Ojos del anochecer

By MaribelSOlle

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[Ya a la venta] TERCERA ENTREGA DE LA SAGA DEVONSHIRE Karen Cavendish era oscura,misteriosa e intrigante; inc... More

En breve...
Descripción
Capítulo 1- Primeras impresiones
Capítulo 2 -Los Peyton
Capítulo 3- La atracción del peligro
RETIRADA
Capítulo 5-Beldades problemáticas
Curiosidades-Spoiler

Prólogo

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By MaribelSOlle

**Debido a mis fuertes creencias personales, deseo enfatizar que los hechos de esta novela son ficticios y que las metáforas empleadas en relación al diablo no son nada más que eso: metáforas**


Primavera de 1844. Propiedad de los Pembroke, Bath. 

-¡Por fin puedo asistir a los famosos eventos de tu tía! Temporada tras temporada tenía que conformarme con la aburrida compañía de la institutriz mientras mis hermanas sí podían venir  - convino Lady Peyton, una joven de melena dorada y facciones húngaras mientras se abanicaba.

-Llegué a pensar que con el matrimonio de su hija ya no celebraría estos acontecimientos - prosiguió Lady Nowells re-colocándose un tirabuzón castaño y cogiendo una copa de licor que un lacayo le servía.  

-A mi tía no hay nadie que la haga desistir de ser la protagonista de cualquier celebración, eso la hace feliz y aunque Helen ya esté desposada con Lord Bennet y en el condado de York, Ludovica Ravorford no puede resistirse a un evento como éste; simplemente digamos que es su único aliciente dado al mutismo y apatía de mí tío - ultimó Karen con sorna observando con suficiencia  a la multitud que se aglomeraba en el centro del salón de invitados, era el tercer día que pasaba en casa de los condes de Pembroke y había podido establecer amistad con tres damas que no le resultaban tan insulsas como el resto de las invitadas.

-¡Karen! ¡No hables así de tu tío! Debemos agradecer que tú tía siga organizando este tipo de celebraciones, si no fuera por ella, deberíamos conformarnos con los simples bailes o los comunes picnics. ¿Sabes qué significa pasar toda una semana rodeada de posibles pretendientes y llena de actividades con las que tener una excusa para hablar con ellos?Yo, por mi parte me muero por subirme al caballo de Lord Norwick- respondió Lady Towson, una joven de piel tostada y bonita figura, hija del dueño de una de las navieras más prósperas de Inglaterra. 

-¡Mira! Ahí vienen tus hermanas- informó Lady Peyton señalando a Audrey Seymour y a Elizabeth Talbot que iban acompañadas de la baronesa viuda de Humpkinton. 

-Corre ,coge mi copa, Audrey no quiere que beba-se apresuró Karen a decir mientras le entregaba la copa a Lady Peyton ,tan bruscamente ,que unas gotas  de champán saltaron sobre su vestido de gasa blanca. 

-No hace falta que hagas cargar a Lady Peyton con tu copa- dijo Audrey al llegar a ellas con su tono impasible habitual y posando su mirada gélida sobre los ojos llenos de energía de su hermana menor.

-Me olvidaba que no se te escapa nada...

-Ya te he dicho que no quiero que bebas aún, sé que ya estás en la edad, pero no es conveniente que una dama debutante sea vista con esos ademanes, debes mostrarte inocente y compungida por estar por primera vez en sociedad.

-Lo sé, lo sé...- rodó los ojos- inocente y compungida- repitió con voz socarrona intentando imitar a la de su tutora.

-¡Niña!¡ Esa mala costumbre de rodar los ojos!Nos volverá locas- refunfuñó la señora Royne, la baronesa viuda ,que ya había tenido que lidiar unas cuantas veces con la joven pelinegra des de que habían salido de Dunster. 

-¡Catherine!- exclamó Bethy al ver a su buena amiga , su confidente. 

-¡Oh Bethy! - correspondió con afecto Lady Nowells abrazándola- ¿ Cómo está Áurea? ¿Y Lord Talbot?

-Robert se ha quedado en Carlisle ocupado con sus tierras y Áurea está con la señorita Clive en una de las estancias superiores, de seguro ya está dormida como Rouney y mis sobrinos.

-No estaría tan segura de eso con Rouney y los mellizos, de seguro le están haciendo la vida imposible a Briana y a la señorita Murray- contravino Lady Seymour -Karen, aquí tienes tu tarjeta de baile, Gigi ya tiene la suya y ya ha empezado a bailar con Lord Conwall- la debutante estiró la mano con aburrimiento hacía la tarjeta y miró con hastío los nombres que habían en ella, todos eran caballeros que no desistían en cortejarla a pesar de que se había mostrado todo lo descortés posible con ellos. 

-Y ésta vez muéstrate más complaciente y coqueta, y haz el favor de eludir tus aficiones, inventa  que te gusta la costura, estoy cansada de que los espantes, ayer perdimos a dos buenos partidos en cuanto comentaste de tus salidas a caballo -regañó la baronesa.

-Vamos, lo harás bien- animó con dulzura Bethy- ya viene el primero -informó señalando con disimulo en dirección a un hombre más bien entrado en años pero con buena planta y buen porte. 

Karen tan sólo soñaba en el momento que fuera declarada solterona y poder viajar a Francia, había escuchado que era un país más liberal y que las mujeres empezaban a gozar de más derechos, por no hablar de la moda más cómoda y fresca que se llevaba en París. Había recibido cartas de su hermana Alice, en las que la informaba que ahora se encontraba en Francia y que había podido montar su propio taller de costura con el dinero que había ahorrado en América y las joyas que había vendido. 

Deseaba  poder ir con ella y ser una mujer independiente con su propio trabajo, sin embargo, era algo que ni si quiera había planteado a Audrey. A pesar de saber que su hermana era una mujer trabajadora y bastante fuerte que se había abierto camino en un mundo para hombres, estaba segura que no aceptaría que ella se marchara a un país extranjero. Hasta el momento, las damas tan sólo podían disfrutar de la educación en casa y ella quería abrir un centro dónde profesores cualificados pudieran enseñar medicina, matemáticas, política, etc. a mujeres que estuvieran interesadas en aprender esos menesteres y no quisieran quedarse limitadas a la historia y a los modales que impartían las institutrices. Para llegar a cumplir ese sueño, necesitaba empaparse de nuevos ideales y conocer gente que pensara como ella, quedándose entre esos retrógrados ingleses no avanzaría en sus planes por eso deseaba ver mundo y abrirse camino por ella misma sin que la sombra de su apellido la ayudara a eso. 

Por ese motivo, se mostraba un poco más desagradable de lo habitual y hasta había pisado algún que otro pie durante alguna pieza y, de momento, lo había conseguido; había conseguido ahuyentar a más de uno de esos aburridos e insípidos caballeros.  

Lamentablemente para Karen, esa áurea de misterio y de peligro tan sólo atraía aún más a los caballeros y por si  eso fuera poco, poseía una belleza nada habitual. Sus ojos cuales azabaches negros eran profundos y nadaban entre los destellos de las estrellas y la oscuridad de la noche mientras sus labios carnosos, parecían hacer una buena combinación con su larga y sedosa melena negra. Para los ingleses, acostumbrados a ojos claros y pieles blancas, Karen era todo un capricho y cosmos nuevo a descubrir. Era atractiva y eso no le jugaba a favor de sus planes. 

Había algunos que cuando la veían pasar tan sólo podían quedarse estáticos y observarla deseando ser el elegido de tal dama , queriendo ser cómplices de los problemas que podía acarrear la Cavendish más rebelde;  pero muchos otros, el carácter fuerte y decidido de la joven los asustaba no siendo capaces de poder convivir con una mujer de tal envergadura y acostumbrados a la docilidad y a las damas melindrosas. 

-Nunca vi a una dama montar a horcajadas como tú lo haces- inició Lord Henry Manners mientras se deleitaba con el roce de Karen en la pista. 

-Me lo tomaré como un halago. Aunque creo que no muchos piensan como usted. 

-Bien, no me andaré con rodeos, soy el duque de Rutland y tú serás mi duquesa- dijo sin más el varonil hombre que la sostenía entre sus brazos mientras rodaban sobre sí mismos causando una estridente pero melodiosa risa en Karen. 

-De todos los chicos que han venido a cortejarme, debo admitir que su entrada ha sido la más original. Pero no se ofenda, no deseo desposarme. No necesito un marido.

-Eso es querida, porqué yo no soy un chico, soy un hombre por si no te has dado cuenta aún y sé exactamente lo que necesitas- habló sin ningún reparo Lord Henry mientras apretaba el agarre de Karen contra su fornido cuerpo, era alto y lucía una barba bien cuidada. A pesar de rozar los cuarenta años, mantenía su porte y su atractivo y nada tenía que echar en falta de cuando era un mozo. Al contrario, se vanagloriaba de su larga lista de amantes y de su experiencia en los asuntos del amor. Pero había topado con Karen y se había convertido en una obsesión tenerla en su cama, y sabía que la única manera de tenerla era casándose con ella, idea que no le disgustaba pues también iba siendo el momento de tener un heredero.

-¿De verdad Lord Manners?No me diga que ahora además de perseguir muchachitas también lee las mentes- contrapuso Karen mirándolo intensamente entre la amenaza y el sarcasmo mientras se zafaba de su agarre de un fuerte empujón disimulado por la marcha de la danza. Lord Henry soltó una sonora carcajada atrayendo las miradas de sus compañeros de pista. 

-Eres diferente, especial...y te quiero para mí. No haré como estos jovencitos que te cortejarán días y días para luego ir a pedir tu mano a tus tutores - informó con autosuficiencia y señalando con la mirada el lugar en que Edwin y Audrey Seymour atendían a un par de caballeros que querían ganarse  su favor para poder solicitar la mano de ella o de Gigi- sé que no necesitas el permiso de ellos para hacer lo que te plazca, no eres de esas. Tú eres como yo, te he estado observando estos días y estás sedienta de libertad, de nuevos lugares, de nuevas personas...aborreces esta sociedad tanto como yo lo hago. Así que este es el trato, cásate conmigo y te dejaré libre para ir y hacer lo que te plazca siempre y cuando respetes nuestro lecho y cumplas con tus deberes de esposa y creo que no hace falta que te explique a qué me refiero- ultimó mientras volvía a apretar el voluptuoso cuerpo de Karen contra el suyo haciendo que el pecho de la debutante se sobresaliera por la presión que ejercía el torso masculino sobre él.  

Karen le dedicó una de sus miradas más inquisitivas pero Henry no era un hombre que se amedrentara con ello, su propuesta no era del todo descabellada, por un lado se casaba dando honor y gratitud a Audrey y por otro, conseguía libertad...sólo había un pequeño inconveniente, y era que ese bastardo sólo la quería para una sola cosa y le importaba muy poco ella en sí. ¿Debía importarle ese echo? ¿A caso no quería poder hacer y deshacer a su antojo? ¿Pero debía convertirse en el objeto de un hombre para ello?

-Me da asco- contestó sin más la pelinegra mientras volvía a zafarse de los brazos del duque. 

-¿Eso es un no?Sabes que nadie te ofrecerá lo que yo te ofrezco, todos esos mequetrefes te pedirán que los acompañes a las cenas, a las galas y deberás presentarte siempre como la mujer perfecta y obediente, yo tan sólo te pido una cosa y luego eres libre-habló el duque con una media sonrisa llena de galantería mientras acariciaba el pelo negro de Karen, sintiéndose dueño de todo aquello que tocaba.  

-Henry, ya que me tuteas yo haré lo mismo, aparta tus manos de mi cuerpo y olvídate de lo que me acabas de proponer- sentenció la debutante dando media vuelta y dejando a su pareja de baile sola, aunque a Henry poco le importó, para él era cuestión de tiempo que Lady Cavendish cayera a sus pies y esa demostración de carácter no hacía más que avivar su deseo por ella.  

Karen corrió por los pasillos de la propiedad, estaba harta. Harta de todo ese espectáculo, disfrutaba de la compañía de sus nuevas amigas y había demostrado ser una mujer bastante sociable pero no podía soportar todo ese escaparate de hombres y mujeres en busca del mejor postor. ¿Qué se creía Lord Henry? Hasta ella tenía un límite en las conversaciones que debía mantener con el sexo opuesto y que le dijeran abiertamente que tan sólo la deseaban para el lecho no entraba dentro de ellos. Había soportado más de lo que podía y necesitaba respirar, necesitaba libertad, su amada libertad. Se despojó del sobre-cuello y dejó que el aire fresco del balcón al que había salido calmara su bravura, de lo contrario, tardaría dos minutos en ir a por el arco y asestarle una flecha en medio de la cabeza del duque, tan sólo debía pensar en Audrey y todo lo que ella hacía para su bien para no cometer tal locura. 

Andando con el paso resuelto que la caracterizaba se asomó al alfeizar  para poder observar el jardín, sin embargo,en medio de su sofocación no se percató que había otra persona en ese mismo lugar.



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