Capítulo 1- Primeras impresiones

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Hola mis amores! Empezamos ya con Karen! He decidido poner números en los capítulos al lado de los nombres para cuando wattpad esté rarito no perdernos tanto con el orden. Un abrazooo a todas! y espero que disfrutéis del capítulo.

Lord Asher Stanley, conde de Derby no estaba acostumbrado a la multitud, y menos a una multitud llena de damas casaderas y madres deseosas de encontrar marido para sus hijas. Era cierto, que si había ido a ese espectáculo anual era para contraer matrimonio pero no esperaba tal séquito de mujeres tras de él toda la noche y se había visto forzado a buscar un lugar apartado en el que serenarse. No es que el conde fuera un lobo como Edwin, pero no era dado a las banalidades y a los excesos a los que la sociedad se estaba acostumbrando, era un firme defensor de las tradiciones y de Inglaterra como no podía ser menos después de haber luchado por la Reina en diferentes ocasiones al lado del Teniente Seymour como Almirante. 

El Almirante Stanley ni si quiera gozaba de más de una amante para no exponerse a los escándalos o a los pleitos que éstas solían causar, tan sólo poseía una muy discreta y fiel a sus servicios sin demandarle nada más ni encariñarse con él más de lo necesario. Sin embargo, había llegado el momento de desposarse por el bien de su condado y por exigencias de su madre, para ello buscaba a una joven que no le diera quebraderos de cabeza, sumisa, remilgada y sobre todo, con buenos modales y arraigada a Inglaterra. 

Mientras fumaba uno de esos cigarrillos ingleses en un rincón del balcón más alejado de la multitud, de golpe vio aparecer a la cuñada de su mejor amigo Edwin como si de una ráfaga de viento se tratara.  Era bien sabido que la debutante en nada se parecía a sus predecesoras, ni tenía la clase ni la educación de Audrey ni poseía la inocencia y el buen carácter de Elizabeth. Según había oído era una joven por cuanto problemática y de aficiones nada adecuadas como el tiro en arco, en eso quizás la había ayudado su cuñado medio salvaje de Robert Talbot. 

La observó por unos instantes, poseía la melena larga y negra de su hermana, pero su cuerpo era más voluptuoso y llamativo, así como le había parecido ver que sus ojos eran oscuros. La joven había llenado el ambiente de un perfume fuerte y difícil de descifrar, y desprendía una energía atrayente, debía admitir que era hermosa y que su belleza le hacía competencia a la noche estrellada. 

-Lady Cavendish, no debería estar aquí a solas - se introdujo Lord Stanley cuadrándose y sin mirarla esperando que la joven se sobresaltara y se marchara, nada más lejos de la realidad cuando ésta se giró dispuesta a defenderse de quien fuera- Tranquilícese, soy amigo de su cuñado, Lord Stanley. Permítame que me dirija a usted sin haber sido presentados para aconsejarle que vaya con sus amigas o sus hermanas, éste no es lugar para un dama sola. -dijo sin más mientras se estiraba las solapas del frac.

-Soy Lord no sé qué y me creo con el derecho de aconsejar porqué soy un hombre y tu una mujer desvalida, bla...bla...- rodó los ojos Karen mientras mantenía una voz burlona- hágame el favor y sea usted el que se vaya de aquí, no estoy para aguantar más órdenes ni exigencias- ultimó volviendo a dirigir su mirada al exterior y apoyando sus brazos en el cabecero del balcón dejando que su voluptuosidad saliera más de lo debido ante un serio e intransigente conde que la miró con un sentimiento difícil de concretar pero que empezaba a no poder controlarse por un motivo extraño.

-Había oído hablar de usted,  que era un tanto dispar con sus hermanas, pero no me esperaba semejante conducta, por respeto a su hermana no diré nada de lo acontecido pero no debería hablar así a personas a las que debe respeto.

-¿Respeto?- se incorporó Karen mientras enfrentaba los ojos azules de Asher y parecía mirarlo por primera vez -¿por qué le debo respeto? ¿y por qué usted no me lo debe a mí?- interrogó acercándose de forma inexplicable al cuerpo frío y distante del caballero que no se movía un ápice y que sabía que seguía vivo tan sólo por el brillo de su mirada, una mirada complicada de catalogar. 

-Yo le debo respeto como dama, y usted me lo debe a mi como caballero,conde y almirante.- repuso de forma ceremoniosa Lord Stanley clavando sus ojos en los dos pozos oscuros de la joven que parecían no tener fin. Sabía que era momento de irse si la dama no quería abandonar el lugar, pero había algo en ella , una fuerza gravitacional o un embrujo que lo hacían querer permanecer ahí. 

-No me respete como dama y yo no lo respetaré como caballero...tan sólo seamos personas, ¿ es tan difícil?Pero...¿qué?¿qué hace?- interrogó Karen al verse atrapada entre los brazos de Asher mientras éste la empujaba contra el alfeizar sin dejarle más escapatoria que precipitarse al vacío. -¿Se puede saber por qué me atrapa así?

-He dejado de respetarla como dama, tal y como deseaba...- respondió sin más el rubio acercándose peligrosamente a los rojizos labios de su presa. 

-No me refería a ésto,no tiene sentido hablar con un hombre como usted, yo también he oído a hablar del conde de Derby...- espetó Karen agitada sin saber muy bien el motivo.

-¿Un hombre cómo yo?

-Sí, es usted serio, egocéntrico  e inhumano...todo la sociedad lo comenta, hasta dicen que usted mató a su propio padre. 

La mirada de Asher se oscureció ante las palabras de la joven y apretó más la cárcel que había improvisado para ella, Karen intentó salir de ella, pero los musculosos y fuertes brazos del varón se lo impedía. Harta de intentar escapar sin éxito ante la mirada burlona del conde, se cruzó brazos y lo miró desafiante. 

-¿No te rindes nunca verdad?- susurró Asher cogiéndola por los hombros como si no pesara nada y apoyándola contra una pared lejos de la luz. 

-¿Qué pretende? Tiene usted suerte de que no tenga ninguna arma encima si no ya no podría seguir con este jueguecito suyo - habló con voz de mezzosoprano haciendo llegar cada nota de sus cuerdas vocales a rincones insospechados en el cuerpo del Almirante. 

Asher colocó un dedo sobre los rojos labios de Karen haciéndola callar, acarició esa zona llegando a las partes más húmedas de ésta haciendo suspirar a la joven que nunca había sentido algo parecido. Los ojos centelleantes de la debutante dieron el permiso a su captor para hacer lo que había estado deseando hacer des de que la había visto, se introdujo en su cavidad con fervor sintiéndose dueño de esa dama sin saber por qué. 

Karen sintió un temblor que le debilitó las piernas, y no eran precisamente flojas, sino más bien robustas y entrenadas. Jamás había sentido algo parecido, y no entendía qué estaba sucediendo ni qué extraño hechizo se había apoderado de ella, sólo sabía que era lo más placentero que había hecho jamás, hasta que todas sus alarmas se encendieron y empujó al conde para huir de ese beso, ese beso robado. 

Ojos del anochecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora