El círculo

By FalseLooks

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Entrar al instituto Katmere es más difícil que ir a la luna. No aceptan a cualquiera, su costosa pensión solo... More

Diciembre, 2018
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 2
Capítulo 4
Enero, 2017
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Febrero, 2017
Capítulo 11
Marzo, 2017
Abril, 2017
Mayo, 2017
Junio, 2017
Julio, 2019

Capítulo 5

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By FalseLooks

Despierto por la luz que atraviesa la ventana acordándome que solo soy una adolescente más en el mundo que tiene que ir a la escuela y sobrevivir en este mundo. Me paro lentamente de la cama, perezosa paso mis manos por el cabello y suelto un suspiro de cansancio. Me cambio de ropa y bajo al comedor, papá está hablando con alguien por teléfono, camino hasta la loza de la cocina y cuando estaba a punto de sentarme lo escucho reír. No es como si no lo hubiera   hecho antes, pero esta risa es distinta a la normal, esa risa la usaba con mamá y solo con ella.

—Eres muy graciosa— papá vuelve a reírse—. Claro, claro, ¿qué tal este jueves?— él guarda silencio por un rato como esperando por una respuesta—. Genial, bien, claro, nos vemos, adiós—cuelga—. Ah, Amy, ¿qué haces ahí? No te había visto.

—¿Con quién hablabas?— le pregunto sin rodeos.

De pronto el rostro de mi padre se ilumina de algo que no logro descifrar.

—Alguien del trabajo.

Su voz sonaba segura por lo que consideré creerle, aunque internamente sentía que no decía la verdad.

Después de que papá me dejara en el instituto caminé por los pasillos buscando a mis dos únicas amigas.

—¡Hey! ¡Amy!— gritó Riley acercándose a mí dando saltitos.

Meryl venía a su lado cargando los libros en un brazo, cuando estuvimos reunidas me sonrio dandome los buenos días, en cambio la masa efusiva llamada Riley me dio una fuerte abrazo casi asfixiandome en el proceso y juntas caminamos hasta la próxima clase.
Matemática. Mi curso favorito. Escuchaba con atención la explicación de la maestra mientras tomaba apuntes relevantes sobre el tema cuando de repente alguien abrió la puerta toscamente. Todos los alumnos, excepto yo, fijaron su mirada hacia la puerta.

—Disculpe la tardanza tuve algunos asuntos que atender

Al escuchar su voz mi cabeza giró involuntariamente hacia la entrada.
Él se percató de mi mirada y posó sus ojos en mi, tenía unas considerables ojeras debajo de los ojos. Mejor dicho, un aspecto bastante demacrado. Como quien acaba de ver a un muerto. Se quedó viéndome a los ojos muy fijamente. Es la segunda vez que lo hace de ese modo.

—¿Y qué clase de asuntos eran más importantes que llegar tarde a clase?— volvió a preguntarle la maestra con notable molestia.

—Tenía un asunto pendiente con el director— contestó Evan sin apartar la vista de mí. Agaché la cabeza ignorándolo.

— Bien, como sea. Tome asiento, joven Woods.

Sentí sus firmes pasos resonar por todo el salón hasta que se detuvieron justo a mi lado. Estaba tan cerca que mis bellos se erizaron y mi corazón se apretó contra mi pecho, desde aquí podía escuchar el ritmo de su pausada respiración. Su cercanía activó extrañamente todas las alertas de mi cuerpo impulsando el nerviosismo por toda mi corriente sanguínea. Evan se sentó en el asiento vacío a mi lado y tuve que contener la respiración si no quería sufrir un ataque ahí mismo frente todos.

Por primera vez odio que las carpetas sean de dos. A pesar de su cercanía traté de no perder la concentración de la clase, pero fue inútil. Mi cabeza solo giraba en torno a él y el aspecto que tenía. Algo debió pasar.

Sentía su mirada todo el tiempo e hice una acopio de fuerza para no verlo de reojo ya que conociéndome él se hubiera dado cuenta.
Luego de un rato lo sentí inclinarse ligeramente hacia mí. Tiene los ojos pegados entre el pizarrón y la maestra, pero sé que su atención no está precisamente enfocada en ella.

—Lamento haberme ido así ayer— se disculpa rompiendo el silencio—. ¿Por qué aceptaste esa salida?

Me quedé pensando una respuesta que ni existía. La única razón era mi curiosidad y ganas de llevarle la contraria. ¿Cómo le digo eso?

—Lo hiciste para molestarme, ¿verdad?

Interpretó mi silencio como un si.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Hay algo en ti que me dice que estás ocultando algo— respondí con la voz algo ronca. Disimuladamente sin que la maestra me viera volví a hablar—. Hay algo que no quieres que Riley sepa.

—Entonces, ¿quieres descubrir qué es? ¿Es eso?

—Sí— respondí con sinceridad.

Evan no dijo nada porque justo la maestra se volteo e hizo una pregunta a toda la clase. Cuando volvió su vista al pizarrón el se acercó a mi oreja.

—Esta vez no puedes jugar al detective, Amy. Es algo serio. Si no quieres verte envuelta en un lío será mejor que te mantengas al margen.

No supe que decir. ¿Tan terrible era aquello?

Además, ¿no estaba molesto ayer? Este chico me confunde hasta no poder. Le dediqué otra mirada, sus párpados parecían pesarle se veía muy cansado mi curiosidad no pudo con eso.

—¿Pasó algo ayer? Te ves...

—Alumnos—la voz de la maestra nos interrumpió justo en el momento exacto en el que iba a responder—. Dejaré una actividad en parejas tienen el resto de la clase para avanzar.

—Parece que seremos compañeros, Sherlock— susurra Evan en mi oído y me estremezco.

—Ayer te fuiste sin despedirte y ahora me hablas como si fuéramos dos grandes amigos— casi quiero evitar el tono a reclamo que uso y por su mirada algo agria me doy cuenta que no es la reacción que esperaba. De pronto el aliento de Evan golpea mi oreja cuando suelta una sutil risita, el sonido varonil me golpea fuertemente. Sin darme cuenta una gotita de sudor me corre el cuello. Que demonios, Amy.

—Realizarán los ejercicios del pizarrón— la maestra señala un par de problemas proyectados en el ecran. Trago duro al ver que son muchos. Lo que significa que probablemente pase el resto de la hora trabajando con Evan.

—Ya la oíste, compañera—me susurra al oído resaltando más la ultima palabra.

Me aparto de él y procedo a realizar los ejercicios en mi cuaderno, nerviosa. Aprovecho al máximo que tengamos este momento de lejanía para no pensar en él y poder concretarme en algo.
Me pongo a trabajar y debo admitir que a pesar de ser el primer ejercicio no estuvo nada sencillo. No quiero ni imaginar cómo serán los otros. Borré muchas veces. Al acabar todos rehice los mismos ejercicios tres veces para asegurarme de que no haya ningún error.

—Mira, nada más. Tenemos a la próxima Einstein aquí presente— exclamó Evan viendo que había acabado todo— Parece que tendré que cambiarte de apodo.

—Soy buena en esto— admití porque era una de las pocas cosas que podía hacer con extrema facilidad.

Eché un vistazo al salón de clase, el resto de alumnos todavía seguían resolviendo.

—Exactamente 5 minutos con 10 segundos—indicó Evan mirando su reloj—. A este paso creo que haciendo grupo contigo tendré el curso asegurado.

Solté un risa suave y Evan sonrió.

—Hasta que por fin sonríes. Se me hacia raro que estuvieras mucho tiempo con esa cara seria. Y ya que terminaste, ¿qué dices si comparamos?

—Claro, te espero a que termines— Evan rio.

—Detente ahí, Sullivan. No eres la única buena en esto. Terminé unos minutos antes que tú.

Arqueé una ceja sorprendida. Nunca nadie me había ganado en tiempo. Esa siempre fue mi ventaja. Evan continuó como si quisiera rematar:

—En mi anterior instituto fui tres veces campeón de las olimpiadas de matemáticas.

Me quedé sorprendida porque yo también lo había sido en el mío.

—Bueno entonces es turno de probar la eficiencia, ¿no?— respondí tratando de fingir que su comentario no me había afectado.

—La primera es 340— se adelantó Evan sonriente.

—Me salió lo mismo— asentí.

Esta vez pronunciamos al mismo tiempo:

—540.

—540.

Nos dimos una mirada como diciéndonos:"empate" y continuamos con el siguiente.

—21.

—21—responde solo unos segundos después que yo. No esperaba que Evan fuera bueno en esto.

—43.

—43.

—56.

—56.

—74.

—74.

No fallamos ninguna hasta que llegamos al ejercicio final.

—35.

—36.

Hubo un breve momento de silencio en el que nos quedamos mirando nuestros ejercicios. Es obvio que solo uno podía tener la razón.

—Es 35.

—No, es 36.

—Imposible—empiezo a explicarle cómo desarrollé el ejercicio. Luego el me enseña el suyo y al final terminamos en confusión.

—Insisto la recta Ā es una bisectriz.

—No. Ni siquiera estamos seguros.

—Si. Porque aquí dice que una de las rectas es una bisectriz. No puede ser ni la Ē, ni la Ū. Solo puede ser esa.

—Yo creo que es la Ē.

—No.

—Sí.

Justo cuando estamos iniciando una discusión de quién tiene razón, el timbre que indica que la clase terminó, suena. Evan y yo nos vemos fijamente. Nos acercamos a la profesora y le entregamos nuestros cuadernos. Ella revisó mi hoja con extrema cautela que hasta me asusté. ¿Sería posible que sí me había equivocado y Evan tenía razón? El cielo pareció repsonder a mi pregunta:

—Amy, te equivocaste en el último. Corrígelo luego, por ahora vayan a su almuerzo.

Salimos del salón de clase. Yo, con los libros sostenidos entre mis brazos, y Evan caminando a mi lado.

—Te dije que no era una bisectriz.

—Ahora me lo recordaras todo el día.

—Sí, hasta que lo admitas.

—Está bien. Lo reconozco, tenías razón—Evan esboza una sonrisa triunfante en el rostro. Trago duro el sentimiento de derrota.

A pesar de que llegamos juntos a la cafetería, nos separamos al cruzar la puerta. Yo voy hacia la misma mesa de siempre y él a la suya; sin embargo, me giro de vuelta al ver que sigue parado en la entrada. Me ve un rato como esperando que haga algo. Se me cruza que pudo pensar que me sentaría con él y a una parte mia le gustaría, pero creo que demoro tanto en pensarlo que cuando quiero preguntarle si le gustaría ir conmigo él ya no está y se encuentra sentado en su mesa de siempre. Suspiro y resignada voy a mi mesa donde una emocionada Riley no deja de llamarme alzando su mano.

Riley me abraza en cuanto me ve. Parece muy contenta y yo sonrio por lo adorable que es.

—¿Adivina qué?—junta sus manos como una niña. Sus rulos rebotan en su cabeza debido a los saltitos que da en su sitio. Me es complicado no compararlos con resortes— He sacado un veinte en la prueba de química—me abraza con fuerza—. ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Esto es gracias a ti! Nunca habría podido de no haber ido a tu casa a estudiar. Tenías razón. El examen nunca me pareció más fácil.

Se cuelga del hombro de Meryl con las mejillas algo sonrosadas de felicidad. Es tan linda desde mi punto de vista y noto como todos la ven embobados, Riley es como un imán de las miradas cuando esta de buen humor.

—Está feliz porque sus máximas notas solo llegaban hasta 15— le pincha Meryl con una cierta intención de molestarla y de inmediato Riley le muerde—¡Auch! ¡Qué agresiva!

—Eres tú la que acaba de referirse mal con respecto a mi nivel académico.

—Como sea—Meryl volvió a sentarse. Son tan opuestas, pero se quieren mucho. Lo sé por como Riley hace sonreír a Meryl. La chica es mas helada que un cubo de hielo.

—Ven toma—Riley me dejó un pedazo de su pizza en mi plato y para mí es la muestra de cariño mas grande que puede dar sobretodo porque ama la pizza y nunca la comparte, menos por voluntad.

—¿Me darías un pedazo también?—escucho a Angie preguntar.

—No— contesta casi de inmediato. Me rio internamente al saber que soy su preferida.

—Según mi doctor dormir bien ayuda mucho, así que desde ahora voy a cumplir una rutina de sueño de ocho horas diarias—mientras que Paige nos cuenta su nuevo horario nocturno yo me dedico a comer. Sus conversaciones son aburridas.

<<¿Qué hago aquí?>>—me pregunto. Luego miro a Meryl y Riley. Ellas al darse cuenta me sonríen.

Por ellas, estás aquí por ellas, Amy. No lo olvides.

—¿Creen que debería invitarlo a salir? Estos días ha estado pegado a mí, yo creo que le intereso.

—Dicen que tiene una novia que vive en otro estado, no lo sé Paige.

Y aquí es donde llegué a parar, escuchando su muy "entretenida" conversación sobre lios amorosos.

Me dispongo a darle otro bocado a mi pizza.

—Amy— me llama, Angie— Tu también deberías ir con nosotras— me tardo unos momentos en procesar lo que dice, estaba muy concentrada en la delicia de queso y salsa de tomate juntas que no noté el cambio de rumbo de la conversación, Angie se da cuenta y niega— Esos hábitos alimenticios te van a dejar peor que Adeline Fersh, señala mi comida.

Adeline Fersh es la más llena de todo el instituto, y digo "llena" por no decir otra cosa. Esa es una de las cosas que odio de ella y Paige, se burlan de cualquiera que sea distinto.

—No, gracias.

Soy firme en mi respuesta. Ellas me ven como si me hubieran salido dos ojos más y luego niegan con la cabeza con decepción, como si yo no las enorgulleciera. No me afecta su opinión sobre mí, lo único que me lastima es que Meryl y Riley parecen estar de acuerdo con ellas.

Ignoro las miradas que me dan y observo toda la cafetería. Me detengo en una esquina, específicamente, donde está la mesa de Evan. Está sentado con sus amigos en la mesa del fondo. Se ve muy serio, mientras que los demás ríen a carcajadas. Entonces, como si hubiera sentido mi mirada, se gira hacia mí. Tarda un segundo en procesar completamente que yo lo estoy viendo y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa, nerviosa.

Entonces, una de las chicas que esta sentada en su mesa se para y le da un codazo al chico que está a su lado, quien reconozco como Jared, según me había dicho Riley ese era su nombre. Ambos le dan una mirada indirecta a Evan y este aparta sus ojos de los míos y se para al igual que ellos. Con un aura misteriosa los tres abandonan la cafetería.

¿A dónde irán?

Yo me quedo observándolos. Tengo un instinto que me llama a seguirlos. No debería, pero...

<<Solo hazlo>>

No puedo.

<<Ve>>

A la mierda. Me levanto de la mesa dando una vaga excusa de ir al baño, no le doy tiempo a Riley de decirme que me acompañará como siempre hace y salgo rápido de ahí. Los sigo despacio. No se giran en ningún momento ni parecen notarme. Cruzan un pasillo hasta llegar al final. El pasillo G, no me equivoqué al pensar que irían al mismo lugar que antes. De ahí no los sigo. No puedo. Si me descubre algún profesor, no solo ellos sabrían que los estaba siguiendo sino que también estaré en problemas con el director. Y mi padre.

Escucho como el sonido de sus pisadas se va perdiendo, espero tres segundos pensándomelo. Al final decido seguirlos, aprieto mis manos en puños y armándome de valor lo hago. El piso se ve más sucio que la anterior vez que vine. Creo que incluso se puede respirar polvo en el aire. Me tapo la nariz con un brazo y continúo.

Entran a un salón. El mismo donde encontré a Evan la otra vez.

Me acerco despacio. Puedo oír un pequeño sonido. Pero no sé qué es. Me asomo por un lado de la puerta. Están de espaldas a mí.

Ríen y conversan, excepto Evan que se ve serio y hasta diría ¿molesto?

—Me imagino la cara que pondrá cuando sepa toda la verdad—se ríe la chica mientras apoya un brazo en el hombro de Evan y este frunce el ceño—No puedo esperar a verlo.

—Por favor, conocemos a Omar, él siempre se toma su tiempo para estas cosas, pero una vez lo logre...—suelta una risotada que se pierde en mis oídos—No tendrá piedad—al decir esto Evan aparta el brazo de la chica de su hombro y da un paso hacia Jack.

—Ey, Evan, tranquilo. Solo bromeamos, pero al menos admite que será épico.

—No es la primera vez que Omar hace esto. ¿Qué hay en especial esta vez?—dice ahora más calmado, y hasta diría desinteresado.

—Eso deberías saberlo tú, Evan—de inmediato la voz de Jack se torna seria—Mejor que nadie.

Evan no dice nada. Se lleva la mano a los bolsillos y pega la mirada al piso provocando una leve sonrisa en Jack.

—Bueno entonces cual es el plan—los interrumpe la chica.

—Iremos a la casa de Meryl esta noche—mis ojos se abren de inmediato
—Será sencillo solo le diré que olvide algo la última vez que fui a su casa—a penas logro procesarlo. Evan y Meryl. ¿Evan fue a casa de Meryl? ¿cuándo? O estuve distraída y no la escuché mencionarlo o simplemente Meryl nunca dijo nada. En ese instante que aquel pensamiento me surcó la mente sentí mi celular vibrar en mi pantalón, mi cuerpo entero se paralizó de miedo, si volvían a descubrirme espiando su conversación ya no parecería casualidad. Me aparté rapido agradeciendo que no parecieron notarlo. Siguieron muy concentrados en su conversación y yo en huir de ahí. Me alejé despacio esta vez mirando donde pisaba. 

Encuanto salí solté un suspiro y me dirigí a los baños nerviosa, acaba de descubrir que tenían un plan, Evan iría a casa de Meryl y Omar... No entendía que pintaba él en esto. Ni siquiera comprendía que era ese esto. Caminé perdida en mis pensamientos y en las miles de teorías que creó mi mente sin darme cuenta de que Riley estaba al frente mío con las manos apoyadas en la cadera y una ceja alzada. Estaba por soltar una excusa cuando me interrumpió.

—Amy Valentina Ross Ayala. Espero que hayas estado con un semental categoría 1 o la réplica exacta de Thimothée Chalamet de lo contrario no te perdonaré esta vil mentira. 

Entorné los ojos como platos.

—Yo no... 

—Piensalo bien dos veces, antes de mentirme. 

Mi silencio fue su respuesta.

—¿Tu me llamaste?—pregunté al ver que no añadía nada más.

— Sí, no te vi aquí y me pareció raro.

Nos quedamos en silencio. Suspiré y abrí mi boca dispuesta a contarle la verdad de donde fui y todo lo que escuché, pero entonces me cortó poniendo una mano en mi boca.

— ¿Sabes qué? No digas nada, voy a dar por hecho que te escabulliste por ahí con un guapo y sexy chico modelo, millonario y famoso por lo que su relación debe mantenerse en secreto. ¿De acuerdo?

Asentí sin creerme que lo esté dejando pasar.

—¿Sabes? Confío plenamente en ti, Amy. Se que no mentirías en vano. No preguntaré, pero la próxima buscate una excusa convincente o finge mejor, sino no podré contra la curiosidad, ¿vale?

— De acuerdo.

El timbre que indicaba el término del almuerzo nos obligo a separarnos. Riley me contó sobre lo que hablaron mientras me ausenté como si nada hubiera ocurrido. Luego se despidió de mi con un sonoro beso volado al dejarme en mi salón.

Durante toda la clase no vi a Evan, me senté al lado de Meryl quien me sonrió al verme y conversamos antes que llegara la profesora. Se veia tan ajena a lo que acababa de escuchar. Tenía miles de preguntas por hacer, pero simplemente no cabía en mi mente, me asustaba que su comportamiento cambiara o me hiciera preguntas de como lo sabía, tal vez seguramente le diría a Evan quien posiblemente me haría mas preguntas o algo mucho peor, estaba en desventaja desde cualquier ángulo así que solo me callé y decidí ordenar mis pensamientos. Esos tres chicos ocultaban algo y al parecer necesitaban algo en la casa de Meryl. Lo que sea que fuera debía ser importante para querer meterse.

¿Y si tenían un problema y necesitaban dinero? Eso tenía sentido no era secreto para nadie que los padres de Meryl fueron alcaldes del pueblo muchas veces seguidas y también personas de política, me acuerdo que de niñas Meryl me contaba de las antiguedades, herencia de su familia por años, que guardaban en el sótano. De hecho en el pleno florecimiento de nuestra pubertad me regaló un collar de oro que rescató de ser llevado a un evento de apuestas que organizó su familia hace muchos años, me lo regalo porque dijo que el dije color escarlata combinaba con mi vestido esa noche. Mis manos fueron inconscientes hacia el collar que seguía llevando tras muchos años conmigo. Sus padres nunca sospecharon nada y Meryl dijo que me daba un aire a Gilmore Girls, así que por alguna razón nunca me lo quitaba. Creo que era porque nunca había llevado en mi cuerpo un objeto de tal valor.

Otro pensamiento mas grave surcó mi mente, ¿acaso planeaban robarle a Meryl? Yo sabía donde guardaban su caja fuerte. Siempre que iba a su casa y jugabamos a las escondidas me iba al ático y por casualidad en una ocasión descubrí que escondían algo bajo el piso. El real problema es que si era algo tan peligroso como me imaginaba, Meryl estaba en peligro.

¿Qué hago? Tal vez solo estoy loca dije para calamarme, mi mente divagó por horas el resto del día y cuandó sonó la campana dandonos señal que el día escolar terminó Meryl salió volando a la cancha de futbol porque tenía entrenamiento con el grupo de animadoras.

Yo me quedé un rato hablando con el profesor algunas dudas y para matar el rato leí una hora calculando que faltaba poco para que terminara el entrenamiento de Meryl me dirigí allá. Le había prometido a Riley que iría a mi casa a estudiar hoy y seguramente estaría ahí, nunca se perdía los entrenamientos aunque ella no participara.

Nunca entendí cuál era la necesidad de Meryl y Riley de quedarse a todos los entrenamientos del grupo de animadoras del instituto.

Y en eso recuerdo la razón.

Porque ahí está Angie.

—¡Bien, chicas! ¡Alcen los brazos!—grita una voz chillona, irritante y que solo le provoca daño a mis tímpanos. La voz de Angie me hace arrepentirme de haber querido acompañar a Riley aquí, pero eso no es todo, siento cómo mi cabeza me zumba en cuanto el resto de chicas se unen a ella.

Sus gritos de ánimo solo me estresan. Angie hace unas piruetas raras en el aire sin dejar de sonreír, mientras que un grupo de chicos sentados en la primera grada la observan anonados.
Ruedo los ojos.

—Que espíritu tan antideportivo—se mofa, Riley—Ponle más ganas, mujer—me pellizca la mejilla con diversión. Yo solo pongo cara de mal genio.

Poco más allá, en las gradillas, están sentados Meryl y Evan observando la nueva rutina de baile de las animadoras. Ruedo los ojos otra vez y me acerco a ellos sin saber por qué, hace rato que hablan juntos no sabía que tenían una relación mas cercana y de pronto tiene más sentido después de lo que acabo de descubrir. Tal vez eran más cercanos de lo que aparentaban. Mis ojos se van directos a Evan. No parece percatarse de mi presencia en el patio, ni en las miradas inquisitivas de Riley hacia mi. Está sentado en las escaleras. Su espalda está apoyada en la pared y tiene las piernas estiradas sin ninguna preocupación.
Me siento al lado de ellos.

—Con que aquí estabas, Amy—dice Meryl una vez me mira. De inmediato, Evan se gira hacia mí en cuanto escucha mi nombre. Me sonríe y hago un esfuerzo por no soltar todas mis preguntas.

—H-Hola—cuesta admitir que la fijeza en su mirada me pone nerviosa. A Evan el temblor en mi voz no se le pasa desapercibido.

—No te había visto—exclama todavía con la frente arrugada.

—Mañana tendré examen de química—añade Meryl en un intento de aliviar la tensión.

—Yo de Biología—concuerda Evan. Su voz sale forzada y siento que tal vez estoy incomodando en su conversación.

—Quisiera ir a tu casa—me dice Meryl apenada, generalmente viene para que estudiemos juntas—Pero me temo que estoy castigada.

—¿Qué hiciste?—le pregunta Evan.

—Diré que mis padres se enteraron de algunas cosas—soltó un risa seca y por la mirada que compartieron sentí que había información que solo ellos sabían. ¿Acaso ellos...?—. Así que estaré castigada está semana.

—Ah—Evan parece comprender, aunque dudo que sepa lo estrictos que son sus padres con los castigos, luego cambiando completamente de tema me dijo—Riley mencionó que siempre va a tu casa antes de un examen.

—Estudiamos juntas.

—Me preguntaba si podría ir yo hoy—me toma por sorpresa—. Riley esta muy encantada de que vayamos los dos. He pensado que tal vez podamos estudiar juntos. Tengo entendido que mañana también tienes examen de biología.

Casi se me escapa preguntarle: «¿No que irías a casa de Meryl?»

—Claro, no tengo ningún problema entonces, ¿a qué hora estarás pasando?

—Podríamos ir juntos.

—¿Eh?

—Lo que oíste. Apúrate.

Se para de las escaleras, echa la mochila a un hombro y jala de mi muñeca. Meryl nos ve confundida, pero no dice nada. Riley, en cambio, sigue sin importarle lo que pase y continúa tecleando algo en su celular.

—Ey. No soy un perro. Puedo caminar sola—le digo cuando empieza a arrastrarme por los pasillos.

—Shhhh silencio, Sherlock—me calla poniendo el dedo índice en mis labios.

—Amy. Mi nombre es Amy.

—Claro...—sonríe maliciosamente— Einstein.

Este chico no tiene remedio. Escuchamos una risita, me giro, Riley se encuentra detrás nuestros, nos observa divertida. Y al darse cuenta de que la escuchamos se tapa la boca, pero sé que detrás de su mano sigue con una sonrisa. Evan y yo rodamos los ojos.

—Lo siento—se disculpa— Solo los seguí para entregarle esto a Amy— me tiende mi móvil— Lo olvidaste en las gradas—vuelve a vernos a Evan y a mí y sonríe de oreja a oreja—Ambos son muy adorables. Bueno ustedes vayan yendo los alcanzaré mas tarde cuando termine el entrenamiento de Angie.

Nos ve con sus brillantes ojos una vez más y se va de vuelta donde Meryl. Evan no dice nada y se queda pensando un rato. Le toco el brazo para que despierte de sus pensamientos.
El abre más los ojos y sacude la cabeza volviendo a la realidad, presiento que nota la duda en mis ojos.

—No es nada—me dice esperando que me lo crea. Decido no forzarlo a hablar.

Cuando llegamos al aparcamiento sube a la motocicleta y me tira el casco que con las justas logro atrapar. Me lo pongo, pero no consigo abrocharlo.

—Deja, yo lo hago—aparta mis manos delicadamente y lo abrocha. Luego me da tres palmaditas en la cabeza como si yo fuera su mascota—Ya está, vamos, Sherlock.

—¿Y tú?—lo señalo.

—¿Yo qué?

—¿No llevarás casco?

—Solo tengo uno y prefiero dártelo a ti—me arrepiento de haber preguntado al instante que empiezo a sentir el rubor subir a mis mejillas. Él ni parece notarlo lo maldigo porque es consciente de lo que hace y le da igual. Evan se sube a su motocicleta y me mira esperando que imite su acción.

Pero no lo hago. Me quedo parada, pensando. ¿Cuando me suba debería agarrarme de él? ¿O lo mejor sería agarrarme de los extremos del asiento?
Mejor no me aferro a él. Tal vez se lo tome a mal.

—Ey, tranquila—la voz de Evan me hace salir de mi pequeño cuestionamiento mental—Tiemblas como si fuera a asesinarte—bromea. No respondo, solo jugueteo con mis pies todavía pensativa. La anterior vez que subí no me agarré de él, tal vez deba hacer lo misma esta vez—Puedes aferrarte a mí si quieres. No hay problema—responde a mi pregunta mental.

—Nunca dije que quisiera agarrarme—le refuto y el parece verme con ternura.

—Entonces porque te sonrojas y me miras así— que me diga estas cosas no le ayuda en nada a mi cara. Me subo en la moto sin verlo y, como me lo permitió, rodeo su torso, mis manos se aferran en su pecho y siento una corriente eléctrica. Evan se retuerce un poco, aunque parece quitarle importancia.

                       ***

Tal vez si hubiera hablado antes, podría haber evitado todo esto.

Tal vez despedirse de Rossy no hubiera dolido tanto.

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