Complacer al diablo. (serie E...

Por lucylanda

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Maddox Gaskell es llamado en el bajo mundo como el diablo por la despiadada forma de operar su casino y por s... Más

Prólogo.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Epílogo

Capítulo 3

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Por lucylanda

—¿Esta es la casa? Es pequeña —dijo Hurs—. Me parece que es muy pequeña.

—¿Qué esperabas? ¿Una mansión? —inquirió Maddox mirando a su amigo—. Nunca dije que fuera un castillo ni que cubriera la deuda completa.

  Su amigo se encogió de hombros y los siguió hasta la entrada de la casa de los Kannavage.

  Iba a tocar la puerta pero se dieron cuenta de que estaba abierto, así que entraron para encontrar a una mujer mayor junto a una chica que sollozaba y una más que parecía dispuesta a matar a los hombres que estaban ahí.

—Buenas noches —dijo mirando a las personas dentro de la casa—. ¿Hemos llegado tarde a la fiesta?

—¿Quienes son ustedes? —inquirió la voz de la chica frente a Maddox.

  Él la observó de forma detenida. La chica era sin duda una mujer bellísima, al menos a él se lo parecía pero no entendía un cuerno lo que pasaba en el lugar.

—No importa quién es —dijo uno de los hombres—. Yo he venido a cobrar la deuda que Albert tiene conmigo.

—Bueno en ese caso debo aclarar que vengo a lo mismo —dijo Maddox con una sonrisa—. Siento echar a perder tus sueños.

—La chica es mía —dijo y ambos hombres se tensaron—. Él la dio como pago.

—Una pena —acotó recomponiéndose de inmediato—. A mí me firmó un documento legal por la propiedad y todo lo que hay dentro, eso incluye por supuesto a la chica.

—¡Eso no es verdad! —gritó el hombre—. Me debe una fortuna.

—Siento que debas perder tanto dinero —aseguró con fingida pena—. Pero justo vengo de hacer la denuncia formal para reclamarlo por lo tanto te irás con las manos vacías.

  Extendió una copia de la demanda para embargar bienes en la que por supuesto no se hablaba de incluir a las chicas dado que era un delito pero el tipo a todas luces le pareció un ignorante y tal como Parker decía todo estaba en la seguridad con la que se decían las cosas.

   El hombre solo detuvo la vista en el sello del juzgado y se dio la vuelta para mirar a la mayor de las mujeres.

—Dese por viuda —amenazó—. Esto no va a quedarse así.

   Dio una última mirada a la chica que parecía asustada pero dispuesta a dar pelea.

   Maddox quiso reírse pero se contuvo hasta que el hombre se fue.

  Ella lo miró y retrocedió por instinto por lo que solo sonrió.

—No voy a ir con usted a ningún lado —dijo la joven corriendo por el lugar hasta tomar un cuchillo.

   Miró a su amigo que sonrió pero contrario a lo que creyó estaba con la vista puesta sobre las otras dos mujeres.

—Me importa un carajo lo que hagas de tu vida —respondió—. Solo evité que te llevaran a prostituir. Si quieres ahora mismo le pido que vuelva.

—¿Quién es usted? —inquirió la mujer mayor—. ¿Dice que la casa es suya?

  Maddox miró a la mujer y sintió pena por ella. Lucía enferma y parecía ser que su esposo era un desobligado que no tenía la mínima consideración por ellas.

—Soy Maddox Gaskell —dijo con seguridad—. Y su esposo apostó esta casa y la perdió. Tiene una deuda con el casino que regento que no podrá pagar ni con la casa.

   La mujer se llevó la mano al pecho y parecía a punto de darle algo.

   La joven corrió a ayudarla gritando pero Maddox y Hurs solo quedaron ahí parados.

   La chica se movió trayendo consigo un frasco de pastillas para darle una mientras la otra chica solo miraba a la nada y lloraba.

  Hurs se acercó a ella y se sentó a su lado pero aunque no lo miró se movió evidentemente asustada.

—Ella no ve —dijo la otra joven mientras auxiliaba a su madre.

—No pedí una reseña de ustedes —dijo Maddox y la joven lo miró furiosa—. Vayan consiguiendo donde vivir porque apenas giren la orden de embargo deberán abandonar. No pueden llevarse nada mas que objetos personales, los muebles se quedan.

—¿De cuánto es la deuda? —preguntó la madre.

   Maddox le pasó la copia del pagaré firmado y la mujer jadeo incrédula ante lo que leía.

   Brooke se giró a verlo con ojos llorosos que lo retaban a decir algo más.

—¡Si es todo ya puede largarse de aquí! —gritó y él enarcó una ceja—. Hasta que no tenga esa orden esta sigue siendo mi casa, así que ya mismo se larga de aquí.

   Comenzó a empujarlo con todas sus fuerzas fuera de la casa mientras él se dejaba, al final ella tenía razón pero no por eso dejó de estar sorprendido.

   Salieron mientras les cerraban la puerta detrás sin contemplaciones.

—Es brava —dijo Hurs divertido.

—La mocosa decías —respondió su amigo—. No es una hija, son dos y ninguna es una cría, de hecho yo las vi bastante creciditas de todos lados.

   Hurs sonrió y palmeó la espalda de su amigo, no sin antes reírse de su propio comentario.

—Creí que eran niñas. —Se defendió—. Está claro que no son ningunas pequeñitas, pero una de ellas es ciega.

—Que bueno —respondió Maddox—. Así no ve el rostro de angustia de sus familiares ni ayuda en nada.

—Eres el diablo —dijo Hurs y su amigo sonrió divertido por la analogía.

  Se subieron al auto de Maddox y condujeron de nuevo al club, esta vez solo para dejar a su amigo e irse a casa.

  Hurs aseguraba tener pendientes que terminar así que solo lo dejó y se fue a casa.

Despertó adolorido al ver que se había quedado dormido en el sofá y con la televisión encendida.   

   Se levantó con desgana y se dio una ducha antes de vestirse e ir al club de nuevo para verificar todo lo que estuviera a su cargo.

   Condujo con rapidez pero apenas llegó y se metió a su oficina se llevó una sorpresa al ver a la chica de la noche anterior esperándolo.

   A Maddox le pareció incluso más bonita si es que eso era posible, pero desgraciadamente no era el tipo de mujer que saltara de cama en cama, así que esas no estaban disponibles y mucho menos se arriesgaba.

  Las mujeres como ella, daban caza y solían esperar hombres buenos y guapos.

  No es que él no se considerara guapo, pero no era bueno, nunca lo fue de hecho. Era egoísta y eso le había costado demasiado.

—¿En qué puedo ayudarla señorita Kannavage? —preguntó al verla fingiendo sorpresa—. Espero que si no viene con el pago de la deuda al menos sea breve que tengo muchos pendientes.

—No puedo pagar ese dinero ni volviendo a nacer —dijo la joven—. Usted bien lo sabe.

—¿Y pretende que le perdone la deuda? —inquirió—. ¿Está demente?

   Maddox comenzó a reír enfadando aún más a la mujer que a pesar de todo se mantenía firme aun cuando a todas luces estaba a punto de perder la cordura.

—Es evidente que no lo hará.

—Así es —dijo con firmeza—. Vaya al grano que como ya dije, tengo mucho que hacer y usted solo me quita el tiempo.

—Podría pagar de otra forma —dijo y él enarcó una ceja—. Sé cocinar, limpiar bien, cualquier cosa que usted desee y ayude a reducir la deuda.

—¿De verdad crees que trayéndome la comida a diario hará que baje la deuda? —inquirió burlándose.

  Se acercó a ella lo suficiente para que el miedo la hiciera retroceder pero no hubo nada.

  Ella solo lo observó con altivez y no dijo nada.

—Puedo limpiar este lugar, hacer cualquier cosa pero no eche a mi familia de la casa por favor —dijo suplicante y a punto de desmayarse de nervios—. No quiero que mi madre sufra una recaída. Bien sabe que no vamos a pagarla jamás. Mi padre es un inconsciente pero eso no significa que yo desee ver a mi familia acabarse por eso.

—¿Y si te dijera que aceptaría sexo como pago? —inquirió tratando de asustarla o quizás de forma inconsciente sí quería una respuesta—. Seguirías tan dispuesta.

   Tocó su cabello y jugueteó con él mientras la veía pensar en lo que dijo.

   Había creído que se soltaría de inmediato y que saldría corriendo; sin embargo, muchas cosas pasaban por su cabeza.

—Mejor aún. —Insistió—. Si te dijera que lo único que te queda es ser mi amante y a la vez mi sirvienta.

—Me promete que no las echará —dijo y él enarcó una ceja de nuevo intrigado—. Si quiere sexo y una sirvienta no hay problema pero solo quiero que ellas estén bien.

   Maddox la miró de arriba a abajo con descaro.

   Lo cierto es que le parecía que la chica era linda y después de todo, él era un hombre con buen gusto.

—Puedo renegociar —dijo Maddox—. Tu mamá y hermana pueden vivir aquí mientras tú haces tu trabajo.

—¡No! —dijo con rapidez.

—Es eso o que las descuides allá —dijo divertido refiriéndose al tipo de la noche anterior—. Piénsalo muñeca y cuando tengas una respuesta me avisas a ver si mi propuesta sigue en pie.

  Se acercó hasta ella y tomó su mandíbula ejerciendo solo un poco de fuerza.

—No me gustan los juegos muñeca —dijo tan cerca que sus alientos se mezclaron—. Tampoco me faltan mujeres, solo quiero una respuesta. Vivan donde les dé la gana, hagan lo que les dé las ganas pero la casa sigue siendo mía, me sigues debiendo dinero y yo sigo teniendo todo a placer.

—Usted gana —dijo ella—. Mi familia seguirá en la casa, nos dejará vivir en paz y yo cumpliré mi parte del trato. Solo pido una cosa.

—No —respondió—. No acepto condiciones porque no estás para exigir.

—Quiero que me deje jugar solo una vez por semana —dijo y él se sorprendió de la situación—. Voy a dejar mi trabajo por eso, mi madre necesita medicamentos y evidentemente voy a necesitar dinero. Solo quiero un juego cada semana para ganar algo. Prometo que voy a ser mesurada.

—Todos dicen eso —dijo como si eso respondiera su pregunta—, pero voy a concederte el beneficio de la duda.

—¿Debo vivir en este lugar? —inquirió temerosa.

—No —dijo riendo—. En la mañana trabajarás aquí, vendrás a jugar los viernes y cuando te llame para otras cosas solo vendrás. Es todo.

—Bien —dijo la joven—. ¿Empiezo mañana?

—Empiezas mañana —respondió—. Ahora si no tienes más que decir puedes irte, no tengo tiempo y si alguna vez tienes para pagar la deuda solo tienes que avisarme, mientras tanto…

   Dejó la declaración suspendida sabiendo lo que eso significaba y ella solo lo observó.

  Él bien podía ver el desprecio y la rabia que le daba verlo y hablar con él pero también sabía que era una chica inteligente y conocía cuando callar y obedecer.

  La vio darse la vuelta y salir sin decir más justo cuando Melina entraba a la oficina ondeando su larga cabellera junto a Hurs.

—Es la hija de Kannavage —dijo Hurs y Maddox le lanzó una mirada de burla.

—¿No me digas? —dijo con sarcasmo—. No lo había notado.

—¿A qué ha venido? —preguntó.

—A negociar la deuda —dijo sentándose con desparpajo—. Sexo y trabajo por la cuenta.

—¿Es una broma? —preguntó Hurs.

—¿Me ves riendo?

—Nunca terminará de pagar —afirmó—. Lo que haces es ridículo.

—Sí, pero bueno así son los negocios —dijo con aire indiferente.

—Estamos perdiendo dinero por eso —dijo y Maddox se encogió de hombros.

   Hurs salió furioso del despacho dando un portazo con Melina detrás.

   Algunos minutos después Parker aparecía y lo miraba desde la puerta.

—Quita esa cara que no me asustas —dijo y Parker se acercó.

—No voy a reprocharte —dijo con su característico aburrimiento—. Solo espero que no te traiga más problemas que otra cosa. Solo espero que no te salga el tiro por la culata...

Buenas, gracias por la espera y su apoyo. ❤

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