No esperaba que Nico entrara tan tarde a clase, y que terminaría descubriéndonos a Byron a mí empujando el cuerpo de uno de sus compañeros de instituto. Me acerqué con esa bonita sonrisa que siempre lucía cuando estaba atacada por los nervios, e intenté cepillar su cabello con mis dedos; parecía que no había dormido en toda la noche. ¡Normal! Entre el trabajo que se había buscado, y sus nuevos colegas de piso, mi hijo se estaba convirtiendo en una persona que desconocía. Al menos Ethan, en esa época en la que bailaba en Poom's, descansaba por las tardes para no estar cansado. En cambio, Nico, parecía débil y con unas bolsas horribles que se quedaron marcadas debajo de sus ojos azules.
—¡Mamá! —reclamó. —Deja de tocarme el pelo como si fueras una leona cuidando de su cachorro.
—Sigues siendo mi cachorro —dije, y evité en todo momento pasearle la lengua por la mejilla como una leona que protegía a su camada. Lo quería, y seguiría cuidando de él. —Además, soy tu madre. ¡No me grites!
Él alzó la ceja.
—Y tú también deberías dejar de gritar. ¿Habéis matado a Collins?
Byron y yo sacudimos inmediatamente la cabeza.
—Leia me contó, que ese niñato, quería conseguir que te expulsaran del instituto —terminé por confesar. —Si tu padre se entera, quedará decepcionado. Y, sin olvidar, que te has buscado un trabajo de stripper.
—No soy stripper, mamá. Soy camarero en Poom's.
Byron se acercó hasta nosotros.
—No jodas que trabaja donde estuvo Et...¡Auch! —se calló, cuando mi pie aplastó el suyo. —Quería decir E.T.
Lo asesiné con la mirada.
—Tenemos que llevarnos a Collins al restaurante —teníamos que desaparecer los tres de allí; ese día, dejaría que Nico se saltara las clases. —¡Vámonos! Entre los tres lo subiremos al coche.
—¿Mamá?
Se quedó ahí parado, observando como Byron y yo nos inclinábamos hacia abajo e intentábamos cargar el cuerpo del adolescente mal educado.
—¿Qué quieres?
—No irás a descuartizarlo y vendérselo a los clientes, ¿verdad?
Se me escurrieron los tobillos de Collins e hice una broma.
—Nos ahorraríamos dinero en carne picada durante unas semanas —solté una carcajada. —¿¡Qué!? —Me miraron aterrorizados. —Lo dice un zombie y no pasa nada. Lo digo yo, y soy un monstruo, ¿no?
Por fin alguien rio; Byron, y creo que lo hizo por el zombie.
—¿Cuál es el plan, mamá?
—Asustarlo.
—¿Y no es mejor asustarlo a través de notas? Yo no veo lo del secuestro.
—Yo tampoco —dijo Byron, con la voz temblorosa.
Ya habíamos golpeado al chico, si lo dejaba allí, acabaríamos con una multa y Nico expulsado del instituto. Así que ganaría Collins. Y no podía dejar, que ese idiota que me llamó vieja, ganara.
—¡Todos al puto coche, ya! —me cabreé.
Ambos se acercaron hasta mí, y cuando pensé que por fin subiríamos el cuerpo al coche, un grito nos asustó. Delante de nosotros, y a saber el tiempo que se mantuvo callada observando la escena, se encontraba Leia.
Nico fue más rápido que nosotros. Se plantó delante de ella, y apretó la mano sobre sus labios, impidiendo que siguiera gritando y que llamara la atención de cualquier testigo que tendríamos en nuestra contra.
—No grites, por favor —le pidió. —Te lo contaré todo cuando lleguemos al restaurante de nuestras madres.
Ella asintió con la cabeza.
Mi hijo le bajó la mano de la boca, y esperó a que dijera algo sin gritar.
—¿Es-Está mu-muerto? —tartamudeó.
Pobrecita.
Nico me miró a mí, esperando a que respondiera.
—No, cariño, está echando una siesta —la tranquilicé. —No te preocupes.
Menudo trauma cogerían nuestros hijos si realmente Collins estuviera muerto. La última vez que asusté a alguien, acabó asistiendo al psicólogo para toda su vida; mi cuñada.
Terminamos de subir a Collins al coche entre los cuatro, y Byron empezó a conducir el vehículo.
—¿Huele raro, no?
Yo me callé.
Byron me miró.
Y antes de que soltara que me había meado del miedo que sentí, lo amenacé paseando mi dedo índice por el cuello.
—A ti también te mataré —susurré.
Tragó saliva, y siguió conduciendo un par de minutos más. Por suerte, COME Y DISFRUTA DEL PLACER, estaba cerca. Aparcamos en la parte trasera del restaurante, y nos movimos con facilidad tirando del cuerpo.
—Vosotros —dije, señalando a Nico y a Leia. —En el trastero, donde están los refrigeradores, hay una jaula que tiene Effie para no sé qué mierda. Traerla. Lo meteremos ahí dentro.
—Y, ¿qué hacemos nosotros?
—Vamos a intentar despertarlo.
Nuestros hijos nos obedecieron, y nos quedamos solos Byron y yo. Tenía que buscar una venda para taparle los ojos a Collins y que no nos descubriera. Lo único que conseguí, fue un montón de servilletas negras y precinto transparente.
—Freya, no puedo ir a la cárcel —estaba asustado, y lo entendía. —He visto lo que pasa en una cárcel de hombres. Se pasan una hora y media follando con los guardias. Tengo miedo.
«Madre mía.»
—¿Desde cuándo ves porno gay?
Él cerró los ojos.
—Es Ginger quien se ocupa de poner las películas eróticas los fines de semana.
De ella sí que me lo esperaba.
—¿Has visto Prison Break? —Él asintió con la cabeza. —¡Genial! Ahí no violan a nadie. No te preocupes...—me callé; estaba recordando la primera temporada. —¡Mierda, sí! Sí que violan. A un chico. Y se suicidó.
—Joooder —estaba a punto de llorar.
—Pero a nosotros no nos van a violar. Porque el chico está vivo.
Habían pasado 20 minutos desde que recibió el golpe, y Collins no abrió los ojos.
Me lancé a los brazos de Byron.
—Nos van a violar, Byron —empecé a llorar. —Nunca debí de ver la serie de Vis a Vis. Tengo miedo.
—Yo también, Freya.
Y ahí nos quedamos, llorando como dos niños asustados.
NICO EVANS
—Nuestros padres han hecho esto porque nos quieren —intenté relajar a Leia.
—No tendría que haberme enamorado de Collins. Y menos quedar con él para ponerte celoso.
¿Había escuchado bien? ¿Quería ponerme celoso?
Encontramos la jaula rara a un lado del refrigerador de las tartas. Miré esos bonitos ojos que habían estado llenos de lágrimas y me acerqué para consolarla.
—Todo saldrá bien.
Ella escondió uno de sus mechones rebeldes detrás de la oreja y se alzó sobre la punta de sus zapatillas para besarme.
—Lo-Lo siento —dijo, tímidamente. —Es que estoy muerta de miedo.
No sé por qué, sostuve su rostro entre mis manos y le devolví el beso. Me había gustado el contacto de nuestros labios cuando se encontraron por primera vez.
—Nico —susurró, mordiéndose el labio.
—Yo te he besado porque me ha gustado.
Y, antes de que volviéramos a besarnos, una voz nos detuvo.
—¿Nico?
—¿Papá?
—¿Por qué no estás en el instituto? —Miró a Leia. —Oh, oh.
—No es lo que parece, papá.
Si mi padre encontraba a mi madre ocultando a Collins inconsciente, le daría un infarto. Tenía que actuar rápido, y sin meter la pata como de costumbre.