Como cuando vas creciendo y e...

由 butterslil

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El término adolescencia puede interpretarse de distintas formas pero una que le gusta resaltar a Stan es el d... 更多

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 28

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由 butterslil


Cayó el celular a sus pies, golpeándolo indoloramente, sus manos frías quedaron estáticas como si sujetaran el fantasma de lo que todavía segundos antes vivía con desesperada ilusión. La respiración se agotó y su cerebro estaba en una lucha invisible entre imaginar distintos escenarios donde algo malo le sucedía a Cartman y otra sección se cuestionaba en creer o no esta situación, y mientras todo esto sucedía en su cabeza, Kyle se movía robóticamente y se puso sus botas y salió en pijamas, iniciando una frenética carrera contra la realidad.

Su madre le gritó siguiéndole apenas cuatro viviendas adelante, Ike también había salido de su casa, confundido, le habría gritado pero era inútil. De vez en cuando cerraba los ojos, apretaba los parpados con la ilusión de despertar de nuevo, de sentir la comodidad de su cama y la ensoñación de su beso. Pero corría y corría, sus rodillas se doblaban amenazantes, las obligaba a trabajar por sobre la marcha. No podía ser débil, no se perdonaría que algo le sucediera.

Pero había otra parte de su cabeza que buscaba estarse tranquilo para pensar, una que perdía fuerza paso a paso y aun gritaba, esperanzado hasta llegar a la puerta aquella, esa que alguna vez pateó y hoy con desespero llamó con sus puños.

-¡Señora, abra, abra! –exigió y apenas la orden se acató ignoró el saludo, la bienvenida y la reprimenda por atravesarse y adentrarse a la casa, subiendo de dos en dos las escaleras. -¡Eric, Eric! –le llamó deseando con los ojos húmedos que saliera y le golpeara la cara con una almohada. -¡Eric! –deseo verlo roncar plácidamente envuelto en sus sábanas. -¡No! –autentico dolor le carcomió la garganta tras ese grito y con una rabieta plateó la puerta abierta, se asomó debajo de la cama, fue al sanitario, se atrevió a entrar a la habitación de la madre, ignorando cualquier artilugio que no fuera el castaño. -¡No está!

-¿Dónde estará? –preguntó su madre igual de confundida.

-¡¿No sabe dónde está?! ¡Es su hijo! –le reprimió con un coraje mal dirigido, regresó a esa habitación, buscando algo, una pista. Observó con pánico el lugar, incluso olfateaba, algo debía haber que le dijera. Su celular estaba ahí, en la mesita de noche, la ventana estaba abierta. La sábana estaba caída en medio de la alfombra. –La ventana. –susurró mientras su cuerpo se calentaba por la adrenalina, asomó su cuerpo y miró con detenimiento, usando su cerebro para algo útil de verdad. Los arbustos estaban maltratados, hubo lucha. Sus nudillos se tornaron blancos mientras apretujaba el borde del ventanal imaginándolo caer de la ventana por algo y ser sorprendido por esos malditos.

Tal como llegó, se fue.

Sus pasos le llevaron de nuevo a su casa, subiendo los escalones, ignorando los griteríos y quejas de sus padres, tomó su teléfono y marcó cerrando la puerta con llave. Ni siquiera necesitó esperar.

-Hey... miren quién decidió hacer caso... parece que debemos tomar algo prestado para que te intereses... ¿eh? ¿Esponjosín?

-No lo toques. –amenazó mientras se vestía.

-¿Yo? Yo no le he hecho daño... es un hijo de perra, sin embargo, mira que morderme hasta sangrar... eso merece al menos un ojo morado ¿no crees? Pero el show es hasta que llegues ¿va?

-¿Dónde? –con el celular aun sostenido por su hombro y oreja, se enfundó las muñecas y palmas con calcetines y luego puso sus guantes encima.

-¿Dónde? No te conocía así de valiente. Veamos... ¿qué lugar sería bueno?

-¡¿Dónde putas estás?! –le gritó con desesperación mientras escuchaba demasiado ruido por el constante llamar a la puerta.

-Calma, calma... caray, esponjosín, tienes un problema. –Se burlaba del otro lado de la llamada. – ¿Te parece bien en casa de Harvey? Él se muere por verte ¿te lo paso?

Kyle colgó.

Salió por la ventana, más hábilmente que de costumbre.

-¡Kyle! ¡¿A dónde vas?! –su hermano, ciertamente más inteligente que sus padres, le alcanzó apenas lo vio salir por la ventana de la sala. -¿Qué sucede?

-Quédate en casa y con mis padres cerca, no quiero más problemas. –le ordenó seriamente.

-¿A dónde vas? –Lo quiso sostener del brazo.

-Con Harvey. –lo empujó con fuerza, haciéndolo caer al pasto. -¡No me sigas! –empezó a correr tan rápido como sus piernas le permitían, quizá exigiéndoles más.

Debería haberles marcado a ellos, a sus amigos, pero temía tanto por todo. No reconocía en aquellos tres algo de bondad ahora. Aunque, muy dentro de él, como tema inconcluso o irrelevante en esos momentos, le dolía el hecho de que Harvey estuviera implicado. ¡Es que no podía avanzar sin que ellos estuvieran jodiendo! ¡Maldito el día en que decidió acercarse! Maldijo hasta las estrellas, el día, el año, la situación y a él mismo por todos sus errores cometidos. Si tan solo hubiera resuelto las cosas diferente, no tendría a estos como enemigos, no tendría que pasar Cartman por esto.

-¡Cuidado! –un auto frenó apenas se le plantó frente a él, Kyle no le hizo caso a pesar del dolor en el estómago por el peligroso accidente al que estuvo a un segundo de sufrir. Subió calles, empujó gente, puso de mal a algunos y casi fue detenido por un guardia que lo notó "sospechoso" pero llegó al lugar, con el pecho inflándose no solo de agitación sino de coraje.

No llegó a la puerta, llegó al garaje y pateó con brutalidad la puerta metálica, tratando de abollarla.

-¡Wow! No era necesario, esponjosín. –saludó Ian desde una ventana. –Pasa, la puerta está abierta.

-¡¿Dónde está?! –le gritó.

-La puerta está abierta. –repitió y cerró el cristal de la ventana. Kyle no tuvo de otra pero la energía se acumulaba tanto como su furia, apenas lo viera... apenas sus ojos lo tuvieran enfrente...

Abrió la puerta y notó primero que todo estaba en silencio, unos segundos le bastaron para creer que Eric no estaría ahí pero no podía jugar al azar. Observó la sala, esa donde fue drogado, donde Harvey rompería con algo más que con su confianza.

-Tardaste mucho. –se escuchó y se supo guiar por eso para la habitación. –Hola, esponjosín. –Ian estaba sentado en una silla con el respaldo frente a él, tenía una navaja suiza en sus manos, jugueteaba mediocremente con ella. Miró al otro lado, ahí estaba Dominic, cabizbajo, nervioso, con sus manos en los bolsillos de ese patético pantalón dos tallas más grande solo con el afán de tenerlo así de colgado. Tenía los ojos amoratados, los labios sangraban, su nariz se veía roja como si hubiera estado con hemorragia. Su camisa estaba rasgada.

Kyle buscó con la mirada, sin embargo, al único que le interesaba.

-¿Dónde está Cartman?

-¿Tan pronto? Creí que esto sería más emocionante antes de enseñarte el cadáver. –se burló y la navaja cayó de sus manos por un mal movimiento. –Ignora eso. –regresó a su faceta después, sonriendo de lado. –Tuvimos que hacernos cargo de él porque... como te dije, muerde terrible. –le mostró su antebrazo, una marca roja y profunda de sus dientes, perfecto molde que pintó la piel de verde y morado a su alrededor.

-Sí, tuviste suerte, marica.

-¿Qué dijiste?

-Que tuviste suerte. –le repitió. –Está claro que solo fue una mordida porque el que se encargó del trabajo fue Dominic. –le dijo altanero apuntándole.

-¡No me gusta que me digan así!

-¡Es tu puto nombre, pendejo! –le gritó. -¡Mas te vale que no le hayas hecho algún daño o te meterás en terribles consecuencias! –amenazó con valentía.

-Antes no eras así... -lloriqueó con hipocresía. –Pero bueno, supongo que has de querer saber por qué estoy haciendo esto.

-Porque dañé tu orgullo y tu deficiente manera de interpretar los fracasos es haciendo estos lamentables ataques contra las personas para compensar la necesidad afectiva que te carcome. –caminó mientras le contestaba, abrió el armario, vio una caja gigantesca de cartón.

-Claro que no... -se quejó herido. --Te dije que lo matamos. –soltó. –Está ahí dentro, es impresionante lo rápido que se echan a perder los seres humanos.

-Es la mentira más pendeja que he escuchado.

-¿No debería estar gritando o pateando? Es alguien ruidoso, no me vas a negar eso... ¿por qué no lo haría? –le dijo hábil. –Por cierto, no me agradezcas a mí. Fue Harvey, por supuesto, es que no lo dejabas acercarte... ahora no tienes de otra... -explicaba. –Ah, por cierto, también cabes en la caja.

Kyle tocó la superficie lisa que estaba atada con sogas. Imposible, Cartman podría ser débil pero no una víctima, algo debería estar haciendo. ¿Por qué no gritaba? ¿Por qué no intentaba liberarse?

-Eric... -le llamó golpeando levemente la caja. -¡Eric!

-Ya, con esto acabamos la introducción. –escuchó pero ignoró el sonido de la silla arrastrándose. -¡Agridulce! –llamó al otro fue entonces cuando Kyle sintió el golpe en su cabeza, lo hicieron chocar contra la caja, sintió después un jalón y cayó al suelo. El peso del otro cuerpo fue suficiente por unos segundos, recibiendo dos puñetazos certeros en el rostro antes de sostener los puños con sus manos. Ian continuó dando una patada en su cabeza y luego pisó su rostro. Kyle ni siquiera podía comprender cuál era el golpe, ya estaba cegado por el dolor.

-¡Levántate! –le ordenó la cabecilla del plan mientras Dominic lo sostenía inmovilizando sus manos. –Ahora, mírame, mírame. –le tomó del mentón. -¿Ves qué pasa cuando no sabes elegir amigos? –la navaja brilló cerca de su nariz. -¡¿Ves lo que pasa si te metes conmigo?! –claramente estaba perturbado mientras Dominic parecía querer llorar mientras le presionaba los brazos y el cuello para tener su cabeza levantada.

-... ¿Me gano una pelea con un par de cobardes que atacan entre dos? –le dijo sarcástico a pesar de que sus ojos se cegaban por un golpe. Llevaba ya una severa hinchazón en su ceja derecha y la cabeza le dolía a mares, la nariz estaba sangrando y sus dientes se sentían flojos por el golpe en su cara. Escupió saliva y sangre sin importarle manchar al otro.

Ian miró el escupitajo y sonrió, se lamió la comisura de su boca y asintió. Luego vino una bofetada con todo y navaja que abrió la mejilla del pelirrojo. Kyle sintió que le ardía la piel, soportó mirando de nuevo, moviendo su cuerpo tratando de liberarse. La tibieza de su sangre le inundó la piel.

-¿Vas rogar, eh?

-No te ruegan ni tus padres. –le contestó.

-Bien... -dio unos pasos atrás. -¡Bien! –se veía orillado, improvisando. Dominic temblaba funcionando solo como un poste.

-¡Suéltame ya! –susurró Kyle pero el otro sólo lo empujó al suelo y se puso encima, jalando de su cabello para que su cara permitiera buena visión.

-Esto querías... esto te ganas por ser así, Kyle. –le dijo Ian de cuclillas. –Esto es todo tú culpa. –le picoteó tres veces con la navaja en la mejilla dañada, agarró un mechón de su cabello y cortó de él con sadismo para luego tomar un encendedor y prenderle fuego a ese mismo. Parecía enloquecido y sin plan estratégico, y sin embargo, estaba ganando.

Poniéndose de pie, escupió ahora él manchando la cara de la víctima y pasó a jalar la caja, haciéndola caer en uno de sus extremos, algo pesado resonó y por fin un pujido se escuchó. Kyle miró con atención como encajaba sin cuidado la navaja, rompiendo el cartón y liberándolo al fin de esa prisión.

-Tenías razón... no es cualquier persona. –dijo mientras lo jalaba del cabello, levantando el cuerpo del chico castaño con dificultad. –Es jodidamente gordo. ¡Gordo! –se burló. Kyle lo vio atado a una silla ahora destruida, sus manos atadas independientemente. Estaba vendado y su boca tenía una cinta silenciando sus gritos. –Fue sencillo, tu nos diste la pauta... ¿es débil físicamente...? claramente, lo subestimas un poco. –aceptó al ver a Dominic con sus golpes. –Pero eso sí, pusimos verdadera atención a su prisión, no podíamos dejarlo con nosotros, apenas unos minutos y mira como puso a Dominic... -apuntó con furia. –Lo hizo llorar, no sé qué mierdas le dijo. Pero aprendimos de ti... tu nos dijiste como... No debía hablar. –le arrancó la cinta con fiereza, enrojeciendo su piel, Cartman por sí solo escupió el algodón que llevaba dentro de su boca, escupía tosiendo. –No debía escuchar nada. –le arrancó los tapones que tenía discretamente en sus orejas por una cuerdita delgada azul. –No debía ver. –sus ojos quedaron libres tras un golpe extra con la retirada de la venda.

-Khal... -sus ojos se abrieron al verlo ahí, tirado bajo el cuerpo de Dominic.

-Y por supuesto, privarlo de todo movimiento. –lo agitó con fuerza sosteniéndolo del antebrazo antes de aventarlo y dejarlo caer. Cartman aún estaba sujeto de sus piernas y pies, con sus brazos atrapados en su espalda. Cayó sin remedio al suelo, lastimándose. –La caja, por supuesto, fue mera precaución. –le explicó mostrando como por dentro estaba enfundada de corcho y poliestireno. –Así nos cuidábamos de cualquier puto plan que se le ocurriera. Gracias, Kyle, por tus comentarios al azar de siempre... siempre... siempre hablando de él. ¡Por eso Harvey se puso así! ¡¿Te das cuenta o no de que todo esto es tú culpa?! –El pelirrojo solo miraba a Eric que intentaba reincorporarse, estaba golpeado también. – ¡¿Y sigues pensando sólo en él?! ¡Estoy harto! –con pasos agigantados, se fue hacia el castaño que lo miró con odio y aborrecimiento. Su navaja bailó en sus dedos. -¿Garganta o pecho? –le dijo.

-¡No! –ahora sí prestó atención.-No, no por favor, no.

-No, por favor, no. –imitó con burla. –Esto es inevitable... además, esta me la debe él. ¿No es así? Costal de manteca putrefacta... -le recriminó con los dientes presionados. -¿No es así como me tenías cuando me obligaron a tener sobredosis? ¿Ah? ¿NO le has dicho a tu noviecito cómo nos trataste? ¿Ah? ¡¿Ah?! –lo movía cruelmente jalándolo del cabello.

-Ya... -soltó Eric con un sollozo. Kyle sintió que el mundo se le caía a pedazos.

-¡Es conmigo con quien tienes que desquitarte, descerebrado!

-Por eso. –le dijo inhalando con paciencia. –Hay que hacer las cosas bien... aprendo rápido. Aprendí cómo dañar. ¿Verdad, putita gorda? Kyle... si te lastimo o te mato, iré a prisión y ya... pero... -jugueteaba con la navaja cerca del rostro de Eric. –Si lo daño a él, aun si voy a prisión... te habré marcado de por vida.

-O puedes no hacer nada y no ir a prisión.

-Oww, que tierno, ahora quieres razonar. –Dominic lo mantuvo con la mirada fija. –Ahora, no te pierdas de un segundo de este espectáculo. Con ustedes, Eric perderá su primer ojo.

-¡No! –Kyle intentó moverse, pataleaba mientras Dominic presionaba contra el sueño y cerraba los ojos cobardemente. Eric también se notaba aterrado, claramente en problemas, lloraba mientras luchaba con alejar su rostro a pesar de la fuerza del otro mientras acercaba la navaja. -¡No! ¡No, por favor! ¡Por favor, te ruego, no! ¡No! -¡¿Por qué no pidió ayuda?! ¡¿Por qué se sintió un héroe?! Pudo haber llamado a la policía, a sus padres, pudo haber terminado diferente. La voz se secaba con el desespero de verlo llorar y no poder hacer nada.

-¡Quieto ahí, hijo de perra! –una voz familiar detuvo la inminente sentencia, Ian se giró y miró la escena. Kyle no pudo verla bien pero escuchaba su voz.

-Quita tus manos de Cartman o te juro que lo haremos. –ese era Stan. -¡Y tú, suéltale lentamente! –le ordenó a Dominic, apenas Kyle se sintió liberado, se arrastró como pudo y miró hacia arriba. Kenny tenía atrapado a su agresor con un cuchillo pegado en su garganta, Stan llevaba un bate. -¿Estás bien, Kyle? –le miró asustado, actuando por mero instinto, saliendo de su personalidad completamente. El pelirrojo asintió.

-Wow. –Ian aplaudió dejando a Eric caer aliviado. –El grupito se une. ¡Estamos perdidos, Agridulce! –Lloriqueó falsamente. -¡¿Me creen acaso cuerdo?! –gritó escupiendo de por medio y sin piedad alguna, pateó al Eric dejándolo boca arriba y encajó con fuerza la navaja en su estómago.

-¡No!

Después de eso, claramente, Kyle no pude contar mucho de lo que sucedió. Perdió todo rastro de razón o pensamiento, solo existía ira, iracunda necesidad de matar. Recuerda el dolor en su mano, recuerda verla atravesada por una navaja, recuerda también arrancarla con coraje antes de soltarla y perderse en un mar de golpes al azar. Recuerda los gritos también, su nombre pronunciado cientos de veces.

Ya no dolía nada de su cuerpo, sus puños se movían insensibles contra la mandíbula ya destrabada que no podía rogar más que sus ojos hinchados y llenos de sangre negra y batida. Kyle recuerda dejar de ver cuando sus ojos se llenaron de lágrimas y aun a'si no se detuvo.

Después, mucho después, en alguna de sus charlas con los otros chicos, Kyle entendería que esas manos que rechazó y ese cuerpo que empujó era de sus amigos que intentaban detener una tragedia. Kyle en ese momento no vería a Stan poniéndose frente a él, empujándolo del cuerpo moribundo, no lo vería cuando lo empujaría contra una pared ni tampoco se dará cuenta de que era a Kenny a quien había pateado del estómago para ir en contra de Dominic, que cobarde y trastornado, estaba tratando de ocultarse en una esquina de la habitación.

Con el coraje que solo la muerte de quien se ama, Kyle arrasaría con la esperanza y la confianza, con su propia imagen de chico modelo y tranquilo, convirtiéndose en un monstruoso asesino instintivo.

Recordaría apenas levemente la fuerza de Harvey ir contra él, tirándolo al suelo, encimándose en él y sosteniendo sus manos. Lo recordaría, claro, porque su nombre también resonaba y aunque su expresión era de tortuoso malestar mientras algo le decía (algo que honestamente no le interesaba escuchar), Kyle subiría la rodilla, lo heriría de la entrepierna y lo haría girar, quedando en la prisión letal, se liberó de sus guantes por la ansiada necesidad de tocarle, de sentir la sangre que haría correr también. No fue un puño lo que atestó contra el rostro del chico rubio que intentaba protegerse, sino un desgarre a su piel, queriendo arrancar con él toda su memoria, llorando inconscientemente por el agónico desenlace a pesar de este revuelo, de este cambio en el tablero.

Sus uñas se mancharon de sangre mientras lo gritos se hacían más y más fuertes, ensordeciéndolo, empeorándolo todo. Y en su cabeza solo estaba Eric sonriendo y desapareciendo. Desapareciendo para siempre. Por su culpa, por su culpa. Por su culpa.

-¡AAAAAAAHHHHHH! –exhaló con todo el poder de su garganta, debilitado pero enloquecido y su puño se alzó de nuevo, Harvey no puso resistencia, sólo cerró los ojos.

-¡Khal! –su rostro quedó a centímetros del otro. El puño estático en el aire. El silencio convocó al dolor por fin, dándole un terrible golpe de realidad a la situación. Kyle sintió los puños en su cuerpo, los forcejeos, miró con terror a Stan tirado cerca de una pared, le miraba con miedo. Kenny estaba tosiendo adolorido.

-Eric. –sintió la caricia tibia en su mejilla herida. –Eric.

-... Estoy bien. –le aseguró con una sonrisa agotada. –No soy idiota... -le dijo con la respiración agitada. –Lo sospechaba... -susurró. –Mira... -se levantó entonces la camisa de franela de su pijama, un chaleco grueso cubría su cuerpo. Aun así, la sangre empapaba parte de éste y de su camisa abotonada. –Basta. –susurró sosteniendo ambas manos del pelirrojo.

Kyle quedó hipnotizado por el milagro, sus hombros bajaron, sus defensas igual y se dejó guiar por el castaño que apenas se podía mover por la herida. Alejándolo de Harvey.

Después de eso, como un sedante que las manos de Eric provocaban solamente, Kyle pudo observar todo el daño que se había provocado entre todos. Fue rápido, como escena de final de película de acción, verse atrapado por los guardias de la policía, ser llevado al hospital esposado. Ver a Eric ser auxiliado y cuestionado por el chaleco protector (al que claramente no debería tener acceso). Ver a sus amigos siendo curados en la ambulancia. Ver a Harvey recibiendo atención médica también.

Fue rápido como explicar lo sucedido y observar a Ian y a Dominic estar presos pero de las heridas y el dolor. Kyle fue sentenciado de todos modos, fue diagnosticado de nuevo, metió en problemas a sus padres, a su psicólogo, a sus amigos...

Pero Kyle solo podía estar en constante desconsuelo si no veía a Eric, si no recibía noticas de él. En la camilla del hospital fue esposado pero no por ser delincuente sino por escaparse en constantes ocasiones buscando la habitación del rechoncho causante de sus alegrías y tristezas.

Y tuvo mucho tiempo para pensar pero cada vez pensaba menos y solo sentía, sentía disfrutando esas sensaciones. Estaba confundido por el alivio y la tristeza al mismo tiempo. No hacía falta tanto dolor y no se sentía del todo culpable pero los había implicado a todos.

Pronto se descubrió que todo ese tiempo, Ian actuaría en pleno estado de drogas y despecho, sí, despecho. Que Harvey había ido en auxilio tras enterarse por sí mismo de los planes del estúpido aquel. Que Ike seguía siendo su ángel guardián y le había dicho a sus amigos sin sospechar el nivel de los problemas. Que Dominic estuvo a segundos de ser manipulado por Eric pero desafortunadamente se negó a seguir escuchando.

Sin embargo, ya dijimos, todo terminó rápido y cuando se dio cuenta, ya estaba tocando el suelo pavimentado de la entrada de su secundaria. Con mochila colgada en su hombro derecho y una venda aun pegada en su mejilla, cubriendo la profunda herida. Sonó el claxon y se giró un poco, su papá le sonreía mostrando sus dientes y un feliz pulgar hacia arriba.

-Buena suerte, hijo.

La vida se trataba de seguir jodiendo con ella. Y ya.

-¡Sí! –dijo con orgullo mientras algunos pasaban, observando infantilmente con burla aquella despedida. Kyle alzó la mano al ver el auto alejarse.

-¡Kyle! –un abrazo impulsivo le hizo pujar de dolor, levantó el brazo y notó al rubio que le sonreía inocente, ignorando el dolor que conllevaba apretujar de más su abdomen. –Bienvenido, Kyle.

-Butters. –le dio unos golpecitos en la espalda.

-¡Conejito! –Kenny apareció cerca, junto a Stan. – ¿No recuerdas que te dije que los chicos rudos no reciben abrazos?

-Ouh. –soltó en seguida al pelirrojo.

-¿Chico rudo? –Stan miró con aburrimiento a Kenny.

-No soy un chico rudo. –se quejó ofendido Kyle.

-¡No, por supuesto que no! –Kenny fingió terror apenas lo vio elevar sus manos y ponerlas en su cintura. -¡¿Quién dijo eso?!

-¡No hagas eso!

-¡No, señor! –siguió con la burla y Stan no pudo dejar de sonreír.

-¡Kenny, no voy a hacerte daño!

-¡Gracias, señor!

-¡Kenny!

-¡Lo que usted mande y ordene, pero no me mate, por favor!

-¡Basta! –lloriqueaba mientras Stan se reía bajito, precavido en cierto modo pero por el dolor de sus golpes también.

-¿Sabías que en estos días que tardaste, se ha hecho una leyenda grandísima? –dijo su amigo de cabello mientras caminaban hacia los pasillos del casillero. Kyle sentía que estaba en un lugar ajeno, como si ya no perteneciera a él y poco a poco, de todos modos, fuera apropiándose de eso. Era una sensación extraña que disminuía conforme sus amigos hablaban con él como siempre.

Claro que para esto, Kyle fue a hablar con cada uno y rogarle innecesariamente una disculpa por el agobiante dolor físico que les había causado. Aquí está la prueba más real de lo que una amistad es. Un Kenny burlándose de lo ocurrido, un Stan poniendo punto y aparte, un Leopold sin rencor alguno.

-No me digas, soy el nuevo chico malo... -se quejó con voz rasposa mientras abría su casillero y guardaba sus útiles escolares.

-Nah, me refería a otro tipo de leyenda.

-¿Otro?

-Sí. –y como si estuviera ensayado, se giró un poco y Kyle pudo ver a un grupo de chicas caminar alrededor de conocido regordete individuo con chaqueta de cuero y gafas de sol.

-¿Qué carajos...? –alcanzó a pronunciar antes de prestar atención.

-¡Oh, gran Cartman, cuéntenos de nuevo cómo defendió a sus amigos y recibió una herida de navaja valientemente! –rogó una chica de cabello castaño claro, atado en una coleta, sus lentes resbalaban por su nariz y los subía constantemente. Cartman caminaba lentamente, ignorando lo demás, mientras abría la boca y recibía un panecillo con chispas de chocolate.

-¿Valientemente? –alzó una ceja, no era él si no se aprovechaba de la situación, obviamente. Mentiría si dijera que le sorprendía.

-Pues sí, verán... mis amigos son todos unos debiluchos y estaban en problemas... ellos siempre me han rogado que esté cerca por lo mismo y ese día me tocó sacrificarme. Éramos cuatro... bueno, más bien uno, ellos no hicieron mucho, contra diez bandidos. Estábamos cerca del río cuando uno de ellos desenfundó un arma y apuntó a los ojos de... ¡Khal! –su esencia que rebosaba seguridad y elegancia cambió por una verdadera felicidad, rompiendo con la imagen que llevaba días actuando frente a ese montón de chicas admiradoras de la clara mentira. Quitando a la gente, tirando los lentes lejos, llegó hasta él. –Llegaste. –se detuvo ansioso, sabiendo del montón de heridas aun latentes tras dos semanas de reposo y citas periódicas con un psicólogo del gobierno.

-Sí. –estaba nervioso de esa bienvenida, Eric prácticamente se lo estaba devorando tiernamente con los ojos. –Hola. –el calor lo hacía enrojecer.

Y de pronto, un lindo conejito se asomó entre los dos.

-Butters, estorbas. –Cartman era claro con lo que quería siempre.

-¡Estamos juntos de nuevo! –el chico rubio ignoró todo festejando mientras abrazaba de nuevo por el cuello a Cartman y Kyle, quien pujó adolorido por el estirón de músculo.

-¡Hey, no lo lastimes! –Cartman lo empujó levemente para liberar a Kyle. –No se toca. –les dijo a todos apuntando al pelirrojo. –Es frágil.

-Sí, el señor Cartman lo protegió de diez bandidos armados.

-¡¿Diez?! –repitió Kyle logrando que Eric sonriera nervioso.

-Ya sabes, la adrenalina te hace hacer cosas que no van... -quiso arreglar. -¿No es verdad, Khal? –dijo después alzando las cejas.

-Por... supuesto. –otra vez la culpa, ese era un maldito demonio disfrazado de ternura, solamente. Sintió la mano de Stan en su hombro, cuidando el daño. –Lo siento.

-¿De qué hablas? –fingió amnesia pasando el brazo por el cuello de su amigo. –Llegaste temprano.

-Quería estar listo para improvistos.

-Cero a tu deseo de controlar todo, judío. –oh, como le había extrañado. –Y ¿no dije que no se toca, hippie? –apuntó al otro.

-Ouh, está celoso. –Kenny se hizo escuchar mientras abrazaba a Leopold y lo hacía mecerse.

-Por supuesto que no. –se negó enseguida. –Esto es lo que me gano por ser buen amigo.

-Amigo, amigo, amigo, amigo... -repitió Kenny como eco mientras se divertía con la cara de depresión de Kyle.

Eric no se acercaría a él hasta el receso.

Porque era importante dejar las cosas en claro.

Y sería como cualquier maldita declaración normal de secundaria, así de típica y así de gratamente valiosa. Kyle sentiría el dolorcillo en el estómago cuando Eric se aparecería frente a él en la cafetería mientras charlaba con Wendy especialmente, que intentaba aun con Stan.

-Judío. –le diría con voz media y no podría evitar mantener las mejillas rosadas. -¿Vienes un momento? –y esa pregunta le diría a Kyle que esto era real, que era el día. Sentiría cosquillas y ganas de reír de pura felicidad y al mismo tiempo, gritar eufórico. Pero se mantuvo tranquilo aun con las risillas de sus "amigos", aun con la sonrisa emocionada de su súper mejor amigo.

Salió por los pasillos, Eric lo llevó hasta ese lugar, hasta ese arbolito en el que el primer día se sentarían y quizá podrían pensar en Harvey pero todo estaba en sus mentes y éstas estaban demasiado ocupadas pensando uno en el otro.

-Cuidado. –le dijo al verlo quejarse bajito mientras se dejaba caer en el pasto. –Bien... -miró hacia todos lados. –Tuve que sobornarlos para que no estuvieran de entrometidos y fisgones.

-¿Sabes qué es fisgones? Me sorprende.

-Muy gracioso... -sonrió forzadamente y luego le miró con molestia, incluso hizo un mohín. –Te odio tanto. Mira nada más qué pendejo te ves todo lastimado. –la frialdad hizo que Kyle se cuestionara si en verdad era su día o no, agachando la cabeza para ver sus zapatos, claramente confundido y algo herido. –Prométeme... -lo hizo alzar la vista. –Prométeme que no pasara de nuevo. –aún estaba molesto, sus ojos se clavaban en los verdes contrarios.

-¿Cómo puedo prometerte algo que no me corresponde?

-¡Hazlo!

-No puedo.

-¡Quiero que lo hagas!

-¡Eric, no controlo el futuro!

El castaño cayó de rodillas frente a él, arrancó pasto con sus manos. Kyle sintió culpa aun a pesar de saber que no podía hacerlo, no se pueden prometer cosas así. Estaba a punto de objetar de nuevo, de hacerlo entrar en razón pero sintió el calor del otro acercándose. Eric buscaba un abrazo sin darlo, como si temiera dañarlo en el proceso; contentándose al fin con solo pegar su frente al pecho del chico más alto.

-Hazlo... -rogó de nuevo.

-... Estás tan mimado... -pasó una mano por su espalda.

-Hazlo.

-Sí. Lo prometo. –sonrió complacido sintiendo emocionalmente la sonrisa del otro, lo escuchó inhalar sonoramente, ya había estado llorando, sintió asco al sentir como se limpiaba en su camisa. -¿Era necesario?

-Es una marca de propiedad. –se defendió sin mucho esmero, sus manos aun sostenían esa bolsita de papel.

-¿Propiedad? –No es que estuviera en desacuerdo pero... debía mantener su dignidad un poco más. Alzó las dos cejas mientras el otro arrugaba la bolsita con algo ahí dentro. --¿Qué llevas ahí? ¿Es para mí? –preguntó cambiando el tema, Cartman se veía claramente horrorizado con afrontar esto, era tan difícil para él que estaba Kyle a punto de declararse de nuevo solo para facilitarle las cosas. El castaño escondió la bolsa a su espalda.

-¿Y el listón? –preguntó. -¿Aun lo tienes?

-Lo siento. –dijo con una sonrisa nerviosa, mostrando ambas muñecas.

-Oh... -se notaba desilusionado, malditamente desilusionado. Kyle quería mantener la mentira pero no podía verle esa expresión sin sentir que debía hacer algo, que era su razón de ser cambiarla. Le mostró entonces su tobillo derecho, subiendo un poco el pantalón, mostrando el listón atado ahí. –Maldito judío embustero. –farfulló sin poder ocultar su sonrisa, sin poder disimular su alegría.

-Fue divertido verte así.

-¡Bien, como sea! –el embustero era él, que evitaba siempre los regaños y las burlas. -¿Recuerdas que te dije algo sobre él?

-Sí, lo inventaste en el momento.

-No, no, no, improvise; es diferente, judío. –le picoteó la punta de la nariz. –Y es verdad lo que dije.

-¿El secreto?

-Te lo diré ahora.

-¿Ah, sí? –acercó más su rostro al otro, Eric lo alejó bajando la mirada y mostrando de nuevo la bolsita de color café. -¿Qué es eso que tienes tan guardado?

-Ike me contó y me ayudó a recuperarlo todo... Mi secreto es... -sus manos arrugaban el papel de la bolsa. Kyle la tomó sabiendo que necesitaba ayuda. Sacó lo que llevaba dentro.

-Eric. –el alma salió de su cuerpo al verla ahí, remendada con cinta adhesiva. Era su libreta, la hojeó con incredulidad, llevaba las hojas completas, pegadas con cinta adhesiva cuidadosamente, cada dibujo, cada palabra, los boletos, los tickets... -¿Cómo es que...?

-Ese es el secreto. –le confesó. –Yo... yo vi la primera página que anotaste de mí y de ti. Ese es mi secreto. –no podía verle a la cara. –Lo siento. –soltó sin que Kyle pudiera comprenderle. –No debía espiar en tus cosas pero lo hice y lo vi y... -sus ojos se enfrentaron valientes a los otros. –Quería que anotaras más cosas, quería estar en tu vida así... lo siento, Khal, yo lo hice a propósito, me esforcé por mostrar lo mejor que tenía para que lo anotaras ahí. –Kyle no comprendía cuál era la culpa en eso, su corazón latía aún más fuerte que nunca. –Quería... yo... bueno... no sé...

-Querías que te quisiera. –le aclaró las ideas. –Me enamoraste, Eric.

-¡Lo siento! –agachó la cabeza tan culpable como jamás le vio. –Siento todo lo que te hice... de verdad... me asusté, Khal... tenía miedo porque... si tú te enterabas que yo lo hice, ya no me querrías... ya no... y me quedaría peor que antes... creía que si te dabas cuenta, me odiarías y me dejarías solo en la oscuridad que yo mismo creé. –explicaba con voz rota y apagada, avergonzado, culpable, aplastado con su propio juicio.

Kyle miró su libreta de nuevo.

Ciertamente, Eric tenía la culpa de enamorarse de él... y a la vez no. Porque... que estúpido, que estúpido suena ¿no? ¿No fue él quien siguió apuntando? ¿No fue él quien fue a buscarlo? ¿No fue él quien le siguió aun cuando el otro le decía que no?

Y si aun así, fuera culpable, Kyle no podría... porque significa quedar a oscuras también.

-¿Y ahora qué crees que pase? –preguntó nervioso y conmovido al mismo tiempo.

-Creo... -se talló la cara. –Que... mereces honestidad. –le dijo sonrojándose. –Yo... -se apretó la camisa en su estómago, estaba haciendo algo que no imaginó nadie que haría. Kyle intentó hablar pero fue silenciado por la otra mano, pegándola a su boca. –Yo quiero estar contigo, solo contigo. Quiero estar a solas contigo y cuando estamos acompañados, también contigo. Quiero hacer tareas contigo y salir al acuario y a comer y a no hacer nada, solo contigo. Quiero que te pelees conmigo y que te beses conmigo. Quiero que vengas conmigo si te sientes triste y estar contigo si te sientes feliz. Quiero que digas mi nombre y que te hagan burla por salir conmigo y quiero recibirla también, quiero que juegues y me mires tras tirar un gol de baloncesto... quiero... que... sigas escribiendo ahí. Eso quiero.

Kyle no necesitó mostrar su sonrisa, sus ojos lo mostraban con el llanto de alivio. De alivio más que otra cosa, porque llegó el final de todo ese tortuoso viaje.

-Me gustas, Kyle. Más de lo que alguna vez me imaginé y... si me das otra... -miró hacia arriba contando las veces en que Kyle lo había intentado, sintiendo molestia por eso. -otra oportunidad, quiero demostrártelo día con día, quiero crecer pero contigo, sino no. –terminó sintiendo un nudo en la garganta. Kyle lo vio a los ojos y acercó el rostro aun con aquella mano cubriendo su boca. -¿Qué dices? –soltó nervioso liberándole.

Kyle no respondió nada. Era su turno.

Y no ocupó sostenerlo de nada, sabía que era suyo, sabía que no escaparía. Su boca no fue huidiza, no lo desvió, plantó orgullosamente sus labios a los contrarios, presionando levemente, sonriendo y llorando por una felicidad que los inflaba y los elevaba hasta el cielo infinito por sobre las nubes. Claramente alguien sabía más de besos que el otro y aun así, los dos parecían ser principiantes, atolondrados, con los ojos cerrados, con la sonrisa latente en espera de aire para mostrarse.

-Oh, Khal... -pronunció alegre e irreverentemente ruidoso antes de dar tres leves besitos más y colgarse a su cuello.

El quejido no se hizo esperar.

-Que debilucho. Yo tengo una herida de navaja, Khal, no jodas. –se defendió separándose un poco. Se alisó la camisa y sus ojos le miraron de nuevo. –Y... ¿quién me va a llevar a comer KFC hoy? –le dijo jugueteando con el cuello de su camisa.

-¿Es en serio? Solo me quieres por el dinero. –se quejó divertido.

-Bueno, es estrategia. –lo silenció y carraspeó, sacó un pequeño cuadrito electrónico, se colocó un audífono en su oreja. -¡Dijo que sí! –gritó con efusividad y Kyle se alejó aterrado apenas unos centímetros.

-¡Sí! –Kenny parecía bastante contento, apareciendo apenas segundos después. -¡Qué lástima, nos lo perdimos! –se acercaban con velocidad.

-Felicidades. –Stan le ofreció la mano y Kyle la recibió con gusto levantándose.

-Sí, bienvenidos al mundo del romance. –Kenny intentó levantar a Eric. –Vamos... vamos...

-Vete a la mierda, pobre. –le arrebató las manos ofendido. -¿Khal? –estiró de nuevo las manos.

-Está lastimado, no lo... ¡Kyle! –Stan intentó detenerlo pero ciegamente, el pelirrojo actuaba levantando con sus fuerzas escasas, a su... oh por Dios, su novio. -¿Por qué sonríes así?

-¿Ah? –su novio, su novio, su novio, su novio. No podía pensar en otra cosa, estaba pasando, lo que por días se obligó a no imaginar. Lo que anhelaba su corazón y recibía a cambio torturas. Su premio. Su recompensa.

-¿Qué le hiciste, gordis?

-...Sí, ya sé, así es como lo traigo. –se acomodó el cabello. Lo vio de nuevo.

-A mí me parece que no se lo cree. –opinó Wendy cautelosa.

-Oh, eso se arregla. –Eric le abrazó con fuerza. –Te quiero... -le dijo mirándole a los ojos, levantando la cabeza un poco para verle, Kyle sintió que el cuerpo abandonaba la vida. –quemar en un horno, judío asqueroso. –Se alejó victorioso en una leve carrera.-

-¡Date por muerto, culo gordo!

.

.

.

.

.

.

Cartman le había dicho que quería crecer sólo con él, sino no lo quería. Ambos habían hecho promesas ridículas e imposibles. El tiempo no se detendría y no se podría controlar los problemas que pasaran. Pero bueno, Kyle pensó, no era tan importante, porque estaban en secundaria, eran adolescentes y la vida ya de por si era dolorosa como para agregarle dosis de crudeza vital a su día a día.

Le parecía mejor disfrutar de esas promesas vanas sostenidas por buenos y fuertes cimientos: una libreta, un secreto y toda una vida que les demostraba su destino unido.

Además, la vida no se acabaría ahí. Estaba comenzando todo. No era el final.

Después de todo, no era tan sencillo ser novio de Eric Cartman. O de Kyle Broflovsky, siendo Eric Cartman.

Ese primer día, orgullosamente, se presentaron todos juntos.

-¡Llegas tarde, pobre!

-Perdón, me quedé dormido.

-¿Para qué mierdas te compramos el puto celular si no pones ahí la alarma?

-¡Ah! ¿Tiene alarma? Yo solo lo uso para marcarle a mi conejito... y ver porno...

-Kenny... -la voz temblorosa le hizo girarse.

-¡No es cierto, mi Butters! –lo elevó en un fuerte abrazo. –Te extrañé estas terribles vacaciones.

-Nos vimos hace dos días.

-Los peores dos días de mi vida. –lloriqueó dramáticamente.

Eric miró a Kyle de reojo y éste le vio también. No decían nada porque habían estado peor, ayer se habían visto y todavía sentían la ansiedad por sentirse cerca.

-¿Listos todos? –Stan se notaba aún más animado que antes. –Entremos juntos.

-Para salir juntos. –dijo Kyle terminando su promesa. Miraron el enorme lugar, la preparatoria sería completamente diferente, incluso se preveían pruebas grandes, pero ahora eran más fuertes.

Uno a lado del otro, Kyle miró con orgullo a su amigo Stan, sonrió al ver a Kenny sostener con orgullo la mano de Leopold y entonces su dedo índice se encontró con el de Eric.

El primer paso de todos fue épico.

Pero solo para ellos porque un montón de personas iban y venían de un lado a otro.

-¡Ya sé! Hay que alocarnos.

-Kenny. ¿Estuviste bebiendo algo?

-Nada ilegal. Pero estamos en preparatoria, vamos camino a la universidad... -caminaba de espaldas. –Hay que hacer algo... algo que nos una...

-Te escucho. –Eric entrecerraba los ojos.

-Entremos a un club juntos.

-¿Eso es alocarnos? –Kyle pasaba sus dedos por la suave mano de su novio, aun tan pequeña.

-... Que tal... algo que no haríamos nunca. Estamos juntos, lo podemos hacer todo... un reto sería interesante. –Stan analizaba con optimismo.

-¡Diseño y modelaje!

-Butters, tu no opinas, estamos hablando los cuatro.

-¡Culón!

-Estamos hablando los cuatro, los cuatro, no los cinco o los seis, somos los cuatro... El hippie, el pobre, el judío y yo, el grandioso Cartman.

-Modelaje suena raro... -Stan asentía gustoso. –Ya quiero ver la cara de Wendy.

-¿Yo puedo entrar también, chicos?

-Que no, entrometido.

-Salchichas.

Cómo disfrutaba estos momentos, porque eran para tocarle sin que se viera tan directo.

-Gordo hermoso, escucha... -ambas manos en sus mejillas. -¿Quieres que comamos KFC juntos saliendo de clases?

-¡Sí!

-Entonces, calladito. –jugueteaba con las mejillas, deformando su boca en el proceso.

-Vale... ¡pero Butters no entra! –salió huyendo entre los pasillos nuevos.

-¡Estás muerto, Cartman! –no podía evitarlo, estaba en sus genes, atraparlo. Seguirle hasta el fin del mundo, controlarlo él mismo y nadie más.

-Jovencito... -una voz madura le detuvo. -¿No está muy grandecito para corretear a sus compañeros por el pasillo?

-Ahm... perdone.

-Yo le dije, directora, que debíamos tener cuidado... pero jamás me escucha, viene acosándome desde primaria ¿puede creerlo?

-Eric.

-¡Me regaña y ni siquiera somos amigos, no sé qué le pasa! ¡A veces hasta me golpea!

-Ouh, pobrecito. –la mujer se giró a ver al pelirrojo. –Estarás en la mira, muchacho. No te quiero ver molestando a nadie. Que descaro. –tomó del hombro al chico robusto. –Acompáñeme, pequeño, vamos a darle una introducción de cuidados y seguridad. ¿Eres de nuevo ingreso?

-Sí, estoy emocionado de estudiar aquí.

-¿Estás seguro que quieres seguir con él? –Stan le preguntaría esa tarde. Kyle no dudaría ni un segundo y aun así, Cartman se giraría y le mostraría el dedo medio y la lengua, asegurándole su respuesta.

-Muy, muy seguro.

.

.

.

.

Y pues fin.

Ya acabó, así acaba esta parte aunque ciertamente he pensado en hacer una segunda, en preparatoria, porque eminentemente Kyle y Cartman son nuevos en esto de amar y es algo igual de complicado ya con pareja, así que si les gustaría conocerlo de mi forma de ver, por favor, díganmelo. Espero de corazón que mi historia no sirviera solo con fines de entretenimiento, me esforcé porque cada cosa tuviera su porqué y por dar una guía medio torpe de cómo enfrentar ciertos problemas y pues... mi mensaje final es... igual que aquel episodio que sabrán captar:

NO ES EL FIN DEL MUNDO.

A veces parece pero ningún problema lo es. Se los juro. Kyle se los jura también XD

Les agradezco enormemente por haberme apoyado a lo largo de todo el escrito, agradezco sus opiniones, me hacían reír y a veces sonrojar, honestamente no esperaba este nivel de aceptación. Les debo mucho. Una verdadera reverencia para ustedes.

Mis respetos.

Mis gracias eternas.

Mis mejores deseos.

¡¡¡Nos seguimos leyendo!!! 

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