Huracán ✔️

Від paolacalderongt

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Emily Preston es una joven con muchos sueños; lucha para poder lograrlos día con día, para ello todas sus act... Більше

Prefacio
Piloto
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52

Capítulo 23

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Від paolacalderongt

Los días ayudaba a que Em tuviera mejor control al volante, si bien, el camino que la maquina era bueno, no lo suficiente y por ello la idea de ir a las carreras para intercambiar autos, le resultaba a Leo especialmente lo mejor que podía hacer.

Más que nadie deseaba que Emily lograra estar al nivel de todos. Sabía que el tiempo de descanso se le iba a terminar en algún momento y quería aprovechar todo lo que pudiera antes de que eso sucediera.

—Te veo muy pensativo —decía Em acercándose.

Leo estaba cerca de la poza.

—Me voy a bañar.

—Y por bañarte estás tan pensativo.

Emily besó su hombro.

—A ti no te puedo mentir —sonrió—. Es por la carrera.

—¿Tienes miedo a que falle?

—Tengo miedo a perderte.

—¡Vamos, es una carrera!

—Lo sé, pero... pensándolo bien de cierta forma vamos a estar en el ojo de muchas personas y eso nos puede traer problemas.

—Es parte de los riesgos que debemos tomar.

—¿Quieres bañarte conmigo? —preguntó luego de besarla.

Leo intentó cambiar el tema, y aunque Em lo notó le siguió el juego.

—Esa es una propuesta indecente —sonrió.

—Sabes que... me refiero a nadar juntos —tartamudeo.

—Así que pongo nervioso al gran Leonardo.

—Si te soy sincero, despiertas todo tipo de sentimientos en mí.

—Así —preguntó ella con picardía.

—Aunque no lo creas; soñé contigo desde la primera vez que te vi en los archivos del amante de Berta.

De alguna forma el: "soñé contigo desde la primera vez que te vi" le hizo recordar a Eleazar, por lo que, sin responder, corrió y se lanzó a la poza.

—¿Qué fue eso?

—¿De qué hablas?

—Saltaste sin decir nada.

—Fue un impulso —sonrió.

A Emily para nada le gustaba pensar en Eleazar y mucho menos estando con Leo.

—Sabes, creo que mi experiencia me ha enseñado mucho sobre mujeres y por ello estoy seguro de que me estás mintiendo ¿En quién piensas? ¿Quién es él?

—Leo yo...

—¡Vamos! Sin secretos.

Emily ya en una ocasión le había hablado sobre Julio, por lo que sabía que Leo tenía razón.

—Eleazar, se llama Eleazar.

—¿Lo quieres?

—¡No! ¡Claro que no! Es sólo que lo vi hace poco, ayudó a mi mejor amigo Dani, te hablé de él.

—Sí así es. ¿Y cómo conociste a ese tal Eleazar? 8

—Leo no creo que sea importante.

—Yo creo que sí.

—No me siento cómoda hablando de él contigo.

—Emily, más que tú pareja, quiero ser tú amigo. Confía en mí, además si no me lo dices no sé contra quién lucho.

—No luchas contra nadie, yo te amo solamente a ti, Eleazar es solamente un bonito recuerdo y ya.

—Aun así, quiero escuchar.

—De acuerdo —suspiró—. Lo conocí cuando estudiaba, él era conserje en el colegio, y pues... no sé cómo o por qué, pero me gustaba; siempre lo veía cuando salía de clases y tuvimos la oportunidad de comenzar a salir, mi nana Rosa me ayudaba a salir por las tardes e ir a verlo, ya que mi papá en una ocasión se dio cuenta y se molestó.

—¿Eran novios?

—No, sí lo besé en alguna ocasión.

—¿Con él fue tú primer beso?

—Sí, Leo esto es algo raro.

—Continua, te prometo que no me voy a poner celoso —decía, mientras seguía nadando como si nada.

—Bien, pues, no sé que más decir; tenía catorce años, casi quince, él era mayor, pero era como si no importara, tenía una forma de ser especial no te voy a mentir, pero quizás yo lo veía así por mi forma de ser y la edad que tenía.

—¿Y qué pasó?

—Cuando cumplí quince lo invité a mi fiesta de quince años, una noche anterior habíamos hablado por celular y me pidió que fuera su novia, así que...

—¿Estabas emocionada?

—Sí, no voy a mentirte. Llegó con un ramo muy lindo que sé que le costó mucho conseguirlo porque no tenía dinero, pero mi papá se dio cuenta y lo echó a patadas prácticamente y ya no lo volví a ver. Mi fiesta fue un viernes en la noche, traté de llamarlo todo el fin de semana, pero no obtuve respuesta y el lunes que regresé a clases me encontré con la noticia de que había renunciado; mi nana incluso intentó ayudarme, pero mi papá se dio cuenta y la corrió. Luego conocí a Julio y Eleazar quedó en el pasado.

—¿Y ahora regresó?

—No exactamente, el Eleazar de ahora es completamente distinto en muchos aspectos. Creo que hasta me da miedo.

—¿Puedo saber por qué?

—No, porque ni yo misma sé —no quiso decirle que él había sido quién llegó el día que murió Neco—. Solo espero que quede algo del Eleazar que yo conocí.

—Em, si se supone que era pobre ¿Cómo fue que ayudó a tú amigo? Según recuerdo dijiste que fue con dinero.

—Según tengo entendido está en el negocio de Bienes Raíces y eso deja mucho dinero, o no lo sé Leo. Pero ya no hablemos de él, no tiene caso.

—Te puedo confesar algo.

—¿Qué?

—Te amo, y me volvería loco si te perdiera —la besó.

—Eso nunca va a pasar.

En el apartamento de Eleazar la seguridad se movía presurosamente, había llegado una visita inesperada y por ello necesitaban la autorización de Eleazar para permitirle pasar.

—Perdone que lo moleste, pero Rosa está en la entrada —mencionaba uno de los hombres.

—¿Qué hace aquí? —se preguntó—; que la dejen entrar por favor —pidió.

Eleazar estaba un poco ocupado, estaba buscando la forma de arreglar todo para poder sacar al papá y hermano de Emily del país. Pero aún así sabía que no podía negarse a ver a Rosa.

—Que bueno verte hijo —decía la señora muy amable.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, sin dejar la cordialidad de lado.

—Tú hermano me dijo que te dieron un balazo y conociéndote sé que no has ido a un médico.

—Rosa eso fue hace un mes, la herida ya está bien.

—Por eso vine, necesito que sea verdad. Lizardo hasta ayer me dijo, así que quise venir de inmediato.

—No es nada.

—Muéstrame —exigió la señora.

Lo trataba como si fuera su mamá.

—Rosa no es necesario.

—No es pregunta Eleazar.

—Ok, está bien —rezongó, pero sabía lo terca que era Rosa y no necesitaba pleitos con ella.

Se quitó la camisa y le mostró la cicatriz que le había quedado.

—Parece que está bien —dijo la señora.

—Te lo dije.

—Lizardo dijo que fue por culpa de mi niña Emily.

—No, no fue así. Ella no tuvo la culpa, estaba en peligro y no podía dejarla, pero sólo fue un rasguño.

—Sí, ya me puso al tanto tú hermano. Pero entre nos, confío que algún día ustedes dos van a poder estar juntos nuevamente, y vivir ese amor al que le cortaron las alas.

—Me tiene miedo Rosa, lo vi en su mirada.

—¡Qué miedo ni que nada! El día que vea el hombre tan hermoso que eres te va a querer más de lo que te quiso antes, verás —sonrió.

—Sabes que no hago las cosas para que me quiera exactamente.

—Eso lo sé, porque de haber sido así hubieras hecho de todo para que te hiciera caso nomás tuviste dinero. Pero ahora hasta su papá te va aceptar verás.

—Te quiero mucho Rosa, mejor ve a descansar —la abrazó Eleazar.

—Eres mi pequeño niño —se puso sentimental ella—, eres como el hijo que nunca tuve.

Eleazar tragó saliva en ese momento; si bien, todo lo que estaba haciendo no era precisamente para que Emily volviera con él, si no que para ayudar. De alguna forma como un anhelo muy profundo, sí deseaba en algún momento tener la oportunidad de poder retomar el romance con ella. Aunque sabía que era prácticamente imposible, y más con los peligros que él representaba.

En la casa de Mouro las cosas eran completamente diferentes, y si bien, Eleazar era un narco con corazón, Mouro era completamente lo contrario. Ya había comenzado a sospechar de don Emilio y Emmet, no precisamente sobre su complicidad con Eleazar, pero sí, con la de su hija y una supuesta complicidad con los hermanos Burgo.

Estaba desesperado y por ello, su única orden era el de deshacerse de ellos al más mínimo detalle que los incriminara con los Burgo. Justo dio esa orden esa misma noche. Por dos días seguidos no había salido de su casa por problemas de salud que había tenido, cosa que también lo tenía muy dudoso y la primera sospechosa era Lilian, su esposa. Él estaba prácticamente seguro de que ella lo estaba envenenando.

—¿Por qué no te acuestas conmigo cariño? —preguntaba con grosería.

Era prácticamente imposible que Mouro fuera cariñoso.

—El doctor dijo que debías guardar reposo.

—Sé perfectamente lo que dijo, y no te estoy preguntando, es una orden.

—No estás en la estación Alberto.

—No, pero eres mi mujer, estar con tú marido es parte de tus obligaciones.

—También el cuidarte y el doctor dijo que...

—Me vale lo que dijo el doctor —amenazó, y agarró su arma—. Vienes aquí por la buena o por la mala.

—No tienes que poner así.

—Yo me pongo como se me de la gana, ahora ven aquí.

Lilian se acercó a él con mucho miedo. Temía que él ya supiera lo que estaba sucediendo y de saberlo sabía que ya estaba muerta.

—Sabes que hay una cosa que no entiendo —agregó luego de besarla—. El doctor dijo que tenía síntomas de una gripe, pero estoy muy agotado, así que te voy a preguntar algo muy importante y quiero que me responder con la verdad.

—¿Qué cosa?

—¿Me estás envenenando?

A Mouro se la hacía fácil sospechar, ya que los mismos síntomas que él tenían eran lo que ocasionaba un veneno que él ya había usado con alguien más en ocasiones anteriores.

—Por supuesto que no, no sería capaz. Tú sabes que te quiero —lo besó.

—Te salvas por ser bonita, y porque voy a seguir las indicaciones del doctor. Pero Lilian, más te vale que sea cierto, porque de ser lo contrario la única que te va a acariciar la próxima vez va a ser mi amiga —señaló el arma.

Lilian se levantó de la cama lo más rápido posible, y se sentó en un sofá a la par. No podía ponerse muy nerviosa, pero le era difícil controlarse. En eso momento lo único que deseaba era que el veneno hiciera efecto y así vengar la muerte de Neco.

La noche de la carrera había llegado. Era una fiesta normal, aunque no faltaron los que se sorprendieron de ver a los Burgo allí, y más luego de haber sido fichados.

—No esperé que vinieras, de haberlo sabido hubiese usado algo más sexi —dijo Priscila al momento de ver a Leo.

Emily se había quedado atrás.

—Tiempo sin verte Priscila —respondió Leo.

Estaba algo nervioso, para nada deseaba que Emily la viera cerca de él.

—¿Tiempo? Nos vimos en el desierto ¿Lo recuerdas? La pasamos muy bien —le susurró en el oído.

—No lo recuerdo. Pero... ¿Qué te parece si mejor hablamos luego?

—Ya sabes mi número —coqueteó.

Leo solamente se le quedó viendo, e inmediatamente volteó a percatarse de que Emily no estuviera cerca.

—Así que no has cambiado ¿A qué horas la verás? Pregunto para entretener a tú novia —rió Barbara.

—No comprendo de qué hablas.

—Acabas de decirle que hablen luego, sabes lo que eso significa para Priscila. Te confieso que estaba sorprendida por lo fiel que te veía, pero me queda claro que sigues siendo el mismo de siempre.

—No te confundas Barbara, solamente necesitaba deshacerme de ella, y diciéndole que no, no era forma.

—Bien, entonces respóndeme algo.

—¿Qué?

—¿Por qué estás tan loco por Em?

—La amo, es la única respuesta.

—¿Ya dormiste con ella?

—Barbara... —volteó molesto.

—Conozco esa mirada, quiere decir que no. Ahora comprendo más.

—¿Qué comprendes?

—Del porque sigues con ella. Te conozco Leo, el día que al fin duermas con Emily, te vas a dar cuenta de que entonces no y volverás, conmigo. La única que de verdad te ama —se acercó, y le dio un beso al lado de la boca.

De cierta forma las palabras de Barbara lo hicieron pensar; en algo que no había pensado y era justo en: ¿Qué iba a suceder cuando al fin estuvieran juntos?

Lo único que la duda vino más por lo que haría ella, que lo que haría él. Leo estaba seguro de lo que sentía, y no podía dudar de esos sentimientos. No quería perderla, era de lo que más seguro estaba.

—¿Va a correr Em? —preguntó Layo acercándose.

—Sí.

—¿Irás con ella?

—Definitivamente.

—Barbara también va a correr, no creo que gane, pero igual, a Em le hace bien practicar.

—Creo que lo puede hacer hasta mucho mejor que ella —sonrió—. Es mi novia.

Layo solamente sonrió.

—Perdón que los hayamos dejado solos, pero ya todo esta listo —decía Lara acercándose junto con Emily.

—¿Qué está listo? —preguntó Layo.

—Los autos, no hubo necesidad de correr.

—¿De qué hablas?

—Por allí unos tontitos que asaltaron un banco ayer y necesitaban deshacerse de la evidencia. Son buenos autos, solo tenemos que cambiar color y apostarlos por otros, eso hará que haya menos pistas de nosotros.

—¿Entonces no podemos correr?

—Lo ideal seria que no, pero creo que necesitamos el dinero.

Al momento que Emily escuchó a Lara decir que necesitaban el dinero, sabía que era una respuesta positiva al que corrieran. Estaba muy nerviosa, únicamente había corrido en el circuito en el bosque, cosa muy diferente al asfalto que tenía ahora enfrente y los muchos autos que irían con ella.

Cuando fue momento de ponerse en línea, para comenzar la carrera los nervios aumentaron, pro también la adrenalina; el ver a Leo a su lado ayudaba mucho.

Los motores poco a poco se escuchaban con más fuerza con forme la aceleración de cada corredor, y al momento de marcar la salida el pie de Emily se fue a lo más profundo, incluso Leo se llevó un buen susto. Una cosa era correr él, e ir con alguien que sabía que tenía experiencia y una muy diferente el ir con Em que recién comenzaba a hacer el intento.

Conforme todo iba quedando atrás, y el sonido del motor jugaba con el de la palanca de cambios las cosas se aceleraron más, la adrenalina se elevó y sin esperarlo Emily ganó por una milésima. Ni siquiera Leo se la creía.

—¡Es mi novia! —gritó luego de bajar del auto.

Emily estaba eufórica, no podía creer que les hubiera ganado a las demás corredoras, y mucho menos a Barbara que era una de las mejores.

Tanto Brayan, Tony, Lara y Layo fueron a felicitarla. Todos estaban sorprendidos, tanto como ella y Leo quien era el más impresionado.

Y por un momento, Em logró ver su reflejo en lo vidrios de un edificio que estaba cerca. Era completamente diferente, su pelo lucía sin arreglo, medio peinado; su ropa era negra y floja, sus zapatos sin nada de glamour. Era una Emily completamente diferente a la de unos meses atrás.

—¡Eres la mejor! —gritó Leo.

La levantó, y la besó.

Fue lo único que necesitó para no prestarle atención a su atuendo, o a lo mucho que ella y su vida había cambiado.

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