Noùm'Vará: El Alma Portadora...

بواسطة KamisoulAishen

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Sin memoria, sin identidad y sin cuerpo. El mundo de las almas es un lugar desconocido y peligroso. Acompaña... المزيد

PREFACIO
CAPÍTULO 0: Mi Cuarto
CAPÍTULO 1: Un Nuevo Mundo Allá Afuera
CAPÍTULO 2: Tres Preguntas y Nada Más
CAPÍTULO 4: La Razón de Todo
CAPÍTULO 5: A la Primera Luz de Medianoche
CAPÍTULO 6: Invitados Inesperados
CAPÍTULO 7: El Dolor en Mi Pecho
CAPÍTULO 8: Luz de Luna de Amanecer
Interludio: Agradecimiento primeras mil lecturas.

CAPÍTULO 3: Presentaciones

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بواسطة KamisoulAishen


Resultó bastante fácil subir con una soga atada a la cintura, me sentía bastante ligero con cada paso que ascendía. El peñasco era más que amigable con mis inexpertas habilidades alpinistas. Aunque para ser justos, el hecho de que hubiera alguien jalando desde el otro extremo ayudó bastante.

—Pensé que no lo lograrían a tiempo. Los preparativos están casi terminados, Ouis estaba preguntando por ti y de cuando llegaría el nuevo romanza. —Le escuché decir a quien por sus quejidos al hablar, supuse era quien ejercía fuerza del otro extremo ayudándome a subir.

—Debe estar muy ansioso si vino a preguntar personalmente —dijo mi acompañante, mientras se asomaba al borde del acantilado para ver mi progreso, y luego formar una visera con su mano para dar un último vistazo al agujero de donde salimos.

Se estaba ocultando el sol y la penumbra estaba cerca de invadir el Hospital junto con todo lo que quedaba abajo. Fue ahí cuando me percate del sol en sí e hice memoria sobre lo que había vivido.

Con tanta conversación sobre el tiempo ya no estaba seguro de cuanto estuve encerrado en ese cuarto blanco sin ventanas: Cuando salimos por primera vez de la habitación era de noche, no obstante, la segunda vez cuando caminamos a las colinas, era de día.

Solo ahora caía en la cuenta de que, después de mi reingreso a esa habitación hasta ahora que salía de ese hoyo, al menos en términos generales, estaba seguro que había transcurrido un día. Para mí fue importante, era mi primero de lo que tenía memoria. Al menos el primer día que sabía con certeza que había transcurrido.

—No, por supuesto que no -continuó la voz masculina—. Envió un susurro brillante preguntando por ti, con todo lo que está pasando, de ninguna forma iba a venir en persona.

—Me lo imaginé, aunque me hubiera gustado que estuviera cerca, no me queda mucho tiempo y tengo mis propios preparativos que atender.

Alcancé la cima justo para verla de espaldas mientras se hacía una trenza en el pelo.

Junto a ella estaba un joven, bastante alto y flacucho; de pelo rubio. Vestía una remera con capucha y unos jeans azul claro. Su teñida era a primera vista normal, pero me desconcertó ver que su calzado eran unas botas gris metálico que al dar unos pasos, sonaron como genuinas botas de una armadura.

—Vaya míralo, que no se demoró tanto. Llego casi al mismo tiempo que tú —dijo el chico, y ella se volteó a verme mientras terminaba de fijarse el cabello.

—Él te tenía a ti jalando del otro extremo —escuché refunfuñar a la pelirroja a lo lejos.

El joven se acercó de forma amigable extendiendo su mano derecha la cual estreché sin mayor recelo.

Mi nombre es Kurt Balzamá, pero puedes llamarme Zam. —Mientras se presentaba procuró de modular ampliamente su nombre y comenzó a desenredar la cuerda en mi cintura.

—Ehm, mi nombre es... —Giré mi cabeza hacia la muchacha—. ¿Rom?

—Eres un romanza, eso lo sé -se apresuró a decir Kurt—. Que maleducado de mi parte presentarme con mi nombre tan desatendidamente, cuando sé que no tienes uno propio.

—Yo le digo Rom y le sienta bien, al menos hasta que platique con Rakkar —agregó ella.

—Pero Li--. —La chica rápidamente interrumpió a Kurt y le cerró los labios con un movimiento brusco.

—Basta de presentaciones, nos está esperando y ya estoy ansiosa por dejar este agujero atrás, estos sitios siempre me dan escalofríos.

Analicé mis alrededores para saber a qué se debía su comentario y noté que sin importar a donde mirara, lo único que podía observar a excepción de mis acompañantes, era un desierto llano y árido. Lo más curioso es que sin importar cuánto agudizara la vista, en el horizonte no podía ver ni siquiera un pequeño rastro de una montaña, una erosión natural o un volcán, nada. Era plano como un océano de tierra.

Entonces sentí un pequeño respingo de terror al imaginarme en el agujero de donde había salido, era una grieta en el piso sin ningún indicativo por el cuál orientarse. No lograba entender cómo fue que me encontraron en semejante desierto, y aunque estaba agradecido, con solo asomarme y ver la oscuridad allí abajo, no pude evitar mis preguntas, intentando disimular lo mejor que pude mi nerviosismo.

—Kurt, me podrías explicar...

—Por favor dime Zam —me interrumpió—. Es más, insisto en que me digas Zam. —Esto último lo dijo bastante serio, casi exigiéndolo.

—Muy bien, Zam. Podrías explicarme ¿Porque aun cuando todavía queda bastante luz desde el ocaso, cuando intento mirar hacia el Hospital, solo veo oscuridad?

—Gran observación, bien por ti. —Se giró a ver a la pelirroja y luego a mí—. Pero, ¿porque me preguntas a mí, no tendrías más confianza preguntándole a ella? —Inquirió, apuntándola con su cabeza mientras terminaba de enrollar y guardar la soga.

—No lo sé, te lo pregunté a ti —dije con desenfado.

No tenía por qué decirle que sus últimas explicaciones me habían dejado bastante confuso.

—No te gastes -se metió ella—. Explicarle cosas simples a un romanza tan duro como éste, simplemente nos retrasará. Si no trajiste nada más que necesites guardar, pongámonos en camino.

Caminamos quién sabe por cuánto tiempo, con el dolor de cabeza que me hacía pensar en el concepto mismo del paso del tiempo después de tantas reflexiones, simplemente dejé de preocuparme. En cambio, intentaba sonsacarle información a Zam, acerca del mundo astral, las «reglas», como las llamó la pelirroja, y cuánta duda se me ocurría. Pero ella tan solo cruzar unas cuantas palabras nos hacía callar y truncaba cualquier intento de conversación por muy banal que este fuera.

No sabría explicar cómo, pero su actitud, que no tenía ni un ápice de enfado, generaba de todas formas un aire tenso que solo puedo atribuir a la falta de comunicación que ella insistía en que mantuviéramos. De manera que el silencio se extendió por la mayoría de nuestra caminata. ¿Tanto le molestaban mis indagaciones?

—Discúlpame Rom, pero no podemos jugar a las 20 preguntas, estoy intentando concentrarme en lo que nos espera. Y Zam también debe concentrarse, después de todo, ustedes cumplen un rol principal en lo que se viene.

—Entonces con mayor razón, cuéntame más sobre la función que debo cumplir —espeté.

—Eso no se puede -saltó Zam—. Primero tienes que ver a Ouis, si él dice que podemos confiar en ti, entonces te podremos contar todo.

Ese fue el intercambio de palabras más destacable de la aburrida caminata por un desierto huraño; de tierra dura y pequeñas rocas incómodas bajo los pies.

El sol ya se había ocultado, leves rayos de luz detrás del horizonte regalaban unos últimos minutos de visión antes que la oscuridad nos rodeara desde todas direcciones.

No había luna, por lo cual intenté buscar alguna estrella —a estas alturas, una que otra tendría que haber aparecido—, pero no. El negro se extendía y nada lo iluminaba. Esto continuó hasta que no pude ver nada y solo escuchaba nuestras pisadas a modo de guía, ella me tomó de la mano y me hizo avanzar a su paso sin decir nada.

No sabría explicar por qué esa oscuridad no me hizo entrar en pánico ni del porque seguí avanzando sin reclamar por algo de luz a mis acompañantes. Incluso ahora me lo pregunto, solo sé que continué caminando, confiando.

—Llegamos —dijo la pelirroja, al mismo tiempo que encendía una llama que sujetaba entre sus dedos. Creo que era un fósforo.

—Te preocupabas por nada, llegamos con tiempo de sobra —dijo alegremente Zam.

No sé de donde salió, ya que no caminamos tanto rato en la oscuridad y cuando examiné el desierto que nos rodeaba ni siquiera lo había visto, pero enfrente de mí y hasta donde la llama de la pelirroja podía alumbrar, se erguía un monolito de tierra.

Daba la impresión que estábamos a los pies de la proa en vertical, de un barco de vela hundido a la mitad.

Zam tomó la llama y la lanzó ligeramente contra el montón de tierra, desapareció al contacto. O esa fue mi impresión.

La penumbra volvió a invadir nuestros alrededores, pero no lo hizo de inmediato como se supone que debe ser. Se fue difuminando poco a poco, como si la llama hubiese sido apaciguada gentilmente y no de golpe.

—¿Qué están esperando? No hay tiempo para formalidades, entren de una buena vez que no tengo toda la noche -escuché bramar a una voz ahuecada que provenía del monolito.

Mis acompañantes sin dudarlo caminaron en la dirección donde fue lanzada la llama. Como la pelirroja aún me tenía sujetado de la mano, avance con ellos. Lo que pasó a continuación me recordó mucho la primera vez que la pelirroja me sacó de mi habitación, solo que esta vez no atravesamos el umbral. Bueno, casi.

Zam que iba delante, atravesó el muro de tierra —y si digo tierra y no roca es porque su textura me hacía pensar más en arena de playa que en algo sólido—, la muchacha lo siguió, excepto su antebrazo y la mano con la que me sostenía (que ahora parecía enterrado). Seguí el paso con algo de risa por la mano flotante que me guiaba y justo al momento de hacer contacto con el muro de tierra, éste se desmoronó hacia los lados cual telón en una obra de teatro.

Ahí estaban todos, intercambiando palabras de las cuales no pude descifrar alguna. Miré hacia atrás y no había muro, solo una entrada amplia que daba la impresión de estar comenzando a explorar una cueva.

—No te quedes ahí con cara de bobo, avanza —me regaño la pelirroja que cada vez me parecía menos y menos simpática.

No pude identificar de dónde provenía la extraña luz de ese lugar, pero todo tenía una claridad bastante pareja. Estaba tenuemente iluminado, pero era suficiente para distinguir todo cuanto miraras.

Pude notar como un hombre alto, gordo y de un bigote que le faltaban unas cuantas podadas, sostenía la flama que momentos antes Zam había lanzado. Su fuego resplandecía en contraste a la luz de la cueva.

Pasé caminando a su lado —casi por inercia de ir tomado de la mano de la pelirroja— y éste se me quedo viendo con una cara de muy pocos amigos.

Le mantuve la mirada sin pensarlo, pero sin enojo, estoy seguro que mi mirada era pura curiosidad.

El igual me examinó por unos instantes. Se cruzó de brazos, refunfuño graciosamente a través de su bigote y me dio la espalda. Zam entonces captó mi atención.

—No sé porque, pero me molesta de sobremanera esta luz ¿No les pasa? —Señaló Zam cuando nos hubimos alejados de la entrada y por ende de la luz de la flama.

—A veces eres tan niñita Balzamá —le recriminó la pelirroja, que soltó mi mano y de la trenza se sacó un poco de cabello—. Aquí tienes —le dijo a Zam, al tiempo que le extendía un fino cabello rojo.

—Gracias querida, el insulto estaba demás —respondió él con una mueca no tan severa.

—Tú también, toma. —Se dirigió a mí y puso otro fino pelo entre mis dedos. Luego chasqueó los suyos en la punta contraria a donde lo tenía sostenido y éste se encendió.

—Mejor que los fuegos artificiales, ¿o no, Rom? —añadió Zam mientras extendía su mano hacia la pelirroja exigiéndole que prendiera el suyo también.

—Cabellos de fuego —dije anonadado, mientras observaba sin recelo la pulcra flama que sostenía en mi mano.

Recorrimos unos túneles que serpenteaban hacia un lado y otro. Creo que no sería justo decirle túneles ya que, aunque tenía la impresión de estar bajo tierra por la composición de las paredes, parecían más pasillos de un edificio que laberintos subterráneos.

No tardamos mucho en dar con un salón bastante extenso y de un techo considerablemente alto. Ni nuestras luces, ni la luz natural que se expandía al interior de ese extraño lugar, podían reflejar la parte más alta de esa habitación.

Fuese como fuera, no podía sacarme la sensación de estar rodeado por piedra, casi como si estuviéramos en un castillo. Pero, ¿podía sin recuerdos con seguridad saber cómo era el interior de un castillo? ¿Había estado yo dentro de uno alguna vez? Aún así, no podía sacarme la sensación de que estábamos en un lugar subterráneo.

—¡Bienvenidos! —Medio-gritó un hombre al otro lado de la habitación con las manos extendidas y una sonrisa en la boca.

—Ay, ya bájale Rakkar. No seas tan dramático.

—¡Perdona... méeeee! ¡Pero las primeras impresiones son muuuy importantes pequeña colorina!

En realidad no estaba gritando en toda norma, pero sí que levantaba la voz, como si le estuviera recitando a un público imaginario desde el escenario.

—Éste, mi querido amigo, es Ou--.

—¡Ne ne ne ne, ne! Permíteme presentarme —interrumpió a Zam que quedó con la mano estirada apuntando al extraño anfitrión que avanzo en mi dirección.

Se paró en seco frente a mí y se me quedó observando minuciosamente, luego extendió su palma abierta ofreciéndomela como saludo, al tiempo que hacía una reverencia teatral con su mano izquierda en el pecho. Bajó la cabeza e inclinó su cuerpo hacia adelante. Pasados unos instantes, levantó la vista.

Permaneció mirándome en esa posición.

De la pura incomodidad que me causó, torpemente le extendí mi mano, la cual tomo rápidamente y le dio un beso como si yo fuera una doncella. Me ruboricé al instante y la retiré lo más rápido que pude. Entonces se puso de pie muy lentamente; y modulando con mucho cuidado como lo hizo anteriormente Zam, se presentó.

—Mi nombre.

»Es Ouis Rakkar.

»Encantado de conocerte Zachary Romanza.

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