Red - Nomin

Af ZaiJam

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Segunda parte de BLUE ~ Portada creada por: @kngbizzle ❤️ Estamos caminando en círculos ¿Lo sabes? Pero te... Mere

SEGUNDA PARTE
1. Jaemin
2. Jaemin
3. Jeno
4. Jaemin
5. Jaemin
6. Jaemin
7. Jeno
8. Jaemin
9. Jeno
10. Jaemin
11. Jaemin
12. Jeno
13. Jaemin
14. Jeno
15. Jaemin
16. Jaemin
18. Jeno
19

17. Jaemin

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Af ZaiJam



Taylor Swift - Back to december (Taylor's version)

Toda mi vida había creído que existían quienes estaban destinadas a encontrarse, aunque sea una vez en la vida. Así como existían otras, destinadas a perderse.

Observé al hombre en que Mark se había convertido, su rostro redondeado se había marchado, la madurez puesta en sus facciones, los ojos habían adquirido una nitidez que solo podría tener un adulto. Aun así, tuve que sonreír, porque su manera desgarbada e incómoda de pararse era la misma, y su aura calmada pero ansiosa todavía estaba presente.

Eso sí, verlo con camisa y pantalones de vestir fue un trago amargo, un golpe de realidad. Habíamos crecido.

—¿Mark?— pronuncié en voz queda y él clavó su mirada en mí, definitivamente era él, la sonrisa amable no había desaparecido.

Sus ojos se arrugaron con diversión al verme allí.

—Na Jaemin.

—¿Va a pagar? — interrumpió el cajero.

—Eh, claro— entregó el dinero y su mirada pasó a estar sobre Hyuck, quien parecía demasiado enfocado en el pote de mermelada en sus manos.

Mark recibió su cambio y recogió sus compras en la bolsita con el logo de la tienda. Su pulgar señaló la salida, asentí, porque no quería nada más que preguntarle por el tatuaje que se dejaba ver en uno de sus antebrazos.

–Fuiste grosero– le dije al zombie detrás de mí, ni siquiera había algo interesante en esa mermelada–, Mark siempre fue amable con nosotros.

–Él no lo fue– Donghyuck pareció indagando de sobremanera.

–Lo fue, pero nunca te ha caído bien, ni siquiera lo entiendo.

–Estoy en una crisis emocional, espera a que lleguemos a casa para sermonearme.

Silbé por lo bajo, guiándole fuera del local, sus hombres caídos y su cabello despeinado era una imagen deplorable para alguien que parecía hijo del mismismo sol.

—Ahora quien es el trapo de piso— murmuré, dándole un golpecito en el hombro.

Y tuve que volver a sonreír, porque Mark todavía estaba allí. Apoyado en la pared de la tienda, con un caramelo entre los dientes y la bolsa de compras balanceándose entre sus dedos.

Hyuck gimió y tomó mi brazo.

–Vámonos– pidió, como si el maldito y agradable Mark Lee fuese el anticristo.

–Es solo Mark, estoy seguro de que ni siquiera recuerda tu lucha unilateral contra él. Además, ya es demasiado tarde, él nos acaba de ver.

Mark estaba frente a nosotros un segundo después, el caramelo había desaparecido dentro de su boca.

–Me gustan este tipo de casualidades– dijo, señalando entre nosotros y no pude evitar sentir ternura por el sonrojo en sus mejillas.

—Creí que seguías fuera del país. –Después de todo la última vez que supe de él fue por una foto con sus amigos viendo un partido de hockey en Canadá–, pero me alegra haberte recuperado, debiste llamar.

Sus dientes mordieron la carne debajo de su labio y sus ojos se estrecharon al detenerse sobre Hyuck, quien había decidido detenerse un par de pasos por detrás, fingiendo estar desconectado de la realidad aparente. Grosero.

—Bueno, digamos que trabajo en todos lados. Soy del equipo médico de la liga juvenil de los Celtics, pero tomé un descanso para visitar a la familia.

—¡Eso es genial!– dije, sonriéndole en grande ahora que sabía cuán bien le había ido. –No entiendo mucho sobre el mundo del basquet, pero a Donghyuck le gusta bastante. ¿Recuerdas a Hyuck, cierto? –Esperé una respuesta positiva o al menos un movimiento afirmativo de su parte, no hubo nada de eso. En realidad, ninguno de ellos habló, ni una sola palabra, lo que me hizo pensar: ¿El silencio incómodo lo he causado yo? —¿Por qué ninguno habla?

Miré entre ellos, dando un paso hacia atrás para que pudiesen verse el uno al otro, y por más que torturé a mi cerebro seguí sin obtener una mínima pista de qué carajos pasó entre ellos en el pasado, porque, para empezar, ni siquiera se hablaban en aquel tiempo.

Hyuck hizo el primer movimiento. ¡Por fin!

Se puso en la misma línea que yo, estirando la mano de una manera mecánica y tensa que solo envió ondas de preocupación a mi cabeza. ¿Qué carajos?

—Es un placer volver a verte– la sonrisa que le dio fue calculada y tirante, una mueca fingida y nada más. –Tal vez nos veamos otro día– sus ojos suplicantes me enviaron dagas de pánico–, ¿nos ponemos en marcha, Min?

Antes de que pudiese siquiera responder, Mark se apresuró a sujetar mi muñeca, y él también parecía estar pidiéndome algo.

—Vamos a tomar un café —dijo Mark, y miró a Hyuck al agregar–, los tres. Vayamos los tres.

Y ¡Por Dios santo!, cómo fue que no lo supe entender antes. Mark es... Hyuck y Mark... Vaya.

No podía ser cierto.

¿Lo era?


Nos sentamos en una pequeña cafetería cerca de nuestro hogar. Tomé la mitad de mi café escondiendo una sonrisa tonta en mi rostro. Bien, tal vez era un mal amigo por obligar a Hyuck a venir aquí, pero le conocía más que a cualquier otra persona (excepto Jeno, pero francamente no creía que nunca nadie podría decir con certeza que ha logrado descifrar a Lee Jeno), así que sí, conocía a Hyuck. Él estaba siendo tonto y huyendo de sus sentimientos como siempre lo había hecho.

Solo necesitaba un empujoncito.

Apoyando los codos en la pequeña mesa redonda de madera, entrecerré los ojos hacia Mark.

—Entonces, dime, ¿te conseguiste un novio?

Él se atragantó con su té y Hyuck bufó a mi lado, todo brazos cruzados y muecas desdeñosas.

Ajá.

—Yo...— comenzó el pobre sujeto, pero pareció pensar que era mejor acomodar el cuello de su camisa antes de terminar la oración. Cuando todo estuvo en orden y logró controlar el tono rojizo de sus mejillas, dijo –No.

Sentí el cuerpo de mi amigo relajarse a mi izquierda y por dentro canté victoria, te descubrí.

—Bueno somos jóvenes después de todo— comenté, tanteando la situación.

—Sí, lo somos.

Mi celular vibró en ese momento y un mensaje de Jeno iluminó la pantalla, contuve el aire y tomé el móvil abriendo la ventana del chat.

Mis mejillas se calentaron por la ternura que el cachorro en la fotografía me hacía sentir. Era una cosita adorable...

Mark se rio, corto y aireado.

—Parece que tú si has conseguido a alguien.

Apagué la pantalla y dejé el móvil sobre la mesa.

–No, no, solo fue algo tonto.

No lo era.

Cada pequeña cosa que Jeno envió hizo que mi corazón diese un vuelco. La verdad era que me sentía patético, tan frágil e infantil como una colegiala atravesando su primer amor.

Pero eso no importaba el día de hoy, tenía un plan y no pensaba fallar.

—Sabes, tengo un amigo que está soltero, creo que pueden congeniar. ¿Quieres su número? —De soslayo miré a Hycuk agazapándose en su asiento y admirando la taza de café con ojos ardiendo en llamas de odio, destrucción y, por supuesto, celos.

Mark se aclaró la garganta y los ojos de Hyuck se cerraron por más de cinco segundos.

—En realidad estoy intentando algo, pero no creo que resulte, por eso no me he ido todavía.

—Lamento oír eso... ¿Estás enamorado de esa persona?

—Eso creo— sus ojos fueron hacia la ventanilla que comenzaba a empañarse por la llovizna—, pero no debe sentirse así para él.

Un ruido sordo me hizo saltar en mi lugar, la silla de Hyuck había caído hacia atrás y él estaba levantándose con su brazo extendido y el dedo acusador señalando a través de la mesa, a Mark.

—Cállate, te dije que necesitaba tiempo— exclamó, berrinchudo a más no poder, con su voz delgada y sus ojos centellantes—. ¡Agh, me voy!

Caminó hacia la salida, Mark no demoró ni media fracción de tiempo en ir tras él y yo... me preocupé.


Resultó que, después de todo, no había ocasionado una tragedia.

El invierno estaba congelando hasta mi alma, esa época siempre había sido así de helada en Corea, pero ese invierno debe de haber sido el peor en todo el mundo.

Ni siquiera dos pares de medias y pasar en frente de la estufa ayudaba. Me sentía un poco solo, Hyuck estaba enamorado, el maldito pasaba algunas noches en la casa de Mark y a mí me dejaba congelándome en soledad.

Jeno comenzó a llamarme de vez en cuando para esas fechas. Me gustaba escuchar los pequeños e insoportables ladridos del cachorro justo antes de ir a dormir, que era justo cuando Jeno se levantaba y me llamaba.

Ese último día recibí la llamada un poco más tarde de lo normal. Había intentado mantenerme despierto, pero caí rendido luego de estar hasta las tres de la madrugado trabajando en mi tesis.

Fue el sonido de mi celular lo que me sacó del feliz mundo de los sueños.

—Hola– mascullé, arrastrando las palabras desde un gran bostezo.

—Lo siento, mi despertador no sonó hoy.

—Está bien, no tienes que llamarme siempre.

—Tengo que hacerlo, te olvidarás de mí si no lo hago.

Eso puso alerta mi cerebro.

—Jen-

—No lo digo en broma, de verdad estoy asustado— otra vez sonaba ronco. Tenía esa sensación insoportable en mi pecho, quería deshacerme de ella, pero seguía colgando de un hilo al cual no podía cortar, no era lo suficiente valiente para hacerlo—. Jae, solo dime qué has hecho hoy.

Abracé la almohada y escondí los ojos allí, rezando que las ganas de llorar se detuviesen, pero habían estado allí desde el comienzo del invierno, desde la primera llamada.

—No mucho— respondí y luego recordé— ¡Oh, hay una tienda nueva cerca de la universidad y venden muchas cosas del oso Ryan, necesito ir mañana!

Su risa me envolvió y calentó la cueva que había hecho con mis frazadas. Le imaginé volviendo sus ojos dos medialunas, sentado en la cocina con una libreta abierta en una página en blanco, los primeros trazos de lápiz vendrían después de la llamada, después de sostener un cigarrillo entre sus dedos y colgarme. Había vuelto a fumar, me lo confesó hace cómo dos semanas, dijo que Canela huía de él cuando lo hacía, así que se estaba esforzando por reducirlo nuevamente.

—¿Qué has hecho tú?— pregunté, tan bajito que no fue más que un susurro.

Íntimo.

—El trabajo fue bien, un compañero trajo pastel para compartir y luego todos fuimos por algo de beber. ¿Has salido?

Eso no era algo nuevo, Jeno preguntaba por ello de vez en cuando, sabía lo que se escondía en la pregunta. Quizá habría sido más fácil mentirle y decirle que conocí a alguien, alguien nuevo, alguien que me estaba ayudando a olvidar. El problema era que no quería decirle esas cosas, porque no quería que él mismo comenzara a olvidarme.

Diablos.

—No, todo ha estado tranquilo– me giré sobre la cama, observando las luces de la ciudad proyectar sombras en el techo de la habitación–. Tú... ¿conociste a alguien?

Esa era la parte más complicada para mí, preguntárselo a él, retener la respiración y fingir que el dolor en mi corazón no existía.

Te lo prometí, hasta que termine el año Jae, todavía tengo esperanzas.

El silencio volvió a nosotros, a veces sucedía, ambos nos callábamos enfrascados en nuestros propios pensamientos, pero ninguno terminaba la llamada. La factura de mi móvil había subido demasiado.

–La tesis, ¿cómo va?

Decidí no mirar rumbo al montón de fotocopias que me faltaba revisar.

—Digamos que va avanzando, ahora la estoy corrigiendo y debo preparar la presentación.

—Debe de ser estresante, medicina dura unos años más, ya quiero terminar.

—¿Vas a estudiar ahora?

—Si, ¿te irás a dormir?

—Si.

—Bien, Canela también está durmiendo, incluso hace cosas raras al dormir cómo tú, ya sabes, mueve la patita y muerde.

—Idiota– resoplé–, cuelga y ve a estudiar.

—Bien, colgaré— unos segundos después murmuró algo que no entendí y luego agregó—, te extraño.

Intenté pasar el nudo en mi garganta.

–Yo... yo también.

Luego colgué.


El mes siguiente fue uno de los peores, no mentía, mi cabeza iba a estallar. No me quedaba mucho para entregar la tesis y me ponía de mal humor solo de tener que pensar en cocinar y limpiar. ¡No tenía tiempo para eso!

Hyuck y Mark tampoco ayudaban, ambos formaban una pareja extraña.

Mark era un tonto ángel, Donghyuck... ah, Hyuck era un revoltoso demonio.

Pero congeniaban a la perfección y si no estaban en el departamento del mayor, estaban aquí haciendo ¡Nada!, nada más que refregarme su estúpido amor en la cara, y claro que me alegraba por ellos, pero no dejaba de pensar en que su amor era fácil y el mío una bomba de tiempo que amenazaba con explotar a cada instante.

No lo negaré; había días, muchos en realidad, en los que me levantaba con la adrenalina a flor de piel y quería correr rumbo al aeropuerto, ir incluso en pijama hasta Francia. Otros días, el mundo se teñía de un rojo tan parecido a la sangre que me aterraba, en esos días odiaba profundamente al tiempo, odiaba los sentimientos y salía buscando olvidarme de Jeno con un solo beso de un extraño.

Pero, aunque saliera con alguien, aunque me acostara con esa persona más de una vez, Jeno seguía en mi mente y esos eran los peores días. Cuando me daba cuenta de que nunca lo iba a olvidar, de que, aunque me enamorara de otra persona y me casara o lo que fuese, él seguiría estando en mi alma.

Mi vida sería un eterno limbo, viviría caminando sobre una cuerda buscando a cuál extremo acercarme. No importaba los años que pasarían o los desastres a los que me enfrentaría, yo aun pensaría en ir a buscarle... lo haría, ¿no es así?

No obtuve respuesta.

Y lo que era peor, él también había tenido sexo con extrañas al azar; fui el culpable de ese embrollo, le dije que lo hiciera, que saliera, que intentaría hacer lo mismo. Que sería lo mejor, pero me seguía llamando y yo le seguía respondiendo, un eterno juego vicioso.

Me lo prometió... pensaba la parte egoísta de mi alma.

Y decidí mandarla callar un poco, me concentré en conseguir el título por el que había estado tantas veces luchando.


En los dos meses siguientes a ese las cosas seguían siendo agridulces. Los colores vivos de la primavera solo me daban depresión. No festejé, pasé encerrado frente a la computadora preparado la presentación que tendría la semana siguiente.

Unos días después estaba temblando mientras me bajaba la segunda botella de agua. Hyuck palmeó mi espalda y mamá lloró incluso antes de entrar a la sala de conferencias. Iba vestido con ropa formal y llevaba el cabello relamido porque según Mark eso haría que me viesen confiable.

Cinco minutos antes me encerré en el baño y saqué mi celular, mis dedos ansiosos se movieron por la pantalla marcando su número de memoria.

—Hola.

Mi propia voz era un desastre.

—¿Todo está bien? —Oí la preocupación en su voz y contuve el aliento.

—Presentaré mi tesis en menos de siete minutos —dije, viendo estrellas detrás de mis parpados cerrados.

Él respiró del otro lado, pesado, pausado, ¿estaría enojado porque no se lo había dicho antes? Temí que así fuese, sin embargo, cuando habló sonó tan calmado como siempre.

—Lo harás bien— susurró, cierto cariño escondido en sus palabras. Sentirlo me estremeció de pies a cabeza—, respira hondo y sé el mejor como siempre.

Yo... mierda... quería un abrazo y que dijera algo estúpido para que pudiera golpearlo y enfadarme. Quería el estallido que solo Jeno podía darme.

—Lo voy a hacer horrible— no podía respirar, las paredes comenzaban a asfixiarme.

—Escucha, solo respira y prometo que todo irá bien, hiciste mucho para llegar ahí, tú mismo dijiste que esto no podía terminar contigo. Esperaré, llámame cuando te digan que pasaste porque es imposible que no lo hagas.

—¿Y si no lo hago?— el nudo en mi garganta me impidió tragar saliva.

—Entonces falsificaremos el título– su tono amenazante me hizo sonreír–, o puedes darlo de vuelta en otra fecha.

Mi pecho se aligeró un poco.

—Está bien. Te llamaré, ten listo la impresora por las dudas.

—Claro, ya estoy en eso.


Lo llamé en cuanto terminé y la nota me fue dada, pasé, no con la mejor nota, pero si era mejor de lo que esperaba. Dijo que Canela también estaba feliz por mí y oí al cachorro ladrar complementando las palabras de su dueño. Mamá no dejó de llorar, Hycuk dijo que había que celebrar, Hina estaba histérica por las hormonas del embarazo así que también hizo un mar de lágrimas y papá, no quise que él fuera.

Aun me costaba verlo a la cara, no podía creer todo lo que había hecho y el dolor seguía estando presente, no sabía si algún día se iría.

Comencé a marcar los días en el calendario, a finales de ese mismo mes me entregarían el título y podría comenzar a trabajar, pero decidí que haría algo más, algún posgrado y al mismo tiempo trabajaría poco a poco.

Después de eso el calor comenzó poco a poco. Las alergias seguían siendo parte del día a día y Jeno seguramente estaría estornudando a cada rato. Lo único bueno era que en las noches refrescaba, no sabía cómo estaría el clima en Francia, pero esperaba que todo fuese bien.

Era extraño; muchas veces me encontraba siendo feliz, riendo con Hyuck o haciendo logros que llenaban mi corazón, en esos momentos pensaba cosas como "estoy bien, estaré bien", luego volvía la pesadumbre y las sonrisas se volvían líneas rectas o muecas tristes, la noche caía y con ella llegaba mi fatídico tormento mental. Pensé en cada pequeña cosa que hice mal, pensé muchas veces en el "y sí..."

Entonces recibí una llamada, eran casi las nueve de la noche, estaba lloviznando afuera y moría de sueño, pero seguía despierto.

Ahora que lo pienso, debió de ser el destino que no pudiese dormir en ese momento.

Atendí.

—Jeno— pronuncié, pero no me dejó decir nada más, su voz lastimada llegó del otro lado.

—No lo soporto más— su voz sonaba oxidada y arrastraba las palabras al hablar, escuché un ruido que reconocí como llaves al caer—Carajos, lo siento, soy un desaste.

Me levanté de la cama y encendí la luz de la habitación.

–Estás borracho– murmuré–, ¿dónde estás?

Él maldijo nuevamente y las llaves dejaron de sonar. —¿Importa?

–Lo hace, Jeno.

Me quedé contra la ventana, observando la ciudad dormida.

—Hoy duele demasiado –gruñó, y un golpe seco me puso los pelos de punta, como si lo supiese siguió hablando–. Solo me senté, no tre preocupes.

—Dios, Jeno. ¿Dónde estás?

—Estoy en... casa. Yo... no quiero entrar, no vas a estar ahí dentro –Y se rio de sí mismo, me dolió que lo hiciera–, estoy jodido.

—Jeno, ve dentro, descansa –pedí, mirando la hora en el despertador encima de la mesita de luz, era demasiado tarde ahora–. Puedes llamarme una vez entres en casa, ¿lo harás?

Hubo silencio, después, sonó pequeño y herido.

—¿Por qué no me dices que deje de insistir?

Oh.

—Yo no... no lo sé... lo siento tanto Jeno.

—Jaemin, nunca sé que hacer, soy débil así que ven aquí o seguirá doliendo. ¿No te duele?

Dolía.

Por supuesto que lo hacía.

Dolía tanto que las lágrimas no ayudaban a liberar la opresión en mi pecho.

—Entra a casa, por favor. Hablaremos cuando despiertes, te llamaré.

—No te creo... tienes que ve-venir, ven a mí mañana. Promételo.

Estaba fuera de sus sentidos, hablando sin razón y creí que debía cuidar de él, siempre me sentí de la misma forma.

Mis uñas se clavaron en la piel de mis brazos.

—Te lo prometo.

♥️

Fortsæt med at læse

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