Canción: Ed Sheeran - Who You Are (cover)
Dedicado a: UnaLectoraPerdida000 y PerlaSolanoCandia
Aunque quisiera tener respuestas sobre lo que ocultaba Zeus no obtuve ninguna de su parte, Dalila se negaba a ir con él a Santorini, así que tuvo que irse finalmente solo, aplazo la fecha en la que su madre y mi hermana se conocieran.
Dalila había escogido un hermoso diseño para su vestido de novia, yo seguía sin escoger el mío, por ahora lo más importante era que Giorgio volviera y que estuviéramos juntos. Sentía que las cosas en Nápoles no iban bien del todo, no tenía a nadie en la mansión que me dijera como estaba el asunto, hasta que recordé a la única persona que podría suministrarme algo de información. Gabriella.
Decido marcar su número cuando estoy en la biblioteca y ella me contesta al tercer tono.
- Gabriella soy yo, Alessandra.
- Señorita Williams..
- Seré directa ¿cómo están las cosas en la mansión?
- Bueno – se queda un momento en silencio-. El señor Bonatti envió a todos los empleados a su casa y a nosotros a un lugar diferente para que viviéramos, ahora sólo se encuentran él y sus hombres de seguridad en la mansión,
¿Giorgio estaba solo en la mansión? Estaba solo esperando a que esos tipos se metieran a la casa no podía creer que estuviera haciendo eso. ¿Porque no lo había mencionado, porque había dicho que volvería antes de tiempo?
- ¿Gabriella estas segura de lo que me estás diciendo?
- Completamente. Yo temía por la seguridad de mis hijos por eso me aleje de allí.
- Dio – me llevo una mano a la boca-. Por favor no digas que he llamado.
- Tiene mi palabra.
Horrorizada. Esa es la palabra que describe mi estado de ánimo en este momento, debo calmarme, serenarme y evitar imaginar todo tipo de escenarios. Me quedo observando detenidamente el móvil aguantándome la ganas de no marcarle, y decirle que se todo, que sé que no van bien las cosas y que temo por su vida. Entonces como si supiera lo que estoy pensando una llamada de su parte se refleja en el.
- ¿Aless?
- Gracias al cielo – suspiro-. ¿Cómo está todo?
- ¿Alessandra se podría saber qué demonios hacías visitando a Lorenzo en la cárcel?
- Yo.. quise cerrar el pasado con él.
- No tenías por qué hacerlo, una cárcel no es un lugar para una mujer embarazada, y menos visitando a ese tipo, no quiero que se vuelva a repetir, fue peligroso.
- No lo ha sido, yo no podía seguir ocultando mi dolor y frustración.
- El hecho de que no esté contigo no significa que no esté al tanto de lo que haces, mantente alejada de todo lo que implique a De Santis.
- Suena tan fácil.. ¿sabes porque? Porque no puedo, estoy acá sola en la casa, ya es casi una semana sin ti, has demorado más tiempo del que me has dicho.
- Estoy haciendo lo posible por regresar.
- Dime la verdad ¿no crees que puedas regresar a nuestro lado? ¿Estás en peligro?
- Solo quédate tranquila.
- Contesta. Sé que las cosas no están bien en Nápoles, ahora estas solo en la mansión, Giorgio es una locura. Te van a matar si sigues con esto.
- ¿Quién te ha dicho tal cosa? ¿Cómo te has enterado?
- No importa, quiero que vuelvas, sano, salvo y con tu familia, yo.. yo no sé qué hacer sin tu compañía, no quiero pasar mi embarazo sin ti.
- Eso no sucederá, estaré allí, escogeremos la cuna, los adornos, inclusive la pintura.
- Deberías mejor la forma en cómo calmar a tu mujer embarazada con solo esas palabras.
- Las cosas se van a solucionar, debo colgar, ti amo.
Cuelgo la llamada con Giorgio pero eso no me hace sentir mejor, al contrario ahonda más el hueco de su soledad que ha creado en mi corazón.
Tranquila Aless, hazlo por tu bebé por el, cálmate.
Necesito hablar con Leo. No lo veo desde que llegue de Nápoles y tampoco desde que me fui a Londres, una charla con mi mejor amigo me ayudara a despejarme de y a relajar mis nervios.
Le texteo a mi amigo y él se ofrece a tomarse un café conmigo en un lugar cercano a la plaza. Tomo mi bolso de mano y le pido a uno de los chicos que me lleven hasta allí, Dalila se ha quedado dormida viendo la televisión. Típico de ella.
El auto conduce hasta el lugar y puedo verlo sentado con sus gafas de sol y un sombrero negro que combina a la perfección con su chaqueta, luce sonriente en cuanto me ve bajar del auto y me siento en la silla.
- Hola naufrago versión femenina.
- ¿Naufrago? - Enarco una ceja.
- Si ya sabes como la película de Tom Hanks, estaba solo en una isla y por ende no tenía ningún contacto con nadie, sin comunicación hablando solo con un balón.
- Un balón pareceré dentro de unos meses.
- ¿Que? – baja sus gafas de sol y me mira incrédulo dejando ver unas enorme ojeras.
- Ya veo porque no te las quitabas – rio tomando las gafas en mis manos y colocándolas en mis ojos-. ¿Se ven bien en mi verdad?
- Cállate, ¿como que balón? ¿Estas..
- Embarazada.
- Madre mía ¿de?
- Por supuesto que de él idiota – lo golpeo en su hombro-. ¿Qué clase de chica piensas que soy?
- Mi cabra loca tendrá una mini cabra loca.
- No llames cabra a mi bebé.
- ¡Qué lindo! Déjame ver – su mano intenta subir mis ropas.
- ¡Hey no! no voy a mostrarte mi mini panza acá delante de la gente.
- ¿Y porque no? El tío Leo quiere ver a esa belleza-
- Porque llevo un vestido Leo.
- ¡Ay que aguafiestas! – bufa y agita su mano en el aire-. ¿Y bien donde está tu hombre?
- Se ha quedado en Nápoles, por negocios.
- ¿Por negocios? ¿Que no puede enviar a otra persona a que haga ese tipo de cosas?
Si tan solo Leo supiera que no son los tipicos negocios que cierran con una junta, o con simplemente hablar con las personas, que vas más allá de eso, que el hombre que amo se dedica al crimen y que es al que muchos le temen en la ciudad gritaría y me diría que estoy loca.
- No - muerdo mi labio inferior-. Hay más, me voy a casar – le muestro mi anillo de compromisos y su expresión vale un millón de dólares.
- Dos noticias fulminantes en un sólo día, mi pobre corazón no lo soporta, ¡Idiota egoísta! no me dices nada, no escribes ni un mensaje que diga al menos "Leo ya no te quiero como amigo vete a la mierda y no regreses", eso me hubiera dolido menos que esto, la decepción completa Aless.
- Entiende.. todo fue muy rápido. Es decir, ninguno de los dos sabía que estaba embarazada, creí que era estrés, y casi pierdo al bebé, todo fue un caos. Es mejor olvidar eso.
- ¿Han pensado en nombres?
- No aun no – mi mirada se fija en otro punto.
- Te noto algo triste.
- ¿Cómo no estarlo? ¿Qué mujer embarazada quisiera estar lejos del padre de sus hijo?, ya casi cumplo las seis semanas y aun no regresa.
- Oh Aless.., sé que es duro de asimilar, pero volverá.
- No se nada de bebés me estoy volviendo loca – paso mis manos repetidamente por mi cara-. Estoy nerviosa, le tengo miedo a todo, hasta de tropezar y caerme en un charco y que después.. ya ni me coloco pantalones por miedo a que me aprieten la panza.
- Creo que serás una madre muy sobreprotectora – rie con su comentario-. Es normal, no eres la primera mujer que no sabe nada de bebés.
- Gracias hacerme sentir bien, siempre – le doy un abrazo.
- Eres la cabra loca – rueda los ojos-. Ahora dame mis lentes de sol, luzco como un mapache – se los coloca de nuevo y fija su vista en el auto del que me he bajado-. Tu guardaespaldas está que arde ¿sabes si?
- No creo que sea gay – meneo mi cabeza de un lado a otro.
- Oh que mal – hace un puchero.
- ¿Que paso con tu novio? – doy un sorbo de mi café helado.
- Ese hijo de .. satán. Se largó, creyó que lo iba a seguir como perro faldero detrás de él, ¡que se joda! acta esta mi vida, mí adorada Venecia me ofrece los hombres más clientes que pueda deleitar mis ojos.
- No cambiaras...
- Ni una pizca nena.
***
Han pasado los días y con ellos la misma situación, he intentado comunicarme con Giorgio todo el día pero no ha contestado ninguna de esas llamadas, la tensión se crea en mí, imaginando lo peor. Así que para distraer mis pensamientos me he metido a la biblioteca a terminar de enviar unos archivos del trabajo a Devan. Se supone debo viajar a Londres para definir qué hacer con el puesto, aunque lo más recomendable seria hablar con Capone para que metiera mi solicitud en la empresa de Nápoles, tendría que pasar algunos meses de embarazo trabajando en Londres hasta que se resolviera todo.
- Aless debo salir un momento – la voz de mi hermana se hace presente a mis espaldas.
- ¿A dónde vas eh? – enarco una ceja.
- Debo ir a casa por unas cosas, Zeus quiere que empaque lo que llevaré para Atenas una vez nos casemos.
- Oh.
- ¿Quieres venir conmigo?
- No – no quiero visitar mi viejo hogar, me trae malos recuerdos, y prefiero quedarme en compañía de la lectura y despejarme de todo lo que pueda recordarme a Lorenzo.
- De acuerdo, no tardo.
- Puedes ir con algunos de los chicos para que te ayuden a empacar.
- Vale, vale, iré con esos gorilas – guiña un ojo y sale de la biblioteca.
Sigo dándole los últimos detalles a mi trabajo y envió el documento a Devan esperando una respuesta de su parte. Cierro la laptop y me dirijo a la habitación para darme un baño, me quito la ropa abro el grifo para llenar la bañera y me retiro el maquillaje del rostro, cuando la bañera esta lita me meto en ella relajándome por completo. Paso mis manos por mi vientre imaginando a mi bebé.
- ¿Y que si eres niña? Volverías loco a tu padre – rio con mi comentario-. ¿Debería comenzar por comprar muñecas para el cuarto? Unas lindas muñecas de porcelana.
Salgo del baño y me cambio colocándome un enterizo holgado de color azul celeste, desenredo mis cabellos rubios y dispongo a tomar el libro del principito cuando escucho ruidos en la parte baja de la mansión.
No le presto mucha atención hasta que esos ruidos se trasforman en disparos. Mi reacción es agacharme y hacerme a un lado de la cama buscando une escondite.
- Búsquenla – se escucha una voz gruesa detrás de las puerta, haciéndose cada vez más cercana.
Sea quien sea no tiene buenas intenciones. Giro mi vista en busca de un mejor escondite porque si me descubren en la habitación estoy acabada, así que recuerdo el cuarto de los espejos, gateo hasta allí y abro la puerta, encuentro un escondite perfecto detrás de uno de los tantos espejos que rodean el lugar.
Por favor que no entren, que no entren.
Puedo seguir escuchando disparos. Tapo mi boca cuando veo a un hombre corpulento entrar por la misma puerta que he entrado hace algunos segundos.
- ¿Dónde estas pequeño ángel? – su voz suena aterradora-. No me obligues a adivinar – un disparo da en un espejo de la esquina rompiéndolo al instante-. Puedo seguir todo el día en esto – sigue quebrando une espejo, uno, por uno.
No tengo salida, no sé a dónde ir estoy acorralada en ese pequeño espacio así que cuando siento que ahora apunta al espejo que tengo cerca retrocedo y él me ve.
- Acá estas – su mano se me paso en mis unos de mis hombros y me arroja a un lado de la mesa-. Bonatti te tenía muy bien escondida.
- ¿Que quiere? ¡aléjese de mi! – retrocedo y en mi intento mi corto la mano con uno de los vidrios.
- Seré bueno, si eres buena conmigo, ven acá.
- No voy a air con usted a ningún lado, ¡aléjese o le juro que clavare este vidrio en su cuello hasta que se desangre!
- No intentes ser mala conmigo princesita, no le funciono a Bonatti, menos a ti.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Tu novio está muerto – se acerca hasta donde estoy mientras me quedo paralizada con su respuesta.
- Eso no es verdad – las lágrimas inundan mis ojos.
- Si vienes conmigo, puede que te muestre su cadáver.
- ¡Mientes! – digo llorando.
- Ya me canse de discutir contigo – se abalanza encima mío y forceja para levantarme a la fuerza.
- ¡Quítese de encima mío, me hace daño! – manoteo, lo rasguño y hasta lo corto, pero es inútil es como si no sintiera dolor-. Déjeme por favor – sollozo en el suelo cansada de luchar.
Escucho un disparo que da justo en el hombro del tipo, que se quita de encima de mí y puedo verlo, está ahí, mis ojos se encuentran con los suyos, lo posee la rabia, el enojo y su mirada se torna a la misma que le he temido.
- ¡No la vuelvas a tocar, maldito hijo de perra! – grita colérico volviendo a dispararle al hombre quien cae muerto a un lado.
- Aless.. - susurra y se acerca hasta donde estoy-. Estoy acá, el bebé..
- ¿Eres tu? ¿No estás muerto – acaricio su mejilla y sonríe ante el gesto.
- Déjame ayudar a levantarte – sus manso me envuelven en un abrazo.
- Bonatti, esto aún no acaba – otra voz resuena a sus espadas.
- No te atrevas a acercarte – Giorgio me hace detrás de él y solo pudo mirar la escena horrorizada.
- ¿Salir de la mafia? vaya estupidez, prefiero matarte – acciona el arma y le dispara. Giorgio cae herido a un lado mío, no sin antes dispararle al hombre en su cien.
- ¡No! Giorgio mírame – mis manos sostienen su rostro, y mi ropa se tiñe de su sangre-. No nos abandones, te acepto con todos tu errores, con tu pasado y con tu vida, no me importa, no me importa, porque te amo, he aprendido a amarte así como eres.
- Mi dulce Alessandra – su voz empieza sonar débil-. Siempre supe que no merecías a un tipo como yo en tu vida.
- Si lo merezco, si nos merecemos – mis lágrimas caen encima de su rostro.
- Te amo chica con labios sabor a chicle.
- ¡Giorgio! Mírame, Oh Dios. ¡Ayúdenme! - Grito horrorizada, llorando, ha cerrado sus hermosos ojos azules, y me siento de la peor manera. Ha sido mi culpa. Me defendió, y ahora está allí sin moverse.
No puedo aceptar que se vaya, no puedo aceptar que me deje sola. No ahora cuando más lo necesito.
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