A Dallon siempre le sorprendio la manera en la que cada parte de su anatomia encajaba con la de Ryan. La manera en la que sus manos parecían estar hechas para estar juntas, como los labios del menor recorrían su cuello.
Ahora estaba solo, sentado en una cama demasiado grande para él.
La luz tenue que que dibujaba una sombra caprichosa con la cortina. La risa de Ryan que aun resonaba en las cuatro paredes de esa habitación que tantas veces se lleno de estrellas cuando estaban juntos.
—No me iré de tu lado, moriremos después— le dijo alguna vez entre besos que sabían a vodka y arándanos.
Dallon necesitaba un poco de Ryan, solo para sobrevivir. Respiró pesadamente, y se tiro a ver las inverosímiles manchas de su techo. Su mente, oh su maldita mente, le trajo el vivido recuerdo de aquella tarde que, muy cerca, Ross se acostó a su lado.
—parece una jirafa— dijo refiriéndose a una de esas manchas sin forma definida,con su meliflua voz. A pesar de que Dallon fuera el artista, nunca se detuvo a mirar de esa manera la humedad que se condensaba en su techo.
Cada día se convencía que la ataraxia que sentía junto a él, nunca la volvería a encontrar.