Deseo Italiano

Par danielacgalvis

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Giorgio Bonatti,hijo de uno de los mayores mafiosos de Italia, heredo el trabajo de su padre,es un experto en... Plus

Sinopsis
~Personajes~
Fecha de estreno y pequeño adelanto
Aclaración del personaje de Giorgio
CAPITULO 1
CAPITULO 2
CAPITULO 3
CAPITULO 5
CAPITULO 6
CAPITULO 7
CAPITULO 8
CAPITULO 9
CAPITULO 10
CAPITULO 11
CAPITULO 12
CAPITULO 13
CAPITULO 14
CAPITULO 15
CAPITULO 16
CAPITULO 17
CAPITULO 18
CAPITULO 19
CAPITULO 20
CAPITULO 21
CAPITULO 22
CAPITULO 23
CAPITULO 24
CAPITULO 25
CAPITULO 26
CAPITULO 27
CAPITULO 28
CAPITULO 29
EPILOGO
Agradecimientos
Aclaraciones

CAPITULO 4

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Par danielacgalvis

Canción:ET - Katy Perry

- ¿Tres reglas? - levanto una ceja mientras él aún me tiene aprisionada con el peso de su cuerpo.

- Lo hablaremos en mi oficina - Me suelta y se acomoda su perfecto traje negro, que está acompañado por un corbatín.

Lo sigo hasta su oficina, abre la puerta y coloca pasador, se acerca hasta un pequeño mini bar que está situado en la parte trasera de esta.

- ¿Gustas tomar algo? - Me dice mientras saca una botella de allí acompañada de un vaso.

- No, estoy bien así.

- De acuerdo, toma asiento - señala la silla que está a un lado de la mesa-. Te diré las reglas, las que debes cumplir, las que no puedes romper.

En ese instante pienso que estoy tratando con un hombre que le gusta llevar el control en todo, toda mi vida he vivido bajo reglas y ahora él también me las imponía.

- ¿Esto hace parte de vivir mi vida de manera libre? ¿Y colocas reglas?

Giorgio da un leve sorbo a su bebida y se relame los labios.

- Colocó reglas para evitar problemas, y para el beneficio de ambos.

- ¿Y qué beneficio tendría yo?

- Uno muy bueno - Su sonrisa se ensancha aún más.

- Dime las reglas.

- Muy bien. En mi mundo me manejo así, reglas, condiciones y beneficios. Las cumples y no habrá inconveniente alguno.
Número uno y la más importante, no puedes enamorarte de mí, el amor no está dentro de lo que te ofrezco. Número dos, no dirás nada o revelaras nada de lo que veas, y espero ser claro en ese sentido. Número tres no esperes a que pase más de un noche contigo. Así de sencillas son ¿Qué dices?

- ¿Sólo me ofreces estar una noche contigo? Esas reglas son muy complicadas ¿Qué clase de mujer aceptaría eso? ¿Y porque se conformaría con ello?

- Por que obtienen lo que quieren, lo que desean, porque se someten al placer que les puedo ofrecer y el que pueden alcanzar. Y desde luego yo también.

- ¿Y qué si quiero más? Si no me conformo con eso.

- Entonces no puedes acceder a lo que te ofrezco - vuelve a tomar un sorbo de su bebida, rodea la mesa y se acerca hasta donde estoy, de modo que ahora estamos frente a frente.

- No lo sé - murmuro.

- Cumple esas tres sencillas reglas Alessandra - susurra tan cercano a mi oído que eriza cada vello de mi piel-. Cúmplelas y tendrás lo que quieres de mí, lo que ambos queremos - una sonrisa se dibuja en su rostro una tan atrayente, y tan excitante, una llena de deseo.

Y eso era lo que me sucedía deseaba a Giorgio Bonatti, lo deseaba con todo mi ser. Pero me negaba a aceptar tal barbaridad.

- No creas que no me doy cuenta, lo que provoco en tu cuerpo con tan sólo tenerme cerca - su respiración me quema el cuello-. Sé cómo tu cuerpo reacciona y se convulsiona con tan sólo mi presencia - Su pulgar baja por mi espina dorsal y me produce una chispa de adrenalina. La misma jodida sensación de hace unos minutos-. ¿Te gusta? - Me pega fuerte a su pecho y sonríe mientras me devora con la mirada.

Suspiro y mis manos se fijan en sus hombros.

- ¿Te gusta la manera en la que te tomo? - sus labios viajan hasta el lóbulo de mi oreja para después morderlo-. Acepta las reglas, acepta ser mía por esta noche.

- No estoy segura.

- ¿Porque? - sus labios se aferran los míos y me sacan un gemido, me estrecha con más fuerza a su pecho, siento como se empieza a excitar y quisiera retroceder, pero no puedo, porque la sensación es tan caliente y tan adictiva que me deja estática-. ¿Porque intentas huir de lo que provocas? - una de sus manos se dirige a mis caderas y las masajea.

- Basta por favor - susurro en prácticamente un gemido.

- Tu cuerpo, me incita a quemarme en el infierno - sus labios se juntan de nuevo a los míos, los muerde, los devora con ferocidad, me quedo sin aliento, no puedo respirar, es como si su vida dependiera de ellos.

Se aleja rápidamente de mí, acomodándose el traje.

- No te tocare hasta que aceptes - bebe rápidamente el contenido del vaso.

- ¿Por qué yo?

- Porque tienes una belleza que jamás había admirado en otra, tienes algo que me atrae, algo que no puedo dejar de ver. Y quiero ver como esa belleza se pierde entre mis sabanas, como pierde el control tu cuerpo con el mío.

Cada palabra, cada articulación, cada gesto que hace me desequilibra los sentidos es una fuerza de atracción indescriptible, es una sensación tan inexplicable, que se me es difícil encontrar palabras para describir aquello que Giorgio despertaba en mí. ¿Pero porque las reglas? ¿A qué se refería con evitar problemas? ¿Porque no quería que revelara nada de lo que viera? Era un completo misterio lo que las envolvía al igual que su vida.

- Debo pensarlo - digo cogiendo la poca cordura que aun poseo.

- Estas en todo tu derecho.

Miro mi reloj y veo la hora ocho con treinta minutos de la noche, mierda mi padre debe estar cabreadísimo.

- Debo irme.

- Debes salir de esa burbuja que te impide ser tu misma.

Giorgio abre la puerta de su oficina, y me dedica una suave sonrisa. Acto seguido salgo de allí disparada a la salida del bar, me despido de Leo de manera apresurada, subo a mi auto, y conduzco lo más veloz posible, una vez llego a la mansión y entro en la sala encuentro a mi padre con mi madre discutiendo.

- ¿Qué son estas horas de llegar? - espeta furioso.

- Lo siento, Leo y yo nos detuvimos a comer algo.

- Donde me estés mintiendo Alessandra... - mi padre no puede terminar sus palabras porque en ese instante su móvil suena, se aleja de donde nos encontramos y se dirige a la salida de la mansión-. Tendré una cena hoy Sophia, llegare algo tarde, hablaremos de esto después Alessandra - acto seguido sale de allí en compañía de sus guardias y sube a su auto.

- Leo ¿eh? - Mi madre levanta una ceja

- Es gay - ruedo los ojos.

- Confió en ti cariño - me da esa sonrisa, que me recuerda que solo puedo confiar en ella cuando la necesito. Me despido de mi madre con un beso en la mejilla y subo a mi habitación, sé que lo que más haría feliz a mi mamá es que le dijera que salgo con alguien, que me estoy dando un tiempo para mi misma, pero no puedo llegar y decirle que el único hombre que me ha atraído de una manera tan descomunal me ha impuesto tres reglas, y que su vida es un completo misterio.

Una semana ha pasado desde lo del bar, y no me ánimo volver, uno por encontrarme a Giorgio y la otra porque serían muy sospechosas mis salidas de la mansión a cualquier excusa que encuentre con Leo. Así que le sugerí a mi amigo que después de la universidad fuéramos a la playa. No puedo olvidar sus besos recorriendo mi piel, no puedo olvidar la sensación que provoca su cuerpo cerca al mío. Y tampoco las reglas que me ha impuesto para solo pasar un rato de placer a su lado.

¿Y si eso es lo que necesito para sentirme viva? He perdido la cordura, definitivamente lo he hecho, me dejado llevar por la figura de un hombre desconocido para mí, un hombre que me hace sacar algo tan escondido dentro de mí, no soy ese tipo de persona, y ahora actuó como una descarriada.

- Es tan infantil que me utilices como excusa para salir - Leo se limpia la arena de sus piernas, junto a sus sandalias-. Si a mi piel le da una especie de alergia será tu culpa - gruñe y se acomoda sus gafas de sol.

- Que chillón eres - bufo mientras me acomodo al top de mi bikini.

- Tú me debes una conversación del señor Bonatti.

- Nos besamos - muerdo mi labio inferior-. Bueno en realidad él fue el que me beso.

Leo se lleva la mano a la boca asombrado y se baja las gafas de sol hasta un punto de su nariz.

- Madre mía ¿cómo ha sido?

- De otro mundo.

- ¿Y que más ha pasado? ¿Te llamo, te testeo...?

- Nada de eso - sinceramente dudo que Giorgio sea el tipo de hombre que te envía un mensaje para saber como llegaste a casa, o para agendar una cita y tomar un café con bizcochitos.

- ¿Entonces? Ay no puede ser Alessandra no te vayas a comportar como las mujeres que he visto a su lado, tienes más cerebro que ellas, no me defraudes.

- Lo sé - no puedo contarle a Leo acerca de las reglas, dirá que está loco, y que solo quiere aprovecharse de mí, lo que sería lo más lógico que un amigo haría, pero no quiero que lo juzgue, porque ha sido directo en lo que me ha dicho y planteado.

- Ay cariño, sí que te ha hipnotizado.

Me desparramo sobre la arena dejando que el sol acaricie mi piel, Leo me extiende el bloqueador solar, por mi piel blanca, me levanto cuando siento un poco de arena en unos de mis ojos, limpiándomelos. Y entonces lo veo. Está ahí, a un lado de la playa con dos mujeres en su auto deportivo último modelo, un Bmw. Luce un traje formal como los que acostumbra a usar, las mujeres por el contrario tienen vestidos cortos, estilo playeros.

Leo fija su vista en mí y después en el punto en que mis ojos están fijos, da un gesto de negación.

- ¿Porque no vamos por unas malteadas?

Niego con la cabeza y me pongo de pie.

- ¿Sabes por lo que iré? Iré a darme un baño en el mar.

La rabia se apodera de mí, me acerco hasta la orilla de la playa, siento como leo me sigue y en un acto de total locura arrojo el sostén de mi bikini a un lado y me sumerjo en las aguas sin más, fijo mi vista en el punto en el que se encontraba, sus ojos están fijos en mí, esperando a lo que vaya a hacer.

- ¿Qué? ¡¿estás loca?! - Leo me grita desde la arena.

- Esta rica

- Sal de allí y colócate el sostén, loca desquiciada.

- Deberías meterte Leo. Deja de ser niño - arrojo agua sobre su torso y él la esquiva.

- Esta fría, sal y colócate una toalla.

Ruedo los ojos y salgo de al agua, ni si quiera me molesto en tapar mi pechos, los dejos al descubierto a la vista de las pocas personas que hay allí, unos hombres se fijan en mí y les doy una sonrisa.

- Son naturales - me carcajeo mientras Leo me coloca una toalla encima.

- Estas bien descarriada, loca como una cabra - mi amigo bufa, luce más exasperante que nunca.

- Deja el drama.

- Iré por las malteadas.

- Iré yo - volcó mi vista hasta donde antes se encontraba, pero Giorgio ya no está allí, ha desaparecido y la decepción se dibuja en mi ostro.

Me coloco de nuevo el sostén y me acerco hasta el punto de las malteadas, mientras paso por un pasillo cercano a los vistieres algo me sujeta fuerte del brazos. Me inmoviliza en una esquina, pasa el seguro del vestier y clava su vista salvaje en mí.

- ¿Piensas que puedes retarme de esa manera? ¿Piensas que puedes igualarte en mi juego? - su respiración me calienta el sistema.

- Yo no pretendo nada - digo segura de mi misma y levantando mi quijada.

Me aprisiona más al espacio reducido en el que nos encontramos, sus manos se deshacen salvajemente de mi sostén y lo arroja a un lado, su vista se clava en la mía.

- Dijiste que no me tocarías hasta que aceptara las reglas.

- He roto mis propias condiciones - sus labios descienden por el quiebre de mis senos, y su lengua lame el recorrido hasta mi ombligo, quiero tocarlo pero no puedo, me tiene inmovilizada con sus manos.

- Tú eres la que no puedes tocarme hasta que aceptes las reglas, por ahora sufre con la sensación de no poder pasar tus manos por mi cuerpo-. Adoro como sucumbes ante mí - sus labios se unen a los míos, y me besa de manera descontrolada, como si quisiera poseerme en ese momento, como si estuviera a punto de perder el control. Sus labios saben a tabaco, mezclado con brandy, disfruto de saborearlo. De la electricidad que recorre mi cuerpo, una tensión se crea en mi vientre, un tensión que quisiera reprimir pero no puedo.

Como puedo lo aparto de mí, recobrando mí aliento, y mi cordura, tomo el sostén en mis manos y vuelvo a colocármelo. Siento sus pasos seguirme, acelero mi camino hasta que doy con mi auto.

- ¡Alessandra!

Camino a paso acelerado hasta que puedo entrar en mi auto.

- ¡Mierda! - grito cuando no enciende el motor, intento una vez más y salgo de allí.

¿Qué demonios me pasa? No soy así, Dios ¿qué pasa por mi cabeza? Sigo mi recorrido y veo que su auto me sigue, intento tomar un camino diferente y alejado, pero sigue detrás de mí. Me bajo en medio de un puente, bajo del auto, al mismo tiempo en que él lo hace y lo encaro.

- ¿Qué demonios quieres?

- A ti.

- No he aceptado las reglas - mascullo entre dientes.

- Pero lo harás. Acéptalas. Quiero perderme en el calor de tu cuerpo.

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