Stories football.

By daisygarmendia

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Historias cortas de futbolistas. More

Pedidos.
1. Déjame aprender a amar. | Diego Reyes
2. Escúchame | Lucas Hernández
3. Errores. | Hirving Lozano
4. El chico que me enamoró. | Mats Hummels
5. Voy a enseñarte más que eso. | Hirving Lozano.
6. "Estás muy lejos." | Mats Hummels.
7. Lo mucho que te necesito. | Hirving Lozano.
8. "Lo siento." | Mats Hummels.
9. Estrellatos | Hirving Lozano.
10. With you. "Contigo" | Joshua Kimmich.
11. Brutal. | Miguel Layún.
12. Quiero irme de aquí contigo. | Eden Hazard.
13. Te lo prometo. | Roman Bürki.
14. Ojos esmeralda. | Eden Hazard.
15. Amor | Dries Mertens
17. Pretextos. | Héctor Moreno.
19. Un beso. | Harry Winks.
20. El Chico desinteresado. | Antoine Griezmann
21. Saber mentir. | Kylian Mbappé.
22. Te amaré sólo a tí. | André Silva.
23. Pequeña, bonita, loco, y enamorados. | Jesse Lingard.
24. Segunda y última oportunidad. | Gerard Piqué.
25. Mi otra mitad. | Marco Reus.
26. Mi dulce niña. | Kevin Trapp.
27. Eres mi princesa | Julian Brandt.
28. All of Me. | Frenkie de Jong.

16. No encontrarás algo mejor. | Claudio Marchisio.

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By daisygarmendia

16.

advertencia: escenas sexuales.

género: amor/romance/smut


Nunca me habían llamado la atención los deportes que yo, consideraba aburridos, esos que siempre tenían lugar en la televisión. Pero si uno era parte de papá, yo tenía la obligación de aprenderlo siquiera, ese era el aburrido tenis.

El esperado viernes no podía tener un sol más radiante, observé con detenimiento a los diferentes campos divididos por secciones y clase, era como un club privado en el que sólo los verdaderos ricos de Turín disfrutaban, Gianni Bianchetto era el mejor jugando al llamado deporte de prestigio. Ese era mi padre.

Su vestimenta iba muy al caso, pantalones blancos, camisa blanca la coste con la insignia del club a un lado, una gorra igual de blanca, y unos zapatos deportivos. Mi madre que aún conservaba su buen cuerpo, vestía una falta de los mismos colores con la excepción de la gorra que a su parecer, le arruidaba el peinado coleta de caballo. Yo portaba una falda corta, medias blancas hasta la rodilla con rayas finas azules, unos deportivos negros y una blusa de tirantes del mismo color que sentía que hacían ver mucho mis pechos; mis padres me recalcaban todos los días que tenía que enamorarme de alguien que estuviera a su altura. Eso significaba básicamente, que no podía tener los ojos en alguien más que no fuera reconocido por la sociedad, mi vida era una obligación total, a mí no me importaba el dinero y nisiquiera me interesaba enamorarme pronto.

Entramos a uno de las mejores lugares con la vista a un hermoso lago a unos metros de la red en media cancha. Sólo habían unas cuantas personas reunidas en una mesada al aire libre, mi madre al hechar un vistazo al frente comenzó a arreglar su falda lisa, no soportaba su vida, por ello vivía lejos de su propia casa.

— ¡Armane, saludo! — gritó mi padre llamando la atención de los reunidos.

— ¡Gianni, que tal, qué tal! — aquel señor se acercó a nosotros con una sonrisa. El buen carisma era su característica principal, no era nada superficial. — ¿Qué tenemos por aquí? — se separó de los brazos de mi padre y se dirigió a mi mamá. — Diannora, muy hermosa. — sonrió y tomó su mano besándola. Tal vez eso sólo lo tenía un hombre educado con él, papá no hacía eso con ella.

— Muy lindo, Armane. — le sonrió mi madre. Y luego, el nombrado me miró de pies a cabeza con una sonrisa, me sentí la chica más rara vestida hací.

— ¿Pero qué muñeca tienes aquí, Bianchetto? — tomó mi mano que ya lo saludaba e imitó lo mismo de hace unos minutos. — Muy adorable que estás, Ameliach.

— Grazie. — le sonreí. Mi padre le tomó el hombro y comenzaron a charlar muy adelante de mi madre y yo. Esto era un poco de lo que ya se venía, el trabajo consistiría en finjir sonrisas y aventar alagos a cualquiera.

— ¿Ya sabías del hijo que tiene Armane? — susurró Diannora mientras seguimos el paso detrás de los hombres para llegar con las demás personas. Fruncí el ceño y negué. — Espero que te lo presente, es muy dulce y apuesto ese chico. — río.

Aveces me llegaba a sentir muy objeto por ellos, como ya lo había dicho, no tenía ninguna intención de encontrar el supuesto amor. Descubrí que lo que era esa mesada dónde se encuentraban más de 4 familias diferentes, era una clase de reunión con los mejores miembros. Sólo venía a aprender el estúpido tenis, no los negocios de todos.

— Ameliach, ven aquí, ven... — llamó Armane con su mano. Dudosa me acerqué a él en la mitad de cancha verde. Habían dos personas jugando que no distinguí a lo lejos. — Claudio, vieni qui.

Uno de ellos volteó en cuanto escuchó lo que sería su nombre. Dejó a su rival con la distintiva pelota verde de su lado y el hombre se acercó, a cada paso que daba acercándose me daba cuenta de lo alto de su estatura.

— Te presento a Claudio Marchisio, mi hijo. — habló con una sonrisa en el rostro el señor Armane, parecía muy orgulloso del chico. Miré detenidamente su rostro, sus ojos azules como el mar podían robarse toda tu atención en instantes. Extendí mi mano a él como saludo, pero se me olvidó por completo que al tomarla, la besan dulcemente. Quedé sonrojada de inmediato— Espero que se conozcan, los dejo solos. — se retiró de inmediato volviendo con sus amigos.

— Ameliach Bianchetto, un placer. — me presenté luego con mi nombre. Él sonrió muy ampliamente.

— Ya lo sabía. — fruncí el ceño extrañada. Algo que provocó su tierna risa. — Acompáñame por aquí.

Él no tan joven hijo del segundo hombre más rico de Turín disfrutaba de los lujos de su vida. Con 32 años me contó de su profesión, era un buen futbolista que llevaba su carrera profesional en el equipo de Turín, Juventus. No era nada como lo imaginé, era muy humilde, amable y educado.

— ¿Sabes jugar al tenis? — me miró jugando con la pequeña pelota.

— Nada de esto es lo mío. — negué bajando la mirada. No me sentía de mi familia.

— Tranquila, yo tampoco aprendí porque sí. — me sonrió tranquilamente. — Me gusta más el fútbol. — lo miré mientras hacía trucos con la red y la pelota, pero desvíe mis ojos al fondo, al otro lado de cancha verde, dos mujeres con el mismo uniforme que yo, observaban sin discreción hacía nosotros.

— ¿Quién es esa chica que te mira mucho? — miré a sus espaldas. Desde que me había acercado a él, una mujer de cabello corto y buen cuerpo nos miraba muy atenta. — Oh, lo siento, que imprudente... No debí decirlo — tapé mi boca y me giré disimuladamente a otro lado.

— Tranquila hermosa. — me tomó de los hombros. Su 1.80 de altura no me afectaba tanto al ser de 1.72, no tenía nada que ver, sí, pero no dejé de amar su cabello, seguramente muy sedoso. — Una de ellas era mi ex pareja. — habló con calma. Abrí los ojos demasiado sorprendida.

— Entonces estoy en problemas... — lo miré mal haciendo su sonrisa.

— No, ella no tiene nada que ver conmigo ya. — negó. Se acercó a mí lentamente, quise hecharle para atrás, pero sus ojos azules me cautivaron enseguida. — Tú eres más hermosa que ella.

— No me conoces, no sé porqué lo dices... — miré a un lado. Su cercanía me comenzó a incómodar hasta que sentí sus manos en mi cintura. Sin nada de vergüenza, me dió un pausado beso en mi mejilla dejándome más que perpleja.

Después del largo día dentro de un odioso club de riquezas como este, era el momento de tomar el descanso en la ducha. La única persona dentro era yo cuando entré, mis padres charlaban con Armane a las afueras, era el momento de irse por la hora pero los convencí de tomar la ducha aquí.

Me quité con rapidez la falda, luego la pantaleta como bóxer, los calcetines junto los zapatos, y al final la blusa junto al brasier. No recogí la ropa que había quedado en el suelo, solté mi cabello recogido y encendí la regadera. Al principio me parecía muy tonto que fuera un buen club pero que no tuviera calidad en los baños, porque la regadera quedaba muy al descubierto que sólo la dividía una barra de cristal transparente.

Tomé un poco de jabón líquido para el cabello y lo heché en mi cabeza, pero en ese momento me sobresalté al escuchar la puerta que había dejado cerrada, abrirse, escuché también unos zapatos pegar con el suelo, alguien había entrado. Me dí media vuelta, asustada.

Me encontré con Claudio, su mirada perdida en mi rostro que luego, muy lentamente bajó a mi cuerpo desnudo. Me sentía demasiado vulnerable, estaba impactada por lo que estaba haciendo. Sin despegar su mirada en mi, desabrochó su cinturón negro con rapidez mientras quitaba sus zapatillas negras, era un hombre muy apuesto para negar que se veía jodidamente bueno. Quitó su camisa de inmediato luego de bajar sus pantalones, me sorprendí demasiado al ver todo lo que tenía debajo de sus bóxers. Con la regadera aún mojando mi cuerpo se acercó a paso veloz, se metió con lentitud a mi lado y me tomó de la muñeca haciéndome girar para quedar cerca de mí.

Alcé mi vista a sus ojos, seguían aún más brillantes debajo del agua, admiré también sus brazos fuertes que se llenaba de tatuajes y eso me gustaba, bajé más mi vista a su pecho y abdomen, fuerte y atlético.

Me tomó de la barbilla con delicadeza, me observaba los ojos antes como pidiendo permiso para luego besarme. Mi corazón se aceleró al tacto y desde ese instante me dejé llevar, abrí la boca para darle permiso a su lengua que buscaba la mía. Era muy romántico pensar que eso era lo único que haría dentro, pero no, con la adrenalina de mi desnudez me tomó con más fuerza de ambas muñecas y me obligó a retroceder hasta chocar con la pared, me presionó con fuerza hasta que sin pensarlo, enredé mis piernas en su cintura, sentí su bóxer mojado estaba demasiado ajustado para el enorme bulto que escondía. Me tomé de cuello siguiendo el beso más que apasionado, intenso y desesperado.

Me bajé un momento para que se quitara la última prenda puesta. Ver su miembro erecto, me hizo pensar en lo doloroso que debía ser tenerlo.

— Te prometo que lo disfrutarás.

Tomó mi cuello y me pegó a sus labios para besarlo, suspiré con pesadez al sentir esta vez su miembro contra mi parte íntima, cosa que aparentemente le encendió un poco más, volví a abrir piernas y las tomó alrededor de su cuerpo. Acomodó mejor su miembro en mi entrada y me penetró sin tardar un poco, ahogué un gritillo que terminó callando con un buen beso agresivo, mordió mi labio en ello y comenzó a moverse dentro de mí.

Gemí con dolor las primeras veces, dado a que sí, era mi primera vez. No despegó mi cuerpo en ningún momento de la fría pared, sentía que en cualquier momento iba a correrme pero quería que el primero fuera él.

— Joder, grita mi nombre. — me susurró al odio para luego comenzar a morder mi cuello.

— Oh, Claudio... — le obedecí. Estaba claro que no podía callarme, necesitaba más.

Comenzó a embestirme con más rapidez, el dolor era mayor, gemí en su oído repetidas ocasiones, algo que comenzó a subirle más la excitación. Me tomó con fuerza de las caderas y siguió penetrando mientras que yo enterraba las uñas en sus brazos, y me aferraba a él.

Luego de unos 10 minutos con el mismo ritmo, él se liberó dentro de mí. Sentí el líquido caliente y espeso en toda mi parte, al fin, también pude correrme yo, con mucha vergüenza, ya que después de todo, comenzó a salir sangre indicando que efectivamente, había roto mi virginidad.

En ese momento me bajó de encima y me miró luego de observar mis piernas manchadas de rojo.

— ¿Yo he sido tú primera vez? — escuché su voz feliz.

Asentí con pena, no lo miré a los ojos algo que me obligó hacer con su mano en mi rostro.

— ¿Y yo voy a ser el único?

Lo miré a los ojos, esos ojos que no voy a dejar de mencionar lo brillantes que eran, asentí con seguridad. Me sentía demasiado satisfecha con este hombre luego de todo.

— Te lo juro, que después de mí, no encontrarás algo mejor.

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