarle la verdad de una forma tan descarada. Pero debía hacerlo, así que simplemente le ofreció una rápida sonrisa y negó con la cabeza.

—Pues nada, no hay nada. Al menos aquí.

—Illya —comenzó la muchacha, su voz era suave ahora y había comenzado a acercarse a él. El vampiro notó como los ojos de Octavia habían comenzado a brillar por las lágrimas que habían comenzado a juntarse en ellos— Si lo tienes o has encontrado alguna pista de donde hallarlo...

—No tengo nada, Octavia, te lo juro. —le siseó Illya, inclinándose hacia ella, actuando como si estuviera molesto por sus preguntas pero en realidad se sentía ansioso, creyendo que quizá Octavia había notado que estaba ocultándole algo.

—Yo solo... —Illya se sintió aún peor cuando escuchó la voz estrangulada de la mujer, estaba a punto de llorar frente a él. — Por lo que más quieras, Illya, si de verdad lo encuentras no puedes decírselo a nadie ¿está bien? No podemos dárselo, Ill, no a él.

Eso descolocó al vampiro por completo; de todas las personas, Illya siempre creyó que quien más deseaba entregar el libro y terminar con todo era ella. Octavia colocó ambas manos en las mejillas de Illya, con las lágrimas finalmente corriendo por su rostro.

— ¿De qué estás hablando? —le susurró Illya. — Tenemos que entregarlo, Octavia. Sabes lo que hará si no lo hacemos, más vidas se perderan....

—No, no podemos. No debemos. —la urgencia en la voz de Octavia le puso los nervios de punta.— Sé que mucha gente morirá, Illya. Pero no se compara a lo que pasara si le damos el maldito libro a un psicópata como él.

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Odette estaba segura que tanto Illya como Odile estaban en la maldita mansión; pero ella honestamente se sentía tan agotada que ni siquiera tenía ganas para seguirlos y hacerles la vida imposible por haberle mentido tan descaradamente y vamos, que Odette por lo general tenía energía para eso, así que el no tener ganas de hacerlo demostraba bastante lo mal que se sentía.

Sus heridas ya estaban mucho mejor y moverse por el apartamento de Odile ya no era más una tortura para ella; no obstante, su agotamiento se encontraba en su mente, haciéndola sentir aún más inútil que antes. Quería ser capaz de levantarse y salir —quizá a divertirse o simplemente pasear— pero carecía de la fuerza de voluntad para hacerlo.

En esos momentos se encontraba sentada en el sofá intentando mirar la TV, pero sin ser capaz de prestarle la más mínima atención.

Alguien comenzó a tocar a la puerta y Odette puso los ojos en blanco, estirándose cual gato en el sofá y echando la cabeza hacia atrás, pensándose si debería abrir la puerta o no, porque de verdad no sentía la fuerza como para levantarse.

Luego de analizarlo y colocar las plantas de sus pies sobre el frio piso de mármol, chasqueó la lengua y se levantó rápido del sofá, caminando apresuradamente hasta la puerta del apartamento. Miró por el pestillo de la puerta y, sin querer, una sonrisa se le formó en los labios. Una sonrisa que borró de inmediato, pues no quería que él la notara.

Odette abrió la puerta y Wyatt le sonrió de oreja a oreja.

Wyatt Peaslee había estado visitándola durante esa larguísima semana y Odette tenía que admitir que no le molestaba en lo absoluto su presencia, pues en aquellos días en los cuales ni Odile ni Illya estaban mucho a su alrededor, de verdad necesitaba algo de compañía.

Sin decir palabra alguna, Odette abrió más la puerta y se hizo a un lado para dejarle pasar; Wyatt traía lo de siempre: helado y alguna vieja película que Odette posiblemente nunca había visto, pero ahora el hombre había traído algo extra: bourbon.

La detective, al ver que sacaba la botella de alcohol de la bolsa y la ponía sobre la mesa de centro en la sala, alzó una ceja y le miró realmente intrigada. Wyatt, al notar su silencio, le miró y una sonrisa juguetona se dibujó en sus labios.

— ¿Quieres que la guarde?

Odette se lo pensó muy bien mientras fijaba sus ojos en la oscura botella, se mordió el labio y cruzó sus brazos frente a su pecho para luego negar con la cabeza.

—Algo de alcohol es lo que me hace falta hoy, Peaslee. —Respondió— Creo que vas conociéndome bien. —eso último lo dijo casi en un murmullo, unas palabras dichas más para sí misma que para él; pero Wyatt la escuchó y soltó una risita.

—Eso espero, Moreau. —comentó sin despegar su mirada de la de ella— Eso espero.

Con sus palabras, el corazón de Odette dio un pequeño brinco. La muchacha desvió la mirada de inmediato y colocó sus palmas en la tela de su pantalón, intentando relajarse y lucir casual ante la mirada penetrante del hombre frente a ella, los ojos de Wyatt no pararon de seguirla hasta que la muchacha se sentó en el sofá para esperarle

Luego de unos minutos, Wyatt se sentó junto a ella, colocó el helado en la mesa —con dos cucharas sobre la tapa— y le entregó un vaso ya con bourbon en él. Odette lo tomó con manos temblorosas y, para su desgracia, aquello fue muy evidente sobre todo cuando, por accidente, la punta de sus dedos toco la piel de él.

La tensión entre ambos era palpable y, en la opinión de Odette, estaba llegando a un punto culminante.

—Esta vez traje ésta película —comenzó Wyatt, mostrándole de qué se trataba: "Melancholia". Odette asintió y le sonrió levemente, para luego tomar un poco de su bebida y permanecer callada mientras Peaslee ponía la película, apagaba las luces —aunque no sirviera de mucho porque era de día— y luego se sentaba a su lado.— Es un poco larga, pero es una de mis favoritas así que espero que...

Odette no le dejó continuar, su mano derecha se posó sobre la de él y Wyatt paró de hablar; luego de unas cuantas miradas, ambos se encontraron en un beso desesperado, hambriento. Las manos de Wyatt recorrieron su torso hasta llegar a su cintura y luego a sus muslos; la mujer, que ya no sentía gran dolor a causa de sus heridas, permitió que Wyatt la colocara sobre su regazo.

Se besaron y tocaron por lo que pareció una eternidad hasta que Odette juntó el suficiente coraje como para colocar sus manos sobre el cinturón del hombre y, gracias a esto, Wyatt se sintió seguro para ayudar a la muchacha a retirarse la blusa que usaba. Poco tiempo después pudieron sentir la piel del otro sin ningún tipo de barrera.

Tanto Odette como Wyatt se sentían como en una especie de trance, todo les resultaba adictivo y delirante; a Odette esto le parecía un sueño, le costaba incluso un poco de trabajo creerse que eso estaba pasando entre ambos.

Durante unos segundos, sus labios se separaron y Wyatt, jadeante, recargó la frente sobre la suya, ambos mantuvieron sus ojos cerrados.

—Esto es....wow —Odette murmuró, una sonrisa ladeada asomándose en sus labios. Wyatt asintió.

— ¿Quieres parar? —la detective negó con la cabeza enérgicamente, entreabriendo los ojos.

—No, realmente no quiero.

Wyatt la besó de nuevo, pero ahora con más lentitud, saboreando los labios de la chica sin ningún tipo de prisa. Aquél "sueño" volvió, pero sólo por unos segundos, pues se vio irrumpido por el teléfono del hombre, quien se separó un poco de Odette al instante, su atención ahora completamente enfocada en el celular en la mesita de centro.

— ¿Qué? —preguntó Odette, realmente confundida. — ¿qué pasa? ¿Necesitas responder?

Peaslee la miró de nuevo y asintió con la cabeza; ella notó de inmediato que algo no iba bien y, sintiéndose expuesta e incómoda, se alejó de él. Wyatt murmuró, repetidas veces "lo siento", pero aun así tomó el teléfono y contestó mientras Odette se sentaba ahí mirándole y tratando de apaciguar su corazón que palpitaba con rapidez.

Cuando Wyatt terminó su llamada, dejó el teléfono sobre la mesa y miró a la muchacha de reojo.

—Murphy no quería que te comentara nada sobre esto, pero... —las palabras del hombre le tomaron por sorpresa, Wyatt colocó su mano sobre la suya y la llevó hasta sus labios, besándola con delicadeza— Me parece que es algo que necesitas saber.

—Wyatt...

—Se ha estado trabajando en la explosión que destruyó tu departamento ¿sabes? —Continuó explicando— y acaban de llevar a la jefatura al presunto culpable, no estará ahí mucho tiempo, el FBI vendrá por él y después de eso estará fuera de nuestro alcance.

•• <<────≪•◦⚜◦•≫────>> ••

Sobra decir, que después de esa revelación. Wyatt y Odette no terminaron lo que habían comenzado aquella tarde en el apartamento de Odile; de hecho, la detective se había vestido rápidamente y le había exigido a Wyatt que la llevara a la jefatura 44#. Cuando llegaron al lugar, Odette no se detuvo a saludar a ninguno de sus compañeros que la miraban atravesar la jefatura hasta la habitación donde se interrogaba a los sospechosos.

Mandó a Wyatt a hablar con Shane Wolf —capitán de la comisaría—, pero no para pedir su permiso, sino para distraerle mientras ella entraba a la sala de interrogaciones y le sacaba lo que podía al sujeto en cuestión.

Al entrar a la sala, fue capaz de observar al hombre esposado a la mesa de metal, con la cabeza agachada y la frente recargada sobre la mesa; la angustia era clarísima en el cuerpo del hombre. Odette constantemente sentía algo de empatía por aquellos que se sentaban ahí antes de que llegaran sus abogados y este hombre no era la excepción, lo cual le hacía sentirse asqueada consigo misma.

Odette cerró la puerta, intentando no hacer mucho ruido, pero el hombre por supuesto que le había escuchado y levantó la cabeza de inmediato, mirando en su dirección mientras ella se dirigía a la silla frente a él. La expresión en su rostro tomó a la detective por sorpresa, incluso provocando que se detuviera por algunos segundos. El sospechoso de inmediato volvió a inclinar la cabeza y, cuando Odette se sentó frente a él, se aseguró de no mirarla a los ojos bajo ninguna circunstancia.

— ¿Dónde está mi abogado? — preguntó él con voz temblorosa pero con brusquedad.— No diré absolutamente nada sin él aquí. No van a sacar nada de mí.

—Nick —espetó Odette, callando al hombre que había comenzado a murmurar infinidad de cosas que la mujer no podía comprender. A la detective las manos habían comenzado a sudarle, quería detenerse y salir de ahí porque estaba al tanto de las consecuencias de sus actos, pero todo lo que había ocurrido en su vida desde lo ocurrido en el Cipriani había comenzado a cobrarle factura a su salud mental; sí, actuar de esta forma era poco profesional y podría costarle su trabajo, pero sus ansias por saber tan sólo un poco más se la estaba comiendo viva— Sé que realmente no tienes un abogado ¿ok? Y aunque lo tuvieras, no llegaría a ti antes que el FBI, eso ni de chiste. Así que mejor terminemos con esto pronto, dime lo que sabes y...

—No se suponía que estuvieras aquí —murmuró para luego comenzar a sollozar de una manera incontrolable, se llevó las manos al rostro y lloró libremente. Odette se quedó muda durante varios segundos mientras observaba con detenimiento la actitud de Nick Marling.— él dijo que no sabrías...

— ¿A qué te refieres? —preguntó, lo más calmada que pudo sin despegar su mirada de cada movimiento frenético del nervioso hombre frente a ella. —¿quién te dijo eso?

Nick alzó la cabeza y por fin la encaró, pero negó repetidas veces con la cabeza y los labios fuertemente presionados mientras las lágrimas caían por su rostro. Odette sintió una rabia inexplicable naciendo desde lo más profundo de sus ser hasta brotar la superficie sin que pudiera hacer nada para remediarlo; pero rabia no era lo único que estaba alentando sus acciones, también un extraño temor ante lo que fuera que ese hombre le estuviera ocultando. Debido a esto, la detective se levantó con rapidez y sujetó al hombre por el cuello de su camisa, acercándolo hacia ella; Nick no hizo nada para evitarlo, sólo se limitó a mirarla aterrado.

—Sólo voy a preguntarte esto una vez —le siseó, sus manos temblando por la rabia— ¿¡de qué mierda estás hablando!?

La puerta metálica se abre con fuerza, Shane Wolf y otros dos sujetos vestidos de negro entran en la sala; Shane luce estoico, mientras ambos hombres miran la escena con furia contenida. La detective suaviza su agarre sobre Nick, pero sus ojos vuelven a fijarse en los de él, de cierta forma rogándole que le diga la verdad antes de que todo se venga abajo y se lo lleven.

—Detective—llama Shane, no grita ni le espeta, pero su tono de voz es tan firme que resuena por toda la sala y provoca un escalofrío en ella pero no cede, no puede, no ahora. Odette le murmura al hombre frente a él "¿de quién estás hablando?" pero Nick cierra los ojos y agacha la mirada, rendido. — Si no suelta a ese hombre ahora mismo, tendré que pedirle que deje su placa y su arma sobre mi escritorio.

Odette le deja ir en esos momentos y retrocede, con las manos a la altura de sus hombros, mostrando que no intentaría nada más. Cuando su mirada se cruza con la de Shane, intenta no mostrarse molesta con él, pero falla miserablemente y cuando éste nota la furia en los ojos de la mujer, aprieta la mandíbula con fuerza para intentar mantener la calma frente a los agentes del FBI que acaban de entrar de lleno a la habitación y que ahora se colocan a los lados de la detective, intimidantes, simplemente pidiéndole con la mirada que se aleje de la mesa.

Uno de los hombres, de ondulado cabello negro que le llega hasta las orejas y grandes ojos azules, cruza las manos al frente suyo y observa a la detective como si fuera una obra de arte que no termina de convencerle, una obra bizarra y que merece ser vista como si él fuese superior, en todos los sentidos, a ella. El agente mira a Shane, quien aún está parado en la entrada y con una sonrisa cordial le dice:

—Creí que nuestro supervisor había sido claro, capitán Wolf. —su voz es suave y controlada, pero de alguna forma se las arregla para emitir poder. Para Odette es claro su tono pasivo-agresivo — Nadie más que nosotros y usted podemos interactuar con el sospechoso.

—Lo lamento, agente Murray. —Odette esperaba que Shane le respondiera de manera tajante, pero en su lugar su rostro y tono de voz solo demuestran amabilidad—No sabía que la detective Moreau estaba aquí.

La atención recae de nuevo en Odette quien, cuando siente la mirada azulada del agente Moore sobre ella, le mira desafiante, como si el agente estuviera a punto de asestarle un golpe y ella estuviera lista para devolverlo; el agente del FBI le sonríe, claramente divertido y extiende su mano frente a ella.

—Un gusto, detective. —le saluda, sonando tan casual como si se hubieran conocido en circunstancias completamente normales. Cuando Moore nota que ella no estrechará su mano, se rinde y la coloca donde estaba antes para luego volver su atención a Shane y asentir levemente con la cabeza.

Shane parece comprender lo que éste quiere decir y vuelve a dirigirse a Odette: — Acompáñeme, detective.

La mujer no espera ni un segundo más para caminar en dirección, pero mientras lo hace está atenta a lo que dicen los agentes e incluso mira, durante varios segundos, por sobre su hombro lo que ocurren en la sala.

El agente Moore se sienta en la silla que ella momentos antes estaba ocupando mientras el otro agente se recarga en la pared detrás, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón de vestir y mirando al sospecho frente a él con una sonrisa burlona en sus labios; pero lo que llama la atención de la detective no es la socarronería de los agentes, no. Nick mira primero al agente del que Odette desconoce su nombre y, con lentitud, sus ojos se posan en el agente Moore y cuando esto ocurre, Nick Marling se levanta de su asiento como un loco e intenta correr hacia ella, la desesperación que parecía característica en él desde que Odette lo conoció había aumentado considerablemente. Los agentes son rápidos en interceptarlo —aunque no era realmente necesario, debido a que estaba esposado a la mesa— y sentarle a la fuerza en su lugar luego de que el compañero de Moore levantara la silla a regañadientes.

Odette se queda ahí parada, perpleja mirando la escena mientras Nick intenta zafarse del fuerte agarre que el agente Moore tiene sobre él. Marlings no puede apartar la mirada del agente y la expresión en el rostro del pobre hombre hace que un escalofrío recorra el cuerpo de la detective. Su corazón no ha dejado de palpitar con fuerza y sus manos están sudando, la situación le está poniendo los nervios de punta y el no saber qué mierda está pasando no le ayuda en nada; Shane coloca su mano sobre el hombro de la detective, llamando su atención y al mismo tiempo sacándola de la sala para luego cerrar la puerta tras ellos.

Ambos se quedan ahí parados. Shane observando a Odette con detenimiento, intentando descifrar lo que había ocurrido mientras que la atención de la detective estaba completamente centrada en la puerta de metal frente a ellos.

—Moreau —espeta el capitán, haciendo que la mujer brinque un poco y mire, por fin, a su jefe— A mi oficina... ¡ahora!

Shane camina con rapidez, pasando a la chica de largo mientras ésta se queda atrás durante unos segundos cerrando los ojos y los puños con fuerza, intentando prepararse para lo que seguía después. Cuando Odette se da media vuelta para seguir al capitán, alcanza a ver por el rabillo del ojo a Wyatt; ella se detiene y sus ojos se cruzan, él le sonríe tristemente —como queriendo disculparse con ella— pero Odette no es capaz de ofrecerle una sonrisa que alcance sus ojos y que sirva para tranquilizarlo.

Sólo le queda esperar que Shane Wolf le tenga un poco de misericordia.

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Todos alguna vez conocimos la historia de Hansel y Gretel cazadores de brujas , vimos las películas y cuentos...pero nadie sabía si era verdad o no...