(Otro que nadie pide)
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Me di la vuelta en la cama mientras en mi sueño se colaba el sonido de una llamada.
Abrí los ojos, mi móvil sonaba de verdad.
Mi corazón se altero al ver que eran las cuatro de la mañana. Alcé el teléfono y acepté la videollamada de Chris completamente asustada.
- ¿¡Chris, estás bien!?
- ¡Hola, nena! ¿Qué haces? ¿Qué? ¡Claro que estoy bien!
Dejé caer mi cara contra la almohada con un gruñido.
- ¿Estás tú bien? -replicó.
- ¡Chris son las cuatro de la mañana, pensaba que te pasaba algo!
Él miró más allá de la pantalla.
- Ahhh.... aquí son las seis de la tarde.
- Ya, cariño, estamos en diferente franja horaria.
- Lo siento -replicó- llamaré en otro momento.
- No, no, no importa. Ya estoy despierta. ¿Necesitabas algo?
- Solo verte.
- ¿Estás bien?
- Si.
Fruncí el ceño, su voz no sonaba convincente.
- ¿Chris?
Él suspiró.
- No...
- ¿Mi amor, qué ocurre?
- Nada, es absurdo.
- No lo es, dime.
- Es solo que... te echo de menos. Y si, lo se, lo se, ya soy mayorcito para estas cosas.
- No, cariño -dije haciendo un puchero- es justo lo que necesitaba oír. Llevo días volviéndome loca por tu ausencia. Lamento decirlo, pero casi que me alegro de que te sientas igual.
Él soltó una pequeña risa, como si eso le hubiera aliviado.
- Te quiero, ¿lo sabes?
Le sonreí.
- No tanto como yo a ti.
Su rostro pareció alegrarse, cobrar vida.
- Cuando vuelva a Los Ángeles, tú-dijo señalando- y yo, vamos a tener mucho sexo.
Reí por su comentario.
- Eso espero.
- Te dejo dormir nena, siento haberte despertado.
- Me alegra que lo hayas hecho, Chris. Estoy aquí siempre, para ti.
- Como yo lo estoy para ti. Me quedan veintitrés días para verte.
Sonreí y miré el reloj.
- Veintidós y doce horas.
Él silbó.
- ¡Así me gusta, cariño!
Reí y él miró con ojos enamorados la pantalla.
- Te amo muchísimo, no lo olvides.
- Y yo a ti, Chris. Buenas noches.
- Buenas noches, nena.
Colgué y fui a dormir contando los segundos que me quedaban para estar en sus brazos.