Inconciliable Destino «South...

By NocturnaIV

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Mystical AU Los Dioses y monstruos caminan entre nosotros, la gente de South Park siempre lo supo, pero jamás... More

Inconciliable Retoño
Inconcebible Azar
Inconciliable Destino
Incorregible Realidad
Incorregible Asir
Incorruptible Redención
Incorruptible Asalto
Incorruptible Desvío
Incontable Redil
Incontable Ascio

Incorregible Desuso

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By NocturnaIV



Maravillado.

El sueño se escapaba de su mente, pero la consciencia aún se encontraba adormilada. Cada uno de sus sentidos iban llenándose de la realidad y aun así su cuerpo se negaba a moverse. Todo en él había perdido sentido y orientación. No era dueño de sí mismo, no tenía control. Solo se dejaba llevar.

Lo sentía...

Las largas garras deslizarse por su espalda, entre sus alas angelicales. Los dedos apretar su trasero con posesividad antes de volver por el mismo camino. Ese tacto nunca lo dejaba. Él era su posesión, su premio más grande, su prisionero. Los largos dedos escalaron por su columna, erizándolo y se enterraron en su nuca. Lo tomó del cabello con firmeza. Lo llamaba sin palabras. Suyo. Le pertenecía. En cada extensión de su piel magullada y enrojecida, hasta su sangre y entrañas. Él podía hacer lo que deseara sin pedirle permiso. Él podía tocarlo siempre que quisiese y a pesar del tiempo, parecía no agotarse. Rara vez lo dejaba libre de su tacto y lo despojaba de todo lo que hacía a Pip un individuo.

El calor de su cuerpo lo relajaba. Al ser un ángel no sufría por los cambios de temperatura, pero se había acostumbrado a su cuerpo caliente. Siempre descansaba mejor cuando estaba cerca. Lo había condicionado a eso. Lo había hecho depender de él. Le pertenecía y era consciente que no sabía cómo podría vivir sin él. La simple idea lo aterraba.

- ¡Abran su corazón a la Salvación!

La femenina voz sonaba distante. Damien contuvo una sarcástica risa y volvió a tocarlo entre sus alas, sobre la columna vertebral. Círculos. Círculos con sus garras. Él se estremeció. Gimió ahogadamente.

- Un demonio vestido como monja a quien llaman Dios. La fe es una broma.

Ese argumento hizo que abriera los ojos. Pero al estar boca abajo, había girado el rostro para apoyarse sobre su regazo, directamente en la unión de la cadera y la pierna de su Amo. El áspero jean rozaba su mejilla, sentía la finísima y costosa tela oscuro de una camiseta contra su nariz. Jadeos de sorpresa sonaron desde el televisor, llamando su curiosidad así que giró el rostro y miró.

El interior de un templo. Una mujer pelirroja vestida como pastora religiosa. Y bajando desde lo alto un demonio de alas rojas transparentes y cabello como el oro. Un demonio vestido con el hábito de una monja pero que gracias a un corte lateral hasta la cadera en la prenda, una pierna de porcelana completamente desnuda se lucía para el público, mostrando unos zapatos de tacón negro, afilados y seductores. Pip sintió las mejillas rojas. El demonio era hermoso y celestial, podía ver en el televisor que era adorado y amado por los humanos. Sus ojos buscaron a Damien, quien miraba la escena con una sonrisa ladeada y un orgullo posesivo.

Mío.

Eso lo tensó y quiso separarse, ponerse a gatas y cubrir su desnudez como rara vez hacía. Porque la mayoría del tiempo su Señor exigía de él completa desnudez, el derecho de tomarlo cuando deseara y tocarlo sin restricciones. Pero la mano del príncipe del Infierno lo sostuvo ahí, contra el regazo, lo apretó contra el pantalón. Aun así, esa mirada dedicada a otro le aguijoneó. No era la primera vez que se preguntaba si Damien lo agotaba en todo sentido y luego se iba a buscar otro cuerpo que saciara su pecaminoso deseo. En ese momento lucía como un hombre, elegante, dominante, recreándose al ver sus cosas. El mundo era suyo. Pip era suyo. Y al parecer el demonio de la televisión también lo era.

- Le dicen Salvación. Le rinden culto. Todos esos herejes han jurado sus almas para él. –Damien bajó la mirada, ojos como carbones encendidos lo clavaron en su lugar- Y por ende a mí.

Entonces ese demonio era de aquellos que le pertenecían exclusivamente a Damien. Si, era suyo, pero su esperanza le hizo creer que solo de forma indiferente y platónica. Damien estaba obsesionado con las almas, con poseerlas. El alma de ese demonio era suya, por ende. Pero no su cuerpo ¿Verdad? Aunque cada vez que lo dejaba, podía pasar días en el Infierno, con un harem y para Pip apenas habrían pasado unos minutos. Por eso no le gustaba estar solo. Lo necesitaba. Lo había vuelto dependiente y él no había luchado.

Una mirada de desprecio inundó la expresión de Damien y él bajo la mirada. Los dedos del hombre tocaron sus alas, rasgó sus plumas sin lastimarlo, pero pudo sentirlas caer sobre su espalda. Esas alas blancas eran el signo absoluto de que Damien podía encadenarlo a su cama, agotarlo de infinitas maneras, pero que su alma le pertenecía a Dios.

Satán había sido un ángel. Damien insistía en que él podía hacer lo mismo, que podría corromper su alma hasta que fuese abandonado por Dios. Pero él no podía. Pip era un mensajero de Dios, formaba parte de los ángeles bajo el mandato del arcángel Gabriel. En su rol, era muy difícil revelarse, destruirse y corromperse. Como un ángel, el mensaje de Dios vivía mientras él existiese. Y eso ponía en conflicto a Damien. Lo enojaba.

El príncipe del Infierno lo jaló para que se sentara a su costado, los dedos de Damien acariciaron su cuerpo desnudo, pero dejó de mirarlo. Furioso. Resentido. Porque Damien odiaba perder, había crecido para demostrar su fuerza y no dejarse empujar por los arrebatos de su padre. Los ojos de Pip se clavaron en el televisor, en el reportaje que estaban haciendo sobre la religión que veía a ese demonio como un Dios. La mujer en el televisor explicaba sobre la libertad y el amor, lo hacía con una sonrisa ladeada y el mentón en alto. Esa era una mujer joven y orgullosa, hermana del líder religioso de ese movimiento. Damien la miraba con intriga, codiciándola.

Entonces, Tricia Tucker no había entregado su alma al demonio rubio. Por ende, su alma no le pertenecía a Damien. Y eso parecía intrigarlo. Pio había aprendido a leerlo. Porque cada vez que meditaba algo lo tocaba de forma diferente, enredaba los dedos entre las esposas doradas que se cerraban en sus muñecas o tobillos como si eso lo relajara. Esos eran los símbolos de que Pip le pertenecía y el mundo debía saberlo. Esas esposas hacían que no huyese ni luchase contra su Señor. Pip se estremeció cuando sintió al hombre acariciar con sus garras oscuras el cerrojo de una de las esposas. La ansiedad se disparó, porque esa sería la peor tortura y Damien a veces se divertía con ello. Sin las esposas, sería presa de su instinto angelical, buscaría huir y su deseo por estar junto a Damien se veía anulado, haciéndolo entrar en pánico. Porque esa era la verdad, Pip quería estar cerca de él y por culpa de su cuerpo angelical temía tenerlo cerca. Al no ser un ángel guerrero, lo único que lograba frente a una presencia infernal era apartarse del depredador. Por eso Damien lo había vuelto adicto a su cercanía aun en contra de su instinto y lo había drogado con cada ápice que tuviese para que dependiese de él o de su forma de tratarlo. No podía descansar sin los dedos de Damien sobre él, no podía estar satisfecho a menos que fuese marcado y recorrido, llenado y agotado. No podía estar en paz y calma sin sentir que había satisfecho a Damien. Por ello, la idea de perder las esposas doradas lo aterraba y lo estremecía. En una ocasión Damien lo había encerrado en una habitación liberándolo de estas y lo había abandonado ahí por lo que le hizo sentir como años. El príncipe del Infierno había creído que de esa manera podría romperlo y contaminarlo. Pip había deseado que así fuese, se había intentado arrancarse las alas en un desesperado intento de sentir algo que no fuese ansiedad y miedo. Pero no ocurrió nada. Su cuerpo se había colapsado por la necesidad de tener a su Señor y su instinto lo había vuelto psicótico ante la mera idea de que un ser infernal lo tocase. En ese encierro había imaginado el tacto de su Señor y su cuerpo había reaccionado con náuseas y miedo. Casi se había vuelto loco. Pero no se había corrompido y Dios no le dio la espalda. Damien solo interrumpió en la habitación, lo volvió a esposar y poseyó todo de él con violencia.

Todo menos su alma.

Cuando fue un niño había muerto e ido al Infierno, como tantas otras almas en los tiempos en que el Cielo solo aceptaba a los mormones. Él fue la primera alma que Damien había pedido como suya y Satán había aceptado de forma indiferente. Mucho antes de morir, Damien ya lo había hecho vivir la tortura del Infierno, habían sido amigos y aun así había abierto el suelo bajo sus pies para enviarlo al abismo en el intento de ser aceptado por los otros niños. Pero la mente mortal de Pip había bloqueado ese acontecimiento, demasiado tortuoso o extraño para comprender. Damien le había dado pesadillas por sus acciones y aunque no las recordaba podía sentir a criaturas cernirse sobre él, curiosos y extrañados de la existencia de un niño vivo y mortal en el Infierno. Si algo más había pasado, su mente lo había bloqueado.

Pero al morir ese privilegio se había perdido.

Pip había muerto siendo un niño, pero cuando vio al príncipe del Infierno descubrió un joven que lo miró con reconocimiento. El tiempo no era lineal en el Infierno, como una dimensión de bolsillo, años infernales podían ser solo unos cuantos meses mortales. Damien había crecido, ya no lucía como un niño y definitivamente se había curtido en el Infierno. Pero lo reconoció y exigió su alma como suya. Encerrado en los aposentos del heredero infernal, Pip tardó en entender que el tiempo a veces tomaba giros y espirales estrechas que lo hicieron perder conciencia de su realidad. Constantemente había sentido que vivía un déjà vu sin fin, los días podían ser un trance constante ¿Su alma había vivido un día o décadas iguales, encerrado en un dormitorio, completamente solo, volviéndose loco? Cuando Damien había ido por él, se había sentido tan dichoso que hubiese hecho lo que fuese para no volver a estar solo. El alma de Pip vivió bajo esa promesa humillante, sin ver a nadie más que a su carcelero, a su antiguo amigo, a su Amo y Señor. Así, Pip se volvió su confidente, su oído amigo y su posesión. Damien había acumulado tantas intrigas, conspiraciones y luchas que lo más cercano que había tenido de vacaciones había sido pisar South Park y fingir ser un niño por unas cuantas horas antes de aburrirse de ese epicentro de maldad diluida.

Pero cuando el Cielo permitió que otras almas ascendieran, el Infierno perdió miles de ellas. Contando la de Pip. Ni siquiera había podido despedirse de Damien, porque este había estado en una guerra cuando el Cielo lo llamó y por mucho tiempo sintió que había traicionado a su Amo y Señor.

El Cielo fue... agradable.

Simple.

Ahí conoció cientos de almas y pudo interactuar con la pureza de la humanidad. Ahí recibió el amor más puro e inocente. Todos ahí eran buenos. Una gran familia. Una unión fantasmal. El Infierno había llenado sus sentidos, el Cielo deseaba llenar su alma. Y los ojos de Pip siempre miraban hacia abajo, preguntándose si su antiguo dueño levantaba el rostro al cielo pensando en él.

Luego South Park inició el Caos.

Como siempre.

Y la guerra inició, las almas comenzaron a escasear y las dimensiones divinas posaron sus ojos en la Tierra.

El arcángel Gabriel le ofreció un lugar entre los suyos, para ser un mensajeo celestial. Pip le preguntó cuál sería ese mensaje y la respuesta fue simple: Amor. Así que aceptó y pudo volver a la Tierra. Solo habían pasado un poco más de una década desde su muerte, pero él había vivido siglos entre el Infierno y el Cielo. Y cuando pisó la Tierra, esta tembló y desde sus entrañas se elevó su Amo y Señor. El instinto celestial afloró, el deprecio, miedo y terror anularon su consciencia. Él huyó y Damien desapareció. Lo abandonó. Por lo menos hasta que lo atrapó con esas esposas doradas para que su instinto se apagara. Liberado de sus impulsos negativos, había vuelto a su antiguo rol. Damien actuó como si no hubiese sido elevado al Cielo y lo poseyó. Pero también reconoció los cambios en su esencia y lo moldeó para que su cuerpo se corrompiese. Como ángel no podía volver al Infierno y Damien lo llevó a la capital de España. Lo encerró en un lujoso departamento y puso bloqueos mágicos para que no pudiese escapar. Lo hizo sentir en casa, de vuelta a las manos de su Amo y Señor. Ningún ángel fue a su rescate, nadie lo buscó.

A él no le importó.

Pip se sentó sobre sus talones y observó el rostro indiferente de Damien, seguía observando el documental. Pero de repente el príncipe del Infierno desvió la mirada, como si oyera una voz en su cabeza y luego asintió.

- Quiero que guardes silencio cuando él aparezca. –le ordenó su Señor.

- Si, mi Señor. –asintió, sin entender.

Muy rara vez veía a otro ser que no fuese Damien.

El hombre lo miró con una sonrisa, algo de orgullo llenó su alma al haber actuado como era esperado. Los dedos de Damien acariciaron el perfil de su rostro hasta tomarlo del mentón.

- ¿Qué darías por mí, ángel?

- Todo, mi Señor. –respondió inmediatamente.

- ¿Me perteneces?

- Completamente.

Las garras oscuras y afiladas en la mano de Damien se clavaron sobre su piel y pudo sentir como su translúcida sangre escapaba en forma de pequeñas gotas. Su Señor odiaba no disfrutar el carmesí de su sangre mundana. Por debajo de su piel podían formarse rojizos arañazos, moretones y raspones. Pero en el momento en que la sangre se volvía visible, esta lucía translúcida, tomaba la forma de agua pura, señal celestial. Porque se suponía que era un ser no carnal. Su alma no le pertenecía a Damien y su sangre lo huía. Pip era la muestra viviente de que Dios estaba por encima de Satán.

- Mientes. –escupió Damien y se levantó, mirando al frente- Él me pertenece.

Y frente a ambos el suelo se abrió, a pesar de estar en un departamento varios pisos arriba, la ilusión de la forma de viajar de los demonios, los hacía ver como si aparecieran desde el centro de la Tierra. Cuando parpadeó la abertura desapareció y frente a él pudo ver a su primer demonio, era el mismo que estuvo en la televisión minutos atrás. Rubio y atlético, un joven que apenas golpeaba la adultez, con alas translúcidas de color carmesí que hacían juego con los pequeños cuernos en su melena de león y sus afilados ojos como llamas. La criatura solo vestía unos cortos pantalones negros muy por debajo de la cadera, dejando a la vista el pecaminoso camino de sus huesos y lo que ocultaba su estrecho cuerpo y firmes piernas. Las alas se replegaron y el demonio hizo una profunda reverencia a Damien.

- Mi señor...

No...

¿Así lo llamaban sus súbditos? "Señor".

Pero Pip lo había llamado de esa forma por años...

Como el resto.

Un objeto más.

Un súbdito más...

- Hada. –saludó Demian y volvió a sentarse en el sofá, lo hizo lucir como su trono personal.

Y jaló a Pip de vuelta a su regazo, lo hizo recostarse sobre sus piernas como si fuese su mascota. Tal vez lo fuese. Completamente desnudo, con sus alas recogidas y el rostro sobre las piernas masculinas mientras era tocado descuidadamente. Pero, aunque debía sentirse humillado por tal acción, solo pudo recrearse con ese reconocimiento. Pip estaba ahí y el hada se mantenía de pie, lejos del cuerpo de su Amo. Sin darse cuenta se acurrucó en su posición, respiró hondo el aroma infernal para calmarse.

- Después de darte el permiso para volver a la Tierra, nunca pisas el Infierno otra vez. –Demian frunció el ceño, analítico- Actúas como un Dios.

La Salvación.

Un buen Dios.

Pip lo miró, el hada tenía una mano sobre el pecho y la cabeza inclinada. Respetuoso. Ni siquiera parecía importarle que un ángel estuviese agazapado, buscando más contacto, del príncipe del Infierno.

¿Y si era algo común para los vasallos de su Amo verlo con un amante o mascota...?

- ¿Las almas que he devorado no han sido de su agrado, mi señor?

Su Amo asintió con solemnidad. Si el Cielo simbolizaba altruismo, el Infierno era posesión. Damien lucía orgulloso, aquello que poseía era permanentemente suyo. El príncipe de la Avaricia. Su Amo degustaba bien de las ofrendas. Y el hada lo sabía.

- Pecadores de la peor calaña. Su sufrimiento alimenta a mi ejército. –aceptó su Amo- Y las almas de tu rebaño serán una agradable adquisición para el Infierno cuando mueran.

El hada inclinó el rostro por el halago.

- Entonces ¿Qué haces aquí?

Los ojos de la criatura se posaron en él. No, no específicamente en él, sino en las esposas doradas en sus tobillos ¿Acaso quería esclavizar a otro ángel?

- No va a servir en tu pastor. –respondió su Amo- Solo funciona de seres infernales a seres celestiales.

- Lo sé, mi señor. –el hada se mostró inocente, sus facciones suaves y serviciales, casi temblaba ligeramente, tal vez intimidada por el poder de Damien- Quiero hacer una alianza con los ángeles caídos y nosotros. En un acto de buena fe quiero crear una tregua con la líder de los caídos para tenderle una trampa.

- Red... -susurró Damien- La antigua favorita del arcángel Miguel y ahora su enemiga.

Pip notó que su Amo sonreía, divertido. En realidad, Damien admiraba a esta criatura, estaba orgulloso del hada. Al punto en que ya no acariciaba su cuerpo, solo tocaba su espalda para que no se moviera. El ángel sintió un dolor en el pecho, se juzgó humano y perdido otra vez. No le gustó esa sensación. Porque Pip era del príncipe del Infierno ¿Verdad? Él era su posesión y el príncipe de la Avaricia no abandonaba sus cosas ¿Verdad...? No las reemplazaba... ¿Verdad?

- Interesante. –su Amo se levantó abruptamente- Pequeña hada, nunca dejas de conspirar. –miró a Pip- Quédate aquí.

Él solo asintió.

Eso había sido raro. Pip siempre respondía a sus órdenes. Damien le lanzó una última mirada a Tweek y abrió un portal a Yam Suf. Su mano se cerró en su muñeca, como un recordatorio y atravesó el portal.

Yam Suf era la dimensión de su madre, el hogar de origen de demonios malditos, se decía que el primer vampiro surgió de ahí y escapó a la Tierra. Yam Suf era de tierras negras como la ceniza y un mar calmo, del color de la sangre, que rodeaba toda la isla. La noche era perpetua y el frío sin nieve ni viento se metía en los huesos. Después de que Satán se dejase vencer por Jesús, su madre había aparecido por primera vez en su vida y lo había hecho vivir con ella en Yam Suf. Lo había entrenado para liderar a sus hermanos y a las otras criaturas infernales, moldeándolo para ser mejor que Satán. Su madre lo había torcido a su imagen y le había enseñado a ser el verdadero heredero que el trono de su padre debía tener. Mientras más se alejó del mar rojo y se adentró en la isla, podía escuchar a los jóvenes demonios destruirse entre sí. Yam Suf era como el vientre de un tiburón hembra, solo los fuertes sobrevivirían, los otros serían alimento. Nada crecía ahí, así que era la única opción. Su madre no fue indulgente con él por su linaje, lo había soltado entre sus otros hijos y le había ordenado sobrevivir.

Él lo hizo.

Damien fue digno de su madre y creció para ser fuerte. Sus dedos tocaron su muñeca, podía sentir bajo su piel, soldado a sus huesos, las esclavas doradas que lo ataban a Pip. Cada esposa debía ser usada por un ángel y un demonio para anular los instintos. Los suyos habían sido tan fuertes que se había abrumado. En realidad, su anhelo por destruir todo lo celestial, aun lo primero que había poseído, lo había cegado tanto que había necesitado una esposa en cada mano y tobillo. Cuando le pidió a su madre ayuda, ella lo desgarró sin parpadear, abrió su brazo como si su piel fuese una prenda de vestir, lo hizo sangrar en agonía y le cerró cada esclava hirviendo para que se sellaran en sus huesos.

"Nadie debe saber que el Príncipe tiene una correa" había dicho ella.

Ni siquiera Pip lo sabía.

- ¿Y a qué debo tu visita?

La voz de su madre lo hizo reaccionar. La Reina y Diosa de Yam Suf estaba sentada en su trono de rubís y los huesos de sus hijos asesinados. Damien se parecía a ella, era el digno hijo de Lilith. En ese momento ella lucía como una mujer madura de increíble belleza labrada y asegurada, con cabello largo y ondulante que caía hasta bajo su bien formado trasero y anchas caderas, sus excesivas curvas destacaban en el contraste de la piel pálida y las tiras de cuero envolvían sus pechos simulando un corsé desbordante y una falda formada de tiras. Sus facciones eran de una reina y su postura de una Diosa cruel.

Ella lo miró con curiosidad, los gritos de sus hermanos fue la música de su encuentro.

- He venido por otras esposas.

- Ya te lo he dicho, nunca podrás hacerle el amor a tu mascota. Nunca serás cariñoso ni suave. Tú eres un demonio. –ella levantó la mirada, sus párpados adormecedores destacaron sus ojos de carbón encendidos- Tú eres mi hijo. Tus instintos te llevan a marcar lo tuyo.

Él lo sabía, ya se había resignado a que era esclavo de su origen, que no podía mostrarse como los humanos por mucho que se pareciera a estos. Él tenía más similitud a su sádica madre que a su pusilánime progenitor.

- No es para mí. Las usaremos para debilitar al Cielo. –explicó.

Su madre ladeó el rostro con interés. Las risas de sus hermanos se oyeron a lo lejos, debían ser los íncubos y súcubos que estaban usando a los otros para que luchen por ellos.

- No me digas que tu padre te ha metido la idea del Juicio Final. –su madre negó y una sonrisa burlona se llenó en sus labios carnosos- Él solo es un peón de ese Dios, una herramienta, como sus ángeles, su hijo y su gente elegida buscando tierras prometidas. –ella clavó sus garras negras en el apoyabrazos de su trono- No seas un peón, Damien, se un príncipe, un futuro rey.

- Necesito hacer esto. –explicó- Los ángeles caídos están salvando almas que debían ir al Infierno.

- ¿Dan la espalda a su Dios y tienen el atrevimiento de tomar el alimento de mis hijos? –la devoradora Lilith se irguió en su trono, levantando el mentón.

La dimensión se doblegó a la furia de su dueña.

Ambos se miraron fijamente. Él era su heredero, el verdadero líder del Infierno, a quien le habían jurado lealtad cada uno de sus hermanos sobrevivientes antes de pisar las tierras de su padre. Cuando el trabajo de su padre concluyese y fuese otro personaje más de ese Juicio Final, Damien cerraría las puertas del Infierno y su reino por fin sería libre de los caprichos del Cielo.

- Damien.

La orden fue silenciosa, sin palabras, porque era obvio que debía hacer. Él debía proteger a los fuertes, a los que se habían ganado el salir de las tierras de su madre. Cuando Satán se viese obligado a seguir su rol en el Juicio Social, el Infierno le daría la espalda, pero para ello necesitaba mantener a los suyos fuertes. Necesitaba hacer algo con la amenaza de los caídos.

- Por ello necesito las esposas. –se explicó.

- Que así sea. –Lilith giró la muñeca y sobre su mano aparecieron dos gruesas pulseras de oro, conectadas por la magia de un ser mucho más antiguo que las creencias del Dios abrahámico y por ende de Satanás. Ella era la verdadera madre de los demonios- Asegúrate que sea uno de los tuyos quien use una de las esclavas, así el vínculo que el ángel caído tenga con este, también lo tendrá contigo. No podrá herirte. Pero tú estarás libre del hechizo y si así lo deseas, podrás atacar al ángel.

- Porque lo que es de los míos, también me pertenece. –aceptó las esposas y las guardó en el bolsillo de su pantalón- Sus fortalezas son mías, pero no sus debilidades.

Lilith.

- No juzgo tu obsesión con tu ave del cielo. –comentó la mujer, con ese tono materno que hasta una reina como ella podía tener- Pero ya es hora que poseas su alma.

- Estoy en ello. –gruñó, girándose.

La risa de su madre fue burlona y ella misma le abrió un portal para que saliera de su dominio. Yam Suf era su territorio, no soportaba los intrusos. Ni siquiera a su propio hijo favorito.

Para su sorpresa, Tweek se había acomodado en el suelo de la sala, imitando la manera en que Pip se sentaba sobre sus tobillos. Su mascota estaba sonriendo como cuando había sido niño, carente de lujuria y puramente inocente, realmente fascinado. El portal había sido silencioso y ninguno de los dos rubios se percató de su presencia y parecían entretenidos.

- ...Craig me pertenece. –concluyó Tweek- Los demonios somos posesivos y al contrario de los ángeles, estamos dedicados a los placeres terrenales.

Damien sonrió, había sido divertido destruir el cuerpo puro de un ángel, hacerlo adicto a sus garras y mordidas, a su calor y la manera en que lo podía empujar a la adicción como un mortal. Le había entretenido tomar una de las creaciones más nobles de Dios y volverlo una carne sonrojada y confundida por la estimulación hasta el punto del dolor. Todos los demonios tenían algo de Lilith, algo carnal. Los humanos convertidos, como Tweek, solo sabían expresar el amor con el sexo, así que podía aplaudir a la resistencia física del pastor Tucker por satisfacer las necesidades diarias del imp. Damien tomaba energía de otros para hacerse fuerte y una de las formas era a través de copular. Esto último lo desahogaba exclusivamente con su mascota.

Pip era objeto de esa posesividad, su propia existencia era un ejemplo. Ni siquiera el Cielo podía quitárselo, Damien lo había dejado cuando lo tomó para sí, a costa de iniciar una guerra.

- Pero debe haber una forma en que le des la espalda a tu Dios. –meditó Tweek, estaba usando su tono amable y meditabundo, el señuelo del conspirador y manipulador imp sin que su mascota se percatase de la trampa- Si tu alma pertenece a tu Dios, en cualquier momento podría llamarte y prohibirte volver a la Tierra. Te alejaría de Damien para siempre.

Para su diversión, Pip lució asustado. Lo había vuelto adicto, un inmortal celestial que no se merecía el Cielo. La pequeña hada estaba jalando los hilos de su mascota, probando una vez más ser digno de ser uno de los demonios bajo su mando. Damien no había sido delicado con Tweek, lo había empujado al límite para que sobreviviese, lo había usado para que insertase la discordia y lo había visto escalar en la jerarquía demoniaca como si hubiese sido uno de sus hermanos más prometedores. Tweek se había sentado junto a Dioses para entretejer conjuras y había iniciado guerras con su habilidad para conspirar. A pesar de su origen divino, había sido el engranaje necesario para alcanzar el momento en que Damien se hiciese con el Reino Infernal. Y tal vez por eso el hada luchaba por ganarse su aprobación. Cuando su tiempo de servicio terminase, no dudaría que Tweek se levantaría otra vez como un Dios Antiguo y el Infierno podría aliarse con él como en el pasado lo había hecho con otras culturas paganas. Tal vez el conocimiento antiguo del imp tuviese la solución al problema que tenía con el alma de Pip.

Tal vez pudiese tener esperanza.

- Si le das la espalda a Dios, encontraré la forma de que no te separen de nuestro señor. –prometió Tweek.

- Pero soy un ángel, existir es prueba suficiente de Dios. No puedo rechazarlo... -Pip bajó la mirada- Lo he intentado, pero... no puedo.

Damien aclaró la garganta. No soportaba ver melancolía en su mascota.

- Aquí tienes. –lanzó las esposas a Tweek- Te vinculará con el ángel caído y por ende no podrán lastimarse entre ustedes. Demuéstrale la utilidad que tiene aliarse con nosotros.

El imp asintió, levantándose.

- Juro entregar a los ángeles caídos a usted, mi señor.

Asintió. Le creía. Tweek era persistente. Solo lo tendría por el tiempo de una vida mortal, pero en ese tiempo sacaría provecho.

- Muy bien, impresióname pequeña hada.

El brillo sagaz en los ojos de Tweek le estremeció. No debía olvidar que a pesar de todo el imp había sido lo suficientemente inteligente para proteger el alma de su pastor sin entregársela al Infierno. Pero por el momento, seguiría usando la inocente apariencia de Tweek para que cosechara más almas para él y para que engañase a los ángeles caídos. Mientras tanto él dirigiría su atención a Asia, necesitaba investigar la fuerza latente pero mortal que parecía crecer ahí.

Pip agitó su mano en forma de despedida y el imp imitó el gesto. Como si fuesen amigos. Hada truhana. Tweek desapareció. Sus ojos se clavaron en su mascota. En la mirada de adoración, en el cuerpo que parecía necesitarlo tanto como su apetito por inocencia despertaba.

- ¿Qué te pareció mi posesión?

Su mascota se encogió. Celos. Los reconocía y eso lo alimentaban. Damien se sentó a su lado y lo jaló para que subiera a su regazo y así tenerlo frente a él.

- Ama a su alma gemela. –fue la respuesta de Pip- Ambos son exclusivos y leales.

Damien entrecerró la mirada.

- Lo sé, ese pastor sacrificó todo por ese demonio.

Pip se encogió en su lugar, las alas se contrajeron, queriendo desaparecer. Damien clavó su mirada donde la aureola angelical debía estar. El signo de pureza había desaparecido en el segundo en que había humillado y poseído al ángel hasta que este buscó su cuerpo por propia disposición.

- Disculpa mi incompetencia, Amo.

Ya no le decía "Señor", había descubierto que así lo llamaban los demonios que le pertenecían. Pip también anhelaba un vínculo diferente y exclusivo. El ángel deseaba ser poseído por completo y si pudiese rechazaría el Cielo ¿Verdad? Damien apoyó su cabeza en el respaldo del sillón, mirándolo hacia abajo.

¿Cuál sería el plan de Tweek?

Algo deseaba esa hada sobreviviente. Damien no era ingenuo, una conspiración se estaba cociendo, pero mientras fuese el verdadero dueño de la "Salvación", estaba a salvo. Pero ¿Por cuánto tiempo podría retener a un Dios?

- Pip... -rara vez lo llamaba por su nombre mortal- Es hora de rezar. –ordenó.

El ángel se sonrojo y asintió. Lentamente se deslizó entre sus piernas hasta arrodillarse en el suelo y con los delicados dedos le abrió el pantalón y se inclinó en su búsqueda. Damien cerró los ojos y respiró hondo, dejando que la boca de Pip lo hiciera temporalmente olvidar.

Tal vez pudiese tener esperanzas.

¡Saludos teoístas! ¡Abran su corazón a la Salvación!

Fanart: ¡Damas y caballeros! La Diosa y Reina de Yam Suf ¡Lilith! Realizado por   @LettuceDChu, no tienen idea de cuánto quise escribir de ella y hablar de las mil opciones que tuve en mi cabeza para su relación con sus hijos. Me encanta ver el parecido que tiene con Damien y lo hermosa que es. 

Para quienes no siguen "Mátame otra vez": Tuve que tomar reposo de un mes porque tengo tendinitis en la muñeca y aun así debo ir con cuidado. Cosa que no se hacer, me encanta dar todo de mí cuando escribo. Pero lamento haber desaparecido. Órdenes del doctor. 

Me gustó trabajar con Pip, quien toda esta posición de objeto y posesión no lo hacía miserable. Así que, en lugar de asquearse por la situación, la narración romantizaba todo. Me quedé antojada de narrar el escenario, pero desde los ojos de alguien que viese la situación como un demonio esclavizando a un ángel.

Dado que el árcangel Gabriel es considerado el mensajero de Dios, los ángeles bajo sus órdenes deben enviar la buenanueva a los mortales. Luego me imaginé a uno de esos ángeles diciéndole a un mortal "Felicidades, ganaste un PSP dorado".

Me entretuve con el pequeño acto de rebelión de Pip "Oh, el resto te dice Señor. Ahora yo te diré Amo". Bravo pichón, cuánta rebeldía.

"Yam Suf" significa "Mar Rojo" en hebreo, donde el mito de Lilith dice que ella habita.

Lilith es toda una Milf, "Mom I'd like to fuck" ("Mamá que me gustaría joder").

¿Qué les pareció?

Más o menos esta es la dinámica que tenía planeado en algunos capítulos. La historia se enfoca temporalmente en otros personajes, pero va aclarando más de la cosmovisión de este AU y se termina conectando directamente con la trama principal, dándoles pistas y señales.

 Spotify: Muy ñoñamente cree una lista de música de este AU con las canciones que de una u otra forma me inspiraron para todas las parejas y cosas que sé que han pasado acá. Aun esas que no menciono aún. Si quieren oírlo, la lista se llama "Inconciliable Destino". 

Si tienen sugerencias para otras canciones que creen que quedarían ¡No duden en avisarme!   

¡Nos leemos!

Nocturna4

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