My wonderwall.

By evelynxwrites

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La inocente y dulce Lenna, logra escapar de las garras de su padrastro tras seis meses de encierro y privada... More

Antes de leer.
My wonderwall.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Epílogo.

Capítulo 3.

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By evelynxwrites

 Narra Lenna.

Su figura se hizo presente entre nosotros, su altura de casi un metro ochenta, y su voz es tan firme y grave, que cuando lo escuchas hablar parece el muchacho más serio e inteligente del mundo. Yo lo amaba, lo amé siempre y me di cuenta al instante en que volví a verlo. ¿Por qué tuve que tratarlo tan mal y echarlo de mi vida como si fuera cualquier persona? Yo misma me alejé de alguien sumamente importante, que siempre debió estar en mi vida. A veces me enojaba, porque pensaba que él tampoco se tomó el trabajo de querer arreglar las cosas. Pero de todas formas, yo era la única culpable. Yo le dije que estorbaba, que lo odiaba y quién sabe cuántas estupideces más. No puedo verme a mí misma, pero estoy segura que mis ojos se iluminaron con gran brillo al verlo ahí, finalmente otra vez. Estaba detrás de nosotros, con una expresión de confusión en su rostro, sin entender nada de lo que pasaba. Supongo que desde su postura, la cercanía entre Sam y yo daba a entender otra cosa, muy lejos de lo que realmente ocurría. Hizo unos pasos acercándose y le dio un leve empujón a Sam para sacarlo de su vista y entonces, encontrarse conmigo.

 — ¿Lenna?— yo asentí con timidez. —Lenna... ¿Qué pasó contigo? Por Dios... ¿Qué es lo que te hicieron?— empezó a cuestionar captando mi rostro lastimado y lo horrible que me veía. No tardó nada en acercarse y quedar a mi altura, mientras me observaba con sus ojos celestes cristalizados. Me rompió completamente el corazón ver a mi hermano así. Yo ni si quiera tenía agallas para responder.

—Solo abrázame— dije en un hilo de voz y al instante sentí sus brazos rodeándome con fuerzas, en un abrazo cálido y reconfortante. Rompí en llanto apenas me sostuvo, todo el tiempo sentía esas insaciables ganas de llorar y no podía evitarlo. Zachary parecía no querer soltarme, así que simplemente me quedé aferrada a él. Era mi hermano, la única familia que tenía y el que siempre tuvo intenciones de cuidarme aunque yo haya creído lo contrario. Aún sigo cuestionándome. ¿Cómo pude ser tan estúpida? Abrí los ojos aún amarrada al cuerpo de Zac y observé a Sam que contemplaba aquella conmovedora escena con una pequeña sonrisa en su rostro. Asintió en un gesto de aprobación y entonces me sentí completamente tranquila. Estaba bien allí dentro, podía sentirme a salvo. Me separé de mi hermano cuando mis lágrimas cesaron, buscando finalmente la calma.

— ¿Me vas a contar que te paso? ¿Sam, la encontraste tú?— miró a su amigo esperando algún tipo de respuesta.

—No, yo misma llegué— me adelanté a contestar.

— ¿Cómo sabías que yo...?

— Investigué. Hace tiempo averigüé por internet tu dirección, tu celular. Antes de que Víctor me desconectara todo— nuevamente fui rápida, contestando antes de que el pudiera terminar de preguntar.

— ¿Qué? ¿Entonces fue él, el que te hizo esto? Lenna, por lo que más quieras, di algo— dijo casi como una orden. Zac se puso de pie, colocando las manos en su cintura y de vez en cuando acomodándose el cabello. Lo conocía tan bien, sabía que actuaba así cuando los nervios lo sobrepasaban. Caminó de un lado a otro, luego se detuvo y resopló. Yo aún no hablaba. — ¿Fue él, Lenna?— insistió. Miré a Sam, que estaba parado detrás de mi hermano con la mirada en el suelo. Percibí su inseguridad, probablemente en sus adentros estaba dudando si quedarse allí o irse a otro lado, porque no entendía nada de lo que pasaba. Después miré a mi hermano y me sentí la más idiota del mundo. Supuse que en alguna parte de su mente se consideraba victorioso porque al final él tenía razón sobre nuestro padrastro, Zac había acertado en no confiar en él. Tuve de inmediato la desesperada necesidad de pedirle perdón.

—Lo siento. Yo...— se me perdieron las palabras, quizás porque aún no tenía las fuerzas suficientes para contarlo todo. Seguía débil y adolorida. —Perdón Zac. No debía sacarte de mi vida. Tenías razón, tenías razón sobre Víctor— admití. Luego de eso, cerré la boca y me quedé con la mirada baja. Un horrible silencio incomodo se apropió del lugar, hasta que oí los pasos de Sam.

—Chicos, los dejaré solos. Estoy en la cocina, si es que necesitan algo— atinó a irse. Sam no tenía motivo alguno para quedarse a pasar por aquella situación. Él ni si quiera me conocía, o bueno, acababa de conocerme, pero no era su asunto.

—No, Sam. Necesito que me acompañes a llevar a mi hermana a un hospital— lo odié por un momento, porque no respondió a mis sinceras disculpas y porque al igual que Sam, insistía con ir en busca de atención médica.

—Creo que no quiere ir— lo aplaudí en mi cabeza, porque apenas me conocía pero de un modo me estaba ayudando.

—Sam también insistió, pero no iré a ningún lado— lleve los ojos a mi hermano. —Estaré bien— suspiré, abrumada. Las pupilas de Zac se tornaron frías, y supe de inmediato que estaba recordando el día en que le dije la gran cantidad de palabras hirientes. —Zac... de verdad... yo, solo... solo quiero que me perdones y...— intenté disculparme otra vez.

—Lenna, ve a descansar ahora. Sam, muéstrale el cuarto por favor. Yo iré a resolver un par de cosas— indicó. Y tal como había ingresado momentos atrás, salió nuevamente por la puerta que produjo un estruendo al cerrarse. Sam y yo nos miramos, sin saber exactamente qué hacer. Estábamos solos y apenas nos conocíamos.

—Tienes que hacerme un favor. Sigue a mi hermano ¡síguelo! No tengo idea de lo que hará, pero tengo miedo por él. Por favor— cuando en mi cabeza apareció la posibilidad de que Zac fuera a enfrentar a Víctor, me desesperé. Mi corazón comenzó a latir fuerte y sentí miedo, mucho miedo. Víctor era un tipo peligroso, incluso tenía armas escondidas y no había dudas de que era capaz de cualquier cosa. —No dejes que haga nada tonto— agregué. Ni si quiera tuve que seguir insistiendo, porque Sam no tardó en tomar su abrigo y su celular, y al instante abandonó el departamento.

—Lo encontraré, no te preocupes— pronunció para luego irse. Aquellas palabras me permitieron sentir algo más de tranquilidad. Ahora estaba sola y odiaba el silencio. Siempre lo odiaré porque por un año mi casa fue un infierno silencioso.

Con la intención de tomarme una ducha, empecé a caminar por el departamento buscando el baño. Lo encontré rápido, porque el lugar no era demasiado grande. Contaba con living-comedor, una cocina, un baño y dos habitaciones. No pude evitar ingresar al cuarto de mi hermano, me di cuenta al instante que era el suyo porque estaba completamente ordenado a comparación del otro que era un desastre. Zachary era de los que querían tener todo limpio y mantener cada cosa en su lugar. No le gustaba para nada el desorden y a veces peleábamos porque yo no era de las más ordenadas. Me sorprendió ver el cajón de su mesa de luz entreabierta, seguramente había olvidado cerrarlo del todo, me acerqué para acomodar el detalle, pero me vi tentada a revisar, sentí intriga por lo que guardaba allí dentro. Papeles, algo de dinero, un perfume y... una foto mía y de mamá. Las dos, abrazadas. La habíamos tomado meses antes de que muriera. Se me llenaron los ojos de lágrimas ¡diablos, no quería llorar otra vez! Rápidamente dejé la foto dentro del cajón y sin tocar más nada, lo cerré. Quién sabe que otros recuerdos guardaba mi hermano, tal vez otro día me sentiría con las fuerzas suficientes para verlo todo.

Abrí mi mochila que había apoyado sobre la cama de Zac, tomé un par de prendas las cuales logré sacar de mi casa y me temí al baño a darme una ducha. Fue relajante limpiar el resto de mis heridas y a pesar de que seguía sintiendo que me dolía todo el cuerpo, el agua ayudó un poco a disminuir aquel tormentoso dolor. Mientras tanto, me seguía preguntando por Zac y Sam. Quería que ambos estuvieran bien, que ambos regresaran sanos y salvos.

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