»Cereza Pastel [Otayuri] AU

بواسطة KaryVirane

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Donde Otabek es padre soltero, y Yuri un ex amigo del instituto que nunca se declaró. En una vida donde ❝El T... المزيد

Prólogo
¡Somos un equipo!
Pizza, la mejor medicina
Fiesta de cumpleaños
Los chicos no son como papá
Rey de la pasarela I
Rey de la pasarela II
Bateas con ambas
Día del padre
El fracaso de Georgi
Oferta de empleo
Primer día de clases
Hey

Baile de graduación

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بواسطة KaryVirane

❝Los padres son los huesos con los que los hijos afilan sus dientes.❞
»Peter Ustinov.

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Lo primero que sintió asaltarle al día siguiente fue un terrible dolor de cabeza. Como si una burbuja de nauseas detonara y le produjera escalofríos y fatiga pese haber dormido más de la cuenta. Sediento, mutilado y aceptando su derrota contra las cantidades exageradas de alcohol en su organismo.

Hizo un esfuerzo casi monstruoso por abrir los ojos, se revolvió en las sabanas color malva y se giró hacia el lado contrario, tallándose el rostro. Otabek estaba casi recostado en la cama llevando pijama todavía, la cual consiste en unos pants grises y una camiseta de Batman,  leyendo en silencio. Al sentir el movimiento se apartó de su lectura y miró al ruso que se incorporaba famélico por la resaca.

Yuri no hacía ningún comentario por el momento, solo observaba en silencio sus pies que sobresalían de la cálida manta, donde estaba todo enredado. Llevaba ropa de dormir, la misma que usó los días anteriores y pertenecía a cierto DJ, quien lo examinaba con curiosidad. Realmente no sabía qué esperar con exactitud, que vomitara o que retomara su siesta.

Para el ruso fue catastrófico cuando los recuerdos de ayer le llegaron de golpe, absolutamente todo. Incluso el beso. O los besos. Una avalancha de imágenes en desorden con los instantes de la noche anterior, la pelea con Georgi, que le agarro el trasero a Otabek.

—Perdón—, masculló con una mano apoyada en su estómago que gruñía.

—No hay problema—, cerró el libro y lo dejó en la mesa de noche—; ¿Cómo te sientes?

—Como si estuviera muerto pero esto no es nada que se parezca al cielo gay—, dijo con voz ronca y escuchó la risa baja del kazajo. —¿Hice muchas cosas malas anoche?—. Al final, no estaba muy seguro de querer saber la respuesta. Tenía la boca pastosa y una espantosa necesidad de beber agua. O algo más satisfactorio que el agua.

El mayor se lo pensó, en realidad no fue tan malo. —Bueno, descubrí que soy tu protector de pantalla, luego te caíste del taburete donde estabas sentado en la cocina. Tuve que cargarte, me besaste como cuatro veces de las escaleras hacia acá. Después me dijiste que te gustaba desde la preparatoria pero que no te confesaste porque salía con Mila—, frunció los labios y continúo agregando—; te pusiste a llorar y dijiste que querías mucho a las niñas, lo cual fue muy... raro porque balbuceabas demasiado.

El ruso trataba de regular el calor en su rostro. Vale, tal vez no lo recordaba todo, a partir de que se cayó todo era difuso.

—Luego te calmaste, me abrazaste y dijiste que tenías sueño. Ah, antes de eso te puse el pijama pero creo que sobrentendiste la situación porque hiciste cosas muy interesantes.

—¿Qué cosas?—, ¡jamás volvería a tomar en su vida una gota de alcohol!

El mayor hizo un ademán con la mano restándole importancia. —Quiero omitir tu intento fracasado de striptease por ahora.

Que la tierra se lo trague y lo escupa en casa de su abuelito porque ya no puede seguir escuchando eso. Se cubrió el rostro avergonzado con ambas manos. Otabek sonrió al ver su reacción.

—Y al final, cuando ya estabas quedándote dormido, me dijiste que me querías, que necesitabas salir de la friendzone y me pediste una oportunidad.

Existían besos casuales que pasan por la adrenalina de las circunstancias, una parte de su subconsciente le decía que ese era el motivo por el cual Altin lo besó en los camerinos, por lo que pedir una oportunidad en esa clase de encuentros es sumamente incómodo. Pero su lado esperanzado, el más grande de todos, le dice que es doloroso pensar que se besaron solo por qué si y debe de existir algo tras ello.

Podía pedir una disculpa y dejarlo todo como una locura de borrachera, aunque lo dicho era cierto. Se estaba hundiendo en su crisis existencial cuando la cálida mano de Otabek sujetó la suya.

—Y yo te dije que sí—, añadió. —A menos que solo fuera tu ebriedad y ahora te arrepientas.

—¡Sí! Es decir ¡no!, más bien sí—, tartamudeó con la cara resplandeciente y observando como el kazajo alzaba una ceja por su trabalenguas, —Si quiero una oportunidad contigo, Beka.   

Otabek se sentía un poco fuera de lugar ya que no sabía que debía hacer a continuación. —Bien, genial... ¿puedo preguntar algo?—, Yuri asintió—; ¿es cierto lo de la preparatoria?

Sus mejillas se adornaron por un tono acerezado de súbito llegando hasta la nariz respingona. —Sí, es una historia muy complicada.

—¿Por qué nunca me lo dijiste?

Meneó la cabeza negativamente. —A ti te gustaba Mila, nada hubiese cambiado. Solo me habría apartado de ti antes de tiempo—, apretó la tela de la cama entre sus manos. Era la primera vez que despertaba en la cama de alguien sin que existiera algo sexual de por medio—; ¿te arrepientes de tus decisiones de aquel entonces?

Otabek se recargó en la cabecera acojinada. —No, decirte que estoy arrepentido sería como decir que me arrepiento de mis hijas o que nunca sentí nada por Mila. Es algo que es muy evidente, la amé, creo. Teníamos planes—, se encogió de hombros—; no funcionó. Lo más importante para mí siempre serán mis hijas—, recalcó.

—Lo entiendo, yo no busco alejarte de las niñas. Jamás haría algo así.

—Lo sé—, estiró su brazo para revolverle el cabello rubio—, ¿por qué yo? ¿Estás seguro?

El menor tenía esas sinuosas ojeras debajo de sus ojos y por alguna razón, esto le parecía más adorable. Con su estado desarreglado y vulnerable, los labios hinchados por dormir apretado y sus pestañas enmarcando todo tan naturalmente. Los mechones dorados en direcciones rebeldes y la playera alzada de un costado.

Se arrastró por el colchón y quedó más cerca de él. —Porque eres tú y sí, estoy seguro—, lo miró con determinación y después soltó una risita—; además, solo es salir. No tiene por qué ser nada formal todavía, no te estoy pidiendo matrimonio, solo una oportunidad. Y si no te sientes cómodo, lo dejamos.

—Aunque no sea formal, me gustaría decirle a las niñas, ya sabes cómo se ponen. Pero no tienes por qué sentirte obligado o con algún compromiso con ellas o conmigo.

Se arregló el cabello suavemente. En definitiva, esa era la propuesta de novios no novios más peculiar que había tenido en su vida. Ni siquiera solía ser así de descuidado y despertarse del asco cuando está con una persona. Además, leyendo entre palabras, si era un compromiso, no monumental pero si leve y tendría que jugarse todas sus cartas.

—Me parece bien, pero creo que ellas ya...—, apretó los labios.

—Lo saben, absolutamente. Son muy... intuitivas—, frunció el ceño—; también debo dejarles en claro que no eres su padre o algo por el estilo, tampoco no quiero que se ilusionen.

—Imposible que no se ilusionen, Beka—, después del tiempo convivido hasta él mismo se estaba encariñando con las enanas y no sabía si era bueno o malo.

Suspiró. —¿Aún estás seguro de esto?

Se acercó al moreno para abrazarlo por los hombros. —Veamos qué sucede.

—¿Qué sigue ahora?—, preguntó el moreno—; ¿debería...?—, hizo un curioso movimiento de manos.

—Oh no, no es necesario, ¿quieres desayunar?

A Maddie se le cayó el cepillo de dientes de la boca cuando los vio salir a ambos de la misma habitación.

Llevaban alrededor de dos meses saliendo, era mes de junio y se acercaba tanto la graduación de Corrine, el cumpleaños de Madeleine y el día del padre. En ese orden.

De hecho, la graduación era mañana.

Yuri se encontraba en una cafetería a lado de Phichit, sentados en las mesas de la acera y terminando de organizar todo del problema de las telas parisinas que habían solicitado y todavía no llegaban. Mordisqueó el borde de su vaso que contenía la bebida de matcha y miró con desagrado al pastel a medio comer que había pedido pero tenía montañas de crema batida, algo no muy agradable.

Bueno, se suponía que arreglaban asuntos de la empresa porque en realidad su asistente hablaba por teléfono con su esposo un montón de ridiculeces empalagosas. Eso pasa cuando le das demasiada confianza y libertad a tus empleados. Antes de eso, el mayor se estuvo burlando de su vida célibe y hasta lo felicitó, diciéndole que ya casi era otra vez virgen.

Ese era un detalle importante de aclarar: entre Otabek y él no existía ningún tipo de contacto físico íntimo. Ni besos más allá de un pico en los labios. No era una regla estricta o implícita, simplemente no ocurría. Momentáneos abrazos, besos en la frente o tomadas de mano. A veces en casa, otras en público. Plisetsky se sentía bastante cómodo con esto último, pues en Rusia no habría conseguido tal libertad para pasearse por las calles, pavoneándose de la mano de Altin padre.

Bajo las cámaras de la prensa no se involucraban demasiado. Debido a su empleo de DJ, Otabek ya se había ganado fama, dio un par de entrevistas. En un principio evadía bastante bien el tema de las relaciones amorosas y por supuesto, evitaba a toda costa exponer a sus hijas, ya que deseaba llevasen una vida lo más normal posible. Sin embargo, con el pasar de los encuentros, el moreno ya no se abstenía de hacer pequeñas alusiones a alguien especial e incluso, dar diminutos detalles que acababan por confirmar las sospechas de todo el mundo.

Las niñas habían tomado muy bien el asunto, bastante comprensivas. Les costó un poco asimilarlo puesto que ellas esperaban que se conocieran, se amaran y boda al día siguiente. Otabek les explicó que las cosas no funcionaban así. Eran pacientes pero de vez en cuando se veían frustradas porque su padre y su no padre, no tenían iniciativa.

Para las tres, las cosas no deberían de ser tan complicadas. Su papá se complicaba solo. ¿Por qué no solo comprar un anillo e ir al registro civil? Adultos insensatos.

El trío ya se había ganado los suficientes regaños por andar diciendo que Yuri era su futuro papá.

Y a Yuri no le urgía, no por ahora. Otabek ya había cambiado su foto de perfil por una fotografía con él y Yuri supo que el amarre había funcionado. Todo a su ritmo. Él no tomaba las riendas de formalizar directamente pues esperaba que el kazajo le diera el visto bueno, que ya tenía un 99.99% ganado.

Mañana incluso asistiría a la ceremonia de graduación en la escuela de Cory y se sentía orgulloso de ella. Hace unas semanas pasaron tardes y noches ayudándola a estudiar para su examen de admisión de la preparatoria. Tras una ardua jornada de tutorías entre Otabek y él, consiguieron brindarle confianza y seguridad de que iba a ser seleccionada sí o sí.

Lo cual sucedió, habían entregado los resultados y el nombre de Altin Babicheva, Corrine coronaba la lista. No pudo acompañarlos a ver el listado en persona porque tenía una reunión, no obstante, estuvo muy pendiente a la plataforma online donde sintonizaban igual a los nuevos ingresados.

La chica se echó a llorar de la pura emoción.

Volviendo a la actualidad, el empresario se exasperaba cada segundo más.

—Cuelga tú—, canturreó el tailandés y el rubio puso los ojos en blanco.

Hasta que él tuvo también una llamada entrante.

—Tenemos una emergencia—, fue la escueta oración que dijo Otabek antes de colgar la línea y dejarlo aturdido.

O sea, Otabek colgaba primero.

Phichit por fin desatendió el celular y lo observó curioso. Apenas iba a preguntar qué era lo que sucedía cuando su jefe se despidió atropelladamente y se fue. ¿Les habría pasado algo a las niñas? ¿o a Otabek?

Alen Altin y Mariam Altin, los adorados padres de Otabek.

Los mismos que lo botaron a la calle y le dieron la espalda cuando se enteraron de que su hijo había dejado embarazada a una chica. Yuri los recordaba porque había tratado con ellos en varias ocasiones, le parecían muy amables, o eso aparentaban en su presencia.

El padre de las tres Altin no había visto a sus progenitores desde hace quince años, no mantenía ningún tipo de contacto con ellos por lo que su repentino interés lo tomó por sorpresa. ¿Lo peor del caso? Llegaban mañana. Se encontraba en la disquera atendiendo su agenda, cuidando no tener ningún evento durante las fechas que debería pasar con su familia, cuando un número desconocido no dejó de hacer timbrar su móvil. Al oír aquella voz casi le da un infarto.

Yuri acariciaba el cabello azabache, tratando de reconfortarlo al verlo bufar con frustración. —¿Qué fue exactamente lo que dijo tu mamá?

—Que su vuelo aterrizaba mañana, que sabía mi dirección por Mila y que quería conocer a sus nietas—, resumió en esas frases una larga discusión de una hora por mensajes y llamadas telefónicas. Tomó la mano del ruso y lo instó seguir masajeando sus hebras al sentir que se alejaba.

—No tiene que ser tan malo.

—No pienso dejarlos pasar—, resopló. —Son mis hijas y ya no soy un mocoso de quien puedan disponer a su antojo, ¿Quiénes se creen?—, expresó con desagrado.

Al rubio le encantaba el lado protector y apático de Otabek. —Es tu decisión, Beka.

Respiró para calmarse y dejar de utilizar al menor como psicólogo. Le dedicó una mirada profunda que el contrario no supo interpretar, pero le dio la señal de que se acercase y besó la comisura de sus labios. —¿Te quedas a dormir?

—Claro—, enredó su dedo meñique con el del moreno. No solía pasar las noches seguido ahí, pero amaba cuando se lo proponía. Seguía ocupando la habitación de huéspedes y cuando despertaba podía desayunar a lado de toda la familia y jugar con las niñas un rato antes de irse al colegio y ellos al trabajo.

Como mañana era día de fiesta, tendría oportunidad de arreglar a las enanas y tomar muchas fotos. Ya que Corrine no quiso ir al baile, harían una pijamada y algo divertido para celebrar.

—¿Puedes dormir en mi habitación, Yura?

Y todavía se lo preguntaba.

En la mañana del viernes se encargaba de ayudar a la mayor de las niñas. Tuvo que exigir un poco más está vez porque intentaba peinarla mientras ella desayunaba y trataba de mirar la televisión. Él aun ni se duchaba. Sostuvo entre sus dientes una horquilla y ató los últimos mechones de cabello pelirrojo.

—Ya está, cuando te pongas el birrete trata de que quede inclinado hacia atrás.

—Gracias, Yuri—, él le dio un apretón cariñoso en la nariz y subió las escaleras para ir a arreglarse. Se les había hecho terriblemente tarde y por culpa de ellos dos. Dormir abrazado de Otabek le había cobrado factura, ambos quisieron alargar el momento y pospusieron la alarma varias veces.

Ahí estaba las consecuencias.

El moreno iba saliendo del baño con la playera húmeda, cargando en cada brazo a Maddie y a Jane envueltas en toallas.

—¡Yura!—, exclamaron ellas.

—Buenos días, muñecas—, se removieron inquietas del agarre de su padre para darle un abrazo rápido al ruso y fascinadas por el mote que él empleaba. —Buenos días—, está vez se dirigió al mayor.

—Corran a cambiarse—, dejó a las niñas poner sus piecitos descalzos en el piso y ellas se fueron a su habitación correteándose y bien aferradas a las toallas. Si la madre de Otabek se enterase de que las dejaba andar sin zapatos, lo más seguro es que  le diera un enorme sermón. Otabek creía que era mucho mejor dejarlas hacer ese tipo de cosas como jugar con lodo, en la lluvia, tener mascotas, para evitar que enfermasen tanto y tuviesen una infancia más feliz. —No puedo creer que nos quedáramos más de tres horas extras dormidos.

—Es un milagro que no esté hecha una furia—, murmuró, refiriéndose a Cory.

—Ni lo menciones. Creí que nos asesinaría cuando la vi salir de su dormitorio—, y es que la chica se había despertado con un pésimo humor aunque fuese día de fiesta. Con ello también iniciaban las vacaciones de verano y esto no parecía hacer mella.

Corrine se empecinó en querer conseguir un empleo durante su receso de clases antes de entrar a la preparatoria. Situación que fue absolutamente denegada por su padre.

Yuri sonrió y se despeinó con una mano al tiempo que soltaba un bostezo. —Nos queda hora y media para estar listos, ¿ya te duchaste?

—No sé si bañé a las niñas o me bañé yo sin querer—, señaló su atuendo empapado.

—Tomaré eso como un no—, dejó un delicado beso en los labios del mayor. —No me tardo, ¿puedo usar tu máquina de afeitar?

—No, no puedes.

Yuri entrecerró los ojos. —La usaré de todos modos, honey.

—No sé para qué preguntas entonces—, contestó el moreno con una sonrisa ladina.

El ruso se puso en posición de ataque. Desde que eran jóvenes solían jugar así, como si pelearan pero sin llegar a lastimar al otro. Fingió querer darle un puñetazo en el estómago pero Otabek detuvo su puño a mitad del camino y se lo desvió. Yuri intentaba a toda costa alcanzar a tocarlo pero sus movimientos eran frenados entre risas.

—¡¿Pueden dejar de jugar?!—, gritó Corrine desde las escaleras—. ¡Ya son las nueve y media! ¡LAS NUEVE Y MEDIA!—, anduvo hasta la puerta de su habitación. —¿Acaso todo lo tengo que hacer yo?

Ambos se miraron en silencio y apretaron los labios para no reírse con travesura.

—Ve a bañarte—, dijo el kazajo, metiendo las manos en sus bolsillos. —Y tienes cinco minutos, sino sales a ese tiempo entraré a la ducha aunque aún estés ahí.

—Quizá me tarde—, respondió altanero.

Por lógica, esto no ocurrió.

Bueno, Otabek sí entró al cuarto de baño para buscar un cepillo con Yuri ahí, el ruso llevando únicamente pantalón y apoyado en el mueble del espejo, afeitándose. Más no se ducho hasta que estuvo solo.

Cuando estuvieron cambiados, ellos y las niñas, llevaban media hora de ventaja. Se sacaron algunas fotos antes de partir al gran momento. Yuri terminó de confirmarle a la florista que le llevase el arreglo al gimnasio de la escuela para poder sorprender a la pelirroja luego del evento.

El mayor tenía de nuevo una discusión telefónica con su madre, o más bien su madre peleaba y él solo fruncía el ceño. ¿Qué le hacía creer a esa señora que tenía algún derecho de plantarse en su casa como si fuese la dueña de todo ello? Vale, si ella hubiese avisado de buena manera, él habría accedido con ciertos límites. Después de todo, era la abuela de sus hijas.

Pero Mariam se había puesto de verdad muy pedante.

—Mamá no, no puedo ir a buscarte al aeropuerto. Ya te dije que no... ¿Acaso estás escuchándome? Tenemos planes, ¿Qué papá qué?—, se apretó el puente de la nariz con frustración y miró como Yuri entraba a la cocina con el rostro más pálido de lo habitual. —Dame un segundo—, cubrió el altavoz de su celular—; ¿qué sucede?

—Huh, Beka creo que tenemos un... problema.

Arrugó la frente y escuchó como aún la voz de su madre se oía molesta, cortó la llamada. —¿Qué sucede?

—¿Cómo te explico? Pues verás, Jane...

—¡Mira, papi!—, exclamó la pequeña entrando al lugar. Otabek debió recargarse en la encimera para no irse de bruces y jadeó horrorizado. —¡Como todos nos hemos puesto guapos, bañé a Kiwi!

El perro estaba escurriendo agua de su pelaje. Jane estaba toda manchada de lodo, su perfecto vestido satinado azul era una tragedia. El canino de sacudió con energía, salpicando todo y su hija río con escándalo.

Siempre quiso tener hijas. Niñas. Porque según él eran princesas delicadas, sonrientes y limpias. Pobre e iluso. El reloj marcaba que en quince minutos ya debían de estar saliendo rumbo a la escuela.

—Otabek—, Yuri se mordió el labio inferior sin saber que decir o hacer. La travesura en el momento menos indicado.

—¿Puedes irte adelantando con Cory y Maddie? Se nos hará tarde y es importante que ella esté temprano. Yo los alcanzó—, se arremangó la camisa blanca hasta los codos y puso las manos en sus caderas, lanzándole una mirada a Jane que podía interpretarse como que le aguardaba un regaño severo una vez que estuviesen a solas. —Y usted señorita, a bañarse. Ahora.

—¡Pero si ya me bañé!—, renegó y sus ojitos se llenaron de lágrimas pues reconocía ese tono de voz y no quería que papá la reprendiera más tarde.

Otabek dio una profunda respiración. Jane cargó al perro y subió a su habitación corriendo para cerrar la puerta con prisas.

—No la regañes—, pidió el rubio. —Sé que son tus hijas y no debo de interferir, pero fue mi culpa, me descuidé.

—Ella ya debe de saber que cuando está arreglada se debe de quedar así. Tendrá consecuencias, Yura.

—¿No puedo hacer nada para que eso no suceda?—, se sentó sobre la barra para enredar sus brazos entorno al cuello del kazajo. —¿Sí? Por favor.

Y ahí estaba ese brillito que lo hacía ceder. A este paso se harían mimadas pues Yuri siempre lo convencía empleando esos modos.

—Ni una más.

—¡Ni una!—, canturreó el ruso contento. Le dejó un sonoro beso en la mejilla y se levantó de un salto, poniéndose sus gafas oscuras. —Me voy con las niñas, Jane también tiene otro vestido lila muy bonito de repuesto. Nos vemos en un rato.

Madelaine y Corrine lo siguieron hasta el auto y el rubio se despidió sacándole la lengua.

Otabek tuvo un cosquilleo al ver el piercing plateado en la lengua del empresario.

La ceremonia fue muy emotiva. Otabek llegó con Jane justo cuando iba comenzando, ella traía el cabello un poco revuelto pero seco. La sentó en sus piernas pues se quejaba de no alcanzar a ver a su hermana y todos prestaron atención al discurso del director, luego las participaciones de algunos alumnos sobresalientes en música o danza, videos de generación y finalmente la entrega de reconocimientos.

Cuando pasaron los estudiantes de ballet, Yuri suspiró con nostalgia. —¿Te acuerdas cuando practicaba, Beka? Cuando era joven...

—Uy no—, hizo Maddie. —Hace mucho.

Otabek retuvo una carcajada al ver el semblante espantado del modelo. Su niña, obviamente, obtuvo el mejor promedio de generación.

Yuri se disculpó para salir un momento y volvió con flores, cuando acabó, recibieron a la pelirroja con un abrazo e inmensas felicitaciones. Ella casi se echa a llorar al recibir el ramo de tulipanes de su ruso favorito. Muchos profesores que ya conocía se acercaron para felicitar al padre de la chica por su excelente trabajo en la enseñanza de ella.

Otabek tenía ligeros tic en el ojo derecho cada que mencionaban la frasecita porque es padre soltero, pero no decía nada.

—Debió ser muy difícil salir adelante con tan grande responsabilidad—, le dijo una profesora, empleando un tono de voz compasivo.

No queriendo oír más de ese mantra, pues sabía que tendría más de eso adelante, se fueron a casa armando revuelo. Compraron un montón de comida y cuando llegaron desempacaron un combo de dulces, frituras y más. Para empezar estaría bien un maratón de películas.

Y con esto los casi dos meses de vacaciones.

Estaba hechos un desastre en el suelo alfombrado, entre cojines y demás. Un filme de terror aunque morían de risa. Otabek tuvo un pequeño baile con Corrine, alegando que era su baile de graduación, ella apoyó los pies sobre los de su padre y se movieron despacio al ritmo de Can't help falling in love de Elvis Presley.

—Ya háganse novios—, voceó Corrine, usando sus manos como megáfono cuando Yuri y su papá compartieron miraditas.

Otabek le aventó una galleta y Maddie le arrojó un peluche de unicornio en respuesta.

—¡Tardan mucho!—, alegó la castaña. —¡Ya cásense!

—Maddie, ya te dije que eso no se dice—, ella infló los mofletes y él no pudo resistirse a besar la carita de su hija. —¿Por qué tengo hijas tan preciosas?

—Cambias de tema—, contestó entre risitas.

—No es cierto.

Las tres comenzaron a contradecirlo, el ruso solo alzaba los hombros misteriosamente cuando le preguntaban algo, haciendo que ellas aumentaran su interrogatorio a papá.

De pronto, tocaron el timbre con insistencia.

El moreno se sacó a sus princesas de encima. —Tengo que ir a abrir, niñas.

—¡No hasta que contestes! ¿Tendrán más hijos?—, cuestionó la mayor, consciente de que el rostro de Yuri se tornaba carmín intenso.

—¿Yuri se va a embarazar?—, preguntó Jane con emoción. Corrine torció los labios sin saber muy bien cómo responder a esa pregunta sin generarle traumas.

Mientras esto transcurría, Altin se atusaba la ropa para poder abrir la entrada. Quitó los cerrojos y abrió sin pensar, demasiado atolondrado. Su sonrisa se desvaneció. Se había reencontrado con muchas personas de su pasado, más nunca con alguien que trajese consigo ese sinfín de capítulos más dolorosos e inconclusos.

¿Sería inmaduro decir que hubiera preferido no verla? Ella estaba de pie, con su cabello azabache, ya teñido por la edad, suelto y largo. Una mueca jovial y envuelta en un vestido verde olivo y usando tacones negros que la dejaban de su altura. A su lado, venía un hombre de la edad de Otabek más o menos.

—¡Cariño!—, exclamó entusiasta. —Me he regresado en taxi, espero que no tengas inconvenientes.

—Mamá—, la palabra le provocó escozor en la boca y las manos le sudaron. —Pasen—, se hizo a un lado y los dejó entrar.

—¿Están mis nietas?

—Supongo, viven aquí.

Yuri se asomó por el pasillo. —Beka, tienes que ver la imitación de Maddie de... oh.

—¿Yuri Plisetsky?—, dijo Mariam estupefacta y yendo hasta él para mirarlo de arriba hacia abajo. —¡Pero si Mila no mentía, eres tú! ¡Tanto tiempo sin verte, querido!—, chilló efusiva. —Tengo toda tu línea de bolsos, son maravillosos, que buen gusto tienes. Siempre supe que eras madera para esto.

—Un gusto verla de nuevo—, espetó con las facciones apretadas. Alternó sus esmeraldas entre su Beka y el otro hombre presente.

—Vengan por aquí—, murmuró Otabek y los guío hasta el living. En cuando esas dos presencias desconocidas estuvieron ahí, tres pares de ojos se posaron en ellas con desconcierto.

Por instinto, Madelaine se ocultó tras su hermana mayor que parpadeó ofuscada. —¿Papá?

El moreno se sentó en uno de los sillones con Yuri a su lado y le indicó a los invitados que ocuparan un lugar. Pronto, tuvo a sus hijas bordeándolo con ojos inquisitorios. —Niñas, ella es mi... m-mamá—, era casi ponzoñoso pronunciarlo.

—¿La abuela?—, asintió. —Creí que solo eran la abuela Lilia y el abuelo Yakov ¿Por qué no la habíamos conocido?

—Diles, mamá, ¿por qué no las habías conocido?

Yuri se sintió asfixiado al oír el rencor cargado en las palabras del mayor. Strike 1.

Ella se removió. —Oh bueno, pasaron muchas cosas, nada importante—, hizo un movimiento elegante de mano. —Pero vengan a darme un abrazo, anden—, las niñas se arrimaron con precaución después de que su padre les dijera que podían hacerlo—; No cabe duda que son tus hijas, son idénticas a ti. Son hermosas. Mírate, hijo, estás hecho todo un señor.

Strike 2, contó Yuri, Otabek odiaba que lo llamasen señor.

—Gracias, pero dime ¿dónde está papá?—, vio a las tres Altin sentarse en el sofá de tres plazas.

—Está aquí—, batió sus pestañas en dirección del hombre que hasta ahora no comentaba.

—Mi nombre es Lean Duncan, un placer—, sonrió en sentido a Yuri que le devolvió un mínimo alzamiento de comisuras.

Otabek contestó con la misma cortesía. —Bien, pero no estoy entendiendo.

—Me divorcié de tu padre y me casé con Lean, ¡Ahora es tu padre!

Las niñas se miraron entre sí con una cara indescriptible. El rubio cerró los ojos y escuchó atentamente la sonora carcajada del kazajo.

—Debes estar bromeando, ¿qué edad tienes?—, escuchó el treinta y dos. —Pero si es de mi edad, es como si estuvieras con tu propio hijo. Tú tienes casi cincuenta y ocho, mamá.

—Eso es irrelevante, nos amamos. Tu padre sigue viviendo en Almaty con su nueva familia—, cruzó sus piernas e hizo un gesto amargo—; ¿No estás feliz?

—Iré por algo de beber—, dijo el rubio, poniéndose de pie para ir a la cocina.

Sirvió en vasos refresco de uva y los colocó en una bandeja, fue de regreso. Por lo visto, la plática no se había amenizado y Otabek parecía querer sacarle los ojos al tal Lean, su madre hablaba elocuente con sus nietas y ellas apenas alcanzaban a espabilar.

—Oh cielo, deja de mirarlo así. Él no te ha hecho nada.

Yuri se inclinó para dejar los vasos en la mesa y se sobresaltó cuando el moreno gruñó.

—Pues entonces dile que la cara de Yuri está arriba, que si por favor puede dejar de verle el...

—Beka—, interrumpió a tiempo. —¿Me ayudas a traer bocadillos?—, vio el desconcierto en el rostro de la señora Altin (o Duncan) y lo jaló del brazo para arrearlo hasta la allá. —¿Qué demonios fue eso?

Se cruzó de brazos. —Te estaba viendo el trasero.

—Las niñas están presentes, Otabek. No puedes pedirles que traten bien a Mila si tú te comportas de esa manera.

Un poco de la carga sobre los hombros del DJ pareció disminuir pues vio su pecho dejar de moverse tan inquietante con su respiración acelerada. —Tienes razón, debo de darles el ejemplo. Es solo que... ¿por qué tuvo que hacer eso?

—Es su vida, además ya está grade para saber qué hace—, alcanzó un empaque de bretzels. —Quita esa cara, Beka.

—Me cae mal.

—Sí, ya lo noté.

Volvieron al living donde el ambiente no era menos denso. Las niñas no parecían tener ganas de intercambiar conversación con su abuela, pues su energía las asustaba un poco y parecían hastiadas, ver películas era más divertido. El abuelo, era muy rarito.

Jane no dejaba de meditar que los abuelitos debían de ser como Nikolai, a quien conoció junto a sus hermanas en un almuerzo, así. Entrados en años, con arrugas y canosos. Agradables. No como ese sujeto que se veía igual a papi. Una oleada de angustia la recorrió entera, ¿papá era un abuelo?

—Las niñas me comentaron que ustedes están saliendo—, dijo Mariam, a la vez que le daba un sorbo a su bebida. —¿Es formal?

—Huh, no. Todavía no—, respondió Yuri, jugueteando con sus dedos y atento a como Otabek le regalaba una sonrisa mustia al esposo de su madre.

—¡Ah! ¿Pero qué están esperando?—, se llevó una mano hacia su pecho. —Yuri es un excelente prospecto hijo, mucho mejor que... tú sabes. Desde un comienzo debiste enfocarte en una sola cosa, cariño.

Solo rezaba que la lengua de víbora de Otabek no se soltase.

Porque el morocho tenía la maña de hacer arder todo con su estoicismo, pero no arder en el.

—Gracias por preocuparte, mamá. Lo tomaré en cuenta—, espetó sin expresión alguna.

—Y bien, Yuri, cuéntanos, ¿cómo es eso de ser toda una celebridad? La verdad es que amo tu trabajo.

Haciendo amago de nerviosismo pero tratando de manejar la situación lo mejor posible, dio respuesta a todas las incógnitas que le planteaban. Sin embargo, una atmosfera pesada le carcomía. Era como si el enojo de Otabek fuese como una bola de nieve rodando en picada, pues su pelea visual con el escoces era intimidante incluso para Corrine, que constantemente trataba de distraer a su padre.

Y es que Duncan y Mariam eran innecesariamente cariñosos.

Para colmo, el sujeto no disimulaba los escaneos a Yuri de arriba abajo. Luego haraganeaba de la empresa que él manejaba, el rubio solo ladeaba la cabeza confuso, sin captar bien el rumbo exacto de la charla.

Hasta que explotó.

—Increíble, algún día nos gustaría visitar Venus, si no es molestia. Ah, Yuri, cariño, estás hecho un bombón, ¿no es verdad?

—Todo un bombón—, dio razón Lean, mostrando sus dientes en una resplandeciente sonrisa. —Pero no sabía nada de su relación, ¿no la han hecho pública? Porque sigues siendo de los solteros más codiciados del momento.

Strike 3.

—¿Y tú estás muy al tanto de esas listas? Es que, digo, estás casado ¿o solo te gusta el chisme?—, Jane abrió mucho los ojos tras las palabras de su padre.

—Otabek, no seas grosero—, reprendió su madre.

—Déjalo. Y no, solo es algo que se ve mucho. Tal vez si no te apresuras pues... pierdas tu turno—, musitó. —Muchos querrían el turno con él antes.

Yuri se mostró contrariado. —¿Disculpa? ¿Turnos? Que imbécil.

—Yo buscaría el mío—, le guiñó un ojo.

Estás ponchado.

—Ya, es todo. Ya te escuché decir puras estupideces toda la noche—, Otabek se incorporó con un aura amenazante. —Lárgate de mi casa antes de que te rompa la cara, bastardo.

Mariam se puso colorada, y pidiendo permiso, salió dando de tirones a su esposo. Evidentemente, era consciente de lo que sucedió y bastante inteligente para saber que no podría volver hasta que las aguas se calmaran. Tuvo una discusión terrible con Lean en el trayecto al hotel.

Conforme a esto, el sitio se quedó en silencio luego de que la pareja saliera como alma que lleva el diablo. Yuri aún conservaba el ceño fruncido y el ácido en la boca. Básicamente, el tipo había insinuado que él solo servía para pasar el rato.

¿Sería así? ¿Acaso Otabek no lo tomaba en serio?

—Jamás escuché a papá decir groserías—, dijo Maddie al dar un bostezo.

—¿Podemos ver Cenicienta ahora?—, pidió Jane.

—Quiero abrir el helado de chocolate—, se quejó Corrine.

Otabek y Yuri bufaron, al parecer, ellas tenían prioridades.

No quedó mucho que hacer, continuaron viendo filmes y jugando un rato al jenga, hasta que al rubio se le cayó la torre y le pegó en la frente. Las chicas ya se habían ido a dormir, supuestamente, y la escena donde se hallaban solos en el sofá se repetía. Había hecho un viaje rápido en auto y ahora Potya se contoneaba en la habitación de Maddie y Jane.

El enojo disminuyó de súbito cuando estuvieron en un acogedor silencio, donde el mayor acariciaba el rostro apacible del rubio, que descansaba en sus piernas y ronroneaba como un gato. Hablaron del asunto pasado pero ambos concordaron que no se amargarían más por eso.

—Eres tan lindo, Yura—, recibió un besito en la yema de los dedos por parte de los suaves labios del modelo.

—Ya me lo han dicho—, bromeó y se incorporó apenas lo necesario—; sé que es seguir dándole importancia pero, ¿tú crees en lo que dijo él? Que soy pues... alguien a quien se turnan para usar.

—No eres un objeto, Yura—, reprochó. —Y no busco un rato nada más contigo.

Volvió a recostarse. —¿A qué te refieres?

—Busco que seamos algo para siempre.

—¿Algo como qué?—, si sabía de qué hablaban pero era mucho más lindo ver como Otabek intentaba atinarle a las palabras indicadas.

—A que ya no te quiero en esa lista de los siete solteros más hot del momento—, rodó los ojos con una sonrisa. —¿Sí o no?

—¿Sí o no qué?

—Dulce Yuri, ¿vas a ser mi novio o no?

—No lo sé—, arrugó la nariz. —Deja que lo piense.

Otabek lo miró incrédulo. —Oh vamos.

—Ya lo pensé, acércate—, le hizo una seña y el kazajo acortó la distancia entre sus rostros para que Yuri pudiese susurrar, pero en lugar de ello lo sorprendió con un beso imperceptible. —Si quiero—, volvió a juntar sus labios pero esta vez con un poco más de firmeza. Cuando se separaron, alcanzó su celular y lo contoneó enfrente de él. —¿Puedo?

—Puedes—, respondió divertido.

Plisetsky hizo algunos ajustes en su móvil y dio guardar cambios en la configuración. Su estado se actualizó.

Supuestamente las niñas estaban dormidas.

—¡Oh mi Dios!—, el chillido escandalizado de Corrine los hizo esperar ansiosos. Pronto el sonido de puertas abrirse y vocecitas agudas apresuradas. Tres gritos sincronizados. Las tres niñas bajaron veloces, llorando a moco tendido.

—¿Es verdad? ¡Díganme que es verdad!—, suplicó estrujando la funda de su celular con forma de panda.

Ambos asintieron y tuvieron que consolar a las tres que lloraban sin poder calmarse.

Yuri Plisetsky está con Otabek Altin

En una relación con Otabek Altin

NO ME MATEN uwu

Lamento la tardanza, lo juró :'v pero me pasaron muchas cosas y pues tuve que retrasar todo lo que ya tenía planeado. 

Espero que les guste el capítulo, ¡ya son novios! se vienen fechas importantes.

Preguntan mucho por el lemon. Sí, hay porno, pronto. Solo saboreen antes. Corrijo mañana, espero que les guste mucho mucho. Los amo~ 

Nos vemos en el próximo capítulo. Besos 💕

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estos comics no son míos créditos Asus respectivos creadores ☆☆☆☆☆☆☆☆