Ya he crecido, y soy toda una perrita, soy muy grande y mis dueños me han vuelto a entrar adentro.
Ahora el pequeño de la casa es el bebé y juego mucho con él, tiene un mes menos que yo y es un niño muy bonito.
Ahora mismo estoy jugando con él y es muy divertido, ya no destrozo muñecos suyos como la otra vez hice, pero yo pensaba que era para mí y no para el bebé.
Esta tocándome ahora mismo la nariz, y eso no me gusta nada, sin querer le he mordido y me he pasado, no quería hacerle daño, solo estaba jugando con él, pero le he echo sangre...
Menos mal que mi dueña no está, ni hay nadie en casa si no me llevaría yo la culpa y seguro me castigaban. El bebé está llorando y yo le lamo la cara y la mano para que se le pase, pero no hay manera, sigue llorando sin parar.
Cojo un muñeco de su habitación y se lo doy para que se le quite el llanto, pero no se le pasa.
Al fin llega mi dueña, ha cogido al bebe, lo ha curado y lo ha puesto en la cuna, creo que ya sabe que le e mordido, porque lleva marcas de dientes... No era a propositó el querer hacerle daño, había sido sin querer.
Se acerca y grita: -¡Estoy harta de tí, chucho mal criado! ¡Todo lo haces mal!- Me coge y me pone la correa, salimos hacia afuera y montamos a su coche. Cuando llegamos a una montaña que había lejos de casa, me deja por allí, me quita el collar y se sube a su coche dejándome allí tirada.
Yo le ladro mientras arranca en coche y se va. Intento seguirla, pero va demasiado rápido, hasta que desaparece por completo.
Me he quedado sola, ya no tengo dueño, ni mamá, ni a nadie y sigo mi camino hacia donde me lleve el mundo, sin rumbo alguno. Sigo recta, la montaña sigue y sigue... pero al fin veo a gente. Corro hacia allí y la gente me acaricia y me da de comer.
Un hombre que va todo de negro, se acerca hacia mí y me acaricia, me pone una correa y me lleva a un camión que había cerca de allí.
¡Que bien! ya tengo dueño de nuevo, y seguro me va a querer tambien.