Red - Nomin

Galing kay ZaiJam

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Segunda parte de BLUE ~ Portada creada por: @kngbizzle ❤️ Estamos caminando en círculos ¿Lo sabes? Pero te... Higit pa

SEGUNDA PARTE
1. Jaemin
2. Jaemin
3. Jeno
4. Jaemin
5. Jaemin
6. Jaemin
8. Jaemin
9. Jeno
10. Jaemin
11. Jaemin
12. Jeno
13. Jaemin
14. Jeno
15. Jaemin
16. Jaemin
17. Jaemin
18. Jeno
19

7. Jeno

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Galing kay ZaiJam

Angèle - Nombreux

Hablar.

Nunca fue mi fuerte.

Al menos no con la verdad

Jaemin era mejor en esa área.

Él podía rompernos a los dos con un par de palabras.

Bajé los peldaños de la puerta trasera, perseguido por el aire de la madrugada descolorida y las olas de la playa rompiendo con el silencio aquí presente. Fue un cuadro desgarrador, solitario y frío. Me senté allí y fumé, con la piel erizada y la mente perdida en algún momento de la noche anterior. Pensé en algo perturbador y me debatí en volver a enredarme entre las sábanas, justo al lado de la única persona que no conocía la versión pasada de mí. Pero el pensamiento perturbador estaba allí, taladraba mi cerebro y mantenía a mi mente prisionera en medio de un huracán de sensaciones que encontrarías en un libro de psiquiatría.

"No terminará bien" Una pequeña vocecita latente seguía susurrando en la solitaria playa, mientras el fantasma de un beso en mis labios creó una maldición en contra de esas palabras. Las esquinas de mi boca se estiraron. Era absurdo pensar lo contrario cuando tenerle cerca no era más que una mala pero explícita definición de desgracia, una catástrofe despertándose de su siesta.

-Ha refrescado.

El abuelo abrió la silla plegable y tomó asiento con un café en la mano. Mi único movimiento fue para apagar el cigarrillo.

-Y lloverá- el cielo crujió-, pronto al parecer.

-¿No te gusta la lluvia en la playa?

Me encogí de hombros.

-No me gusta resfriarme en la playa.

El abuelo soltó una cálida carcajada.

-Entonces mantente lejos de Jaemin, lo más probable es que la lluvia le alcance.

-¿Dónde ha ido?

-Salió a correr temprano, dijo que estaba volviéndose sedentario.

Miré hacia la playa, a la neblina que sumergía la línea lejana del agua, esperando verle llegar antes de que la lluvia se desatara. Pero comenzó más pronto de lo que pensé, las gotitas salpicaron las maderas del pórtico y humedecieron los conteros de flores que al abuelo le gustaba llamar su obra de arte.

Permanecí allí por un poco más de tiempo, hasta que la lluvia estuvo lo suficiente molesta para empujarme al interior de la casa.

Él regresó después del fin del diluvio, pasó por el living con los zapatos embarrados en las manos y las gotas de lluvia encuadrándole como una de esas esculturas renacentistas. Por un segundo sentí que era una especie de espectador, o el intruso en una escena que no debe ser presenciada. Creí que eso sería todo, así seríamos desde ahora, solo una aparición repentina para el otro. Me equivoqué, porque los pasos de Jaemin regresaron después de unos minutos, ahora luciendo cómodo entre prendas secas y holgadas. Se detuvo frente a mí, con las manos en los bolsillos y la expresión de alguien quién debe obligarse a hacer algo desagradable.

-Ven conmigo.

La televisión se convirtió en un ruido blanco y, de repente, yo me convertí en parte de su escena.

-¿A dónde?

Se movió sin mirarme, aun luciendo relajado entre las prendas.

Le seguí tontamente, pensando con resentimiento y culpa en que Mina no demoraría en despertar, y aunque lo sabía, seguía persiguiendo a mi pasado sin preocuparme por el futuro.

La arena mojada no fue agradable, tampoco el frío que me mantuvo tiritando. Había un muelle más allá de la bajada en donde quedaba la casa del abuelo, y una pequeña zona oculta debajo a la que solo podías llegar si eras lo bastante ágil para deslizarte por el primer tablón suelto y llegar a la roca que debía tener unos miles de años. Lo encontramos durante la etapa en que creíamos que podíamos resolver la pista de un tesoro falso que venía en uno de los potes de yogurt que la mamá de Jaemin nos daba durante la merienda. Jaemin adoraba ese lugar, aunque apestaba a humedad y todo lo que podías encontrar eran latas vacías de cerveza rancia. Allí nuestras voces creaban un eco que a la edad de siete años resultaba fascinante y extremadamente divertido. Allí tampoco llegaba la marea, porque la zona se había secado y solo podías ver montoncitos rocosos entre los pilares del muelle.

Solo en cuanto sus pies estuvieron sobre el primer tablón del muelle, Jaemin miró en mi dirección con sus ojos grandes oscurecidos por el espeso color del cielo.

-Deberíamos tener cuidado, da más miedo ahora que hace unos años- dijo, lo suficientemente alto para que las olas fuesen capaces de escucharlo.

Descendió primero, dando un salto desequilibrado hacia el siguiente tablón que aún se mantenía sujeto. Se sentó en el y se balanceó hacia adelante, escuché su aterrizaje y lo imité. La roca se sintió resbaladiza una vez mis manos estuvieron sobre ella. Vi los pilares de piedra crear una cueva segura, tan cerca del agua que me resultó relajante. Jaemin se mantuvo lo más cerca de la roca, sin dejar de mirar en la misma dirección, hacia donde el mar dejaba su rastro en cada oleaje.

-Antes el agua estaba más lejos. -Un suspiro resignado escapó de entre sus labios-. Supongo que es verdad lo que dicen, todo era mejor cuando éramos niños.

Di un par de pasos hacia el borde de la zona que no era alcanzada por la marea, el agua de un profundo azul amenazó las puntas de mis zapatos. Había tantas caracolas enterradas allí que morirías antes de terminar de contarlas y algunos anzuelos de pescadores que sus dueños terminaron perdiendo después de una pesca fallida, también encontré un par de latas abolladas, y unos cuantos cigarrillos acabados. Todo era como en aquel entonces, excepto que todas nuestras huellas se habían borrado.

Un espinoso aguijón atravesó mi corazón, fue tan doloroso que temí perder la fuerza de mis pies. No terminará bien.

-Jaemin- pronuncié, forzando mi voz a través de lo que fuese me estaba asfixiando- ¿Qué es lo que quieres?

Por un segundo hubo silencio, tenso y crudo silencio. Luego, se rió a mis espaldas.

-No es que quiera algo específico de ti, tampoco necesitas obtener algo de mí. -Sonaba mordaz, y cuando le miré encontré eso mismo en sus ojos-. No soy tú, no me gustan los acertijos o los rompecabezas.

Bien. Podía soportarlo, me lo merecía después de todo.

-Para qué hemos venido aquí.

El viento que trajo el aroma del mar silbó en mis oídos y provocó que a mis ojos les costase mantenerse sobre él. No parecía dolido, molesto o cualquier otra emoción que pudiese desvelar lo que estaba sintiendo. Jaemin simplemente dio un par de pasos hacia mí y habló.

-Necesitamos hablar.

-No creo que tengamos nada que decirn-

-Una tregua.

-Explícate.

-Estoy harto, es tan simple como eso. Y me gustaría ser del tipo de persona que puede huir o desaparecer dejándolo todos mis sentimientos a un lado, lastimosamente no lo soy, pero no creo que entiendas de eso.

-Que pasivo agresivo de tu parte.

-Si, no es como que exista la cordialidad entre nosotros.

Nuestras voces habían cambiado, eran gruesas, eran profundas, eran las de dos hombres. Fue una tortura escuchar el eco en mis oídos. -Tampoco lo pones fácil.

-Cierra la boca y escúchame. -Su rostro se había encendido y sus cejas fruncido, mordí mi propia lengua y concedí su deseo.

-Solo di lo que sea que quieras.

-También debe ser agotador para ti, y aunque no creo que pueda perdonarte porque te volverás a ir y volveré a sentir este horrible resentimiento... de todas maneras... te propongo un impase, un punto muerto.

Observé su rostro, su cuerpo, sus nudillos apretados que rompían con toda su actuación. Era ridículo, todo esto nos traería más problemas que resoluciones. Lo sabía porque ya había comprobado que hiciese lo que hiciese seguiríamos atados el uno al otro. Entonces me pregunté si aquel niño de ocho años con la voz más fina, con las piernas más cortas y con una madre que podía sentir en carne y hueso, ya habría estado enamorado de ese otro niño la primera vez que pisaron este lugar.

Prosiguió después de mi silencio.

-Hablemos, convivamos y peleemos. Hagamos todo lo que queramos, entonces una vez te vuelvas a ir prométeme que me dirás adiós y yo te responderé de la misma manera.

-¿De verdad eso es todo lo que quieres?

-Lo he pensado, nada cambiará si nos mantenemos cometiendo los mismos actos una y otra vez.

La tensión acumulándose en mi cuerpo, mi pulso acelerado y la ansiedad haciendo estragos en el impulso de nervioso de acercarme a él. Una sonrisa amarga se formó en mi cara. Después de todo este tiempo Jaemin seguía sin entenderlo; yo jamás tendría la fuerza de romper el lazo que nos unía, y por lo mismo me daba pavor decirle que quizás él si podría hacerlo. Fui malo, egoísta y patético. Realmente nada había cambiado.

-Bien.

Pasé por su derecha, regresando a la resbaladiza roca, pero sentí sus dedos fríos en mi muñeca desprotegida.

-Una cosa más-dijo, con sus ojos marrones más suaves de lo que habían estado hacía unos pocos segundos-, sé sincero conmigo, detesto cuando mientes porque eres realmente malo en eso.



La tarde transcurrió aburrida, la lluvia se detenía por un rato y luego volvía con más fuerza que antes. Me senté en el sofá con una soda en la mano y Mina estirada a mi lado. Llevaba una coleta desordenada, me gustaba cuando vestía despreocupada; la tira del sostén resbalaba por su hombro y su risa sonaba cada vez que un personaje en la pantalla decía algo que le resultaba divertido, aunque no pudiese entenderlo del todo.

Tampoco era como si pudiese explicárselo, mi atención dividida entre lo sucedido en el muelle y el chico que seguía escribiendo en su móvil a un par de pasos de distancia, recostado en el sillón de una manera que parecía más que incómoda.

Había algo raro.

Era como volver a leer un libro después de unos cuántos años.

¿Qué es...?

Le miraba como si fuese un complejo juego de inteligencia, como a un complicado secreto. Quería saber lo que pensaba, el porqué estaba tan relajado con todo esto, o porqué fingía estarlo.

Uno de los pies de Mina sacudió mi muslo.

-¿Hmm...?

Sus ojos curiosos volaron desde los míos a la pantalla y otra vez a mí.

-La película terminó... ¿Vemos otra?

Parpadeé confundido, sorprendiéndome de la aparición de los créditos en el fondo negro.

-Si, elijamos otra cosa.

Sus labios golpearon contra mi mejilla de forma descuidada ante de salirse del sofá y agacharse frente al televisor.

Comenzó a buscar entre el montón de viejas películas que el abuelo atesoraba. A Mina le gustaba de todo. Podía ver gore y seguir sonriendo con inocencia... o llorar con cualquier cosa minúsculamente triste.

Miró sobre su hombro hacia Jaemin y le llamó con suavidad.

-¿Quieres ver alguna en especial? - preguntó y él negó, estirándose sobre el sillón igual a un gato grande. La voz de Mina se llevó mi atención. -¿Qué hay de ti, mon chéri?

Abrí la boca para contestar, pero el sonido -y puedo jurar que sonó igual a un gato gruñendo- proveniente de la boca de Jaemin me hizo callar. Respiró con fuerza, clavando sus agudos ojos en mí. La onda de ira que se despegó de él proyectó ondas sobre mí, pero tan rápido como estuvo allí, desapareció. Lució momentáneamente confundido consigo mismo, entonces se puso de pie y caminó rumbo a la escalera.

Mina sostuvo la cubierta de la película contra su pecho.

-¿Dije algo malo?

Me acerqué a ella en el suelo y le di un suave apretón en el hombro.

-No te preocupes, ¿encontraste algo?

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