Un Cliché desComunal •TERMINA...

By Thyfhanhy

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De una adolescente torpe, dos hermanastros de bellas sonrisas, una amiga fiel, una Fresita y 1Fan enamorado. ... More

IMPORTANTE
|SINOPSIS|
|CAPÍTULO O1|
|CAPÍTULO O2|
|CAPÍTULO O3|
|CAPÍTULO O4|
|CAPÍTULO O5|
|CAPÍTULO O6|
|CAPÍTULO O7|
|CAPÍTULO O8|
|CAPÍTULO O9|
|CAPÍTULO 1O|
Especial I ▪Fresita▪
|CAPÍTULO 12|
|CAPÍTULO 13|
|CAPÍTULO 14|
|CAPÍTULO 15|
|CAPÍTULO 16|
|CAPÍTULO 17|
|CAPÍTULO 18|
|CAPÍTULO 19|
|CAPÍTULO 20|
|CAPÍTULO 21| P1
|CAPÍTULO 21| P2
|CAPÍTULO 21| P3
|CAPÍTULO 22|
|CAPÍTULO 23|
|CAPÍTULO 24|
|CAPÍTULO 25|
|CAPÍTULO 26|
|CAPÍTULO 27|
|CAPÍTULO 28|
|CAPÍTULO 29|
|CAPÍTULO 30|
|CAPÍTULO 31|
|CAPÍTULO 32|
|CAPÍTULO 33|
|CAPÍTULO 34|
|CAPÍTULO 35|
|EPÍLOGO|
Nota cariñosita, amorosita y angelical... como la autora

|CAPÍTULO 11|

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By Thyfhanhy



Lo más gracioso que una persona puede hacer es buscar una venganza rápida teniendo aún la cabeza caliente y sentirse como la mismísima Sharpay Evans, como si todos realmente estuvieran pendientes de los actos que cometes y en el interior te alabaran y/o temieran.

Sí, no es gracioso en su momento. Ahora, un par de horas después me puedo reír, aunque es un poco más para mermar la vergüenza monumental que siento y que trato de dejar para considerarla en la noche, cuando ya no escuche sino a mi propia conciencia regañandome.

Luego de que volví a la clase de artes sentía cada músculo de mi cuerpo en alerta, unos por rencor, otros por tristeza, otros por ingenuos, pero alterados completamente y no podía quitar de mi mente la imagen del perro ese coqueteándole a mi casi prima en su primer día. O sea, se suponía que teníamos una relación o semi relación o un semi algo y entonces viene él y se olvida de todo para pelarle el diente a la primera que se le cruza y que de paso es mi prima.

Acá viene mi momento vengativo/gracioso/vergonzoso, ya verán —leerán—. Salí al pasillo luego de que el timbre sonó y arribé a mi casillero echando humo por las orejas y escupiendo los cadáveres de las maripositas que Ethan me mató con sus acciones.

Ashley llegó sonriente pero al verme se le fue el entusiasmo.

—¿Se te metió la tanga muy adentro?

Solté una carcajada olvidándome por un momento de Ethan. Ashley rió conmigo.

—¿Qué?

—No me gusta esa cara que tenías, así que la cambié —aclaró con obviedad—. La maga, me dicen. Ya, ¿qué pasó? ¿no pudiste dibujar el estúpido frutero que Grimmer nos pone a dibujar a todos?

—No, es el estúpido de... —Las palabras se me quedaron a la mitad cuando recordé que Ashley no sabía de Ethan y de mí. Ash inclinó su mentón, pidiendo que continuara. Balbuceé por medio segundo antes de arreglarlo—... del baile.

—¿Aún no quieres inscribirte?

En ese momento vi a Ashley como un ángel guardián que me daba la idea perfecta para mi perfecta venganza para con Ethan.

—Al contrario, creo que soy estúpida por no haberme inscrito. Vamos ahora.

Al parecer fui lo suficientemente contundente con mi desinteresada propuesta pues Ashley solo se encogió de hombros y sacó de su mochila un pedazo de papel que arrancó de un cuaderno. Agarré mi bolígrafo azul y lo apoyé sobre un libro.

—Solo debes poner tu nombre y si quieres invitar o ser invitada.

—Ser invitada —dije en voz alta y luego lo anoté junto a mi nombre—. Listo. ¿Cuál es el casillero de Samantha?

—Vamos, es allí no más, no es lejos.

La seguí y giró dos veces en las esquinas para luego llegar a una puerta metálica, que de no ser por su tono negro matte, sería igual a los demás. El resto son grises y sosos.

—¿Es este? Esperaba flores y corazones y colores amarillos con verdes que no combinan decorando.

—Sí, ¿verdad? Todos creemos lo mismo. Samantha es extraña —meditó en voz alta—. Y ahora que lo pienso, nunca he visto que Sam abra su casillero. Pero mira, ahí está la cajita.

En contraste con el oscuro casillero, la cajita tenía ahora un decorado de corazones en toda la gama de rojos y rosas, y un pequeño cartelito que decía «Anímate». Metí mi papelito doblado en dos y luego como por conspiración de la vida en el intento de llenar mi ración diaria de vergüenzas, Ethan apareció por el siguiente pasillo junto a dos chicos más, a unos seis metros de allí. Ni siquiera yo, que dentro de mi mente soy más calmada de lo que ven los demás, puedo darme ánimos diciendo que fue sutil mi manera de recostarme contra el casillero y levantar casualmente la pierna, en la gesticulación corporal más despreocupadamente preocupante que pude adquirir.

Una risita entre dientes fue proferida por Ashley aunque creo que por respeto no la soltó en voz alta... en ese instante.

—¿Qué estás...?

Justo en ese momento, Ethan casi llegaba a nuestra altura y en un tono claramente alto para que él escuchara, exclamé:

—Espero que el chico más lindo del colegio sea emparejado conmigo.

Quise hacer ese movimiento sexy de Sharpay de mover el cabello en modo diva pero un par de mechones se me enredaron en los aretes y otro par terminaron en mi lengua. Me los retiré con cuidado con los dedos y puse dramáticamente ambas manos en mi cintura, en la pose más rígida y no indiferente del mundo; en ese instante, Ethan cruzó su mirada confundida con la mía.

—¿Y eso por...? —murmuró Ash, pero yo no le puse atención.

—Y ojalá no sea un jugador del equipo de fútbol. —Logré ver de reojo que Ethan abrió más los ojos con un gesto que quería reír y preguntar al tiempo y a mi mente solo se le ocurrió añadir—: Y que tenga barba.

Ahí, justo ahí, pude ver que Ethan y los dos compañeros que lo acompañaban rieron por lo bajo, más un par de chicas de otros cursos que estaban en el casillero de enfrente. Seguí mirando a Ethan hasta que se perdió por la otra esquina y al tenerlo fuera de mi vista, relajé la postura, sintiendo las mejillas calientes como la rabia que tenía.

—¿Qué rayos fue eso?

—¿Qué fue qué?

—Ese... —Ash articuló con las manos una parodia de mi pose de hace unos segundos, haciendo una mueca graciosa en medio, retrayendo el labio inferior y abriendo mucho los ojos— lo que sea que hiciste.

—Solo te decía de forma casual...

—¿Casual? Es más casual que un gnomo aparezca en clase de artes diciendo que va a pintar un unicornio. ¿Qué te pasa con Ethan? No estarás pensando en volver a... no sé, conquistarlo o atraerlo o... algo, ¿o sí?

—Pfff... —resoplé. Una y otra vez, blanqueando los ojos—. Pfff... ppffff...

—No me pffffes a mí —replicó—. Dime qué pasa.

—Es que... —Iba contarle, juro que ya había armado el valor para aguantarme el bien merecido sermón, pero entonces vi a Cristina caminando en nuestra dirección, aunque no nos había visto—. ¡Corre!

Agarré a Ashley del brazo y arrancamos a correr hacia el otro lado, hacia la salida que daba al campo de deportes. Bajo el sol de un martes al mediodía, corrimos por unos metros hasta que nos pudimos meter en la parte interna de las graderías metálicas.

—¿Por qué huyes de fresita?

Tomé aire, dispuesta a soltar toda la historia en una bocanada y cuando me recuperé de la carrera, lo dije apresuradamente, omitiendo su pregunta y el nuevo apodo que le tenía a Cristina.

—Se supone que Ethan y yo tenemos una especie de relación en secreto, más o menos desde hace... cuatro días pero entonces hoy la tonta de Crespina llega y este pendejo va y le coquetea en la sala de enfermería; ni siquiera sé qué hacían en enfermería. El caso es que no me había inscrito en el baile porque planeaba secretamente de algún modo con alguna posibilidad asistir con Ethan, pero como pasó esto con Cristina pues quise vengarme e inscribirme y decir eso para herirlo aunque posiblemente le valga una mierda espacial al imbécil y no quería contarte porque sé que me vas a sermonear y lo entiendo, yo también me sermonearía en momentos así y...

Ashley puso su palma abierta sobre mi boca y me miró ceñuda. Cuando estuvo segura de que iba a quedarme callada, me soltó y limpió mi baba de su mano con su pantalón.

—¿Mierda espacial? —preguntó.

—Ya sabes... infinita.

Me observó sin el menor gesto por unos segundos en los que sentía mi rostro enrojecer más y más por el posible reproche que me esperaba. Entonces soltó a reír.

—¿Qué es tan gracioso?

—¿Esa escena tan absurda de hace cinco minutos fue para darle... celos a Ethan? ¿Celos, Emily?

Agaché la mirada.

—Del 1 al 10, ¿qué tan penosa estuvo?

—La escala numérica no contiene una cifra que defina tu escena. Dios, eso fue ridículo, Emily. —A veces no sé si debo amar a Ash por ser tan sincera o enojarme con ella, pues me hiere, pero sé que tiene razón en todo. Cuando ya me estaba enojando, ella consiguió controlarse un poco—. ¿Haces todo eso cada que alguien te gusta?

—¿El ridículo? Sí... bueno, no, ninguno me había gustado así...

Como si la cuerda que le había dado a Ashley para que riera de esa manera se hubiera acabado, su burla se cortó de repente.

—¿Ethan es el primero que te gusta? ¿Nunca has tenido novio?

—No... bueno... —Lo pensé por un par de segundos, meditando si debía inventar algún romance para no parecer tan patética, pero opté por no mentirle más... por ahora—. No.

—¿En serio nadie se ha enamorado de tu ridícula manera de actuar? —ironizó.

—¿Eso es retórico o esperas respuesta?

—Bien dicen que el error más grande de la adolescencia tiene el nombre del primer amor —dramatizó—. Pero pudiste escoger mejor.

—Eso no se escoge.

—Eso es cierto —concede, con seriedad.

—Él simplemente me gustó y me correspondió y me sentí bien... solo que no sabía que le correspondía a cualquiera que se le atravesara.

—Vamos, sí lo sabías.

—Bien, no quise aceptarlo. Estado de negación, ¿contenta?

—No contenta, pero sí conforme de que al menos lo admitas... —Ash hizo una pausa—. Entonces te inscribiste al baile solo para enojarlo. —Volvió a su tono burlón.

—Algo así... igual yo sí quiero ir al baile y si alguien desagradable aparece en mi puerta ese día, nos vemos adentro y estaré contigo.

—No te aseguro nada, si yo sí voy con el amor de mi vida, no esperes que te consuele mientras pierdo mi oportunidad.

—¿Pondrías al amor de tu vida por encima de tu amiga?

—Tú lo hiciste y eso que no es el amor de tu vida —contestó. Admitiré que eso sí me dolió y creo que fui obvia en la expresión que puse—. No es lo mismo, pero...

Unos ecos profundos pero estruendosos y seguidos dejaron callada a Ashley. Levantamos la mirada para mirar las sombras de dos personas que subían las escaleras hasta la tercera hilera y se sentaban. Solo alcanzábamos a ver una parte de la suela de sus zapatos pero definitivamente eran dos chicos.

—¿Viste a la chica nueva? —dijo uno, terminando con un silbido de esos obscenos que detestas que te den cuando vas por la calle. Ashley y yo coordinamos una mueca de desagrado—. Está que arde. Se ve tan dócil e ingenua.

—Par de imbéciles —espetó Ash en un susurro despectivo—. Vámonos.

Me tomó del codo, pero hice fuerza para que no me moviera. Eso me interesaba. Junté mis manos a modo de súplica a Ash de que esperara un poco porque deseaba escuchar qué más decían; con un gesto de reproche, accedió, pero se alejó, quedando más cerca del extremo, para salir más rápido.

—Esas piernas que tiene —respondió el otro—. Si todas usaran ropa así, vendría con más ganas a estudiar.

—Pero ese bizcocho no está disponible —argumentó el otro, con un tono ahogado y grave, debía de tener la boca llena; estaban comiendo pues era la hora de receso de todas maneras—. Ni lo estará para ti.

—¿Por?

Me preparé mentalmente para escuchar cómo charlaban del nuevo enganche de Ethan, el rompecorazones. Sin embargo, no me preparé para la respuesta:

—Es novia de la porrista nueva. Hoy llegaron juntas y tomadas de la mano y se despidieron con un beso para ir a clases.

Miré a mi rubia amiga que estaba a punto de partirse de la risa y ponía sus manos sobre su boca. Solo porque no deseaba más vergüenzas el mismo día yendo a reclamar y por ende revelar que había estado espiando, los dejé seguir hablando sin intervenir para defenderme de las difamaciones que estaban haciendo de mí.

—Uuff, ¿en serio? Quisiera haber visto eso —respondió el primero con sorna—. Ya sabemos quién es la activa y quién la pasiva.

Compartieron una risotada y yo quería enterrar la cabeza en la tierra o desvanecerme para dejar de ser el chisme de todo el mundo y lo peor es que todo era falso. Más o menos... sí llegamos juntas pero no hubo beso, malditos mentirosos.

—Es claro. Esa porrista lesbiana es alguien con quien no quisiera estar. Demasiado altanera. Quizás por eso le va tan bien con su novia, ella se ve muy manejable.

—Aunque hay que admitir que se mueve de una manera... —Hizo un sonido grotesco que produjo risa en el otro. Sentí náuseas de saber que hablaban de mí, aun sin saber quiénes eran los que hablaban—. Lástima que no se queda callada.

—Sí... una mujer por más bonita que esté, si no consigue guardar silencio no sirve de nada.

—Aunque sí me serviría un buen rato con alguna de las dos...

Una buena bofetada es lo que les serviría a ese par para dejar de ser tan idiotas y asquerosos. Por un segundo me pregunté si Ethan hablaba de esa manera cuando estaba con sus antiguos amigos.

Cuando miré a Ash, su risa había desaparecido y parecía querer ir en ese instante a plantarles sus buenos puños en la cara por todo lo que decían, por lo que decidí salir con cuidado de no ser vistas e ingresar de nuevo en el edificio.

—Esos hijos de puta creen que las mujeres somos objetos para su gran puta distracción —bramó Ashley una vez en la cafetería—. Quisiera ir y colgarlos de los testículos del asta de la bandera escolar.

Entre querer averiguar quién había regado ese chisme, el porqué habían estado en enfermería Crespina e Ethan, e intentar hacerle olvidar el mal rato a Ash, el receso y las clases acabaron sin que me cruzara con el perro o con mi prima de nuevo.

—¿Me vas a esperar? —pregunto a Ash en un tono que es más una petición—. Son solo dos horas.

Pule una mueca de disculpa incluso antes de contestar.

—Lo siento, hoy no puedo. Tengo una cita médica en media hora.

—¿Estás bien?

—Sí, solo rutina. —Ashley mira a ambos lados. Estamos en la mitad del pasillo, donde debemos dividir camino, ella hacia afuera para irse y yo hacia adentro a la práctica de porristas—. Aunque podría posponerla...

—No, Ash, está bien. Total y siempre te aburres.

Por educación Ashley se ofrece, lo sé porque ella detesta todo el tema de las porristas, y por eso al oír mi negativa, sonríe más ampliamente.

—Quizás Brad esté por ahí, él te puede acompañar.

De inmediato un aire de desprecio aparece con escuchar su nombre. Me prometí que no iba a reclamarle por el asunto del partido del viernes pasado, todo con la idea de no revelar el hecho de que Ethan y yo habíamos hablado, aunque ahora dadas las circunstancias, tengo deseos de hacerle el reclamo, después de todo actuó muy mal para perjudicar a su hermano. Por otro lado, me convenzo de que eso sería darle demasiada importancia al asunto y que no es necesario ni justo.

—Sola estoy bien.

—¿Todo bien entre ustedes?

—Sí... solo que él es hermano de Ethan y... ya sabes... lo que pasó hoy —excuso pobremente.

—Intenta olvidar eso. Ethan no merece ni una neurona trabajando para él...

El último timbre suena, el que anuncia que los autobuses están dispuestos a irse y que en poco cierran la entrada principal. Me despido de mi amiga y camino hasta los vestidores del gimnasio para colocarme el uniforme. Una vez me reúno con las porristas en el campo y tras saludar a algunas, veo en la primera grada a fresita, como le puso Ash. Me acerco a ella y ella, con una sonrisa enorme, menea su mano.

—¿Qué haces acá? ¿Olvidaste cuál es la ruta?

—No, sé que es la 13 —responde—. Pero me contaron que eres porrista y venía a apoyarte.

Sin saber de dónde carajos lo ha sacado, Cristina levanta un banderín azul y lo mueve a un lado a otro. Parece una niña pequeña.

—Es un ensayo, Cristina, no un partido.

—Las buenas vibras nunca sobran —sentencia—. Te espero y nos vamos juntas a casa.

No sé si soy realmente buena disimulando mi recelo a todo lo que provenga de ella o ella, dentro de su mundo de azúcar y de algodón no es capaz ni siquiera de pensar en que algo de lo que haga es malo o mal recibido. Al levantar la mirada, dos de los cuatro chicos que hacen parte del grupo de porristas, nos están observando y cuchicheando entre ellos. Y luego me pregunto de dónde sacan los chismes cuando es obvio...

Asiento a Cristina y me alejo para empezar con el ensayo. En cada segundo que volteo a verla, ella tiene sus ojos clavados en mí y ondea su banderita triangular en mi dirección, como toda una niña orgullosa de su amiga, hasta parece que se va a levantar a hacer barra con mi nombre. En la sexta o séptima vez, empiezo a encontrarlo tierno y gracioso, ella es... demasiado buena y quiero no quererla, pero ella se lo gana y por eso es que todos la adoran; ella es así con todo el mundo.

La duda de qué será lo que pasó con su supuesto novio se hace más fuerte. Ella es un sol, así que cabe suponer que no fue su culpa el rompimiento. También me pregunto qué tipo de chicos le gustan a Cristina; me la imagino con el más listo del salón, muy alto y delgado, aunque eso sería estereotipar demasiado y más teniendo en cuenta que parecía coqueterarle a Ethan hace unas horas.

Toda ternura o sentimiento de aprecio hacia Crespina se me disipa al pensar en Ethan. Miro instintivamente hacia el otro lado del campo, donde los jugadores entrenan, mas noto que el 66 no está.

Cuando la práctica termina, dejo los pompones dorados en la banca y me acerco a Cristina, que sin quitar su sonrisa me tiende una botella de agua que saca de su mochila.

—Gracias.

—¡No es nada! —exclama—. Lo hiciste muy bien, definitivamente le heredaste el talento a tu madre. —Lo dice con total sinceridad, mas por su cambio de actitud, asumo que se arrepiente de haberla mencionado—. Lo lamento, no quería mencionarla...

—No, está bien. —Dejando de lado mi rechazo hacia mi prima, sonrío al evocar la sonrisa de mi madre—. No me molesta hablar o escuchar de ella, su recuerdo es lo que hace que siga conmigo.

—En ese caso, lo repito: le sacaste el talento a tu madre. Mi padre tiene algunos videos de cuando iban a la preparatoria y verte a ti es verla a ella, pero en color más nítido.

—Mi padre también tiene muchos. —Me escucho decir, aunque de manera inconsciente—. Ya no los mira, prefiere evitarlos

Cristina, estando sentada, alarga su mano y toma la mía en un gesto muy comprensivo y de compasión. Recuerdo que ella también sufrió la pérdida como propia, después de todo, mi madre era su madrina y al menos eso, es algo que compartimos y que nadie más podría entender fuera de nosotras.

A mi comentario nostálgico le sigue un silencio incómodo de unos segundos, hasta que sacudo la cabeza y animo a Cristina a que me acompañe a los vestidores.

—De ahí nos vamos a la casa.

—Bueno, vamos.

Sin objeción alguna, se levanta y de nuevo engancha su brazo al mío; al percatarme de las pocas miradas que nos acosan, suspiro, ateniéndome a lo inevitable.

Sigo sin saber qué es exactamente lo que hago o digo para que Cristina piense "Oh, caracoles, ella quiere estar conmigo, la acompañaré a todas partes", pero quisiera saberlo para dejar de hacerlo. Luego de insistirle en que no podía estar las cuatro horas de mi turno ocupando una silla en Sesentas 60's! mientras me esperaba y me miraba trabajar, accedió a quedarse en casa, pero solo tres horas y acá está, hace unos minutos llegó, y está tomándose una malteada que sé que le durará hasta que yo salga a las nueve de la noche.

Cada que paso por su lado me sonríe y el resto del tiempo, sus ojos andan clavados en un libro de portada rosada que grita "Romance adolescente" por donde lo mire. Su espalda siempre está completamente recta y tiene la costumbre de cruzar sus tobillos, en una pose totalmente cortés. A pesar del frío que hace afuera, no se puso pantalón para venir y sigue con su lindo vestido dejando sus piernas al descubierto.

—¿Quién es ella? —me pregunta Beatrice, una de mis dos compañeras. Tiene poco más de veinte años, un rostro regordete y unas pecas alrededor de sus ojos, sus uñas siempre de un tono verdoso suelen combinar con el color de sus ojos, aunque sé que usa lentillas—. Parece una muñequita mecánica.

—Es una prima. Es... así.

—¿No le dolerá la espalda de tenerla tan recta? Lleva así desde que entró.

La observo, ladeando la cabeza un poco. De no ser porque su pecho se mueve con su respiración y ocasionalmente hace un gesto de acuerdo a lo que lee, pensaría que es una estatua decorativa de la cafetería.

—Me pregunto lo mismo siempre.

—Es espeluznante que esté tan quieta, ¿qué hace acá de todas maneras?

—Me está esperando.

—Pero sales en más de media hora —rebate. Me encojo de hombros, sabiendo que no hay nada qué hacer al respecto.

Hoy hay un poco más de ruido del normal; están instalando en las cuatro mesas de la derecha una especie de cubículo alrededor de cada una, creando así espacios privados en los que las parejas o los amigos pueden pasar el rato con más privacidad. Yo opino que eso echa abajo el look del local, pero no soy dueña, así que solo me queda mirar cómo aseguran los vidrios tintados hasta el techo en cada una y esperar que no hagan eso con todo la cafetería.

La media hora pasa entre uno que otro cliente y entro a la parte posterior a quitarme el pomposo vestido, para luego salir y hallar a Cristina en la misma posición de hace una hora. Cuando me ve, ya sin vestido y sin patines, toma su pequeño bolso, cierra su libro y se levanta.

—Es una cafetería adorable —dice, una vez vamos saliendo—. Y eso de que rueden en patines luce tan divertido.

—Al principio no lo es tanto, me caí varias veces.

—Pues ahora te sale bien —halaga.

—Sí, era eso o quedarme sin empleo.

El frío empieza a rodearme el cuerpo y calo más arriba mi chaqueta, sin poder dejar de notar que Cristina parece impertérrita al aire congelado. ¿Llevará medias veladas? Este es uno de los momentos en que me cuestiono todo de Cristina, a veces parece que ni siquiera es una persona humana, es muy extraña y recta con todo lo que hace o dice, parece ser muy transparente a simple vista pero entre más la conozco, más quiero hacerle preguntas pero me las reservo porque temo que me mienta o me confiese que es un alien.

Con la mirada enfocada enfrente, apenas y reparo en su presencia, pero entonces habla de repente, con un tono de urgencia, como si llevara mucho rato esperando decir algo.

—Quiero contarte algo —dice, con emoción en su voz, como si fuera a contarme que descubrió la cura para una enfermedad milenaria—. Hoy conocí un chico en la preparatoria.

La imagen de Ethan aparece en mi cerebro y controlo mis deseos de pronunciar insultos de camionero de los que harían que la princesa Cristina se escandalizara.

—¿Ah, sí?

—Sí. —Suelta un suspiro—. Tiene unos ojos cafés hermosos y una voz... —Al mirarla, observo como muerde su labio, como si se contuviera de describir con más ahínco o perversión a su chico soñado—. Es muy lindo y no solo su rostro... es él, habla muy lindo y es tierno. Creo que le gusto.

—Wow, calma... te conoce de hace unas horas apenas —exclamo. Y yo de hace un par de semanas, tampoco es que lo conozca realmente.

—Lo sé, pero... ¿no has sentido alguna vez que los ojos de un chico conectan con los tuyos de una manera más especial que con el resto?

Sí, claro, con el mismo chico que tú. Parece que Ethan tiene un enchufe multitoma porque parece que conecta con todo el mundo.

—Sí, alguna vez me pasó.

—¡Es algo magnífico! Emily, es hermoso, de verdad y espero que me invite a salir pronto.

—¿Cómo se llama? —pregunto con cautela.

—Ethan... hasta su nombre es hermoso. Creo que juega fútbol, me parece que lo mencionó pero no sé...

—¿Williams? Ah, sí, juega fútbol. —Las dos partes de mi subconsciente se pelean en este instante; una pidiendo que le diga a Cristina la verdad sobre quién es Ethan y la otra pidiendo que la aliente a seguir con él, a ver hasta dónde llega el perro ese. A esa batalla le toma apenas veinticinco segundos hallar ganador—. Es el número 66, el capitán. Definitivamente tienes suerte, él no suele andar por ahí con ninguna.

Su rostro se ilumina.

—¿En serio?

—En serio. Pero sí le inventan muchas cosas, así que no creas lo que oigas de él.

Decirlo en voz alta me deja un deje de culpa en la base de la garganta. Cuando yo estuve en su posición, Brad y Ash sí fueron sinceros conmigo... pero ya lo dije, ya qué.

—¿Qué dicen?

—Que es o fue novio de Brenda, la capitana de las porristas... y de cualquier otra chica... hay muchos chismosos en Winston.

—Bueno, pues yo no creo en chismes. La lengua afilada puede herir bastante así que siempre prefiero preguntar primero. Si algo ocurre, seré franca con él y le preguntaré.

—Suena bien.

—Me dijo que haberse encontrado conmigo hoy había sido el destino —murmura, en una exhalación eufórica contenida—. Siempre me han encantado las maneras extrañas y casuales como se conocen los protagonistas en las novelas y en las películas y con Ethan fue así... es como vivir en una novela.

Yo llegué primero a esa novela y acá ando, maldiciendo al chico que me gusta mentalmente, mientras incito a mi prima a que siga con él solo para mi beneficio. Quizás no soy una protagonista, sino la desafortunada antagonista y esta fresita sí es la buena y la que tendrá su final feliz.

—¿Cómo se conocieron?

—Fue muy gracioso, la verdad... —responde, con un suspiro de antelación.

—Dime —acoto, sin emoción alguna—. Muero por partirme de risa con tu historia.

A pesar de mi escaso interés romántico en el asunto, sí quiero saber exactamente qué le pasó, qué le dijo, por qué coquetearon y por qué Ethan me sigue gustando. Eso último no me lo va a decir ella, pero quizás yo misma lo descubra al escuchar su relato.

Con un suspiro enamoradizo, Fresita inicia su bella anécdota...

—La última clase antes del almuerzo era la de matemáticas...

Esto será largo y azucarado. 


***




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