Era un día como cualquier otro. Desperté temprano para encontrarme con una mañana lluviosa - una atmósfera realmente deprimente a primera vista – que señalaba el comienzo del invierno en el pueblo y seguramente también el comienzo de una fría temporada en la escuela.
Pero esta. . . es una vista bastante aburrida. Es una verdadera molestia ir a la escuela todos los días, sentarse durante horas y escuchar a los maestros leer de sus libros de texto de manera mecánica, anotando problemas y fórmulas matemáticas en el pizarrón mientras el reloj parece ralentizar su marcha a cada instante. Finalmente, tener que estar sentada en medio de un montón de simplones estudiantes de secundaria, escribiendo, durmiendo incómodamente en sus asientos o susurrando entre sí justo a mí lado. . . realmente detesto tener que soportar esa clase de tormento todas las semanas, pero a mí edad no es que tenga la posibilidad de elegir.
Con eso en mente, decido levantarme de mi cama y comienzo a prepararme para ir a clases en esta fría mañana. Después de vestirme, bajé a la cocina donde no encontré presencia alguna y luego de revisar, me di cuenta de que tanto mi madre como mi hermana no estaban en casa.
Mi madre es una mujer muy enfocada en su trabajo, ya que ella sola es quien se ha hecho cargo de mí y de mi hermana desde que tengo memoria; se ha empeñado en ascender en su compañía para darnos todo lo que necesitamos y aunque es un gesto materno que debería agradecer. . . no me siento feliz por ello, ya que su obsesión por el trabajo la mantiene alejada de casa, volviendo nuestra interacción casi nula y por consiguiente, haciendo que me pregunté si verdaderamente existe un genuino cariño materno en su interior.
Mientras seguía divagando, dirigí mi vista hacia el único punto en la cocina en el que debía enfocar mi atención; sobre la mesa se encontraba un plato con huevos revueltos, un par de tostadas y un vaso de jugo de naranja, ambos cubiertos por un delgado plástico para impedir que los insectos se posarán sobre ellos; al dirigirme a la silla frente al desayuno, noté un trozo de papel doblado justo al lado.
Aun sabiendo de que se trataba, dudaba el sí valdría la pena desdoblar esa nota para leer su contenido, así que con cierto nivel de desinterés, tomé la hoja y la abrí. Como esperaba, era un mensaje de mi madre:
Rui
Espero que hayas dormido bien. Tuve que salir temprano y decidí llevar a tu hermana a la escuela de camino al trabajo. Come tu desayuno completo y recuerda cerrar con llave antes de irte. Ten un buen día y no causes problemas.
Con amor, Mama.
La nota realmente era lo que esperaba, un mensaje común que una madre dejaría, recordándome que debo alimentarme, dormir bien e ir a la escuela. Debería pensar que se trata de un gesto amable, pero esa nota no transmitía ninguna clase de sentimiento; incluso sentía que le faltaba emoción, más que una nota, era un recordatorio de lo que debía hacer hoy. . . pero no es cómo si esperara algo más en esta ocasión.
Personalmente, dejo de interesarme recibir un auténtico amor de mi madre, sé que se esfuerza a diario, pero cada vez que tengo oportunidad de verla, es todo menos una interacción entre madre e hija y he aprendido a vivir con eso, a veces olvidando que somos familia.
Lo que me preocupa de verdad es mi hermana, pero antes de que siga quejándome, recuerdo que debo asistir a clase, así que devoró apresuradamente mi desayuno, apago las luces y asegurándome de que la casa está cerrada, me dirijo rumbo a la escuela.
El camino siempre resulta tedioso sin importar como decida recorrerlo, y el tomar un desvío u otra ruta ya no es tan interesante como antes. Podía sentir la colisión de las gotas de lluvia en mi paraguas, mientras el viento arremetía contra mí a medida que aumentaba la lluvia. Finalmente llegué a la escuela, justo antes de que comenzara la verdadera tormenta, dejé mi paraguas junto a los demás, abrí mi casillero para tomar los zapatos que debo usar aquí y me dirigí inmediatamente a mi salón de clase.
Era la atmósfera de siempre, los demás conversando entre sí, haciendo planes para después de clase o quejándose acerca de la lluvia; escuchar esas conversaciones una y otra vez me produce bastante frustración, pero no tengo la energía para lidiar con eso a cada momento. Luego de subir los 2 primeros pisos – debido a que mi aula estaba en el tercero – me apresuré a mí clase. Mientras avanzaba, me di cuenta de algo, aunque ya hacía mucho que me había percatado de ello, pude notar las miradas de reojo de algunos estudiantes. No había que analizar sus rostros con cuidado para notar la preocupación, el sentimiento de inseguridad, pero sobre todo, la absoluta desaprobación que emanaba de ellos.
Al ver esto, recordé la nota de esta mañana, específicamente la frase más "importante" por así decirlo.
(No causes problemas. . .)
No resulta un misterio a estas alturas, pero poseo una reputación en esta institución y no es realmente favorable. Todas las personas a mi alrededor me consideran un individuo del cuál es mejor mantener una distancia razonable y al que es mejor no provocar, básicamente soy el equivalente a una bestia salvaje para todos estos simplones.
Recibir esa clase de rechazo no me resulta incómodo, prefiero mantener mi propio status quo, hacer las cosas a mí manera, en lugar de desperdiciar mí tiempo con personas cuyos rostros nunca volveré a ver, a no ser que me topé con ellos en un futuro de camino a mi trabajo. En el mejor de los casos, esa persona me reconocerá, pero lo único que podrá decir es:
(Tú eras esa chica problemática, ¿verdad?)
Esa clase de estupidez innata solo me enfurece, la única certeza que necesito es la de volverme fuerte, mi único objetivo es sobrevivir en el mundo y no necesito de personas que solo sean peso muerto. Pero si había algo que no podía tolerar, mejor dicho, debía tolerarlo, pero hacer oídos sordos al respecto, eran los murmullos que le seguían a sus miradas punzantes. Quizás creían que no los escuchaba, o quizás pensaban que su opinión no me importaba y aunque fuera cierto, no soy la clase de persona que disfruta oír lo que dicen:
- (Ya está aquí)
- (Es ella otra vez)
- (¿Por qué sigue viniendo?)
- (No puedo creer que no la hayan expulsado aún)
- (Oí que ha lastimado de gravedad a sus compañeros en el pasado)
- (¿Es en serio? Alguien debería decirle algo)
- (Nadie se atrevería a lidiar con ese monstruo)
(¿Monstruo?. . . Imbéciles, eso es lo que son).
Para empezar, ¿no tienen la capacidad de decírmelo a la cara?
Claro que no... Solo soy el monstruo que los devorará como mis presas si se atreven a estorbarme. Realmente creen que refugiarse en murmullos inaudibles es la mejor forma de tratar conmigo. . . bueno, no es como si tuvieran el coraje de pararse frente a mí con una actitud desafiante por miedo a despertar mi furia.
Cada paso que doy hacia mi salón se siente más pesado, cómo si el peso de esas palabras realmente me estuviera afectando, pero no me importa, son solo eso, palabras de cobardes disfrazadas de una aparente valentía que no pueden proyectar con acciones. Realmente, tener que tratar con todos ustedes:
(Me enferma. . .)
Supongo que lo dejaré así, son incapaces de confrontarme y yo no quiero llegar tarde a la clase de hoy. Últimamente el profesor ha estado encima de mí, recordándome que debo llegar a tiempo y prestar atención en clase, tanta insistencia me recuerda a mi madre. Pero en fin, tengo un modo de lidiar con todo esto, supongo que en el receso, buscaré a mi "saco de boxeo" para desquitarme un poco.
Es realmente terapéutico y muy conveniente, no se mueve y no protesta, sin importar cuánto lo golpeé. Realmente es un punto a favor de venir aquí, aunque sé que como cualquier objeto sin valor, se desgastará y se arruinará con el tiempo. Supongo que lo disfrutare mientras pueda.
Finalmente, me encuentro frente a mi salón, a pocos segundos de la hora de entrada, así que extiendo mi mano con firmeza y como ya es costumbre, deslizo la puerta para entrar al salón. Al entrar, lo primero que me recibe es un silencio inquietante, seguido de inmediato por una voz autoritaria que se empeña por sonar agradable:
- Finalmente llegas, Sadokawa Rui - san.