Amor Clandestino

Od jessace13

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(Libro 2 de la trilogía) "Pero me duele no gritar tu nombre en toda libertad; ante sospecha hay que callar... Více

(1) Descubriendo Sentimientos
(2) Estamos haciendo lo correcto?
(3) Una salida inocente
(4) Ayuda
(5) Enfrentamientos
(6) Golpe al Corazón
(7) Después de los Años
(8) Una Confesión
(9) Mala Suerte?
(10) Un Secreto en Libertad
(11) Quisiera Gritar
(12) Hoy ya me voy
(13) Vuelvo a ti
(14) Tan Solo el Comienzo
(15) El Primer Paso
(16) Más Mala que tú
(17) Con Esta Soledad
(18) A partir de hoy
(19) Falsas Esperanzas
(21) Aléjate de mí
(22) Todo Basta
(23) Hasta que la muerte nos separe?
(24) Duele ser infiel
(25) Nuevos Senderos
(26) Simplemente Amigos
(27) Como hacer a un lado el pasado
(28) Después de la Lluvia
(29) Una Llamada
(30) El verdadero amor perdona
(31) Alguien
(32) No quiero escuchar un no
(33) Tú lo sabes bien
(34) Creo en ti
(35) Demasiado Bueno
(36) Que me alcance la vida
(37) Fuiste tú
(38) Si tú me lo pides
(39) Te voy a amar
(40) Carta

(20) Mientes tan bien

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Od jessace13

Mi estadía de tres días en el hospital, me hizo pensar mucho.  Estuve sola, solo Angélica me visitaba y le supliqué que mantuviese todo esto en secreto.  Para mi familia, estaba en un adiestramiento fuera de la ciudad; y para Ezequiel, solo estaba desaparecida.  Con cada minuto que pasaba, me reafirmaba más; que aunque de veras lo amaba, no había ningún futuro para nosotros.

Recibí un buen regaño de parte del doctor que me estaba atendiendo.  Sus palabras entraron muy adentro de mí, especialmente cuando me dijo que un hijo era bienvenido y se amaba, sin importar las circunstancias bajo las cuales llegara a este mundo.  Que mirara a mi alrededor, que quien único me estaba haciendo compañía en estos momentos era mi bebé.  Esa criaturita, que no tenía culpa de nada, era a quien me tenía que aferrar.

No sé por cuánto tiempo lloré después de sus palabras. MI bebé no tenía culpa de nada, MI bebé no había pedido venir a este mundo y buscaría la manera de darle todo lo mejor.  No importaba por lo que tendría que pasar, sencillamente me tenía que enfocar en el bienestar de MI bebé.

Ricardo llamó para decirme que lo había pasado tan bien conmigo y mi familia, que vendría este fin de semana a quedarse nuevamente.  Tampoco a él le dije que me encontraba  en el hospital.  Pero sí le dejé saber mis intenciones de renunciar a mi trabajo; si era necesario, regresaría a vivir con él.  Quería evitar, a como dé lugar, encontrarme con Ezequiel.

Llegué al apartamento, acompañada de Angélica; suplicándole una vez más que no le dijera nada de mí a Ezequiel.

“No te prometo nada Isabella.  Estoy cansada de que Ezequiel me suplique.  El quiere saber de ti y tú lo sabes.  Tú solo tienes miedo al igual que él.”

“Solo dile que no se preocupe, que no destruiré su matrimonio.”

Sin esperar contestación, me dirigí al baño; necesitaba una ducha.  Esos días en el hospital fueron eternos, y nada mejor como un baño y el calientito de mi cama.

Una vez salí de bañarme, Angélica se aseguró de que comiera, y se marchó.  Yo me acosté en mi cama pasando mis manos sobre mi vientre, pensando e imaginando como mi vida cambiaría después de que este pequeñito naciera.

Mi teléfono sonó, y antes de contestarlo, me aseguré de mirar bien la pantalla para saber quién era.  No tenía ningún tipo de intención en hablar con Ezequiel.

“Cómo estás Ricardo?” pregunté al contestar el teléfono.

“Bien, y tú, amor?"

“Bien.  Vienes siempre el fin de semana?” pregunté.

“Para eso te llamaba.  Estoy por llegar.  Me dieron un día libre en el trabajo y quise verte antes.”

“Te falta mucho por llegar?” continué mi interrogatorio, pero necesitaba saber para desaparecer cualquier evidencia de mi estadía en el hospital.

“A solo minutos de ti, pero pensaba comprar helado antes de llegar.  Quieres que te lleve?”

“Seguro” le respondí y procedí a pedirle una de las mezclas raras que siempre escogía.

Esto me dio tiempo para recoger un poco, esconder evidencias y arreglarme un poco.  Parecía una muerta en vida.

Veinticinco minutos luego, Ricardo estaba tocando a mi puerta mientras el teléfono sonaba en mis manos.  Miré la pantalla antes de abrir la puerta, vi que era Ezequiel. 

“Qué quieres?” pregunté con coraje al contestar el teléfono.

“Tenemos que hablar, Isabella, por favor” cada una de sus palabras sonaban con dolor; pero no podía permitirme ser débil.

“No hay nada de qué hablar.  Y te agradezco que no llames más; Ricardo está aquí” le respondí colgando el teléfono una vez pronuncié la última palabra.

Abrí la puerta, sorprendiendo a Ricardo con un fuerte abrazo y un beso, el cual lo dejó perplejo.  Lo invité a pasar e inmediatamente nos sentamos en la sala, luego de guardar el helado en la nevera.

Allí, sentada, entre sus brazos, simplemente hablando, me sentía muy bien.  Veía en Ricardo un amigo, nada más; su cambio de actitud hacía que fuese fácil hablar con él.  Era el Ricardo que extrañaba; el amigo, con quien solía divertirme y pasarla bien; quien me aconsejaba y me escuchaba.  Era esa persona que quería tener a mi lado siempre, pero no lo amaba; solo lo quería a pesar de los malos momentos y los desacuerdos que existieron en el pasado.

“Por qué quieres renunciar a tu trabajo?” preguntó Ricardo mientras devorábamos el exquisito helado.  Parecíamos niños comiendo, en vez de adultos.

“No me agrada mucho mi jefe, y extraño compartir contigo” respondí intentando esconder detrás de una mentira lo que en realidad sucedía.

“Sabes que no necesitas trabajar, solo enfócate en tus estudios.  Amaría que lo hicieras de vuelta en nuestro apartamento” me respondió mientras pasaba su mano por mi rostro y rozaba sus labios con los míos.

“Lo he considerado” le respondí.

Acercándome más hacia él, lo besé.  No podía explicar esto, no me molestaba hacerlo, pero tenía claro lo que faltaba.  Sin embargo, había una idea en mi mente y la llevaría a cabo.  Había alguien más importante en mi vida en estos momentos, y en eso era en lo que tenía que enfocarme.  Mi corazón?  Podía esperar para otro momento.

Mi teléfono, bien oportuno como siempre, sonó, interrumpiendo la sección de besos en la que nos encontrábamos.  Lo tomé en mis manos con un poco de temor; pero respiré al ver que era mi mamá.

Ricardo se levantó del asiento para darme espacio.  Comenzó a recoger y limpiar los estragos que habíamos hecho mientras comíamos.

“Hola mami” respondí con una enorme sonrisa en mi rostro.  Amaba a mi mamá y en estos momentos por los que estaba atravesando, era que más la necesitaba a mi lado.

“Mi reina, cómo estás?  Te he extrañado mucho; llevo días sin verte” su voz me daba duro en el corazón.  Yo era la única culpable de que ella se sintiera de esa manera.

“Perdóname.  Acabo de llegar y apenas me estoy poniendo al día.  Prometo verte el fin de semana.  Los visitaré con Ricardo.”

“Que alegría que tú y Ricardo se estén viendo más a menudo” podía sentir su sonrisa a través del teléfono.

“Sí, yo también” le respondí mirando a Ricardo, quien estaba de espaldas a mí, tirando los envases de helado al zafacón.

“Será posible que tengas tiempo para venir a cenar con nosotros mañana? Toda la familia va a estar.”

“Yo creo que no habrá ningún inconveniente.  Le diré a Ricardo.”

“Seguro.  Los espero mañana entonces.  Te amo hija.”

“Yo te amo más” le respondí, ambas colgando el teléfono simultáneamente.

Ricardo caminó hasta mí y me enredó en sus brazos.

“Voy al auto por mis cosas.  Vuelvo enseguida” y dándome un beso en la mejilla, salió por la puerta.

Una vez la puerta se cerró, decidí darme otro baño.  Tenía azúcar suficiente en mi rostro, brazos y manos, como para ser atacada por un hormiguero.  Al salir de la ducha, Ricardo estaba parado en la puerta del baño mirándome.  No sé porqué, pero sentí una enorme vergüenza al verlo allí, con sus ojos encima de mí.

Poco a poco fue acercándose a mí, impidiendo que pudiera cubrirme con una toalla.  Me abrazó y me besó, y sin soltarme, me miró a los ojos.

“Isabella, te amo.  Cásate conmigo.”

Mis ojos se abrieron ante su declaración.  Tenía en mente unos planes, pero jamás pensé que irían tan bien.  Lo miré a los ojos, pero mi boca no emitía palabra alguna.

“No te voy a presionar más.  De veras quisiera casarme contigo y tener una familia.”

Mi corazón quedó en el piso, y mis manos en mi estómago.  Lo miré a los ojos; mientras los míos se llenaban de lágrimas.

“Sí Ricardo, acepto ambas cosas.  Acepto casarme contigo y tener una familia.  Ya no quiero esperar más” le respondí mientras lágrimas corrían libremente por mi rostro y sentía mi corazón hacerse pedazos.  Qué había hecho?  No importa, todo sea por mi bebé. 

“De veras Isabella?” me preguntó Ricardo con su rostro lleno de alegría mientras me besaba.

“De veras” le respondí y acercándome más a él, le dije al oído “porqué no comenzamos hoy con el bebé?”

Sin esperarlo, Ricardo me tomó en sus brazos y me llevó hasta el cuarto.  No era difícil estar así con él, cuando la atracción física estaba presente.  Después de todo, tenía un propósito y ya estaba en el camino para cumplirlo.

La mañana siguiente, al despertar, aún estaba entre sus brazos.  Me quedé allí pensando, recordando, reviviendo todos los hermosos momentos con Ezequiel, y como todo terminó de la misma manera que comenzó.

No Isabella, no.  No podía estar pensando en ese hombre.  Ese hombre que no tenía espacio en su vida para mí, ni para mi bebé. 

“En que piensas?” preguntó Ricardo besándome el cuello.

“En muchas cosas.  Casi se me olvidaba, hoy hay una cena en casa de mis papás.  Mi mamá nos invitó.”

“Perfecto.  Allí podemos anunciar nuestro compromiso” respondió Ricardo acercándome más a él.   

“Cuando será la boda?” pregunté mirándolo a los ojos.

“Cuando tú quieras.  Si fuera por mí, me caso mañana.”

“Hablemos con Adrianna a ver cómo nos puede ayudar.  Total, ella se ofreció la semana pasada.”

“No puedo imaginar la emoción que tendré cuando me digas que hay una pequeña vida creciendo aquí” me dijo colocando sus manos sobre mi estómago. 

Involuntariamente, mi cuerpo se puso tenso. Sentí que me quedé sin aire y que la conciencia comenzaba a comerme por dentro.

Como no sabía que responderle, me sonreí y lo besé.  Seguido de esto, me dispuse a levantarme de la cama, Ricardo deteniendo mis intensiones.

“A dónde vas?”preguntó él con su mano agarrando mi brazo.

“ Al baño?” sonó más a una pregunta.

“Pues no tardes, porque la cena es por la noche y planeo estar todo el día aquí contigo.”

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