Sinmigo

By Ser_Mraz

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A pesar de que sus familias son amigas, Alba Reche y Natalia Lacunza no se soportan. Sin embargo, las percepc... More

Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5 (Parte 1)
Capítulo 5 (Parte 2)
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8 (Parte 1)
Capítulo 8 (Parte 2)
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capítulo 12
Aviso
Capítulo 13 (Parte 1)
Capítulo 13 (Parte 2)
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Aviso 2.0
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Agradecimientos
Capítulo 20
Epílogo

Capítulo 2

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By Ser_Mraz

POV Natalia

No me lo podía creer. El golpe me había dejado el hombro dolorido, pero el efecto se me pasó en cuanto vi a la persona que lo había originado.

-Podrías tener un poco más de cuidado, Reche. – La miré visiblemente enfadada. Quería que lo notase. Volví a hablar, manteniendo el tono sin relajar mi expresión al tiempo que me frotaba el hombro. – La segunda vez que me tocas los ovarios el mismo día.

Alba se quedó inmóvil por un momento, como si realmente se sintiese culpable. Pero sólo duró eso, un instante, porque pasó rápidamente del asombro al enfado.

-Tú podrías mirar por donde vas, Lacunza. Y en cualquier caso – apartó la vista de mí y se dispuso a levantarse mientras recogía sus cosas y seguía hablando – es mi casa. En todo caso, eres tú la que debería tener más cuidado.

Quiso pasar por mi lado para dirigirse al patio donde yo había estado unos minutos antes, pero no se lo permití. No podía dejarla tener la última palabra; simplemente era algo superior a mis fuerzas.

-Qué puta chorrada de argumento – le dije al tiempo que la cogía del brazo. Se giró y me miró fijamente. Sus ojos desprendían bastante indiferencia, pero no los despegaba de los míos. Me fijé en que seguía siendo bastante más bajita que yo, eso desde luego no había cambiado ni creo que fuese a hacerlo nunca. "Vaya pintas lleva", pensé para mis adentros. Llevaba una camisa llena de manchas de pintura y, debajo de ésta, una camiseta gris que se notaba era bastante vieja. Quería soltarle algún comentario desagradable sobre su ropa, pero me contuve. Preferí continuar mirándola. Tenía el pelo algo más largo que el verano pasado, de manera que casi le llegaba a los hombros, morenos; y las pestañas largas, demasiado para mi gusto. ¿Qué cojones hacía yo fijándome en estas cosas?

-¿Piensas dejar que me vaya en algún momento o vas a cachearme? – Me habló exactamente de la misma manera que lo había hecho horas antes, con ese tono vacilón que tanto me molestaba. Realmente me estaba cabreando.

-¿Yo, a ti? Más quisieras medio metro – la solté y me dejé caer en la pared de la sala. Busqué el paquete de tabaco en mi bolsillo mientras la rubia se alejaba.

-Eres idiota. Menos mal que esta tortura se acaba dentro de poco – me gritó desde la puerta mientras me hacía un corte de manga.

Empecé a reírme enérgicamente. Si le había molestado lo más mínimo mi comentario, era una victoria que sumar. Sin embargo, había algo que no terminaba de entender. ¿A qué se refería con eso de "se acaba dentro de poco"? No lo entendía, teniendo en cuenta de que las vacaciones acababan de comenzar y aún quedaban casi tres meses por delante. Decidí no darle demasiada importancia y me fui a buscar mi
guitarra.

------------------------------------------------------

Faltaba poco para cenar, así que decidí darme una ducha para refrescarme un poco. El calor el Elche era bastante sofocante, algo a lo que estaba poco acostumbrada siendo de Pamplona, y no soportaba el hecho de estar sudando todo el día. Cerré la puerta del baño que compartía con Alba y me miré al espejo. Tenía buena cara, demasiado bien para mi gusto, aunque yo sabía que no me duraría mucho más. Puta Alba Reche. No entendía como era capaz de cabrearme de esa manera, o más bien, no era capaz de recordar un momento en el que no lo hubiera hecho.

Pasé, por segunda vez en el día, la mano por la melena que me caía ahora por la espalda. Definitivamente, tenía que cortármela. Cogí mi móvil y puse Sweater Weather mientras me desnudaba. Me metí en la ducha y empecé a cantar dándolo todo. No iba a dejar que esa chica me amargase la noche. Definitivamente no pensaba dejarla. Nada más salir, me envolví en la toalla y me senté a leer los mensajes que no había contestado. La mayoría eran de amigos de Pamplona preguntando por las vacaciones y algunas cosas por el estilo. El último era de Miki. Decidí abrir el chat y contestarle.

[19:35] Miki: Hemos quedado esta noche. Vienes Natalia?

[20:00] Natalia: Depende. Viene el furby? Jajajaja

[20:01] Miki: No seas cruel. Sabes que sí. Vienes entonces?

[20:02] Natalia: Que sí, pesado. Nos vemos luego.

Dejé el móvil y comencé a vestirme mientras pensaba en la, sin duda, agotadora noche que me esperaba por delante. Si algo no podía evitar era compartir amigos con la Reche. Como aquí no conocía a nadie, me había visto obligada a hacer amistades de una forma u otra ya que siempre nos tocaba pasar los veranos juntas. Y la forma había sido ella. Miki era uno de los chicos que vivía en las casas cercanas a la de la familia. Era alto y moreno, con un sentido del humor más bien particular. Nos habíamos hecho grandes amigos desde el primer minuto y, aunque sólo nos viéramos tres meses cada dos años, sabía que siempre podía contar con él. Siempre era muy sincero y sabía dar muy buenos consejos. En realidad, no me importaba salir con todos ellos, me caían realmente bien. El único problema es que eran amigos de Alba. Pero bueno, perfectos no podían ser.

Dos horas después...

-Natalia, ¿vais a salir esta noche? – me preguntó Santi en voz baja mientras miraba de reojo a Alba.

-Si, ¿por? – le respondí sin demasiada efusividad. Estaba más concentrada en mi plato de spaguettis que en su pregunta.

-Nada. Que vas a necesitar suerte para no acabar queriendo matar a Alba.

Mi hermano empezó a reírse como si acabara de soltarla mayor ocurrencia del mundo.

-Eres idiota Santi – Le di una patada por debajo de la mesa, la cual le resultó indiferente. Tanto mis padres como los de Alba, además de Marina y Elena, miraban a mi hermano sin entender nada. Cuando consiguió parar y todo se calmó un poco, vi por el rabillo del ojo a Rafi hablando de una forma bastante disimulada con su hija. Sin embargo, estaban bastante cerca de mi como para que pudiese distinguir algunas frases como "Aprovecha que vais a salir para hacerlo." "¿Crees que saldrá bien"? ¿De qué coño estaban hablando? Quizás tenía algo que ver con la frase que Alba me había soltado tras nuestro choque. Quizás no. En cualquier caso, no entendía nada, y preferí dejarlo correr.

La cena terminó entre risas y comentarios sobre diversos temas: música, series... Después de recoger la mesa, fui a buscar a Alba. No quería irme con ella para encontrarnos con los demás, pero Rafi me había insistido y no podía decirle que no a esa mujer que tan bien me trataba como si fuera su propia hija. Entré en la habitación que compartíamos y me la encontré terminando de maquillarse. Tenía que reconocer, aunque me jodiera decir algo positivo de esta chica, que se hacía la raya del ojo de una forma espectacular. Probablemente era porque pintaba, cosas de artista supongo.

-Reche, tu madre quiere que nos vayamos juntas al pub. Así que voy a maquillarme y...-me interrumpió.

-Vale. Te espero en la puerta- Y salió sin decir nada más. No había sido borde esta vez, sino más bien neutra, como si me hubiera respondido un robot, de manera muy mecánica.

Empecé a maquillarme como siempre. Mientras me ponía un poco de colorete, me vino a la cabeza todo lo relacionado con la actitud tan extraña que había tenido Alba. Por primera vez en mi vida, algo que tuviese que ver con ella me generaba, al menos, curiosidad. Y no quería admitirlo, pero así era. No significa que me cayese bien de repente, nada más lejos de la realidad, pero sí es cierto que me intrigaba su actitud más críptica de lo habitual y el hecho de que había dicho cosas a lo largo del día que no tenían sentido. Terminé de hacerme la raya del ojo, de ambos más bien, y cogí mi bomber y la cartera para salir. Intenté autoconvencerme de que fuese lo que fuese lo que estaba ocurriendo, no sería para tanto.

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Tras prometerle a Rafi y a Miguel Ángel varias veces que cuidaría de Alba y ella hacer lo mismo con mis padres, nos dirigimos al local.

-Reche, ¿estás bien? – rara vez la llamaba por su nombre, como ella a mí – Estás con menos ganas de pelea física que de costumbre.

La miré por el rabillo del ojo. Ella sólo giró la cabeza e hizo una mueca que intentaba imitar una sonrisa – Sí. Es sólo que tengo ganas de pasármelo bien con los chicos y cero ganas de discutir. Así que vamos a intentar tener una noche tranquila, ¿de acuerdo? – Esa respuesta me pilló desprevenida. Alba Reche me pedía una tregua. Eso sí que era nuevo, pero tampoco se lo iba a negar porque ya había tenido suficientes peleas por hoy.

-Claro. No hay problema. Al fin y al cabo, con no mirarnos tenemos suficiente, ¿no? – me reí intentando parecer medianamente simpática, pero no funcionó en absoluto, porque ella sólo respondió con un bufido y aceleró el paso. Intento fallido, Natalia Lacunza.

El Sin nombre era el sitio en el que, cada dos veranos desde hacía muchos años, nos reuníamos todos para pasar las noches de verano entre alcohol y risas. Era más grande que un bar normal, pero algo más pequeño que una discoteca. La música solía ser bastante buena, y había una especie de pista donde la gente bailaba. Las paredes estaban cubiertas de posters y carteles vintage, estilo americano. Justo al otro lado, había varias mesas en las que podías sentarte a charlar y beber tranquilamente. Nada más entrar, vimos a nuestros amigos sentados en una mesa de las del fondo. Miki, Marta, María, Alfonso, Damion y Julia nos saludaban dando voces y agitando las manos con ganas.

Marta y María eran amigas de Alba desde la infancia. Eran sus mejores amigas, de hecho. Marta tenía un gran sentido del humor, bastante ocurrente y a veces surrealista, pero esa lo que lo hacía genial. Quizás era un poco escandalosa en ciertas ocasiones, pero todos sabíamos cómo era y no le dábamos mayor importancia. María era rubia, al contrario que Marta, y aunque también era divertida, era más parecida a Miki en cuanto a apoyar y dar consejos se refiere. Aunque de primeras uno pensaría que estaba loca y que era una borde, lo cierto es que en realidad era una tía con los pies en la tierra y mucha madurez. Julia, al igual que Miki, vivía cerca de la casa de los Reche. Era una chica muy positiva y realmente sabía cómo tratar con todos y cada uno de nosotros. Tenía una habilidad increíble para conectar con todo el mundo de maneras completamente diferentes. Damion y Alfonso eran los más tímidos del grupo. Eran buenos chicos, pareja desde hacía dos años. Eran de los que menos sabía porque no solía hablar con ellos, pero me caían bien.

Tras los consabidos saludos, me senté junto a Miki, quedando Alba justo enfrente de mí, entre María y Marta. Nos pusimos a beber y, al cabo de un par de horas, íbamos bastante pasados de rosca. Durante todo ese tiempo estuvimos poniéndonos al día sobre lo que había ocurrido en nuestras vidas desde la última vez que nos habíamos visto.

-¿Alguien nuevo en tu vida, Natalia? – me preguntó Miki algo achispado por el efecto de los cubatas - Va, dime que sí.

-Qué va ratón – solía llamarle así por Mickey Mouse – nada nuevo. Eso sí – hice una pausa para dar otro sorbo a mi cerveza – me mudo a Madrid cuando acabe el verano. Voy a empezar en el conservatorio a estudiar música. En serio. - Miki abrió los ojos como platos.

-¡No me jodas! – dijo abrazándome- Entonces nos vamos a ver mucho más. –Él estaba realmente feliz por la noticia. Y yo también, para qué engañarme. Tendría a mi mejor amigo cerca.

-Como te lo cuento. Y oye... - quise cambiar de tema sin sonar muy interesada - ¿sabes si al furby le pasa algo?

-No, ¿por qué?

-No, nada. Da igual.

Mientras Miki se dedicaba a hablar con Damion, me permití mirar a Alba brevemente. La notaba mucho más relajada que tras nuestra breve conversación en su habitación antes de salir, hablando muy animada con María. Decidí no dedicarle ni un minuto más de mis pensamientos, porque realmente tampoco me importaba demasiado.

-Hostia, ¡tenemos que bailar ésta! – dijo Marta de repente, levantándose como un resorte de su asiento – Vamos.

En cuestión de segundos, estábamos todos en la pista bailando Toxic. Con el alcohol corriendo por mis venas, me había soltado un poco, y decidí dar mi versión más sexy. Al parecer, no era la única. Al ritmo de la música, Marta se acercó hasta mí y me habló cerca de la oreja, intentando que pudiese oírla por encima del volumen de la música.

-¿Has visto a Alba? Joder cómo se mueve. – Su expresión no era para menos, porque cuando me giré para mirar en la dirección que me estaba señalando, me quedé embobada. El furby baila realmente bien, pensé. Se movía como pez en el agua, con unos movimientos tan perfectamente medidos que estaban destinados a poner cachondo a cualquiera que se le acercase. Pero no a mí. De hecho, yo no pensaba ser menos, y me dispuse a hacerle la competencia por puro placer. Sin embargo, aquello parecía más un baile en pareja que una competición. Nos coordinábamos sorprendentemente bien, y por un segundo parecía que disfrutásemos. Incluso en los momentos en los que estábamos tan cerca que casi podíamos notar el aliento de la otra, estábamos cómodas. La canción terminó y yo me di la vuelta para volver a la mesa y continuar bebiendo.

Al cabo de otra hora, el alcohol empezó a hacer estragos en el grupo. Uno a uno, comenzaron a marcharse, hasta que finalmente sólo quedamos ella y yo.

-Reche, ¿nos vamos? – le pregunté con un deje de preocupación en mi voz. Había bebido más de la cuenta y se le notaba, porque no era capaz de dar más de dos pasos sin tropezar. Era la primera vez que la veía tan borracha, y me resultaba gracioso.

-Qué remedio. – La dejé pasar delante y salimos del local en dirección a su casa.

-¿Estás bien? – le pregunté más por compasión que por otra cosa. Necesitaba que llegase viva a su casa para que la Rafi no me matase con sus propias manos.

-Perfffectamente – Le costó un mundo decir esa única palabra. Me reí burlonamente, y esa fue toda la comunicación que tuvimos hasta que llegamos a su casa.

A la mañana siguiente...

-¡Lacunza! – El grito de Alba me hizo despertarme de golpe.

-¿Qué coño te pasa Reche? – Abrí los ojos y me giré, viendo cómo se sentaba en la cama, tapada con la sábana y con cara de pánico.

-¿Por qué estoy desnuda? ¡¿Por qué?! – Alba estaba realmente en shock.

Me tomé mi tiempo para estirarme, incorporarme y responderle.

-Ah, ¿no te acuerdas? – Una media sonrisa se dibujó en mi cara. 

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