Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIB...

By ZelaBrambille

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Novela publicada por Nova Casa Editorial, disponible en librerías de España y América Latina. * * * Tessandra... More

Gardenia ©
GARDENIA EN FÍSICO
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Personajes
Introducción
🦋 Prefacio 🦋
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 06
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11 parte I
Capítulo 11 parte II
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo
Extra | Un baile para recordar
Extra | Carta de una mariposa dorada

Capítulo 33

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By ZelaBrambille

🦋


T E S S A N D R A

Sus dedos juegan en mi abdomen y espantan mi sueño Le doy la espalda medio adormilada solo para ver su reacción. Me hace sonreír entre sueños cuando me envuelve y pega su cuerpo desnudo al mío. La luz de la mañana me golpea en los párpados cerrados, los apretujo para evitar la molestia; no quiero levantarme porque se siente estupendo estar así con él.

Sus manos descienden por mi torso con infinita paciencia, manda un cosquilleo abrasador a mis terminaciones nerviosas. Me retuerzo y gimo con la voz rasposa, Dan suelta una risita juguetona.

—Quiero despertar todas las mañanas así —dice.

—¿Eso es una propuesta de matrimonio? —cuestiono en medio de un bostezo, sus yemas siguen jugando con mi piel de manera tierna, pasean de aquí para allá.

—Si te digo que sí, ¿qué dirías?

—Que no, necesito un mejor esfuerzo de tu parte, esta propuesta apesta —suelto a lo que se carcajea, puedo sentir las vibraciones de su pecho en mi espalda.

—Totalmente de acuerdo. ¿Puedo tomar una ducha antes que la abuela Sophia confirme que incendiamos la casa?

—Sí.

Dan se levanta y cierra la puerta después de entrar al cuartito.

Me visto con unos shorts y una blusa de tirantes, deslizo mis pies en mis pantuflas portadoras de unas largas orejas de conejo, y salgo de la habitación. Espero que mi abuela no haya visto nada indecente, aunque sé que no haría un escándalo ni nada parecido; es una abuela de otro mundo.

La casa huele a omelete, el olor me hace caminar a la cocina. Sophia sonríe y me señala la barra con la barbilla para que tome asiento.

—Omelete, crepas de cajeta, avena y jugo de naranja... ¿Crees que le guste? —pregunta, entretanto le doy un trago a mi vaso.

—Te adora, abu. —Giro los ojos.

—Ese chico no solamente ve tu brillo, está encandilado contigo. ¿Ya arreglaron sus diferencias?

Fue más que eso, reprimo la sonrisa que quiere extenderse al recordar nuestra reconciliación.

—Sí. ¿De qué hablaron por teléfono? ¿Qué discurso le diste? —Mi abuela ni se inmuta, sigue bañando las tortitas para las crepas con cajeta y acomodando rodajas de plátano y fresas en ellas—. Abuela...

—Nada importante, Tessy.

—No me avergonzaste, ¿verdad?

—No, cariño, no me atrevería a avergonzarte.

Deja en la barra el desayuno y se sienta frente a mí. No le quito la vista de encima, quiero saber cómo hizo para que el chico llegara, cómo lo localizó; pero sé que no obtendré respuestas porque Sophia es demasiado obstinada.

Mi teléfono móvil suena justo cuando Dan entra a la cocina. Contesto, distraída, ni siquiera compruebo quién llama.

—¿Diga?

—Tessy.

Me enderezo en mi asiento y le presto atención al tono serio de mi madre.

—¿Qué pasa? —Mi corazón palpita de prisa.

—Lili está mal, muy mal. Hay que encontrar a alguien pronto, Robert dijo que quizá sería bueno que fuéramos a la televisión o a los periódicos.

Cierro los ojos con dolor.

—¿Qué tan mal está?

—Estaba con ella y se desmayó, la están atendiendo ahora, Rob dice que el trasplante es urgente. —Solloza desde el otro lado, quisiera volar para abrazarla, siempre hemos sido una unidad cuando nos dan malas noticias.

—Tranquila, mamá, regreso en este momento.

—Lo siento, Tess —murmura con resignación, entretanto Dan me ayuda a sostenerme cuando me levanto de la butaca.

—Te amo. Te veo pronto.

—No tardes, hija.

La abuela ni siquiera pregunta, solo me pide que le avise si pasa cualquier cosa. Después de cambiarnos y agarrar las maletas, dejo que Dan me guíe poniendo su palma en mi espalda baja, me auxilia evitando que tropiece con mis propios pies, pues estoy distraída. Subimos a un taxi, Dan le indica que nos lleve directo al aeropuerto, me acerca a él y hace que me recueste en su regazo. Mis compuertas se abren una vez más y comienzo a llorar, mientras sus manos acarician mi cabello y traza círculos con su pulgar en mi piel. Le agradezco con toda el alma que no me pida explicaciones porque no sé si pueda hablar de cualquier forma.

No nos preocupamos por nada más que por volver a casa.


* * *


D A N

Se sienta del lado de la ventana, pero se enrosca alrededor de mi cuerpo tan pronto se percata de mi presencia. Sus lágrimas mojan mi camisa, la aprieto más, pues no tengo idea de qué hacer para que deje de sufrir de esta forma.

—Cuando era pequeño mi mejor amigo se llamaba Batman, era un feo perro que encontré un día en la acera del parque cerca de mi casa. Lo bañé, cepillé su pelaje y lo alimenté. Se acurrucaba en mi cama cuando había tormentas y no había nadie que me abrazara —murmuro en un intento de distraerla, por suerte ha dejado de sollozar y creo que me presta atención.

—¿Qué le pasó?

—Solíamos salir a pasear. Durante años recorrimos el mismo parque donde lo había encontrado. Un día lo dejé amarrado a una banca para comprarme un helado y, cuando regresé, Batman se había ido. Lo busqué por todas partes, coloqué anuncios en todos los árboles; no volvió.

—¿Lo viste de nuevo?

—Sí. —Sonrío al evocar ese recuerdo—. Un año después, caminaba por algún lugar y lo vi. Me acerqué para acariciarlo y me reconoció. Iba con una niña, naturalmente me puse a llorar porque lo quería de regreso, pero luego me di cuenta de que la niña lo necesitaba también. Lo amábamos, y Batman también la quería, había encontrado una nueva familia que lo amaba.

—Es una historia triste —susurra en mi cuello.

—No, mariposa, tuve que aprender a dejarlo ir para que fuera feliz donde quiera que estuviera.

—Yo no quiero dejarla ir.

—No lo hagas, pero no sufras así, cariño. ¿Crees que Lili se sentirá tranquila si sabe que estás así? —Niega—. Necesita que seas fuerte.

—Entonces no me dejes.

—Estoy contigo.

El transcurso del viaje lo hacemos en silencio, ha dejado de llorar para quedarse dormida en mi pecho, es frágil, aunque no lo parezca ni quiera demostrarlo.

La despierto para bajar del avión, vuelvo a rodearla porque tengo miedo de que no esté mirando dónde pisa. Ya la he visto de esta manera y no pienso verla caer. Subimos a otro taxi y, después de pedirle que pise el acelerador, llegamos al hospital.

Cuando entramos a la sala de espera, su madre y ella se abrazan en su propia burbuja. Romina me da una sonrisa cálida y Tess se encarga de rodear mi cintura.

—¿Qué fue lo que pasó? —pregunta.

—Le faltó el aire y se desmayó, justo como la primera vez. Le harán los estudios de nuevo —contesta su madre—. Tenemos que esperar.

—De acuerdo.

Se acomoda entre mis brazos, yo la abrazo muy fuerte.

—Ya no tendremos que pagar ningún tratamiento —susurra la señora Winter, Tess presta atención con el entrecejo fruncido. Su madre me da una mirada y eleva una de sus comisuras. ¡Mierda! ¿Cómo lo sabe? Sacudo la cabeza casi de manera imperceptible, Romina aclara su garganta—. Una generosa fundación llamada «Sonrisas con leucemia» eligió a Lili y se hará cargo de todo.

Bajo mi vista hacia la chica junto a mí, sus ojos son dos estrellas que brillan, su rostro se divide por una de las sonrisas más hermosas que he visto. Mi pecho se infla, le ha gustado la noticia.

—¿Dónde podemos agradecer? —pregunta. Procuro no tensarme y permanecer impávido.

—No podemos, es una organización secreta sin fines de lucro. —Su madre se encoge de hombros como si no fuera la gran cosa. Una enfermera llega y roba la atención de la madre de Tess, mi mariposa me deja estrecharla.

—Tengo miedo —susurra—. No quiero perderla a ella también.

Mis ojos se cierran, comprendiendo a quién se refiere.

—No los pierdes del todo, cariño. Siempre habrá una parte de ellos contigo, aunque no los veas, se le llama amor.

—Gracias por estar aquí. —Levanta su rostro y besa mi mandíbula—. ¿Me esperas? Iré a verla.

—Estaré dando una vuelta, ¿está bien?

Asiente y se deshace de mi abrazo para caminar por un pasillo.

Me quedo quieto unos segundos, analizando las opciones, respiro profundo y me acerco a la enfermera de cabello negro que se encuentra sentada frente a un ordenador.

—Disculpe, ¿podría hablar con el doctor Callahan? —pido con cortesía.

—¿Tiene una cita?

—No, pero es urgente, dígale que vengo de parte de George Adams, su abogado.

—Permítame. —Teclea una extensión en el teléfono y habla demasiado rápido a la persona del otro lado de la línea. Ella cuelga y me enfoca con un rastro de curiosidad—. Viene en un momento.

Me quedo de pie, esperando, mirando a los alrededores porque la única vez que vine no pude hacerlo con detenimiento. Es un hospital donde hay decenas de niños con cáncer y, a pesar de eso, es uno de los lugares más alegres que he visto. Se escuchan risas, hay globos de colores y juguetes por todas partes.

—Dan Adams. —Una voz me saca de mi nube de pensamientos. Me giro para encontrarme con el doctor sonriente de ojos azules y bata pulcra. Nos damos un apretón de manos con cordialidad—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Quiero hacerme unos análisis de sangre. —Alza una ceja sin entenderme del todo—. Para revisar si soy compatible con la paciente Lilibeth.

—¡Vaya! —exclama con asombro y rasca su barbilla, pensativo—. ¿Por qué tanto interés en ella?

—Es la hermana de la chica que amo.

Sonríe.

—Ya veo. Y no quieres que se sepa, ¿o me equivoco?

—No se equivoca —concluyo, decidido.

—Entonces no perdamos más tiempo. Sígueme.

Hago exactamente lo que dice. Me conduce por diferentes pasillos que me hacen pensar que estoy en un laberinto. Llegamos a una puertita, la enfermera me recibe con una sonrisa y me pide que me siente en un sillón. Me hacen firmar un montón de papeles antes de sacar las agujas.

La señora de canas, manos arrugadas y cofia celeste prepara una de las jeringas más puntiagudas que he visto en mi vida. Aparto la mirada e intento aguantar, la verdad es que no me gustan las inyecciones. Frota con un algodón mojado la parte interna de mi codo y mete la jodida ajuga. Aprieto los dientes, aguantando el dolor.

—Terminamos, muñeco. —Presiona con el algodón el lugar del piquete—. Déjalo así durante un rato.

Llevo mis dedos al punto profanado y mantengo la telilla quieta. El doctor Callahan sigue en el umbral de la puerta observando la escena con interés.

—Si eres compatible te informaremos y, si sigues adelante, se te realizará una punción lumbar. Infórmate por las dudas, tenemos algunos folletos en la recepción —aconseja y palmea mi hombro.

Me acompaña a la sala de espera, tiro el algodón con una gotita de sangre en un bote durante el trayecto de regreso. Veo su melena caoba antes de que lleguemos, está parada en la sala de espera mirando hacia todas partes como si estuviera perdida, luego sus ojos me encuentran y todo lo que puedo ver es a ella; Tess se acerca, confundida.

—¿Dónde estabas? —cuestiona.

—Me perdí, cariño, el doctor se ofreció a acompañarme.

—Ven conmigo —dice sin notar mi mentira. Toma mi mano con las suyas y jala mi cuerpo con entusiasmo.

Sorprendido es como me siento cuando me conduce por el pasillo del hospital. Sé a dónde vamos porque ya he estado aquí antes. Entramos a la habitación, la pared tiene diminutos animales acuáticos pintados acordando con la pintura que vi la otra noche.

En la cama hay una niña, la misma niña. Solo que en la luz y sin su gran peluca morada, puedo ver lo parecida que es a Tess, son como dos gotas de agua. Lili sonríe y clava sus ojos tormenta en los míos.

—Mira, princesa, ¿te acuerdas de él? —pregunta. La pequeña entrecierra los ojos.

—Es Dan, ¿cierto?

—Dan, ella es Lilibeth, mi hermana —susurra Tessy, Lili me saluda con su manita.

—Hola, linda, ¿cuántos años tienes? —cuestiono sonriente, aunque ya lo sé porque leí el informe médico con anterioridad.

—Diez, pero voy a cumplir once la semana que viene, ¿verdad, Tess? —Mi mariposa sonríe y la mira con absoluta adoración, es una mirada llena de puro amor y ternura—. ¿Quieres que te enseñe mis dibujos?

—Eres artista también, ¿eh? —emito, divertido.

Me siento junto a ella con la mano de Tess aún en la mía. Lili toma un block de dibujo y me enseña cada uno de ellos, me informa de cuáles son los mejores. Páginas y páginas llenas de dibujos de Tess, algunos árboles, su madre, un colibrí y la misma mariposa que robé en Nashville.

—Mi hermana es increíble, ¿no crees? —suelta Lili con una mirada de niña traviesa que me hace reír.

—Lo es, igual que tú.

—Ella es más increíble, quiero bailar como ella.

—Lo entiendo, es perfecta haciendo lo que hace —murmuro y miro a Tess de soslayo, quien está sonriéndome, así que le regreso el gesto de vuelta.

Lili tose y respira entrecortadamente. Jamás deja de sonreír, jamás se apaga ese brillo característico en los ojos de ambas hermanas.

—¿Me regalarías uno de tus dibujos? —pregunto. Su rostro de felicidad me provoca una sensación cálida.

—¡Sí! ¿Cuál te gusta?

Ojeo el cuadernito con atención.

—Me gustan todos, pero no te dejaré sin tus obras de arte. —No borra el gesto de felicidad en ningún momento, creo que, si todos fuéramos como ella, el mundo sería mejor—. Este.

Señalo un dibujo de Tess donde lleva puesta una blusa color melocotón. Lili lo arranca con paciencia y toma mi mano clavando sus ojos en los míos.

—Cuídalo, yo cuido todos mis dibujos. —Me entrega el papel como si fuera el documento más importante de la nación—. ¿Quieres saber con quién te vas a casar?

Apoyo mi codo en mi rodilla y asiento, entusiasmado. Estira su mano y coge un lindo comecocos. Aquel juego de papel en forma de cuadrado que deja a la vista cuatro colores y mueves con los dedos desde abajo dejando ver la parte interior.

—Elige un color —ordena, entretanto mira su artefacto.

—Amarillo —respondo.

—A-ma-ri-llo —dice moviendo rápidamente el papelito según las sílabas de la palabra—. ¿A qué edad te quieres casar?

—Veinticinco.

—Vein-ti-cin-co. —Me mira, macabra—. Elige uno de estos números. Si yo fuera tú elegiría el tres.

—Está bien, tú eres la brujilla aquí, elijo el tres.

Levanta el tercer espacio y hace que lo mire. Echo la cabeza hacia atrás soltando una estruendosa carcajada al ver el rostro de Rowan Atkinson.

—¿Mr. Bean? —Arrugo la nariz para demostrarle mi fingido disgusto—. ¿No puedo casarme con alguien más linda como Cenicienta?

—No, mi coco sagrado ha hablado. —Sonríe de lado—. Aunque podría emparejarte con Tess.

Guiña un ojo, cómplice. Tess suelta una risilla, la atraigo a mi costado envolviendo su cadera.

—Eso estaría aún mejor. —Mi castaña acaricia mi mejilla con cariño y besa mi frente.

—Eres el mejor —dice en un susurro.

—Tú me haces mejor.


 ---

[1] Comecocos: Juego de papiroflexia.


* * *

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Idioma: Chino Autor (es): Yu Zhi Ji 雨 之 霽 Artista (s): N / A Año: 2018 Estado en COO: (Completados)