¡Mi vecino es stripper!

By Itsbeautifulove

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Freya Harrison nunca llegó a pensar que su vida cambiaría por completo al decidir pasar el verano junto a su... More

¡Mi vecino es stripper!
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
[Libro 2] ¡Mi novio es stripper!
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
EXTRA
EXTRA 2
¡Embarazada y en problemas!
¡Una fuga y un juguete sexual!
¡Inocente!
¡Un empujón más y...!
¡Un parto prematuro, y alguien del pasado!
Bye, bye, Troy!
¡Un año después!
[Libro 3] ¡Mi hijo es stripper!
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo final

Capítulo 18.

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By Itsbeautifulove




—     No lo volveré a decir —cada vez estaba más nervioso. Podía ver como su mirada desprendía ira, y sobre todo una necesidad que no llegué a comprender. —Tienes que darme todo lo que llevas encima.

Él ni siquiera estaría satisfecho con lo poco que llevaba. Cometí el error de tentarle, así que no pararía hasta sacarme una gran cantidad de dinero.

El hombre bebido con ropa de mendigo, siguió clavando sus sucias uñas en mi antebrazo. No tenía tiempo para asquearme, el miedo me paralizó, algo raro en mí.

La sonante voz con la que le grité minutos anteriores, desapareció por un llanto. Sí, estaba llorando. Podía sentir la afilada hoja de metal contra mi cuello, robándome el aire.

Solo pensé en la ira de mi padre cuando se enterara que había salido de casa sin permiso. Pero estaba muy equivocada. Mi muerte lo derrumbaría por completo.

Forcejeé con su cuerpo, intentando liberarme de los brazos que me sujetaban y me hacían mucho más débil de lo que era. Estar bajo una farola que no alumbraba, no era mi ayuda, ya que nadie nos podía ver. Éramos sombras en una noche que poco a poco empezó a ser fría.

—     ¡Socorro! —grité.

Cuando los inyectados ojos en sangre del hombre me miraron por el gritó que solté, me empujó para tirarme contra el suelo y poder tener un acceso más directo a mis bolsillos o cuello.

¿Iba a morir?

—     ¡Eeh! —unos acelerados pasos resonaron en la solitaria calle.

No miré al chico que se acercaba hasta nosotros, solo me quedé mirando mi rodilla. El imbécil consiguió que cayera contra la botella de alcohol que él mismo arrojó.

Los cristales quedaron ocultos bajo la piel de mi rodilla. La sangre cubrió mis manos, y parte de la acera.

—     Llamaré a la policía.

Aquellos no fueron los únicos gritos, después de él llegó otro chico que encaró al alcohólico.

Alcé la cabeza lentamente encontrándome con uno de mis héroes de la noche. Era Daniel, el chico que nos dejaba entrar en poom's sin identificación.

Le sonreí, olvidándome del terrible dolor.

—     ¿Estás bien? —preguntó levantándome del suelo.

Asentí con la cabeza.

—     Sí —los gruñidos del fondo me callaron—.¿Y tu amigo?

Esperaba que su amigo, el que fue detrás de él, estuviera bien.

—     Ethan se las apañará.

¿Había dicho Ethan?

Daniel siguió caminando conmigo en brazos, y aproveché para mirar por encima de su hombro, encontrándome con Ethan golpeando al hombre que intentó robarme lo poco que llevaba.

El mendigo se encontraba en el suelo, arrodillado y con las manos tapando la hemorragia nasal. No solo había sangre mía, también la de él, pero ese hombre no era un inocente.

—     Gracias —susurré fija en Ethan.

Él dejó de golpear al hombre, y se miró los puños. Estaba vestido con un blanco albornoz, como si hubiera dejado a medias un espectáculo y hubiera salido corriendo solo para ayudarme a mí. Imaginé que Daniel le había avisado que fui a verle, y después mis gritos los alertaron.

Me encontré con su mirada y temblé; no era por el dolor en las rodillas, era su mirada que seguía poniéndome nerviosa.

La música del club resonó en mis oídos. Las mujeres seguían gritando por los atractivos bailarines que había sobre el escenario. El chico que me sujetaba caminó por un pasillo, hasta detenerse delante de una puerta con el número seis.

Quedé sentada en una pequeña silla delante de un camerino muy masculino; ya que todas las prendas de ropa estaban desordenadas.

—     Ahora vendrá Ben. Es enfermero por las mañanas.

Era increíble...en poom's todos eran chicos interesantes.

¿Por qué un enfermero trabajaba por la noche?

Era todo un misterio.

Un misterio que no quería conocer. Ya que todos teníamos un secreto que guardar.

—     ¿Y Ethan? —pregunté mordiéndome el interior de la mejilla por el dolor.

Seguramente mi padre ya hubiera acabado con esos terribles pinchazos que sentía en la rodilla.

—     Enseñando a ese vagabundo borracho que no vuelva más por aquí. Es cierto que unas clientas denunciaron un robo, pero no sabíamos que volvería a hacerlo.

—     ¿Ya ha pasado en más de una ocasión?

—     Sí. Si te das cuenta este negocio atrae a mujeres adineradas —y tenía razón. A un lado del asiento que estaba ocupando, había una enorme bota de cawboy llena de billetes—, así que es más fácil para ellos venir aquí y atracar a cualquiera con un bonito vestido o llamativo abrigo.

Pero mi vestimenta era sencilla.

Lo más seguro fue la provocación. El plantarle cara.

Alguien golpeó la puerta.

—     Que herida más horrible —el hombre entró casi desnudo. —Estira la pierna, déjame ver.

Hice lo que me pidió. Al tener las piernas al aire, las heridas fueron más graves. Limpió la herida, y con unas pinzas que le dio una mujer mayor que pasó (y parecía la propietaria del lugar) sacó cada cristal.

—     Cuanta sangre —dije esperando que parara con esa fuente rojiza que me llegó a asustar.

No podía llegar de esa forma a casa.

Ben rió.

—     Dame unos minutos que te ponga unos puntos de papel.

Estaba tan fija en sus manos, que no me di cuenta que Ethan estaba delante de nosotros, dándonos la espalda y mirando a través del enorme espejo que había.

No quería mirarme.

Me odiaba.

Quien se dio cuenta fue el enfermero.

—     A Ethan le da miedo la sangre.

—     ¡Cállate! —gruñó enfurecido. —Tienes que ser más rápido, tengo que llevarla a casa.

El corazón brincó dentro de mi pecho. Iba a llevarme a casa.

Tardó unos minutos más en ocultar los cortes con unas vendas, y alborotó mi cabello cuando le agradecí todo lo que había hecho.

Al salir por la puerta me di cuenta que su trasero estaba al aire, y que solo había una fina tira en medio de cada cachete.

Ethan llamó mi atención chasqueando unos dedos.

—     ¿Eso era...—no me salía decir "tanga".

—     Es el uniforme de este negocio.

Él empezó a vestirse, mientras que yo me quedé sorprendida.

—     Pensaba que solo las mujeres lo usaban.

—     Pues ya ves que no —era frío.

Normal.

—     Puedo coger un taxi. Tú tienes que seguir trabajando —cuando se puso los pantalones busqué ese "uniforme", pero mi vecino llevaba un bóxer ajustado.

—     Ni siquiera sé qué haces aquí.

Agradecí que me recordara mi visita sorpresa al lugar donde trabajaba.

Bajé la cabeza avergonzada.

—     Mi padre te echa de menos. Para él eres como un hijo...—suspiré—, y yo cometí el error de decir esas palabras horrendas.

—     Freya —se arrodilló delante de mí, sujetándome el tobillo con sus largos dedos—, era lo mejor.

—     Pero está preocupado por ti.

Sentí como su cabello rozó mi muslo. Más tarde, una presión sobre la herida, me hizo gemir por el duradero dolor que seguía pasando desde mi cabeza hasta los dedos de mi piel. Ethan había besado las gasas sin decir nada.

—     Necesitaba salir del apartamento.

Volvió a levantarse.

—     ¿Puedo preguntar dónde vives?

Aunque no tenía ese derecho.

—     Con Effie.

Hubiera preferido no saberlo.

Estaba arrepentida. Y no podía hacer nada, salvo mirar una vez más sus enormes ojos azules, que se encontraban apagados, casi sin vida.

—     Te llevaré a casa.

Coloqué ambas manos sobre una mesa pequeña, e intenté levantarme sin pedir ayuda. Parecía que el tobillo estaba fracturado, ya que solté un grito cuando acomodé mi pierna en el suelo.

Él se rascó la nuca, arrodillándose delante de mí para moverme el tobillo. Anteriormente sus dedos no me hicieron daño, pero al girarlo podía ver las estrellas.

—     Parece un esguince.

—     No puedo ir al hospital —confesé—, mi padre no sabe que estoy fuera de casa.

—     Deja de romper las normas, Freya —dijo como si fuera una completa desconocida para él—. Tienes diecisiete años, respeta a tus adultos.

Quería quejarme, decirle que él no tenía ningún derecho a regañarme por mis actos. Pero Ethan me levantó del suelo, dejando los brazos por detrás de mis rodillas, cargándome en peso como lo había hecho anteriormente Daniel.

Temí dejar mi brazo por encima de sus hombros. Al no llevar camiseta, su piel ardía contra la mía. No podía respirar, estaba perdida en las mejillas de Ethan.

Adentró mi cuerpo en el interior del coche que él conducía, y seguimos un camino en silencio, sintiendo como el odio era más denso y mis arrepentimientos estaban a punto de salir.

—     Lo sie...—quise decir pero él me paró.

—     No. No digas nada —frenó. Bajó del coche y lo rodeó para llegar hasta mí—. Agradecería tu silencio.

Su tono de voz no me gustaba.

Me obligó a pasar un brazo por sus hombros, y levantó mi cuerpo sin ningún problema. Fue rápido subiendo las escaleras, y cuando quedé delante de la puerta de mi apartamento, lo frené por el pantalón.

—     No lo entiendes, Ethan...

—     No lo entiendes tú, Freya —se inclinó un poco hacia delante, casi podía sentir su aliento contra mi nariz. Cerré los ojos, esperando aquel beso que solía dejar sobre mi frente. No lo hizo. —Buenas noches.

Lo vi marchar sin mirar atrás.




POV ETHAN.

Quedé sentado en la cama sin hacer ruido. Apoyé los codos en mis piernas, y tapé mis ojos con la palma de las manos. No sabía que me pasaba, pero ver a Freya volvió a cambiarme por completo. Llevaba dos semanas irritado con todo aquel que se me acercara, y al verla, al verla era como si nada hubiera cambiado.

Pero fui frío, porque era lo mejor para ambos.

Sentí un brazo sobre mi desnudo pecho. Unos labios recorrieron mi espalda, y se detuvieron en mi cuello.

—     Cariño —se arrastró por nuestra cama—, te estaba esperando.

—     Effie —apreté los dedos cuando noté que estaba desnuda.

—     Quiero que me hagas el amor.

No era una buena noche, no cuando una menor estaba en mi cabeza.

Y sentía ira, algo que no combinaba con hacer el amor.

Lamió el lóbulo de mi oreja, algo que me despertó por completo.

La luz de la noche me ayudó a verla en la oscuridad de la habitación.

—     Estás preciosa —dije.

Gateó por la cama y se lanzó para besarme como una gata salvaje. Acomodó su pecho contra el mío, y pasó ambas brazos alrededor de mi cuello. La obligué a que me abrazara con sus piernas, y posé mi mano sobre el trasero.

Lentamente fuimos cayendo contra la cama. Su espalda chocó contra el colchón, e interrumpí el beso.

—     ¿Qué pasa?

Ella me miró con las mejillas enrojecidas.

—     Túmbate tú —nuestra postura cambió.

Me tumbó de espaldas en la cama, y siguió con el dulce beso. No apartó en ningún momento sus pequeñas manos de mi pecho, y yo seguía aferrado a su trasero...suave y cómodo culo que enloquecía mis sentidos.

Se colocó encima de mí, bailando sobre mi entrepierna mientras que reía. Estaba calentándome como de costumbre, quería volverme loco hasta suplicar.

Fue capaz de mordisquear mis labios, y cuando quería ese beso que no tenía intención de llegar, gemí por quererla más cerca de mi boca.

—     Estás volviéndome loco.

—     ¿En serio? —parecía una niña inocente.

—     ¡Sí! —grité girándola hasta derrumbarla contra la cama y quedando sobre ella. —Tienes los pezones duros, Effie, sabes que me encanta morderte.

Y era cierto, estaban duros como piedras. Mi pulgar pasó sobre ellos, deleitándome con el gemido entrecortado que soltó avergonzada por el miedo de que sus amigas la escucharan.

Me incliné para morder, a la vez que mis dedos bajaron por su vientre notando la humedad de su sexo ardiente.

Apreté la palma de mi mano contra su hinchado clítoris, y seguí moviendo dos dedos muy dentro de ella.

—     Bésame —bajó el tono de voz— Ethan.

Ese bésame no era en los labios.

Mis labios tocaron lentamente su obligo, y saqué la lengua para lamer cada parte de su piel. Poco a poco caí contra su monte de venus, el cual estaba preparado para mí.

—     Siempre sabes tan bien —saboreé su esencia.

Golpeé su carne con mi lengua, notando en mi mano como su cuerpo no dejaba de moverse para querer que la penetrara. Mi nombre gemido por su voz motivó a mi cuerpo a que no me detuviera.

Estaba a punto de llegar al orgasmo, cuando Effie necesitaba que le enterrara con mi miembro hasta hacerle gritar.

Pero no podía.

Ella gritó complacida por el sexo oral, y yo seguía sin reaccionar.

El sexo era genial; me gustaba follar con ella. Y estaba bloqueado. Lamer su sexo mientras que la embestía con mis dedos no empalmó mi pene.

—     ¿Ethan?

Quedó sentada al igual que yo.

No podía decirle que no podía seguir.

Effie lo entendió.

Sonrió, y entrelazó mis manos con la suya. Tirando de mi enorme cuerpo hasta dejarlo sobre el suyo. Sentí sus pechos contra mi mejilla y labios, y sus dedos tocando mi cabello para que me durmiera.

—     Necesito que me hagas un favor.

—     Lo que quieras—seguía con la voz entrecortada.

La miré, sabiendo que ella estaría para mí siempre que quisiera.




POV FREYA.

Eran las seis de la mañana. El sol estaba a punto de salir, y ni siquiera había dormido. Las horas pasaron tan rápidas, que solo me dio tiempo a pensar en Ethan.

¿Qué estaría haciendo?

¿Pensaba en todo lo que me odiaba?

¿O para él era sencillo olvidar?

Me senté en la cama, mirando el oscuro esmalte que llevaban mis uñas. Giré un poco el cuello al notar un reflejo de luz saliendo de la ventana de mi vecino.

¡Ethan había vuelto!

Necesitaba hablar con él, pedirle perdón por todas las estupideces que solté sin pensar.

Desde su llegada en la vida de mi padre, él ni siquiera había pensado en el divorcio con mi madre. Estaba feliz por tener al hijo mayor que nunca tuvo.

Casi a rastras con el dolor en la pierna, salí de casa evitando el ruido o el llanto. Estaba muriendo, pero aguantaría hasta quedar delante de él.

La puerta estaba abierta.

—     ¿Ethan? —no grité.

Alguien se acercaba.

Estaba tan nerviosa que no sabía cómo actuaria.

Pero cuando llegaron hasta mí, mi sonrisa se esfumó. Un pequeño cuerpo saltó contra el mío, abrazándome con fuerza y soltando una risa que llegaba a ponerte de los nervios.

—     ¡Freeeeeya! —no se había dado cuenta que los vecinos podían despertarse. —Cuanto tiempo.

Sí...había olvidado que en el mundo de Effie yo era una de sus mejores amigas.

¡Ufff! Que desastre de chica.

¿Cómo podía estar Ethan con ella?

Normal, seguramente sus pechos eran operados, y fue en lo primero que se fijó.

—     ¿Q-qué haces aquí?

Miré al interior del apartamento, esperando a que Ethan saliera.

—     Le estoy haciendo un favor a mi novio.

—     ¿Qué favor? —era todo tan extraño.

—     Recoger sus cosas, deja el apartamento.

Primer golpe a mi corazón.

—     ¿Por unas semanas? —necesitaba saber el tiempo.

Effie cerró la puerta y pegó un cartel que decía.

SE ALQUILA


Y abajo había un número de teléfono.

—     Para siempre —.

Segundo golpe.

Cada vez me costaba más respirar.

No podía mirarla a los ojos, evitando que me viera llorar.

—     ¿Estás bien? —se preocupó por mí.

Antes de que dejara su mano sobre mi hombro, me aparté de ella diciéndole que estaba bien. Seguí arrastrando mi pierna, porque necesitaba refugiarme en casa.

Cerré la puerta haciendo el mayor ruido.

Dejé de respirar y me derrumbé contra el suelo llorando, y pidiendo ayuda.

—     ¡Papá!

Sentía dolor en mi corazón.

—     ¡Papá! —insistí más veces.

Él llegó asustado hasta mí, cogiéndome en sus brazos porque no podía dejar de temblar.

—     Cielo, ¿qué te pasa?

La palidez llegó a mis mejillas y labios.

—     N-no puedo respirar.

Algo oprimía en mi pecho.

—     ¡No puedo respirar! —lloré contra su pecho.

—     Tienes que calmarte, hija, estás teniendo un ataque de nervios.

No podía mirarlo.

—     Lo hemos p-perdido —tartamudeé—, para siempre.

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