Año 2050.
De manera rutinaria, quitó su corbata de color azul prusia dejándola sobre la silla frente a su cama. Había sido un día cansador en la empresa, ya que no había recepcionado y archivado de manera correcta los nuevos ingresos hechos esa mañana. A pesar de tener la mayoría de edad hace unos meses, la decisión de su padre era que él se hiciera cargo de la empresa sin ningún reproche, logrando de esta forma ocupar uno de los puestos más altos y aquello no le molestaba en lo absoluto al principio, pero al cabo de tres meses trabajando allí, sentía que cada día era peor que el anterior.
Vio la pequeña cabeza de color rojizo sobresaliendo de las mantas. Caminó hacia donde reposaba cómodamente mientras desabotonaba su camisa y al quitar las mantas pudo observar al pequeño niño que sonreía travieso al verse descubierto.
—Ya lo hemos conversado antes —negó con la cabeza ante la suplica del pelirrojo, señalando la puerta.
—Por favor, me gusta dormir contigo —formó un mohín en sus labios, en un vano intento de quedarse con él esa noche. Al ver que el castaño no estaba cediendo, le mostró el libro que escondía en su espalda.
—Está bien, pero apenas termine de leerlo, te vas a tu habitación —dicho aquello, el niño levantó el libro victorioso al saberse el ganador. Esperando pacientemente sentado en la cama que Christopher acabase de quitarse la camisa, sus zapatos y su pantalón negro. Se dedicó a observar detenidamente todos los movimientos que el mayor realizaba, hasta que este finalizó acostándose a su lado—. No sé cómo te puede gustar un libro así.
El pequeño reposó su cabeza sobre el hombro del castaño, escuchando lentamente como avanzaba la historia. No pudo escucharla completamente, ya que el sueño le había vencido. Y Christopher sin darse cuenta también lo hizo, junto al niño de ojos verdes idénticos a los suyos.